Prólogo
Narnia. Aquella mágica tierra que alguna vez fue considerada salvaje, cuando grandes centauros, poderosos minotauros y animales parlantes la habitaban. Cuando aún estaba bajo el yugo de la bruja blanca, aguardando la llegada del gran león Aslan y su profecía de los cuatro humanos.
Los hermanos Pevensie llegaron a Narnia por accidente, pero se hicieron parte de ella por elección, dejando una parte de sí mismos cada vez que visitaban aquella mágica tierra.
Fue el lugar donde tres de ellos hallaron el amor.
Susan hallo su sonrisa al mirar los grandes ojos marrones de Caspian.
Peter sintió el calor que la cabellera roja de Gálatas emanaba.
E incluso la pequeña Lucy se perdió en el mar que una mirada Azul le proporcionaba.
Sin embargo, sin importar cuanto los amaran y viceversa, los cuatro hermanos tuvieron que irse y pasarían años para que volvieran a ver aquella mágica tierra.
·*[&]*·
Año 23 del reinado de Caspian X.
Reino de Telmar, Ciudad de Sahjar "la ciudad de los reyes"
Ella solo estaba allí, parada en su jardín mirando hacia sus rosales, de espaldas, ajena a todo lo que estuviera detrás de ella.
Aún era hermosa, veinte años habían pasado desde que se fueron y ella aún seguía siendo la reina más bella de Telmar.
Gálatas II Ahab, reina de Sahjar, princesa de Telmar, era como se le conocía ahora. Habían pasado veinte años desde que "él" se había ido junto con todo lo que represento para ella: su cercanía, su cariño, su... su deseo... sus ojos se abrían sorprendidos y sus mejillas adoptaban un ligero tono rojizo al pensar aquello, pero era verdad. El "deseo" que sentía cuando la besaba, también se fue con él.
Y el amor... el amor que sintió por Peter Pevensie murió hacía años, cuando su propia familia nació.
Gálatas recordaba su boda cada día. Le parecía algo tan increíblemente fantasioso estar "atada" y despertar cada día al lado de su mejor amigo. Haber perdido su "pureza" con él fue algo que sin duda jamás planeo.
Pero a veces el destino nos puede dar jugadas que jamás podríamos imaginar.
Más que por amor se casó por política. El requisito para ser la heredera del rey Ravi una vez que este muriera, era estar casada con un hombre de su tribu, la tribu Ahab. La familia de Primus son descendientes de esa tribu, descendientes que a través de los años han sabido conservar su nombre.
Los tres hermanos de Primus al enterarse de la noticia trataron de cortejarla, pero Gálatas apenas les daba la atención necesaria, si debía escoger a un hombre de la tribu Ahab, ese sería Primus, el único en quien realmente confiaba.
La boda fue en la capital de Telmar. Lady Ahab, la madre de Primus, no escatimo en gastos. No fue una boda sencilla pero tampoco escandalosa. Durante el periodo de planeación, Gálatas descubrió que su suegra era una mujer en extremo superficial y prejuiciosa. La noche anterior al evento, en confidencialidad le dijo que la aprobaba como esposa de su hijo, no solo por ser la princesa y ahora heredera de su propio reino, sino también por su belleza. Con ella como madre, sus nietos jamás serían feos.
Recordó a los hermanos de Primus estar alegres por este, aunque en ellos se notaba cierto aire de derrota. Ambiciosos en cuanto a los fines de su familia, lección aprendida de su padre, el visir más fiel a Caspian.
Toda la familia de su esposo era un completo nido de serpientes, a excepción de este y su única hermana. Una Ahab era la persona más graciosa y justa que haya conocido... podría decir, que casi todo en ella le recordaba mucho a una persona especial para ella: su querido Edmund.
Y se preguntaba, ¿Qué pasaría si Edmund volviera a Narnia y conociera a la pequeña Ahab? Nunca lo sabría, porque sabía que ellos ya jamás volverían.
Primus y Gálatas se hicieron príncipe y princesa de Sahjar por tres años, hasta que el anciano rey finalmente vio el final de sus días y ascendieron al trono como los nuevos rey y reina.
Recordó que Primus siempre fue muy respetuoso de su lecho, nunca hicieron nada hasta que ella estuvo lista. Lista para dejar el pasado en el pasado junto con todas sus memorias y sentimientos, y seguir adelante.
Finalmente, cinco años después de su boda, nació su hija. Una hermosa princesa de cabello rojo fuego y ojos azul agua, que por nombre le pusieron Acacia, como la flor.
Quince años han pasado, y una parte de ella... aún lo extraña.
- ¿Majestad? – llamo su atención un sirviente, Gálatas se dio la vuelta saliendo de su ensimismamiento y mirándolo le dio la señal de que dijera lo que vino a decir – ha llegado un mensaje de Calormen, el príncipe Rabadash vendrá de visita.
- La noticia desconcertó a Gálatas - ¿de visita?, ¿y cuando vendrá?
- Dice que ya ha partido, lo esperamos dentro de una semana – dijo el sirviente.
- ¿Mi esposo lo sabe?
- Ya le dije, me dijo que viniera a comunicárselo a usted.
- De acuerdo, gracias Tristan, si eso es todo puedes irte – dijo Gálatas y volvió a darse la vuelta hacia su jardín.
- ¿Quiere que se lo diga a su hija? – pregunto el joven.
- Sí. Dile que vendrá en una semana y hay que preparar todo para su llegada. ¿Menciona si se quedara?
- Unas dos semanas, quizás un poco más.
- Bien. Puedes irte – dijo la pelirroja y esta vez el sirviente si se alejó.
Gálatas se quedó unos momentos más en la tranquilidad de su jardín, pensando, ¿qué podría querer el príncipe Rabadash para venir a su reino desde tan lejos?
·*[&]*·
Narnia, reino de Telmar.
Caspian tenía cientos de cosas en mente y a la vez ninguna.
Detestaba admitirlo, sobre todo después de haberla hecho su esposa, pero siempre se preguntó si había sido una buena idea buscar a Liliandil la estrella.
Recuerda que paso años buscándola. Regreso a la isla de Ramandu esperando verla, pero nada. Algo le dijo que debió rendirse en ese momento, pero él quiso seguir.
Recuerda que siguió buscando, en cada viaje, en cada expedición, en cada misión, hasta que finalmente ella lo encontró a él, aceptando ser su esposa.
Recuerda que dos años después tuvieron a su hijo, el heredero de Telmar y toda Narnia, el príncipe Rilian, quién es solo dos años mayor que su prima Acacia.
Recuerda lo nervioso y ansioso que estaba de conocer a su primogénito, su hijo. Se sentía tan extraño pero al mismo tiempo tan feliz de decirlo en voz alta.
Liliandil era la mujer más hermosa que haya visto alguna vez, no por nada era una estrella, y su hijo había heredado toda su belleza, es considerado el muchacho más apuesto en todo el reino, pero también el más valiente y el más condescendiente.
Recordaba con pesar la promesa que le había hecho a Susan, "jamás te voy a olvidar" y hasta ahora ha estado convencido de que cumplió su promesa, pues aún recuerda como si hubiera sido ayer cuando la conoció, cuando los conoció a todos.
Ahora es un ejemplar padre, un esposo fiel, y un rey sensato que no podía darse el lujo de tener "deslices", por lo que siempre desechaba los recuerdos del pasado que lo transportaban de vuelta a los buenos días, cuando era libre y no lo sabía.
Caspian estaba orgulloso de lo que había logrado, de todo lo que había construido con los años, aun después de que sus amigos y hermanos se fueran, para ya no volver.
- Las puertas de su estancia fueron abiertas tras él revelando a un sirviente, el cual, luego de llamar su atención, procedió a dar su anuncio – majestad, el centauro Perspicaz está aquí con un mensaje para usted, dice que es urgente.
Y así, ya entrada la noche, Caspian y su sirviente bajaron a la sala del trono para encontrarse con el centauro que podía hablar con las estrellas.
- Perspicaz – hablo Caspian a modo de saludo.
- Mi señor – saludo de vuelta el gran animal.
- Mi sirviente me ha dicho que tienes algo urgente que decirme.
- Así es, mi señor.
- Bien, dime que es eso tan importante – pidió Caspian, y el centauro mirando hacia el cielo dijo.
- Las estrellas han augurado ominosos acontecimientos – empezó y bajo la mirada hacia Caspian – la codicia y rabia de un hombre, desatara una guerra entre naciones, hasta que una acabe con la otra. Miles de vidas de soldados se perderán, toda Narnia quedará comprometida bajo el yugo del "rey de la codicia", y entonces... Aslan acabara con todo lo que conocemos.
Caspian quedó petrificado ante estas palabras, ¿una guerra? ¿Aslan destruirá Narnia? Y ¿quién es "el rey de la codicia"? todas estas incógnitas más el anuncio de una inminente guerra luego de veinte años de paz y prosperidad, eran más de lo que Caspian podía soportar.
- ¿Existe alguna forma, de evitar lo que auguras? – pregunto el rey en un tono más nervioso del que quiso permitirse.
- Solo queda hacer lo que hay que hacer majestad. Aslan es sabio, él sabe porque hace las cosas. Si él cree que es nuestro momento, es porque ya lo es – respondió el centauro.
- ¿Y la guerra? ¿las vidas que se perderán? ¿y Narnia? – pregunto Caspian.
- Prepare a sus tropas para la batalla, pues ya no queda más remedio. La guerra ya viene – dijo el centauro.
Luego de escuchar atentamente cada una de las palabras del centauro y de que este terminara, Caspian le dijo que podía marcharse y procedió inmediatamente a hacer lo dicho. Despertó a sus generales y les dijo que prepararan a sus hombres, pues una guerra estaba por venir.
Los generales preguntaron quién era el enemigo y Caspian no supo que responder, pues Perspicaz no se detuvo a dar detalles, él solo procedió a decir lo que las estrellas le habían dicho. Caspian estaba nervioso y más que eso, estaba asustado, no habían tenido una guerra en más de veinte años. Una que otra aventura digna de libros de cuentos sí, pero ninguna guerra desde la derrota de Miraz.
.
Arriba en las habitaciones del castillo, al escuchar el ajetreo en el patio de entrenamientos y sentir la luz de las antorchas pasar a travez de las ventanas de su habitación y llegar directo a sus párpados cerrados, Rilian despertó.
El muchacho de apenas diecisiete años, entre lentos y somnolientos pasos, se levantó de su cama y miro por la ventana hacia los soldados que se movilizaban de un lado a otro en el patio, como solo lo harían si estuviesen siendo atacados.
Ante este pensamiento, a Rilian se le pasó rápidamente el sueño y las ganas de volver a la cama y entonces una adrenalina intensa se instaló en el centro de su pecho, lo que provoco que corriera por todo el castillo hasta llegar al patio, una vez ahí empezó a buscar a su padre, cuando lo tuvo a la vista corrió hacia él.
- Padre – dijo Rilian a espaldas de Caspian, el mencionado se giró rápidamente y se sorprendió al tener a su hijo a sus espaldas.
- ¿Rilian? ¿qué haces aquí? – pregunto Caspian conmocionado.
- ¿Nos atacan? – pregunto el muchacho preocupado y con su pecho subiendo y bajando a gran velocidad por el esfuerzo.
- ¿Qué? No, vuelve a la cama – ordeno su padre.
- ¿Entonces por qué movilizas a los soldados? – insistió el muchacho.
- ¿Y ahora qué? Se preguntó Caspian. Odiaría mentirle a su hijo, pero no sabía cómo decirle que se avecinaba una guerra, la primera que viviría – es solo precaución, Rili. Vuelve a tu cuarto.
- ¿Una precaución de un ejército completo? – dijo el príncipe mirando a su alrededor.
- Cuando debas preocuparte por algo te lo haré saber Rilian. Ahora vuelve a tu cuarto – dijo Caspian severamente con sus manos en sus caderas.
- Pero padre...
- ¡Obedece! – regaño Caspian severamente, a lo que esta vez el muchacho regreso por donde vino.
Caspian también odiaba ser así de severo con su hijo, pero Rilian debía entender que cuando sus padres dijeran algo era por su propio bien, o en este caso, hasta saber cuál era la amenaza y de donde vendría.
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