Capítulo 7: El cuento empieza...



Reino de Calormen.



Sin más que poder hacer, ya que Peter no encontró en ninguna parte a sus hermanos y aun debía cuidar de Caspian hasta que este se sintiera mejor, improviso un refugio donde pasaron ambos alrededor de unas seis horas.

Caspian al cabo de ese tiempo ya había recuperado la mayoría de sus fuerzas, por supuesto influyo el hecho de que debían regresar rápido a Telmar para adiestrar las tropas y por supuesto, decirle a Gálatas que los Pevensie habían regresado. Obviamente los Calormenos tomaron la armadura y las armas de Caspian así que, tendrían que emprender el viaje de vuelta a Narnia totalmente desarmados y sin estar seguros de que peligros podrían encontrarse en el camino.

- Descuida Peter – reconforto Caspian – de seguro ellos están bien.

Pero sin importar lo que le dijeran, Peter no podía quedarse tranquilo. Sus hermanos, sus padres y su primo estaban desaparecidos, no tenía idea de donde estaban, no tenía idea de a dónde tenían que ir Caspian y él para regresar a Narnia, jamás habían estado en Calormen.

- Están perdidos "Cas", se supone que yo debo cuidarlos – dijo Peter sin dejar el paso.

- ¿Me llamaste Cas? – Caspian detuvo la marcha.

- Sí, ¿no te gusta que te llame así? – pregunto Peter.

- No, solo que... es nuevo – dijo Caspian pensándolo un minuto – jamás me habían dicho así.

- Deberías considerarlo, te queda – dijo Peter cuando a lo lejos escucharon un silbido que se acercaba peligrosamente hasta chocar contra el tronco de un árbol junto a ellos, era una flecha con la cola color azul.

Caspian y Peter se miraron un segundo con el mismo pensamiento en la mente: estaban siendo atacados. No esperaron más y se pusieron a correr. Peter volteaba constantemente para ver quien o quienes los atacaban pero no lograba divisar a nadie.

- ¡Peter, cuidado! – no veía por donde iba y justo giro al frente cuando Caspian grito, pero fue tarde, tropezó y cayó por la pendiente frente a él, Caspian trato de atajarlo por su chaqueta pero termino cayendo también.

Ambos caían por la pendiente dando vueltas, golpeándose con todas las rocas y ramas que hubiesen esparcidas por el suelo hasta finalmente llegar a este estando inconscientes.

.

Peter despertó y sintió que había estado horas dormido, pero al abrir los ojos, su sorpresa no pudo ser mayor: ¡estaba boca abajo! Al mirar hacia arriba se dio cuenta de que estaba colgando de una soga amarrada a su cuerpo, la cual pendía de la rama de un árbol, muy resistente por cierto, y más importante, no estaba solo.

- Caspian – lo llamo y se movió un poco haciendo que su cuerpo chocara contra el que estaba atrás para despertarlo - ¡Cas, despierta!

- En ese instante el moreno abrió los ojos llevándose la misma sorpresa que Peter - ¡Peter! ¿Dónde...? ¿qué pasó? – dijo mirando a su alrededor.

- No sé. Solo recuerdo que caímos por una pendiente porque...

- ¡Nos estaban atacando! ¡nos secuestraron!

- Sí, ¿crees que hayan sido los mismos hombres que te encarcelaron al árbol?

- Es muy probable – dijo Caspian y justo en ese momento el crujir de unas hojas los alertó a ambos.

Tanto Peter como Caspian giraron a todos lados, hasta que de los arbustos apareció un... enano.

- ¡Señores! Nuestros invitados despertaron – dijo mirando hacia el lugar de donde había salido, y no pasaron ni cinco segundos cuando una banda completa de enanos apareció detrás de él.

- ¡Son enanos! – dijo Caspian en voz alta.

- No, ¿cómo cree? ¡somos hadas! – contesto uno sarcásticamente.

- Bueno, ¿y para que nos secuestraron? – pregunto Peter.

- Jefe, no me parece que estos dos sean muy listos – dijo otro enano al enano más viejo.

- ¿Y qué? – dijo el enano sarcástico – así es mejor, no se les ocurrirá escapar.

- ¿Quiénes son? – pregunto Peter.

- ¡La pregunta del año! – dijo el sarcástico - ¿no estás viendo? Somos enanos.

- No pregunte "qué" pregunte "quién", ¿Quiénes son? – volvió a preguntar Peter.

- Ah, pues somos... - iba a responder el más joven del grupo cuando otro le dio un codazo callándolo.

- ¿Quién pregunta? – pregunto el que estaba al lado del líder.

- El rey Caspian de Telmar – respondió Caspian.

- ¡¿Qué?! – todos quedaron aturdidos, fue ahí cuando el líder de la banda tomo la palabra.

- ¿Caspian X? ¿el hijo de Caspian IX? – pregunto el líder con esperanza en sus ojos.

- Padre... - dijo el enano poniendo una mano sobre el hombro del líder.

- Soy yo – dijo Caspian – por ello les ordeno que nos bajen.

- Sí claro – dijo el enano sarcástico – si tú eres el rey Caspian, yo soy el rey Peter el Magnífico – por un momento Peter le dirigió una mirada de extrañeza.

- De hecho él lo es – dijo Caspian apuntando hacia atrás con la cabeza, y de repente todos los enanos giraron hacia Peter.

- ¿Qué dijo? – pregunto el enano sarcástico.

- Padre, ¿lo que él dijo es cierto? – pregunto el hijo al padre. Un enano de cabello negro azabache largo hasta los hombros, ojos marrón claro y piel blanca olivácea.

- Si – dijo el líder mirando con asombro a ambos hombres, como si tuviese al mismísimo Aslan frente a él – el hijo de Adán, rey de antaño, señor de Cair Paravel.

- ¿En serio es él? – pregunto el hijo del líder.

- Así es, soy el rey Peter – afirmo el rubio.

- Pero eso... eso es imposible – dijo el enano que hasta hace un rato era sarcástico.

- Tienes ojos Illy, pero no estás viendo – le dijo el líder al enano que hablo – ellos han regresado para sanar esta tierra, y liberarla del terrible mal.

- ¿Terrible mal? – pregunto Peter.

- Calormenos – y como si, con el simple hecho de haber dicho sus nombres los hubiesen invocado, una flecha cayó cerca de un árbol donde ellos estaban. Dicha flecha tenía la cola azul, por lo que ya sabían de quienes se trataban.

- Exactamente ellos son – dijo el enano de nombre Illy y todos los demás tomaron posiciones defensivas formando un círculo alrededor de los dos que pendían de la rama de un árbol.

- Si nos liberan podríamos ayudarlos – dijo Caspian.

- No hable majestad – dijo uno de los enanos.

- No podrán contra ellos solos y lo saben – insistió Caspian.

En eso, un Calormeno saltó por detrás del círculo que los enanos habían formado con la intención de cortar el cuello de Peter, pero este fue más rápido moviendo su cuerpo hacia un lado, lo que provoco que la espada cortase la cuerda.

Ambos reyes cayeron al piso mientras que los enanos fueron a pelear contra el Calormeno. El más joven del grupo tenía una ballesta y le disparo al soldado con esta.

- ¡Vendrán más! – dijo Illy.

- ¡Ahí que irnos! – dijo el hijo del líder.

- Dennos espadas – pidió Caspian extendiendo su mano hacia los individuos, los cuales lo miraron dudosos.

- ¡Son demasiados! ¡necesitaran ayuda! – insistió Peter.

- ¡Kilian! ¡dales lo que piden! – grito el líder a otro de los enanos.

Un instante después, el grupo de cinco enanos seguidos del par de reyes corrían por el bosque huyendo de sus atacantes, los mismos que atacaron a Caspian y Peter al principio.

- ¡Allá van! – grito un soldado Calormeno.

El más joven del grupo de vez en cuando volteaba hacia atrás y disparaba con su ballesta a los guardias, pero eran demasiados para uno solo. En eso, Peter logró ver una piedra enorme que estaba situada más allá en su camino y se le ocurrió una idea.

- ¡Tengo una idea! – dijo el rubio - ¡pero tienen que confiar en mí!

- Te escuchamos – dijo el hijo del líder.

- ¡Corran más rápido hasta perderlos adelante! – dijo el rubio y todos obedecieron.

Por suerte los matorrales se hicieron más altos y casi no se lograba divisar nada. Para cuando los Calormenos lograron llegar al otro lado, el grupo de siete había desaparecido justo frente a sus narices, por lo que decidieron detenerse y pensar a donde pudieron haber ido, más nunca pensaron que la respuesta les caería de arriba... literalmente.

Empezaron a sentir como una tierrita les caía encima de sus cascos y uniformes, y para cuando miraron hacia arriba, ya la gran piedra que Peter había visto antes estaba a punto de aplastarlos.

- Escena no apta para niños – dijo el enano Illy que había vuelto a encontrar su humor.

- ¿Qué? – le pregunto Caspian.

- Es algo que él invento – dijo un enano del grupo.

- Majestades, nos han salvado – dijo el jefe.

- Ni lo mencione, si ustedes no nos hubiesen encontrado primero, los Calormenos nos tendrían justo ahora – dijo Caspian.

- Y ahora, ¿A dónde irán? – pregunto el hijo del jefe.

- Debo volver a Telmar lo antes posible – dijo Caspian.

- ¿Es una emergencia? – pregunto el anciano.

- Lo es, sí – respondió el pelinegro.

- Nosotros conocemos un atajo por este mismo bosque, los podemos llevar si gustan – dijo el líder.

- Será de gran ayuda, gracias – dijo Caspian, pero antes de que empezaran a caminar el enano Kilian hablo:

- ¿Llevarlos? ¿nosotros?

- Sí, nosotros los llevaremos allá – dijo el líder.

- Está muy lejos, nos desviaríamos mucho del camino – dijo Illy.

- ¿Y ellos que nos darán a cambio? – dijo un tercero.

- Aslan de seguro estará feliz de saber que ayudaron a dos de sus amigos – dijo Peter, los enanos solo rieron.

- Aslan no existe hijo – dijo uno.

- ¿Y si no existe como es que estoy yo aquí? – pregunto Peter.

- No tenemos pruebas de que seas el auténtico Rey Peter – dijo el segundo enano.

- ¿Desde cuándo mi palabra no es suficiente? – pregunto el líder.

- Lo sentimos Podrik – dijo Illy – pero nosotros no creemos en "leyendas" como tú.

- ¿Cómo se atreven? – cuestiono el líder.

- Tal vez si nos prometieran oro – dijo el más joven y todo el grupo otra vez giro hacia Caspian.

- No quisiera "obligarlos" a hacer algo que no quieren hacer solo por dinero – dijo el rey.

- Bien, entonces están solos – dijo Kilian colocando su espada en el hombro, estaban a punto de irse cuando el líder hablo:

- ¡No están solos! Yo los ayudare, iré con ellos – dijo el anciano, pero enseguida su hijo lo detuvo.

- ¡Padre, no! Es muy peligroso.

- No los dejare ir solos. Mi fé en Aslan es más grande que mi lealtad a este grupo de hermanos – dijo el líder sin ningún atisbo de duda o remordimiento.

- Hermanos – su hijo hablo a los demás - ¿Por qué no quieren ayudar a estos hombres como lo pide su líder?

- Illy, el enano ocurrente y sarcástico miro a los otros dos que estaban con él y finalmente respondió – porque los enanos son para los enanos – dijo y empezó a caminar de vuelta al camino de tierra en el bosque.

- Deja que se vallan, yo iré con los reyes – dijo el líder.

- ¡No padre!

- ¡¿Por qué no?! – cuestiono.

- Porque es un viaje largo, más para unas piernas cansadas y viejas, deja que valla yo con ellos, y cuando estén a salvo volveré – propuso el hijo.

- ¿Estás seguro Poggin? – pregunto el anciano, su hijo asintió con la cabeza. Podric y su hijo juntaron sus cabezas un instante y se separaron, entonces el viejo volteo hacia los reyes y les dijo:

- Mi hijo irá con ustedes para guiarlos... deben prometerme que lo protegerán.

- Con nuestras vidas – dijo Peter.

- Regresa con los demás padre – dijo y el anciano así lo hizo.

- No creo que sea tan buena idea que regrese, si no lo respetaran – comento Peter.

- No lo es... pero somos todo lo que tenemos – dijo Poggin.

- Eso podría cambiar – dijo Caspian.

- ¿Aslan podría cambiarlo? – pregunto el enano.

- Sí – respondió el rubio y el pelinegro asintió con la cabeza.

- Entonces, ¿qué esperamos? – dijo Poggin y empezó a caminar en dirección contraria.



·*[&]*·



Tashbaan, reino de Calormen.



Bien, la vida de Eustace no iba tan bien como esperaba.

Y es que, ¿Cuándo se ha sabido que un "esclavo" tenga una buena vida? Además...

- ¡Hey! – un grito a sus espaldas interrumpió los pensamientos del joven - ¡¿qué esperas?! ¡la comida no se entregara sola! – le grito el cocinero, y por muchas ganas que Eustace tuviera de gritarle de vuelta: "¡pues valla a entregarla usted, pedazo de...!" no podía, pues sabía que cualquier cosa que dijera o hiciera mal le saldría cara.

Eustace tomó la bandeja con la comida y salió de la cocina con ella.

El castillo de Tashbaan se asemejaba mucho a una fortaleza de frialdad, con sus murallas altas de piedra y granito, adornadas en la punta con enormes estacas. El patio del castillo, una zona de tortura, donde los animales sirven como otros esclavos de cuatro patas jalando inmensas y pesadas carretas de un lado a otro, y si se detienen a descansar, un latigazo en su retaguardia les recuerda que no deben hacerlo.

Lo que le recordó a Eustace, que si no quería recibir su propio latigazo, debía apresurarse y llegar a su destino.

Llego a la torre más alta y subió a prisa los primeros cien escalones, los otros cien los subió poco a poco, y los últimos cien los subió casi desmayándose, ¿Cómo alguien en su sano juicio subiría y bajaría trescientos escalones diariamente? ¿Y porque? Aun no le decían para quien era la comida.

Finalmente y con un esfuerzo sobre humano por no votar la bandeja llego a un largo pasillo que conducía a una sola puerta. Con las piernas doliéndole se acercó a ella y la abrió, al ver la habitación por dentro pudo reconocer, no solo el lugar si no también el olor que emanaba, arrugo la nariz y recordó que ese era el lugar donde había llegado a... donde sea que estuviera.

Cerró la puerta tras de sí, la cual sin querer emitió un fuerte sonido alarmando no solo a Eustace si no a la chica que dormía en la camilla. La cabeza con los pelirrojos y alborotados cabellos se alzó de las sabanas y lo miro, Eustace no se había percatado de ella hasta que giro al frente de la habitación y se encontró de golpe a una persona viviendo allí. La detallo mejor, y se dio cuenta de que era la misma chica.

- Hola – dijo simplemente, ¿Qué se supone que se haga en estos casos? Ya saben, cuando hay una persona que SE NOTA que está en un lugar en contra de su voluntad, pero si uno se atreve a decir algo o a tratar de ayudar a esa persona, es posible que termine muerto o con un castigo peor que ese.

Así que, ¿qué se hace en un caso así? ¿Ser cobarde e ignorar a esa persona que necesita ayuda, dejándola a la buena de Dios? O ¿Ser valiente y ayudar a esa persona aunque las consecuencias sean, posiblemente, NEFASTAS?

Honestamente, ¿Qué harían ustedes en un caso así?

- ¿Quién eres? – pregunto Acacia con algo de miedo.

- Errr... soy... Eustace – dijo el joven dejando la bandeja en una pequeña mesa cercana. Al principio no sabía si decirle su nombre real o no, pero pensó: "si la tienen aquí es porque a nadie le interesa que las personas la vean o hablen con ella así que, ¿Qué daño puede hacer?"

- ¿Eres un esclavo? – pregunto la princesa esta vez acomodándose mejor en la camilla para quedar sentada frente al muchacho.

- Sí, eso parece – dijo Eustace no muy orgulloso de su oficio.

- ¿Y no quieres salir de aquí? – pregunto Acacia con un brillo esperanzador en sus ojos.

- Sí me gustaría pero... - Eustace estaba a punto de decir que "no existe forma física de salir de esta fortaleza por cuenta propia" cuando ella de repente se levantó de la camilla y se acercó a él.

- Yo puedo sacarte – se apresuró a decir la princesa, Eustace de inmediato noto que su aliento no era el mejor, y en las condiciones en las que estaba no era para menos – las tropas de mi madre vendrán por mí tarde o temprano, y el ejército de mi tío derribara estos muros.

- Claro – por supuesto Eustace no le creyó – y solo por curiosidad, ¿Quién es tu madre y quien es tu tío?

- La reina Gálatas de Sahjar y el rey Caspian de Telmar – dijo Acacia muy segura.

La noticia le cayó encima a Eustace como un balde de agua fría en un día de extremo calor. Finalmente sabía dónde estaba: en Narnia, ¡estaba en Narnia! Y la chica secuestrada en la torre es la hija de la amada de su primo Peter.

Ya sabía exactamente qué hacer en esta situación: debía ayudar a escapar a la joven.



·*[&]*·



Narnia, reino de Telmar.



Se acercaba el tercer y último día, y aun no tenía ninguna noticia de su hermano o su hija.

Bien, Gálatas estaba más que lista para adiestrar a los hombres, a los suyos y los de su hermano para marchar a Calormen.

Estaba dispuesta a marchar con los generales de ambos cuando... ¿acaso acababa de ver a Rilian con...? No, no podía ser...

Y justo cuando Gálatas se disponía a ir a ver con quien estaba su sobrino, las grandes puertas se abrieron revelando a Una Ahab con... ¡¿Edmund Pevensie?!

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