Capítulo 5: Todos somos hijos de Narnia



Tashbaan, ciudad de Calormen



El viaje de camino a Tashbaan desde Telmar duro exactamente un día. Caspian y sus hombres cabalgaron todo el día hasta que se detuvieron en la noche para armar un campamento improvisado y siguieron hasta que se alzó frente a ellos la enorme y hermosa Calormen.

Mientras Caspian y sus hombres cabalgaban por entre la ciudad rumbo al castillo, las personas salían de sus casas y los miraban pasar, no hacían nada tan solo se quedaban en sus posiciones viéndolos, quizás preguntándose ¿Quiénes son ellos? O si son nuevos enemigos de Rabadash. Bueno, en eso último podrían no estar equivocados, dependiendo de cómo saliera todo.

Al llegar al castillo, Caspian y su caravana de soldados fueron recibidos y guiados por un sirviente por todo el castillo hasta llegar a la sala del trono, donde justo el rey estaba atendiendo a varios de sus súbditos, sin embargo, cuando el sirviente anuncio en el salón a Caspian y sus escoltas, le hizo un ademan al hombre frente a él de que se apartara.

- ¡Rey Caspian! – dijo el rey Rishda con alegría alzando los brazos – bienvenido a mi humilde reino.

- Gracias majestad – dijo Caspian a la bienvenida del rey – vine aquí en son de paz para llevar a mi sobrina y a mi hermano a su hogar... a menos que haya algún problema con eso.

- ¿Por qué habría algún problema? – pregunto el rey aun desde su lugar.

- ¿Por qué no llama a su hijo y le pide a él que le explique? – dijo Caspian avanzando más hacia el rey, sus soldados justo detrás de él.

- Según lo que mi hijo dijo: su cuñado, el rey Primus y su hija regresaron a Sahjar hace seis días. A estas alturas ya debe estar toda la familia reunida en el castillo.

- Pues, sucede que mi hermana vino ayer a mi castillo muy alterada, pues tenía cinco días sin saber nada de su familia.

- ¿Qué insinúa? – pregunto el rey.

- Que su hijo, el príncipe Rabadash, no dejo que ellos salieran de aquí.

- ¿Cómo se atreve? – pregunto el rey levantándose de su trono.

- Majestad, le ruego: si no tiene idea de lo que sucede aquí, llame a su hijo y exíjale que explique esta situación. Pero si está totalmente consciente de los planes de Rabadash, dígame donde los tiene, libérelos, o los ejércitos de Telmar y Sahjar se encargaran de tirar las murallas de su castillo.

- ¿Me amenaza? ¿y en la santidad de mi propio hogar? – pregunto el rey indignado.

- No es una amenaza majestad, es una advertencia – dijo Caspian firmemente – mi hermana está en Telmar con sus tropas listas aguardando, si no vuelvo con su familia para cuando salga el sol en un día más, ella, su ejército y el mío vendrán aquí, y ya no habrá tiempo para charlar. Se lo ruego, libere a su esposo y a su hija antes de que sea tarde.

En ese momento, la expresión del rey Rishda se oscureció. De repente, Rishda miró a Caspian como si fuera un insecto, un insecto al cual debía aplastar de inmediato.

Con un simple ademan mando a todos en la sala a que salieran. Los guardias se aseguraron de que todos los súbditos fuesen escoltados a la salida, y cuando se aseguró de que solo estaban el rey, sus soldados y los suyos propios hablo:

- Ha venido a difamar a mi hijo majestad, y eso no puedo permitirlo – dijo el rey.

- Rey Rishda... - pero Caspian no pudo terminar lo que iba a decir pues, los soldados de Rishda se pusieron en posición al instante.

- ¡Mátenlos! – ordeno el rey y los soldados unos con otros empezaron a pelear...



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Finchley, Nueva Inglaterra.



Era un día como cualquier otro, con Peter llegando de su academia directo a su casa. Paso directo a la cocina donde, como siempre, ya se encontraban sus dos hermanos menores charlando y ayudando a su madre, los saludo afable y siguió hasta el comedor.

Una vez en la mesa, sacó su libreta y apuntes dispuesto a terminar la tarea que no finalizo. Según le dijo Eustace debían entregar un trabajo de las trece primeras leyes más importantes en Londres para el siguiente lunes y hoy ya era viernes. Su primo también le dijo que pasaría por la casa Pevensie alrededor de las 15:00 para amenizar el trabajo haciéndolo en equipo.

No pasó mucho tiempo para que el Sr. Pevensie atravesara la puerta y se dirigiera a la cocina a saludar a los tres que ahí se encontraban, no sin antes pasar por el comedor y saludar a Peter primero.

- ¿Dónde está su hermana? – pregunto el sr Pevensie una vez estando todos reunidos en el comedor.

- Sí ¿Dónde está Susan? – pregunto la sra. Pevensie.

- Creo que dijo que iría a almorzar a casa de una amiga – dijo Lucy.

- ¿Dijo si habrían muchachos? – pregunto el padre con cierto tono receloso.

- John – dijo su esposa con tono conciliador.

- Solo quiero saber Helen, ya sabes que eso no se ve bien – dijo el padre a su esposa.

- Ay por favor – se burló la madre – lo único que podría verse mal es que algún muchacho no estuviese interesado en Susan, con lo linda que es.

El padre hizo un sonido reprobatorio, lo que dio por terminado el tema y dio paso a un silencio un tanto incómodo, eso hasta que Peter decidió romperlo dando la noticia de que su primo los visitaría.

- ¿Eustace? ¿a qué hora vendrá? – pregunto Helen.

- A las tres – dijo Peter sin dejar de comer.

- Debiste decirme antes hijo, pude haber preparado un plato extra – dijo la señora mirando a la mesa.

- Descuida mamá, comerá en su casa y vendrá aquí – dijo Peter.

- ¿Y porque vendrá a fin de cuentas? Digo, no es que me desagrade su visita pero, sus padres no nos han visitado desde hace mucho tiempo.

- ¿"Mucho tiempo"? – dijo el señor Pevensie – no han venido a Finchley desde que él era un bebe.

- Me prometió que haríamos una tarea juntos – dijo Peter – debemos hacer un reporte de las trece primeras leyes de Londres para el lunes. Vendrá aquí para acortarlo entre los dos.

- Oh, bien.



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Tashbaan, Capital de Calormen.



Despertó adolorido, sin fuerzas, sentía que había dormido al menos una semana. Parpadeo un par de veces y logró enfocar la vista: estaba en un prado de tierra muerta alrededor de un bosque negro, y no precisamente porque este estuviese muerto también, al contrario, los árboles se veían muy vivos pero sus hojas eran del color del carbón. Estaba atado a un árbol, sin su armadura, y con golpes y moretones en su cuerpo y cara. Enfocó la vista y noto que no estaba solo.

- Príncipe Caspian – saludo el rey Rishda con una enorme sonrisa de victoria – me alegra y al mismo tiempo me enfurece que haya despertado – dijo al acercarse a Caspian.

- No ganará Rishda – dijo Caspian sin aliento pues su boca estaba seca – acaba de firmar su sentencia de muerte al atacarme a mí y matar a veinte de mis hombres.

- Tal vez – dijo el rey – o tal vez acabo de ganar una ventaja para mi hijo, y su futura conquista a su nación.

- Narnia jamás se verá indefensa ante los Calormenos – dijo Caspian lo más firme que pudo.

- ¿Por qué?, ¡ah sí! Su hermana y el ejército que aguarda junto a ella a que sea mañana para así poder romper los muros que custodian mi ciudad – dijo el rey con cierto sarcasmo - ¿una mujer y un puñado de zánganos que dicen ser soldados? Majestad, si todos sus soldados son como los que mis hombres desarmaron y mataron en mi sala del trono, usted y su nación están perdidos – dijo y le dio la espalda - ¡ruegue porque tenga misericordia de su mujer y su hijo!

- ¡Rishda! – llamo Caspian, el rey dio media vuelta hacia su prisionero - ¿dónde están Primus y Acacia? ¿Qué hizo con ellos?

- ¿El rey? Se reunió con sus antepasados en el paraíso hace mucho tiempo. Su cuerpo está nadando con los peces justo ahora – dijo el rey sin ningún resentimiento.

- Es un... - Caspian lo hubiese insultado como se lo merecía, de no ser porque aún faltaba que le dijera donde estaba Cacia, si es que seguía viva - ¿Dónde está Acacia? ¡¿qué le hizo a mi sobrina?!

- Está viva. La sangre de una princesa siempre es esencial, pero de usted depende el que siga así. Intente escapar, y la sangre de su sobrina estará en sus manos – y con eso se retiró con sus guardias.

Caspian estaba que no podía más. Atado y débil, sentía que le había fallado a su hermana en una misión tan simple: traer de vuelta a su familia. Se sentía humillado y desesperanzado, bajó la cabeza y dejó caer una lágrima.

Pero entonces recordó, que ningún Narniano está solo realmente, pues el gran león siempre cuida de su pueblo. En su desesperación e impotencia, le oró a Aslan pidiéndole ayuda. Le rogó que lo sacara de aquel aprieto. Le pidió con sus últimas fuerzas que enviara a alguien a rescatarlos.

Entonces, en ese preciso momento, una visión se hizo presente... los Pevensie regresarían a Narnia.



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Finchley, Nueva Inglaterra.



Eustace fue recibido por sus tíos y primos con una cálida bienvenida. Jamás había estado en la casa de los Pevensie, pero valla que desde hacía un tiempo quería conocerla.

Se encontró una vez más bajo el mismo techo con sus primos Lucy y Edmund y vio lo mucho que ambos habían crecido. Edmund ya es un hombre hecho y derecho y Lucy una agraciada jovencita. No podía estar más orgulloso de sus primos.

Por supuesto también alago a Peter por ser el primero de la clase y seguidamente preguntó por Susan, pero como ya lo habían mencionado antes, ella se encontraba con unas amigas.

Y bueno, luego de los saludos y las correspondientes formalidades Eustace y Peter subieron a la habitación del mayor a comenzar con la tarea que les tocaba. Abajo, los padres de los Pevensie se relajaban escuchando música en su sala a través del pequeño radio, mientras que Edmund subió a su cuarto a quitarse su uniforme y Lucy se sentó en el sofá con sus padres leyendo un libro.

Parecía que iba a ser una tarde normal como cualquier otra, haciendo las típicas cosas que suelen hacer diariamente. Cuando de repente, un aire empezó a soplar sobre Lucy alborotando un poco el frente de su cabello, la chica alzó su mirada y quedó pasmada ante lo que vio.

Se levantó del sofá lentamente poniendo al mismo tiempo y con el mismo ritmo el libro sobre este, sus padres la miraban pasmados y asustados y le preguntaban qué pasaba, pero al mirar en la dirección en la que ella miraba, quedaron iguales o peor.

- ¡Peter! ¡Edmund! ¡vengan ya! – grito la chica desde la planta baja de la casa, tan fuerte que se escuchó retumbar en cada pared.

- ¡¿Lucy?! ¡¿qué sucede?! – pregunto Peter desde arriba, algo de preocupación en su voz.

- ¡Bajen todos ahora! – insistió Lucy.

No paso mucho tiempo para que los tres muchachos bajaran a ver que sucedía, cuando llegaron al lado de Lucy y los señores Pevensie, vieron con sorpresa e incredulidad lo que tenían frente a sus ojos.

Era una especie de espiral que se materializo en el aire, pero no solo eso, dentro del espiral se podía ver claramente los sucesos de las últimas semanas en Narnia: la visión del centauro Vendaval. La llegada de Rabadash a Sahjar. La llegada de Primus y su hija a Calormen. La traición del príncipe. La encarcelación de Acacia. La matanza de los soldados de Caspian y finalmente a este atado a un árbol, golpeado y sin fuerzas. Y la visión se repetía y repetía, era en específico un espiral.

- Caspian está en problemas – dijo Lucy y sus padres voltearon a verla sorprendidos de que supiera quien era ese hombre.

- Por lo visto no solo es Caspian – dijo Edmund.

- ¿Qué? – preguntaron los señores Pevensie al mismo tiempo llamando la atención de sus hijos y sobrino, los cuales giraron en sincronía a los señores con los ojos bien abiertos.

- Pet, ¿Por qué no le explicas a mamá y papá que acaban de ver mientras Lucy, Eustace y yo... hablamos en la cocina? – dijo Edmund y "tomando", o más bien "jalando" las manos de su hermana y primo se dirigió a la cocina, mientras Peter debía enfrentarse a las caras de confusión y desconcierto de sus padres.

- ¿Qué creen que haya pasado? – pregunto Eustace una vez los tres en la cocina.

- Nada bueno sin duda – dijo Edmund.

- A ver, eran: Gálatas, Primus y Caspian pero... cambiados – dijo Lucy.

- Mayores – dijo Eustace – y los niños que estaban con ellos deben ser sus hijos, crecidos igualmente.

- ¿Pero y ese tipo? El que no dejaba de ver a Gálatas, ¿lo notaron? – pregunto Edmund.

- Sí, ese es nuevo – dijo Lucy.

- ¿Creen que él fuera quien le tendió la trampa a Caspian? – pregunto Eustace.

- No, era uno más viejo – dijo Edmund.

- ¡¿Y eso qué?! – dijo Lucy llamando la atención de ambos – si recibimos esa visión es porque Caspian está en problemas y Aslan quiere que regresemos a Narnia para ayudarlo.

- Sí, pero, ¿cómo volveremos a Narnia? – preguntó Edmund.

El silencio se hizo presente entre los tres, mientras buscaban una respuesta a esa pregunta. Luego de un rato, a Lucy se le vino una idea a la mente.

- ¡Claro!, ¡el profesor Kirke! – dijo la chica emocionada.

- ¡Eres una genio Lu! – le dijo Edmund.

- ¿Quién es el profesor Kirke? – pregunto Eustace.

- Es el dueño del armario por el que cruzamos a Narnia por primera vez. Si alguien sabe cómo volver, es él – dijo Lucy con una gran sonrisa.

- Entonces, ¿qué esperamos? – pregunto Eustace sonriente también.

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- Es que no lo entiendo – dijo la señora Pevensie mientras el grupo corría por la estación de tren – mundos mágicos. Un león parlante, ¡esos son disparates!

- Créeme madre – dijo Peter y volteo hacia ella – las cosas más reales de la vida, a veces suenan como disparates.

- ¿Y a donde vamos exactamente? – pregunto John Pevensie detrás de sus hijos.

- A la campiña inglesa, debemos visitar a un amigo – respondió Lucy.

Siguieron avanzando hasta llegar a la boletería, compraron exactamente seis boletos y subieron al siguiente tren correspondiente a su destino.

- Oigan, ¿y Susan? – pregunto Eustace.

- ¿Susan también sabe de esto? – pregunto Helen Pevensie.

- Fue la más renuente al principio, pero sí – dijo Edmund.

- Le deje una nota en la mesa de la cocina, nos alcanzara cuando la lea, mañana posiblemente – respondió Peter a Eustace.

El viaje transcurrió normal los siguientes minutos. Los hermanos Pevensie y Eustace estaban emocionados de volver a Narnia y al mismo tiempo asustados de saber que les depararía su aventura esta vez. Un nuevo villano, nuevos amigos y una nueva aventura épica para contar, y por lo visto, esta vez sus padres también estarían involucrados.

Lucy se preguntaba como volverían a Narnia, o como el profesor Kirke podría ayudarles a volver, pero justo en ese momento, vio una luz blanca frente a ella que lo abarco todo...

.

Más tarde esa noche, Susan regresaba de la casa de su amiga lista para ver a su familia y contarles de su día. Los busco en el recibidor pero no los halló, fue al comedor y tampoco había nadie, ni siquiera en el salón donde sus padres siempre suelen pasar el rato, entonces entró a la cocina y vio la nota de Peter.

Algo dentro de ella se abrió formando un hueco, náuseas seguidas de espanto y miedo se arremolinaron junto con lágrimas en sus ojos. Sus piernas le fallaron y cayó al suelo de rodillas, gimoteaba y dejaba caer lágrimas sin parar siendo presa del terror y de la cruda realidad.

La nota de su hermano decía que habían tomado el tren de las 17:00 rumbo a la campiña inglesa para visitar al profesor Kirke, con algo relacionado a "Narnia". Pero justo esa tarde, se emitió un comunicado por radio: el tren de las 17:00 rumbo a la campiña inglesa, se había volcado de las vías y explosionado debido al carbón que llevaba consigo... no hubo ningún sobreviviente.

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