Capítulo 10: Polvo de Estrella


En algún punto del bosque tembloroso.

La noche había caído pronto, todo había oscurecido y apenas se podía ver el camino que transitaban. Caspian y Gálatas iban al frente de su caravana de guerreros seguidos de cerca por los Pevensie, Una y la familia de Caspian.

Los guerreros encendieron sus antorchas y alumbraron el camino para todos, aun así, el ver correctamente a cualquier enemigo que intentara atacarlos por la noche era una tarea prácticamente imposible, lo cual para los espías y asesinos de Rabadash era una clara ventaja.

Esperaron ocultos entre los arbustos y aguardaron el momento indicado para atacar, justo a media noche. Saltaron de sus escondites y atacaron la caravana de soldados desde atrás, donde eran más vulnerables.

El ruido de las espadas y los gritos alertó a los reyes y Caspian de inmediato dio la orden de atacar. Todo se volvió un desastre. Guerreros peleaban unos con otros y caían muertos al suelo de ambos bandos.

Uno de los Calormenos se acercó corriendo al caballo de Lucy con la intención de tirarla, pero el caballo relinchó y se paró en sus dos patas traseras, mientras que con las dos delanteras logró darle al hombre; lo malo es que Lucy calló del caballo, pero no se hizo daño.

Gálatas sacó su propia espada y empezó a pelear contra los Telmarinos sobre su caballo. Uno de ellos, el que guiaba ese pequeño batallón, logró divisarla entre todo el caos y fue galopando hasta ella para intentar cortarla con su espada, más no lo logró, ya que Gálatas lo esquivó antes.

Peter, al ver que ella estaba en problemas, fue en su caballo a su rescate, sin saber que esa era la intención.

Lucy se levantó rápido del suelo y sacó su daga en cuanto vio como el soldado se levantaba del suelo también sacando su espada. El hombre, antes de atacarla, quiso divertirse intentando asustarla, pero ella no correría y dejaría a sus hermanos.

Cuando finalmente el Calormeno se decidió a ir por ella, una daga de plata similar a la que tiene se enterró en su cuello. El cuerpo del hombre cayó al suelo desangrándose y Lucy pudo ver que su salvador era Rilian.

- ¡Ven conmigo! – exclamó el muchacho al tomar la mano de la chica y correr a un lugar seguro con ella.

Mientras eso, Peter se enfrentó a duelo con el líder del pequeño batallón que Rabadash había enviado a cazarlos. El rubio lo mantuvo ocupado el tiempo suficiente como para que Gálatas apareciera por detrás y le enterrara su espada.

Sin un líder que diera las órdenes el batallón era inútil.

- ¡Dile a tus hombres que dejen a uno vivo para interrogarlo! – dijo Peter a Gálatas.

- ¡Habrá que buscarlo nosotros mismos! – dijo Gálatas y puso a andar su caballo en busca de un prisionero.

Rilian llevaba a Lucy de la mano y la llevaba más allá hacia una colina. Se detuvieron en esta y Lucy pudo ver más a lo lejos una ciudad.

- ¿Por qué los reyes de Archenland no hicieron la entrada de su ciudad más cerca? – preguntó el príncipe recuperando el aliento.

- ¿Eso es Archenland? – preguntó Lucy mirando las luces encendidas de aquella ciudad.

- Sí – respondió Rilian – ya estamos cerca. Los que sobrevivamos esta noche llegaremos allá mañana. Escucha – dijo y se acercó a Lucy – iré a buscar a mi madre, la traeré aquí, tú mientras tanto quédate aquí, estarás a salvo.

- Mis hermanos también están allá – dijo Lucy.

- Y mi padre, y mi tía – respondió Rilian – pero ellos saben pelear. Tú... - Rilian iba a decir algo más, cuando Lucy lo atrajo hacia ella y lo empujó más allá, apartándolo de la espada de un Calormeno.

El soldado Calormeno fue tras ella, pero la joven esquivó su ataque. Luego, con la daga que aún tenía en su mano, logró herirlo en la pierna. El soldado soltó un grito de dolor y calló al suelo frente a ella, intentó atacarla una vez más blandiendo su espada, pero la joven no lo pensó dos veces al clavarle su daga debajo de la mandíbula, dándole además una muerte rápida.

Cuando el soldado calló al suelo muerto, Rilian se arrepintió de lo que dijo. Al parecer la valiente reina sí podía defenderse sola. Y Lucy también se arrepintió, pero de su acción. No tuvo otra opción, él quería matarla se estaba defendiendo, pero eso no quitaba que fuera un asesinato.

En cuanto ella comenzó a llorar, Rilian se levantó del suelo y fue a consolarla. Él también sabía lo duro que era matar a alguien, aunque fuera en tu propia defensa.

Estaba vulnerable y de espaldas al enemigo, otro de los soldados Calormenos los vio y fue hacia ellos con la intención de matarlos. Blandió su espada por sobre su cabeza, justo cuando Rilian y Lucy giraron hacia él con expresión de susto, y pudo haberlos matado en ese momento, de no ser porqué un brillo azul detuvo la espada en el aire y consumió al hombre.

En cuanto aquel misterioso brillo se materializó, los dos chicos vieron horrorizados a Liliandil, la madre de Rilian y esposa de Caspian, con una herida sangrante.


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En algún punto del bosque tembloroso.

Eustace dirigía al caballo que los llevaba a él y a Acacia por las colinas del bosque desconocido para ambos. Ninguno tenía idea de a dónde dirigirse, Eustace solo fingía que sí y Acacia confiaba ciegamente en él, después de todo la había rescatado de su encierro en Calormen.

Llegaron al claro de la colina más alta y allí el aventurero muchacho detuvo al caballo. Acacia miró a su derecha y vio la ciudad de Anvard no muy lejos de ellos, pero Eustace vio algo más allá, a su derecha.

- ¿Qué es eso? – preguntó el muchacho viendo las antorchas encendidas de lo que parecía ser una multitud.

- Ante la mención, Acacia giró en esa dirección y pudo ver lo mismo que Eustace, solo que ella reconoció enseguida de quienes se trataba - ¡es el ejército de mi tío! – exclamó ella al reconocerlos.

- ¿Segura? – preguntó Eustace al voltear parcialmente a ella y retornar su vista al frente - ¿es Caspian?

- Muy segura – respondió la pelirroja – mi madre tiene una política de cinco días. Si no sabe nada de mi padre y de mí en ese tiempo va con mi tío a pedir ayuda.

- Andando entonces – dijo Eustace y puso a andar al caballo en dirección al tumulto.


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En aquel mismo lugar del bosque tembloroso.

Rilian apenas podía creer lo que sus ojos habían visto: su madre se había sacrificado para salvarlo, pero ahora ella agonizaba en sus brazos. Asustado, lo único que se le ocurrió hacer fue llamar a su padre, quizás él sabría qué hacer, pero no quería dejar a su madre.

Miró a Lucy a su lado, igual de conmocionada y preocupada que él, y le pidió que trajera a Caspian. La joven corrió a hacer lo dicho, y mientras iba en el trayecto pudo notar que los Calormenos habían cesado. La gran mayoría habían muerto, pero algunos habían logrado escapar. Sin embargo eso no es importante, pues para cuando alguno llegara con Rabadash, ellos ya estarían frente a los muros de Tashbaan.

La parte mala era que Peter y Gálatas no habían podido dar con algún Calormeno vivo para su interrogatorio, sin embargo, pronto sabrán que no lo necesitan.

Lucy llegó corriendo hacia sus hermanos y finalmente logró divisar a Caspian.

- ¡Lucy! – exclamó Peter al verla aparecer - ¿dónde estabas? Te desapareciste.

- Rilian me rescató – respondió la joven reina.

- ¿Él está bien? – preguntó Caspian al bajar de su caballo y acercarse a Lucy.

- No – fue todo lo que la chica respondió, y fue todo lo que Caspian necesitó escuchar para ir corriendo a dónde ella lo había dejado y encontrarlo aun sosteniendo el cuerpo de su madre.

- ¡Lilian! – exclamó Caspian al verla y enseguida se acercó a ellos, pero al remover a su esposa de los brazos de su hijo, se dio cuenta de que ya era tarde.

- Ella me salvó – dijo Rilian entre lágrimas – me salvó.

- Caspian, con los ojos enrojecidos y lagrimosos, sin apartar la mirada de la estrella, fue fuerte ante la circunstancia y le dijo a su hijo – entonces no fue en vano – luego se acercó al cuerpo y trató de tomarlo de los brazos del príncipe, pero este afianzó su agarre del cuerpo sin vida de su madre.

- No quiero – dijo empezando a sentir el miedo escalar por su cuerpo y el frío de la realidad pegar contra su pecho: ya jamás volvería a ver a su madre en el comedor junto a su padre o en el jardín compartiendo con sus damas. Jamás volvería a escuchar su voz regañándolo por haberse robado el postre de la cocina. Y ya jamás volvería a estar con ella. Ella ya no estaría ahí para él cuando la necesitará, y Rilian simplemente no estaba listo para afrontar eso.

Un hijo necesitaría a su madre toda la vida, y él acababa de perder a la suya antes de que su vida iniciara.

- No estoy listo para perderla – dijo con evidente pánico en su voz. Luego giró hacia su padre, y con mirada asustada y ojos suplicantes le preguntó – ¿cómo puedo hacer que vuelva?

- Caspian lo miró de la misma forma, con algo de lástima incluida, pues él mismo también había perdido a su madre hacía muchas lunas atrás. Puso una de sus manos tras la nuca de su hijo y le dijo – no puedes. Solo puedes... afrontarlo.

- Rilian lloró sobre el cuerpo de su madre. Jamás estaría listo para "afrontar" su muerte, pero su padre, dentro de sí, sabía que tarde o temprano él estaría listo para seguir sin ella, tal como él y su hermana lo hicieron hacía años atrás. Por ahora, su hijo debía llevar su luto.

.

Rilian no se había separado de ella ni un instante, ni siquiera cuando la pusieron en aquella cama improvisada hecha de heno y hojas de árbol, lista para ser cremada. Él en ningún momento se separó de ella.

Los soldados hicieron varias carpas en medio del bosque para acampar en un claro más allá de dónde los habían atacado. Caspian estaba dentro de su carpa siendo acompañado por Peter y Edmund, aunque ninguno de los dos se atrevía a decir nada, pues Caspian estaba cabizbajo y con mirada pérdida.

De repente, el rey de Telmar y toda Narnia, levantó la vista al frente pensativo y se quedó así por un momento. Edmund y Peter lo miraron y creyeron que diría algo, pero en cambio, solo se levantó de la silla donde estaba y salió de la carpa rumbo a otra dónde tenían a su esposa.

Allí adentro seguía Rilian, solo, mirando hacia el cadáver de su madre, y sin saber que su padre se acercaba a ellos por detrás de su espalda, hasta que lo vio aparecer a su lado, parado junto al cuerpo de su madre.

- Mira dónde estamos – le dijo Caspian en voz baja al cadáver de su esposa – y mira donde empezamos. Sé que no te merecía, Lilian, pero solo escúchame una última vez, y será suficiente. Si pudiera cambiar... - un sollozo involuntario escapó de sus labios al verla y decirle – si pudiera cambiar tu vida por la mía, tú estarías parada aquí justo ahora, y él sonreiría... - dijo refiriéndose al hijo que seguía sentado a su lado – eso sería suficiente.

- No pretendo conocer, Rilian – dijo Caspian esta vez dirigiéndose al mencionado, el cual no dijo o hizo ningún tipo de gesto en respuesta – el reto que estamos enfrentando, pues lo conozco bien, y sé que no hay reemplazo para lo que perdimos, y que tú necesitas tiempo – dijo y volteó para quedar de frente a su hijo – pero no estoy asustado, sí conozco al hijo que estoy criando – dijo poniendo una mano en su hombro, fue en ese momento que Rilian hizo la mirada hacia arriba para mirar a su padre – solo deja que me quedé a tu lado, eso será suficiente.

- Estando solo allí junto a su padre, parados frente a la tumba de su madre y esposa, Rilian le dijo – claro que puedes quedarte – con voz apagada y triste, sin dejar de mirar el cadáver de la hermosa mujer frente a ambos, más sin embargo, había algo de alegría en sus ojos.

Era un hermoso y triste momento de alegría y unión en medio de una tragedia, pero al menos ambos estarían juntos para enfrentarlo.

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