4.

—El campamento de Aslan está cerca de la mesa de piedra.—Señala el castor al horizonte.—Cruzando el río congelado.

—¿Rio?—Pregunta Pet.

—Si. Hace 100 años está congelado.—Exclama divertida la esposa del castor.

Nos quedamos viendo estupefactos la vista que teníamos desde ese lugar.

Narnia era hermosa.

—Eso queda muy lejos.—Murmura Peter con la vista en el paisaje.

—Así es el mundo, querido. ¿Que esperabas? ¿Que fuera pequeño?—Le responde la roedora.

Susan voltea los ojos y luego mira a su hermano.

—Más pequeño.—Dice para luego negar con la cabeza y comenzar a caminar.

Todo a nuestro al rededor era blanco. Caminamos y caminamos en un lugar que no parecía terminar nunca. Mis piernas poco a poco perdían sus fuerzas pero mantenía mi mentón en alto.

Sin embargo me encontraba rezagada junto con Lucy, los castores estaban en frente liderando.

—¡Rapido, humanos! Me estoy haciendo viejo.—Ordena el castor.

—Si se le ocurre decir eso de nuevo no tendré más opción que hacerme un peludo sombrero de castor.—Exclama Peter divertido mientras carga a la menor de los Pevensie en su espalda.

Pero toda la diversión terminó cuando la señora castor gritó alertada.

—¡Detras! ¡Es ella! ¡Corran!

Miré hacia atrás y algo muy rápido venía hacia nosotros. No dudé ni un segundo en comenzar a correr. Toda la fatiga se convirtió en adrenalina.

Peter bajó a Lucy y corrimos hasta el bosque donde logramos ocultarnos en una especie de madriguera.

Todos hicimos silencio sin embargo nuestras agitadas respiraciones podía delatarnos. Me tensé cuando vi una sombra en la nieve, estaba sobre nosotros.

Tapé mi boca con el fin de apaciguar el sonido de mi respiración y vi como Lucy cerró con fuerza sus ojos con miedo.

—¿Se habrá ido?—Pregunta Lu abriendo lentamente sus ojos cuando ya no escuchamos movimientos.

—Voy a revisar.—Susurra Peter pero el castor lo detiene.

—No. Si mueres no ayudaras a Narnia.

—Tampoco tu, mi cielo.

—Tranquila y gracias cariño.

Y el castor desapareció. Todos quedamos en silencio y sumamente preocupados por el roedor quien no aparecía. La esposa me tomó con su patita y yo la acepté, su preocupación era tanta que la vi temblar.

Su esposo no aparecía. Sin embargo muchos minutos después la cabeza del castor asomándose desde arriba nos espantó a todos. Haciéndonos soltar un pequeño grito.

—¡No hay peligro! ¡Salgan!—Exclama muy animado.—Espero que se hayan portado bien porque vino a verles alguien.

Yo sonreí confundida.

Nos miramos entre los cuatro y poco a poco salimos de nuestro escondite. Al subir un hombre con una gran barba blanca frente a un trineo nos recibió.

Mi boca se abrió en sorpresa sin borrar mi sonrisa. ¿Esto era real? No puede ser..

—Feliz Navidad, señor.—Dice Lucy acercándose poco a poco con una gran sonrisa.

—Si que lo és, Lucy. Desde que ustedes vinieron.—Asiente con la cabeza y sonrie.

—Oye, he soportado mucho desde que llegué.—Dice molesta Susan mirando a su hermano.— ¿Pero esto..?

—Creímos que era la bruja.—Interrumpí a Susan. Sabía que ella no sería amable con sus palabras.

—Si, si. Me disculpo por eso—Me mira entre asombrado y apenado.—Pero sólo puedo decir que yo conduzco uno de estos antes que ella.—Nos mira nuevamente con una sonrisa.

—Creí que no había Navidad en Narnia.—Habla más tranquila Susan acercándose más.

—No, hace muchos años. Pero la esperanza que han brindado, Majestades, al fin ha hecho que se debilite el poder de la bruja. Aun así, creo que esto les ayudará.—Exclama sin dejar de sonreír.

El señor con barba blanca voltea hacia su trineo y toma su gran bolsa para dejarlo en la nieve.

—¡Regalos!—Chilla emocionada Lucy siendo la primera en acercarse.

El señor ríe y toma algo de su bolsa para luego ponerse frente a frente con la niña mostrándole una especie de frasco rojo.

—El jugo de la flor de fuego. Solo una gota basta para curar cualquier herida.—Le entrega el objeto a Lucy y luego se pone más serio.—Espero que nunca debas usar esto.—Ahora le entrega una daga.

—Gracias señor pero yo pienso que..—Lucy mira la saga y luego lo mira a él.—Puedo ser muy valiente.

—A puesto que si, pequeña.—Asiente.—Las batallas son algo repugnante.—Exclama y le brinda una última sonrisa para volver a enderezarse.

De su bolsa ahora toma otro objeto, un arco con flechas Rojas que se lo entrega a Susan.

—Susan, este arco nunca falla si confías en él.

Susan mira con admiración el objeto para luego mirar al hombre con el ceño fruncido.

—Yo pensé que las batallas eran algo repugnante.

Sus palabras provocan la risa del señor de barba blanca y prosigue.

—Aunque se que no tienes problemas con hacer que te escuche.—Ahora le entrega una especie de cuerno con la forma de un León rugiendo.—Sopla esto y donde quieras que estés la ayuda llegará.

Susan mira el segundo obsequio y lo toma en sus manos para mirar por última vez al hombre y agradecerle.

—Peter.—Habla.—El tiempo de usar esto quizás llegue muy pronto.—Le entrega una hermosa espada con la figura de un León en el mango de la espada y por último un escudo con un León estampado.

Entonces aquí el León representaba el lado bueno. ¿Pero por qué?—Pensé.

Peter desfunda la espalda y todos quedamos mirandola con admiración, en verdad era hermosa.

—_____.—Dice mi nombre y mi sonrisa se borra.

Lo miro con atención y el hace un ademan para que me acerque a él.

—Es un placer conocerte.—Dice con una sonrisa agradable.—Estas destinada a grandes cosas y te daré algunas herramientas que pueden serte útil para tus batallas.

De su gran bolsa saca un arco y una flecha como la de Susan pero a diferencia de ella la mia era dorada.
Con asombro lo tomé entre mis manos.

—Wow..yo..gracias señor—Agradecí.

—Una saga que en los momentos más difíciles puede serte útil.—Me nuestra el objeto y también lo tomé entre mis manos para colocarmelo en mi cintura.—Y por ultimo.—Abre una pequeña cajita frente a mis ojos y sonreí.— Este anillo que, en su debido tiempo, te será muy útil.

Me coloqué el anillo en mi dedo anular de la mano derecha y terminé de acomodar en mi todos los nuevos regalos.

—Alteza.—Inclina su cuerpo en una reverencia para poco a poco alejarse.—Deben usar esto que les he entregado con gran sabiduría.—Nos mira con una pequeña sonrisa.— Ahora debo irme, el invierno casi llega a su fin y las cosas se acumulan cuando te ausentas 100 años.—Carcajadas un poco acomodando su bolsa nuevamente en su trineo para luego volver a mirarnos.— ¡Larga vida a Aslan y feliz Navidad! —Exclama subiéndose a su trineo y con un movimiento los renos avanzaron hasta perderlo de vista.

—¡Feliz Navidad!—Le devolvemos todos el saludo y luego nos miramos entre nosotros.

—Todos aman a tu padre.—Me dice Peter con una sonrisa.

—Eso parece.—Murmuré von emoción. Cada vez estaba más cerca de conocerlo.

—Dijo que el invierno está llegando a su fin...—Exclama Peter más serio.

—Eso significa que...—Comencé a hablar.

El lago que alguna vez había Estado congelado ahora dejaba ver un gran lago. Todavía quedaba una parte de hielo sin embargo este se veía sumamente inestable.

—No más hielo...—Exclamé nerviosa. ¿Ahora como cruzariamos?

—Hay que cruzar, ya.—Ordena Peter.

—¿No pueden armas una presa?—Pregunta inocente Lucy a los castores.

—No somos tan rápidos querida.—Le responde éste.

Peter toma a Lucy de la mano para llevarla.

—Espera.—Lo detiene Susan.—¿No podemos pensarlo por un minuto?

—¡No tenemos un minuto!—Se exalta Peter.

—Solo quería ser realista.—Gruñe Susan mirando con molestia a su hermano.

—No, No tu querias como siempre ser —Peter mira a su hermana—La niña lista.—Se burla y emprender su camino hasta el lago.

Yo lo seguí asustada cuando los aullidos de los lobos nos indicaban de que nos habían descubierto. Mierda, estábamos acorralados.

El castor fue el primero en subirse al hielo y tanteó con su cola el terreno.

—Yo te dije que no siguieras comiendo postre.—Bromea su esposa cuando el hielo bajo las patas de su esposo crugió.

—Bueno, nunca sabes cuando será tu última cena. En especial cuando tu cocinas—Le responde con gracia y yo reí.

Poco a poco comenzamos a cruzar. Mi respiración se agitó, intenté tener cuidado pero el hielo era demasiado frágil y no dejaba de crugir.

—Si mamá se enterara de esto...—Comienza Susan y me hace rodar los ojos.

—Pero mamá no está aquí.—Le gruñe molesto Peter.

Susan en verdad podía ser irritante.

—¡Ay no!—Gritó Lucy.

Los lobos estaban sobre nosotros y con sus patas tiraban el hielo acumulado de la cascada.

—¡Corran!

Y no faltó que Peter dijera nada más para hacerlo pero lastimosamente los lobos se pusieron en nuestro camino.
El valiente castor intentar defendernos pero uno de ellos lo tiró al suelo colocándose sobre él y capturó su cuello.

Al mirar atrás por donde vinimos más lobos nos bloqueaban el paso.

Estábamos acorralados. Peter de inmediato saca su espada y yo saco mi daga custodiando nuestras espaldas.

Los lobos me gruñian.

—¡Olvidate de mi! ¡Atraviesalo!—Grita el castor.

El lobo estaba intentando persuadirnos con sus palabras.

—Vayanse ahora que pueden y su hermano se irá con ustedes.

—Espera Peter deberíamos escucharlo.—Dice Susan tomando el brazo de su hermano.

—Es muy lista.—Ríe el lobo.

Es muy tonta si quiere escuchar a este lobo—Pensé molesta.

Y luego todo cambió en un instante. La gran cascada sobre nosotros poco a poco empezó a quebrarse haciendo que expulse agua. Oh no. El hielo va a aplastarnos.

—SOSTENGANSE DE MI.—Pide Peter

Rápidamente lo hacemos y el Rubio clava su espalda en el hielo bajo nuestros pies.

Me sostengo con fuerza y cuando la cascada se rompe una gran ola se forma hundiendonos por unos segundos.

Clavo mi daga en el hielo con temor a caer mientras me sostengo del saco de Susan y cuando volvemos a la superficies tomó una gran bocanada de aire.

Lucy grita asustada y gracias a los castores podemos volver a tierra firme.

El saco que alguna vez me cubrió del frío ahora estaba completamente empapado haciendo que pesara aún más. Decidí quitarmelo y me sobresalto cuando escucho el grito de Susan.

—¿¡Que hiciste!?—Le grita a Peter.— ¡LUCY!

Y ahi me doy cuenta que Lucy no estaba.

—OH DIOS. LUCY —Grité también con desesperación acercandome al lago dispuesta a arrojarme para buscar a la niña.

—¿Alguien tiene mi abrigo?—Su inocente voz detiene mi acción y cierro los ojos más tranquila.

Ese fue un gran susto.

—No te preocupes cariño, tu hermano no va a dejar que nada malo te pase.—Dice dulcemente el señor castor.

—Y yo creo que ya no van a necesitar de esos abrigos.—Menciona la señora castor volteando en una dirección y al hacer lo mismo lo veo.

Los árboles tenían flores y parecía que a lo lejos poco a poco la nieve que los cubría se derretia.

Guardé mi daga y acomodé mi arco y flecha en mi espalda para comenzar a caminar con los hermanos y los castores.

Sentía muchos nervios, mi estómago comienzó a doler por tales emociones. Mi padre, estaba cerca, estaba aquí y al fin lo conocería. ¿Él me estará esperando? ¿Y si no me quiere?

—No te preocupes, _____. Se que tu padre está igual de ansioso que tú en verte.—Me dice Peter pasando un brazo por mis hombros en modo de aliento.

Poco a Poco ya no estábamos caminando sobre nieve si no que ahora era un pastizal, uno tan verde y tan hermoso.

Esto es realmente Narnia. Lleno de color y vida.

Unas trompetas me sobresaltan y miro en esa dirección. Un centauro estaba dando la alerta de nuestra llegada desde unas rocas altas.

Llegamos al campamento en donde había muchas especies distintas pero todos nos miraban con la misma cara de asombro. El ejército de mi padre nos miraban con una gran sonrisa. Se escuchaba el entusiasmo.

Poco a poco nos fuimos acercando hasta toparnos con una gran carpa indicando el final del camino.

—Ya ya deja de peinarte. Te ves hermosa.—Halaga el castor a su esposa.

Al mirar atrás todo el ejército se habían amontonado, curiosos por nuestra presencia.

Un centauro que estaba en custodia de la gran carpa se acerca a nosotros y Peter saca su espada.

—Hemos venido a ver a Aslan.

Todo se vuelve silencioso y cuando el Centauro quien parecía ser el líder mira en dirección a la carpa todos comienzan a arrodillarse y a bajar sus cabezas en reverencia, mostrando respeto.

Mi corazón latió con mucha fuerza y sentí náuseas por los nervios.

Y cuando creí que un hombre saldría de allí ví una pata.

¿Una pata?

Luego otra y luego una gran melena.

Revelando así a un León.

Los Pevensie se reverenciaron mientras yo me quedé tiesa de pié esperando que un hombre saliera de esa carpa, pero eso no pasó.

—Bienvenido Peter, hijo de Adán. Bienvenida Susan y Lucy, hijas de Eva. Y bienvenida hija mia.—Exclama el León mirando en mi dirección con lo que parecía ser una sonrisa.

Esto no puede ser en serio...

—Bienvenidos Castores, les agradezco. Pero y el cuarto humano.

—A eso venimos señor.—Exclama Peter mientras él y sus hermanas se ponen de pié.—A solicitar su ayuda.

Y en ese momento simplemente dejé de escuchar. Mi visita estaba en aquel León, aquel León que era mi progenitor.

Escuché los latidos de mi corazón en mi cabeza, mis manos temblaron y comencé a perder visión. Pestañeo un par de veces, creyendo que todo esto era una broma, una confusión. Pero no lo era.

Tragué saliva retrocediendo y lamentablemente caigo haciendo que todas las miradas ahora estén puestas sobre mi.

Unos faunos me ayudaron a ponerme de pié pero no pasó mucho tiempo más cuando caí desmayada en sus brazos.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top