Capítulo O1.
Jimin le entregó un vaso con agua a una señora con cabello exuberante. La coqueta señora le agradeció, y él sonrió, siendo encantador como de costumbre.
—A sus órdenes, señora.
Jimin fue hasta el baño y se arregló el cabello castaño con mechas rubias, el cual estaba pulcramente recortado a los lados y un poco más largo adelante. Sus ojos amarillentos escanearon su cuerpo, hizo un tic con su mano y se arregló los botones del saco del uniforme.
Con una sonrisa de satisfacción, caminó por el pasillo del avión, ganándose la mirada de todos los hombres y mujeres.
Jimin era un joven precioso de grandes labios rojizos, rasgos finos y piel medio bronceada. Su cuerpo enfundado en el ajustado traje azul de asistente de vuelo lo hacían toda una atracción para los pasajeros del avión 251 de Dream Airlines.
Bueno, no por nada era un asistente de vuelo. No se contrataban personas consideradas «feas» por los estereotipos impuestos por la sociedad, así que Jimin había entrado, prácticamente, de inmediato a trabajar. No es que él estuviese de acuerdo con esa regla, pero lamentablemente necesitaba el trabajo, así que no podía darse el lujo de rechazarlo solo porque los jefes eran discriminadores.
Una vez aterrizado el avión, Jennie la azafata que viajaba con él y una de sus grandes amigas, se acercó con el rostro desarmado por la angustia. Jimin fue enseguida a socorrerla.
—¿Estás bien, cariño? ¿qué pasó? —Corrió el pelo del rostro de la chica, quién había comenzado a llorar.
—L-Lo que pasa es q-que mi madre enfermó y tengo que volver ya, pero debo de hacerlo en un avión de carga y n-no puedo llevar equipaje —sollozó, desconsolada—, pero no puedo dejar mis maletas aquí, tengo mis ahorros y mis cosas y... ¿T-tú crees que puedes llevarte la valija contigo al hotel y yo paso a recogerla en cuánto pueda? —Hizo un puchero.
Jimin miró el rostro de la chica y pensó en la pobre madre enferma. Miró la maleta y luego miró la suya, la cuál era pequeña, solo llevaba un poco de ropa y algunas cosas más. Una valija extra no le haría nada, ¿verdad?
—Claro que sí, Jen, tú ve tranquila que yo me encargo —dijo, tomando la maleta.
Jennie sonrió y le dio un fuerte abrazo, agarró su bolso de mano con mucha fuerza y salió corriendo por el pasillo.
—¡Te la debo!
Jimin hizo un movimiento con la mano y, con una sonrisa, salió hacia la sala de control. Los policías lo miraron de reojo de arriba abajo, y lo dejaron pasar sin siquiera escanearlo, sus miradas estaban demasiado ocupadas en su trasero.
Jimin sonrió y les tiró un beso con un guiño. Esos hombres siempre tan amables.
El castaño de ojos amarillos salió del aeropuerto, se paró en la acera y, con mucha fineza para ser verdad, pidió un taxi con una mano en su cintura y su mano levantada.
Sus manos agarraron las dos maletas y, con su pie derecho, pisó la calle para cruzar cuando una camioneta pegó un frenazo frente a Jimin, tres hombres salieron de la misma y corrieron hacia él.
Jimin frunció el ceño y se dio cuenta de que algo no andaba bien. Intentó correr, pero, cuando reaccionó, ya era muy tarde. Los hombres agarraron su cuerpo como si de una pluma se tratase y lo tiraron con brusquedad hacia la camioneta. El castaño pegó un grito al sentir su cabeza pegar contra uno de los laterales del interior de la camioneta, una bolsa arpillera negra fue colocada en su cabeza y una cinta cubrió su boca.
Jimin abrió los ojos, aterrorizado. Intentó gritar, pero la cinta en su boca no se lo permitió y, al cabo de lo que le parecieron horas, se desmayó con frío y atemorizado, sin saber qué iba a pasar con él.
✘✘✘
Sus ojos se abrieron, su cuerpo se paralizó en la silla, su respiración se cortó y todos sus sentidos se pusieron alerta.
Sus ojos parpadearon varias veces, intentando acostumbrarse a la poca luz del lugar, intentó moverse, pero fue inútil. Estaba amarrado con cadenas en los brazos y las piernas a la silla en la que estaba sentado.
Cuando su vista se enfocó, frente a sus ojos aparecieron tres figuras borrosas que de a poco se despejaron en tres hombres muy altos y de gran porte. Detrás de ellos solo se veía oscuridad. Una pequeña luz fría era lo único que alumbraba escasamente el lugar y a aquellos tres hombres en las penumbras.
—Pero miren quién despertó: ¡nuestro azafato favorito!
Jimin levantó la cabeza con dificultad para observar bien a los tres hombres. Todos estaban muy bien vestidos y con sonrisas que no eran precisamente amigables, pero eso no era lo que llamaba su atención, sino las enormes armas que tenían en sus manos. Jimin no entendía nada de armas, pero estaba seguro de que esas no eran de juguete. Los pelitos de sus brazos se erizaron por el reconocimiento de que, verdaderamente, estaba en peligro.
Uno de los hombres se acercó a la luz. Jimin pudo ver que tenía alrededor de unos veinticinco años, se diferenciaba de los demás por todos los tatuajes que tenía en su cuerpo, los cuales iban desde sus brazos hasta su cuello y sus hombros. Era un hombre joven y apuesto, lástima que esa sonrisa escalofriante le quitaba todo lo guapo.
El castaño miró a los otros dos. Uno de ellos tenía el cabello teñido de rojo mientras que el otro tenía unos ojos verdes impresionantes, aun así, los tres tenían un leve parecido. Ambos acariciaron sus armas entre sus manos cuando lo vieron observarlos demasiado fijo.
—¿D-Donde estoy? —tartamudeó, intentando no parecer asustado, algo en lo que fracasó olímpicamente.
—No te interesa —escupió el que estaba frente a él, caminando a su alrededor.
—¿P-Por qué estoy aquí? ¿quiénes son ustedes? —preguntó sin dejar de mirar al que caminaba a su alrededor; el de tatuajes. Ese tipo era tan grande que lo mataría con solo darle un puñetazo en el rostro.
—Tú sabes perfectamente por qué estás aquí.
Su cuerpo se paralizó nuevamente. El tipo le estaba apuntando a la cabeza con la pistola, sus ojos se cerraron e intentó calmarse.
—¡Les prometo que no se nada, por favor! ¡si pueden explicarme qué está pasando, tal vez podemos hablar y resolver esto entre tod...! ¡Ah!
Un fuerte golpe fue dado a su cabeza con la parte trasera de la pistola. Jimin largó un quejido de dolor, casi al instante sintió algo caliente escurrir por el costado de su cabeza. Estaba sangrando.
—¡«Hablar» dice! —Los tres hermanos rieron como si algo de esa situación de mierda fuera graciosa, mientras que Jimin estaba más confundido que nunca—. ¡No te hagas la mosquita muerta porque te juro que te vuelo la cabeza!
Jimin abrió sus ojos en grande al ver al tipo avanzar nuevamente hacia él, así que cerró sus ojos y gritó lo primero que se le ocurrió.
—¡¡No sé nada!! ¡se los prometo, por favor! ¡no sé nada!
El hombre agarró con fuerza su cabello castaño y le tiró la cabeza hacia atrás con brusquedad, su rostro se acercó al suyo y lo miró con asco.
—¡Dime dónde está el maldito dinero! —Lo zarandeó. Jimin gritó por el dolor en la cabeza y abrió sus ojos, enfrentándolo.
—¡No sé de qué puto dinero me hablan! ¡maldita sea!
—¡Ya vas a querer haberlo dicho de una, mocoso inso...!
—Yun, espera.
Una voz retumbó por el lugar. Junhyun bajó el puño y miró a su hermano con frustración.
Jeon Jungkook se acercó a la luz y miró fijamente al muchacho sentado en la silla, el cual lo miraba de reojo, ya que su ojo derecho no se veía muy bien, además de la sangre que escurría por su rostro.
—Está diciendo la verdad.
—Pero ¡¿qué mierda dices?! —gruñó Junhyun con burla, mirando a su otro hermano en las sombras. A Jihyunk no se le movió ni un pelo.
—Una persona no te miente mirando a los ojos. Tenemos a la persona equivocada; este tipo no sabe nada —dijo Jungkook, observándolo.
—Déjalo que hable. —Se unió Jihyunk a ellos, acariciando su arma—. Tal vez sepa algo y, si no, lo matamos.
Jimin abrió los ojos, bueno, lo que podía abrir del izquierdo.
Junhyun lo miró mal por última vez y se apartó. No estaba de acuerdo con sus hermanos, pero bueno, había que dejarlo hablar.
—Primero que nada, —Jungkook levantó un dedo y lo apuntó—, como veo que no nos reconoces, nos presentaré: somos los hermanos Jeon, los narcotraficantes más famosos de Europa, y tú, muñeco, has sido el último en ser visto con nuestra maleta con dinero.
—Así que, cuéntanos. —Jihyunk, el pelirrojo, se paró a su lado con una mirada analítica—. ¿Por qué tú tenías nuestra maleta con tres millones de dólares y qué hacías con ella?
Jimin boqueó como un pescado y los miró como si estuviesen locos.
¿En qué mierda se había metido?
Tres millones de dólares.
Estaba acusado de robarles tres millones de dólares a unos narcos.
Este sí que no era su día.
Jungkook miró al chico temblequear en la silla y miró de reojo a sus hermanos. Sí, definitivamente tenían al tipo equivocado.
Aunque..., el chico podría ser un gran actor, ¿verdad?
Jungkook sacó su celular del bolsillo, buscó la foto y se la mostró. Jimin entrecerró sus ojos para poder ver el teléfono, se exaltó en su lugar cuando reconoció a la persona en la foto.
—Esa perra...
—¿La conoces? —preguntó Jihyunk, interesado.
—¡Ahora entiendo todo! —gruñó el castaño, frustrado e indignado—. Esa maldita perra... ¿Cómo pude creerle?
—Estamos esperando, muñeco —suspiró Jungkook por una explicación.
—Jennie es mi compañera de vuelo. Es ella. Me dijo que su madre estaba enferma, que tenía que volver rápidamente y si le podía llevar la maleta al hotel, que ella volvería pronto. Les prometo que no sabía qué había en ella —dijo el castaño, angustiado al darse cuenta en el lío en que lo habían metido, y en uno muy grande.
Jungkook lo inspeccionó y se acercó a él. Lo tomó de la barbilla, apretó su mandíbula para obligarlo a levantar su rostro y mirarlo fijamente.
—¿Estás seguro que fue así?
Los ojos amarillentos chocaron contra los verdes, Jimin dejó caer una lágrima del susto y el dolor que tenía en la parte posterior de su cabeza.
—Sí..., pueden investigarme o lo que sea, me da igual.
Jungkook miró por última vez esos preciosos ojos amarillos y llamó a sus hermanos con el dedo, los tres salieron del lugar y se sentaron en el sillón del living improvisado de aquel lugar.
—Te dije que meter a esa perra era mala idea —dijo Jungkook, mirando a Junhyun con odio.
—¡Cállate! —gruñó el mayor, apuntando hacia el cuarto—. No sé por qué mierda le crees, ese idiota fue el que nos robó todo.
—Tenemos que encontrar a Jennie para saber la verdad —comentó Jihyunk, tranquilo.
—Oh, sí y la vamos a encontrar, ese idiota me va a decir dónde está ella o el maldito dinero.
Junhyun se paró y entró de nuevo a la sala. En cuánto lo vio venir, Jimin negó con la cabeza, haciéndolo enfurecer aún más de lo que ya estaba.
Junhyun sacó su pistola y le apuntó a la pierna.
—¿Dónde está el dinero?
—No lo sé, t-te juro que no lo sé —dijo Jimin, mirándolo a los ojos para ver si podía rescatar un poco de humanidad del hombre. Junhyun rió.
—Vamos de nuevo. —Disparó junto a su pierna—. ¿Dónde está el maldito dinero? —preguntó entre dientes, marcando cada palabra.
—¡No lo sé! —gritó, ya enojado y angustiado—. ¡No tengo idea!
Junhyun lo tomó del cabello y le pegó un puñetazo. Jimin largó un alarido de dolor
—Por... Por favor..., tengo un sobrino al cuál sustentar... y...
—No me das lástima —gruñó Junhyun, mirando el labio roto del muchacho.
—Por favor... —susurró, cerrando los ojos.
Junhyun sacó su pistola y le apuntó en el medio de la frente para tener un tiro certero y que Jimin no sufriera. Ese chico ya no les servía de nada y sabía demasiadas cosas. Debía desaparecer.
Cuando estaba listo para disparar, la puerta pegó contra la pared. Jihyunk miró a su hermano.
—Namjoon llamó; Jennie hizo una transferencia de una cuenta bancaria de tres millones de dólares al extranjero, específicamente a las Bahamas.
Jimin respiró.
Junhyun salió del lugar con su teléfono en la mano y gritando en algún idioma desconocido mientras Jimin se desplomaba en la silla en la que estaba atado.
Jihyunk lo miró. Si la historia del chico era como decía, era una pena porque se había metido en algo grande sin quererlo. Hasta le daba un poco de pena.
Volvió al lugar donde su hermano miraba algo muy concentrado en la computadora, se sentó a su lado y leyó la información que Namjoon les había enviado.
Park Jimin era al chico que tenían en la habitación.
—Al parecer tiene veintiún años, es azafato de Dream Airlines desde los dieciocho. Trabajó desde los quince y huyó de su casa a los catorce, vive en el Bronx en un pequeño apartamento con una sola habitación, y no tiene contacto con su familia. Hay solo una cuenta bancaria a nombre de Park Alicia y, por lo que investigó Namjoon y lo que le dijo a Junhyun, está luchando para obtener la custodia de su sobrino —resumió Jungkook con el ceño fruncido—. Un chico interesante.
—¿Qué piensas hacer con él? —preguntó Jihyunk con intriga.
Jungkook se presionó el puente de la nariz.
—No lo sé, tengo que pensarlo.
—¿Acaso te está temblando la mano con ese chiquillo? —rió Junhyun, sarcástico.
—No —dijo Jungkook con una mirada letal—, solo creo que podría sernos de gran utilidad en Dream Airlines.
—¿Qué dices? —Se interesó Jihyunk.
—Si jugamos con las piezas correctas, podremos utilizarlo a nuestro favor.
✘✘✘
Jimin despertó, esta vez estaba tirado en el piso y amarrado a la pared con una cadena un poco más larga.
Pudo ver una botella de agua y un refuerzo en una bandeja. Antes de ingerirlos, los inspeccionó con mucho cuidado para finalmente comerlos como un animal. Hacía horas o tal vez días que no comía.
Al terminar, se recostó en la pared. Para su desgracia, los hermanos entraron, pero no le dieron mucha atención.
El de cabello rapado, el que lo había golpeado y sabía que se llamaba Junhyun, guardó un montón de armas en un bolso mientras que el otro pelirrojo, el cual era muy callado, lo miraba.
—Nos vemos allí, ten cuidado con el tipo este. —Junhyun abrazó a su hermano y miró con asco a Jimin.
Jihyunk le dio un apretón de manos a Jungkook y salió detrás del rapado. Una vez solos, Jungkook se acercó a él. Jimin lo retó con la mirada.
—Si me van a dejar aquí a morirme de hambre, prefiero que me den un tiro en la cabeza.
Para su sorpresa, Jungkook rió, divertido.
—Nadie te va a matar... por ahora.
Jungkook se dio la vuelta con una sonrisa altanera. Iba saliendo del lugar cuando un fuerte sonido resonó por el lugar, seguido de cientos más. A Jimin se le aceleró el corazón ante el reconocimiento de lo que sonaba.
Disparos.
—¡Hijos de puta!
Jungkook corrió hacia Jimin y le soltó las manos y pies rápidamente, lo apuntó con la pistola a la cabeza y lo hizo caminar hacia una puerta que no había visto.
—¿¡Qué está pasando?! —preguntó Jimin, asustado. Con los espantos que había tenido en el día podría darle un paro cardíaco.
—¡¡Muévete!!
Jungkook lo empujó por la puerta, y cerró cuando miles de disparos más alcanzaron la sala donde se encontraban anteriormente.
Jungkook puso la pistola en su cabeza y le señaló los cinco autos que había estacionados.
—¿Sabes manejar?
—S-Sí.
—Súbete.—ordenó, presionando su sien con la pistola.
Jimin ignoró que se estaba subiendo a una Ferrari y, nervioso, miró a Jungkook. Este se subió en el asiento del copiloto y abrió la puerta del estacionamiento con un botón justo cuando la puerta por donde habían ingresado se abría de golpe y los disparos se daban de nuevo contra el chasis del auto.
—¡Muévete o juro que te mato, maldita sea! ¡¡muévete!!
Jimin sacó el freno de mano y aceleró en reversa con toda la velocidad para pegar un giro digno de un conductor experto y salió, prácticamente, desapareciendo del lugar.
Los disparos se fueron escuchando más y más lejos hasta que dejaron de hacerlo, al fin habían escapado.
—¿Q-Quiénes eran esos tipos? —preguntó Jimin con el corazón a mil; sentía que se le iba a salir del pecho en cualquier momento. No podía creer lo que le estaba pasando.
—Unos narcuchos de esta ciudad. Desde que llegamos no nos han dejado tranquilos —dijo con algo de dificultad.
Jimin miró hacia su derecha, hacia el asiento del copiloto, y casi pega un frenazo de la impresión.
Había sangre, mucha sangre.
—¡Oh, dios! ¡estás herido!
Jungkook se agarraba con fuerza el estómago, su camisa se teñía cada vez más de rojo. Sí, efectivamente, le habían disparado y era una herida de bala fea.
—T-Tienes que ir a un hospital —tartamudeó sin saber qué hacer, no quería que el tipo se desangrara en el asiento.
—¡Tú solo conduce, maldita sea! —gruñó Jungkook, furioso. Se apretó la herida y largó un quejido—. ¡Conduce hasta donde te guíe el GPS y cierra la puta boca!
Jimin miró el GPS, intentando no terminar en la canaleta o siendo partido por un auto, y manejó con el mayor cuidado posible hacia el lugar donde le indicaba el GPS, el cual marcaba que faltaban unos treinta minutos.
Miró de reojo; el hombre no iba a aguantar tanto.
—Acelera.
—¡Nos van a partir a la mitad si voy más rápido!
—¡¡Acelera!! —Jungkook lo apuntó a la cabeza. Jimin rezó para que no se le escapara un tiro con el movimiento del auto.
El castaño apretó el acelerador a fondo y, sin mirar hacia atrás, siguió el camino. A diez minutos del lugar, Jimin miró hacia el costado. Jungkook estaba pálido y totalmente caído hacia atrás en el asiento del copiloto.
Se lo pensó, tal vez podría aprovechar que estaba desmayado, amarrarlo e ir a la policía para denunciar que lo habían secuestrado, pero algo muy en el fondo le decía que no, que dejar morir a ese hombre en el asiento de un auto no era lo correcto, y sabía que los policías, conociendo quién era el hombre a su lado, lo dejarían allí a que se pudra en el asiento o quién sabe qué le harían antes de llevarlo ante lo legal.
Jimin apretó las manos en el volante, aterrado y nervioso. Tenía que tomar una decisión, una que cambiaría su vida para siempre.
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