Zweiunddreißig: Cómo definir el dolor.

Capítulo dedicado a YarianaRico. No sé cómo descubriste la novela, pero desde que lo hiciste, estás apoyándola, viviéndola y dejándome disfrutar de tus reacciones. Gracias por apoyar esta historia, por apoyarme en todas las Redes Sociales y caminar a mi lado en el proceso de esta historia. 

Zweiunddreißig: Cómo definir el dolor.

Jamás creí que el silencio pudiera ser tan ensordecedor, tampoco pensé que llegaría a ver a Thomas Koch llorar y correr hacia la camilla donde su madre estaba siendo desplazada para entrar a una sala de quirófano mientras la seguridad del hospital impedía que se interpusiera y dificultara la atención a su madre.

Tampoco imaginé jamás que Erlin tirara sin importarle qué pensarían de ella mientras abrazaba a su novio desde la espalda, hincando la punta de sus tacones en el suelo en un intento desesperado de evitar que Thomas cometiera alguna tontería.

Tampoco me llegué a imaginar la angustia que se podía vivir en un momento tan crítico en el que el desconocimiento ahondaba de manera tan intrusiva dentro de ti, que te cegaba y no te permitía ver más allá.

Desde luego, nunca había vivido ese momento en el tu corazón está tan encogido que tienes que luchar por seguir bombeando sangre y palpitando con tanta rapidez que pareciera que se te fuera a escapar del pecho porque la persona que ha dado todo por ti y volvería a darlo una y otra vez se debate entre la vida y la muerte.

Y, por supuesto, llegar incluso a sentirme afortunada por no haber tenido que pasar por ello y haber despertado con un equipo de especialistas preparados para darme la noticia, era lo más cruel y despiadado que podía ocurrir.

Caroline Koch había recibido una puñalada en el vientre porque el encargado de llevársela consigo había fallado y sabía que, ya que iba a morir o ser encerrado al no ser capaz de cumplir su misión, por lo menos haría daño a ese objeto tan sagrado que le habían encomendado como trabajo.

Pero ese «objeto» era una persona.

Una mujer con el corazón más puro que había conocido desde que pisé Berlín y que no merecía nada de lo que le estaba ocurriendo.

Tampoco estaba preparada para consolar a mi padre, una persona a la que había deseado odiar con toda mi alma desde que tenía doce años y que ahora sólo quería demostrarle que me tenía a su lado.

Era irónico y posiblemente podría clasificarlo como algo injusto, cruel, maquiavélico y diabólico: cómo una persona y su gente, habían decidido destrozar tantas familias y que, a mí en medio año, me había tocado descubrir.

No obstante, había algo que había descubierto en la fría noche de enero en la que me encontraba: que Jhon Schrödez nos había salvado a mi madre y a mí durante toda mi vida y eso le había supuesto renunciar a su hija durante cuatro años.

Cuatro años en los que mi madre le llamaba por teléfono diciéndole lo mal hombre y lo poco humano que él era porque el desconocimiento y la indiferencia que mostraba el hombre del que un día se enamoró, le superaba.

Cuatro años en los que yo pensé que mi padre me repudiaba y se avergonzaba de mí.

Cuatro años en los que mi madre se estuvo recriminando en qué había fallado ella como madre y como mujer, para que el padre de su hija no quisiera saber nada de mí.

Y, el dolor, seguía ahí, como una herida abierta que se está infectando y que a algún listillo de turno sólo se le había ocurrido curar con una tirita.

Pero algo había cambiado y es que ahora, la tirita se había retirado y tocaba operar, metafóricamente hablando; de momento no quería más cirugías en mi vida.

Tocaba sanar y tocaba dar oportunidades a quienes juré que jamás se las daría porque me habían fallado tantas veces que mi corazón no aguantaba más golpes.

Supongo que de eso se trataba la vida, injusticias e ironías que te descolocaban y te hacían cambiar el guion de la función.

Vaya mierda significaba estar vivo.

Miro hacia otro lado, estática y sin sentirme capaz de consolar a nadie por miedo a tener que ser yo a la que confortaran.

—¿Necesitas algo?

La mano de Erlin se apoya en mi hombro y me sonríe con delicadeza antes de darme un fuerte abrazo que nos hace a ambas, permitirnos llorar.

Las palabras se quedan atrapadas en mi garganta, sin darme opción a poder comunicarme y únicamente haciendo sonidos de frustración y lamentos casi inaudibles.

Era desgarradora la sensación de no poder hablar porque me sentía tan bloqueada que no sabía ni cómo empezar a expresarme.

—¿Es cierto? —Sujeta mis manos con las suyas y las aprieta en forma de apoyo, comprendiendo que ahora mismo, estaba prácticamente muda, sin habla—, ¿un loco ha empezado un ataque en medio del metro?, ¿por qué la gente hace eso?

Intuyo que tiene más preguntas que le encantaría verbalizar, pero se las guarda para sí misma. Schmetterling era muy ingenua y eso no significaba ser tonta. Había muchas cosas que no comprendía y que yo no podía darle respuesta.

Yo también tenía muchas dudas que aún no tenían sentencia.

Miro hacia arriba y veo a Thomas algo alejado, se había puesto estratégicamente para darle la espalda a su novia y evitar que le viera.

Junta sus manos en forma de ruego, pidiéndome de manera silenciosa que no desmintiera la versión que le había dado a mi amiga.

Thomas Koch le había vuelto a mentir y yo, inclinando la cabeza de arriba hacia abajo, acababa de confirmar la versión que le había dado mi hermano, me acababa de convertir en cómplice de una red de mentiras.

Sorbo por la nariz y vuelvo a abrazarla.

No sabía si había hecho lo correcto sosteniendo el engaño que Thomas había ideado, pero desde luego, no era momento para contradecirle.

—¿Quieres un café o algo? —Erlin me aparta el pelo de la cara y caigo en la cuenta de que mi gorro ya no estaba en mi cabeza, lo había perdido en algún momento—. ¿Algo calentito?

Asiento, sin aclarar qué es lo que quería.

—¿Vas tu sola o quieres que te acompañe?

Prefería quedarme cerca de Jhon y Thomas porque quería estar con ellos pasara lo que pasara y dieran la noticia que dieran.

Erlin lo nota y lo comprende.

—Voy sola, tú no te preocupes —Me deja una goma de pelo e ignorando que alguien pudiera ver las cicatrices de mi nuca, me hago un moño improvisado—. Mis padres están al llegar, van a traeros ropa de invierno y mantas.

—¿Segura?

—Sí —Mira hacia Thomas, está sentado mirando fijamente a la nada y rechazando cualquier tipo de contacto o apoyo que le ofrecen y suspira—. ¿Puedes hablar con él? No me ha dirigido la palabra desde que se ha enterado de que su madre está en el hospital. Quiero estar a su lado, pero no sé qué rol me corresponde...

Me sentía mal por haberle mentido en la cara y acabo asintiendo, era lo mínimo que podía hacer.

—¿Me traes un té? Ya te daré el dinero...

—No te preocupes —Me abraza—, menos mal que estás bien —Me mira y un puchero nace de su labio inferior—, te estoy cogiendo muchísimo cariño y aunque no suelo mostrar mis sentimientos, te considero una amiga, Schnecke.

Le doy un abrazo porque me nace hacerlo porque hacía meses que me sentía un poco fuera de lugar y desde el primer momento, Erlin siempre me había mostrado su apoyo y había buscado que me sintiera cómoda.

Llevaba un buen rato sentada al lado de Thomas mientras estábamos en silencio. Ni siquiera había contestado las llamadas de mi tía, a quien había dejado a mitad de una conversación horas antes y lo último que le había dicho era un escueto «luego hablamos».

Tampoco le había respondido a Friedrich.

Tenía veinte llamadas perdidas suyas y subiendo.

No tenía fuerzas ni para apagar el móvil o ponerlo en modo avión.

—¿No-o-o le vas a contest-t-tar?

Me giro para mirarle y me sorprendo al verle tartamudear. Sabía que en el pasado había tenido problemas en el habla porque Narciso me lo había dicho, pero pensaba que era algo que había superado.

—Él ya sabe que algo ha pasado.

—P-p-pero Friedrich necesita sa-a-aber que-e estás bien...

Me encojo de hombros, imitando el gesto que Narciso solía hacer cuando no quería seguir dando información. En mi caso lo estaba empezando a usar cuando no sabía qué contestar o cuando quería restar importancia.

—¿Y tú a Erlin le vas a decir algo?

No quería que sonara como una pulla ni un ataque y si había sonado como tal o podía interpretarlo de una forma negativa, le pediría perdón si hacía falta.

—No-o —Consigue controlar un poco su tartamudeo—. No quiero-o que m-me oiga así-así-así.

Había descubierto su mayor inseguridad: no poder controlar su trastorno del habla.

—Normalm-m-mente pu-pu-puedo controlarlo —Se nota el esfuerzo que hace para evitar las interrupciones y pausas, hay un trabajo junto a un profesional detrás, sin embargo, le está costando—. Pero-o-o-o cuando ten-ten-tengo miedo, no sé c-c-cómo evi-vi-vi-vitarlo —Mira hacia abajo y apoya los brazos en sus piernas, dejando el peso de su cabeza entre sus manos—. Es mu-mu-mu-muy —Toma una larga respiración y su voz suena algo entrecortada—, odio e-e-esto.

No es capaz de expresar con palabras la frustración que siente, pero sí que puede transmitírmela y mi forma de respaldarle es acariciando su espalda. No intenta evitarlo y me alegra saber que no rechaza mi amparo.

Sabe que estoy aquí.

—¿C-c-cómo te s-s-s-sentías cuando-o-o no s-sabías si tu madre-e-e estaba-ba-ba-ba viva o mu-mu-mu-mu-muerta?

Es la vez que más noto su trastorno. Le había destrozado por dentro hacer la pregunta.

Tomo aire y me preparo para responder.

No era fácil.

—Perdida —Miro hacia un punto fijo de la pared y tardo en seguir hablando—. Recuerdo despertar y no saber qué estaba pasando, me sentía atontada, fatigada, no comprendía nada... Estaba tan cansada que sólo quería dormir y dormir. No me sentía capaz de mover ni siquiera los músculos de mi cuerpo y eso que el dolor era demasiado grande como para estar tan quieta.

Recordar esos instantes de junio me costaban más de lo que podía pensar.

No era fácil ni tampoco sencillo verbalizar el dolor, no cuando aún me desgarraba por dentro el pensar en ello.

—Háblame-e-e de ello-o-o.

Thomas había perdido en estos momentos la cualidad que más me gustaba de él: la esperanza y estaba intentando prepararse para lo peor.

—El tejido de mi muslo derecho estaba empezando a pudrirse, mi brazo estaba escayolado y la nuca me dolía muchísimo y ¿yo? yo sólo quería que mi madre me diera la mano. Ni siquiera me importaba qué podía pasarme a mí, yo quería ver a mi madre.

—Pe-pe-pero esta-ta-ta-taba papá...

—Eso es lo que más me preocupó —Mis ojos se llenan de lágrimas silenciosas que recorren mis mejillas como si supieran bien el lugar en el que deben desaparecer—, estaba tan pero tan fatigada y odiaba no recordar qué había ocurrido... —Sacudo la cabeza, no sintiéndome capaz de hablar sobre eso—. A día de hoy sigo teniendo algunas lagunas mentales, es algo que trabajo con la Doctora Dabrowska —Me encojo de hombros—, ella me ayuda con el orden cronológico de los sucesos.

—¿Por qué t-t-te preocupó que papá estuviera a-allí?

Está relajándose y lo sé porque cada vez tartamudea menos.

—Porque él nunca estaba, Thomas; porque Jhon llevaba años siendo un padre ausente y si no fuera por mi madre él ni se acordaba de llamarme por mi cumpleaños y de repente ahí estaba, sujetándome una mano mientras me hacían miles de pruebas y no sé cuántos psicólogos me contaban cosas y cuando preguntaba por mi madre nadie me hacía ni puto caso.

—Eso no es cie-e-erto... —confiesa—, papá siempre-pre t-t-tachaba del calendario el cinco de noviembre-e y c-compraba una tar-tarta en tu honor y-y-y cenaba en su despa-pa-pacho so-solo.

Frunzo el ceño.

Eso no era posible...

La primera vez que se olvidó de llamarme tuvo que echarle la bronca mi madre diez minutos antes de que acabara el día.

—Da igual.

Trato de restarle importancia por mucho que me duela.

No es el momento, Nela.

Pero mi cabeza ya había empezado a pensar más de la cuenta y un escalofrío me recorre por completo.

—¿Si pudieras definir es-s-se dolor cómo lo-lo-lo harías?

—Diría que es como conocer en persona a la Parca y mientras se lleva bajo su capa a esa persona tan importante, pedirle que cuide de ella como ella ya no puede cuidarte a ti. Diría que es la pérdida de la inocencia más grande y cruel y darte cuenta de que todos los días tienes que despertarte y luchar contigo misma porque por un lado quieres que la Muerte te lleve a su lado y por otro lado quieres vivir todo lo que ella no pudo, cumplir sus sueños y reorganizar tu vida para cumplir los que teníais juntas. Todo ello, mientras luchas por darle un sentido a la vida, uno que ha perdido desde que conoces la muerte desde los ojos de quien aún sigue vivo.

—¿Familiares de Caroline Koch? —El médico llama alzando la voz y abre los ojos con sorpresa cuando ve a tantas personas poniéndose de pie—. Sólo dos familiares, por favor.

Bueno sí, habían llegado los padres de Erlin, eso sumaba tres personas más. Todos los hermanos de Jhon, eso incluía a cuatro personas más. Hugo, Hermann y los padres de este último también estaban y, Daniella había venido a ver cómo estaba yo, dándome un abrazo que me había ayudado a sonreír y sentirme algo más tranquila.

—Soy su prometido —Se ajusta un poco la corbata y se seca el sudor de las manos en la parte trasera del pantalón—, y ellos son mis hijos. —Nos señala a Thomas y a mí.

—Vengan los tres conmigo. —concluye.

Y la tensión se dispara de manera tan tranquila que da hasta miedo.

Thomas es incapaz de articular palabra, lo único que hace es seguir los pasos del doctor. No tiene nada más en mente y se comporta como un robot, está mecanizado y sólo quiere saber qué está pasando.

—Tomen asiento —Se coloca bien la bata y trata de mantener cierta distancia con nosotros—. ¿Quieren que traiga otra silla? —pregunta al darse cuenta de que solo hay dos.

—No, yo me quedaré de pie —Me cruzo de brazos sin aceptar ningún tipo de réplica y Jhon acaba sentándose en el sitio que me debería corresponder no sin antes alzar una ceja en mi dirección—. Estoy bien.

Era mentira.

Sin embargo, por muy adaptada que me sintiera gracias a Caroline, no era mi madre ni pretendía que lo fuera.

Yo ya tenía una y estaba en el cielo, cuidando de mí.

—Señor...

—Schrödez, se apellida Schrödez. —concreto.

Ni Thomas se sentía lo suficientemente fuerte como para tomar la palabra ni Jhon estaba en todos sus cabales para hablar y decir algo.

Juraría que ambos se encontraban en un estado de conmoción colectiva que los había enmudecido y, para callar tanto al padre como al hijo, hacía falta mucho valor y no tener sentido de supervivencia si después de ello querías seguir con vida.

—Soy el doctor Höflichkeit, especialista en urgencias y lo primero que me gustaría es darles la tranquilidad de que la Señora Koch está bien y estable.

No puedo verles la cara, pero el alivio que siento yo, debe sentirse como una nueva oportunidad en la vida para ellos y sorbo un poco cuando recibimos la noticia.

No sabía que estaba tan tensa y con los músculos tan contraídos hasta que me había relajado al escuchar que Carol estaba bien.

—Respecto al embarazo...

Los tres levantamos la cabeza y nos paralizamos, mirándonos los unos a los otros, de un lado hacia el otro e incluso, ellos, girando la cabeza hacia atrás.

—¿Nuestro-o hermanito está b-bien? —Nos señala.

Cada vez tartamudea menos y eso es una gran noticia porque se vuelve a sentir cada vez más seguro de sí mismo.

—En cuanto a eso...

No habría bebé en siete meses, no habría hermanito o hermanita y el doctor no sabía cómo expresarlo. No creía que fuera la única. Sólo por cómo había hablado intuía que nos había querido declarar que Caroline estaba bien, pero sin hacer mención del embarazo. Y eso, dejaba una sensación agridulce.

—El arma que se utilizó dañó gravemente al feto y...

—No habrá bebé —Decido facilitarle el trabajo al médico y hablo directa y con cierta falta de tacto sin darme cuenta—, eso es lo que quiere decir, ¿no?

Jhon se gira y me mira con ojos vidriosos, él realmente estaba entusiasmado con tener una familia feliz y ser padre de tres hijos.

Era una noticia que iba a romperle aún más y convertirle en un poco más tirano, si es que eso era posible.

—Lo siento muchísimo —confirma el doctor—, la lesión abdominal era tan grande que se estaba produciendo una hemorragia interna. Es en esos casos en los que tenemos que desprendernos del feto para poder salvar a la madre.

Jhon se desploma en la silla, echando su espalda hacia atrás, recomponiéndose o por lo menos intentándolo. Por un lado, tenía la alegría de que la persona a la que amaba seguía con vida; pero también le acababan de dar la peor noticia que se le podía dar a una persona con la ilusión en el alma de una paternidad deseada.

—¿Mi madre lo sabe-e? —Thomas había vuelto a recuperar la compostura, la confianza y la integridad en sí mismo. La esperanza que por un momento le había abandonado y derribado por completo, había vuelto a brotar en él—. Quiero estar a su lado-o.

—Sí —dice el doctor—. Seguidme, os llevaré con ella.

Por suerte no nos agobian incluso cuando todos los familiares y amigos presentes se levantan o dejan las conversaciones que estaban manteniendo entre ellos y nos ven salir.

Jhon aclara rápidamente que su prometida estaba estable y estaba bien, eso era un alivio. Pero estaba delicada. Había sido apuñalada y no debía jugar con la salud que aún tenía porque en cualquier momento podía pender de un hilo.

Abre la puerta y se seca el sudor de las manos en las mangas de su chaqueta antes de dejarnos pasar a Thomas y a mí y cerrar.

—¡Quiero a nuestro bebé! —grita en dirección a Jhon con tanto desconsuelo que se me hiela la sangre y el corazón se me hace trizas—. ¿Dónde está nuestro bebé?

Le habían dado la noticia con toda la delicadeza que se podía tener en un momento como este: ninguna.

No habían sido crueles o eso esperaba.

Mi padre se acerca, seguido de Thomas, a Carol mientras llora en silencio para sujetar las lágrimas de su prometida y Thomas se aprieta el brazo con fuerza a sí mismo.

—Amor —Jhon habla con lentitud y calma, intentando no conectar con el dolor y sujetándola—, estoy aquí, estamos aquí, a tu lado, contigo.

—¿Y nuestro bebé? —Llora desconsoladamente y su hijo se aleja un par de pasos de ella y quedándose a mi lado para darle la intimidad que requiere—. ¿Por qué no he podido proteger a nuestra familia?

—Amor, lo has hecho, no dependía de ti.

—Nela podría estar muerta por mi culpa...

—No, tú no tienes la culpa de nada —Su tono de voz es duro, pero su gesto al besar su frente y mirar hacia otro lado por un instante demuestra que está sufriendo más de lo que nadie podría imaginar—. Eres una mujer brillante y si tengo que recordártelo todos los días de mi vida hasta que te canses de escucharme hablar, lo haré.

La entereza que mostraba Jhon y el cómo sujetaba a su prometida me parecía admirable. Era con la misma fortaleza con la que me había sujetado a mí y estoy segura de que era la misma determinación con la que había dejado marchar a su hermano Manuel cuando llegó el momento.

Sin despeinarse, sin mostrarse reacio o herido por quedar en un segundo lugar. Aceptaba su papel secundario y apostaba por sujetarte si le necesitabas.

Pero era un actor silencioso y parecía que buscaba más el aplauso de un público invisible siendo antagonista que ganándose el cariño de la gente demostrando que su hombro siempre tendría un hueco para que te apoyaras y cogieras fuerzas.

—Ya no vamos a darle un hermanito ni a Thomas ni a Nela...

Caroline hablaba todo el rato de nuestro y no de mío. La ilusión por formar una familia todos juntos se la habían arrebatado sin ningún tipo de consideración y ahora tenía que vivir con ello y luchar contra sí misma para no culparse de lo sucedido.

—Estoy aquí para ti, amor, estamos aquí.

15 de enero, 2020.

—Muchas gracias por traerme, Günther —sonrío a mi tío, uno de los gemelos y me desabrocho el cinturón cuando apaga el motor de su Audi—. Y gracias por dejarme dormir en tu casa.

—Sobrina —Su manera de hablar era la más correcta, estándar y formal de todos los hermanos, era algo distante y cauteloso—, somos familia y necesitabas descansar para enfrentarte a tu padre y tu hermano sin haber dormido y con los nervios a flor de piel.

—Tienes razón...

—Hazme un favor y dile a tu padre que estaré esperando en la cafetería; Konrad vendrá luego a por Thomas, a ver si conseguimos que salga de aquí unas horas, se despeje y se dé una ducha...

Me bajo del coche y caminamos juntos hacia la entrada del hospital. Me acompaña hasta la planta y se queda esperando junto a los guardaespaldas en el ascensor.

No hay ni rastro de Kai ni de Florian.

Dominik había sido intervenido por una herida de bala menor.

Me entra un escalofrío al pensar que todos conocíamos el rostro de la muerte y decido no pensar mucho en ello.

Había dormido, pero había sido incapaz de descansar bien. Las pesadillas cada vez eran más constantes y el sentir mi cuerpo dormido mientras mi cabeza estaba despierta me agotaba por completo.

La frustración de no poder gritar, el agobio de no poder moverme, mientras las imágenes iban sucediendo en mi cabeza continuamente me estaban destrozando y cohibiendo de poder descansar.

Estaba empezando a temer quedarme dormida cuando estaba sola.

Camino y voy hacia el cuarto de Carol seguida de algunos guardaespaldas, había agentes de seguridad por todos lados.

Los gritos de dentro se podían escuchar incluso fuera.

Jhon sale de la habitación, llevándose las manos a la sien y frotando sus ojos en repetidas ocasiones.

—¿No necesita tranquilidad?

Asiente.

Caroline seguía viva gracias al aborto que había sufrido y que la había protegido. No entendía muy bien cómo, pero había sucedido.

—Mis suegros son insufribles, llegaron de madrugada y no hacen más que molestar —habla cabizbajo y con los hombros caídos, juraría que se siente derrotado—. Ellos no han perdido nada porque para ellos su hija dejó de ser digna cuando tuvo a Thomas —Niega enfurecido y resopla—, nosotros lo hemos perdido todo.

—Tómate un respiro —aconsejo—, coge fuerzas y luego vuelve, te vamos a necesitar.

Hace una pequeña mueca de gratitud cuando escucha que le hablo en plural, incluyéndome a mí misma en la ecuación de 'necesitar'.

—Hazme un favor y no dejes a Thomas solo, Carol sabe cómo lidiar con Helga y Ulrich, pero le entra migraña cuando atacan a nuestro hijo —Me ofrece la sonrisa más triste que he visto nunca—. Vuelvo enseguida, te lo prometo. Sólo necesito un café, no estoy bien, estoy cansado, me duele todo, quiero llevarme a mi familia a mi puta casa y no soporto a sus padres, ¿por qué no podían ser como Dolores y José?

Eran los nombres de mis abuelos maternos. Él se había llevado bien con ellos.

—Porque no tienen la gracia española que nos caracteriza —Consigo hacerle sonreír con mi comentario—. Ve a por el café, Jhon.

—Vuelvo enseguida, de verdad.

Asiento y entro a la habitación donde Carol estaba ingresada y me sorprende que en un estado de salud tan delicado sean los gritos los que me dan la bienvenida.

Thomas está sentado en el sillón que está al lado de la cama de su madre y no le suelta la mano.

Tiene los ojos cansados y se le iluminan al verme.

Una tregua. Los Koch jóvenes necesitaban una tregua frente a los Koch más veteranos.

—¡Podrías haber muerto!

La madre de Caroline tenía la barbilla algo puntiaguda y los pómulos bien redondeados. Llevaba unas gafas cuadradas que de vez en cuando se ajustaba porque se le caían. Su nariz era demasiado pequeña y los ojos tal vez demasiado grandes. Eso o había un efecto visual que me llevaba a pensar así.

Parecía más joven de lo que probablemente era, pero las raíces blancas de su cabello indicaban que la edad pasaba para todos.

Me apenaba que fuera tan estirada y que su cara de mala leche fueran el reflejo de la realidad. Helga Koch tenía un corazón podrido, si es que se podía decir que poseía uno.

—Estoy viva.

Carol sentía debilidad por sus padres, no comprendía la razón, pero suponía que, en algún momento, le habían dado amor y cariño, al menos el suficiente como para que ella aún los quisiera.

Sin embargo, les hablaba con dureza y admiraba que no se dejara aminorar.

—¡Todo es culpa de la inmigración! —Ulrich levanta su bastón y señala a su nieto, provocándole para que diga algo y poder justificarse—. ¿Tanto te costaba mantenerte alejada de los problemas?

Los ojos de Caroline se van cerrando poco a poco. Está cansada y necesita reposar, aun así, trata de mantenerse despierta.

Sus padres no tenían consideración ninguna por la salud y el bienestar de su hija.

Eran demasiado anticuados. Jhon parecía un santo al lado del clasismo de sus suegros. Y hacer una afirmación así, era jugársela demasiado. No creía que nadie pudiera ser más clasista que mi padre.

Hasta ahora.

Había dos personas que le superaban con creces.

Usando una metáfora digna de Hermann o Friedrich, podríamos decir que Jhon jugaba en Europa League y los padres de Caroline eran los grandes favoritos para ganar una Champions League.

—Ya podías ser un poco educado y dejar que nos sentáramos las personas mayores —Su voz nasalizada me pone aún de peor humor y, agradezco, no conseguir entender algunos de los improperios que dice gracias a su acento tan cerrado—. ¿Es que en China no hay educación?

—Disculpe-e —Thomas cierra los ojos intentando concentrarse para no tartamudear. Me acerco a él y me siento en el reposabrazos del sillón, dejando mi mano apoyada en su hombro y dándole un pequeño apretón mostrando mi apoyo—, ni he visitad-d-do China-a, ni s-soy chino —Mira hacia su madre quien asiente dándole fuerzas para que hable—. So-so-soy alemán, p-p-puedo optar a la nacionalidad-dad-dad estadounidense-s-se y mi-mi-mi-mi ascendencia es-s-s surcore-re-reana-a.

Tiene los puños apretados y la mirada fija en la señora a la que debería llamar 'abuela'. Puede que haya tartamudeado, pero eso no quita el poder que ha mostrado con sus palabras y la importancia que tiene que se haya sentido arropado y preparado para hacer frente a una parte de su dolor.

—Pero ¡cómo te atreves a hablarme así! —Helga habla con un tono alto, ignorando la petición de su hija para que baje el volumen en su discurso—. Jovencita —me habla a mí—, debes ser la hija de Jhon, un gusto conocerte —Me ofrece su mano y rechazo su oferta. No me sentía cómoda en esta situación—, perdona si en algún momento él te ha hecho sentir incómoda, mi hija lo tuvo muy joven y la pobre tuvo que criarlo sola, qué se le va a pedir a una adolescente que no sabe con quién juntarse y con quién no.

—¡Basta, mamá!

Su voz suena algo pastosa y es evidente que los medicamentos la están dejando somnolienta y sin capacidad de reacción.

Se va despertando y quedando dormida en diferentes ocasiones.

—Perdiste el derecho a reprocharnos nada cuando decidiste quedarte con este y no darlo en adopción. —Ulrich alza la voz, consiguiendo que su única hija se masajee los laterales de la cabeza mientras bosteza.

Me había dolido incluso a mí, que no tenía nada que ver con ellos y los acababa de conocer.

Ni siquiera dicen el nombre de su nieto y, aunque podría echarle muchas cosas en cara a Thomas porque desde que llegué en septiembre me había hecho la vida imposible. Tenía que reconocer que había cambiado, que cada vez me sentía más cómoda a su lado y que sí, Helga Koch me quería utilizar para romperle un poco más el corazón, podía irse olvidando.

Si me preguntaran por mi opinión, me atrevería a decir que Caroline jamás quiso irse con Sanders, pero no tuvo más remedio ante la falta de apoyo. Si mis sospechas eran ciertas o no, nunca me atrevería a preguntarlo.

—Disculpen, pero mi hermano con sus más y sus menos es una persona bastante más educada que ustedes —Era conocida por dar discursitos de moralidad que mi madre me había enseñado y Jhon podía dar fe de ello—, porque a pesar de estar aguantando toda la mierda que le están diciendo —La palabrota la digo en español porque me nace decirlo así— sigue al lado de su madre porque ella le necesita. ¿Y ustedes?, ¿qué hacen aquí?, ¿hacer más daño a su hija?, ¿cuestionar a su nieto?, porque están demostrando que son una basura humana.

—¿De dónde era la madre? —pregunta mirando a su marido e ignorando por completo mis palabras.

Eso me había molestado.

—Española, creo. —responde él.

—Con razón es tan maleducada, el sur de Europa siempre ha sido una lacra para la prosperidad del continente. No son más que un lastre y, aunque tenga parte alemana es evidente que se ha criado con la madre...

¡Uy! Yo por ahí sí que no iba a pasar.

—Eso sí que no se lo voy a permitir.

Me levanto de manera abrupta y Thomas me toma por el codo, negando con la cabeza.

—No vale la pena, Nela, no la vale.

—Ah mira —Provoca su abuela—, ¿no era tartamudo?

A tomar por culo —farfullo en mi idioma materno mientras saco mi teléfono móvil del bolsillo y marco el número de mi padre. Responde al primer tono—. Jhon, saca a estos mamarrachos de aquí o te juro por mi madre, que en paz descanse, que acabo en comisaría.

No hace falta que diga nada más porque antes de que me dé tiempo a colgar Jhon ya está abriendo la puerta y a lo lejos vienen dos agentes de seguridad.

Detrás de ellos juraría que está la figura de Friedrich Vögel. Camina con rapidez y lleva una maleta de mano con él, sus planes de vuelta se habían visto truncados por una emergencia y no había dudado en venir lo antes posible.

Llevaba el pelo completamente despeinado y la perilla de dos o tres días sin cuidarla ocultaban un par de lunares suyos que me encantaban.

Después de casi cuarenta y ocho horas de tanta presión y angustia, sentía que había vuelto a la calma.

Ignora cualquier tipo de señal que pudiera hacerle mantenerse alejado y se apresura para llegar a mi lado.

Me abraza con fuerza, como si me hubiera echado de menos y como si hubiera estado esperando este reencuentro desde el mismo momento en el que nos separamos.

Apoya su barbilla en mi cabeza y me sujeta con firmeza.

Él era mi caos y yo era su orden y nos complementábamos como nadie podía imaginarse, ni siquiera nosotros mismos.

—Gracias por cuidar de tu hermana. —dice cuando Thomas se acerca y le saluda de manera bastante cálida y como el buen amigo que es.

Vuelve a sujetarme y eso me da tranquilidad. Por fin podía dejar atrás la presión de tener que mantenerme fuerte.

—En realid-dad ella es la que me ha c-cuidado a mí —Ambos nos sonreímos y sé que es un momento único y que si hace medio año me decían que íbamos a estar así, jamás me lo hubiera creído—. Ten c-cuidado, amigo-o —La chulería tan característica de Thomas vuelve a estar presente—, es más f-fuerte de lo que n-nos quiere hacer c-c-creer.

Jhon carraspea y sé que es el momento menos indicado para salir corriendo, aunque ahora mismo eso sea un sueño.

Nos piden que abandonemos un momento la habitación para que examinen a Carol y me apresuro a caminar lo más deprisa que puedo.

Ni loca quería mudarme a Madagascar y con la charlita que se nos iba a venir ahora, podía considerarlo el lugar más adecuado para sobrevivir.

Porque al final del día, Jhon seguía siendo padre, llevara su traje impoluto o mostrara en su cara el semblante de un hombre derrotado.

Y, nosotros dos, como padre e hija, teníamos unas cuantas conversaciones pendientes y, me parecía a mí, que algunas de ellas estaban a punto de comenzar.

Champions League: máxima competición de fútbol de clubes a nivel europeo.

Europa League: la segunda competición más grande en cuanto a fútbol de clubes a nivel europeo.

¡Hola! ¿Cómo definiríais vosotras el dolor? Mañana 5 de noviembre sería el cumple de Nela, ¿brindamos por ella?

¿Qué pensáis del momento Nela y Thomas defendiéndose y apoyándose?, ¿os esperabáis que Narciso volviera tan rápido?, ¿por qué creéis que se tuvo que ir?, ¿quién creéis que es el traidor?

#TeQueremosCarol:(

Ya os puedo decir 2 noticias (aún quedan un par más, pero os dosifico la información jeje).

No hagáis planes el DOMINGO (7-11-2021), porque voy a estar en un LIVE de INSTAGRAM hablando de la novela con las personitas de EntreLetras. Y probablemente allí os cuente alguna cosita en exclusiva.

¿A qué hora?

Os dejo aquí una lista, si no sale vuestro país, decídmelo y os respondo en un comentario:

•MÉXICO, COSTA RICA: 15:00h.

•COLOMBIA, ECUADOR: 16:00h.

•REP. DOMINICANA, VENEZUELA, PUERTO RICO: 17:00h.

•CHILE, ARGENTINA: 18:00h.

•ESPAÑA: 22:00h.

La otra noticia es que estoy haciendo aesthetics como el que puse en multimedia de personajes y los estaré subiendo a mi instagram eridemartin, ¿queréis verlos?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top