Zwei: Entre dialectos y reencuentros.
Capítulo dedicado a estibalizgutierrez por todo el cariño que muestra en cada voto. ¡Mil gracias por dejarme tenerte como lectora!
Zwei: Entre dialectos y reencuentros.
Nos levantamos y abandonamos el lugar tras un apretón de manos. Jhon firma algunos papeles y me ayuda a entender bien lo que pone.
A la hora de hablar manejo bien el alemán, pueden costarme entender a la perfección algunos acentos, pero ni siquiera tenía el idioma oxidado. No obstante, a la hora de rellenar papeleo la cosa cambiaba; a pesar de haber estudiado alemán en la escuela oficial de idiomas de mi ciudad, nunca nos preparaban para el alemán formal escrito. ¡Eso era ininteligible! Bueno, a ver, entendible, pero costaba horrores, al menos a mí.
Seguía disgustada de que Jhon le hubiera dicho a alguien sobre el accidente. Un accidente automovilístico que me dejó un pequeño tiempo en coma y postrada en un hospital. Cuando pregunté por mamá, ella ya no estaba. Ni siquiera pude ir a su funeral puesto que estuve alrededor de una semana en la mayor de las inconsciencias. Después de eso, tuve que estar hospitalizada, según los médicos fue un milagro que no se produjera amnesia. Yo no estaba tan segura, poder recordar todo... dolía, dolía mucho. El impacto no fue lo peor, lo peor fue mi madre dentro del coche mientras ardía y me desabrochaba el cinturón y obligándome a salir de él.
Pude haberme quedado con una parálisis parcial o total de mi cuerpo. Recibí varias operaciones pues me había roto algunos huesos y ahora algunas cicatrices envolvían mi cuerpo. Una en una cadera, otra en la nuca, en mi brazo derecho —tras el impacto de los cristales— tenía bastantes marcas pues también lo había usado para evitar el golpe en la cara y, la última estaba en uno de mis muslos, esa era bastante notable y me hacía sentir vergüenza.
—Es una buena amiga, por eso se lo conté —Jhon trata de justificarse, no pidiendo disculpas, pero sí dando una razón de por qué lo había hecho—. Fui con uno de sus hijos a clase.
—No la conozco, Jhon —Me mira con cierta recriminación por usar su nombre de pila—. Es mi vida.
Sé que está reprimiendo decirme cualquier cosa, supongo que al no conocer si tengo mucho o poco temperamento cree que las cosas pueden salirse de control.
—-¿Podrías facilitarme el número de tu psicóloga? Me gustaría que empezaras a asistir de nuevo y para tu caso, es evidente que deben compartir información con la que se te asigne.
Entendía a lo que se refería, pero también me molestaba no controlar el flujo de información que se movía sobre mí. No era nadie importante, sin embargo, a nadie le gusta que su vida vaya contándose de boca en boca o al menos eso creía.
Confiaba en mi psicóloga y en su criterio; desde el primer momento me había sentido cómoda para hablar con ella y no sólo de la pérdida de mi madre, sino de todo. Me asustaba no encajar con el nuevo profesional que me atendería como sí lo había hecho con la que tenía.
—Sí —Me relamo los labios con nerviosismo—. Aun así, me gustaría mantener a mi actual psicóloga al tanto, al menos durante un tiempo.
—Ya veremos. —Jhon Schrödez siempre tenía que tener la última palabra.
Me anoto mentalmente pedirle a mi tía Isabel que se hiciera cargo de los posibles pagos que eso ocasionaría.
6 de septiembre, 2019.
Tomo asiento al final de la clase, tratando pasar un poco desapercibida como los otros dos días en los que había acudido al instituto.
Con el profesor König ya había tenido una tutoría individual pues, además de ser mi profesor de matemáticas también era el tutor de mi clase.
Odiaba con todo mi corazón su asignatura y, creo, solo creo, que sin querer se lo dejé ver. Él sólo se río.
Su manera de hablar era muy difícil, me hizo saber que, si tenía problemas para entenderle que no me preocupara, que incluso los alemanes que llevan viviendo toda su vida aquí les cuesta.
El profesor Heike König* era bávaro [1]. Pronunciaba palabras que algunos ni entendían, su acento era muy cerrado, muy complicado, cerraban mucho los labios a la hora de pronunciar y eso impedía que pudieras leerle los labios. Aunque él se esforzaba en hablar un alemán llamado hochdeutsch —el llamado alemán 'neutro'— a veces le costaba. Pues se notaba que tenía muy arraigado su dialecto.
Desconecto de sus explicaciones cuando empieza a hablar de radicales, trigonometría o-yo-qué-sé-porque-realmente-no-me-estoy-enterando-de-una-mierda; puede que si necesitara clases de repaso para esta asignatura.
Alguien llama a la puerta y el profesor König interrumpe su explicación y da permiso a quien sea para entrar.
—Servus [2], Vögel*. —Hace un asentimiento con la cabeza y le admite en su clase.
—Disculpe el retraso —La voz pertenece a un joven y es algo ronca, profunda; no sabría decirlo con claridad tampoco le he oído tanto hablar—. Estaba trabajando.
Me giro y le veo, pasa por mi lado y me guiña un ojo para seguir caminando y llegar hasta la primera fila de asientos.
Dios santo, ¡es altísimo! Él tiene que estirar sus piernas para poder sentarse bien en el pupitre. ¿Pero cuántos años tiene?
Tiene el cabello oscuro y corto como la mayoría de los hombres que conozco. Creo que lleva la raya a un lateral y no tiene descompensación entre los laterales. Es un corte de pelo que siempre está acertado, al menos esa es mi opinión.
Trato de atender las explicaciones de mi profesor y me sorprende ver el interés que el nuevo tiene. Bueno, nuevo. La nueva soy yo, pero para mí él es nuevo.
Pregunta algo y su acento se me hace muy fácil de entender, aunque tiene la voz ronca, cuando pronuncia algunas consonantes bastante duras del alemán tiende a suavizarlas. ¿Honestamente? Su acento se me hace muy parecido al que tiene Astérix de Astérix y Obélix en la versión alemana de los dibujos.
La clase termina bajo el choque de nudillos de mis compañeros —al que me uno porque no quiero quedar tan mal— en sus correspondientes mesas. Lo más curioso es que acabo entendiendo bastante más de lo que pensé que haría gracias a las intervenciones de varios compañeros, entre ellos la suya.
Recojo mis cosas y una chica con el pelo muy largo y en forma de pico me sonríe. ¡Tiene el pelo realmente largo esta muchacha! Sus labios van pintados en algún labial suave y tiene los ojos grises y una mirada bastante felina a pesar de parecer muy simpática. Por alguna razón creo que me conoce.
Se acerca a mí y se atreve a preguntarme.
—¿Schrödez? —Asiento— ¿Nela? —Vuelvo a asentir desconcertada de que sepa cómo me gusta que me llamen— ¡Lo sabía! —Su acento es parecido al de mi padre, al mío y a los que son de Berlín—. No te acuerdas de mí, ¿verdad?
—Creo que no.
No niego que la muchacha pueda llegar a hacérseme conocida, pero si me preguntas quién es, pues honestamente no lo sé. También es verdad que llevaba años sin estar en Alemania.
Abandonamos juntas el aula y puedo observarla mejor, es muy alta para tener mi edad, también es muy delgadita, pero mucho, aunque tiene bastantes caderas y camina con gracia llevando incluso tacones de por lo menos 8 centímetros.
—Si te soy sincera yo tampoco te reconocí, pero cuando escuché la peculiaridad de tu apellido y tu nombre y me di la vuelta para mirarte y vi que querías corregir al profesor supe que eras tú.
—Bueno, acertaste. Soy yo, ¿y tú eres?
—Si te digo Baltßun*, ¿te suena de algo? —Un momento. ¡Claro que me suena ese apellido! — ¿Y si te digo Erlin en vez de Schmetterling? —Sonríe y he de admitir que tiene una sonrisa muy dulce y bonita.
—¡Eres tú! —Alzo un poco la voz.
Por alguna extraña razón ambas tenemos la misma reacción y nos abrazamos. ¡Erlin Baltßun y yo fuimos juntas al Kindergarten! ¡Hasta que cumplí los 12 años nos veíamos todos los veranos y nos mandábamos cartas! Las cartas, de hecho, dejamos de mandárnoslas un año y poco después.
La busqué hace poco por Facebook, cuando encontré una foto nuestra de pequeñas, pero nunca la llegué a encontrar y, lamentablemente cuando le mandé una última carta fue devuelta a mi casa. Su última carta decía que se mudaba de casa, pero se le olvidó decirme su nueva dirección. Eso me puso triste porque realmente éramos muy amigas
—¿Qué haces por aquí?
—Es una larga historia... Ahora vivo aquí.
—¿Cómo está tu madre? Mamá se puso muy triste cuando perdimos el contacto, ellas realmente eran muy amigas y se llevaban muy bien. Creo que todos lloramos cuando se nos extravió vuestra dirección.
Me explica que ella siempre tiraba los sobres de las cartas donde venía mi dirección porque la tenía apuntada en una libreta junto con el número de teléfono de mi madre en el que hablaban de vez en cuando.
Cuando quiso escribirme ya no pudo hacer nada y su madre también había perdido el contacto de mi madre.
Consigo no decirle nada sobre mi madre porque hablamos un poco y definitivamente las dos tenemos la misma idea de intercambiar los teléfonos. Lo bueno de los llamados Smarthphone es que ahora queda un registro detrás.
La llamo una vez agendada y ella guarda también mi teléfono.
Vuelve a preguntar.
—¿Entonces Carmen y tú os habéis mudado de nuevo a Berlín? —Niego. La garganta se me cierra y me paralizo, no me es fácil hablar de ello, no en un lugar repleto de gente y creo que voy a empezar a llorar. Por alguna razón, ella entiende de inmediato y dice—: lo siento, sé que no es mucho, pero realmente lo siento. Ella era mi madrina, le tenía un gran cariño. ¿Puedo decirle a mamá?
—Sí. Gracias por pedir permiso. —Estamos en la entrada del edificio hablando.
Ella no entiende por qué le agradezco, pero tampoco pone ningún inconveniente ni hace ninguna pregunta. Ella simplemente respeta que es algo mío incluso cuando mamá era su madrina.
No me importa que se lo diga a su madre, Candace creo recordar que se llama, si hizo a la mía la madrina de su hija, por algo sería.
—Voy a ir a tomar algo con mis amigos, si te quieres unir, siéntete libre de venir con nosotros. Para mí sería un placer que me permitieras introducirte en la vida berlinesa.
Ella realmente es agradable. Me preguntaba que había sido de la chica histérica y dramática que había conocido durante tanto tiempo.
Quiero aceptar, pero es entonces cuando el pitido de un coche llega a mis oídos y varias personas nos giramos. Jhon Schrödez me está esperando en su Audi para que vaya.
—Tal vez, ¿otro día?
—Te escribiré Nela Garsia, no se me va a olvidar. —Me da un pequeño abrazo que realmente me hace sentir apoyada y un poquito menos sola y río cuando pronuncia mi segundo apellido al-más-puro-estilo-alemán.
La tía Isabel estaría orgullosa de ella.
Contesto un WhatsApp que tengo de mi tía y le hablo de mi encuentro con mi vieja amiga de la infancia. Guardo el móvil y entro en el coche, en la parte trasera. Nunca más iré de copiloto. Me asusta mucho.
—Sabes que no soy taxista, ¿verdad, Manuela? —Jhon lleva otro traje de dos piezas y el pelo un poco revuelto por el viento—. ¿Quién era?, ¿ya hiciste amigos?
—Una vieja amiga —Alza una de sus cejas, esperando que dé más información—. Erlin Baltßun.
—Oh, vosotras eráis inseparables. Tanto que hasta tu madre era su madrina y la suya es la tuya. ¿Sigue tan llorica y dramática como siempre?
—No lo sé, Jhon, me acabo de reencontrar con ella.
—Erlin era capaz de sacar de quicio a cualquiera —ríe—, pero siempre tan amable y educada.
No sabía ese dato. Recuerdo a su madre, al menos la mata roja que tenía por pelo al menos en aquellos tiempos.
Aparca el coche en la única plaza vacía que queda.
Entramos, me quito los zapatos y pongo las zapatillas azul celeste que Caroline compró para mí. Jhon me entrega una copia de las llaves y me dice que por fin ha tenido tiempo para ir a hacerlas. Me explica mientras desabrocha su chaqueta cómo llegar o cómo tomar el metro para llegar a su casa. Se explica muy bien, lo reconozco, el problema es que mi sentido de la orientación es nulo y el plano del metro de Berlín que me da es lioso. ¿Alguien de verdad se aclara con esto?
Escuchamos unas risas venir de la cocina. Creo que es el momento de conocer a Thomas.
—¿Qué estáis cocinando? —Jhon abre la nevera y toma dos cervezas y me ofrece una— ¡Hola, campeón! —Deja un beso sobre un joven que está de espaldas y tiene el cabello negro, luego se acerca a Carol y le da un pico en la boca—. Sabes que aquí es legal a los 16 años beber cerveza, ¿no? —Centra su atención en mí.
Estoy un poco bloqueada y llena de rencor y digo lo primero que se me ocurre:
—Me sorprende que sepas que tengo ya 16. —No me arrepiento de decírselo, pero tal vez no está bien empezar una relación de acoplarme-a-su-familia-hasta-que-cumpla-los-18-porque-es-evidente-que-él-ya-tiene-una. Aun así, acepto la cerveza.
Thomas se da la vuelta y me mira de mala manera. Parece ofendido. Yo me fijo en él. Tiene el pelo negro y liso, un poco de melena y flequillo corto que le rodea la cabeza a la altura de las sienes. Sus ojos están un poco rasgados, son un poco más pequeños que los considerados 'normales' y tiene muy poco párpado, no llegan a ser ojos plenamente asiáticos, pero por la forma que tienen, se acerca bastante. Su piel es algo aceitunada a diferencia de su madre que tiene una piel bastante nívea. ¿Ellos realmente son madre e hijo? O sea, sí, pero igual es adoptado.
Entonces me fijo en sus ojos. En el color de ellos. Son idénticos a los de su madre.
—Nela, ¿has probado el Königsberger Klopse [3]? —Caroline me pregunta, ella realmente es agradable.
—No sé qué es.
—¡Te va a encantar! —Thomas se dirige a mí con mucho entusiasmo—. ¡Mi madre es la mejor cocinera del mundo! Algún día tienes que probar sus Schnitzels [4] y en invierno te va a flipar cómo Jhon y ella hacen el Eintopf [5].
Ese último sí sé lo que es, se trata de un guiso muy rico que mi vecino alemán, un señor jubilado llamado Steffen siempre hacía en ollas grandes en invierno y nos daba un par de túper para que disfrutáramos de ello.
Empezamos a comer y me explican que estoy comiendo albóndigas de ternera en una cremosa salsa blanca con alcaparras y zumo de limón y con patatas cocidas de acompañamiento.
¡Realmente está delicioso!
—Mañana por la noche saldremos a cenar, Manuela. Es nuestro día de la semana. Iremos a Breite Rücken, la reserva es a las 19:00.
La comida transcurre tranquilamente y una vez terminamos recojo mi plato y lo pongo en el lavavajillas y después subo a mi cuarto. Llamo a la tía Isabel y hablamos un poco, le hablo sobre mi reencuentro con Erlin, la cual me escribe poco después y me pregunta si me apetece quedar a comer el viernes que viene con ella. También me manda recuerdos de parte de su madre.
Recibo un correo de mi psicóloga indicándome que en breves se pondrá en contacto con mi nueva terapeuta —adelantándome así que será mujer— y que sin problema podemos tener alguna reunión virtual, pero que Jhon debería dar su consentimiento.
Por último y antes de dormir una siesta más que merecida, empiezo con la tarea que ya terminaré durante el fin de semana.
Bávaro: dialecto del alemán hablado en Baviera y que los alemanes consideran muy complicado. Tienen el acento más cerrado y difícil.
Servus: Saludo en el dialecto alemán para decir "hola" (en alemán neutro se dice "hallo").
Königsberger Klopse: plato típico alemán, sobre todo de la gastronomía cercana a Berlín. Se cocina como una especie de albóndiga y una salsa de crema de alcaparras.
Schnitzel: es uno de los platos más famosos de la gastronomía germana y austriaca.
Eintopf: estofado alemán.
Pronunciación de nombres de este capítulo:
Heike König: Jaike Kounig.
Vögel: Fuguel.
Schmetterling / Erlin Baltßun: Ssmeterlin / Erlin Baltssun.
¡Hola!
¿Os está gustando?
Sé que van sólo dos capítulos de momento, pero me hace mucha mucha mucha ilusión conocer las sensaciones que vais teniendo y que os va generando la historia.
¿Habéis probado alguno de los platos que os he mencionado arriba?
Os recuerdo que las actualizaciones son los JUEVES. ¡No os olvidéis de guardar la historia para conocer las actualizaciones!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top