Siebenundzwanzig: Te tengo a ti.
Capítulo dedicado a howland_ross_keller. Muchísimas gracias por el apoyo, por recomendar mis historias a la gente que conoces y por emocionarte tanto con las actualizaciones. ¡Me hace muy feliz saber que te gusta tanto Narciso!
━━━━━━━━※━━━━━━━━
Siebenundzwanzig: Te tengo a ti.
—¿Estás seguro de quieres bailar conmigo? —Jhon alza una ceja cuando mis palabras salen y le retan—. Te voy a pisar los pies, papá.
—Te he cambiado los pañales, Manuela —Pongo los ojos en blanco cuando me llama así—, contigo ya estoy curado de espanto.
A veces se me olvida que este señor ya tiene una edad y que ser alemán no significa que no se comporte o tenga comentarios típicos de cuñado. Supongo que es ley universal.
—Pero... ¡nos están mirando! O sea, que es normal, sabes, ¡obviamente lo sabes! —Agacho un poco la cabeza—. ¡Eres el novio! Aunque bueno, ahora el marido, pero... ¿por qué nos miran tanto? ¡Que miren a Caroline!
Suelta una sincera carcajada que marca las suaves arrugas en su piel un poco más y por primera vez siento que no es un defecto hacerse mayor, que algunas estrías son simbolismo de haber vivido, ya sea feliz, triste, asustado, enfadado, enamorado o sin poder explicarlo.
—Hija, muévete, que parece que te estoy arrastrando.
Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que somos los únicos en medio de la pista de baile y que están esperando a que mi padre y yo nos acompasemos para que Thom saque a bailar a su hermana.
No me gusta ser el centro de atención y mucho menos saber que hay gente que puede juzgarme por si bailo bien o mal con mi padre un maldito vals alemán.
—¿Por qué tengo que bailar contigo casi toda la canción y Thomas solo un trozo?
—Porque Caroline tiene a su hermano, a su padre y a su hijo para bailar y yo sólo te tengo a ti.
—Por una vez no me importaría ser poco importante en tu vida... —Se me escapa decir y él suelta una pequeña risa—. ¿Te estás riendo de mí, Jhon?
—Hija, es que no tienes remedio.
Este debería ser un momento bonito para nosotros y en cambio yo estoy acojonada de hacerlo mal y mi padre aprovechando la situación para recordármela de por vida.
Si algún día acababa casándome, estoy segura de que mencionaría este momento. No para avergonzarme y tampoco para reírse de mí. Más bien como una anécdota que habíamos vivido como padre e hija y que le haría ilusión recordar.
—Ahora, Nela. —murmura mi padre haciendo un gesto hacia Caroline—. Ahora debes ofrecerle mi mano.
—¿Qué?
¿Y eso cómo se hace?, ¿debo parar en medio de la pista, aclararme la voz y anunciar un «con todos ustedes, los recién casados bailarán un poquito, luego pueden seguir bebiendo, fumando o haciendo lo que más les apetezca»?
Empiezo a agobiarme y no encuentro la solución en Jhon ya que, por algún motivo, le contagio los nervios y sin querer me pisa un pie.
—¡Ay! —exclamo y me alegro de que no se oiga apenas—. ¡Ten cuidado!
—Llévame con Carol, hija. —insiste.
—¿Cómo?
Niega sin perder esa sonrisa que tanto ha practicado para mostrarle a todo el mundo cuando está en calidad de abogado y no como una persona de carne y hueso y me hace girar, aproximándonos a su ahora mujer.
Suelta una de mis manos y en nuestro campo de visión aparecen Caroline y su padre, detrás de ellos está Friedrich.
Jhon me suelta al acabar la canción y tras un último giro, mira con el cejo fruncido a Narciso y le da mi mano.
—Te estoy vigilando, muchacho.
—No te preocupes, suegro, que yo no le pisaré los pies.
Sonrío sin poder evitarlo porque me encanta la familiaridad con la que mi exnovio-novio-no-sabemos-lo-que-somos-por-fa-Friedrich-deja-de-marearme le vacila sin miedo a acabar enterrado siete metros bajo tierra.
Suelta un gruñido y parece dispuesto a responder, como si quisiera preservar mi honor y dignididad y su aviso de que tenga cuidado conmigo.
Hecho que me hace plantearme si con Erlin también actúa así, si por la confianza que tiene con Erik prefiere no decir nada o si es más bien algo cultural de que a la niñita hay que protegerla, pero al novio no.
Y eso me lleva a hacerme otra pregunta: ¿Erik se comportará de forma tan retrógrada con Thomas o simplemente es Jhon quien prefiere mantener ese tipo de actitud?
Fuera como fuese, sus rubias cejas dejan de estar tan fruncidas cuando Carol requiere su atención y nos guiña un ojo en nuestra dirección.
Al menos hay una persona más coherente en esta familia.
—¿Vas a sacarme de aquí? —pregunto ilusionada por escaquearme de este sitio.
—No. —Otra canción empieza a sonar y aunque nos aleja del centro para que los recién casados estén en medio de la pista, decide ponerse en posición de bailarín y me sujeta por la cintura y acerca un poco a su cuerpo—. Vamos a bailar.
No da opción a que se lo niegue.
—Tú no bailas. —le recuerdo con algo de retintín en mi voz.
—No bailo de normal —puntualiza sin intención de decir nada más. Planto mis pies y le hago tropezarse—. Respuestas, quieres respuestas —Pone los ojos en blanco y yo sonrío concediéndole que me mueva al ritmo de la clásica música—. ¿Quién no baila en bodas?
—¡Yo!
—¿No os enseñan a bailar?
—¿A ti sí?
Parecemos dos tontos respondiéndonos con preguntas, alguno tiene que ceder y no me importaría ser yo la que lo hiciera si eso me asegurara que contesta.
—En el orfanato teníamos una asignatura de etiqueta, ¿por qué no os enseñan a desenvolveros en días especiales?
—Lo hacen —Me contengo porque mencionar que es función de los padres cuando los suyos fueron una fuente de traumas no es algo que quiera hacer—. Pero no sé, supongo que los que se casan practican algún baile y luego los demás deciden si unirse o no..., al menos en las canciones lentas.
—Yo... —Se queda pensativo.
—No quiero obligarte a hablar, Friedrich —Le miro a los ojos y asiento—. Quiero que cuando tengas que decirme algo, lo hagas. No es lo mismo guardarte información importante que nos afecta a ambos a que no quieras contarme sobre tu pasado.
—¿No quieres saber sobre mi pasado? —Alza una ceja y una vez más no sé si está vacilándome o hablando en serio.
—¡Claro que quiero! —me apresuro a clarificar—. Pero sólo si tú quieres y estás preparado, no porque te sientas empujado a ello... no más de lo que ya te presiono por naturaleza.
—Iba a decir que estás guapísima, pero es algo que ya te he dicho, así que creo que es mejor si te digo la verdad: quiero subirte el vestido, hacértelo muy lento y no dejar que te corras hasta que me beses.
Noto el calor subiendo por mis mejillas y apropiándose de todo mi cuerpo.
Es una oferta tentadora, pero lo es aún más retarle y conseguir lo que ambos queremos.
—¿Tanto te cuesta besarme tú?
—Preciosa, estoy arrastrándome por ti, me arrodillaría ahora mismo si me lo pidieras y lo sabes, ¿no crees que debes poner un poco de tu parte?
Sí.
—¿Y no lo he hecho todo este tiempo? —Me hace girar y con disimulo me pellizca una nalga—. Sé que estás esforzándote y lo valoro, pero necesito más para saber que hago bien apostando por ti.
—Nunca harás bien arriesgándote por mí, pero soy un cabrón egoísta que no va a permitir que te des cuenta.
—No se te da muy bien si tú mismo me lo estás confesando.
—No te miento...
—Sólo me ocultas las verdades. —sonríe cuando completo la frase por él.
Durante un instante sólo somos Friedrich y yo hablando mientras intentamos coordinar los pies y simular que bailamos.
Le miro a los ojos y sé que él jamás será la calma que necesite, pero si es la guerra que ansío.
Algo le preocupa, lo noto por cómo se le nota la nuez de Adán al tragar en repetidas ocasiones.
Normalmente, cambiaría de tema y trataría de distraernos, de hacer que nuestro momento juntos fuera una odisea y no un instante en el que preocuparse.
Pero lo está intentando y quiere que me dé cuenta de ello.
—Te vas a España —Le cuesta formular la frase y por primera vez lo noto titubear. Es un temor que se ha adueñado de él—. ¿Cuándo?
—Friedrich...
—¿Cuándo?
—No lo sé.
—Pero tienes la intención, es lo que dijiste.
—Nunca he dejado de pensarlo.
—¿Ni cuándo estábamos juntos? —Aprieta la quijada y se debate entre mostrarse decepcionado y enfadado.
—Yo... Por favor, yo... Friedrich, necesito que me dejes hablar porque si no me voy a agobiar y no me voy a sentir bien y por favor, ayúdame a reconducir la conversación...
—Nela: sí o no.
—¿Y cuál es la pregunta? —Se me escapa un lamento. Estoy pasándolo muy mal.
Sé qué es lo que quiero decirle, pero no sé cómo expresarme.
—Joder, Nela... —Me acerca más a él—. ¿Siempre pensaste que lo nuestro no tendría futuro?
—¡No! —Niego rápidamente—. Pero España... siempre la he tenido presente, Friedrich, yo... me gustaría mucho volver...
—Nunca has visto Alemania como tu hogar —No puedo rebatirlo porque estaría mintiéndole y eso no es justo—, siempre nos has visto como algo transitorio, temporal.
—No, no es así...
—¿Nos ves en un futuro?
—Yo..., sí, hostia, claro, que sí, o sea no, quiero decir ¡sí!, pero tienen que cambiar cosas...
—Pero no ves Berlín como tu hogar.
—¿Te sorprende? —Desconozco cuánto tiempo llevamos en la pista de baile, pero no puedo dejar esto a medias—. ¿Nunca te planteaste que a lo mejor te tocaba ceder?
Y venir a España conmigo.
—No —Al menos es honesto con su respuesta—. Qué pinto yo en España, Nela, aquí tengo a la gente que me importa, tengo lealtad, tengo el confort, te tengo a ti.
—Yo... no lo sé... —Agarro su camisa e impido que se aleje—. ¡Claro que lo sé! —Me corrijo a mí misma cuando veo su ceja alzada—. Tú debes estar en mi vida. Siempre...
—Y tú en la mía —Se agacha y aparta un mechón de mi cabello—. Y ese sitio es Berlín.
—¿Y qué pinto yo aquí?
—Tienes amistades y familia.
—Pero mi tía y mis amigas...
—¿Mudarte a Berlín implica perder el contacto con ellos?
—¿Mudarte a Alicante es eso para ti? Porque te recuerdo que yo también tengo a gente en un cementerio...
No quiero hablar de esto ahora, no cuando es un día de celebración. No quiero crear un drama que no va a cambiarnos la vida y que puede esperar.
—Me encontré a mí mismo en Berlín y te encontré a ti en esta ciudad, para mí es suficiente razón y no vas a conseguir que cambie de idea.
—Céntrate en nuestro presente, Friedrich... porque ahora mismo no sé en qué punto estamos, o sea cómo nos vamos a poner a pensar en un futuro, yo... —Me hace girar y el vestido se levanta un poco. Está mirando la pierna desnuda gracias a la abertura del vestido—. ¡No me mires así! —le doy un toque en el brazo.
—¿Cómo?
—Con deseo..., me estoy sonrojando y me están entrando ganas de ti.
Suelta una carcajada, se agacha y aparta un mechón de mi cabello.
—Te estoy haciendo caso, preciosa, estoy mirando mi presente.
—Eres el peak del romanticismo. —Pone los ojos en blanco, pero no discute mis palabras.
—Nela, he conseguido uno, si quieres jugar a tentarme tengo que avisarte de que la tengo dura desde que te he visto y, joder, a mí con imaginarte mientras me toco ya se me hace aburrido.
—¿Y qué necesitas?
A mí, por fa.
—Follarte, joder, preciosa, necesito follarte.
—¿Tantas ganas me tienes? —Me atrevo a provocarle un poco.
—Las mismas de siempre —Me toma de la mano y nos aparta de la gente—. Puedes comprobarlo si quieres.
Con disimulo deslizo la mano hacia su vientre y de ahí voy bajando hasta palpar por encima del pantalón.
Tiene razón.
Agarro su corbata en señal de que quiero que se agache.
—Llévame a los baños, Friedrich, llévame ahora.
━━━━━━✧❂✧━━━━━━
Sus manos vuelan a mis muslos y su boca a mi cuello, tentando, como sólo él sabe hacer y obligándome a intentar tener un poco de autocontrol para no besarle.
Trato de aflojar la corbata que lleva y cuando ve que mis esfuerzos son en vano, se separa para encargarse él.
—Tú y yo tenemos un problema con los baños. —Entrecierro los ojos y me deleito con la vista que me ofrece.
—No lo considero como tal. —Se pasa la lengua por el labio inferior.
Ver a Friedrich desnudarse no es sólo un privilegio que sólo yo tengo, es que me enciende lo suficiente como para comprender que me atrae mucho más de lo que podamos imaginar físicamente hablando.
Mi corazón le pertenece, pero es que mi cuerpo se acelera y prepara incluso en movimientos tan cotidianos como desabrocharse una camisa.
—Glauben —Leo el tatuaje de su pecho en voz alta—. Echaba de menos verla en tu cuerpo.
Se acerca mientras se desabrocha el cinturón y me pongo manos a la obra con su pantalón. No lo necesitamos.
—Bésame, Nela.
—¿Por qué? —Me levanta de la jofaina y arrastra el tanga sin costuras hacia abajo—. Estas me las quedo.
—¡Eh! —Me quejo.
—No pienso devolvértelas hasta que me beses, preciosa.
No sé dónde las guarda porque lo siguiente que sé es que estoy entre la puerta y él, apretada como si quisiera que nos volviéramos uno y dejáramos de ser dos.
No me besa en ningún momento, pero eso no le impide tentarme con su lengua cuando me besa por el cuello o muerde el lóbulo de mi oreja. Tampoco le impide recrease con besos en las mejillas y crear un sendero imaginario que le lleva hasta el escote de mi pecho.
Su primera reacción es abrirme con fuerza el corsé y me siento orgullosa de frenarle a tiempo y negar con picardía.
Noto su erección en mi vientre y sigo maravillada de la facilidad con la que me sujeta, como si no le costara ningún tipo de esfuerzo mantenerme en sus brazos.
Una de sus manos viaja hacia la cara interna de mis muslos y suelto un gemido al sentir sus dedos buscando darme placer, provocándome sin llegar a extasiarme porque esta vez los dos queremos ser protagonistas de un orgasmo.
—Ponme el condón, preciosa, demuéstrame que tienes el control. —Sus palabras me excitan y con las mejillas acaloradas busco en el bolsillo que me indica.
Rasgo con cuidado el envoltorio y sin mirarle a los ojos le pido que me deje en el suelo. Me pongo de rodillas y bajo hasta el suelo su ropa.
Miro hacia arriba y sus dedos me acarician con cuidado de no despeinarme.
Ver a Friedrich siempre me alegrará la vista, verlo esperando con el pene completamente erecto y cediéndome el poder, es otro mundo.
Y es ahí cuando decido tentar a la suerte y jugar con su paciencia.
—Preciosa... —Y sé que se arrodillaría ahora mismo con sólo pedírselo, pero en cambio consigo que gima como nunca antes lo había hecho y eso me gusta—. Ponme... el... maldito condón y levántate.
Acabo obedeciendo tras sentir un pequeño tirón en el pelo y me levanto algo nerviosa.
—¿Tan mal lo he hecho?
—Demasiado bien como para aguantar tener más tiempo tu boca en mi polla, Nela.
Me penetra poco a poco y cuando le pido que acreciente el ritmo, se niega.
—Friedrich...
—Te dije que te lo haría despacio, ahora cállate y bésame.
Y así lo hace mientras que intento seguir el tortuoso y profundo ritmo que ha creado entre los dos.
—Bésame tú. —le pido con casi desesperación mientras siento que estoy a punto de estallar y él frena, castigándome—. Por favor...
—Un poco más —Apoya su frente contra la mía y sus manos se clavan en mi cintura—. Deja que te disfrute un poco más, no sabes lo bonita que estás mientras follamos.
Necesito besarle, necesito su boca.
Y lo hago.
No lo pienso dos veces cuando siento que vuelve a dejarme a medias y me lo hace con tanta profundidad que me entran ganas de llorar por el placer que siento, por el amor con el que me mira y por todas las sensaciones que estoy viviendo ahora mismo.
Gimo su nombre pegada a su boca y me lo recompensa dándome una nalgada que me lleva al límite de nuevo mientras que la fricción entre ambos me catapulta al éxtasis.
No tarda en correrse y cuando abro los ojos tras recuperarme con la respiración agitada, lo veo sonreír.
Cree que ha ganado.
—Nunca más vuelvas a negarme tu boca, preciosa, la próxima vez no dejaré que te corras. —Esta vez me besa él y yo acepto con buen agrado.
—Gané —digo cuando nos separamos—. ¿No te das cuenta?
—¿Ah sí? —alza una ceja mientras sigue dentro de mí y yo descanso la cabeza en su pecho.
—¿Sabes lo triste que es hacerlo con la persona a la que amas y no daros un simple beso? Es la sensación más horrible del mundo y tú y yo estábamos a punto de descubrirlo. Se supone que los orgasmos de reconciliación tienen que ser... apoteósicos, no hacer que te entren ganas de llorar.
—Nela...
—Pero tú, tú has dado el paso de besarme y estoy agradecida con ello. —Esta vez sonrío sintiéndome yo la ganadora.
Y hasta aquí se acabó ser vengativa con él. Si vamos a intentarlo, que sea sin revanchas de por medio; tenemos que ser un equipo.
Se separa de mí y hago un puchero al sentir el frío golpeando en mi parte íntima.
—Ven —Me toma de la mano—. Voy a limpiarte.
—Llevamos demasiado tiempo aquí, alguien podría entrar y...
—Dos guardaespaldas lo están impidiendo —Se encoge de hombros mientras se quita el preservativo y lo anuda—. Es su misión protegerte, así que nadie entra a no ser que sea una urgencia.
Genial. Ahora los guardaespaldas de mi padre saben lo que estaba haciendo. ¡Qué vergüenza!
—En fin... —Pongo los ojos en blanco y me lavo las manos mientras veo cómo tira el condón sin esconderlo bien. Este chico no aprende—. ¿Me devuelves mi tanga?
—No. —Se coloca detrás de mí, moja su mano y busca mi hendidura para limpiarme.
Estoy sensible y él lo nota porque aprovecha para jugar con mi clítoris y bajarme el vestido.
—Necesito mi ropa interior.
—Mala suerte —Coge papel higiénico y lo envuelve antes de guardárselo en la parte interna de la chaqueta—. Este es mío.
—¿Por qué los hombres tenéis ese fetiche con guardaros la ropa interior de la mujer?
—¿A cuántos hombres conoces que hagan eso? —pregunta con curiosidad—. ¿Cuántos hombres tienen tus tangas, preciosa? —Me abraza desde atrás y mete un dedo dentro de mí—. ¿Y bien?
Me sujeto a su brazo y siento la sensibilidad por todo mi cuerpo cuando mete un segundo.
—Friedrich...
—¿Cuántos?
—Sólo tú..., hombre de las cavernas.
—¿Cómo me has llamado?
Y después de un mes siento que todo está bien, que él y yo no tenemos que darnos un tiempo para superar nuestros traumas porque muchas veces también se requiere ser el apoyo de esa persona.
Si la relación funciona, ¿por qué abandonarnos en los peores momentos?, ¿no se supone que hay que quererse y apoyarse?
—¿Nela?
—¿Mmm? —pregunto distraída mientras me bajo aún más el vestido por miedo a que se vea que no llevo nada.
—Te he hecho una pregunta.
—No te estaba haciendo caso, perdón...
Suelta una carcajada y abre la puerta del baño. Se mira con complicidad con los dos desconocidos que ahora sé que son mis seguratas y me lleva de la mano hasta el bar para buscar alguna bebida.
—¿Qué somos?
Me quedo pensativa.
Me encantaría decirle que lo somos todo y que lo vamos a conseguir, pero entonces estaría siendo demasiado idealista y tampoco es cuestión de mentir.
—Un pacto, nos cuidamos y no nos abandonamos.
¡Hola! ¿Qué os ha parecido?
No os olvidéis de votar y comentar si os ha gustado.
¡Perdón por el retraso, pero aquí tenéis la actualización!♥
¿Alguna se pensaba que se iba a quedar sin detalles? ¡Levanten esas manos señoritas! JAJAJAJ
El capítulo puede ser que contenga errores porque no me ha dado tiempo a revisarlo exhaustivamente.
¿Qué pensáis del momento padre - hija bailando?, ¿y Friedrich y Nela hablando del futuro y dónde lo vivirían?, ¿os imagináis a Friedrich en España? Sería curioso con su cremita de sol de lo blanco que es y todo el día escuchando ruido con lo mucho que aprecia él el silencio JAJAJAJAJA
¿Podemos hablar de Nela rebautizando la frase icónica de Friedrich de "un pacto: yo te cuido y tú no me abandonas"? O sea: aquí no se abandona nadie y se cuidan mutuamente♥.
¡Os quiero!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top