Siebenundzwanzig: Regalo de cumpleaños
Capítulo dedicado a annaflor5 porque siempre te veo comentando y votando y me hace mucha ilusión dedicarte uno de mis capítulos favoritos de los que he escrito en esta novela.
Siebenundzwanzig: Regalo de cumpleaños.
1 de enero, 2020.
Después de tomar las uvas en casa y con el canal internacional español puesto en la televisión, ayudo a recoger y me sorprende ver a Jhon disfrutando tanto de la tradición española, es evidente que es una costumbre que ha vivido más veces.
—¿Has felicitado el año a tu tía? —Empieza a colocar los platos en el lavavajillas—, ¿y a tu abuelo?
—Sí.
Se me hace raro pensar que mi vecino es realmente mi abuelo, bueno, sigue siendo mi vecino, bueno, era mi vecino.
—¿Cómo están?
—Bien.
Aprovecho para felicitarle a Dani, Dian, Avery y a mis amigos de España el año nuevo.
Quería ver a Narciso y darle su regalo de cumpleaños, Thomas me había ayudado a comprar por Amazon un poster de edición limitada y de tamaño bastante grande de uno de los grupos favoritos del cumpleañero: The Cure.
Me había costado bastante dinero, pero le gustaría, estaba segura de que así sería.
—¿Sólo bien? —Deja de llenar el lavavajillas y me mira interesado.
—Sí, sí.
No le atiendo demasiado, acabo de recibir una notificación de Erlin. Soy generación Z, qué le hago.
Erlin: Feliz año, Schnecke!!
Schmetterling y su costumbre de llamarme caracol desde que me habían operado. Lo había hecho ya un par de veces y no es que me pareciera molesto, al contrario, me resultaba gracioso.
Los alemanes y su manía con pensar que era bonito apodar a la gente con nombres de animales era algo, desde luego, curioso.
Erlin: vienes hoy?
Erlin: por faaaaaaaaaaaaaaa, que no quiero estar solitaaaaaaaaa
Nela: feliz año a ti también😊
Quiero preguntar adónde, pero antes de ello una notificación emergente de Narciso me llega.
Me está felicitando el año y, además, recibo un archivo multimedia por su parte.
Me apoyo en la encimera y trago saliva, intentando disimular aun sabiendo que soy nefasta en poner en práctica el significado de esa palabra.
Es él. Qué guapo está.
Es una foto de cuerpo en un espejo. Lleva una camisa blanca abotonada y con cuello de pico, unos pantalones formalitos negros que se ajustan con un cinturón y permiten que la imaginación salga a pasear.
Dios santo.
Nela: No me has dado tiempo a q te felicite☹
Friedrich: Ya. ¿Vas a ser tú mi regalo?
Me sale el mood de borracha, como él mismo diría.
Nela: ¿De cumpleaños o de año nuevo?
Imito su forma de escribir, intentando sonar segura de mí misma y de mi respuesta.
Friedrich: Sí.
Friedrich: Sí a todo.
Uy. ¿He conseguido ponerle nervioso?
Yo realmente quería ser su regalo de cumpleaños, de año nuevo y de lo que hiciera falta.
—¿Vas a salir hoy? —Jhon alza una de sus cejas y consigue por fin toda mi atención—. Si lo haces, quiero que estés en todo momento atenta al móvil, no te separes de Thomas y no te quedes sola en ningún momento.
—¿Y dónde iba a ir?
—Vamos a casa de Friedrich —Thomas entra dejando los vasos en el lavaplatos—. ¿Te apuntas?, es su cumpleaños y Erlin viene.
Como si pudiera olvidar qué día es hoy.
Ahora entendía a qué se refería mi amiga con los mensajes. Aunque, me había contestado seguramente explicándomelo y no le había hecho mucho caso.
—Mmm..., ¿quién más estará?
Thomas se encoge de hombros y antes de poder contestar, Jhon interrumpe.
—Hijo —Jhon le llama, con seriedad aparente, pero sin parecer molesto—, vigila los movimientos que tu amigo y tu hermana hagan.
Thomas Koch se atraganta y empieza a toser. Si la intención de Jhon era matar a su hijo por asfixia, desde luego que iba por muy buen camino.
—¿Quieres que yo vigile lo que él haga con Erlin?
Bueno, mi amiga no tiene por qué saber esta pequeña traición por mi parte. Pero, en mi defensa debía decir que no me parecía nada justo que a mí me tuvieran que vigilar cuando él hacía cosas más adultas con Erlin que lo que hacía yo con Narciso.
—¿Erlin? —Mi padre se muerde la lengua—, ¿Erlin Baltßun?
—Sí. —respondemos al unísono.
—Me gusta para ti —apremia—. Muy bien hecho, hijo. Es un poco diva según me ha contado su padre, pero me agrada.
Cierto, Erik no solo era el padre de Erlin, también estuvo a punto de ser mi padrino y, además, uno de los mejores amigos de Jhon.
—Gracias. —Sonríe, sintiéndose un triunfador.
—¡Y tú! —Se queda mirándome—. Simplemente usa protección, por favor. Voy a ser padre en 7 meses, no me hagas abuelo.
—¿Jhon? —Mi cara debe ser un poema, estoy incrédula—. Tengo 17 años, no busco un bebé ni voy a tener pues... eso ahora mismo y mucho menos con... él. —esclarezco refiriéndome a Narciso.
Qué embustera eres, ya te gustaría ya..., ¿pueden mis hormonas no intentar traicionarme?
—¡Tú haz lo que quieras! —dice nervioso.
—¿Qué se supone que estás haciendo, papá? —ríe Thomas.
Thomas a veces le llamaba Jhon y otras veces le decía papá. Iba cambiando según el momento.
Si él se sentía cómodo llamándole así, a mí no me importaba.
—Si se lo prohíbo —Me señala—, lo hará y las consecuencias ya me las conozco. Mejor intentar terapia de choque o como se diga.
—¿Las consecuencias soy yo? —Intento desviar el tema, no quiero hablar de sexo con mi padre.
O sea: no.
Se sonroja.
Por primera vez en mi vida veo a Jhon Schrödez rojo como un tomate de la vergüenza.
—¡No me jodas, papá! —Es evidente que Thomas no se esperaba esa declaración.
—Si queréis que hable, os buscáis un abogado y más vale que sea la mitad de bueno de lo que yo lo soy, en especial si esperáis algún resultado favorable.
—Con un par de Whiskies eres capaz de ponerte a cantar la ópera de Tristan und Isolde, cariño —Carol llega con el teléfono en la mano—, ¿qué me he perdido? —Se coloca el móvil en la oreja, atendiendo posiblemente a una llamada—. Mi madre quiere felicitarte el año, Jhon.
La mira suplicante, como si no quisiera hacerlo.
Pero no tiene remedio, es lo que pasa en las fechas señaladas. De esas tradiciones tan incómodas parece que no se salve nadie.
—Ventajas de que ni tu abuela te quiera —sonríe Thomas—. Me libro de hablar con esa bruja.
Thomas acostumbraba a ser muy cruel consigo mismo y lo enmascaraba con el llamado humor negro. Usaba ese mecanismo de defensa para protegerse y, en situaciones donde hubiera mayor confianza, no hubiera dudado en darle un abrazo.
Sentirse repudiado no sólo por tu padre, sino por tus abuelos, tenía que ser doloroso.
Que la persona a la que más querías en el mundo siguiera manteniendo el contacto con alguien que debería quererte y adorarte, también le rompía.
—¡Thomas! —reprende Caroline—, no se te ocurra.
—Voy a cambiarme —Mira la hora en el reloj de la cocina—. Tienes 25 minutos, Nela. —avisa antes de irse.
—Esta situación es superior a mí, son mis padres y él es mi hijo. Los amo.
—¿Saben que estás embarazada?
Asiente.
—Y están muy ilusionados de que el padre sea alemán —Le duele, su hijo le duele—. No soporto el racismo de mis padres, sé que son personas mayores, pero no les da derecho a tratar así a su nieto.
—¿Y qué vas a hacer?
—O aceptan a sus dos nietos o no aceptan a ninguno, pero discriminar a mi Thomas..., me niego —Un puchero nace de sus labios—. Ve a cambiarte, que sino llegaréis tarde.
Le doy una sonrisa y camino hacia las escaleras, no sin antes ver la mirada suplicante de Jhon queriendo cortar la llamada.
En ese momento me surge la duda, ¿cómo se llevaría Jhon con mis abuelos maternos? Mi abuelo murió poco antes de que yo naciera y mi abuela poco después de que empezara el instituto.
Pero él sí pudo conocerlos, a ambos.
Y me encantaría saber cómo era la relación entre ellos, si le gustaba pasar momentos familiares con los padres de mi madre y si en algún momento mi tía Isabel y él llegaron a llevarse bien.
Había cambiado el pijama por un pantalón vaquero de talle alto y una camisa roja de cuello redondo y mangas de tipo obispo y transparentes con lunares.
Thomas simplemente se había puesto una camiseta de manga larga de Tommy Hilfiger y unos pantalones básicos denim.
Habíamos pasado a recoger a Erlin y también a Hugo. Él no podía conducir: hacía poco más de una semana que una bala le había rozado el costado y se había salvado de milagro de tocar las costillas y un pulmón.
Una bala que había recibido por cubrirme las espaldas y ni yo misma había sido consciente de ello.
Hugo Müller podía ser muchas cosas: cabezota, algo desagradecido, impulsivo y con un temple algo dudoso, pero no cuestionaba sus intenciones.
Sabía de primera mano que tener un propósito bueno no siempre era algo que justificara su comportamiento.
De hecho, la idea de que pudiera hacerle daño a Daniella me enervaba. Él no sabía quererla, no quería quererla bien, no pretendía hacerlo, pero su parte más infantil no le permitía avanzar o más bien él no quería mejorar.
Vivir establecido en la culpabilidad y en los errores del pasado a veces era un vicio que las personas no podíamos permitirnos, no si eso nos impedía crecer como personas y enmendar nuestros desaciertos.
—¡Feliz año, colega! —Entra en el asiento de copiloto y exclama con alegría—. ¡Feliz año, españolita!
Se acomoda con cuidado, intentando no ser muy brusco con su cuerpo.
—Igualmente. —respondo con cierto respeto, pero manteniendo las distancias.
Una cosa era que le diera crédito a lo que había hecho por mí y que estuviera eternamente agradecida, otra muy diferente que me tuviera que llevar bien con él.
—¡Feliz año, Erlin!
Ella asiente con la cabeza y centra su mirada en el móvil. Ella desde luego no quiere tener nada que ver con él. Su relación con Thomas era una cosa y no por ello tendría que llevarse bien con Hugo o el resto de sus amigos.
Ni siquiera se había dado cuenta de que estaba herido.
—¿El sofá ya está en camino? —Hugo pregunta, ignorando el hecho de que ninguna de las dos nos sentimos plenamente cómodas con él.
Es muy seguro que estuviera acostumbrado a ser juzgado y rechazado por los errores del pasado. Pero es que se lo había ganado a pulso.
—Sí, lo tienen Izima y Hans en la camioneta, creo que están esperándonos para subirlo.
—¿Quién es Izima? —Erlin deja su móvil de lado y se interesa por ese nuevo nombre.
—Una amiga.
Pongo los ojos en blanco. Los chicos deberían ser algo más específicos cuando empiezan una relación con alguien y aún no se han establecido las bases de estas para evitar malentendidos.
Una amiga podía significar muchas cosas, algunas muy buenas y otras muy malas.
—Sigo esperando una respuesta, Callum Thomas.
Pocas veces le había oído usar el primer nombre de mi hermanastro, entendía perfectamente que a él no le gustara y no iba a juzgar que estuviera apretando con fuerza el volante.
No sólo tenía la genética en su contra, haciéndole comparable a su padre biológico; tampoco era el hecho de llevar su primer nombre en su honor cuando Caroline pensaba que no había tanta maldad en su ex. El problema recaía en que Erlin no sabía nada sobre la historia de su chico y, eso podía acabar siendo un problema.
El afán de protección que sentía Thomas hacia Erlin les ahogaba.
—Izima acaba de perder a su novio, Mausi —aclara él en un suspiro—, un accidente de moto. —miente.
Thomas no era del todo sincero con ella, no en ciertas cosas y no sabía si envidiaba la inocencia de Erlin o temía que se alejara por si algún día se daba cuenta.
Izima había visto morir a Nils; había visto como su pareja moría a manos de los hombres de Sanders.
El destino me empezaba a dar cada vez más miedo.
—Ay, jo —Erlin pone morritos, sintiéndose culpable de haberse preocupado.
—Es una amiga —repite, consiguiendo que Erlin no haga más preguntas—. Mi chica eres tú.
Mira por encima del retrovisor encontrándose a la pelirroja algo sonrojada, pero recomponiéndose enseguida.
Era demasiado diva.
—Bueno, a mí aún no me has pedido que sea nada. Así que, hasta nuevo aviso, seguimos conociéndonos.
—Esas cosas no se piden..., si quieres lo hablamos, pero no voy a pedirte ser mi novia. —argumenta.
—Tú sabrás, pero yo quiero una fecha y eso significa que, a mí, sí me lo pides. —decreta sin darle opción a Thomas de una réplica.
Le estaba pidiendo una fecha al tío que tenía por contraseña de móvil su primer beso con ella.
—Colega —Hugo se ríe entre dientes—, te lo ha dejado explicadito.
—Y tan explicado. —bromeo con Hugo sin poder evitarlo.
Esta situación era demasiado graciosa.
Abre la puerta, lleva una camisa medio abierta, permitiéndome verle el poco del vello que tiene en el pecho y me fijo mejor, lo que creía que en algún momento era parte de su piel, también es un tatuaje: Glauben.
«Creer»
O tal vez era un nuevo tatuaje.
Él no llevaba tatuajes ostentosos y enormes. Él quería que su cuerpo fuera un lienzo lingüístico. Cada tatuaje que había descubierto estaba compuesto por letras que formaban palabras o iniciales que escondían enigmas por conquistar.
Se queda observándome y yo aprieto en mis manos el paquete en forma de tubo envuelto que llevo como regalo.
Juraría que escucho a mi amiga añadir algo como "qué intenso"; tal vez es sólo mi imaginación. No lo sé.
No podemos dejar de mirarnos. Eso es un hecho.
Es un tipo de magnetismo imposible de ignorar. Hay que ser ciego o muy tonto para no ser capaz de apreciarlo.
Siento la garganta seca y los labios incluso cortados del frío o de la tensión. Me relamo el labio inferior, deseando en el fondo, que fuera él quien lo humedeciera.
Traga saliva y da un paso hacia delante, como si estuviera buscándome.
Desoímos incluso los ruidos de fondo y la música que se escucha dentro de su casa.
Él quiere verme a mí y yo quiero ser su protagonista.
—¡Felicidades! —Se oye por detrás nuestra en un coro.
Narciso sonríe y aparta la mirada un instante de mí para ver a quienes están detrás nuestra, copio el recorrido de sus ojos: Izima, Hermann, Hans y tres a los que no les pongo cara ni nombre, pero que imagino que son amigos.
—Gracias —Se aparta de la puerta e indica que pasemos—. Entrad, sin timidez.
Acepta todos los abrazos que le dan y también aprovecha para felicitar el año.
Su casa sigue igual que siempre —al menos la recordaba tal cual estaba ahora mismo—, cambiando que hay sillas extra en el salón con el viejo sofá verde, el altavoz de Amazon que antes estaba en su habitación ahora está encima de una alacena y hay varios platos de plástico con picoteo.
Lo que sí que es diferente es la persona que está sentada en el sofá verde con una cerveza en las manos.
Enia.
—¿No me dices nada? —Su mano se posa en la parte baja de mi espalda y me quedo mirándole.
Nos hemos quedado apartados en la entrada de su casa.
—Feliz cumpleaños... —Me doy la vuelta para observarle y cuando veo que se acerca con cierto peligro hacia mí, planto delante el paquete en forma de tubo.
¿Acabo de hacerle una cobra sin darme cuenta y porque estoy muy nerviosa? Creo que sí.
¿Ha intentado besarme con todo el mundo delante incluida Enia? Si mi cerebro no me estaba traicionando juraría que sí.
Se muerde el labio inferior y toma el regalo sin dejar que mis manos se alejen y me aproxima a él.
Lleva sus labios a mi oreja y dice:
—Gracias por el detalle, pero mi regalo de hoy eres tú.
Se ríe, jugando con mis sentidos y mis pensamientos.
—Izima —llama a su amiga—, ¿puedes darle una cerveza? Tengo que ocuparme de algunas cosas.
—¡Descuida!
La había visto una vez, pero en un ambiente totalmente distinto: con un arma y pegando tiros a todo el que considerara enemigo.
—¿Todo bien? —La sigo hacia la cocina y nos encontramos con Erlin y Thomas comiéndose la boca y juraría que están a puntito de pasar a una siguiente fase—. Bueno parejita, con vuestro permiso, la cocina es de todos.
—Perdón —Erlin se lleva las manos a la cara, un poco avergonzada y se coloca bien el sujetador—. ¡Ni una sola risa en mi contra Nela Garsia!
—Sigue disfrutando. —Intento controlar la risa y cuando Erlin viene a recriminarme Thomas tira de ella, llevándosela.
—Es demasiado dulce para lo diva que es —Izima se queda mirando la puerta—. Me agrada.
—Es la mejor. —concuerdo.
—Quería comentarte que estuve hablando con Narciso y ambos hemos tenido una idea que puede ser buena para ti...
Izima busca un abrelatas, al no encontrarlo abre los cajones hasta encontrar un tenedor y abrir dos cervezas. Me da una.
—¿Y de qué se trata? —pregunto.
—No soy partidaria de que empieces a pegar tiros, no es algo que se aprende de un día para otro, pero tienes que aprender a protegerte, a saber cómo coger un arma como mínimo.
Trago saliva.
Estas son palabras mayores.
Doy un trago tan largo a la cerveza de los nervios que mi garganta rasca y estoy a punto de atragantarme con el líquido.
—¿Fue idea de Narciso? —cuestiono con cierta incredulidad.
—Sí, a mí no me importa ser tu guardaespaldas, pero si alguien me necesita voy a descuidarte, aunque no quiera y al resto nos pasa igual, por eso necesitamos tenerte segura.
Suena rabiosa, como si tuviera casi más ganas de vengarse que Friedrich, pero eso no lo veía posible. Sin conocer su historia, ni su edad ni quién era, podía intuir que el motor que le daba sentido a su vida no era la venganza.
—¿Alguien ha pensado en que tal vez a mi padre no le guste que tenga un arma en mis manos?
Una de las dos debía ser la voz de la cordura en este momento y me tocaba a mí.
—¿Tú padre es Jhon Schrödez tal y como me han dicho? —Se cruza de brazos cuando asiento—. Hay palabras suyas que siempre recordaré, una de ellas es cuando dijo que si su hija se viera en la misma situación en la que nos habíamos encontrado muchas a las que él salvó, no dudaría en darle él mismito un fusil de asalto y ponerla a disparar.
Mi padre le había jodido la vida a muchas personas, pero también había salvado a unas cuantas.
Izima era de las segundas.
Me deja sin palabras, podía esperarme esa declaración de Jhon; dependiendo de en qué momento era realmente sobreprotector.
Lo que no hubiera concebido jamás es que esas palabras las hubiera dicho pensando en mí, en su hija. Y hacía unos años.
—¡Españolita! —Hermann abre sus brazos para saludarme en un amistoso abrazo—, ¿qué tal el inicio de año?
Cuando nos separamos saluda con formalidad a Izima y busca una cerveza en el frigorífico.
—De momento bien —le sonrío con sinceridad—, ¿sigues con el negocio de los mensajes?
—¡Siempre!, ¿algún mensaje que deba entregar? —pregunta con cierta perversión—. Por cierto, tengo un mensaje para ti, hemos ampliado el negocio y he tenido que usar mi apellido por problemas de copyright.
—¿Ah sí? Vaya abandono más terrible —Finjo indignación—, ¿cuál es ahora el nombre del negocio? Por si alguna vez vuelvo a necesitar tus servicios.
—Me haces sentir como un puto, españolita.
—Un poco sí lo eres. —determina Izima mirándonos con curiosidad.
—¿Entonces? —insisto.
—El negocio se llama ahora Hermann Rabensteiner, pensé en usar el apellido de soltera de mi madre, en honor a mis raíces kurdas, pero tengo que mirar por el negocio.
—Tenía más caché el mío.
—Caché dice —Resopla—, mi apellido significa roca donde los cuervos anidan.
—Pues el mío significa... —Formo un puchero con mis labios—, vaya mierda —confieso acordándome del significado—, el que empuja el carro.
—Vamos a darle el regalo conjunto. —No había escuchado la voz dura de Hans desde el ataque y me sobresalto.
Es una voz demasiado grave.
Lleva la barba un poco más recortada, pero sigue siendo frondosa.
—¡Hansito! —Abre sus brazos en dirección a él—. ¿Cómo estás?
—Qué pesado llegas a ser cuando bebes, Hermann —Se aparta en un movimiento algo brusco—. ¿Vosotras venís o qué? —pregunta cuando se libra del mensajero.
—¡Neceisto beber, aquí no hay MILFs de esas y si toco a Enia, mi amigo me mata!
Si toco a Enia mi amigo me mata.
—Sí, ahora vamos —indica ella antes de que ambos se alejen—, Nela —me llama—, respecto a lo de antes, a lo de tu padre, sino me crees, pregúntaselo tú misma. A lo mejor ha cambiado de parecer, a lo mejor se ha ablandado.
Era una provocadora en el buen sentido y le gustaba serlo.
Se encoge de hombros antes de irse, me termino la cerveza, abriéndome otra con muy poca maestría y la sigo.
Narciso lleva los ojos vendados y Enia —con quien aún no he hablado y sintiéndolo mucho tampoco tengo la intención de hacerlo— lleva una tarta de cumpleaños con el número 20 en ella.
—Alles Gute zum Geburtstag, alles Gute für Dich. Alles Liebe von ganzem Herzen, wünschen wir Dir feierlich... —cantan al unísono y yo trato de fingir que me la sé.
Una cosa era hablar alemán y otra muy distinta saber cómo cantar cumpleaños feliz en su idioma.
—¿Me puedo quitar ya esto? —pregunta con un deje de diversión en su voz.
Verle tan risueño y contento se me hace raro. Me siento mera espectadora mientras bebo de la cerveza y Enia le dice que sí, que lo haga.
Ellos dos tienen algo que no sabría con palabras cómo describir, pero ante todo hay una lealtad y una confianza que dudo llegar a tener alguna vez con él.
—¡Sopla las velas! —indica Hermann—, y no te olvides de pedir un deseo a mi oído para que yo mande el mensaje.
Todos ríen menos yo. No puedo hacerlo cuando sus ojos conectan con los míos y tras asentir, sopla las velas.
No pestañea, se queda mirándome con fijación.
Cualquiera pensaría que su deseo de cumpleaños soy yo y por un momento, quiero pensar que es así.
Bebo otro trago y aplaudo al mismo compás que el resto, ignorando la necesidad cada vez más creciente que siento por él.
Deja el pastel a un lado y se gira para encontrarse con un sofá nuevo, también verde, pero muy caro, en forma de L y con funciones de hasta masaje.
—No me lo puedo creer —niega y sonríe—. Sois unos cabrones..., esto no es serio...
Se siente querido y cualquiera puede notarlo.
—¿Quién corta la tarta? —pregunta buscándome.
—Pues tú, que para algo eres el cumpleañero. —deduce Hugo.
Alguien me toca el hombro y me giro. Respiro hondo y pongo la sonrisa más sincera que me nace o al menos lo intento.
—Creo que ya nos conocemos, soy Enia Näbauer —Mueve su mano para dejarla frente a mí y que se la estreche—. Aunque no nos han presentado como es debido antes.
La manía que tenían los alemanes en dar su nombre y apellido me parecía realmente curioso. Ellos estaban obsesionados con mantener cierta privacidad y, en cambio, siempre se presentaban dando su nombre completo.
Le devuelvo el gesto.
Enia realmente no me había hecho nada y odiaba que no me cayera mal.
—Nela —digo mi nombre, esperando en cierta manera que ella supiera quién era yo, pero a quién pretendía engañar—. Nela Schrödez García. —Acabo diciéndole hasta mis dos apellidos al sentirme presionada bajo su mirada.
—¡Por fin sé de ti de primera mano! —Creo que es ajena a todo lo que nos envuelve a Narciso, a ella y a mí. Eso, o es muy buena actriz—. Algo había oído hablar sobre quién eras, por no decir mucho. —Me saca la lengua y mira sin ningún disimulo a Friedrich.
Me siento algo cohibida. Algo violentada. No sé cómo abordar la situación.
Bebo del botellín de mi cerveza.
Nela, contrólate.
Ella es una mujer despampanante. Con presencia y sabe darse un lugar cuando está presente en él.
Tiene ojos verdes y una mirada encantadora, su cabello es rubio, pero no un rubio nórdico natural a juzgar por las raíces de su pelo, que eran algo más oscuras.
Es alta, bueno alta para mí. Para ser alemana diría que es de estatura media.
Y su forma de hablar es demasiado bonita como para no sentir envidia de su acento. Tenía demasiada obsesión por el hessisch.
—Tengo que hacerte una pregunta ahora que estamos en petit comité —No siente nervios a la hora de dirigirse hacia mí. Me ve como a una igual y no sé si eso me tranquiliza o me pone más nerviosa—. Qué sientes por Narciso.
Qué directa.
Enia no le llamaba por su nombre real, aceptaba el apodo que él había elegido.
Mientras que yo insistía en usar su nombre de nacimiento por un simple capricho y porque deseaba romper sus barreras y encima hipócritamente me resentía cuando alguien usaba mi nombre completo, ella sí respetaba su decisión.
Si él quería que le llamaran así, ella no tenía ningún inconveniente.
—Me gusta.
No era un secreto el hecho de que yo sentía algo por Friedrich Vögel, no se me daba bien disimular ni fingir, pero tampoco iba a decirle que estaba cada vez más pillada por él.
—Quiero que sepas que él tiene miedo.
No sé a qué vienen sus palabras. Pero soy demasiado curiosa para no querer esclarecer la duda que ha sembrado en mí.
—¿De qué?
—De ti —Da un trago a su bebida y yo la imito—. Tú haces algo en él que le hace tener más aspiraciones en la vida que la sed de venganza.
—¿Y tú qué le das?
Había bebido un par de tragos y yo no era precisamente conocida por tener tolerancia alta al alcohol. Mi mood de borracha estaba empezando a hacer su aparición.
No quiero sonar borde ni mucho menos celosa, pero tal vez mi elección de palabras es lo que significa.
—Seguridad —Me mira y juraría que sus ojos son sinceros—. Él ha estado solo durante mucho tiempo, soy su amiga y los amigos se apoyan en las buenas y las malas y, por desgracia, pocas veces he podido apoyarle en las buenas porque no lo ha tenido fácil en la vida.
Se queda mirándole. No como una mujer enamorada que anhela un romance con un chico con el que había entablado amistad. Sino deseando verle crecer como persona y como alguien que daría lo que fuera por ver a su amigo bien.
Ellos tenían una complicidad que solo las verdaderas amistades tienen y que muchas parejas olvidaban reforzar.
Suspira.
—Tengo que pedirte una cosa —Me pide que la acompañe a la cocina a por más bebida y la sigo—. Por favor, no le hagas daño.
—¿Qué?
Sé que soy brusca al hacer la pregunta o al menos sueno un poco maleducada, aunque ella no me lo dijera.
Pero es que, de todo lo que podía esperar, esa declaración es la última que se me hubiera ocurrido.
—Narciso es la persona más fuerte que vas a conocer en la vida, pero su corazón es frágil y está roto. No puede permitirse perder nada más.
Se muerde el labio inferior y suspira. Quiere hablar, quiere sincerarse sobre Friedrich Vögel.
No sé qué es lo que podía llegar a sentir Enia Näbauer por él, no la conocía tanto para intuir más que sus palabras son sinceras, pero sí puedo asegurar que quiere hacerle bien.
—¿Cómo es que os conocisteis?
—En el orfanato —Abre un botellín de cerveza con un mechero. Los alemanes eran demasiado mañosos para ciertas cosas—, al parecer mi madre tuvo un brote psicótico y le retiraron mi custodia cuando yo tenía 4 años —Abre otro botellín y me lo ofrece, animándome a brindar con ella—. Mi padre es militar y tampoco es que tuviera demasiado tiempo para ocuparse de mí.
—¿Te mandaron directamente allí?
—No, viví con mis abuelos hasta que mi abuela enfermó y mi padre acabó tomando la decisión de dejarme internada —sonríe—. Ahora nos vemos de vez en cuando y si él está de permiso nos vamos a tomar un par de copas juntos. Es un buen colega.
—Es bonito que tengáis una relación así...
No habla de su madre y no tenemos la suficiente confianza para hablar de ella. Respetaba su decisión, en temas así, no podía no hacerlo.
No me sentía cómoda para interrogarle sobre su vida privada, no era quién para hacerlo.
—A veces me gustaría tener una figura paterna, pero mejor disfrutar de él de esa manera que no tenerle.
Yo también tenía solo a Jhon, por diferentes circunstancias de la vida, pero era la única figura que tenía.
Por incógnitas de la vida, él había dejado de comportarse como un padre cuando cumplí los 12 años y haber vuelto meses antes de 17 cumpleaños con el rol que también le había correspondido años atrás, no significaba nada.
Tenía que darle crédito: él lo estaba intentando.
Pero eso no significaba que todo estuviera solucionado y hablado.
Necesito cambiar de tema. Pensar en ello me duele. Jhon se estaba esforzando, pero el dolor iba y venía.
—¿Cómo era Narciso de niño?
Su boca forma una curva hacia arriba, sonriendo con cierta añoranza y tal vez con un poco de morriña.
—Solitario, altivo, maquiavélico —Da un largo trago a su cerveza—. No se lo digas a nadie, en este país hay palabras que no están bien vistas y lo entiendo, pero podría decir que Narciso era un poco dictador.
Para mi sorpresa yo misma me río de su declaración. Creo que en parte esperaba escuchar eso.
—No sé por qué me lo esperaba...
Mi spoiler andante.
Un momento...
¡¿Mí?!
—Nela... —Toma aire antes de hablar y se disculpa por interrumpirme—. Narciso es mi mejor amigo, daría todo por él y sé que él daría todo por mí. Pero sé lo cruel que puede llegar a ser para protegerse y sé que a veces no tiene los cojones suficientes para enfrentarse a sus sentimientos: si juega contigo, hazte valer y pasa de él.
>> Una cosa es que no quiera que le hagas daño y otra muy distinta es que toda su forma de actuar acabe destrozándote a ti.
—¿Por qué me cuentas esto?
—Porque le conozco y sé lo hermético que puede llegar a ser para protegerse; es capaz de olvidarse del resto y pensar única y exclusivamente en él. No eligió que le llamaran Narciso por simple capricho, él hizo creer a los psiquiatras y psicólogos del orfanato que padecía de narcisismo, ¿honestamente? Tal vez lo sea en pequeña medida, ¿quién sabe? Soy licenciada en criminóloga, pero no soy psicóloga.
>> Eres buena para él y egoístamente quiero que te quedes a su lado, pero no estoy segura de si él es lo que tú necesitas, no si eso supone que otra mujer acabe rota por un hombre.
—¿Y qué hago para llegar a él? Para que no me destroce en el proceso.
Sueno un poco desesperada, pero necesito pasar a la siguiente fase con él. Necesito que avancemos en algo.
—Sigue siendo tú misma, pero no te olvides de que no eres solo la chica que siente algo por él, eres una mujer que merece respeto y ser correspondida de la forma más genuina y sana posible.
Era evidente que Enia tenía la edad suficiente para pensar de manera razonable e incluso para estar ya graduada en la universidad.
—Él... ¿es tóxico?
Sabía que sí y tenía miedo de escucharlo por parte de su mejor amiga.
—Yo no lo considero como tal, pero tal vez es porque le veo con ojos demasiado buenos o porque le conozco lo suficiente como para saber diferenciar entre comportamientos mejorables y actitudes tóxicas. No sabría decírtelo.
Escuchamos pasos y ambas nos giramos para observar la alta figura de Friedrich Vögel. Su pelo está algo revuelto y sus mejillas un poco sonrojadas por el alcohol.
—¿Debería preocuparme que os llevéis tan bien? —Aunque habla en plural sé por el tono de su voz tan cercano que la pregunta va dirigida a Enia y, aun así, no puede quitar la vista de mi cuerpo, de mi cara, de mis ojos y si mi mente no está demasiado nublada juraría que de mis labios—. Venía a preguntar si queríais tarta.
Me pongo colorada. No puedo creer que esté traicionándome así, dando a entender que puede preocuparme la relación de ellos dos de alguna manera.
—Sí —Se acerca para darle un abrazo y él le revuelve el pelo—. Me cae bien, tal vez te la quite para mí.
—¿Amenazándome el día de mi cumpleaños, Schatzilein?
Otra vez ese apodo. Le había cogido demasiada manía.
Bromean olvidándose de mi presencia. Ellos tienen una relación preciosa y envidiable. Eran dos amigos protegiéndose y disfrutando de lo que se brindaban mutuamente.
—Interprétalo como quieras —Me mira y guiña un ojo—. Vamos Nela, hagamos sufrir un poco a este chico de Frankfurt.
Decido ir con ella solo para evitar que me interrogara, no quería tener un posible ataque de celos o lo que era peor, amargarle su fiesta de cumpleaños.
No es que quiera hacerle sufrir y menos el día que administrativamente cumplía un año más.
Pero su cercanía me pone muy nerviosa. Me gustaba, pero me alteraba.
Y voy lo suficientemente borracha como para mandarlo a la mierda o pedirle que me lleve a una habitación y que haga lo que quiera conmigo como regalo de cumpleaños.
De camino alguien llama a la puerta y mi reacción automática es abrirla, Enia se queda detrás de mí fijándose en quién pueda ser, vigilando.
—Hola... —No podría olvidar su desfigurada cara en la vida, su ojo tuerto y su espalda encorvada. Mastica algo que probablemente sea tabaco. Su figura sigue siendo aterradora—. ¿Podrían bajar un poco el volumen? —Çabuk me habla con mucho respeto y juraría que con algo de temor—. Si no es un problema, claro.
Algo ha pasado para que de llamarme "puta" me trate con tanto respeto.
Me quedo callada un momento, incapaz de reaccionar hasta que escucho a Enia carraspear.
—Eeeeeh —balbuceo—. Sí, perdona por el ruido.
Cierro la puerta en sus narices y le pido a Enia que vaya ella con el resto y que bajen un poquito el volumen de la música.
Deshago mi camino hacia la cocina y encuentro a Narciso pegado a la pared chequeando su móvil.
Adoraba pasar tiempo con sus amigos, pero cada cierto tiempo necesitaba un descanso de toda la compañía que tenía.
Friedrich Vögel era solitario y cercano al mismo tiempo, hacía tiempo que lo había descubierto.
—¿Todo bien? —No quita la mirada de la pantalla cuando me habla.
—Sí... Oye... —Trato de llamar su atención.
Levanta su móvil y escucho el sonido que hace la cámara cuando el teléfono tiene volumen.
—Guapísima. —Sonríe para sí mismo y vuelve a centrarse en su teléfono.
¿Me acababa de hacer una foto? Qué horror, a saber cómo salía.
—¿Quién era?
A juzgar por su forma de hablar y sabiendo que tenía una gran tolerancia al alcohol, daba fe de que no estaba borracho.
Simplemente se sentía cómodo, en confianza, en su rinconcito de seguridad, en su zona de confort.
Por primera vez sí parecía que tuviera la edad que acababa de cumplir. Por primera vez, las velas de cumpleaños sí le correspondían y este día no era sólo un número para el registro civil.
—Çabuk.
No sé si lo pronuncio bien, no hablaba turco.
Bloquea su móvil y lo guarda en el bolsillo trasero de su pantalón.
—¿Ha sido amable?
Ni siquiera se interesa por la razón de su visita inesperada.
—Sí —Narciso asiente complacido—. ¿Desde cuándo Çabuk es agradable conmigo? Solo lo he visto una vez, pero te recuerdo que me llamó puta.
Él se ríe. A mí no me hace gracia.
Friedrich Vögel podía llegar a ser muy cruel y que a veces se me nublara la mente, no me hacía olvidarlo, no del todo.
—Digamos que tuve una conversación con él.
—¡¿Has amenazado a una persona mayor?!
—Físicamente no, por supuesto —Cruza sus brazos, dentro de poco se volverá hermético o eso creo—. Tampoco es que quiera entrar en la cárcel por matar a un viejo.
—No hables así ni en broma. —Le apunto con el dedo en un intento de amenaza hacia su persona.
—Pesadita, no seas moralista —Se separa de la pared y camina hacia mí, alzando mi barbilla y haciendo que nuestras bocas estén a punto de colisionar—: te trató como a una puta, no me pidas que permita que eso quede impune. No va a ocurrir.
Ni siquiera levanto a voz para protestar, no puedo y no quiero.
Lleva sus manos a mi cara y me besa.
Me besa con furia y fervor demostrando que él decide cómo y cuándo. Demostrando que mis esquemas pueden romperse en cualquier momento, porque cuando se refiere a su boca y al cómo me besa soy débil ante él y me encanta serlo.
Porque le quiero y eso hace que mi corazón se estruje cada día un poco más.
Y por eso mismo, debo protegernos: a él de sí mismo, a mí de él y a mí corazón de sus ataques desenfrenados contra mi cordura.
—Friedrich... —Uso su nombre y pongo un dedo en sus labios, obligándole a separarse—. No así, no de esta manera.
Apoyo mis manos en sus hombros, alzándome para llegar más cerca de él y aun así él tiene que agacharse un poco. Es demasiado alto.
—Feliz año nuevo. —Es lo único que se me ocurre decirle.
Dejo un beso en su mejilla y me alejo.
O eso intento.
Porque me toma de la mano y me arrastra hacia él.
—Que sepas que eres preciosa y aún más cuando decides luchar. Deberías hacerlo más a menudo. —me aconseja.
—¿Luchar?
—Contra tus propios sentimientos solo porque sabes que es lo mejor para ti.
No lo niego.
Nos miramos y automáticamente me fijo en sus labios y él en los míos. No podíamos evitarlo.
Él y yo teníamos química.
Sabía quién era Enia y ahora entendía que realmente eran solo amigos, pero esa complicidad que tenían... Friedrich y yo nunca podríamos tenerla y no porque yo no quisiera, sino porque él había decidido no permitirnos esa oportunidad.
—¿Y para ti?, ¿qué es lo mejor para ti, Friedrich?
Cierra los ojos al oír su nombre otra vez y forma una línea con sus labios.
Algún día debería decirme por qué odiaba su nombre si hasta llevaba su inicial tatuada en el cuerpo.
—Tú.
—¿Yo? —Es una respuesta prototípica, predecible en un spoiler andante como él, pero escuchar que nazca de su boca es otra cosa bien distinta a poder imaginárselo—. ¿Qué te aporto yo?
—Vida.
Besa la palma de mi mano y sonríe como si se hubiera quitado un peso de encima, como si reconocer lo que acababa de decir le diera sentido a todo, a su mundo, a él.
Me quedo mirándolo y en un estúpido impulso le agarro del pelo y le atraigo hacia mí. Siendo yo quien le besa.
Apoya su mano en la pared y alza mi barbilla para verme mejor.
No hace falta que nos digamos nada para que empiece a besarme y tomar el control.
Baja su mano hacia mi espalda y de la espalda hacia mi trasero, pellizcándolo y llevándose una mala palabra en español por mi parte.
Le encantaba sacarme de mis casillas y provocarme hasta agotar mi paciencia.
Arrastra su lengua hacia el toque con la mía y siento que me derrito un poco más entre sus brazos.
—¿Te ha gustado mi regalo? —Me intereso casi sin aliento para volver a besarle con desesperación y anhelo.
—Si te refieres... —Su rodilla abre un poco mis piernas, colocándola en el punto exacto en el que debe y sujetándome con su otra mano la garganta— a este regalo... me está encantando.
Me aúpa en sus brazos, consiguiendo que enrosque mis piernas en su cintura y obligándome a notarle.
Pega mi espalda en la pared y se mece con cuidado hacia mí, simulando el movimiento ideal para que mi cuerpo esté ávido de más.
Con él nunca era suficiente, siempre sabía a poco. Siempre quería más.
—¿Y... el material? —No sé ni cómo puedo pensar con él teniéndome como me tiene, tal vez a mi mood de borracha le guste provocarle.
—Ese lo abriremos juntos.
Aprieta un poco mi cuello, obligándome a controlar mejor la respiración y llevándome muy cerca del límite cuando sus largos dedos pasean más debajo de mis nalgas y hacen el camino adecuado hacia la parte interna de mis muslos.
—Lo que yo quiero ahora... —Sus labios vuelven a tomar los míos y le revuelvo el pelo por completo—, es que se vayan todos y poder estrenar ese sofá contigo.
Lleva su cabeza hacia mi cuello, besándolo y haciéndome estremecer.
Su mano se acerca aún más hacia mi zona y juraría que estoy a punto de explotar.
Ni siquiera me ha tocado, pero con presionar su dedo pulgar y besarme tal y como está haciéndolo, me está llevando al límite.
—Friedrich... —No sé por qué le llamo por su nombre, pero eso le hace reaccionar, presionando más lo que viene siendo mi clítoris con la cremallera del pantalón, castigándome con placer y siendo el maestro que cualquier aprendiz desearía tener—. Vas a conseguir...
Mi cuerpo se tensa y mi espalda se estira.
Estoy a punto de correrme con su mano tocándome simplemente de manera superficial y con casi diez personas al otro lado.
Si alguien quisiera venir a por bebida, me vería a punto de encontrar el clímax.
Y eso le da exactamente igual y lo peor, es que a mí también.
Muerde mi labio inferior y nos mueve hasta posar mi culo en la encimera, abriendo mis piernas y posicionándose entre ellas.
Ahora tiene más sitio para tocarme, ahora el camino es más fácil de cubrirlo.
Desabrocha el botón de mis vaqueros y baja la cremallera antes de mirarme.
—¿Puedo?
—Por favor. —ruego.
—Joder —gruñe—, estás demasiado bonita cuando estás a punto de correrte.
Ni siquiera me acordaba de qué tipo de ropa interior me había puesto, pero me daba exactamente igual. Y más cuando dejo de imaginarme cómo deben ser sus dedos tocándome y los noto realmente acariciándome por completo.
—Dios santo, preciosa —Él no podía llamarme así mientras me tocaba, no podía, no si me quería viva—, estás empapada.
No le cuesta penetrarme con un dedo y eso que la longitud de estos es más que suficiente para estirarme y sentir la intrusión y un poco de dolor.
Doy gracias de no ser virgen porque mi mayor miedo habría sido llenarle de sangre. A él seguramente le daría igual, a mí me desconcentraría bastante.
—Me encantas... —Susurra cerca de mi oreja mientras deja una serie de besos por mi cuello.
Llevo una mano hacia su pene, curiosa por sentir su piel y su tacto. Queriendo manejarle tal y como me maneja él.
Frena en seco mis impulsos y me quejo tanto de placer como de molestia cuando mete el dedo corazón dentro de mí.
¡Dios mío!
—Eres mi regalo de cumpleaños, deja que te disfrute, preciosa.
Su pulgar hace contacto con mi clítoris y cuando estoy a punto de gemir y romperme, me acalla con besos en la boca.
Tragándose por completo mis gritos y permitiendo que pueda correrme sin miedo.
—Narciso...
Llevo una mano a su mejilla empapada por el sudor y bajo la vista hacia su otra mano dentro de su pantalón.
Él se había estado tocando mientras me daba placer.
Narciso había decidido hacerme la fuente de su orgasmo y me sentía venerada como si en vez de una mortal fuera su propia diosa.
—Llámame Friedrich —Uno de sus pulgares se queda rozando mi boca—, me gusta lo inocente que sueno en tu boca.
Tristan und Isolde: drama musical compuesto de tres actos con música y libreto. Es una de las óperas más importantes en alemán.
¡Hola! ¿Qué os ha parecido?
¿Os esperábais este avance de Nedrich? JAJAJAJA
¡Cocina usada! A ver cuándo estrenan ese nuevo sofá jsjsjsjs.
¿Qué os ha parecido la confesión de Izima?
¿Y lo que han hablado Nela y Enia?
Aquí os enseño el fanart de la gran Velveth para la escena de la cocina. ¡Estoy enamorada!
Es que es demasiado bonito.
No os olvidéis de dejar un voto si os ha gustado el capítulo, el dibujo o lo que sea. ¡Agradezco un montón ese apoyo que dais a esta novela!
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