Sechzehn: Los Vögel somos letales.

Capítulo dedicado a isabelalopez_. No sabes la ilusión que me hace cada vez que me mandas mensajitos por instagram por algo que te recuerda a Narciso o cuando te emocionas en los adelantos que subo o lo relacionado con la historia. ¡Es precioso ver lo mucho que disfrutas de esta novela y sólo tengo palabras de agradecimiento!

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Sechzehn: Los Vögel somos letales.

Hugo estaba esperando a varios metros del local.

—Yo os mato —Es el saludo que profiere cuando nos ve llegar—. ¿En serio? ¿Dschungel Breck?

Señala hacia la entrada y yo, ignorando todas las alarmas que me decían que era un lugar que iba a corromperme, sigo caminando hacia delante.

Alguien tira de mi brazo y consigue frenarme justo a tiempo.

—No vamos a entrar ahí, Nela —Friedrich había decidido por mí y aunque sabía que su intención era protegerme de cualquier perversión, no era capaz de escucharle—. Tu padre será avisado en cuanto pongas un pie dentro, me voy a encargar de que lo sepa.

Pongo los ojos en blanco por su forma de decirlo, de un guardaespaldas me lo esperaba por el decoro necesario a lo que la profesionalidad se refería; de mi novio, no.

La ira me corroe y sintiéndome valiente doblo el dedo para pedirle que se agache y se ponga un poco más cercano a mi altura.

No iba a entrar en su juego de lo correcto o incorrecto, porque hasta donde yo recordaba, la chica buena era yo y el que cumplía con el papel de malote era él.

—Será gracioso ver cómo tu suegro entra a un lugar como este y nos vea a los dos juntos dentro porque dudo mucho que me dejes sola, ¿estás seguro de que quieres que lo sepa? Porque estoy dispuesta a mandarle un selfie a mi padre en el que salgamos tú y yo con el letrero bien nítido y claro.

Se echa hacia atrás, como si le hubiera dado un golpe físico y no uno verbal.

—¿Qué pretendes, preciosa? —Su mirada se dulcifica y yo entrelazo nuestros dedos.

—Que no te rindas.

—¿Y si no está?

Sonja.

Tiro de él e ignoro si los demás nos siguen hasta llegar a la puerta de seguridad.

—Disculpe, ¿puedo hacerle una pregunta?

—¿Qué ocurre, hermosa? —Me sorprende la amabilidad con la que me habla.

Esperaba encontrarme con un portero de discoteca enfurecido y bravucón, no uno amable y con predisposición a ayudar.

—Mi amiga entró hace un rato y no consigo contactar con ella.

Saco mi teléfono móvil y lo muestro en alto.

—Eso es porque no hay buena cobertura ahí dentro.

—Vaya —Hago un mohín con los labios—. Necesito decirle que me voy y me gustaría que lo supiera, no quiero dejarla sola y...

—¿Cómo se llama tu amiga?

Me debato entre si decirle la verdad, si probar suerte con el nombre de Sonja o qué hacer.

Me había dado un arrebato de valentía, pero eso no significaba que no tuviera un poco de inseguridad.

—Es la rusa. —Se adelanta a decir Friedrich.

No le traicionan los nervios, no duda, simplemente se ha puesto ese escudo que le protegía de cualquier debilidad que pudiera llegar a mostrar.

—Oh..., la de Ámsterdam —El segurata sonríe, ni siquiera duda de la persona que se trata. La tenía bien fichada—. Pasad, los dos.

—Gracias.

—Chico —Llama a Narciso—, es una mujer pequeña, es bonita y es presa fácil, yo que tú no le quitaba el ojo de encima.

Que un guardaespaldas que custodiaba este lugar diera esas advertencias era una clara señal de que debía dar media vuelta y salir corriendo.

Pero mis pies no obedecían y sólo estaban caminando hacia delante.

—Juro que voy a esposarte en cuanto salgamos de aquí, preciosa —refunfuña detrás de mí—. Muéstrame tu cuello.

—¿Qué?

Me giro abruptamente.

—Esto te va a parecer denigrante, pero tengo que dejarte un chupetón ahora mismo.

—¿Qué cojones estás diciendo, Friedrich?

Que en un momento pasional nos dejáramos marcas, no era algo a lo que le diera gran importancia porque, al fin y al cabo, nos habíamos dejado llevar por lo que sentíamos. En cambio, de la forma en la que lo dice, me hace dar un paso hacia atrás.

Me agarra del codo y señala el cartel que había detrás nuestra.

"Mujer con marca no se toca. Hombre con chupetón está prohibido. Muestra con orgullo tu pecado, si no llevas la lujuria impregnada, estás invitando a cualquiera a que lo intente.

*Si rechazáis a alguien y os siguen insistiendo tenéis a vuestra disposición a nuestra gente para que os ayuden. Nadie puede tocar a otro sin consentimiento, pero las normas son las normas y preguntar no es delito."

—¿Dónde cojones nos acabábamos de meter?

—Tú nos has obligado a entrar, sabías que iría detrás de ti incluso al mismísimo infierno.

No lo dudo y me hago una coleta improvisada, mostrando mi piel hacia él y tirando de su americana pronuncio cerca de sus labios.

—Si quieres marcarme como si fuera ganado, hazlo, pero después dame un beso de esos que me hacen babear por ti, Vögel y luego acepta que haga lo mismo contigo.

—¿Quién eres tú y qué has hecho con la chica dulce que tenía miedo de hablarme?

—Aprender a ser valiente y proteger a las personas que quiero.

Estaba realmente asustada y lo admitiría en cualquier momento si la bilis subía por mi garganta y me traicionaba, pero también tenía un objetivo muy claro y era comprender qué estaba pasando con los Vögel.

—Pero qué bonita eres cuando te das valor a ti misma, joder.

Y en ese momento, su lengua tantea la piel de mi cuello y sus brazos me envuelven mientras que sus manos me dominan con ternura, amor y deleite. Muerde y lame, demostrando un punto del que no era consciente antes de empezar a besarme como sólo él sabía: transportándome del cielo al infierno y a la inversa al mismo tiempo.

Estábamos en un lugar que corrompería a cualquiera, con falta de organización y sin ningún tipo de ley más que el consentimiento mutuo por bandera.

No era un club, no era nada que fuera sano. Era pura perversión que los propios trabajadores permitían y donde la ley no metía mano.

Y aquí estábamos Friedrich Vögel y yo, besándonos como si estuviéramos solos mientras le dábamos un espectáculo a los que buscaban complacer su fetichismo de mirar.

—Me la pones dura en todas tus facetas, preciosa.

Vuelve a besarme, esta vez arrinconándome en una pared y pegándose contra mí, logrando que note cada músculo y pedazo de su cuerpo incluso estando ambos vestidos.

Paso una mano por delante de nuestros cuerpos y sintiéndome más osada que nunca, le magreo por encima del pantalón su creciente erección.

—Nela...

—Odias que me miren —Sigo tocándolo mientras que dejo que apriete sus caderas con las mías—, pero te encanta que el resto sepa que estoy contigo. Eres primitivo, Friedrich y me asusta casi tanto como me excita.

Gruñe cerca de mis labios y se contiene por no subir al siguiente nivel; admiraba su fuerza de voluntad y me daba hasta envidia que fuera capaz de mantenernos al límite sin llegar a ponernos en peligro.

—Me encanta que la gente sepa que soy tuyo, Nela, pero lucirte y darte protagonismo cuando estás a mi lado hace que me empalme como un hijo de puta.

Cierro las piernas y ese gesto consigue que me ofrezca una de sus sonrisas más eróticas y provocadoras del mundo.

Vuelve a tenerme a su merced cuando posiciona su rodilla en medio de mis muslos y me levanta un poco del suelo para no forzar tanto su espalda.

—Friedrich... —Agradecía tener un tono de voz algo más suave que otras personas, porque estaba segura de que mi voz estaba totalmente opacada por la lujuria del momento.

—Márcame, preciosa —Me ofrece su cuello y toquetea la tierna piel con dos de sus dedos—. Muéstrale al mundo que te pertenezco.

Debería asustarme por la posesividad de sus palabras, por la toxicidad con la que se estaba expresando; en cambio, me sentía totalmente satisfecha con su actitud varonil en estos momentos.

Me gustaba la posesividad que estaba mostrando en un sitio tan hostil, pero lo que más me embriagaba era su forma de rendirse ante mí, de venerarme como a una deidad y de querer estar a mi lado en todo momento.

Y sintiéndome segura a su lado, no lo dudo ni un momento y le concedo su anhelo. Él quería que estuviéramos en igualdad de condiciones.

Junta su frente con la mía una vez he terminado de trabajar su cuello, muerde mi labio inferior y cuando está a punto de atrapar mi boca una vez más, alguien carraspea.

—Menos mal que está prohibido sacar el móvil y grabar... —Nos interrumpe Hugo—. Porque el tipo que se acaba de masturbar con vuestro beso porno habría dado lo que fuera por filmaros y así tener material para un mes completo.

Arrugo la nariz en desagrado y me estremezco al volver a sentirme en la realidad.

No estábamos sólo Narciso y yo y no estábamos en un lugar seguro. Estábamos en un local lleno de depravados, donde las perversiones se podían llevar a cabo y donde nadie haría nada para ayudarte a no ser que estuvieran abusando de ti.

Quienes frecuentaban Dschungel Breck sabían dónde estaban entrando, conocían las normas del bar y no dudaban en concurrir un sitio así porque sus fantasías más oscuras podían llegar a cumplirse.

Me daba miedo incluso preguntar por los límites que había en este sitio, porque dudaba que hubiera alguno.

—Qué asco...

—Estás en un mundo lleno de perversión, españolita —Se encoge de hombros Hugo y se estremece con incomodidad—. A mí tampoco me gusta este sitio, al menos nos entendemos en algo.

Hago una mueca desagradable.

Ahora me estaba empezando a sentir asqueada.

—¿Dónde están Thomas y Hermann?

—Thomas ha salido corriendo en cuanto Hermann le ha intentado marcar el cuello y está afuera con Massimo —Hugo aclara y muestra su cuello, al menos Hermann había hecho de las suyas—. Y Hermann va por allí con Hans intentando convencerle para que se tome una bebida con él.

—¿Por qué me da la sensación de que Hermann quiere follarse a Hans?, ¿acaso no se da cuenta de que está trabajando?

—Porque le gusta tocarle los huevos con ciertos temas y... —confiesa Hugo—. A ver, Hermann intentó follar con él cuando lo conoció, Hans le rechazó porque a él le gustan sólo las mujeres y Hermann aceptó su derrota, la cosa es que en una fiesta conoció a la hermana de Hans, se encaprichó de ella y acabaron follando.

—¿A Hermann le gusta Hans?

—Nah, sólo le ponía cachondo, Hermann sabe respetar cuando alguien dice «no» y valora demasiado la amistad de Hans como para hacerle sentir incómodo.

—Y tú también hablas desde la experiencia. —Narciso interviene desde mi espalda y manteniendo su mano apoyada en mi hombro.

Juraría que Hugo está sonrojándose, pero por la falta de claridad de la sala en la que estamos no puedo asegurarlo.

—Por eso mismo sé que mi amigo valora antes la amistad que el sexo y que ya me ha pedido perdón por intentarlo conmigo.

—Sigo pensando que si una persona quiere follar contigo porque piensa que puedes gustarle no tiene que pedirte perdón por hacerlo, ¿tú le pedirías perdón a una mujer por interesarte por ella? Si dices que no, perfecto, pero ¿no puede interesarse por ti por ser del mismo género? —Se anima a preguntar mi novio.

—No estamos hablando de mí. —Su expresión se torna algo ofuscada. Hugo no se sentía cómodo hablando de sí mismo.

—Lo sé.

Friedrich sospechaba algo acerca de su amigo y algún día me atrevería a interrogarle; ahora mismo, no era lo importante.

Empieza a examinar como puede la sala, aprovechando su altura y portento físico para buscar a una persona en concreto: Sonja Vögel.

Una mano se apoya en mi hombro y veo a un hombre sonreírme con cierta depravación cuando me giro.

—Perdona, señorita, ¿le gustaría a su acompañante y a usted ser mi fantasía de esta noche? No toco, no grabo, no ordeno. Sólo miro y me deleito. Tienen mucha química y me encantaría verlos desnudos en una de las salas privadas..., he visto cómo se besaban y cómo permitían que otras personas los usaran para su corrida de esta noche.

¿Qué?

Quiero decirle que yo no le he dado permiso a nadie, que la simple idea de dejar que alguien utilice mi cuerpo sin consentimiento previo me asqueaba.

Pero las palabras no salen de mi boca porque Friedrich tenía muy clara la respuesta.

—No. —Narciso me posiciona detrás de él—. Si quieres volver a usar tu polla te recomiendo que te alejes, ahora.

—No hay que ser tan grosero. —Empieza a insistir el hombre.

Parecía bien vestido, usaba corbata e iba peinado como si fuera un magnate o al menos alguien con un trabajo digno de ser elogiado por la sociedad más casposa y elitista.

—Voy a contar de cinco a cero, no quieres saber qué ocurrirá si sigues delante nuestra cuando acabe el conteo.

—Qué carácter. —Se muerde el labio.

Oh, oh.

Fünf... —Empieza a numerar.

—Si quieres puedes servirme tú de inspiración, estoy seguro de que debajo de esa ropa tan formal hay unos músculos deseando ser lamidos.

Vier...

El hombre sonríe y empieza a desabrocharse el cinturón del pantalón.

Ya no era cuestión de sexo o lujuria, ahora era un abuso de poder que el intruso estaba dispuesto a comprobar.

Le gustaba provocar y Friedrich tenía muy poca paciencia. No eran dos combinaciones que se llevaran bien.

—Tu chica me la pone dura, pero tú haces que quiera arrodillarme ante ti.

Drei...

—Nela, sácalo de aquí porque es capaz de meterle un puñetazo. —Me ruega Hugo casi tan asqueado como yo por lo que estábamos viendo.

Friedrich seguía firme, protegiéndome con su cuerpo y cumpliendo con sus palabras. El problema es que ninguno sabíamos qué consecuencias se darían cuando Narciso dijera «cero».

Suelto un grito cuando el descarado empieza a masturbarse delante de mi novio, es como si le pusiera cachondo el tono autoritario y dictatorial con el que le habla.

Zwei...

—Voy a vomitar.

Noto el líquido subiendo por mi garganta y busco con la mirada los baños hasta encontrarlos.

Eins...

Salgo corriendo y ni siquiera sé cómo acabo llegando hasta la puerta de señoras entre tanta multitud.

—¡Nela! —Friedrich grita detrás de mí intentando detenerme y me encantaría poder decirle que sólo necesito un momento, pero es que no puedo abrir la boca—. ¡Deja de correr, maldita mujer!

Por una vez su altura era un impedimento para él y en cambio el ser pequeñita me estaba dando una ventaja estratégica para poder escaquearme de todos los que estaban a mi alrededor.

Abro la puerta e ignoro a la chica que está en el baño cuando entro al cubículo y empiezo a vomitar.

Suelto todo.

¿En qué momento se me ocurrió que era buena idea entrar en un sitio como este?

Cuando siento que me he vaciado y que no tengo ganas de seguir vomitando, salgo sujetándome del estómago y con los ojos llorosos.

El baño estaba lleno de grafitis y apenas se podía ver algo en los espejos debido a toda la publicidad y pegatinas propagandísticas que había.

La luz tintineaba y aunque era molesto, se veía con claridad, al menos no era un agobio tan asfixiante como la sala principal.

No había ventanas y estaba segura de que un lugar como este no pasaría la aprobación de inspección de seguridad.

Abro el grifo y empiezo a enjuagarme la cara sin importarme que el contacto con el agua pueda arruinar mi maquillaje.

Estoy completamente asqueada de haber sido objeto de una persona para su deleite y de haber visto con mis propios ojos cómo el consentimiento se ignoraba.

Ellos me habían advertido: Dschungel Breck era pecado, perversión y todo lo que estaba mal a ojos de la sociedad y yo había pensado que no era para tanto y que estaban exagerando.

No le habíamos dado nuestro permiso para que lo hiciera y aun así otro que nada tenía que ver se había acercado para pedirnos un espectáculo privado.

Y estaba autorizado porque tal y como dictaba el cartel "preguntar no es delito". ¿Y si lo fuera?, ¿les daría igual?

No quería ni saber la respuesta.

—¿Estás bien? —La muchacha me toca el hombro y es entonces cuando caigo en cuenta de quién es.

—Tú...

—Oh —Se sorprende al verme—. ¡Yo te conozco! —dice alegremente—, gracias por elegirnos para el tema de los vestidos de dama de honor.

No me había reconocido por el cementerio y eso me daba una tranquilidad nueva.

Me quedo en silencio sin saber qué decir o qué hacer.

—¿Te importa? —Señala un par de billetes que lleva en la mano y yo niego sin saber a qué se refiere—. ¡Genial!

Se arrodilla y echa lo que parece un polvo blanco en la jofaina antes de empezar a sorber.

—¡Joder, joder!

Los rumores eran ciertos.

Alguien empieza a aporrear la puerta y a gritar mi nombre.

Si Friedrich Vögel abría la puerta se encontraría a su hermana colocándose.

Se levanta algo mareada y se acerca hacia la entrada del baño.

Sin saber muy bien por qué le sujeto del brazo.

—¡Espera!

—¿Qué? —Se deshace con cuidado de mi agarre y abre la puerta—. ¡¿Qué coño te pasa, puto energúm...?

No termina de proferir su insulto.

—Fritz... —Se lleva la mano a la boca, cubriéndosela.

Narciso no contesta, no se siente capacitado.

Se pasa la mano por la cara, intentando limpiarse rápidamente.

—Soni... —Él desvía la mirada hacia mí. Me necesitaba.

Lo que ninguno se esperaba es la bofetada que su hermana mayor le suelta.

Y él por impulso propio cierra la puerta tras de sí y la posiciona en la pared, casi en shock y sin saber cómo actuar.

—¡¿Qué cojones?! —Se echa hacia atrás y yo le abrazo por la espalda.

Tantos años buscándola y lo había recibido con un golpe.

Uno más.

Porque así se habían criado los Vögel: entre violencia, una violencia que no parecía tener fin porque siempre formaría parte de ellos, porque era la manera en la que resolvían sus problemas, porque era la forma con la que respondían ante las adversidades.

Narciso se lleva la mano a la mejilla golpeada y por el tono de su piel tan blanquecino sabía que se le quedaría una marca en la cara.

—Joder, Fritz —Sonríe la mediana de los Vögel sin despegarse de la pared—. Eres idéntico a papá.

Abrazo por la cintura a Narciso porque sabía que esas palabras le habían afectado en lo más profundo del alma.

La persona a la que más había odiado y era la viva imagen de él.

Pone sus manos encima de mis brazos y con cuidado se aleja de mí, estaba rechazando mi toque porque ahora mismo no era persona, ahora mismo estaba con el corazón destrozado.

—No me compares con semejante cabrón, Sonja —Nunca le había oído tan vulnerable—, yo no soy como él.

—Eres peor que el mismísimo diablo —Se acerca, recortando distancias—. De papá nunca esperé nada más que golpes, de ti esperaba que al menos te dignaras a decirme «adiós».

—Él era un niño... —Me sale del corazón defenderle e interrumpir el momento que estaban viviendo. Me parecía injusto que culpara al Friedrich del pasado y que sabía que le afectaría muchísimo en el futuro—. Sólo tenía 11 años...

La atención de Sonja se dirige a mí e ignora con la cabeza mis palabras.

En el fondo, ella sabía que yo tenía razón, pero es que la Sonja de 16 años era la que estaba hablando y no la del presente.

—Estás enorme; siempre fuiste un niño con encanto incluso cuando sólo vestíamos ropa vieja y nos pasábamos la mitad del tiempo sucios; ¿y ahora? Ahora eres un verdadero hombre. Si te hubieras despedido de mí, habríamos mantenido el contacto y hubiéramos estados los 3 juntos. Pero no, decidiste anteponer tu mierda a tu familia, porque tú la lealtad no la conoces, ni siquiera hacia ti mismo.

—¿Cuál es tu punto, Soni?

Friedrich estaba controlándose, era una bestia enjaulada y que estaba luchando contra sí mismo para no explotar.

Si era cierto lo que me había contado de que cuando eran pequeños era mejor alejarse mientras peleaban, ahora que eran adultos, daba miedo pensar hasta dónde podrían llegar.

—Que nos estamos mirando con rabia mientras nuestra hermana está enterrada con el abuelo en Berlín, ¿por qué no están en Frankfurt?, ¿por qué no tuviste los cojones de anunciar la muerte de Jutta?, ¿por qué no te vi en el entierro de papá?, ¿acaso sabes que le pegaron tres tiros años después en el mismo sitio donde se encontró el cadáver calcinado de mamá cuando escapamos?

No responde.

—¿Has ido alguna vez a verlos? —Continúa provocando Sonja.

—Ni tengo intención de hacerlo.

—Deberías, escupir en la tumba de ellos es un buen ejercicio para soltar parte de la ira contenida. —reconoce—. ¿Por qué el abuelo no está enterrado en Frankfurt?

—Pedí el traslado del abuelo a Berlín y Jutta... —Toma aire, le costaba hablar de ello—, nosotros fuimos felices aquí. Frankfurt nunca nos dio nada bueno.

—Me pasé años de mi vida llorándole a una tumba vacía y cuando descubrí que el abuelo estaba en Berlín, me encontré con el nombre de mi hermana en la puta lápida.

—Te adoptaron, Sonja, ni siquiera te correspondía heredar las deudas y las lápidas de ellos.

—¡Era mi abuelo y ella mi hermana! ¡Tenía y tengo el puto derecho!

—No, de hecho, no lo tienes. —El enfado empezaba a ser evidente en el tono que Narciso estaba usando—. Hay una cosa que se llama ley y que en el momento en el que formas parte de otra familia, dejas de tener.

Sonaba a algo que mi padre diría en un juicio y que Friedrich había aprendido.

—¿Tú hablando de leyes? Venimos de un barrio marginal, a cualquiera que le digas que vienes de Bahnhofsviertel [1] te mirará con miedo de que le robes la cartera a punta de navaja, nos hemos criado rodeados de narcosalas y en casa nos alimentábamos a base de palizas, Fritz, ¿me vas a decir que ahora te ciñes a la legalidad? ¡Permíteme que lo dude!

Le señala con el dedo y con rabia, se mueve hacia adelante, consiguiendo que el hombre que siempre tenía el control en todo se achante y mueva hacia atrás.

Sonja no era una mujer bajita, pero Friedrich tenía más altura que la mayoría de las personas.

—Tú no sabes por todo lo que pasó Jutta, salimos de un infierno, huimos del pasado y te buscamos, joder, Soni, te estuvimos buscando.

—¿Cuántas veces te has dicho esa mentira a ti mismo? Porque yo ya me he cansado de repetirme una y otra vez que cuando os viera de nuevo haría como si nada y fíjate, la mayor está muerta y al pequeño sólo quiero pegarle un puñetazo.

—¡Basta! —exige apretando los puños a sus costados.

Se estaba obligando a sí mismo a no ser violento.

—Eres letal, Fritz, eres un embustero y un egoísta de mierda, siempre lo has sido, pero ahora que te veo a la cara, no puedo parar de pensar lo mucho que te pareces a papá.

—Si te sirve de consuelo, tú tampoco te quedas atrás, eres cínica, dañina, superficial, explosiva y sigues siendo una egocéntrica a la que le gusta criticar los defectos de los demás, pero que cuando tiene la oportunidad hace lo mismo que tanto juzga. ¿Y sabes quién era así? Kerstin, porque te guste o no: eres la viva imagen de esa zorra, Sonja, excepto la nariz, la nariz la tienes desviada. ¿Te crees que no me he dado cuenta del polvo blanco y de cómo has actuado en cuanto me has reconocido? Puede que yo sea como Eckbert, pero tú eres la misma mierda que Kerstin.

Niego al escuchar cómo se dice a sí mismo que tiene algo parecido con su padre. Me negaba a que retrocediera. Él no era como esa basura.

Las palabras de Narciso le afectan y dejando que una lágrima ruede por su mejilla se acerca todo lo que puede, levanta la cabeza y suelta un escupitajo.

Y él permite que le manche.

—Miremos el lado positivo, Fritz —Sonríe con hipocresía—. Al menos Jutta era demasiado pura para parecerse a alguno de ellos, demasiado buena para ser como nosotros, demasiado para que este mundo la condenase a llevar el maldito apellido Vögel.

—¿De qué está hablando? —Limpio con el dorso de una de mis mangas la saliva que había impactado en Narciso. No quería que se sintiera humillado—. Estoy aquí, no lo olvides, estoy a tu lado.

—Yo no me mantendría cerca, chica, es un Vögel.

—¿Y eso qué tiene que ver? —Me pongo frente a ella, sabía que estaba hablando desde el dolor, pero estaba destrozando a una persona y eso tampoco era justo. No iba a permitir que pasar por encima de mi novio—. Yo soy una Schrödez y también soy una García, ¿qué coño importa el apellido de cada uno?, ¿acaso importa el origen de las personas?

También recordaba que estaba bajo efectos de la droga, pero como no sabía qué producía lo que se había metido, no podía justificar lo que estaba haciendo.

—Te voy a dar un consejo: aléjate de cualquier Vögel que conozcas, somos letales; todas las personas que están a nuestro lado acaban muertas o lo que es peor: rotas en vida y mi hermano y yo somos el ejemplo perfecto de lo segundo y Jutta de lo primero.

—Es tu hermano, joder. —Un escalofrío me recorre por el cuerpo—. Habéis tenido una infancia de mierda y entiendo que el resentimiento te carcoma por dentro, joder, Sonja, tienes derecho a estar enfadada, tienes derecho a estar rota, ¡tienes todo el derecho del mundo! Pero no tienes derecho a destruir a otra persona, no es excusa y no es justo.

Agacha la cabeza, como si estuviera reflexionando mis palabras.

A Friedrich le habían enseñado a que los hombres no lloraban porque eso le hacía ser débil; a Sonja le habían hecho creer que era cruel, malvada y que la mejor defensa era un buen ataque y eso es lo que trataba de conseguir, arrasar con cualquier persona que mostrara un mínimo de interés por ella.

Friedrich se había vuelto antidrogas por miedo a caer en ellas y Sonja se había hecho adicta a las sustancias para poder sobrellevar el dolor.

—Fritz, ella vale la pena, si la quieres la alejarás de tu lado, nosotros somos una mierda y ella aún puede escapar de esto.

—Es el amor de mi vida, Soni, es lo único bueno que tengo, si ella quiere estar a mi lado, siempre la recibiré con los brazos abiertos.

—Me llevé a Bärchen conmigo —confiesa, cambiando de tema radicalmente—. Quería hacerte daño porque es lo único que te quedaba del abuelo, ahora cuando estoy triste, le doy un abrazo.

Alguien toca a la puerta y entra sin esperar respuesta.

—No sé que está pasando aquí —Hermann llevaba una cerveza en su mano—, pero mi toque de queda empieza en 25 minutos, yo me largo.

Era una invitación a irnos con él, pero cuando sus ojos van de Sonja a mí y luego pasan por Friedrich, entiende la gravedad de la situación.

Lo único que hace es acercarse a su amigo, dándole la oportunidad a la mediana de los Vögel a irse sin que ninguno de los dos lo note y le da un abrazo.

—Eres un hijo de puta, Friedrich, pero eres mi hijo de puta y estoy aquí contigo, está tu novia, está Thomas y está Hugo. También tienes a Enia y nunca dudes de la lealtad que te tienen Izima y Hans, no estás solo y te quiero muchísimo, amigo. Kopf hoch, Lieblingsmensch!

«Cabeza alta, mi persona favorita»

Bahnhofsviertel: Barrio marginal de Frankfurt y que está considerado de los más peligrosos de Alemania. Se distingue por la vida nocturna, el narcotráfico y las pocas oportunidades que tienen los que viven allí.

Kopf hoch, Lieblingsmensch: La traducción literal es la que os he puesto en negrita debajo de la frase, pero en este caso quiero recalcar que la canción favorita de Hermann es Lieblingsmensch de Namika y es una canción que él siempre le dedicaría a sus amigos y que pocas veces lo dice en alto, por eso es muy importante que lo mencione sin saber qué ha ocurrido, simplemente viendo a su amigo sufrir.

¡Hola! ¿Qué os ha parecido?

¡Si te ha gustado no te olvides de votar y comentar este párrafo con tu segundo emoji más usado!

AMIGAS, HA DICHO EN VOZ ALTA QUE ES EL AMOR DE SU VIDA, ARE WE OKAY O LLAMAMOS A LA AMBULANCIA?

¿Cómo esperabais este rencuentro?, ¿habéis entendido la referencia del peluche de Friedrich (Bärchen)?🥺

¿Alguien más sintió a Nela como el meme de la mamá leona protegiendo a su leoncito?😂

*inserten sus #NarcisoNoEstásSolo * 

Iba a cortar el capítulo a la mitad porque ha quedado muy largo, pero creo que ya iba siendo hora de dar un poco de acción y que suelten toda su mierda. 

Párrafo para comentar si quieres un capítulo dedicado o si quieres darle un abrazo a Friedrich

¡Os leo!


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