Sechsundzwanzig: Bésame. Ahora mismo.

Capítulo dedicado a romeaaaaa. Gracias por leer y apoyar esta historia. ¡Ya te iba tocando un capítulo para ti y creo que te va a gustar mucho!♥

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Sechsundzwanzig: Bésame. Ahora mismo.

23 de mayo, 2020.

Puedo sentir la tensión por todos lados, la emoción del acontecimiento que sucederá dentro de unas horas y el terror a que se repita lo mismo que ocurrió en febrero.

Jhon había contratado a una empresa externa que un socio de Estados Unidos le había recomendado y el hermano de Caroline había venido no sólo para ver a su hermana vestida de blanco, sino para sostener la furia de los Koch y, desde luego, prestar su atención y conocimientos acerca de la seguridad.

No sólo había descubierto que mi hermano tenía su nombre en honor a su tío por parte de madre, sino que siempre fue el gran apoyo de Caroline hasta que, por trabajo, se mudó a París.

Y ahora estoy viendo uno de los reencuentros más bonitos de todos: la calidez de un abrazo de quien te protegía frente a otros, pero te hacía la puñeta en casa.

—Has venido justo a tiempo —Empieza a abanicarse cuando ve que corre peligro de romper a llorar—. ¿Llegó Thomas a tiempo para recogerte?

—Sí, ha sido una gran bienvenida a Berlín —Detiene su mano antes de hacerle el gesto fraternal de sacudirle el cabello ¡y menos mal! —. Para ser honesto, extrañaba Alemania, entre nosotros..., los franceses son un poco pedantes.

—Eres tú quien eligió vivir a París.

¿Quién en su sano juicio elegiría Francia como un buen sitio para vivir? Desde luego que yo no; a no ser que fuera Disneyland París. En ese caso, podría ser que aceptara.

—Cuestiones laborales, Carol, y no me arrepiento.

Charlan un poco y decido darles privacidad, cuando la prometida de mi padre lo nota, ve oportuno darme un poco de protagonismo.

—Ven, quiero presentarte a alguien.

Se acerca a mí y yo automáticamente me enderezo, pongo los brazos detrás de la espalda, como si estuviera escondiendo algo cuando la realidad es que estoy nerviosa.

Llevo el vestido de pierna abierta que Sonja arregló mucho antes de que yo supiera a ciencia cierta de quién era, cuando confundieron a Carol con mi madre y yo empecé a sospechar de quién se trataba.

—Thom, ella es Nela, la hija de Jhon —Asiente hacia mí y le sonrío con sinceridad. Caroline jamás trataría de usurpar el lugar que le seguía correspondiendo a mi madre, pero me trataría como a una más de la familia Schrödez porque me consideraba como tal—. Nela, te presento a mi hermano, Thom.

—Thomas —corrige él con mucha cautela mientras me ofrece su mano para que se la estreche—. Pero desde que vino al mundo el pequeño me he visto obligado a ser Thom para la familia y seamos sinceros, ya vino al mundo hace... —Se queda pensativo y con el cejo fruncido, anuncia—: casi veinte años. ¡Dios mío! Qué rápido pasa el tiempo...

No sé qué decir más allá de un «encantada de conocerte» porque quedaría fatal decirle que he oído hablar mucho de él cuando no sabía ni de su existencia. Lo más seguro es que Carol lo mencionara en algún momento y yo no le prestara atención, lo que me dejaría en un muy mal lugar...

—¿La llevarás del brazo? —Suelto su mano porque creo que ya he excedido los segundos de cortesía y puedo quedar bastante mal.

—Por supuesto, es mi hermana pequeña y no tuve la oportunidad de acompañarla en el pasado, no como me hubiera gustado; ahora quiero hacer bien las cosas y no un simple trámite, me aseguraré de entregarle la mano de mi hermana a un hombre decente y no tendré ningún problema en oponerme si no me gusta lo que veo, con todo el respeto hacia tu padre, claro está.

Conozco la historia de Carol, al menos la parte que ella o Thomas han decidido contarme y veo lógica la preocupación de su hermano.

También me doy cuenta de que el mayor de los Koch no sabe todo y mejor así; de hecho, me atrevo a asegurar que sólo es consciente de la parte en la que Sanders se excedió con ella, por no decir una palabra más fuerte y cargarme todo el buen humor que tengo ahora mismo.

—Bien —Caroline carraspea y las tres damas de honor nos miramos: una amiga de su ciudad, Erlin y yo—. ¿Tenéis a vuestras parejas cerca?

—Están fuera esperando. —Erlin sujeta con fuerza el ramo que debe llevar, está muy nerviosa porque no quiere hacerlo mal.

Carol jamás se olvidaría de su hijo y por ello quiere que sea acompañante a su entrada triunfal, la solución fue fácil: tres parejas en orden, caminando hacia el altar y siendo el precedente a la deslumbrante novia.

Primero iría su amiga y su marido.

Después iríamos Friedrich y yo.

Y por último su hijo y su novia.

Los anillos los llevarían los sobrinos más pequeños, es decir: Till, Ben, Louise y la hija de su hermano.

Martina y el otro hijo de Thom habían decidido que no querían formar parte de ese paripé porque les daba vergüenza. ¡Es lo que tiene estar entrando en la adolescencia!

A Ayelén le había sentado fatal porque le hacía muchísima ilusión ver a su hija mayor también desfilando, pero Wolfgang la convenció: si Martina no quería ser el centro de atención ni un solo segundo, debían respetarlo.

Y eso supuso una sarta de insultos en argentino hacia mi tío en la que ambos se miraban con ilusión, como si fueran quinceañeros enamorados.

Recordamos los últimos detalles y me hago una lista mental de las diferencias que pueden darse, sobre todo porque no va a ser una boda religiosa por mucho que ambos sean creyentes a su manera.

Y la respuesta es sencilla: en Alemania predomina la religión cristiana, pero hay dos vertientes, la católica y la protestante.

La parte católica es la que está en la parte occidental del país, los protestantes residen en su mayoría en la zona oriental, la división tan rectilínea nace tras el levantamiento del muro de Berlín y el resto ya es historia.

Los Koch son católicos y los Schrödez protestantes, así que la boda será civil y ya está.

Alguien da un suave golpe en la puerta de madera en la que estamos las chicas y Caroline se sobresalta con varias preguntas en las que no obtiene respuesta, al menos no la que quiere.

Erlin es la encargada de abrir la puerta y me quedo sin aliento cuando veo a Friedrich vestido con un traje hecho a medida y que le queda a la perfección de un color azul marino que no le hace para nada justicia si tenemos en cuenta el color de sus ojos tan bonito como el azul casi cielo. Pero si soy sincera conmigo misma, debía reconocerlo: mi novio-exnovio-no-sé-lo-que-somos-y-mucho-menos-lo-que-seremos-a-partir-de-mañana está buenísimo.

Los pantalones son ajustados, aunque permite que transpire bien y me encanta que se haya puesto incluso zapatos nuevos, de esos elegantes que jamás me hubiera imaginado que calzaría.

El pelo es otro mundo, se lo ha cortado por los lados y dejado sus rizos al aire, con un estilo juvenil y evitando ponerse gomina.

Sabe que así es como más me gusta verle y sé que lo ha hecho a conciencia cuando subo la mirada y me lo encuentro con una sonrisa en la cara y tragando saliva.

Sí, ambos nos causamos un efecto positivo.

—¡Mamá! —Thomas pasa por mi lado tras saludar a su novia y noto cómo le tiembla el labio superior de la emoción—. Estás... estás...

—¡Ni se te ocurra decir nada! —Señala ella sin dejar de abanicarse—. Cierra esa boca, Thomas porque cualquier palabra tuya conseguirá que me emocione y no estoy ahora mismo para romper a llorar.

—¿Y un abrazo? —pide su hijo con ternura.

—Tú nunca vas a tener que pedirme uno, eres mi bebé —Se acerca a él y le agarra con dos dedos uno de los mofletes mientras que Thomas se queja y acepta con gusto el calor que Carol tiene para darse—. Ahora ve y saluda a tu tío.

—Llevo todo el día con él...

—¿Ya te has aburrido de mí? —bromea mientras lo resguarda bajo su brazo y le hace cosquillas.

Thomas se emociona cuando el mayor de los Koch se pone serio, tose para llamar nuestra atención y dedica unas palabras emotivas que incluso a mí me encogen un poco el corazón.

—Hoy aprendemos a soltar el pasado y hoy dejáis de ser Koch para ser Schrödez, aunque sabéis que siempre tendréis un poco nuestro en vosotros.

—Eso díselo a mi madre, estoy seguro de que los abuelos están deseando que pierda este apellido.

—Thomas... —Los tacones de Erlin repiquetean y se acerca para tomarle la mano—. Sabes que siempre has sido un Schrödez independientemente del apellido que lleves, ¿sí, pequeño? —Le aparta un mechón de la cara y pie con mucha educación a una de las estilistas que le pongan un poco más de laca—. Y si no quieres ser un Schrödez, siempre tendrás la posibilidad de ser un Baltßun, pero aun así piensa que tú no eres un Koch por tus abuelos, eres un Koch por la gran madre que tienes, por el tío que tanto te adora y porque lleves el apellido que lleves eres el mejor, ¿vale, cariño?

—Sí tú lo dices...

—¡Claro que lo digo yo! —Deja las flores a un lado, pone sus manos en jarra y señala hacia su novio—. ¡No eres tú quien pierde el apellido, es el apellido quien te pierde a ti! Eres fantástico, el mejor, eres...

—Tengo miedo. —Confiesa sin tartamudear y nos mira a todos los que estamos, reparando en su mejor amigo y reconociéndolo—. Tengo miedo de oír alguno de sus comentarios y no poder controlar la rabia y arruinarlo todo.

—En ese caso tú no habrías arruinado nada —Friedrich suena sereno y seguro de sí mismo y aprovecha para colocarse detrás de mí y arrimarme mientras pasa un brazo alrededor de mi cintura—, una respuesta es consecuencia de un ataque, no cargues sobre tu conciencia hechos que jamás serían culpa tuya.

—Somos setenta personas —indica Caroline con cautela—, hemos distribuido las mesas para que estéis cada uno en otra punta de la sala, sólo os vais a juntar a la hora del baile porque quiero que seas tú el que preceda a tu padre.

—¿Y por qué Thom no puede ser el segundo en bailar?, ¿por qué tengo que aceptar que sea el abuelo quien me dé paso a bailar con mi madre?

—Porque yo soy el que la lleva al altar —responde con tranquilidad estudiada su tío— y, por lo tanto, debo abrir yo el vals.

—Pero que altar ni que altar, tío —refunfuña mi hermano—. ¡Si es una boda civil!

La puerta se abre y la organizadora de eventos carraspea para llamarnos a todos la atención.

—¡Todos en posición! El novio ya está esperando.

Primero se colocan los amigos de Caroline, después Friedrich y yo, detrás nuestra están Thomas y Erlin y por último la novia y su acompañante.

Respiro hondo y me aseguro de que la pierna derecha esté tapada.

—Está todo bien, preciosa —No me mira, está concentrado en hacerlo bien y me agarra del brazo—. Estás guapísima, más de lo normal incluso.

—Tú tampoco estás nada mal —Le devuelvo el piropo y copio su gesto—. Pero eso ya no importa, supongo.

—¿Por qué?

—¡Hanna Dreesen y Jonas Dreesen!

Empiezan a caminar y nosotros les seguimos hasta que la organizadora nos hace parar durante unos segundos, nos indica que vayamos a paso lento y sin alcanzarlos y que una vez lleguemos yo me sitúe a la izquierda y Friedrich a la derecha.

—¿Por qué no importa, Nela? —insiste y le pellizco con disimulo porque no es el momento para hablar de esto—. Preciosa...

—Tú mismo lo dijiste, esta sería nuestra última cita.

—Pues he cambiado de opinión —Hace círculos imaginarios en mi piel. Le gusta jugar sucio—. Sonríe un poco o saldrás enfadada en las fotos.

Automáticamente, disimulo una sonrisa más que creíble. He practicado muchísimo para que la gente se crea que estoy bien cuando la triste realidad es que es todo lo contrario.

—¿Tú te crees que soy un juguete o un perro?

—No, claro que no, ¿a qué viene esa pregunta?

—No frunzas tanto el ceño —Miro hacia él cuando el fotógrafo nos hace una señal disimulada para que nos miremos—, seguramente hayas salido cabreado.

—Bueno, es mi estado natural —Se controla para no encogerse de hombros—. Habla, preciosa, estoy esperando una respuesta.

—No puedes dejarme, decirme que no vamos a estar nunca más juntos y ahora pretender volver como si nada.

—Nela, técnicamente me dejaste tú.

—Técnicamente intenté solucionarlo y me mandaste a paseo.

—Que yo recuerde, te besé.

—¡Cierto! Espero que lo hayas disfrutado porque habrá sido el último. —Estamos llegando a nuestra posición y diviso a Jhon mirándome con orgullo en la cara y se controla para no mirar hacia su futura esposa porque quiere darme la atención que cree que merezco como hija—. Te quiero, Friedrich, pero estoy cansada de que me marees.

—Retira ahora mismo lo de que ese fue el último que nos dimos porque paro este paripé y te beso como nunca antes.

—No serías...

—¿Capaz? —No me hace falta mirarle para saber que tiene una de sus rubias-oscuras-o-castañas-claras cejas alzada.

¿Capaz? Dios mío, si alguien es capaz de asumir el riesgo y no prestarles atención a las consecuencias es Friedrich Vögel.

—Tal vez nos demos otro, cuando yo quiera. —matizo sin querer provocarlo mucho.

—Bien.

—Perfecto.

—Ya me avisarás —Parece que le ha molestado mi actitud y por alguna razón eso me hace sentir poderosa.

—Deja que primero te desbloquee de WhatsApp. —Acompaño mis palabras con un guiño de ojo que espero que me quede bien.

Preciosa...

Nos soltamos de la mano casi a cámara lenta, como dos bobos que se están despidiendo y no pueden separarse.

Agradezco todo el maquillaje que llevo encima porque de lo contrario mis mejillas se habrían sonrosado a vista de todo el mundo cuando algunos invitados exclaman alguna ñoñería sobre lo bonito que es el amor en la juventud.

—¿La próxima boda será la de mi sobrinita? —alcanzo a escuchar a Donny.

—¡Cállate, Donald! —piden los tres hermanos presentes.

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Jamás me hubiera imaginado lo románticos que pueden llegar a ser los alemanes o tal vez es que de tanta frialdad acaban teniendo detalles cursis que convierten en tradición.

—Si algún día me caso —le digo a Erlin mientras veo cómo Jhon y Caroline recortan, con un par de tijeras, un corazón dibujado en una sábana—, no pienso hacer eso ni de coña.

—Qué poco romántica eres... —Me mira con reproche fingido—. ¿Qué será lo siguiente?, ¿no aceptar el apellido de tu esposo?

—Eso ya hay que darlo por supuesto.

Sus ojos se abren tanto que por un momento temo que se le caigan las lentillas.

—¡¿Cómo?!

—Erlin, te recuerdo que tengo dos apellidos, eh.

—Ya bueno, pero...

—¿Por qué crees que tengo dos?

—Porque mi madrina era una testaruda que quería el suyo y acabaron llegando a un acuerdo.

—Mi madre era bastante terca, sí, pero obviamente no es por eso... en España tenemos dos apellidos y la mujer siempre conserva el suyo.

—¿Por qué?, ¿qué necesidad hay?

—No tendría problema en quitarme el Schrödez, pero que entonces mi futuro esposo se lo ponga.

—A ver..., es cierto que no es justo que nosotras perdamos esa identidad, pero no sé..., ¡es romántico y ahorra burocracia!

Nunca me lo había planteado como una pérdida, simplemente no me parece justo que uno de los dos tenga que quitárselo.

Ahora que Erlin lo menciona, estoy de acuerdo con lo que dice: es muy injusto que seamos nosotras las que nos quedamos sin ello.

—En España entorpece, créeme. La gente que tiene un solo apellido y consigue la nacionalidad española suele estar obligada a ponerse un segundo.

—¿Te parece mal que Caroline deje de ser Koch?

—No, ¿por qué iba a molestarme? —Sacudo la cabeza—. Ella puede hacer lo que quiera y Thomas también; mientras no me toque leerme estatutos y hacer papeleo a mí, que hagan lo que quieran.

—Ya me estoy imaginando la cara de Narciso cuando dé por hecho que serás una Vögel y tú le digas que no...

Bueno amiga, eso no es algo que vaya a pasar porque te recuerdo que no estamos juntos. Además, ¡somos muy jóvenes deja de hablar de bodas!

—No me planteo ninguna boda ahora mismo.

—¡Oh, mierda! Lo siento, Schenke... Se me había olvidado lo de que ya no estáis juntos y... ¿me odias?

—Eres como un algodón de azúcar, ¿cómo voy a odiarte?

—¿Lo suficiente como para renunciar a tu apellido por el mío? —bromea.

—¡Un poco menos! —Le saco la lengua—. Nos vemos luego... —le indico cuando veo a mi padre tomar en brazos a su ahora mujer y pasar a través del corazón recortado.

Demasiado dulzura incluso para mí.

A mí con tirar arroz y gritar el «¡viva los novios!» me servía.

De camino me encuentro con Ayelén y nos saludamos como es debido mientras que me alegra que mis primos se peleen entre ellos para ver quién me abraza primero, me hace sentir querida y los recibo a todos abriendo los brazos.

—Oye —Dios, cómo me gusta hablar en español entre tanto sonido germánico—, ¿tú cambiaste tu apellido cuando te casaste con Wolfgang?

—Sí, fui una Eschorrez, pero por suerte volví a ser una Quiroga cuando me divorcié.

—¿Por?

—¡Era impronunciable!

Charlamos un poco y me confiesa que no estaba muy segura de venir por lo que pasó la última vez, sin embargo, no se arrepiente de haber vuelto a Alemania, no por el momento.  Me despido de ella, nos veremos en el combite. Yo lo que quiero ahora mismo es ir al baño y relajarme un poco, hablar con mi tía y alguna de mis amigas y expresar cómo me siento.

Necesito decir en voz alta que estoy feliz porque el matrimonio de mi padre con Caroline me gusta, que estoy triste porque siento un vacío dentro de mí porque no sé lo que se siente al tener padres viviendo juntos y sin pelearse cada dos por tres, orgullosa de la relación que tengo con Jhon y lo que vamos avanzando poco a poco, destrozada porque mi madre no es consciente de estas mejoras, contenta de lo arropada que me siento y hundida por los que faltan.

Pero no lo hago. Simplemente llego hasta el servicio más cercano y cuando veo a Friedrich salir del de chicos, me escabullo casi corriendo al de chicas.

No puedo lidiar con esto ahora.

No puedo con sus cambios de actitud.

No puedo con el «ahora sí, pero en un rato no».

No puedo seguir identificándome con la canción de Amaral y su «a veces te mataría y otras en cambio te quiero comer».

No puedo seguir pensando en Friedrich cada vez que el aleatorio de Spotify o la radio ponen Limón y sal de Julieta Venegas y canto a todo pulmón los primeros acordes de la canción «tengo que confesar que a veces no me gusta tu forma de ser, luego te me desapareces y no entiendo muy bien por qué» para después seguir dedicándole un «pero a todo lo demás le gana lo bueno que me das, sólo tenerte cerca siento que vuelvo a empezar».

Y todo el terror, la tristeza y el mal humor desaparece cuando escucho llamarme con su suave acento a pesar de su voz tan grave diciéndome preciosa.

—Te he visto entrar, sal.

En septiembre hubiera fingido que no estaba y tentado a la suerte de que pensase que soy un poco gilipollas.

En diciembre le hubiera dicho que a todo con los ojos cerrados.

En marzo le hubiera pedido que fuera razonable y hubiéramos dialogado como personas con dos dedos de frente.

Ahora estamos en mayo y estoy tan cansada de la vida que me apetece discutir como a la que más.

Quito el pestillo y camino hacia él antes de tirar de su brazo y cerrar la puerta.

—Aquí me tienes.

Se queda sin palabras, no le sorprende mi ataque de valentía, es que se ha quedado anonadado de que me haya decidido a ser osada.

—Joder... —Da un paso hacia atrás—, qué guapa estás cuando te has cansado de mí y que poco me gusta eso.

No puedo evitar sonreír y miro hacia otro lado para que no sea consciente de que el único en conseguir que me sonroje de la ilusión sigue siendo él, ni el maquillaje conseguirá ocultar lo mucho que este chico me afecta.

—No estoy cansada de ti, estoy cansada de la falta de respuestas.

Decide jugar todas sus cartas y sabe que su cercanía me hace mucha falta. Para Friedrich es una necesidad tocarme, para mí es un apoyo incondicional cuando lo hace.

Pero también es inteligente y ha aprendido a abordarme en poco tiempo, por ello estira su mano y me da la opción de decidir.

Me acerco a él, sin tocarlo y apoyo el peso de mi cuerpo en un pie.

—Narciso...

—Friedrich —corrige—, para ti soy Friedrich y es una línea roja que no estoy dispuesto a permitir que cruces.

—Quién diría que eres el mismo que me arrinconó cuando te intenté llamar así y no Narciso.

Preciosa, ni tú ni yo somos los mismos de antes, tú y yo deberíamos ser uno dentro de lo que implica ser dos.

—Siguen sin dárseme bien las matemáticas.

¿Por qué tengo tantas ganas de llorar, de abrazarle, de besarle y pegarle un puñetazo al mismo tiempo?

—Que quiero que siempre seamos dos, joder, pero en lo que se trata de lo nuestro, que seamos un equipo... ¡No estábamos haciéndolo tan mal!

—¿Por qué has cambiado de opinión?

—Porque tenemos un Thomas en nuestra vida y me hace ser racional.

—¿Qué ha cambiado para que te des cuenta de que quieres estar conmigo?, ¿por qué has sido incapaz de verlo con tus propios ojos?

—Porque soy un imbesil, Nela —Mi corazón se siente lleno después de un mes al escucharle pronunciarlo en español—. Porque soy cuadriculado y cuando me obsesiono con que tengo razón no hay forma de desviarme por el camino.

—¿Ah no?

—Salvo una excepción.

—Ahora me dirás que soy yo, ¿no?

—Creo que te lo he demostrado —Da un paso hacia delante—, eres la única persona a la que le he pedido perdón y le he dicho te quiero —Otro paso—. Eres la única a la que estoy dispuesto a escuchar cueste lo que cueste y no cuando lo necesite o esté preparado.

—¿Y a darme respuestas?

—Sí. —Me alcanza y como ve que no lo impido, me sujeta por las caderas para elevarme y subirme encima de la jofaina—. Todas las que quieras.

Apoyo las manos en el mármol, con cuidado de no hacer un mal gesto y hacerme daño.

—Pues empieza.

Se inclina hacia delante y apoya su frente contra la mía.

—Dame un beso, Nela —exige bajando el tono con el que habla—. Necesito un beso tuyo.

—No —Cierro los ojos por inercia y aprieto la quijada por el dolor que siento en el pecho al rechazarle—. Te corresponde a ti hacerlo, Friedrich, no me pidas que siga dando carta blanca cuando eres incapaz de ofrecerme nada de ti.

—Nela..., a ti te lo doy todo, aunque a veces no sepa demostrártelo.

—Va siendo hora de que aprendas... —Le acaricio la mejilla con suavidad y delineo con el dedo índice su barbilla y nariz.

—Te alejé porque pensaba que, si Sanders sabía lo que significabas para mí, iría a por ti.

La mención a ese cabrón me pone en alerta y Narciso lo nota porque enseguida empieza a dibujar círculos imaginarios en mi piel, como si trata de calmarme y lo consigue.

—¿Y ya no va a por mí o como se cae tu teoría?

—Porque eso sólo pasa en las películas y he tardado demasiado en darme cuenta —Suelta un suspiro y busca un cigarro en uno de los bolsillos y lo guarda nada más verme a la cara—. Perdóname, por favor...

—Casi un mes, has tardado casi un mes... —Apoyo la cabeza en el cristal cuando pasa un mechón rebelde detrás de mi oreja y asiente con arrepentimiento.

—Prefiero estar lejos de ti si eso me asegura que te salva, Nela; yo ya no tengo salvación.

—No te pongas filosófico ahora que estamos en medio de una boda..., no me digas que estás muerto y yo viva porque estoy cansada de jugar en el lado de los que no respiran, si estás conmigo lo estás del todo, no cuando las cosas estén bien para huir cuando la mierda nos salpique.

—Nela, vengo de criarme en la calle, de un barrio con narcopisos, prostitutas al lado de cada farola y miles de historias que te mantendrían con el ojo abierto por las noches, y tú vienes de una familia con dinero, con seguridad, con libertad en la vida.

—¿Acaso crees que no sé de dónde vienes? ¡Vienes del maldito Bahnhofsviertel! Uno de los diez distritos más peligrosos de toda Alemania, ¿crees que no sé dónde te criaste? ¡He investigado sobre el barrio en el que naciste, he mirado en Google Maps dónde estaba tu casa, he indagado en tu pasado y he decidido que me da igual!

—Tú..., ¿te has interesado por mis orígenes?

—Friedrich, estoy enamorada de ti y tú no me cuentas nada..., el pasado no nos define como personas, pero nos influye para ser quienes somos..., y yo sigo a tu lado, hostia.

—Nela —pronuncia mi nombre demandante y sé que está controlando sus impulsos más primarios—. Bésame. Ahora mismo.

Me acerco y rozo mis labios con los suyos, cierra los ojos y siento su aliento mezclándose con el mío. Paso mis brazos por detrás de su cuello y llevo mi boca a su oído.

—Esta vez no te va a servir con exigir, Friedrich, esta vez te toca ganártelo.

Suelta una risa, como si hubiera esperado cualquier cosa menos que le rechace porque joder, este hombre no lleva nada bien que le desobedezcan.

Me toma de la cintura como si no pesara ni un solo kilo y me da la vuelta para que nos vea desde el espejo.

Sus manos me agarran con posesividad y se ayuda de una de sus rodillas entre mis piernas para levantarme un poco y llegar hasta el dobladillo del vestido.

—Míranos y dime qué es lo que estás viendo.

A dos gilipollas con el orgullo herido, el corazón dañado y con las hormonas revolucionadas.

—Una pareja muy terca y con pocas ganas de ceder, quizás una de las partes se ha cansado de ceder y de darlo todo mientras que la otra solo da a medias y pide una confianza infinita.

—Pues yo veo a una chica guapísima y a un chico que sabe que jamás estará a su altura, pero que está dándolo todo. ¿Y sabes lo que también veo? —Su mano viaja hasta mi cuello con cuidado, pero con su habitual exigencia y dureza. ¡Echo mucho de menos lo duro que puede ser mientras me trata con cariño!—. Que te tengo más ganas que nunca y que jamás debí aceptar que me dejaras.

Sube un poco más el dobladillo y me mira con ojos curiosos evaluando mi reacción.

—Nos dejamos mutuamente, tú ibas con esas intenciones y yo sólo te las facilité. —Necesito recordárselo mientras llevo mis manos a su nuca y aguanto las ganas de girar la cara para besarlo.

Preciosa... —Sus dedos rozan el interior de mis muslos y me obligo a no cerrar los ojos, quiero verle en todo momento—. Bésame, no nos castigues más y hazlo.

Casi lo hago por la determinación en su mirada, pero por una vez me gana la dignidad y le planto cara.

—Si lo que quieres es inclinarme contra el lavamanos o alguna pared, no voy a negártelo, es más: yo misma me bajo las bragas, pero no pienso besarte.

—¡Soy tuyo, joder! —Abre los brazos y se señala desde atrás—. ¡Estoy loco por ti, maldita española de mierda!

—Pues demuéstramelo, maldito alemán de mierda. —siseo con las mejillas sonrojadas y toda la tensión acumulada tiro hacia atrás el culo y noto su erección peleándose contra la tela del pantalón.

Su mano se cierra en mi nuca con suavidad para evitar despeinarme y me echa hacia atrás, consiguiendo que apoye la cabeza en su pecho.

—Si me das vía libre voy a follarte, preciosa, voy a arruinar a tu maquillaje, enredar todo tu pelo y conseguir que me beses hasta que recuerdes lo mucho que te gusta mi boca; ¿estás segura de que quieres?

—Prueba, te dejo que consigas todas menos una.

Y no necesita más porque me gira y bajo mi atenta mirada se desabrocha el pantalón y se lo baja lo suficiente junto a la ropa interior como para dejar su erección a la vista.

—Apóyate en la pared y sujétate a mí, quiero verte la cara en todo momento.

No me baja el tanga y tampoco me sube demasiado el vestido.

Me necesita más que nunca y yo le ansío como jamás hubiera pensado y cuando se desliza dentro y nos sentimos mutuamente, la sensación es fuerte al principio debido a su tamaño, pero una vez se acomoda y entra y sale un par de veces, acostumbrándonos a un buen ritmo, gemimos al mismo tiempo y abrimos los ojos casi paralizados.

—Mierda...

—El condón... —digo casi lloriqueando cuando dejo de notarlo dentro de mí.

—Quieta. —Me advierte mientras se agacha y baja la tela del tanga por mis pantalones.

—Friedrich, ¿vas a...?

Y no necesito seguir formulando la pregunta porque la respuesta llega con su boca y sus dedos.

—Te echaba de menos, preciosa, no me permitas seguir comportándome como un idiota.

—No me corresponde a mí esa parte de ti, Friedrich, no me...

Y no puedo terminar la frase porque mis manos vuelan a su cabeza y lo siguiente que sé es que estoy gimiendo su nombre, apoyada en la pared de un baño mientras los invitados gritan nuestros nombres porque tenemos que irnos a celebrar el combite de la boda.

¡Hola! ¿Qué os ha parecido?

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Por cierto, en multimedia tenéis una ilustración de cómo me imagino a Erlin, Nela y Dani hecha por Lady_Blueart y la podéis ver en nuestros instagrams. ¿Os gusta?

¿Alguien más echaba de menos a estos dos juntos? ¡Porque yo sí! 👀

¿Quién creéis que ganará la lucha del beso?, ¡malditos condones y la responsabilidad de estos dos!

Quedaos con alguien que os coma enteras cuando no hay condones😏.

¿Qué tradiciones son las más comunes en las bodas de vuestros países? En España tiramos arroz una vez se ha casado la pareja🙈.

¡Os leo!

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