Neunzehn: Abre los ojos.

Capítulo dedicado a Ennywhey. Muchísimas gracias por leer esta historia, por darle amor y por dejar que los personajes se hagan un hueco en tu corazón, tú ya tienes un poquito del mío por eso.

━━━━━━━━※━━━━━━━━

Neunzehn: Abre los ojos.

21 de abril, 2020.

—¿Cómo te encuentras? —Odetta siempre hace la misma pregunta cuando tenemos que vernos tras analizarme durante un rato.

Es increíble el avance que he hecho en estos meses con ella, llegué tartamudeando y con miedo a expresar el terror que sentía con el simple hecho de pensar que tenía que ir en el asiento de copiloto y ahora..., sigo luchando por sostenerme a mí misma, por sostener a las personas que me rodean y por recordar que hay vida después de la muerte, por mucho que quiera evitarlo y por muchas ganas que tenga de rendirme para reunirme de nuevo con mi madre.

—Podría decir que bien, pero estaría mintiendo; he estado peor, eso sí.

—No eres la misma chica que vino hace meses con miedo en los ojos, no niegues tu avance, Nela. —Me recuerda.

—A veces siento que me estanco, que no avanzo, que he mejorado todo lo que puedo y que he llegado a mi tope.

—Es parte del proceso del duelo, estar mal no significa que eches a perder tus mejoras; tener bajones puntuales, no significa que hayas dado tres pasos hacia atrás. No estás bien y estaría engañándote como terapeuta si te dijera lo contrario, pero no hay ni punto de comparación con la que eras antes.

—¿Y por qué siento que estoy entrando en un bucle del que no tengo salida? Me da la sensación de que sigo batallando contra lo mismo una y otra vez. No tengo esa sensación de asfixia ni esa presión en el pecho de forma permanente, pero no estoy bien.

—¿Y cómo te sientes?

—En el medio, ni en un lado ni en el otro, siento que mejoro y al mismo tiempo que empeoro, que me estoy fallando a mí misma por mirar hacia atrás y seguir rompiéndome cada vez que recuerdo a mi madre y al mismo tiempo orgullosa de ser capaz de hablar de ella sin ponerme a llorar. Estoy confundida porque joder, tengo un novio que me quiere y cuida, pero al mismo tiempo la sensación de que el mundo se nos va a caer encima no para de crearme una inseguridad arrolladora, tengo la suerte de que Friedrich no me llama loca ni me cuestiona si siento celos, se sienta a hablar conmigo y me pide que le hable de mis inseguridades sobre nosotros y sobre lo que me rodea y soy tan estúpida que no paro de agobiarme porque parecerá una paranoia, pero es como si hubiera una brecha entre los dos. Sé que me oculta algo y que hay personas que me rodean que saben el qué y lo encubren; debería estar feliz porque cada vez me siento más cerca de mi padre y, aun así, muchas de sus acciones no me cuadran. Debería ser una adolescente cuyo mayor miedo fuera que su novio la engañara, que se enfadara con su padre si no la deja salir y que se sintiera un deshecho social por haber dejado el instituto y en cambio, no me preocupa nada de eso, bueno, a ver, en parte sí, pero creo que me estoy explicando...

—Vamos por partes, hablemos del instituto, si quieres.

—Lo he dejado porque mi cabeza no entiende el maldito sistema educativo alemán, no comprendo por qué tengo que seguir cursando las malditas matemáticas y cómo es posible que me pueda quedar sin entrar a la puta universidad con perdón de la palabra por una asignatura que en España dejé de dar hace dos años.

Madre mía, cuánta agresividad y frustración llevo dentro y eso que acabo de empezar a desahogarme.

—Es complicado adaptarse a un nuevo sistema educativo de por sí, y en tu situación es aún más difícil. Muchas personas optan por tomarse un año sabático o incluso de descanso para ordenar su cabeza antes de centrarse.

—¿Y qué me dices sobre lo de Friedrich?, ¿por qué tengo el presentimiento de que algo no va bien entre nosotros cuando estamos mejor que nunca?

—Muchas veces las personas tenemos tendencia a pensar que algo va mal cuando las cosas funcionan adecuadamente porque no estamos acostumbrados a que la vida nos dé buenas noticias; tú siempre te has definido como una persona insegura y doy fe de ello, creo que, si tenéis buena comunicación, el problema recae en el miedo a que la relación vaya bien porque estás familiarizada con lo contrario.

Tiene sentido.

—Tenemos buena comunicación —admito—, pero de forma superficial. A Friedrich hay que arrancarle las palabras de la boca porque no sabe cómo expresarse y cuando lo consigue, tiene tanto miedo de estar mostrándose débil, que es incapaz de desahogarse. Comprendo que cada persona es un mundo, porque al final del día yo también soy muy reservada en ciertos aspectos, pero a mí no me vale con saber que él está ahí para mí, yo necesito hablar, abrirme, necesito que me escuche y que se atreva a ser escuchado. Sé que cada persona lidiamos con traumas y dificultades y sé que está esforzándose —Sorbo por la nariz porque voy a reconocer algo que me duele demasiado—, pero a veces, eso no es suficiente. ¿Soy mala por necesitar más de él?

—No, tienes unas necesidades que no están siendo cubiertas y que chocan con su forma de ser y con los traumas de su pasado.

—¿Y no consideras que es egoísta?

—El egoísmo es un sentimiento subjetivo, Nela y no siempre es negativo.

—¿Cómo no va a ser negativo?

—Tienes unas necesidades que no están cumpliéndose, sin el llamado egoísmo, no serías capaz de percibir esa carencia.

—Es que parece que estamos predestinados al fracaso.

—Siempre te pones en lo peor y está bien cuando te ayuda a mejorar, pero tienes que abrir la mente, si no funciona, pero ambas partes están dispuestas a cambiar y mejorar sin sentirse presionadas, ¿por qué no iba a funcionar?

—Tengo diecisiete años y sueno como una señora de ochenta y tres. —digo inventando un número al azar.

Trata de aguantar la risa y me tranquiliza saber que no me está juzgando, sino intentando comprenderme a pesar de la diferencia de edad que tenemos, porque sí, por mucho que sea mi psicóloga, eso no quita que sea una mujer adulta y yo una adolescente.

—Yo lo veo muy positivo, Nela, quieres que tu relación funcione y ves impedimentos con los que no sabes lidiar, no es que haya algo mal en ti y tampoco en Friedrich, el problema es que ambos tenéis traumas que aún estáis curando y experiencias en la vida que os obligan a tener unas exigencias que si no se cumplen parece que estáis dándoos de bruces contra un muro.

—No sé cómo paliar este sentimiento, cómo ceder o cómo ayudarle sin perderme a mí por el camino.

—Quizás lo ves exagerado, pero ¿os habéis planteado ir a terapia de pareja? Muchas veces se piensa que cuando la relación está perdida hay que salvarla a toda costa y como medida desesperada se decide ir a un especialista; la realidad es bien distinta: si una relación está rota, los psicólogos no hacemos milagros, vamos a intentar subsanar todo lo posible y ayudar a nuestros pacientes, pero el problema en la gran mayoría de ocasiones es que se ha recurrido a una medida así demasiado tarde y es insalvable.

—¿Y cuándo se recomienda empezar con algo así?

—Cuando empiezan los problemas y ambos quieren poner de su parte para asumir las responsabilidades, cuando faltan herramientas, pero hay ganas de aprenderlas y corregir.

—¿Tú crees que Friedrich y yo necesitamos ese tipo de ayuda?

—No sé si es ético dar una respuesta sincera, Nela, pero siendo psicóloga de ambos y sabiendo por lo que enfrentáis cada uno, estoy totalmente convencida de que sí. Hay comunicación entre los dos, pero os falta ese empujón final para que podáis sentiros libres del todo, quizás un experto en relaciones de pareja podría ayudaros a cerrar esas brechas.

—¿Y cómo lucho contra ese sentimiento de que me está ocultando algo? —Sonaré desesperada, pero es que yo realmente quiero hacer las cosas bien con él. Me niego a que me pase como mis padres y que se nos queden conversaciones pendientes y el dolor por haber sido cobardes destrozándonos cada día.

—No hay una fórmula secreta, ¡ojalá la hubiera!, diálogo, diálogo y más diálogo. Háblale de por qué crees que esconde y qué es lo que piensas que está callándose y plantéate en cómo os afecta en vuestra relación.

Hablar es fácil cuando se sabe cómo hacerlo, tirarse mierda el uno al otro es una solución para nada correcta, pero que ayuda a desfogar y soltar todo lo callado. El problema es cuando incluso teniendo una buena comunicación y teniendo la posibilidad de alzar la voz porque sabes que él nunca te juzgaría, vienen todas las inseguridades de que quizás estás siendo exagerada o comportándote como una loca.

Y saber que Friedrich no permitiría que me catalogase a mí misma de ninguna de las dos formas, me hace sentir más estúpida.

¿Qué hay de malo en mí y por qué tengo esa maldita sensación de que no es todo tan fácil?

Sé que se está callando más de lo normal, más de lo que me gustaría y no sé cómo sonsacarle información.

Me siento completamente perdida y el desconocimiento absoluto no hace más que ser una frustración extra a todo lo que me rodea.

━━━━━━✧❂✧━━━━━━

Cuando salgo de la clínica me encuentro con Massimo esperando con cara de pocos amigos, es parte de su trabajo junto al de llevar un arma y ser responsable de mi seguridad.

Aún me cuesta adaptarme al hecho de que tengo un guardaespaldas para cada movimiento que hago.

—¿Todo bien? —Se acerca a mí y mantiene la distancia suficiente como para no ser un incordio, pero sin estar alejado. Si necesita tirar de mí para lograr cubrirme de cualquier peligro, no tendrá problema en hacerlo.

—Supongo que sí, ¿por qué debería ir algo mal?

Non so, cuando alguien va al psicólogo suele tener problemas y esas cosas. —Se encoge de hombros y me indica hacia dónde hay que caminar.

—Eso es un estigma bastante erróneo y dañino —Sueno como una sabionda con aires de superioridad, sin embargo, mi llamado moralismo-que-a-veces-puede-ser-irritante-según-mi-novio-y-otros-cuantos-más me obliga a hablar—. Cuidar la salud mental no tiene por qué venir acompañado de estar en la mierda, que yo sí que lo estoy, pero no tiene nada que ver una cosa con la otra.

—No digo lo contrario, ma el viejo método también funciona.

—No sé si quiero escuchar lo que estás a punto de decir. —Me llevo las manos a los oídos, fingiendo que no voy a escuchar.

Piccolina, non puoi lamentarti cuando me tocó oír todo vuestro vicio hace dos semanas.

«No puedes quejarte».

Decido tomarme esa declaración de la forma más inmadura que sé y es diciendo en voz alta algunos monosílabos que le hagan creer que no estoy prestándole atención.

Ma che cazzo... —Maldice en italiano y enfoco la mirada hacia el mismo sitio que él—. Nela, detrás de mí.

«Pero qué cojones».

Su brazo pasa por encima de mis hombros y empieza a dar órdenes en clave, es evidente que tiene un pinganillo por si necesita refuerzos.

Con parte de su cuerpo me protege del objetivo y con su mano libre sostiene de forma disimulada su pistola.

Hay un hombre apoyado en el coche de Massimo, con los brazos cruzados y una postura chulesca. No está ahí por casualidad, sabe lo que hace y estoy segura de que no está solo.

Pero joder, esto es incluso arriesgado para un loco como él. Es una declaración de intenciones en toda regla.

A Callum Sanders ya no le sirve con abordarnos con sus secuaces, quiere mostrar el poder que tiene y presentarse él mismo ante mí cuando mi padre ha triplicado la seguridad, es una evidencia.

—¿Por qué no nos vamos? —pregunto nerviosa y al mismo tiempo enfurecida.

Estoy acojonada, pero cansada de que este hombre tenga una obsesión tan enfermiza con mi familia.

Es un criminal, un torturador de mujeres y debería estar encerrado de por vida, podría perderlo todo debido a su obstinación en Jhon y le da exactamente igual.

—¿Darle la espalda a un asesino? Eso no va a pasar, no mientras estés bajo mi cuidado, señorita.

No hay ni un ápice de humor en su voz, es un hombre totalmente transformado, un profesional de pies a cabeza.

—No podemos controlar todos los ángulos...

—Sí que podemos —Me llega la voz de Izima, está detrás nuestra—. Aunque me quede sin extremidades, seguiré batallando para acabar con estas mafias y en especial con este hijo de la gran puta.

—Nosotros vigilamos y tratamos de no llamar la atención de nadie —indica Hans, ni siquiera sé cuándo ha llegado—. Si está en tu coche es porque están los policías corruptos de servicio, ellos tienen legitimidad para dispararnos si lo ven conveniente, no lo olvidéis y no hagáis movimientos extraños, están esperando que demos el primer paso.

—¿Creéis que va a hacer algo?

—No —Se apresura a esclarecer Izima—, está echándonos un pulso; es atrevido y demasiado inteligente, si alguien se mancha las manos a plena luz del día en el centro de Berlín será un peón de su juego, no el mismísimo cabecilla. —Suena con rabia, furiosa, tiene mucha ira en su interior, pero sus movimientos y su expresión corporal es todo lo contrario a cómo suena.

Noi andiamo, Nela.

«Nos vamos»

—¿Adónde? —Trago saliva.

—A ponerte a salvo —Se lleva la mano a la oreja donde tiene el pinganillo—. Solicito un vehículo y refuerzos de inmediato.

En cuanto sus órdenes son escuchadas, una explosión nos distrae. No resuena cerca nuestra, pero es lo suficientemente fuerte y potente para que nos ponga en alerta y que el caos en la ciudad se haga notable.

Está todo orquestado.

—¡Se va! —grito señalando hacia el cuerpo de Sanders cuando aprovecha el desconcierto y el tumulto de gente para huir—. Una mierda... —Me digo a mí misma y en un impulso suicida del que ni yo misma soy partidaria, corro hacia él.

No sé en qué estoy pensando, no sé qué se ha metido dentro de mi cabeza y por qué soy incapaz de actuar con raciocinio, pero hay una fuerza dentro de mí que ha fijado un objetivo y se llama Callum Sanders aún siendo la estupidez más grande que jamás he hecho.

Batallo pegando codazos entre los viandantes y sin dudarlo me apresuro a ir tras él.

Estúpida.

No sé disparar un arma.

No sé pelear cuerpo a cuerpo.

No sé reaccionar al miedo.

No sé luchar contra mis temores.

Ma tu sei pazza? —Desconozco que está diciendo Massimo cuando me agarra del codo y me cubre con su cuerpo. Ha logrado escabullirse del resto y encontrarme con rapidez.

«¿Estás loca?»

Pestañeo un par de veces antes de caer en la cuenta de que estoy en un sitio conocido, en un callejón donde vi morir a demasiadas personas y de las que lamentablemente sólo recuerdo el nombre de unos cuantos.

—Sé que estás aquí, Sanders —Aprieto las manos a mis costados y mi labio superior tiembla de la rabia—. ¿No te cansas de jugar al gato y al ratón?, ¿no crees que con todas las vidas que has quitado y con todas las mujeres y niñas con las que has acabado podrías ser un poco más valiente?

No me espero venir el cuerpo que salta desde el tejado más bajo hasta uno de los contenedores lleno de grafitis. No titubea, no se tambalea, no tiene miedo y es evidente que si está donde está es porque es un auténtico experto en aniquilar.

Si quisiera, podría chasquear sus dedos y tener a tres de sus matones disparándonos a Massimo y a mí.

—Te recordaba siendo cobarde, asustada por mi presencia y vomitando a cada momento. —Si tuviera la capacidad de pegarle un puñetazo en su maldita dentadura bañada en oro, lo habría hecho en el momento en el que se atrevió a empezar a hablar—. Te recordaba más como mi hijo, como una inútil.

—Tú no eres su padre, no te atrevas a darte ese reconocimiento que no te mereces.

—No se te ocurra dar ningún paso y menos hacia ella, stupratore. —interviene el italiano con su pistola ya apuntando directamente hacia él.

Podría matarlo ahora mismo, pero sabe que no serviría de nada porque Callum Sanders tiene las espaldas demasiado bien cubiertas como para permitir que toda su organización criminal termine el día que él caiga.

Y cualquiera que piense un poco, lo sabe.

—Podría asesinarte ahora mismo —No me habla a mí, sino a mi guardaespaldas—, podría ordenar a cualquiera de los míos que me trajeran tu cabeza y a ti no te importaría siempre y cuando te aseguraras de que tu trabajo siguiera intacto y cumpliendo las órdenes que te han dado porque tienes demasiada lealtad.

Es incapaz de verme como a una persona; no soy mujer ni humana, soy un objeto, un trabajo con el que acabar o al que se debe proteger.

Para Sanders, nosotras, no tenemos ningún tipo de valor y dado su historial, no me sorprende.

Es repugnante, diabólico y enfermizo.

Sono italiano, mi fidelidad va por delante de quien sea.

—Todos tenemos un precio y sino lo tenemos es porque ya estamos comprados por una motivación que lo vale todo.

El pulso de Massimo tiembla.

—Te equivocas, hay gente que no habla desde la venganza o desde la rabia, hay personas en este mundo que simplemente sienten repulsión por gente como tú, por lo que haces y por la impunidad que crees tener. —Estoy cegada y si acabo con un tiro entre las cejas hoy, no me importa—. ¿Qué crees que les pasa a tus clientes cuando acaban en la cárcel? Los demás presos los matan por violadores y pedófilos, ni siquiera entre rejas tenéis cabida porque ni siquiera los malos os tienen un poco de estima.

Sonríe y decide ponerse a nuestro nivel en otro salto que le hace desequilibrarse por un instante, dejando de lado el container de residuos en el que estaba apoyado.

—Eres ingenua —Intenta acercarse sin éxito debido a que el italiano le quita el seguro a la pistola—. Tranquilo, toro —Pone sus manos en alto, como si estuviera perdido y arrinconado cuando los tres sabemos que no es así. No puede ser tan fácil—. Sólo quiero hablar.

—Has tenido demasiadas oportunidades y mientras ella esté bajo mi cuidado, no habrá una nueva ocasión.

—Me aburres. —En un rápido movimiento saca un arma y sin hacer prácticamente ruido acierta al estómago de Massimo—. Benditos sean los silenciadores, me ahorran muchos problemas y explicaciones. —Mira la pistola que se ha caído de Massimo y antes de que pueda cogerla del suelo me adelanto y apunto hacia él con las manos tan temblorosas que podría acabar disparándome a mí misma sin querer.

—Dame eso, corazón, y hablemos como es debido.

—No te acerques. —Ni siquiera miro el estado de mi guardaespaldas, perder de vista a un asesino que quiere matarme no es la idea que tengo en mente—. Lo que quieras decir que sea bien alejado de mí. —No digo nada más porque las ganas de vomitar me acallan.

—Eres valiente, pero una incompetente —Se está burlando de mí—. Maté a tu madre, maté a tu tío, maté a la que ahora sé que fue tu cuñada, maté a decenas de hombres dispuestos a dar la vida por ti y que luchaban por una causa perdida; mataré a tu padre, mataré a mi hijo, quizás te mataré a ti, y si decido dejar con vida a Friedrich Vögel será a cambio de su lealtad, que no tenga más remedio que volver a mi lado. Me encargaré de que muchas jóvenes descubran cuál es su lugar y aun así, eres incapaz de adelantarte y acabar con tu sufrimiento, porque eres una cobarde, una debilucha y una inservible como lo fueron todas las personas que te he nombrado.

—No lo hagas —Se queja Massimo cuando nota mis intenciones—. Si lo haces nunca sabremos el paradero de esas niñas —Sisea de dolor y yo me siento en una encrucijada que no sé cómo resolver—, tus manos quedarán manchadas, piccolina.

«Hacen falta más personas en este mundo que tengan miedo a apretar un gatillo, en definitiva, hacen falta personas más humanas, menos malas».

Las palabras de Izima resuenan en mi cabeza y cuando Sanders cree tener la batalla ganada, se acerca y me sujeta del brazo para recuperar la pistola.

Empezamos a forcejear durante segundos que parecen eternos y juraría que el aire no llega a mis pulmones, que mi corazón ha dejado de latir y que ya no soy persona, sino un ente cuando el arma se dispara.

Dejo caer la pistola como si ardiera en mis manos cuando un grito desgarrador desde lo más profundo de la garganta de Callum Sanders, me hiela por completo.

—¡Perdón! —Me cubro la boca con las manos y doy varios pasos hacia atrás—. ¿Qué coño? —Me reprendo a mí misma en español—. Yo no tengo que disculparme contigo.

Empiezo a entrar en pánico y cubro mis oídos con las manos cuando varios disparos resuenan con fuerza.

Massimo está haciendo una llamada de socorro mientras su cuerpo está prácticamente tendido en el suelo rodeado de lo que parece ser un charco de sangre.

Su sangre.

Ha utilizado las pocas fuerzas que le quedan para mandar un mensaje de socorro.

—¡No te mueras! —Giro la cara hacia él y noto mis mejillas empapadas de lágrimas—. No te mueras tú también por mi culpa, te lo prohíbo, Massimo.

Mientras sollozo alguien me toma por los hombros y me estampa contra la pared, logrando que mi cabeza se dé con fuerza en el muro de ladrillo.

—Vas a pagar por esto, zorra. —Pone su mano derecha frente a mí y empieza a taponar mi nariz.

No puedo respirar, siento como me falta el aire y siento las fosas nasales inundadas de la sangre de él.

Mis fuerzas flaquean y si no fuera por el dolor que siente en su mano que le obliga a retirarse, estaría a punto de morir.

Esquivo el primer golpe de milagro.

El segundo es imposible no recibirlo, me da un cabezazo que me hace ver las estrellas y no contento con ello me da en la nuca con algún objeto que no el mango de su pistola.

Intento defenderme como puedo y solo logro tirar patadas al aire hasta que consigo que se separe un poco de mí. No sé dónde le he dado, pero de poco sirve cuando me dobla la cara de un puñetazo y permite que mi cuerpo caiga al suelo.

En el mejor de los casos, estaré muerta en cuestión de minutos; en el peor de ellos, me despertaré a su lado.

Abro los ojos cuando escucho las sirenas.

—Aguanta, piccolina. —No le importa la herida de su estómago, le importa más hacer bien su trabajo—. Yo no muero si tú no mueres, hagamos ese trato.

Me cuesta respirar y ojalá pudiera asentir con la cabeza, pero no puedo.

—Abre los ojos, Nela, porque si tú no los abres, yo tampoco y yo quiero volver a ver a mi mujer y de mi hijo, estoy seguro de que tú estás deseando ver a tu hombre.

—Duele...

—Pero nos mantenemos con vida, piccolina, no es un dolor desconocido para nosotros, es un dolor que nos hace fuertes.

—Lo siento tanto, Massimo, debía quedarme quieta, no debí salir corriendo, debí controlar mis impulsos. Soy una mierda, lo siento tantísimo...

—Pídeme perdón cuando Narciso y tu padre me corten un coglioni cada uno por no protegerte, ahora siéntete orgullosa de ti misma: nos has salvado, están aquí, vienen a curarnos.

—Pero Sanders...

—Está más débil que nunca gracias a ti.

—Soy como los demás, no tengo miedo a disparar...

—No confundas defensa propia con disparo premeditado —Sisea del dolor—. No te sientas mal por defenderte de un ataque y menos cuando no sabemos si has apretado tú el gatillo o si lo ha hecho él sin darse cuenta.

—¿Por qué no llegan?

Es lo último que logro pronunciar antes de que un montón de personas aparezcan en nuestra ayuda o eso espero.

Cuando consigo abrir los ojos, me encuentro tumbada en una camilla siendo transportada hacia una ambulancia. Me duele mantener los párpados abiertos, pero necesito verlos.

Necesito ver a mi padre y a Friedrich y asegurarles que estaré bien y que lo siento por no haber sido capaz de hacer más porque ni siquiera yo sé qué he hecho.

No los encuentro y no me permiten levantar la cabeza, no me dan opción a que haga movimientos fuertes.

Mamá..., a ella tampoco me dejaron verla.

Papá..., quiero verte...

Me meten en la ambulancia y cuando creo que voy a ser transportada sin compañía, es Thomas quien aparece para sujetar mi mano.

—Thomas... —Creo que logro decirlo en alto.

—Soy su hermano —Se identifica y se sienta a mi lado—. Papá ya está de camino al hospital.

—¿Están bien? —Las sirenas de la ambulancia empiezan a sonar y un médico me pone un tubo para que respire.

No soy capaz de decir nada más, sólo puedo concentrarme en respirar y mantenerme consciente.

—Sí, pero estarán mejor cuando tú estés recuperada —Su respuesta me tranquiliza.

—¿Dónde están sus padres? —pregunta el enfermero hacia Thomas.

—Nuestro padre está de camino, no se preocupe por su estado de salud, le llevan para evitar que pueda tener un accidente.

Aprieto la mano de mi hermano mientras que mantengo los ojos cerrados y creo que entiende cuál es mi duda, dónde está Friedrich.

 Suspirando acaba diciendo sin resolver mi pregunta:

—Ponte bien, hermanita, que ya me he acostumbrado a vivir contigo no me hagas tener que volver a ser hijo único, te lo prohibo.

¡Hola! ¿Qué tal?

¡No os olvidéis de votar y comentar si os ha gustado!

¿Creéis que si tuvierais una psicóloga como Odetta os ayudaría? 

¡¡Levante la mano quien siente orgullo por Nela al disparar la pistola (a su manera)!!🙋🏼‍♀️

Obviamente, no iba a ser Nela si no pedía perdón hasta por respirar JAJJAJAJAJA🙈

¿Dónde creéis que ha ido Narciso y por qué Thomas no se lo ha dicho? ¡Contadme vuestras teorías!👀

➡️En instagram suelo dejar una cajita de preguntas para que comentemos el capítulo... soy eridemartin por si os interesa, sería genial saber vuestras opiniones y charlar un poco con vosotras.

➡️Tu quinto emoji es la reacción que sentiste cuando Nela amenazó a Sanders con la pistola de Massimo.

¡Os quiero!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top