Fünfzehn: El diablo.

Capítulo dedicado a La-chica-infinita, sin gente como tú probablemente no me sentiría tan respaldada con esta historia. Gracias por comentar y votar Narciso. Me siento muy afortunada de tenerte aquí.

Fünfzehn: El diablo.

15 de noviembre, 2019.

El médico había dicho que todo estaba bien y el 17 por la mañana ingresaría en el hospital para ser operada.

—¡Qué ganas tengo de verla! —Candance Baltßun está emocionada.

Estamos esperando a que su vuelo llegue, nos encontramos en el aeropuerto de Berlín-Tegel. Según las noticias, el clásico aeropuerto dejaría de operar en un año. La razón era obvia, el aeropuerto está muy céntrico y no se puede seguir extendiendo sin molestar a los ciudadanos. Así que el aeropuerto de Berlín-Schönefeld está en obras y le queda poco para ser el aeropuerto de la ciudad.

Cuando veo a mi tía me echo a llorar. Le había preguntado dónde dejaría a sus perretes y Steffen iba a cuidarlos.

Sigo con la mosca detrás de la oreja, es que es demasiada casualidad. Steffen S. y Steffen Schrödez, ¿podían ser la misma persona?

—¡Mi guapísima Isabel! —Candance habla inglés perfectamente, un poco duro, pero pronuncia muy bien las palabras y da gusto oírla.

Mi tía Isabel se desenvuelve muy bien, trabajó durante un tiempo en un hotel de Benidorm y la condición era aprender inglés, así que también lo maneja bien, con el acento español que nos caracteriza, pero al menos lo hablaba y a quien no le guste, que rabie.

A mí me costaba entenderlo un poco más, pero podía seguir la línea de conversación si no se aceleraban demasiado y, estando mi tía, me sentía segura de poder hablarlo y que nadie se ríera. 

Lleva un equipaje grande, supongo que para poder guardar toda la ropa de invierno ya que, hace mucho frío y la ropa invernal abulta mucho.

Nos abrazamos las tres y no sé cuál está más llorona.

—¡Te he traído algo por tu cumpleaños, mi pequeña Nela! —Me abraza con fuerza, como si aún no se creyera que estamos juntas—. Recuérdame que te lo dé.

Isabel iba a quedarse en la habitación de invitados de los Baltßun y yo quería estar también allí, tanto a Erlin como a mí nos parecía una magnifica idea. Pero había un problema: Jhon Schrödez.

Ni siquiera su reciente compromiso le ha ablandado lo más mínimo.

Bastante le había fastidiado cambiar mi cita psicológica a la tarde y que faltara a clase. Por supuesto que, cuando a él le conviene, no le importa. Ahora, si está una García de por medio, la cosa cambia.

Me molesta. Lo reconozco.

Incluso se ofendió porque le dije que quería que mi tía fuera a la consulta con la doctora Dabrowska y no él. ¡Él siempre se está quejando de que pierde horas de trabajo y que tiene que cambiar juicios o citas con sus clientes!

—¿Vamos a desayunar como es debido y luego os dejo en la clínica? —propone Candance—, puedo llevar tu maleta a casa y luego recoger a Erlin del instituto e irnos las 4 a comer.

—¡Eso sería fantástico!

Estoy feliz y sonriendo. ¡Mi tía está aquí!

Caminamos por los pasillos hasta llegar a la entrada y subimos en el coche familiar de Candance. Para venir me había subido automáticamente en la parte trasera del coche y, aunque ella me miró raro, no me dijo nada.

Mi tía se sienta de copiloto y se lo agradezco. Yo me siento detrás.

Narciso: ¿Faltando a clase?

Nela: tengo q recoger a mi tía.

Narciso: ¿Vas a necesitar los apuntes?

Nela: m los vas a dejar??

Narciso: No has respondido a mi pregunta.

Nela: ni tú a la mía!

Si lo hiciera sería genial porque, seamos sinceros, él es el mejor de todos en esta materia y quiere dedicarse al para-nada-apasionante-mundo-de-las-matemáticas.

Narciso: No, yo no dejo nada porque sí.

Narciso: ¿Y bien?

Nela: No haces tratos.

Narciso: Podría saltarme esa norma por ti, sólo una vez.

Nela: también puedo pedirle ayuda a Erlin

Narciso: Puedes, pero no lo vas a hacer.

Nela: seguro??

Narciso: Por supuesto. Entonces, ¿quieres que haga la excepción contigo? Mi oferta caduca en menos de 15 segundos.

Narciso: Tic tac.

Debería preguntarle qué tipo de trato sería, pero yo realmente estoy interesada. Así que le digo directamente que sí.

Me responde diciendo que luego me mandaría foto de sus apuntes y anotaciones. Le pregunto incluso cómo es que está tan seguro de que le voy a devolver el favor y él simplemente se limita a decirme que lo sabe y que lo haré.

Maldito engreído con complejo de superioridad.

Candance aparca el coche en una plaza del parquin y nos bajamos.

—¡Aquí estamos! —Está feliz, no tenía tanta amistad con Isabel como la que tenía con mi madre, pero imagino que le guarda mucho cariño y que, al fin y al cabo, mi tía tiene un trocito de mamá con ella—. ¡Este sitio es de ensueño!

Y vaya si lo es, es un gran restaurante llamado Bar Celona de dos pisos. Tiene una gran terraza exterior que ahora está cerrada por las temperaturas y el mal tiempo. Se ve un jardín que podría ser precioso, pero que ahora está copado por árboles de hoja caduca. Este sitio en primavera y verano debe ser hermoso.

Desde luego es un lugar muy espacioso y parece concurrido.

Encontramos sitio y dejamos nuestros abrigos detrás de las sillas; parece ser que no es sólo costumbre ibérica, sino que depende del sitio al que vayas, debes dar una imagen u otra.

—¿Qué vais a pedir? —pregunta con entusiasmo Candance.

—¡Me dejaré aconsejar, Candy! —responde mi tía.

—¡Oh por Dios, Isabel! ¡Ya no tenemos 20 años! —Debe tratarse de alguna broma interna entre ambas porque yo no la entiendo, pero las dos están riendo.

—¿Te has vuelto una mujer estirada? —Mi tía trata de picarla.

Ambas carcajean y me pregunto cómo sería si la que ocupara mi lugar fuera mi madre. Es preciosa la conexión entre ellas. Se me pone la piel de gallina sólo de pensarlo. Ojalá nunca hubieran perdido el contacto.

Un camarero nos toma nota.

—Buenos días —comienza la madre de Erlin—, nos gustaría café italiano, panecillos con embutido, mermelada y huevo duro para el centro y algunas frutillas de temporada. Muchas gracias.

Disfrutamos como niñas del desayuno y me encanta escuchar las historias de ellas y que no me excluyan, que me hagan partícipe.

—Hay una cosa que quiero saber —sonrío porque sé que Isabel va a matarme—, ¿cómo que casi te casas con el marido de Candance?

—¡Por Donny, niña! —Maldice en español—. No fue así. —Completa en inglés.

—Oh, sí, si fue así. ¡Fuimos a Dinamarca y conociste a mi marido!

—¡Vosotras me dijisteis que tenía que casarme con el primer chico guapo que viéramos!

—¡Y acabé casándome yo con él!

—Un momento —Las interrumpo—, ¿en Dinamarca?

—Sí, sí. Ese hombre tenía que estar conmigo y el tiempo sigue dándome la razón.

—¿Cómo? —No escupo el café porque está demasiado rico como para desperdiciarlo.

—A ver, íbamos borrachísimos todos —Se defiende—. De hecho, Erik y yo fuimos hablando y nos empezamos a gustar y un par de años después renovamos nuestros votos matrimoniales.

—¿Cómo que renovar? —pregunto sin obtener respuesta.

—¿Sigue siendo un secreto? —cuestiona mi tía.

—Sí, sí. ¡Yo no me atrevo a decirle a mi madre que mi boda realmente fue una renovación de votos!

—Suerte tuviste que te casaste en Dinamarca y en Alemania aún llevabas tu apellido de soltera.

Mi tía es de mal carácter, educada, pero de mal carácter, complicada y difícil de llevar. Todas las personas que la queremos lo sabemos y lo aceptamos. No la consentimos en todo lo que nos pueda pedir, pero sabemos que hay que saber llevarla. Sin embargo, que ella confirme algunas de las anécdotas me demuestran que algo tuvo que pasar.

—¡Tía Isabel! —exclamo—, ¿dónde dejaste a esa mujer fiestera y alocada?

—¡Oh no, Nela! —Bebe de su café—, yo sólo lo era con Carmen y Candy.

—Eso es cierto, con nosotras es... era otra.

Que mi madre había sabido domar a su hermana mayor era evidente; que Candance Baltßun también lo había conseguido y seguía teniendo efecto, era una grata sorpresa. Una amistad preciosa, sin lugar a duda.

16 de noviembre, 2019.

El día anterior habíamos llorado como dos niñas pequeñas. Había sido una sesión con la psicóloga algo dura. Primero, por la dificultad de hacer de traductora. Segundo, porque por fin mi tía me había ayudado a encontrar las fuerzas para contarle a la Doctora Dabrowska mi trauma con ir de copiloto, me había dado la fortaleza para ponerle palabras y describir cómo me sentía cuando estaba en el asiento delantero. Ella misma se encargaría de decirle a Jhon, así evitarían lo de decirme que no eran taxistas.

Isabel podía ser un poco agresiva, impaciente y algo intensa, pero era un salvavidas, el socorrista que necesitas cuando te estás ahogando, la mano que necesitas cuando te caes sin fuerzas.

—¿Por qué siempre maldices cambiando a Dios por mi tío? —Me animo a preguntarle.

Estamos en la mesa de un bar tomando una caña.

—No me cae bien.

—Bueno, diría que Jhon te cae peor. —La presiono un poco, quiero respuestas.

—Sé lo que estás intentado, Nela. —Me mira con esos ojos marrones suyos y señalándome con el dedo.

—¿Y lo estoy consiguiendo, tía? —Soy incapaz de esconder la sonrisa.

—No. —Lo dice tranquila.

—¡Por favor!

—He dicho que no.

—¡Por favor! —exclamo muy alto y consigo que varias personas nos miren.

—Tu padre no es mala persona, Donny tiene una moral bastante cuestionable.

—¿Y mi padre no tiene la moral cuestionable?

—Jhon puede ser muchas cosas, entre otras arrogante y clasista —Estaba totalmente de acuerdo con esos dos adjetivos—, pero una vez acaba de trabajar se convierte en humano, Donny nunca lo es.

—¿Por qué tengo la sensación de que tu opinión es cero objetiva y hablas desde el rencor?

Ambas nos sonreímos: hablo igual que mi madre.

—Ni una palabra más, señorita.

—Bueeeeeeeno, vale.

Me señala con el dedo y me llevo la mano a la boca, haciendo el gesto de cerrar una cremallera y tirar la llave al suelo.

—Antes de que se me olvide —dice y se pone a rebuscar en su bolso—. ¡Por tus 17!

Abro el envoltorio y me pongo a llorar cuando encuentro dos CDs de música: uno es el de Fito y Fitipaldis firmado por el propio cantante, el de "por la boca muere el pez" y otro es de Scorpions, un grupo alemán que mi madre adoraba.

—Mamá los adoraba...

—Y supo cómo trasmitirte ese amor a ti, mi pequeña Nela; creo que es justo que ahora los tengas tú.

—¡Mil gracias, tía!

—Además, no es tu único regalo —Me sonríe y me entrega una bolsa de plástico bastante pesada—. ¡Espero que te guste!

Desenvuelvo sin cuidado el papel de regalo y me encuentro con una especie de radio moderna en la cual se pueden conectar tanto cables, como el Bluetooth, como CDs.

—Esto... esto es increíble, muchísimas gracias, Isabel.

Adoro cómo mi tía piensa hasta en el último detalle, no se le escapa nada.

Me encuentro con más fuerzas y le hablo de la pedida de mano de Caroline a Jhon y no me gusta cómo juzga a la rubia sólo por estar con mi padre.

Ella estaba siendo muy buena conmigo y le pido que se centre. No consideraba que fuera necesario evocar rabia hacia una persona que sólo me había intentado ayudar. Caroline Koch merecía mucho más la pena de lo que Jhon Schrödez hacía.

Le hablo del discurso de Wolfgang y ríe al saber el dato de por qué el nombre de mi padre se escribía así. Sin embargo, llega la parte interesante, cuando le pido que me hable de nuestro vecino y le pregunto sí es mucha casualidad que se llamen igual y que mi vecino usara detrás de su nombre la letra "S".

—Steffen nació cuando aún se peleaba la segunda guerra mundial, Nela.

—¿Por qué Steffen S.?

—Porque en aquella época aún estaba... quien tú sabes en el poder.

Adolf Hitler. Lo sé.

Se me remueve algo en el estómago. La historia germana, como toda historia europea, estaba manchada de sangre, pero si tenías que destacar alguna en la época contemporánea destacabas Portugal en un segundo plano, España e Italia en la primera línea de batalla y a Alemania al frente: todas tenían razones para ser reprochadas, incluso las no mencionadas, pero esas cuatro, se llevaban lo peor.

—¿Y eso qué tiene que ver?

—Muchas familias ponían el primer nombre que empezara por una S si tenían un apellido así, era una forma de mostrarte fiel, creyeras en su lucha o no.

Entiendo a lo que se refiere. La Schutzstaffel era una organización militar, policial, política y penitenciaria al servicio del dictador nazi y que es abreviado como "La SS".

—¿Y ellos creían en su lucha? —pregunto asustada.

—Para el 1942 y con una Alemania devastada, dividida y sufriendo, no. Pero aún había campos de concentración y hubo por mucho tiempo. —Aunque hablemos en español, bajamos el volumen.

—Entonces el bueno de Steffen viene de familia..., ya sabes.

—Que yo sepa, no. Pero nunca se sabe, qué familia no ha tenido su propia historia en Europa. Ni siquiera nosotras como españolas podemos saber si algún primo lejano a favor del franquismo o cualquier cosa.

—¿Y ese segundo apellido de dónde sale?

—Adoptó el apellido que su mujer tenía cuando estaba soltera.

Le pregunto si eso es legal y, obviamente lo es, puesto que en Alemania el honor es importante y, al igual que, el apellido Hitler y variantes está ilegalizado y llamar a tu hijo Adolf muy mal visto, recuperar ese tipo de honor no es un problema.

—Tía —Me mira y creo que sabe lo que voy a preguntarle—, ¿qué relación existe entre el Steffen de Alicante y el Steffen del que Wolfgang habló?

Suspira y se toma su tiempo para hablar.

—Que es el mismo.

—¿Y por qué yo no sabía que él es mi abuelo? —Trato de sonar calmada, pero no estoy segura de conseguirlo.

—Fue petición de él...

—¿De él? —Estoy anonadada.

—Él no guarda relación con sus hijos excepto con Günther y muy de vez en cuando..., Steffen se fue de Alemania cuando su mujer murió. Los Schrödez siempre han tenido que ser los tipos duros, pero cuando ella murió la familia se vino abajo. No sólo perdieron una madre, también a su padre..., ninguno lo hizo bien...

—¿Mi madre estaba con Jhon cuando eso ocurrió?

—No, supongo que no.

—¿Supones? —No sabía que desconocía la historia de mi familia, no hasta ese punto.

—No me sé toda la historia, Nela. Pregúntale a Jhon.

—¿Y cómo sabes que es él?

—Demasiadas casualidades que su nueva vecina estuviera divorciada de un alemán de nombre Jhon Schrödez, ¿no crees?

—Mamá... mamá, ¿lo sabía?

—Cariño... —Me mira, sabe que quiero una respuesta—, sí...

—¿Y por qué no me dijo nada?

—Porque respetaba la voluntad de Steffen.

—¿Tenían pensado decírmelo alguna vez?

—Sí, pero ibas creciendo y cada vez iba siendo más complicado todo, y no sé qué decirte, Nela. No supimos hacerlo mejor.

Está nerviosa.

Pero si algo la definía era como poco autocrítica. Isabel nunca diría que no supo hacerlo bien, sino que no supo hacerlo mejor.

Mamá y ella siempre tenían algunos rifirrafes por eso mismo y ahora entendía por qué. Entre el carácter tan complicado de mi tía y la nula paciencia de mi madre eran un gran equipo, explosivo, pero el mejor de todos.

—¿Podrías decirle que ya lo sé?

—No te enfades, por favor, es tu único abuelo. —me suplica.

—Hasta hace un rato, para mí sólo era mi vecino que me enseñaba alemán.

—Lo sé —Me toma de las manos por encima de la mesa y da un pequeño apretón—. Tienes todo el derecho a sentirte molesta...

—No estoy enfadada, creo. Simplemente, me incomoda y tengo mucho que asimilar.

—Y yo estoy aquí para que lo hagamos juntas.

—Mañana me ingresan, pasado me operan y puede ser algo grave... —Rompo a llorar porque realmente estoy estresada—. No sé, Isabel; es todo tan complicado...

—No estás sola, pequeñaja.

Y saber que cuento con ella por lo menos me aporta algo de tranquilidad.

Charlamos un poco más y Candance viene a por nosotras para llevarme a mi casa y llevarse consigo a mi tía.

No estoy cabreada, o tal vez sí, ni yo misma lo sé. Estoy frustrada, estoy alterada. Estoy nerviosa y yo sólo quiero un abrazo.

17 de noviembre, 2019.

Es temprano, no serán más de las 9 de la mañana y ya tengo una vía puesta para cuando tengan que ponerme el suero. Anoche cené bastante bien, pero dormí fatal lo poco que dormí, ahora estoy un poco preocupada, porque esta operación me da realmente miedo.

Por suerte me han dado una habitación individual para mí. Lo más seguro es que el propio Jhon se encargara de buscar que así fuera y, presionando junto a él estaría el mayor de los Schrödez quien era neurocirujano y muy reputado en la sanidad germana.

El cirujano —en este caso son dos— que se encargará de mi operación se presenta como el Doctor Becker y el segundo al mando como el Doctor Gassenbauer, ambos me tranquilizan bastante, además, Wolfgang aparece con su bata de médico y le hace todas las preguntas que debemos saber tanto Jhon como Isabel como yo. Aunque Isabel no se entera de prácticamente nada y, de mala gana, pero con educación mi padre le va traduciendo.

Agradezco la presencia de Wolfgang porque sabe no deja que se quede ni una sola duda y nos indica que todo estará bien. Además, saluda con dos besos a mi tía y hablan un poco. Da igual que sea el hermano mayor de Jhon, Isabel es mi tía y por tanto quiere que todo esté bien explicado y todo el mundo calmado para el momento.

Nos indica que será una operación larga, con la última tecnología eficiente y probada y que será lo menos invasora posible. Todos sabemos los posibles riesgos, pero están preparados para evitar cualquier cosa. Como tutor legal, Jhon se encarga de firmar los papeles consintiendo la operación y, comportándose tal y como cuando vino a España, me ayuda y explica todo.

Es otra persona. No parece él. En junio me pareció genial recuperar a mi padre, ahora, después de unos meses viviendo con él, me da rabia.

En parte me tranquiliza porque se le da bien aparentar ser buen padre y eso es lo que necesito ahora mismo. Por otro lado, me encoleriza bastante, no soporto esa doble cara suya.

Me indican que si tengo algún pendiente o piercing que deben retirarlo. Antes llevaba uno en el ombligo, pero desde el accidente en junio que me lo tuvieron que quitar, no lo volví a poner. Me quitan el esmalte de las uñas y Wolfgang me explica que eso se debe a que el anestesiólogo cuando las uñas van pintadas no puede ver el color natural de la piel y eso es importante porque necesita verlo para valorar al paciente.

Otra indicación por parte del cirujano es que, ya que me operarán sobre las 9 de la mañana, tengo que estar entre 8 y 10 horas sin comer sólidos ni líquidos.

Jhon le pide a Wolfgang que se quede un momento conmigo mientras llega el relevo cuando el cirujano se va.

—Isabel, tengo que hablar contigo. —Se cruza de brazos y habla en español para que mi tía le entienda.

—Buenos días, lo primero —Le corrige ella mientras busca algo en su bolso—. Lo segundo, hablaremos después de desayunar. Para aguantarte hay que tener el estómago lleno, Eschorrez.

Mi tía jamás había sido capaz de pronunciar correctamente mi apellido, por mucho que mamá intentara enseñarle cómo decirlo. Tampoco es que a ella le hiciera especial ilusión saberlo, así que nunca había aprendido.

Para mi sorpresa me encuentro riendo y me gano una mirada reprobatoria por parte de Jhon. Bueno, ¡es lo que hay!

—Bien —Cede mi padre mirando su reloj—, vayamos a desayunar.

—Ah no, no —Ella coge su bolso y su chaqueta—, yo me voy por ahí a desayunar que tu sola presencia me amarga. En un rato nos vemos en la cafetería del hospital.

Se acerca a mí y me dice que en un rato largo vuelve, que cualquier cosa que necesite tengo su número. Da un beso en mi frente.

—A las 11 en la cafetería del hospital —Le indica Jhon antes de que ella se vaya—. Voy a poner que sólo familiares puedan entrar y que tengan que identificarse.

—¿Has dado los nombres de los que sí están permitidos? —cuestiona mi tío Wolfgang, quien ahora mismo no actúa como tío sino como médico. Bueno, una mezcla de ambas.

—Sí —indica—, nosotros, Günther, Konrad, Donny, Isabel, Thomas y Caroline.

—¿Quieres que prohíba la entrada a otros?

—No —intervengo—, yo quiero que Erlin o Dani puedan venir.

Jhon suspira.

—Que se identifiquen y que vayan con alguno de los nombrados y podrán venir.

Me quejo, pero Jhon lo ignora. Se queda un rato conmigo y me explica un poco lo que me van a hacer, creo que piensa que quiero saberlo, pero realmente, cuanto menos sepa, mejor. Me da bastante aprensión.

En el fondo puedo entender la preocupación de Jhon, aunque me parezca neurótico. Le entiendo porque recién operada y en una cama de hospital voy a estar completamente indefensa. Mentir y ocultar información no se le da mal, de hecho, es el rey de ello, pero hay una operación en juego y no quiere estar en desventaja. Él necesita jugar con Ases a su favor, nunca en contra.

En algún momento tendría que saber por qué. Por qué no sólo Jhon y Caroline temen a Sanders después de todo, porque incluso Jhon es precavido cuando se trata de él. Por qué Narciso le odia y se tensa cuando está a su lado o se habla sobre él. ¿Por qué tenía tanto poder?

Pero ahora mismo, no es lo importante.

Me entretengo viendo el móvil mientras Jhon contesta algunas llamadas, incluso siendo domingo parece que no puede dejar de trabajar. Thomas y Narciso entran a la habitación

—Ya estamos aquí —Jhon levanta la cabeza del móvil cuando escucha al de ojos achinados hablar—, por cierto, ¿qué tienes montado ahí fuera?

—Casi me llevan los de seguridad por no entender por qué tenía que identificarme. —Se queja Narciso.

—Lo siento, muchacho —Se levanta y se da un apretón de manos con él para después darle un beso en la cabeza a Thomas—, toda seguridad es poca. Debes venir con alguno de mis hermanos, con mi hijo o mi chica e identificarte para poder entrar.

No menciona a mi tía, aunque lo veo lógico.

Le mando un audio a Erlin explicándole y me llevo una mirada de regaño por parte de mi padre, le propongo que sea Thomas quien la traiga y juraría que el mencionado siente un poco de rubor, aunque también emocionado.

—Entonces, ¿los que no estamos en esa lista no podemos quedarnos a solas aquí?

—No deberías, Friedrich —Se rasca la cabeza—, pero puedo poner tu nombre en la lista. La salvaste, muchacho y no me gustaría que Carol se quedara sola cuando yo trabaje.

Ni siquiera me pregunta si me importa. Él asume y punto.

Bufo.

—¿Por qué Erlin no puede entrar con vía libre? —Miro a Thomas en busca de una ayuda que no me da. 

—Porque no recurriste a ella cuando decidiste mentirle a Thomas y ponerte en peligro, Manuela. —Su respuesta es tajante—. Voy a ponerte en la lista, ven conmigo, Friedrich.

No me da opción a responder, mira el reloj y se va maldiciendo. Supongo que ahora es cuando le toca enfrentarse a mi tía.

Me molesta que diga que yo me pongo en peligro. Sí, pude haber avisado. Pero si alguno hubiera esperado ese movimiento, dudo que ni siquiera ellos hubieran dejado la ciudad.

Una cosa que aún no había mencionado es que Sanders tenía fotos mías. Trago saliva. Es algo que debería abordar en algún momento.

Narciso vuelve, con una sonrisa victoriosa en la cara.

—¿Nerviosa? —pregunta Thomas.

—Bastante. —No es que sean la mejor compañía, pero al menos se ha interesado por mí.

—¿Tienes hambre? —Le hago saber que sí—. Iré a por comida o algo.

—Puedes acompañarle, no tengo problema en quedarme sola, eh. —Me dirijo a Narciso.

Quedarme a solas con él me ponía ciertamente un poco nerviosa.

—¿Y dónde quedaría la diversión, preciosa? —cuestiona cuando Thomas se ha ido.

—Sí, sí. ¡Estar en un hospital es divertidísimo! —contesto con sarcasmo.

—Bueno, tú me debes algo.

Ignora mi ironía y se cruza de brazos.

—¿Yo?

De qué está hablando.

—Sí, yo hice una excepción contigo. —De repente se ha vuelto serio, no hay ni un ápice de jocosidad en él.

—Narciso se llama excepción porque luego no pides nada a cambio. 

—Bueno, yo no funciono así. —Su sonrisa es tan grande que ahora sí le veo la similitud con el Joker.

—Son unos simples apuntes, si quieres puedo borrar las fotos.

—No puedes vender tu alma al diablo y luego negarte a pagarle, Schrödez. —Sonríe con socarronería y sin dejar de mirarme.

Me gustaría estar en una situación menos indefensa, pero llevo las vías puestas y estoy en la cama del hospital, no he comido nada desde que salí de casa y debo comer ligero.

—Resulta que tú eres Narciso, no el diablo.

—Te equivocas, preciosa. Él diablo es como yo.

Empiezo a reírme, no porque viera la gracia o algo a sus palabras. Simplemente porque no soy capaz de tomarle en serio.

—Narciso, tu apodo es el nombre de una flor, no puedes pretender que te tome en serio.

Se acerca y se queda al lado de la cama donde estoy incorporada.

—¿Acaso no conoces el mito de Narciso y Eco de Ovidio?

Niego. ¿Un mito?, ¿en serio?

Me acababa de sorprender gratamente que hablara con cultura y conocimiento, pero no entendía la correlación entre un mito griego, su apodo y que se pusiera a la altura del diablo.

—Si te ciñes a la interpretación de un poeta como Ovidio o un filósofo como Plotino, entenderás porqué ser como yo es vender tu alma.

No sé a qué se refiere ni cuál es la veracidad de sus palabras, pero desde luego no está haciendo ningún tipo de broma. En sólo unos meses he podido descubrir la parte humorística de Narciso y la parte seria. No es de hacer bromas, pero sí que es risueño y bastante irónico. Me parece divertido, pero no gracioso.

Y desde luego, la forma en la que me mira mientras pronuncia esas palabras me hacen comprender que no está contando ningún chiste.

Friedrich Vögel oculta algo y cuando habla no hace declaraciones sin sustancia o confesiones vacías.

—¿A qué te refieres?

—Que no te confundas conmigo, Nela —Se recuesta en el sillón de acompañante—. Cubriré tu espalda cuando lo necesites porque cuido de los míos, pero no me voy a doblegar ante ti, eso te corresponde a ti.

—No va a ser así, ni quiero que te sometas ni quiero someterme.

—Mala suerte. 

Se encoge de hombros, señal de que estaba a punto de convertirse en ese spoiler andante que tanto me intrigaba y volver a ser tan inaccesible como de costumbre.

—¿Qué mierda estás diciendo?, ¿de los tuyos?, ¿someterme? —Niego y me muerdo el labio inferior—. De verdad que a veces te comportas como un imbécil.

Sabía que era de mala educación hablarle en otro idioma que él no podía entender. Joder, yo misma odiaba que Jhon lo hiciera, pero no podía evitarlo.

Era mi manera de desahogarme y aunque estuviera mal, me ganaba la impulsividad.

—¿Quieres que te lo demuestre?

—¿El qué? —Trago saliva y me enfrento a él y a su oscura mirada—. Él tiene fotos mías, si alguien se comporta como el mismísimo demonio, ese es Sanders. No tú que sólo tienes diecinueve años.

—¿Qué? —Su cuerpo se tensiona, ya no está recostado en el sillón, ahora está en alerta—. ¿Qué tipo de fotos?

—Da igual.

Tengo algo de vergüenza. Había fotos que rezaba porque nunca salieran a la luz. Era demasiado vulnerable.

—Enséñame las putas fotos —Su tono de voz es demandante y no da pie a ningún tipo de réplica—, ahora.

Desbloqueo mi móvil y entro en la aplicación de mensajería.

Narciso acababa de demostrarme que tenía razón: me había doblegado a una orden suya.

Y su rostro se convierte en pura rabia a cada foto que va viendo. 

Y él las ve. Todas.

Ojalá fuera capaz de desviar mi mirada y no ver la reacción en su rostro, pero soy incapaz.

Ve la primera foto, la única que él ya conocía porque cuando le pedí ayuda le pasé una captura de pantalla: la del momento en el que descubrí a Callum Sanders en la ventana de mi habitación y mi cara es de pánico total.

La segunda me duele un poco más y me tranquiliza saber que no se recrea en mirarla, la pasa de largo porque es una foto que no debería existir porque no le había dado permiso a nadie para que la hiciera y eso él, lo respetaba: salía yo, quitándome una de las tiras de un bodi después de una fiesta.

Mantiene durante unos segundos la vista en la última: yo de espaldas quitándome la camiseta de fútbol del equipo de Narciso.

Friedrich está viéndome más humana que nunca, más indefensa de lo que jamás me hubiera gustado. Más rota de lo que él podría haber imaginado porque así era para mí la soledad: estar destruida.

—Estábamos en tu casa cuando eso ocurrió... —La angustia tiñe su voz y me entra un pequeño escalofrío al pensar que puede sentirse culpable sin razón alguna—. Me encargaré de él, te lo prometo.

No sé si me habla a mí, a sí mismo, a alguien más o a todos juntos. Pero es una promesa.

Me mira enfadado, con rabia, colérico, casi fuera de sí. Esa mirada no va dirigida a mí. No soy yo la receptora. 

Es Sanders.

—¿Él... es tan malo? 

—Si lo tuviera enfrente, no dudaría en matarlo con mis propias manos, Schrödez.

Un escalofrío me recorre por todo el cuerpo. No sé si es por el tono que ha utilizado, pero le creo; y, ahí es cuando me doy cuenta de que no son sólo suposiciones, sus ojos demuestran lo que sus palabras habían dicho.

Él tiene sed de venganza por alguna cosa que desconozco, algo que no sé. Pero él quiere mancharse las manos. Narciso no va a descansar hasta que Sanders esté muerto. No me lo dice, pero lo sé. No hacen falta palabras. Y creo que ahora él es consciente de que he descifrado sus intenciones.

Trago saliva. No sé muy bien qué significan sus palabras, no sé hasta qué punto son ciertas o cómo he llegado a creerme todo esto, pero lo que sí tengo claro es que las personas piensan que el diablo se llama Lucifer, en cambio yo tengo claro que no, que su verdadero nombre es Friedrich Vögel, pero todos le conocemos como Narciso.

¡Hola! ¿Qué os ha parecido?

¿Conocéis el mito de Narciso y Eco?, ¿os gusta la mitología?

Hay que reconocer que son nuestros intensitos de confianza y yo los quiero mucho jajajaja.

¡Empieza la acción!

Espero que os esté gustando un montón. 

¿Por qué creéis que Narciso le tiene tanta rabia a Sanders? Este señor no se libra putea a todo el mundo madre mía JJAJAJAJA.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top