Fünfundzwanzig: Familia y honor.
Capítulo dedicado a miriamdala. Mil gracias por todo tu apoyo a la historia. De verdad que estoy super agradecida del cariño que le das. ¡Espero que te guste mucho!
Fünfundzwanzig: Familia y honor.
El teléfono de Jhon suena y al mirar de quién se trata, frunce el ceño y nos pide un momento.
No se siente cómodo dejando lo ocurrido con Sanders a medias, el hecho de que se vaya es que algo más ha ocurrido.
Acababa de descubrir —o al menos esa era la suposición de Narciso y, si éramos sinceros, se podía sostener por todos lados— que Sanders iba a por él, que no es que tuviera que proteger al mundo, sino que él debía resguardarse de todos los ataques que podían llegar de un momento a otro.
—¿Te encuentras mejor? —se interesa y yo suspiro.
Aún no me acostumbraba a que se preocupara por mí, no al menos a que me lo demostrara.
—No asimilo todo lo que ha ocurrido.
Miro mis manos con la sangre seca de otra persona, de una persona que ha muerto, de una persona que se negaba a morir siendo una cifra más de las tantas víctimas que Callum Sanders llevaba a sus espaldas y por eso me había dicho su nombre.
No era capaz de recordar los ojos de Ancel Einenkel, ni siquiera me había fijado en el color de ellos, pero podía acordarme a la perfección de su voz entrecortada pidiéndome ayuda mientras me pedía desesperadamente que le ayudara a presionar su estómago.
Ancel sabía que iba a morir y quería hacerlo por una buena causa, porque no quería que ninguna otra mujer se convirtiera en una noticia más del telediario; todos los que luchaban, hombre y mujeres, todos los que estaban en contra de Callum Sanders se negaban a que más mujeres fueran secuestradas en contra de su voluntad y usadas al antojo de tíos que se creían con la potestad de gobernar sobre las mujeres.
—No sé cómo eres capaz de ver sangre y no marearte —Cierro la libreta y memorizo las palabras que mi madre alguna vez había escrito—, cómo puedes tener 19 años y no asustarte cuando ves un arma o a gente de más de 30 años apuntándote con una y lo que es peor aún, cómo puedes ir tan tranquilo por la vida pegando tiros sin miedo a asesinar.
—Preciosa —Vacilo un poco cuando apoya las palmas de sus manos en el escritorio de mi habitación, enjaulándome con su propio cuerpo y haciéndome temblar con su cercanía—, hace años que dejé de estar vivo.
Retira parte de mi pelo hacia un lado, posando sus labios cerca de mi oreja y dejando un pequeño mordisco en el lóbulo.
>> A mí no me da miedo la muerte, así que no espero nada de la vida.
Muerdo mi labio inferior. Friedrich Vögel representaba todo lo que nunca habría querido en mi vida: su motor principal era la venganza y, cuando eso acabara, ¿qué le motivaría para seguir viviendo?
Vuelvo a fijarme en mis manos ensangrentadas.
—A mí tampoco me da miedo la muerte —confieso en un bajo murmullo y giro el cuello para mirarle—, pero mi mayor temor es la vida.
Se va hacia el otro extremo de la habitación y cierra la puerta sin asegurarla con pestillo, vuelve a acercarse, con gracia, caminando con la seguridad que le caracteriza y sabiéndose dueño de todo lo que quisiera.
—Voy a cepillarme los dientes.
Necesito distancia entre ambos, no porque la quiera, porque si fuera por mí estaría cerca de él todo el tiempo posible. Sino porque sé que entre nosotros dos, nunca va a pasar nada, tal vez unos cuantos besos más y se acabó.
Y desde luego que yo no pretendía quedarme esperando por alguien que no tenía remordimientos en hacer todo con otras personas.
Asiente y deja que me escabulla por el baño de mi habitación, aprovecho para ducharme y dejo que el agua corra.
No consigo eliminar toda la sangre por mucho que frote y al final acabo renunciando y me pongo el pijama.
Ni siquiera me seco el pelo, no tengo fuerzas.
Salgo, con la esperanza de que Narciso ya no esté y sin embargo no sólo sigue, también está tumbado en mi cama y con los ojos cerrados, relajado, dejándome ver la juventud de su rostro.
A veces parecía mentira que en menos de un mes fuera a cumplir 20 años. Se había obligado a sí mismo a crecer y a tomar las riendas de su vida y de las de otros que se había olvidado de su propia edad.
La edad eran más que números, sobre todo cuando ya tenías cierta consciencia de que la vida no era justa y que esperar a vivir un cuento de hadas sólo te haría más fuerte la caída. La edad de Friedrich Vögel no se contabilizaba por velas sopladas en una tarta de cumpleaños, sino por situaciones que le habían roto el corazón.
No sabía cómo había sido su infancia, pero desde luego que había tenido que ser dura. Llamaba a sus padres por sus nombres. Solo me los había dicho una vez, no obstante, se me hacía imposible olvidarlos: Eckbert y Kerstin Vögel. Siempre intentaba retener toda la información que él me daba de su vida, salvo excepciones en las que incluso él era demasiado ambiguo.
Me acerco a él y noto un pequeño detalle, tiene el ceño fruncido. Me río internamente, creo que está dormido.
Abre los ojos y noto toda la intensidad en su mirada, quemándome por fuera y por dentro, revoloteando por mi cabeza, mi corazón y cada entraña de mi cuerpo. No puedo quitar los ojos de él. Me come viva y me saborea sin él mismo saberlo y a mí eso me encanta.
Niego con brusquedad y él se incorpora quedándose sentado. Incluso en una posición en la que Narciso debería verse en inferioridad, su refinado y trabajado cuerpo se imponen ante mí.
—Aún tienes sangre en las manos —Se levanta y me fijo en él, en cómo se ajusta su camiseta impregnada de sangre a sus músculos o en cómo en el pantalón de su chándal había un muy buen bulto.
¿Y eso estaba en reposo?
Necesitaba centrarme.
Se adentra a mi baño y escucho el grifo del lavabo expulsando agua, cuando vuelve, lleva una toalla pequeña en las manos, se pone de cuclillas y envuelve con delicadeza las mías, frotando por la zona de mis uñas y esmerándose en limpiarlas por completo.
—Gracias.
—No las des —Sus dedos masajean mis muñecas y me atrae hacia él—, con que estés bien me sobra.
No sé si es algo que quería decir en voz alta, pero lo confiesa y mi corazón se encoge un poco. Llenándose de algo que él mismo no puede darme porque se niega a ello.
—Tengo que darte crédito, pesadita —Se levanta, decido imitarle porque bastante altura hay ya de por sí entre nosotros como para darle aún más ventaja—, has conseguido que me pase algo que llevaba años sin ocurrirme.
—¿El qué?
Tengo la garganta seca y cojo aire con profundidad cuando ahueca su mano izquierda en mi cuello, dejando que su pulgar presione mínimamente mi garganta y pasando su brazo derecho por mi cintura.
—Que me entre miedo por pensar que podía pasarte algo —Acorta un poco la distancia entre nuestras bocas—. Estoy acostumbrado a preocuparme por las personas que me importan, pero llevaba años sin sentir el miedo a perder algo, a perder a alguien, a poder perderte a ti.
No puedo ni contestar, me paralizo y él aprovecha para unir nuestras bocas, para exigirme que me quede y le permita besarme como él quiera.
Junta nuestras frentes y tras mirarnos con más intensidad de la que deberíamos me abraza con fuerza.
Y siento todo de él.
Siento cada músculo de su cuerpo.
Y siento como algunos espasmos muy controlados surgen de su cuerpo y, si mi intuición fuera buena, juraría que está llorando en silencio.
23 de diciembre, 2019.
Conciliar el sueño estaba siendo muy difícil estos días, ni con melatonina ni ningún remedio natural era capaz de descansar.
Tras la muerte —ahora sabido asesinato— de mi madre ya me costaba dormir, pero desde lo ocurrido el viernes, no era capaz de cerrar los ojos sin ver cómo Nils disparaba a bocajarro a quienes me apuntaban antes de ser abatido y como Ancel me pedía por favor que le ayudara.
Me despertaba gritando y a menudo Jhon venía corriendo a mi habitación pensando que alguien había entrado.
Incluso Thomas se había quedado un día en vela por miedo a que mis pesadillas me trastocaran por completo.
Hugo Müller había recibido el alta y por suerte la bala no había llegado con profundidad, sin embargo, él llevaba con orgullo su cicatriz.
A él le gustaba aparentar y eso era un problema porque mi mente se había puesto a imaginar cómo había podido ocurrir y desde luego, los escenarios que creaba mi cerebro eran sórdidos y macabros.
Un ruido en la calle llama mi atención. Me levanto y bajo las escaleras con sigilo. Desde uno de los ventanales puedo atisbar un coche deportivo negro. No me suena.
Un par de zapatos de niña y otros zapatos Oxford de hombre y amarronados están apilados en la entrada.
Dos voces algo distorsionadas vienen de la zona donde Jhon tiene su despacho y la televisión está encendida en algún canal infantil alemán.
Unos ronquidos se escuchan y desde luego sé que es Thomas el que descansa plácidamente en el sofá.
—¡Hola! —saludo en un tono bastante elevado.
—¡Hola, pima Nela! —Louise gira la cabeza y deja de jugar con lo que fuera que tenía en sus manos para levantarse y venir corriendo a abrazarme.
Me parece tan adorable y dulce que la alzo y la cargo hasta el salón, donde Thomas se despierta abruptamente y se lleva un mano al pecho del susto que se ha llevado.
—¿Y tus papás? —hablo a la nena.
La dejo en el suelo.
Konrad y Mayer se habían conocido en la universidad de Leipzig, de donde era el segundo. Su acento era bastante curioso y Konrad había acabado usando algunas palabras típicas del alemán de Sachsen, región a la que pertenecía esa ciudad.
La particularidad se debía a que ellos coexistían con una lengua minoritaria conocida como el alto sorabo y, parte del vocabulario de ese estado federado se lo debían.
—Konrad y Jhon están pendientes de un caso —La cara de Thomas me indica que sabe algo más—; hay problemas.
Quiero preguntar, pero sé que no debo. Muchas personas piensan que el hecho de tener críos delante no tiene relevancia y que pueden hablar lo que quieran, sin percatarse de que en muchas ocasiones ellos acaban repitiendo como loros y contando lo que escuchan de los adultos.
—Pobleme.
Para probar mi punto, la pequeña Louise repite con un poquito de dificultad la última palabra que había pronunciado Thomas.
Ella se comunicaba muy bien en alemán, pero entre que aún era muy pequeña y que no sabía cuánto tiempo llevaba en el país, era lógico que alguna pronunciación se le escapara.
Algunos pasos se hacen eco y vemos tanto a Konrad como a Jhon caminar hacia el salón.
Nadie podía negar que eran hermanos, los dos tenían esa esencia que te hacía saber que se trataban de los Schrödez. Caminaban con cierta altanería y tenían el cabello rubio y los ojos azules.
Era una particularidad que todos los hijos de Steffen tenían.
Sin embargo, Jhon tenía el pelo muy rubio, casi albino y los dos gemelos lo tenían bastante más oscuro. Llegándote a confundir de si se trataba de un rubio renegrido o un castaño demasiado claro.
Sus cejas eran las que les delataban.
Konrad se suena la nariz y trata de secarse los ojos mientras que Jhon aprieta los puños a cada lado de su cuerpo. Sus expresivos y dulces ojos azules están ciertamente apagados, si es que unos ojos se pueden apagar, más allá de la metáfora que eso implicaría.
No hay ni rastro de Mayer Fahdt.
—¿Estás bien, tío? —me intereso.
Hablar con familiaridad a alguno de los gemelos o a Donny no era un problema; si bien con Donny intentaba mantener un poco de distancias porque era demasiado alocado, con los gemelos siempre me sentía cómoda.
Hablaban de cosas interesantes, muchas veces respondían al mismo tiempo y, aunque cada uno tenía su vida hecha, siempre intentaban pasar el máximo tiempo posible juntos.
Eran idénticos, a excepción del lunar en la mejilla de Günther y la seriedad que le caracterizaba como buen político.
—Sí —asiente y deja un beso en mi mejilla en forma de saludo—, es sólo la alergia.
—¿Te traigo más pañuelos, tío Konrad? —Se interesa Thomas mientras le coge de la mano a Louise.
—No, no te preocupes, nosotros nos vamos ya —dice sonriendo—, pequeña alemanita, ¿puedes ir a por tus zapatos para que papá te los ponga?
Louise asiente y tira de Thomas para que la acompañe.
—No le digas nada a los demás. —Pide mientras le da un fuerte abrazo a uno de sus hermanos mayores y Thomas vuelve con los zapatos de ambos.
—Descuida, hermano —Mi padre pasa su mano izquierda por el cabello negruzco de Louise y se coloca de cuclillas, tirando de la tela de sus pantalones para poder agacharse con comodidad—. Tienes que cuidar de papá, ya sabes que está un poco malito.
—Allegie? —Le cuesta pronunciar las r alemanas, me he dado cuenta.
Jhon asiente.
—Sí, alergia. —repite la palabra, intentando que Louise retenga en su cabecita la pronunciación correcta.
—Papi y yo vamos a cuidarte. —asiente refiriéndose tanto a él como a Mayer.
Konrad se despide y en parte me siento un poco afligida. Me cuesta creer que sea alergia, sobre todo tras las palabras de Thomas.
Hay problemas.
Había dicho.
Por supuesto que los había. Había muchos problemas.
—¿Qué ha pasado? —cuestiono una vez Jhon, Thomas y yo nos quedamos solos.
—Acompáñame —Dobla el dedo índice y me pide que le siga—. Thomas, ¿puedes ir encendiendo el fuego y poniendo el hervidor eléctrico?, tu madre quiere hacer una cena especial para los 4 hoy, ya que mañana iremos a cenar a casa de Konrad y Mayer.
—Sin problema, ¿sabes algo más?
—Sí —Suspira—, ahora cuando hagas el relevo con Manuela te lo comento a ti.
Llegamos hasta su despacho y, el impoluto lugar sigue como siempre, a excepción de una cosa: hay muchos pañuelos esparcidos por el escritorio de trabajo de Jhon.
—No sé cómo hacer esto, Manuela —Se coloca las gafas de ver y se sienta—, no sé cómo llevar su caso. —Vuelve a hablarme en español, es como si no quisiera olvidarse de cómo hablar el idioma.
Está frustrado. Él siempre sabía cómo abordar un juicio.
—¿Qué ocurre?
—Al parecer hubo un problema con el tema de la adopción, unos papeles se traspapelaron..., ni la agencia ni Konrad ni Mayer los encuentra —Tira hacia un lado algunas carpetas de su mesa de trabajo, haciendo que caigan con furia y algunos papeles revoloteen por todo el lugar—. ¡Yo mismo revisé cada puto papel y estuvo todo en orden!
—¿Y eso qué significa?
—Que existe un vacío legal y puede ser que la ley lleve a Louise de nuevo al sistema de menores.
No consigo reaccionar, me dejo caer en la silla que hay frente a él cuando las fuerzas me flaquean.
Noto mi garganta cerrada y, al mirar a mi padre, me percato de algo que jamás había conocido: la mirada de un hombre desorientado que había perdido una batalla, de un hombre que siempre había tenido que salvar y que, esta vez, no iba a ser menos, pero que no sabía cómo hacerlo.
No llegaba a sentir el dolor que Konrad y Mayer sentían, pero podía empatizar perfectamente con el dolor y con la necesidad de que Jhon se convirtiera en su salvador.
—¿Qué crees que ha podido pasar? —Tartamudeo un poco antes de obligarme a mí misma a serenarme, alguien tenía que ser la que mantuviera la mente fría, aunque fuera yo con 17 años y no mi padre con casi ¿40? —, quiero decir, ¿estaba todo en orden? —La rabia en su mirada se acentúa, había puesto en duda el trabajo de uno de los abogados más prestigiosos de Europa—, o sea no digo que no, Jhon. Peeeeeero, ¿segurísimo?, ¿qué otra explicación le das?
Sonríe de manera ladeada y dejando que algunas de sus primeras arrugas en la piel tomen cierto protagonismo.
—Que Sanders ha tocado dos cosas en mi vida que no voy a permitir.
Su sonrisa me da algo de miedo, no sé hasta qué punto es capaz de llegar Jhon Schrödez.
—¿Qué ha tocado?
No sé si quiero saberlo.
Me lanza un recorte de un periódico de España: accidente mortal en la conocida como la calle de las tiendas en Maisonave, Alicante.
Luego me deja ver otro recorte de un periódico alemán, este mucho más reciente, de esta mañana: El abogado Jhon Schrödez, ¿perdiendo facultades y cometiendo errores en el caso de su hermano?
Alguien había filtrado información a la prensa. Alguien que sabía que esos documentos ya no estaban.
—Callum Sanders ha interferido en mi familia y en mi honor y eso no es algo que vaya a permitir que salga impune.
Está sofocado y tengo un miedo terrible a que algún día le dé un infarto o acabe destruido. Por primera vez en mi vida, no me sentía huérfana de padre y desde luego que no quería quedarme huérfana por completo.
—Hola.
Necesitaba escuchar su voz, no sabía exactamente por qué, pero la única noche que había conseguido descansar mínimamente era cuando me había mandado audios hablándome.
Se lo pedí, se lo pedí porque necesitaba algún tipo de distracción y su voz me relajaba, gustaba y seducía a partes iguales.
Si bien no había sido capaz de armonizar mi sueño como me hubiera gustado, no me desperté con pesadillas.
La voz de Friedrich Vögel era curativa, era la medicina que yo necesitaba, la protección y el escudo que ansiaba.
—¿Todo bien? —pregunta con cortesía.
—Yo... —No podía simplemente decirle que necesitaba escuchar su voz, tenía más dignidad que eso, puede que no mucha, pero desde luego me negaba a perderla por completo—, perdón por molestar.
—Estoy ocupado —Le oigo hablar, pero no a mí—, dime lo que necesitas para que pueda dártelo y seguir con lo mío. —Ahora sí estaba hablándome.
—En serio, no es nada. Sólo quería descansar bien y desearte una feliz nochebuena, en España celebramos la Navidad entre el 24 y el 25 de diciemb...
—Pesadita —Corta mi monólogo—, si necesitas mi voz para evitar tener pesadillas, dímelo.
Era inteligente o tal vez se tenía en demasiada estima. Quizás podían ser ambas.
—Da igual.
Ahora me sentía inútil y me temblaban hasta las pestañas.
Nela, eres imbécil.
—Preciosa... —Deja de hablar por un instante y estoy muy tentada a colgar—, si quieres que te hable, te hablaré, así con el único que sueñas es conmigo.
—No seas pretencioso.
Narciso no podía verme, pero yo estaba frunciendo el ceño.
—Me has dado ese derecho —ríe y vuelve a contestar con quien quiera que esté—, tengo que colgar. Realmente estoy ocupado.
Asiento y, cuando me doy cuenta de que no puede verme, le digo que no hay problema.
—Luego te llamo o te mando un audio dándote las buenas noches.
—¿Tú quieres que tenga pesadillas? —Intento quitarle importancia, pero desde luego creo que quedo incluso mal.
Acabamos colgando y estoy segura de que estoy sonriendo como una idiota.
Me siento tranquila y entro en Instagram, el corazón me da un vuelco cuando veo la foto que ha colgado en sus historias.
Siempre en mejores amigos, nunca publicaba nada en las historias normales.
Él nunca subía stories, él siempre las resubía. Hoy había hecho una excepción.
La había hecho con ella.
Sabía quien era esa chica a la que etiquetaba y sabía dónde estaba. Y me odiaba a mí misma por tener celos de esa tal Enia mientras sacaba la lengua y sostenía un botellín de cerveza en la mano en el sofá verde de Narciso mientras él sacaba una selfie.
Es sein schön, Dich zu sehen, Schatzilein.
Un nudo nace en mi garganta. "Es bueno verte, Schatzilein". Otra vez había empleado ese apodo del que yo desconocía su significado.
Nela: Erlin, q significa schatzilein.
Erlin: uhhhhh no se como traducirlo.
Erlin: por??
Nela: mira la captura de pantalla.
Le envío la foto de mejores amigos, tal vez ella pueda darme su opinión.
Erlin: qué fuerteeeee. ¡Esto me parece muy fuerteeee!
Vale, no me estaba volviendo loca. Pero claro, la opinión de Schmetterling Baltßun era que todos debíamos tener un final feliz y comer perdices o lo-que-fuera-que-el-cuento-indicaba.
Qué ingenua era.
Erlin: no me tiene en mejores amigos☹
Nela: Erlin..., tía
Erlin: perdón, dame un momento.
Recibo una captura de pantalla de ella diciéndole a Thomas que le diga a Narciso que le meta en mejores amigos.
Pongo los ojos en blanco, ella y su divismo.
Erlin: es como "cariño", "amor", pero lo usamos tanto para ligues como para amistades
Nela: tú como lo usarías??
Erlin: no lo usaría, es demasiado cursi incluso para mí:D
Nela: no ayudas
Erlin: es broma, no se, es una amiga seguro, quieres que le pregunte a thomas??
Le hago saber que no.
No es que tenga razones para estar celosa, pero lo estoy y fingir que todo va bien me está haciendo mucho daño.
"Eso es lo que pretendo que me odies" y un par de días después lloraba apoyado en mi hombro por mucho que intentara disimularlo.
Así que decido hacer la mayor estupidez que he hecho en mi vida y respondo a la foto:
"Técnicamente estoy un poco celosa. O puede que mucho, no lo sé".
Respondo a un audio de mi tía y bloqueo mi móvil.
Mierda.
Y yo por qué hago esto.
Lo desbloqueo rápidamente con la intención de borrarlo el problema es que desde la bandeja de entrada puedo ver que @n.voegel está escribiendo.
Nela, eres tontísima. Me digo a mí misma.
Me repito una y otra vez mientras me hago bolita en la cama. Tengo miedo a tener pesadillas peores que la realidad que estoy viviendo desde aquél fatídico día del mes de junio: cuando Sanders nos arrolló y mató a mi madre. Cuando, con todo el propósito, fue el segundo hombre en romperme el corazón arrebatándome a mi madre.
El primero, había sido Jhon. Aunque él, intentaba enmendar sus errores.
¡Hola!
¿Quién creéis que es Enia y qué tipo de relación pensáis que tiene con Narciso?
¿Qué pensáis que pasará con Louise?
¡Os leo! Amo vuestras teorías y comentarios, me hacen super feliz
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