Fünfunddreißig: Como una García.
Capítulo dedicado a Darianny_1304 (espero haberlo puesto bien, jo). Me ha contado un pajarito (hola, Rosi), que te gusta muchísimo esta historia y jo, mil gracias por darle la oportunidad, por leerla y por vivirla conmigo<3.
━━━━━━━━※━━━━━━━━
Fünfunddreißig: Como una García.
22 de junio, 2020.
Con los brazos cruzados sigo esperando a que los adultos terminen de hablar, me he negado a moverme de donde estoy y la verdad es que no hay tiempo para intentar razonar.
Sigo en el mismo sitio de siempre, pero ahora lo noto distinto, como si me hubieran metido en una fortaleza junto a Caroline y estuviéramos esperando a que nos rescataran.
Quizás me hubiera esperado acabar metida en un sótano o zulo sin volver a ver la luz del sol en un tiempo, incluso uno de esos lugares que salen en las series policiacas en las que te conviertes en una más con nueva identidad y entras al programa de protección de testigos.
No es que estuviéramos en un paradero desconocido, seguíamos en casa, no estábamos escondiéndonos como ratas, aquí podíamos salir cuando quisiéramos (bueno, no era mi caso, pero muchos de ellos, sí) para seguir haciendo una vida normal, fingiendo que no ocurría nada y que sólo formábamos parte de una población asustada por algunos ataques que sucedían y que, para no asustar, los gabinetes protocolarios habían decidido adjudicar al estado islámico.
Si la gente se lo había creído o no, lo desconocía.
Mi padre se gira hacia mí, expectante por mi posible queja a algo que había desoído por estar pensando en cualquier distracción. Su ceja rubia-prácticamente-canosa está alzada, mostrando que aguarda con paciencia fingida a que dé mi opinión.
—Os he dejado de prestar atención... —Miro hacia el suelo, no soy capaz de ponerme en evidencia con más de cinco matones mirándome, Izima sonriéndome con audacia y con mi padre juzgándome a su manera—. Pero me gustaría saber qué pasará con mi tía y con... Steffen. —Jhon sonríe de forma involuntaria al llamar a su padre por su nombre y no con el apelativo de «abuelo», qué pasará con Erlin y sus padres, con los Jawer..., con toda la gente que, sin quererlo, están en este lío solo por ser gente importante para nosotros, o sea, que sé que tenéis cosas más importantes en las que pensar, pero como yo me paso el día entero aquí...
—Tal vez deberías retomar las clases de forma autodidacta o como si tuvieras un profesor que viniera de vez en cuando, aunque fuera online. —Deja caer Massimo y me sorprende (creo que de forma grata), el interés mostrado por la gente de mayor confianza de mi padre.
—Bueno, es algo que se puede hablar —No me parece ni la mejor ni la peor idea, simplemente, es algo que no me he planteado y sé que debería hacerlo—. Pero, necesito saber qué va a ser de toda esa gente, de nuestra gente...
—Ellos van a estar bien —Izima se acerca y apoya su único brazo en mi hombro, dándome un apretón significativo—. Sé que parece que estamos solos, que estamos contra el mundo, pero te prometo que no es así, no sé si seremos más buenos que malos, lo que sí sé es que somos más los que rechazamos a esos hijos de puta.
Quiero creerla y quiero pensar que su respuesta no son solo palabras de aliento, si no que es una promesa implícita de que ya se han encargado de su seguridad.
—Nela —Jhon se aproxima y con un solo gesto de cabeza consiguen que todos se vayan menos Caroline.
—Intenta tener tacto, amor mío —Parece casi un ruego por parte de Carol y creo que eso me pone algo nerviosa—. Ya sabes dónde encontrarme si necesitas un abrazo. —Lo dice con sinceridad, mirándome a los ojos y con una sonrisa tierna en los labios.
Entiendo perfectamente cuando Jhon sonríe al ver salir a su mujer, como si estuviera feliz de haberla encontrado y, sin duda, me doy cuenta del hombre tan afortunado que es: había estado con una mujer como mi madre y ahora estaba con Caroline. No hacía falta compararlas porque eran totalmente contrarias la una a la otra, pero eran únicas, distintas, con sus aciertos y sus errores, con su forma de vivir la vida y, sin ninguna duda, dos figuras femeninas que querrías en tu vida.
Dos luchadoras que, si el mundo supiera de su existencia, se pararían a aplaudirlas porque habían sido (y siempre lo serían) las conocidas como «mamá coraje», sacando su vida adelante por necesidad.
Quizás algo en lo que sí se parecían era en lo mucho que les había hecho falta una ayuda cuando el mundo se les caía encima sin tener que pedirlo, más tiempo para sí mismas porque habían dejado de lado su faceta como personas y, ahora, comprendía el cansancio acumulado que mi madre llevaba y trataba de ocultar. Lo veía a través de los ojos de Caroline Schrödez —de soltera Koch— y si de algo me lamentaba es de haber sido tan descuidada de no ver esos detalles.
—Tú dirás... —Muevo los ojos por todo el salón, buscando una escapatoria o una mirada de apoyo.
—Ven, vamos a sentarnos —Pide con calma, casi con prudencia y algo de temor—. ¿Quieres beber algo?, ¿té?
—No. —Le acompaño con curiosidad, pero con cierta sospecha—. Tú nunca hablas de forma tan precavida...
Se sube la tela del pantalón desde las rodillas y suelta un suspiro. Es como si fuera a darme una charla que nadie desearía dar, como si estuviera entre la incomodidad y el desamparo.
Está actuando como si, por mucho que se preparara el discurso frente al espejo, no dependería de sí mismo. Va más allá de creerse un papel y meterse de pleno como actor, es más bien una charla donde los sentimientos van por encima de la racionalidad.
Y ahí es cuando lo entiendo todo.
Estamos a 22 de junio de 2020. Dentro de dos días, será el primer aniversario desde que mi madre no está y creo que nadie está preparado para afrontar los años tristes y menos aun cuando se trata del primero.
Con el corazón algo desbocado, decido ser valiente como una García y afrontar este momento, ayudando a mi parte más Schrödez a darle voz al dolor y facilitarnos a ambos esta conversación.
—Jhon..., no hace falta que digas nada, no sé, no hay mucho por decir —Por inercia me cubro las pequeñas cicatrices del brazo, como si, al esconderlas, dejaran de existir. No me llegaron a acomplejar, no como las de la nuca o la de la pierna—. Sé que quieres hacerlo bien y yo... te lo agradezco, pero no hace falta que tengamos esta conversación... —No dice nada, ni siquiera me anima a seguir hablando o a que me mantenga en silencio. Más bien se trata de que está analizando lo que le estoy contando, lo está validando y creo que puedo ser malinterpretada de algún modo—. O sea, que yo te agradezco muchísimo y sé que tus intenciones son buenas, ahora lo sé, te lo prometo, que obviamente yo en tu situación no sé cómo habría actuado, pero... en serio, papá, si me quieres dar la charla de que en dos-días-hará-un-año-desde-que-mi-madre-fue-desvivida, no sé si quiero tener esa conversación.
No sé si estoy lista para asumir que lleva 365 días muerta.
Y creo que entiende esa última parte mirándome a los ojos.
—Vale.
—Lo siento, yo...
—No he terminado —Su pierna empieza a moverse, como si estuviese nervioso, como si no quisiera ahondar en esta conversación—. Nela, no estás sola, no te obligues a guardarte la tristeza, por favor.
—¿Por qué? Si tú tiendes a huir y escurrir el bulto.
—Por eso mismo, es una mierda fingir que no duele cuanto te mata por dentro. Si sientes necesidad de ocultar el dolor, no soy quién para negártelo, es tu duelo, pero no lo hagas porque no quieres mostrar debilidad, no lo hagas porque crees que te necesitamos fuerte y desde luego, no lo hagas si crees que es mejor fingir que si no quema, es porque no ha ocurrido.
Me quedo callada, ahora mismo mis pensamientos son injustos porque ya sé la respuesta y, honestamente, dudo que nos haga algún bien decirlo en voz alta.
Si lo viera apropiado se lo diría.
Empezaría con una pregunta que no es inocente, pero que necesito saber: «La echas de menos, ¿no?»
Sé que Jhon me pondría en la situación que a día de hoy yo no me planteo porque en materia de estar enamorada, lo estoy ahora por primera vez. Así que, entendiendo su punto en la parte teórica, insistiría con un «Ya bueno, pero es que, de alguna forma, ya sea porque no te dio la oportunidad de hablar y explicarte, porque seguíais enamorados cuando os separasteis o por la razón que fuera, echas de menos a mi madre y te mata por dentro no haber podido cerrar ese ciclo por mucho que pasaras páginas».
Y, él, que es un tipo bastante espabilado, me preguntaría que adónde quiero llegar, que deje de especular y sintetice de una maldita vez. Y, si yo fuera capaz de hacerlo tal y como en mi cabeza suena, le replicaría con un «Bueno, creo que no es incompatible lo que me dices con lo que yo trato de explicar. Al fin y al cabo, ella no está y esa conversación que ambos sabíais que debíais tener, siempre la posponíais. Ahora tú vives con la culpa, ¿verdad, papá?»
Y sé que habría dado en el clavo porque me miraría con curiosidad, dejándome hablar hasta que la culpabilidad o ansiedad le tomaran por la fuerza y decidiera dejar la conversación de alguna forma brusca, tal y como es. Pero antes de eso, le haría saber que lo entiendo a mi manera porque en mi cabeza he recordado miles de discusiones que tuve con mamá y que ahora me parecen un sinsentido, porque me cabreaba con ella pensando que trataba de avergonzarme cuando solo estaba orgullosa de mí. Y, se lo diría de alguna forma cruel porque no me siento preparada para encarnas esa responsabilidad y se lo expresaría usando la segunda persona del singular. Algo así como un «vives con la culpa de no haber dado el paso, ya fuera para recriminar sus actos o entender sus decisiones».
Antes de que diera por zanjada la conversación, reflexionaría en voz alta y acabaría con un «Yo también lo pienso y en esto, tú tampoco estás solo, porque esa es la sentencia de los que estamos vivos: quedarnos con lo que no supimos valorar, machacarnos por no haber hablado en voz alta, por no haber dado un último abrazo, no haber tenido esa última conversación o simplemente llegar a un acuerdo. Porque los que nos quedamos con vida, debemos afrontar la realidad, enfrentarnos a un duelo y, mantenernos lo suficientemente cuerdos como para no echarnos en cara lo que hicimos, lo que dejamos de hacer o las decisiones que (no) tomamos, porque así de asqueroso es el subconsciente que nos da una responsabilidad completa de algo que debía tratarse entre dos».
━━━━━━✧❂✧━━━━━━
Hans pide permiso para entrar en mi habitación y me lanza un chándal.
—¿Y esto? —pregunto tras mandarle un mensaje a Friedrich y acordar que nos veremos mañana.
—Momento de entrenar —Me contengo de poner los ojos en blanco y aprovecha para entrar, como si tuviera la intención de mantener una conversación conmigo—. No me mires así, señorita Schrödez, no espero que de un momento a otro seas una profesional, pero vamos a intentar que si recibes un puñetazo no caigas en un K.O directo.
—Ah —Miro el pantalón de runner de color verde fosforito y el top igual—. ¿Por qué tenéis tan claro que pronto todo acabará?
—No creo que acabe, creo que se avecina el final de nuestra historia con esta gente. Vendrán más y más, pero ya no será asunto nuestro.
De Hans Maaßmann no sabía prácticamente nada porque no es una persona habladora ni accesible de por sí. Sé que tiene una hermana mayor, que está divorciada y que se acostó con Hermann, que es de la parte de seguridad de mi padre, no de los que se ganan la vida matando por encargo.
No sé de dónde es debido a la neutralidad de su acento, no sé si tiene pareja, si es feliz o si es una persona rabiosa. Por no saber, no sé ni su edad, siempre he dado por supuesto que supera los treinta, pero se junta con gente de veinte años como Hermann, con un poco más de edad como Izima o Massimo.
—¿A qué te refieres?
—Este tipo de mierda siempre existirá, señorita Schrödez, una vez nosotros salgamos de esa burbuja, también.
—¿Y cómo nos aseguramos de que nosotros somos libres?
—Porque no tienen nada contra nosotros, sólo un líder encabronado con destruirnos.
—Pero Friedrich...
—Sanders quiere a Narciso de próximo capo, independientemente de sus ideales, ya sea por las malas o las buenas, el interés lo tiene el cabecilla, no el resto de los suyos.
—Una vez que Sanders caiga...
—Si cae —Matiza devolviéndome a la realidad e insinuando una opción tan plausible como la otra—. Hay que estar preparado para todo tipo de opciones, no hacerlo nos convertiría en ignorantes.
—Bueno, sí, claro —le doy la razón, algo dubitativa—. Si al final cae..., ¿qué pasará con todos nosotros?
—A los Schrödez y el núcleo social os tocará mantener un perfil bajo, al hijo de los Müller ya hemos establecido que me haré cargo yo, es adulto, pero una vez que su apellido caiga, está destinado a lo peor y ya hemos acordado que yo asumiré las consecuencias, no me importa cederle mi apellido si así fuera necesario; a los Rabensteiner habrá que darle una impunidad gubernamental debido al origen árabe de Ghaaliya.
—¿Por qué?
—Porque seguimos viviendo en una sociedad que necesita culpar a los extranjeros de todo lo que pasa. Hermann es alemán, ha recibido una educación aquí y su padre es alemán por mucho que por parte de madre sea kurdo, Ghaaliya no, Ghaaliya es kurda y llegó al país en estado de refugiada, es la víctima perfecta para la gente casposa.
—¿Crees que Thomas sufrirá algún tipo de perjuicio?
—No, su madre es estereotípicamente alemana, como mucho, dirán que es adoptado y mostrarán su ignorancia nacionalizándolo como si fuera chino.
—¿Y con Friedrich?
—Él ha cometido delitos, al igual que Hugo o que Hermann, pero no tiene familia y si se escarba un poco en su pasado, se le juzgará por venir de uno de los barrios más peligrosos de la Europa Occidental, claro. En este caso soy bastante optimista, como mucho, le pueden caer trabajos sociales y tener antecedentes para el resto de su vida. Confío en que, con buena terapia no volverá a usar una pistola en su puta vida.
Ni me molesto en ocultar la sonrisa que nace en mis labios. Tal vez soy ingenua por pensar que eso es lo peor que le puede pasar a Friedrich, pero me aferro a cualquier luz que alumbre algo de esperanza.
—¿Y con vosotros?, ¿qué os pasará?
—Bueno, yo seguiré siendo guardaespaldas, es lo mío; entrar en este mundo ha sido por necesidad, porque necesitaba perdonarme a mí mismo.
Eso me llama la atención y, de alguna forma, siento que se está abriendo porque quiere contarlo, porque no sabe qué va a pasar y necesita que haya alguien que entienda su historia. Lo que no entiendo es por qué yo.
—¿Quieres hablar de ello?
—No, pero supongo que ha llamado tu atención —Muestro los dientes en una sonrisa nada inocente—. No es que tenga ningún tipo de historia de superación, señorita Schrödez, no porque mi madre evitó que mi hermana y yo viviéramos el infierno que había en casa.
Le ofrezco que se siente o bien en la cama o en la silla giratoria que tengo y prefiere mantenerse al margen, de pie, con su postura de segurata que está revisando todo. Sin dejar sus ojos de lado.
—Imagino que ese infierno sería...
—¿Mi padre? —Adelanta a mi pregunta.
—Sí. —Noto mis mejillas algo calientes debido al intrusismo que estoy ejerciendo.
—Efectivamente.
—¿Qué pasó?, ¿de qué tienes que perdonarte a ti mismo? Si no te importa que te pregunte, porque bueno, tampoco quiero molestarte, no sé, a veces tengo tendencia a atosigar a las personas y si no me crees, pregúntaselo a Friedrich. O sea, que yo quiero que confíes en mí, eh, no pienses que no, pero si no estás cómodo... —Dejo la oración sin terminar, en el aire, esperando que me acalle con alguna respuesta o que me dé alas para que siga hablando. Ninguna ocurre.
—Entré en esto porque siempre he necesitado la adrenalina, pero me interesé por estos casos cuando recordé un día en particular de mi adolescencia. Mi abuela materna vino a recogerme al instituto y luego fuimos a la universidad donde estaba estudiando mi hermana. Normalmente yo iba y volvía a casa solo, así que me sorprendió ese gesto. Aunque no le di importancia. Creo que nuestra abuela estaba intentando no perder los nervios y siempre recordaré cómo mi hermana le hizo bajarse del coche y empezar a conducir ella, algo no iba bien. Cuando llegamos a una comisaría, empecé a entender que algo no funcionaba. Nuestro padre estaba esposado y cuando yo me lancé a saludarle, los policías lo impidieron.
—¿Por qué?
Mi corazón empieza a latir con fuerza mientras voy uniendo punto por punto todas las palabras que ha dicho.
Un infierno que nunca fuimos onscientes de que existía.
—Mi abuela tuvo que ser escoltada por agentes de seguridad cuando intentó estrangular a mi padre bajo el pretexto más frío y cruel que se le puede dar a una persona que ha perdido a un hijo.
—Tu padre, él...
—¿Se cargó a mi madre? —Asiento y él lo confirma con el mismo gesto—. No puedo decir que fuera un buen padre porque lo que hizo demuestra que no, pero es que yo nunca viví nada de eso, nunca fuimos conscientes. Me costó creer que fuera cierto hasta que él mismo se declaró culpable. Han pasado más de veinte años y aún soy incapaz de disociar la figura paterna que tenía con el monstruo de verdad. Él siempre dio la sensación de cara al mundo de ser un hombre ejemplar, incluso Anja (mi hermana) y yo, lo veíamos como tal, era bueno enmascarando su naturaleza real, me atrevería a decir que sólo mi madre supo ver la realidad de ese hombre.
—¿Y qué pasó?
—Sigue cumpliendo condena, tiene la perpetua revisable.
—¿Sigues en contacto con él?
—Sí —No se anda con rodeos ni trata de justificarse—. Ya te lo he dicho, no me siento capacitado para disociar la figura paterna que tuve con el monstruo que hizo lo que hizo. Suelo visitarle una vez al mes, incluso consigo sonsacarle información jugosa sobre las cosas que se hablan en las cárceles alemanas.
—Te sientes culpable por seguir viéndolo como tu padre. —No estoy preguntándolo, si no afirmándolo y no sé si hago bien tomándome esa licencia.
—Por supuesto y por más que intento no hacerlo, siempre vuelvo a caer. Yo no veo al hijo de puta, veo al tío que pedía libre en su trabajo para ir a las reuniones escolares, a las funciones de teatro de Anja, a mis partidos de baloncesto o cuando se hacía convivencia entre padres, alumnos y profesores.
—Hans..., no sé, ¿cómo te sientes cuando lo haces?
—Siento que decepciono a una parte de mi familia, pero es que me duele más no tenerlo al menos una vez al mes. Es curioso porque, hace un par de años, me pidió que testificara a su favor por el tema de la revisión de su condena y me negué en rotundo. No quiero que salga de ahí porque estoy seguro de que yo mismo lo mataría, si mi madre no está viva, él no merece tener libertad. Mientras esté en una cárcel, puedo llevarlo bien.
—¿Y tu hermana que piensa de eso?
—Entiende mi razonamiento, pero no quiere saber nada de ello. Lo que sí le gusta es que le sonsaque información, algo que, al parecer se me da bastante bien.
—Por eso estás tan seguro de que todo acabará pronto de alguna forma u otra...
Asiente.
—La organización de Sanders está empezando a hartarse del despotismo, del caciquismo y de que haya permitido que en otras ciudades o incluso países, hayan caído por descuidos obsesivos del jefe. No lo van a traicionar porque tienen mucho que perder, pero no van a buscar venganza y tampoco les molestaría si cae.
—Está en un momento de debilidad...
—Se hace mayor, pierde fuerza, agilidad y perspicacia. Se vuelve más torpe, más obsesivo y errático. Su principal fuente de vida ahora mismo es Theodore Müller y la creencia de que Narciso es el elegido (ya sea bajo amenazas o por gusto propio) y, ahí es donde está equivocado.
—¡Entonces es fácil!
—Lo sería si no fuera porque vivimos en un mundo donde te debe preocupar más el policía corrupto que el ciudadano consumidor. Hay que aprovechar su punto débil, pero no confiarnos, hay demasiados poderosos que tienen todo por perder.
—Es todo tan frustrante...
—Lo es —Mira su reloj y vuelve a colocarse esa máscara invisible en su rostro—. Ahora cámbiate, te toca pelear con Izima y, te aseguro, que el hecho de que le falte un brazo no significa que esté en desventaja.
—¿Cuál es mi motivación si es evidente que voy a perder? —vacilo un poco, queriendo romper con esta tensión que se acumula en mi cuerpo desde hacía demasiado.
—Señorita Schrödez, estás ávida de información e Izima es de las que hablan si preguntas —Me guiña un ojo, motivándome a que lo intente—. Sólo hazte un favor si no quieres que se cierre por completo: no le preguntes por Nils, no menciones su nombre si ella no lo menciona primero.
La mención a quien fue su pareja me corta la respiración por un instante. Apenas le conocí, apenas supe cómo acabó ahí si parecía ser normal, como puedo serlo yo o Erlin, o incluso Dani que, con sus problemas económicos, sigue viniendo de una familia más o menos estable, con la vida ya configurada.
—¿Cómo se conocieron?
—A Nils le encantó la imagen de chica dura que desprende y se acercó a ella.
—Ufff, al final le funcionó, pero estoy segura de que le costó.
—No le partió una tibia porque Narciso estaba por ahí y lo protegió con su cuerpo y, por mucho que Izima sepa zurrar, Narciso también y juega con la puta ventaja de siempre: es un maldito edificio con agilidad.
—¿Friedrich y Nils se conocían?
—Supongo que sí —Se encoge de hombros, sin dar importancia a ese tipo de detalles—. Por edad y grupo de amistades, lo dudo. Pero conocemos como es Vögel y no es una persona que se vaya a meter en una pelea si no hay intereses de por medio o una lealtad hacia una de las dos partes.
—¿Cuántos años tienes, Hans? Tú tampoco cuadras con el grupo de ellos según la edad que aparentas, que no digo que parezcas mayor, sólo que ambos sabemos que no tienes veinte o veinticinco...
Espero que no se ofenda porque no es que le esté llamando viejo, ¿no?
—Treinta y siete —Me esperaba algo así, pero me sigue sorprendiendo que confirme que tiene tan solo unos cinco años menos que mi padre—. No debería sorprenderte, señorita Schrödez, te recuerdo que a Hermann le gustan mayores y que lo hizo con mi hermana y conmigo lo intentó.
¡Hola! ¿Qué os ha parecido?
¡No os olvidéis de votar y comentar si os ha gustado!
¿PODEMOS HABLAR DE LA PORTADA TAN BONITA QUE TIENE LA NOVELA? ANTES ERA ESPECTACULAR, PERO MIRAD QUÉ BONITA ESTÁAAAA. ¿Os gusta?, ¿qué pensáis de ella?, ¿qué nota le dais del 1 al 10?
Por cierto, siento mucho si algunas cosas carecen de sentido, si hay alguna que otra incoherencia o si me tardo un poquito más de lo habitual, me están reajustando una medicación y las que tengáis medicación crónica o de largo plazo sabéis que el proceso es un poco tedioso y que hay que adaptarse🥺
El discurso en la mente de Nela sobre la culpabilidad ufff, ¿os habéis sentido en algún momento así?
¿Qué información creéis que le dará Izima a Nela?, ¿creéis que alguno más contará su historia?, ¿cómo os imaginaís a Hans? jsjsjs
¡Os leo!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top