Fünf: Profesor particular.
Capítulo dedicado a MePresento. Es un gusto haber descubierto como lectora y me hace muchísima ilusión verte por mis notificaciones. ¡Gracias por darle un poquito de ti a esta historia!
Fünf: Profesor particular.
13 de septiembre, 2019.
Había visto a Erlin en la gran mayoría de mis clases, también a Daniella, pero aún no me animaba a quedar con ellas; pertenecían a círculos distintos de amigos, aunque no parecían llevarse mal. Daniella y yo nos habíamos tomado un café un día por la mañana y me invito a ir con sus amigos y ellas a comer hoy para que me presentara oficialmente y así empezar a encajar. Decliné su oferta porque Erlin y yo ya habíamos vuelto a hablar y quedado para comer ese día, pero le hago saber que otro día sería genial para mí.
Era viernes y eso implicaba dos intensas horas de matemáticas con el profesor König. Entro a la clase varios minutos antes de que sea la hora del comienzo, el profesor aún no ha hecho acto de presencia. Mi sitio está ocupado por el mismo joven que había visto en la consulta y con el que Jhon había mantenido una conversación y que había dicho llamarse ¿Narciso? Qué mierda de nombre es ese, vamos a ver. Y eso que yo me llamo Manuela Schrödez Garsia en Alemania y Manuela Eschorrez García en España.
No quiero hacer enemistades y tal vez a alguien le pudiera sentar mal si yo le quitaba el sitio. No quería ponerme en el suyo, era en primera fila y yo no estaba preparada para afrontar al profesor König mirándome y esperando mi participación en la clase. ¡Con lo jodida que voy en su asignatura y con lo que me cuesta entenderle cuando se embala a hablar!
—Mmm... perdona —Me mira, está muy atento a mis palabras. Apoya los codos en la mesa y sujeta su cara con sus manos, como si estuviera pensativo—, estás en mi sitio. Bueno, a ver, el sitio que estaba libre la otra vez y pues ahora puedo considerarlo... eh... ¿mío? —Intento no sonar nerviosa porque él realmente me impone.
—No sabía que los sitios tenían dueño, Manuela.
—Yo... es que... todos nos ponemos en un lugar por costumbre y...
—Puedes tomar el mío si quieres —No deja de observarme y sonríe, tiene una preciosa sonrisa, casi infantil podría catalogarse. Se ha afeitado la perilla y ahora luce bastante más joven—. Pero si el problema está en sentarte en primera fila, estoy seguro de que no te importará sentarte a mi lado.
Me gustaba el sitio que él me había quitado porque nadie más se sentaba ahí y por ello no me sentía observada.
Tras una larga respiración y sintiéndome indirectamente presionada cuando empiezan a entrar el resto de los alumnos decido sentarme a su lado. Es zurdo, lo sé cuándo le veo coger el bolígrafo y anotar la fecha de hoy en la libreta que tiene abierta.
—¿Puedes cambiarme el sitio? —Me vuelve a mirar, girando parte de su cuerpo hacia mí. ¿No está incómodo en pupitres tan pequeños siendo tan jodidamente alto? — Soy diestra.
Parece entender, pero le da igual y vuelve a colocarse en su anterior posición.
El profesor saluda cuando entra diciendo "Servus" y entiendo que será algún tipo de saludo en el dialecto que él habla.
La clase va transcurriendo con normalidad, sigo sin enterarme de mucho excepto cuando mis compañeros preguntan algunas dudas y el profesor König las aclara.
Me tenso cuando indica que la semana que viene tendremos un control sobre lo que hemos dado hasta ahora porque nos ve un poco verdes. Eso es un problema ya que, yo llevo un mes de retraso con la asignatura. Resoplo con frustración.
—¿Problemas con las matemáticas? —Narciso empieza a recoger sus cosas aun quedando la mitad de la clase—. ¿No recoges?
—Aún queda una hora de clase. —No le miro; me atrae bastante físicamente y no es sólo por las hormonas alborotándome por completo, mi periodo ya se había ido y él seguía pareciéndome muy atractivo.
—Hará un descanso —Se encoge de hombros—. ¿Vamos?
Frunzo el ceño. Obviamente no.
—¡Venga, Manuela! —Me insta a ir con él, sin hablar demasiado fuerte.
—No. Estamos en clase.
En ese momento nuestro maestro cree adecuado hacer una pausa de 15 minutos. Ninguno de mis compañeros guarda sus bártulos, solo los adecuan para que no parezcan desordenados.
Erlin se acerca con sus labios pintados de marrón tierra y vestida con un pantalón de talle alto y una blusa a juego con sus ojos.
—A las 12:30 en la entrada del instituto, ¿sí? —Me sonríe y se acerca a su grupo de amigos que la esperan.
—¿Tienes una cita, preciosa? —Arrastra un poco las letras cuando pronuncia ese apodo y a mí me da un pequeño escalofrío, ha recogido también mis cosas y las ha guardado en mi mochila—. Acompáñame —Narciso ordena, no pregunta—, venga, Manuela, no muerdo.
Saca un cigarro de una de sus cajetillas y cuelga de uno de sus hombros su mochila mientras espera a que yo me levante con cierta desconfianza para guiarme hacia la salida.
Vamos por una puerta diferente donde indica un cartel que ahí se puede fumar; nadie se me hace conocido. A él alguno que otro sí y le saludan. Otros dejan su veneno a mitad cuando le ven y se alejan del lugar.
Es como si él tuviera la peste, pero más bien le muestran respeto, casi miedo. ¿Qué locura es esta?
Enciende su cigarro y le da una calada.
—Debería dejar esta mierda —dice más para sí mismo que para que se le escuche—, lo voy consiguiendo, cada vez fumo menos, preciosa. —Ahora sí que me habla a mí y me sonríe. Probablemente él no esconde nada bueno detrás de esa sonrisa.
—¿Realmente te llamas Narciso? —Mi voz suena más insegura de como realmente me siento, por alguna extraña razón me siento un poquito más cómoda cerca de él.
—No —sisea haciéndome entender que mi pregunta no le ha gustado—, pero para ti, sí.
—¿Y para quién no? —Siento verdadero interés.
Se acerca a mí tras acabarse el cigarrillo, el insoportable olor a tabaco me envuelve y doy un paso hacia atrás; se ríe y se acerca de nuevo sabiendo que pronto no tendré manera de huir. No es como si Narciso quisiera enjaularme, o al menos eso creo; simplemente quiere tenerme a su completa disposición y en su campo de visión.
Las pocas personas que quedan en esta zona se marchan, eso es un indicativo de que debería volver a clase.
—Para gente que no me conoce, yo elijo quién me llama por mi nombre y quien no.
—¿Los profesores te llaman "Narciso"? —pregunto con cierta burla.
—Por mi apellido, Manuela.
—Es Nela.
—Es Narciso, entonces —¡Dios! Adoro su acento—. Se acabaron las preguntas.
Mira hacia los lados y se acerca a mí.
—Mantén la distancia, por favor —Ajusto bien los tirantes superiores de la mochila en mis hombros—, no soporto el olor del tabaco.
Omite mi petición e invade mi espacio personal. ¿Por qué cree tener ese derecho?
—Hueles bien —Pellizca su labio inferior con dos de sus dedos—, me gusta tu perfume.
Mira la hora en su móvil y aprovecho para separarme un poco. No me gusta que invadan mi espacio personal. Él es alemán, él debería entender eso. Ellos nunca ocupan el lugar del otro.
—¿De qué-e parte de Alemania eres? —titubeo porque odio que invadan el sitio que me corresponde a mí y, porque, si era sincera, debía reconocer que el chico me atraía mucho físicamente.
—¿Tienes interés por conocerme? —Alza una ceja, ¿por qué todo el mundo sabe hacerlo menos yo? — Nací y me críe en Frankfurt.
—Tienes un acento muy bonito. —Soy idiota. ¿Por qué mierdas he dicho eso?
Me guiña un ojo y se agacha un poco para estar más cerca de mi altura y aun así le cuesta recortar distancias. No es que yo sea tan bajita, es que él es una jirafa.
—Y tú eres preciosa, Nela —Se lame el labio inferior y deja un beso en mi mejilla, presionando durante unos segundos sus labios contra mi piel—. Ya nos veremos.
Una vez se ha ido toco con las yemas de mis dedos la mejilla en la que me ha dado un beso. Un simple roce con mi piel y ha conseguido dejarme estática. Sería estúpido decir que me he enamorado o algo así, sería una mentira que ni repitiéndola mil veces se convertiría en verdad.
Pero lo que ha conseguido desde luego es intrigarme más, mucho más, de manera infinita. Es evidente que siento atracción física por él, mi respiración se acelera un poco cuando le veo. Es innegable que me pone nerviosa y me altera porque me atrae muchísimo, lo que viene siendo un no-te-conozco-pero-es-que-me-pones-muchísimo-y-yo-quiero-conocerte-pero-sin-ropa.
Tomo una bocanada de aire y miro la hora, queda muy poco para que termine la clase del profesor König así que opto por no volver a entrar, quedaría como el culo y, bueno, es mi tutor.
Le escribo a mi tía diciéndole que mi primer examen se acerca y que llevo un mes de retraso con todas las materias. Ella me da ánimos y me dice que mi vecino Steffen me manda saludos, que, si necesito cualquier ayuda con el idioma que no dude en comunicarme con él y, aunque sé su dirección, mi tía me la envía para que la tenga guardada en el móvil.
Steffen siempre ha sido muy buen vecino y, cuando era un poco más joven y nos mudamos a Alicante y mamá trabajaba y la tía Isabel también, muchas veces se ofrecía y me cuidaba por las tardes, ayudándome dentro de la medida de los posible con mis deberes y siendo mi profesor particular de alemán. Él también es berlinés así que me ayudó un montón con el acento, además de con la gramática alemana.
Schmetterling Baltßun había sido muy buena amiga mía durante mi infancia y el inicio de la adolescencia. Le gustaba su nombre, pero sabía que era muy largo así que para ahorrar tiempo pedía que la llamaran 'Erlin', algo que le había estado funcionando hasta el momento, ahora cada vez que decía su nombre tenía que contar la historia completa de su apodo pues algunas personas empezaban a comparar su nombre con un jugador de fútbol de un equipo austriaco llamado Erling Håland dado el parecido de estos. A ella le daba igual, incluso le hacía gracia y decía que le daba cierta fama.
Sus tacones repiquetean mientras caminamos hacia la parada del metro, quedan 2 minuto para que salga y aprovechamos para contarnos cosas; la conversación fluye y en ningún momento hay silencios incómodos, cuando hay silencios no son para nada molestos.
El trayecto hasta donde ella ha reservado es de unos 20 minutos aproximadamente y nos bajamos en la parada de Oranienburger Straße [1]. En todo momento está atenta a mí y me hace sentir bien. Cuando entramos y dice su nombre un camarero nos lleva hasta la mesa que ha reservado.
—Elegí dentro por si el tiempo nos traiciona y se pone a llover —Se quita las gafas de sol y el abrigo—, hablé con mi madre, si a ti no te importa a ella le gustaría verte algún día.
—Me encantaría —respondo con sinceridad—, si mi madre la hizo mi madrina por algo será, ¿no?
Pido una cerveza típica de Berlín y Erlin algo que se llama Diesel, una cerveza con refresco de cola. Además, decidimos pedir codillo al horno que es algo muy típico de aquí.
—¡Fantástico! —Da un trago a su bebida—. No te vi en la segunda parte de la clase de matemáticas —Hace un mohín con los labios—, te fuiste con Narciso, ¿ya os conocéis bien? —Su pregunta va más al ámbito sexual.
—Lo conocí hace poco, no llega a una semana —Suspiro—. Él es extraño, tiene un aura extraña.
—No se deja conocer demasiado, pero es bastante mandón. Mientras le dejes tranquilo supongo que no es molesto —Se encoge de hombros—. A mí el que me llama la atención es uno de sus amigos —Hace un mohín con los labios—, sé que sabe de mi existencia porque hemos intercambiado miradas, pero sin más. Pero ¿qué hay de ti?, ¿te vas integrando?
—No conozco a mucha gente aquí, Erlin —Bebo un poco de mi cerveza—, a Daniella y a ti, solamente. Aún estoy intentando integrarme.
—Ya te he dicho que cuando quieras puedes unirte a mi grupo, prometo no hacerte sentir incómoda y cuidar de ti muy bien.
Me gusta haberme reencontrado con ella, un pedacito de mí lo tienen ella y su familia; Candance Baltßun* había sido la mejor amiga de mi madre por años y se puso muy triste cuando perdieron el contacto, eran otros tiempos.
—Bueno —No rechazo su invitación, pero tampoco acepto de inmediato—. Por cierto, ¿cómo crees que será el control de matemáticas?
—Una mierda —Traen nuestra comida y agradecemos casi al unísono y nos servimos—. Pero seguramente tengas que recuperarlo si no lo apruebas. Si el profesor König nos ha puesto un examen llevando apenas un mes de clase es que nos ve bastante mal. ¿Tú cómo lo llevas?
—Fatal —confieso—. Se me dan fatal las matemáticas y a veces me cuesta entenderle cuando habla.
—¡Y a quién no! —carcajea—, es un gran profesor, pero es que se le nota muchísimo que es bávaro. Pero mira el lado bueno, al menos no es suizo, ahí sería imposible entenderle, créeme.
—Pfff... —Me lamento—, estoy acabada y aún no me he enganchado bien al curso. Tendré que buscar una academia o algo.
—¿Por qué no le pides ayuda a Narciso? A él se le da realmente bien las matemáticas y sólo tiene esa asignatura, igual tiene tiempo libre cuando no trabaje —Se lleva una patata asada a la boca y cuando termina de comerla añade—: pudo haber aprobado ya su Abitur, pero no estaba conforme con la nota final que se le quedaría y decidió no presentarse al examen.
14 de septiembre, 2019.
Cuando le pedí dinero a Jhon para ir a comprar ya que necesitaba ir al centro comercial, Caroline se ofreció a pasar una tarde de chicas y me pareció muy buena idea.
Quería ir para comprarme ropa de deporte ya que, tras el accidente había perdido masa muscular y fondo. La gimnasia rítmica y correr eran mis deportes favoritos, había incluso competido en alguna ocasión, aunque no fuera más allá de lo básico. Y, el hábito de correr lo había conseguido sólo para impresionar al chico de turno que me gustaba en aquel momento. Sin embargo, me relajaba y me quitaba energía en días de ansiedad e intranquilidad.
No había vuelto a correr desde junio. Extraño mucho el mar, salir a correr con música relajante mientras veía las olas al compás de mi trote era un placer que por desgracia tardaría bastante en volver a ocupar.
Caminamos por la plaza de Alexanderplatz, una de las más concurridas de la ciudad y ubicada en el centro de Berlín; entramos al centro comercial y nos dirigimos al Decathlon, veo un par de leggins y tops deportivos que me pruebo y me gusta cómo me quedan, todos ellos tapan mis cicatrices más visibles así que decido que esos me gustan.
Caroline mete la ropa que he elegido en la cesta que lleva y pregunta por una bicicleta estática que lleva tiempo queriendo comprar para hacer deporte en casa, quiere colocarla en la terracita del segundo piso, al lado de todas sus plantas.
Mi tía me llama y no consigo escucharla bien por la cobertura, Carol me indica que salga del edificio que si no será imposible y así lo hago. Quedamos en que dentro de 15 minutos nos vemos en la entrada del establecimiento.
Desbloqueo mi móvil con la huella dactilar y busco en llamadas recientes. Voy a darle a llamar cuando una mano se posa en mi hombro, asustada ante la intrusión me aparto.
—¿Necesitas ayuda? —Me giro para fijarme en quien me habla—. Pareces perdida.
Obviamente, no y dudaba parecerlo.
—No. Estoy bien.
Su tez es pajiza y sus ojos son completamente achinados y rasgos asiáticos. Me sonríe, tiene un par de dientes bañados en oro. Es como si quisiera que su imagen se quedara en mi cabeza.
Me recorre un escalofrío. Veo su intención de seguir hablándome, para mi suerte, mi tía, llama.
—Cariño, que te he llamado sin querer —Mi tía tiene una de esas voces insoportables cuando alza la voz, es bastante aguda y puede llegar a ser molesta—. Pero bueno ya que estamos, ¿qué tal esta semana?
—Pues bastante mal —respondo—, la cicatriz del muslo sigue doliendo —El hombre sigue mirándome y yo camino un poco, alejándome de él. Por alguna razón siento que él me entiende cuando hablo y eso me da muy mal rollo—, y quiero volver a correr.
—Releeré tus partes médicos si quieres a ver si pasa algo, Nela. Cualquier cosa avísame y lo vemos, ¿sí?
Le hago saber que sí, pero realmente no le presto mucha atención, por desgracia, el hombre de antes sigue cerca. Me observa, lo sé porque me sonríe cuando me pilla mirándolo y cuando trato de alejarme de él.
Corto la llamada con mi tía Isabel cuando Carol aparece con nuestras bolsas y le cojo una.
—Tengo cita en la peluquería, ¿quieres que arreglemos tu cabello también?
Le digo que sí y caminamos juntas hasta el metro.
—¿Por qué no hemos cogido el coche? —Prefería ir caminando o en metro, pero siempre la hacía yendo en su coche.
—Normalmente sólo lo cojo —Mira la pantalla y me indica que el metro esta por llegar que me prepare— para ir a trabajar o cuando Thomas quiere practicar un poco cuando queda y luego me traigo el coche de vuelta.
Mientras hablamos y Carol me indica que son sólo dos paradas y que esté atenta juraría ver de nuevo al hombre de antes. Creo que me estoy volviendo loca.
Caroline Koch se había aclarado su rubio natural a uno más estético, no llegaba a ser platino o de hielo, pero sí que se notaba un cambio, según el peluquero sólo le había cortado un par de centímetros, a mí me parecían más. Fuera como fuese, le quedaba estupendo con el nuevo corte que llevaba conocido como pelo en pico o en "v".
—Te queda fabuloso ese corte de pelo, Nela —Llegamos a su casa y mira el reloj de su muñeca—, ven, te acompaño hasta la puerta que tenemos que dejar las bolsas y yo hoy salgo a cenar con tu padre.
Le doy las gracias. Sí, estoy satisfecha con mi corte de pelo. Lo tenía bastante largo y algo estropeado; tenía miedo de cortármelo mucho y que alguna cicatriz se viera, cuando se lo comenté al peluquero me dijo que no había problema. Así que, lo habíamos cortado en un long bob un poco más largo de lo habitual y reforzado la queratina que ya casi no hacia su función.
Carol abre la puerta y camino tras ella con las bolsas, nos quitamos los zapatos y se escucha el ruido tras un grito de "Gol".
—Jornada futbolística —Se encoge de hombros y la sigo—, ¿cómo ha quedado el Hertha BSC? —pregunta interesándose.
—Ha perdido —responde Thomas molesto, lleva una camiseta azul con un número y un nombre detrás—. Hoy no ha ganado ninguno de los nuestros —Se da la vuelta y mira a su madre y enseguida sonríe— ¡qué guapa estás!
Dos chicos a los que no reconozco y Narciso están con él.
—Sí, Caroline, estás muy bonita —El chico que habla parece un portero de discoteca. El otro concuerda con sus palabras.
—Sí, estás preciosa —Narciso me mira a mí y trago saliva. Carraspeo y recibo un poco de atención que no buscaba llamar.
Caroline lo agradece y luego añade:
—Nela, cielo vamos a dejar esto en su sitio —La acompaño al piso de arriba—. Thomas hará la cena, cualquier cosa que ocurra nos lo dices a tu padre o a mí. Son buenos chicos, no ocurrirá nada; con ellos estás a salvo, ¿vale? —Me tranquiliza que me lo diga—. Eso sí, no dejes que Friedrich fume en ningún lugar que no sea el balcón, a veces Thomas le da ese permiso y no me gusta.
¿Friedrich? No me acostumbraba con los nombres.
Asiento y ella me da un abrazo antes de irse.
Termino de colocar la ropa deportiva en el armario y tras una ducha rápida me pongo un pijama calentito que Jhon y Caroline compraron para mí, me ruge un poquito el estómago así que abro la puerta para ir a cenar.
—Bonito pijama —Su acento es inconfundible y bastante suave a pesar de su ronca voz—, ¿me acompañas? —Señala el balcón con una de sus manos sin sacarla del abrigo.
—No —Enarca una de sus cejas y yo frunzo el ceño, ¡quiero aprender a hacer eso! —. Tengo hambre y quiero cenar.
—Parece que no te haga ilusión verme —Narciso se pasa la lengua por su labio inferior mientras saca un cigarro de la cajetilla—, abrígate y ven.
Por alguna razón, lo hago. Entro a por uno de los abrigos y le acompaño al balcón.
Me mantengo a cierta distancia, tapándome la nariz.
—¿No ibas a dejarlo?
Da una calada.
—Estoy en ello. Es el segundo que llevo.
No sé por qué no me asusta estar cerca de él, hay personas que cuando le ven bajan sus cabezas, otras personas le hablan con mucho respeto; sí él no da permiso para que le llames por su nombre, la gente no lo hará.
Él realmente asustaba a las personas.
¿Qué podía haber malo en él?
No quería juzgarle por ir al psicólogo, yo misma iba; pero, habiéndole visto sólo un par de veces no parecía el chico que cree en la salud mental y que se esmera en cuidar la suya. ¿Había hecho algo realmente peligroso?
—Tengo una pregunta —Me mira con curiosidad—, ¿por qué la gente te respeta tanto?
Sonríe y achica los ojos, sus ojos son claros, pero su mirada es oscura, lóbrega, casi petrificante.
—Estás preciosa, Nela.
—Te vi en el psicólogo, Vögel —Me acuerdo de su apellido y cuando se pellizca el labio inferior saco una valentía de mi antigua yo, una que llevaba meses sin salir—. ¿Tampoco me vas a permitir que te llame por tu apellido?
—Estuvimos hablando cuando fuiste al psicólogo, Schrödez.
—Que yo recuerde salías de la consulta de la psicóloga también.
—Muy buen apunte, preciosa; me alegra que tú también cuides de tu salud mental —Juega con la cremallera de mi chaqueta, bajándolo y subiéndolo varias veces—. ¿Cómo vas a prepararte el examen de matemáticas?
—No lo sé —Me acerco un poco a él cuando el frío me golpea y me pongo a tiritar—. Creo que me apuntaré a una academia o algo...
—Anda ven. —Me acerca más y pasa su brazo por mi hombro, dándome un abrazo demasiado protector, podría decirse que casi posesivo porque me mantiene en el sitio sin darme opción a moverme o separarme, o al menos esa es la sensación que me da.
Por un instante me da la sensación de que nos conocemos, pero es que sé que es imposible. No es una cara que se olvide fácilmente, es de esos chicos con los que te cruzas un segundo y ya te montas la película de tengo-un-nuevo-crush-no-voy-a-volver-a-verlo-en-mi-vida-pero-en-mi-cabeza-nos-vamos-a-casar.
—Tú..., ¿podrías ayudarme?, Erlin me dijo que eras bueno en mates y...
—Erlin —Intenta ocultar una sonrisa—, está bien, sólo porque tu amiga Erlin te ha dado la idea de pasar tiempo conmigo te ayudaré
—¡Eso es genial! —Le abrazo sin poder controlarme y aprovecha para dejar apoyada su frente en la mía. Huele a tabaco, un olor que detesto, pero no me molesta tanto ahora mismo—, perdón.
Acerca su cara y por inercia cierro los ojos, juraría que noto su aliento muy cerca, incluso chocando con mi piel; me atrevería a decir que noto sus labios durante un instante tan corto que es muy difícil saber si es cierto o me lo acabo de imaginar.
—El miércoles, nos veremos el miércoles. —Besa mi sien y se aparta con tranquilidad. Él controla todo, él controla muy bien sus movimientos.
—¿No será muy tarde? ¡El examen es el viernes Frie-Narc-Vögel! —Me alejo y me apoyo en la barandilla—, ¡no sé ni cómo llamarte!
—Narciso —Se cruza de brazos—. Es eso o nada, ve mirándote el temario y el miércoles haremos posible que puedas aprobar.
—¿Y si el miércoles no puedo?
—No te estoy dando opción.
¡Será soberbio! Es extraño, es muy extraño; ¿cómo que "no te estoy dando opción"?
—¿Qué estás ocultando, Friedrich? —Pruebo a llamarle por su nombre y sé que eso realmente no le ha gustado cuando le veo tensarse y descruzar sus brazos.
Se acerca de manera peligrosa, pero algo provocativa y yo trago saliva. Apoyo aún más si cabe mi espalda en la fría barandilla y aguanto unos segundos la respiración antes de que él mismo cree una jaula con sus brazos, atrapándome. Baja un poco su altura y me mira directamente a los ojos. Se relame el labio y lleva su boca hasta mi cuello, respirando, es como si él tratara de calmarse.
—No vuelvas a llamarme por mi nombre si no te doy permiso, ¿te ha quedado claro, preciosa? —Se separa para verme a los ojos y por un momento creo que mi labio se pone a temblar.
—S-sí. —Sonríe complacido, de manera cruel. Le gusta tenerme así, obedeciéndole y teniendo el control. Se relame el labio inferior y junta su frente con la mía.
Cierra los ojos antes de volver a hablar.
—Sólo tienes 16, no voy a hacer esto. —Se separa con brusquedad y se enciende otro cigarro. Le he visto pocas veces, pero puedo asegurar que posee mucho autocontrol. Y creo que por un momento lo ha perdido.
—No lo hagas, por favor; no te lo fumes.
Niega y me ignora.
—Quédate conmigo mientras lo termino, luego bajaremos a cenar.
El silencio no es incómodo, de hecho, creo que ambos nos observamos bastante. Pero el ambiente ha cambiado. Algo ha ocurrido, no lo que a mí me hubiera gustado por un momento, pero algo ha cambiado. Él está serio, pero no parece alterado.
Suspira y cuando se acaba el cigarro se acerca a mí.
—¿No podías ser un poco más mayor? —Juraría que su mirada se ha vuelto diferente, le sigo intrigando, pero no de la misma manera, ahora se lamenta por algo.
—No es culpa mía. —Intento hacer del ambiente algo más distendido.
Se ríe y se vuelve a acercar a mí. Me pongo nerviosa, si él realmente quiere darme un beso puedo asegurar que estoy en un modo de hazlo-que-yo-no-me-chivo-te-lo-juro-pero-hazlo-por-favor-que-lo-estoy-deseando.
Me da un beso en la mejilla como la otra vez, sólo que esta vez más cerca de la comisura de los labios, pero sin llegar a tocarlos.
—Sé que es lo que quieres, preciosa, pero no voy a dártelo.
No sabía que había cerrado los ojos hasta que los abro de golpe sintiéndome avergonzada. Ni siquiera ha pedido perdón, no es como si él lo quisiera. ¿A qué está jugando?
—¡Eres un engreído y un arrogante! —Le señalo—. Que sepas que un beso te lo puede dar cualquiera y tú eres un creído.
—Tienes razón —Sonríe con tal amplitud que no sé si sentir miedo o perderme en su sonrisa—. Suerte buscándote a alguien a quien le tengas tantas ganas como a mí con sólo verle un par de veces.
—Vaya hostia tienes, chaval.
—¿Qué?
No pensaba traducírselo. Él me daba el suficientemente miedo como para no querer que se enterara de lo que había dicho.
Alguien toca la puerta de cristal que separa la terracita del resto de la casa. Uno de los amigos de Thomas.
Es rubio con un tupé y es el más delgado y pequeño de todos en cuanto a estatura; tiene una cara linda y unas pecas que le dulcifican muchísimo, aunque no recuerdo el color de sus ojos.
—La cena ya está chicos —Me mira y se presenta dándome la mano y diciéndome que se llama Hugo—; Fried- Narciso —Capta su atención—, tienes a Enia al teléfono, te lo dejaste abajo.
Se va con rapidez. ¿Enia? No me jodas que tiene novia... ¡Qué vergüenza! Y yo aquí deseando que me besara...
¡Con razón me ha rechazado!
Él no me ha dicho que tiene novia, pero tampoco le conozco tanto.
—Hugo, ¿no? —Asiente mientras salimos de la terraza y me hace saber que el otro se llama Herman—, ¿por qué no le has llamado por su nombre?
Tonta. Podías haberle preguntado por esa tal Enia. Me reprendo a mí misma.
—Porque tú no eres de su confianza —Lo dice como si nada, como si no fuera un dato un poco revelador—; yo sí lo soy, pero tú no. Delante de ti, no tengo necesidad de llamarle por su nombre.
Oranienburger Straße: Calle del centro de Berlín.
Cómo pronunciar los nombres en este capítulo:
Candance Baltßun: Candance Baltssun.
¡Hola!
¿Por qué pensáis que Narciso se comporta así?, ¿creéis que es algún rasgo suyo de la personalidad?
¿Pensáis que Nela hace bien suponiendo que tiene novia o es un malentendido?
Si queréis que os dedique un capítulo, sólo tenéis que decirlo, me encanta que a la gente le guste tanto la historia como para querer uno, jo.
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