Extra: Daniella & Hugo.
Muchas queríais un extra de estos dos y la verdad es que tenía muy claro que haría uno... ¡y aquí está!
En algún momento llegará alguno de Erlin & Thomas y de alguna escena narrada por Narciso, no sé cuándo pero llegará.
Ah sí: apuntad en vuestros calendarios el 24 de febrero porque es cuando empieza Billete de vuelta..., los jueves siguen siendo de Narciso.
¡No os olvidéis de votar y comentar!
Extra: Daniella & Hugo.
17 de diciembre, 2019.
—Estás pensativa —Tristão nunca me hablaba en portugués cuando estábamos solos, decía que le gustaba practicar conmigo el alemán incluso cuando mi voz le parecía algo grave y agresiva—. ¿Es por lo del otro día? —Se aproxima a darme un beso en los labios antes de sentarse.
Doy vueltas al refresco con la pajita de cartón y hago una mueca de disgusto al ver cómo se deshace al contacto del líquido.
Era partidaria de acabar con los residuos que afectaban al medioambiente, pero al iluminado que se le había ocurrido cambiar el plástico por este material de mierda, podían darle por culo.
—Siempre es por lo mismo...
—Es nuestra manera de funcionar.
Estira las piernas y se desabrocha el húmedo anorak dejando a la vista un jersey ajustadito a sus pectorales y a sus trabajados brazos de gimnasio.
—¿Discutir y luego follar sin solucionar nada?
—¿A qué viene eso? —Frunce el ceño y gira la cabeza en busca de algún camarero que pueda servirle en el abarrotado establecimiento—. Odio los días de fútbol, siempre acaban los bares llenos.
Tira el casco de su moto en la mesa sin miedo a que se pueda romper y se cruza de brazos.
Era agresivamente guapo y eso era lo primero que me había llamado la atención de él, que no había nada angelical en su rostro, que no tenía una mirada dulce camuflando una personalidad de mierda y desde luego no tenía esa sonrisa encantadora de niño bueno que, en el fondo, escondía un corazón podrido.
Tristão Magalhes aparentaba exactamente lo que en realidad era, su apariencia y su personalidad eran aliados, no podías esperarte otra cosa de él y eso era lo que me había cautivado, por no decir, distraído.
Que no hubiera mentiras ni desengaños de telenovela latina de por medio de las que a mí me encantaban, sobre todo si eran colombianas, aunque no entendiera nada y necesitara traducirlas, eran fascinantes.
Pero no era lo que yo quería en mi vida.
—Llevamos semanas peor que nunca, Tristão, estoy agotada mentalmente.
Me costaba pronunciar esas palabras porque nunca nadie tenía en cuenta lo que yo tuviera que decir.
—Daniella, ¿estás involucrando sentimientos entre nosotros dos?
—No —Doy un sorbo al refresco y aguanto una arcada a lo que él sonríe mientras se rasca la creciente barba—. Sé perfectamente el tipo de relación que tenemos, pero eso no te da derecho a gritarme, por poner un ejemplo.
Un ejemplo de mil.
—¿Y a ti sí te da derecho a insultarme? —Se cruza de brazos—. Me la suda que estés pillada de otro tío, sabes que ese pijo no es santo de mi devoción, pero es tu vida, no la mía, mientras a mí no me jodas, haz lo que te dé la gana: tu cuerpo es tuyo y me da igual si sólo follas conmigo o con mil.
—Te insulto cuando me gritas o me hablas con ese paternalismo rancio tuyo —Bufa al escuchar ese término—. Siempre es lo mismo: Daniella deja de hacer esto, Daniella qué torpe eres, Daniella tienes ya diecinueve, Daniella eres adulta empieza a comportarte como tal... —Imito su voz, algo que él odiaba por completo—. A mí también me cansa que no pares de repetir mis defectos, si eres única y exclusivamente mi polvo seguro, no hace falta que me estés machacando. No te pido amor porque no es lo que busco, pero finge al menos que me tienes cariño y que te importo en vez de estar criticando todo el puto día.
Se pasa las manos por el pelo mientras yo enfoco mi vista en la mesa de madera.
—Me importas, Dani, joder claro que me importas.
Alarga su mano para tomar la mía y las entrelaza, me encantaba el contraste de nuestros tonos de color cuando estaban unidos. Él era bastante moreno de piel, envidiaba su bronceado genético.
Yo había nacido con los rasgos alemanes de mi madre, la genética paterna-portuguesa se la había llevado mi hermano mayor Felix.
Paso la lengua por mi labio inferior con intención de contestarle que él para mí también era importante cuando le veo.
Era imposible no mirarle, al menos para mí.
Parado a un par de metros, rodeado de algunos amigos suyos del club de campo al que pertenecía la élite de Berlín y vistiendo la camiseta de la nueva temporada de su equipo de fútbol a conjunto con un caro pantalón con bolsillos en los que descansaban sus manos.
Y me estaba mirando porque para él lo importante era observarme.
Para bien y para mal.
A veces se acercaba, sobre todo cuando estaba con Narciso, Hermann y Thomas porque eran sus mejores amigos y era cuando podía ser él mismo.
Hugo Müller era una persona de apariencias y que por muy bien que se llevara con las altas esferas de la sociedad alemana, en el fondo, ambos sabíamos que no pertenecía a ese mundo o al menos, que no era el mundo al que quería pertenecer.
Era una vida que le habían puesto sus padres y que él adoraba en cuanto a facilidades, pero era un estilo de vivir tan superficial que incluso Hugo, que estaba vacío por dentro, rechazaba.
Le conocía lo suficiente como para saber todo el odio que albergaba dentro y lo cruel que podía ser su furia cuando estaba cabreado.
—¿Dani? —Tristão me llama y vuelve a girar la cabeza en busca de qué es lo que me ha distraído—. Ya veo, es que eres una niñata, no tienes derecho a quejarte. —Suelta mi mano como si quemara y consigue captar mi atención de nuevo.
—Tristão..., otra vez, no...
—Joder, que fue diciendo por ahí que le engañabas y que el embarazo no tenía nada que ver con él.
—Es muy cruel por tu parte recordarme traumas que me hacen daño y que sigo trabajando para recuperarme, además...
—Me la suda, tía. Es un pavo que te ha follado y cuando se ha cansado del juego de la Dama y el Vagabundo te ha dejado tirada —expresa con rabia—. Por si no lo sabías tú eres la vagabunda; mientras tu madre se parte el lomo limpiando oficinas y tu padre trabaja de cartero para la Deutsche Post, su padre tiene una empresa de seguridad que protege con sus guardaespaldas hasta a la presidenta de Alemania.
—No voy a permitir que me sigas soltando tanta mierda —Le apunto con el dedo—, si te he contado algo relacionado con él no es para que me la vayas echando en cara, joder. Y que sepas que los trabajos de mis padres son tan honrados como los de los suyos.
—Que no te estoy diciendo que no, Dani, joder —Se sulfura y me mira con cierta cólera—. Te estoy diciendo que hay niveles y niveles, y que los Müller están arriba y nosotros estamos abajo.
—¿Por ser camareros?, relájate y deja de tratarme como si fuera estúpida.
—Es que eres una puta niñata, ¿cómo quieres que te trate?
Niego y aliso mi flequillo con nerviosismo.
—Con respeto, Tristão, con respeto.
—Pero si no te respetas ni a ti misma, cómo pretendes que te respete yo, ¿te traigo una fregona para que limpies las babas que sueltas cuando le miras?
—¿Por qué eres tan cruel, maldito filho da puta?
«hijo de puta»
—Galinha —Escupe con rabia—, ¿sigo describiéndote o ya te ha quedado claro?
«Zorra».
—¿Podrías explicarme por qué te comportas como un gilipollas?
Araño con las uñas de mi mano izquierda el dorso de la derecha controlándome por no pegarle una patada por debajo de la mesa.
—Porque eres una cría que no tiene ni puta idea de la vida y que se ha creído el cuento de que un rico va a dejar la suya junto a sus comodidades, solamente porque está arrepentido de lo que un día te hizo y, lo peor es que te crees que va a cambiar —Niega mientras alza un poco el volumen y agradezco que haya tanta gente haciendo ruido que pasamos desapercibidos—. La realidad, Daniella, es que el chaval era y es un puto mocoso que tendrá la conciencia intranquila y que sólo quiere arreglar las cosas para sentirse mejor consigo mismo, pero le importas una putísima mierda.
—¿Y?, ¿te crees que me importa un mínimo lo que él pueda pensar de mí? Que yo siga sintiendo algo por él no significa que lo quiera en mi vida.
—Pues asúmelo de una vez, niña tonta —repite con frustración—. A todo lo que tú puedes aspirar algún día es a alguien como yo o como tú, de nuestro nivel. Si te crees que él va a volver con el rabo entre las piernas o que su familia va a dejar que vuelva a tu lado, es que eres más cortita de mente de lo que yo pensaba.
Las lágrimas se aglutinan en mis ojos y barajo seriamente la idea de tirarle la Coca-Cola encima.
—Ahora resultará que sois amigos y que os contáis cositas y todo.
—Que su familia te hizo perder un juicio, Dani, ¿en qué mundo crees que vives? ¡Qué no eres nada ni yo tampoco! —No quería mirar hacia los lados porque estaba segura de que ahora sí había gente mirándonos—. Que ese capullo tiene mucha influencia en el país y tú y yo somos de la plebe.
—¿Y qué con eso? —Doy un golpe en la mesa más fuerte de lo que me hubiera gustado—. ¿Por qué estás tan obsesionado con mi relación con él? —Aprieto el vaso de cristal con una mano y lo suelto antes de seguir hablando—. ¡Métetelo en la puta cabeza, trouxa! ¡No quiero nada con él!
«Idiota».
—¡Qué no me insultes! —Agarra el casco de la moto y por inercia le sujeto la mano impidiendo que se vaya—. Mira, Daniella, me importas, no estoy enamorado de ti y no siento nada más que cariño y ganas de follarte de vez en cuando, pero eres una buena chica y mereces mucho más que seguir pensando en él...
—¡Qué no pienso en él!
—Nunca he querido exclusividad y no es algo que te vaya a pedir, pero si quieres seguir viéndote conmigo, aléjate de la élite y te lo digo por tu bien.
—¿Me estás amenazando?
—Te estoy poniendo un ultimátum porque sé que tú eres incapaz de tomar decisiones sola, porque eres una cría y alguien tiene que ayudarte.
—¿Ahora eres mi puto salvador? —Niego cuando saca un billete de 5€ y lo deja en la mesa—, ¿nos vamos? —pregunto frunciendo el ceño cuando veo que vuelve a abrigarse.
—Me voy, sin ti, si tan mayorcita te crees, te vuelves a casa sola y le demuestras al mundo lo madura que eres, yo no me quedo para ver cómo te vuelves a dar la hostia.
—¿Me vas a dejar aquí, tirada cuando está anocheciendo y con un montón de borrachos alrededor?
—Sí, me he cansado de tu inmadurez, de tu estado de negación y de que te creas algo importante cuando eres la misma mierda que yo y que cualquiera de los que estamos aquí. Deja de creerte parte del mundo de los ricos, cuando solo eres una más de la multitud.
—Te estás comportando como un idiota, Tristão...
—Me estoy poniendo a tu nivel —Se levanta y me quedo quieta con los ojos algo borrosos—. Llámame cuando llegues a casa, quiero saber que llegas bien.
—Vai tomar no cu!
«Vete a tomar por culo».
Se acerca con intención de darme un beso y yo me aparto.
—Lo hago por tu bien, Dani.
Deja un beso en mi cabeza y me remuevo incómoda, ni siquiera me fijo en cuándo se va porque no me interesa.
Tristão, cuando no estábamos follando, se recreaba en gritos, en echarme en cara mis miedos y mis inseguridades y decidía comportarse de forma inhumana conmigo.
Era un chico malo y yo lo sabía, pero es que él tenía razón, no podía aspirar a nada mejor porque ni siquiera yo era suficientemente buena y no era la primera persona que demostraba esa teoría.
Pero también sabía que era paternalismo puro y duro su forma de tratarme. Yo sabía mis defectos y sabía perfectamente que mi gran debilidad se llamaba Hugo y se apellidaba Müller y eso no significaba que fuera a ir detrás de él, no cuando me había roto de la manera más simple en la que puedes destrozar a un ser humano: partiéndole el corazón en dos.
Miro al frente y veo a Hugo venir con cara de preocupación y el ceño fruncido. Joder, qué feo estaba cuando parecía inquieto y con la nariz roja por el frío, me recordaba demasiado al enanito gruñón de Blancanieves y hacer un paralelismo así me hacía sentir la persona más desdichada de Alemania, al menos de Berlín.
A quién iba a engañar, Hugo Müller nunca estaba feo, siempre tenía el pelo sedoso, los ojos verdosos con ese toque azul llenos de vida y la sonrisa de suficiencia con un toque angelical acompañándolo. Físicamente, era el sueño que toda madre quería como yerno. Y lo entendía, era demasiado encantador.
Hugo siempre era demasiado.
En todos los aspectos.
—¿Por qué lloras? —Se sienta en la silla que Tristão había dejado vacía y da un sorbo al cóctel que llevaba en las manos—. ¿Es porque ahora eres hincha del Bayer Leverkusen y te pone triste que mi equipo os haya ganado?
—Siempre tan inoportuno, Müller...
—¿Es eso? —Sonríe de la forma en la que siempre me sonreía cuando estábamos solos—. Porque yo por ti me quito la camiseta para no recordarte que habéis perdido.
—Sabes muy bien que yo soy del...
—Equipo en el que juegue Cristiano Ronaldo, lo sé, eres un poco chaquetera.
¿Por qué tenía que actuar diferente cuando estábamos rodeados de gente y no siempre así?, ¿por qué recordaba lo que yo en su día le había contado?
—Hubo un tiempo en el que fui un poco fanática del Union Berlin —Finjo una sonrisa porque temía que si le mostraba una sincera me descolocara por completo su respuesta—. Ya sabes, el equipo del pueblo —Muestro el puño en señal de victoria—. Ah no —ironizo—, que tú y las clases sociales más bajas no os lleváis bien.
—Yo me intento llevar bien contigo.
—Eres tan idiota —Río sin poder evitarlo—, ni siquiera te das cuenta de que acabas de decir que pertenezco a una clase social baja.
—¿Dónde está tu... —Traga saliva y aprieta el coctel en su mano derecha antes de seguir hablando— novio?
—No es mi novio y lo sabes, meter ese tipo de mierda, aunque sea tu estilo no es lo que necesito ahora.
—Pero habíais venido juntos...
—Müller —Bufo intentando controlar los nervios—, no es un buen momento para que te metas conmigo.
—¿Y en ti?
—¿Qué?
—Que si un buen momento para estar dentro de ti.
—Haces que suene asqueroso el sexo, de verdad que a veces tienes menos encanto que un borracho tocando el piano.
—Pero he conseguido que sonrías —Da vueltas al vaso antes de dar un sorbo—. ¿Por qué estabas llorando?
—A ti te lo voy a decir... ¿para qué?, ¿para que luego lo uses en mi contra? —Aliso mi flequillo una vez más aún a sabiendas de que estaba perfecto—. Paso.
—Dani...
—Porque mi cita ha salido huyendo en medio de una discusión cuando estaba anocheciendo y me ha dejado rodeada de borrachos futboleros en un bar —Suelto con rabia y con ganas de desahogarme—. Ahora si quieres, te lo vuelvo a contar mientras me grabas o algo, así puedes ir enseñándolo.
Se mantiene en silencio, sin presionarme y sin echarme en cara la clase de personas con las que me juntaba.
—¿Cómo vas a volver a casa?
—En el metro, supongo.
—Ni... —Se calla antes de corregirse a sí mismo— Dani, está nevando, los metros cancelan la mitad de los recorridos cuando nieva...
—Müller, tengo la moto en mi casa y a diferencia de ti, no puedo permitir gastarme dinero en un taxi porque lo necesito para cosas más importantes como ayudar a mi familia a llegar a fin de mes.
—Yo te llevo.
Podía haberme preguntado que por qué no llamaba a mis padres o a mi hermano, pero no, había decidido ofrecerse él.
Muerdo mi labio inferior y niego.
—Has bebido.
—¿Es la mejor excusa que se te ocurre? —Enarca sus rubias cejas y se aparta el pelo de la cara—. Llevo medio cóctel y he comido bien antes y después del partido, deja que te lleve.
—¿Por qué?
—Porque hace frío, tienes muy poco aguante a las bajas temperaturas, le tienes pánico a ir sola por la noche y te conozco lo suficiente como para saber que si cancelan una línea de metro o se retrasa más de cinco minutos vas a ir caminando.
Odiaba esperar al transporte público por mucho que dependiera de él cuando no me desplazaba con la moto y Hugo lo sabía. Era demasiado inquieta como para estar malgastando mi tiempo en si un autobús o un metro llegaba a la hora prevista cuando había un mínimo retraso.
—Vale —Acepto sabiendo que era la mejor opción y que prefería mil veces ir resguardada en un coche que caminando con peligro a que me diera una hipotermia—. ¿Nos vamos ya o tengo que esperar?
Saca las llaves del coche y sonríe mostrando su perfecta dentadura.
—¿Y arriesgarme a que te arrepientas?
—Tan gentil como siempre.
—Ignoro tus ironías, pero sé que están ahí —Se levanta y me da la mano—. Va, hagamos las paces por un momento.
Miro su mano y me contengo.
Era demasiado tiempo luchando contra mis propios impulsos, no podía perdonarlo y no iba a perdonarlo.
Estar bien con él significaba sentirme luego mal.
Y el arrepentimiento era una sensación con la que yo aún no había aprendido a vivir.
Me levanto y rodeo la mesa en dirección hacia la salida y sé que le hace gracia mi necesidad de mantenerme alejada de él.
Cubre mis hombros con su abrigo y saca de un bolsillo un gorro que me pone encima para cubrirme.
—Vas a tener frío —Se justifica mientras abre la puerta del local—, y tu flequillo se encrespará, ¿y a quién vas a echarle la culpa? A mí —dice sin dejar de sonreír—. Y yo no quiero sufrir tu furia cuando veas tu flequillo imperfecto.
—Müller, vas en manga corta —Hago el ademán de quitarme su chaqueta de invierno y trata de impedirlo—. ¿Quieres que te dé una hipotermia?
Empiezo a tiritar y me engancho a su codo por miedo a resbalarme y poder caerme. Entre mi torpeza y mi poco aguante a las bajas temperaturas, era un espectáculo verme en invierno.
—Asegúrate de que lleguemos al coche antes de que eso ocurra —Afianza su agarre en mí con miedo a que me separe, pero manteniendo las manos quietas sin llegar a incordiarme—. ¿Dónde te dejo?
—Cerca de mi casa, pero no en frente..., si Felix llega y ve tu coche...
—¿Y tus padres?
—Trabajando.
Imaginaba que estaba preguntándose qué pasaría si mis padres veían a Hugo, pero no quería darle esa satisfacción de que sus exsuegros simplemente actuaran algo reticentes al verle, pero que le saludarían y le darían las gracias por haberme traído y no haberme dejado ir sola y menos con este frío.
Fabio Pereira —también conocido como mi padre y el único hombre que nunca me había hecho llorar porque incluso mi hermano a veces se pasaba de cruel— tenía un corazón gigante, pero eso no significaba que no tuviera cabida para el odio, por supuesto que la tenía.
Y odiaba a Hugo casi tanto como a Charlotte y Theodore Müller.
Pero tenía una virtud que no se la había visto a nadie más en el mundo y es que, por mucho rencor que le tuviera a alguien, sabía valorar los detalles y fuera quien fuera: si traían a su hija a casa para que no anduviera sola, lo agradecería.
Mi madre no era tan así, era algo más resentida y, después de dar las gracias por el favor, soltaría alguna pullita.
Mierda.
Apoyo mi cabeza en el cabezal del asiento y cierro los ojos cuando noto el abrazo de Hugo en mi piel.
Ahora era cuando llegaba el arrepentimiento y cuando mi conciencia se quedaba tan jodida que no sólo lloraba por haberme follado a mi ex, sino porque en el fondo, era lo que quería.
Y todas las riñas y todas las peleas que me ganaba con Avery, Tristão e incluso con Felix se quedaban en mi mente, aturullándome y haciéndome sentir una imbécil que se veía obligada a darles la razón.
—Tu cara de estar oliendo mierda me hace sentir como el culo y eso que acabas de conseguir que me corra... —Levanta mis caderas para salirse y me siento vacía por un momento—. Joder, Dani, que parece que te haya hecho algo que no querías en vez de hacer que llegues a un orgasmo...
—No, no, no —Aclaro rápidamente y me pongo en el asiento de copiloto—. No pienses que ha estado mal, ha... estado genial y no has hecho nada que yo no quisiera...
Alcanzo la sudadera que estaba en los asientos de atrás y acepto el pañuelo que me ofrece para que me limpie.
—¿Entonces?
—Que ese es el problema —Busco debajo de la guantera mis bragas y mi pantalón y me voy vistiendo como puedo en un espacio tan reducido—, que me hace sentir fatal lo bien que me siento cuando estoy contigo.
—Eso es porque siempre le has dado mucha importancia al que dirán. —Repone quitándose el condón, haciendo un nudo y tirándolo por la ventanilla—. No pienso salir a recogerlo, si tanto te molesta la contaminación, sales tú.
—Si le diera importancia a lo que dicen los demás no estaríamos en esta situación.
—¿Y cómo estaríamos?
—Desde luego que no habríamos follado —digo con la voz entrecortada.
—Eso es lo que dices siempre —Cierra los ojos y echa la cabeza hacia atrás permitiéndome disfrutar de los lunares en su barbilla y que tanto me había gustado enumerar cuando estábamos juntos—. Y siempre acabamos igual: follando. Si tanto asco te da mi polla, deja de pedirme que te la meta, así de fácil.
—Deja esa actitud de mierda, Müller —Niego apoyando la frente en la guantera—. Siempre es lo mismo, siempre intentas quedar por encima de mí en público, me haces llorar, luego vienes con tu carita de niño bueno que me trata bien y me hace reír, follamos y vuelta a empezar.
—Lo haces ver más complicado que todo eso.
—Para tratarme bien no tienes que simplificar ni complicar, siempre se te ha dado bien la lengua, no trates de tergiversar conceptos ni significados.
—Aún te acuerdas —Enciende la calefacción del coche y mira al frente—. Creo que eres la única que recuerda lo que me gusta.
—Soy la única a la que se lo has llegado a contar.
Hugo nunca quiso estudiar ciencias económicas y empresariales, lo suyo siempre fue la filología alemana. Ambas se le daban bien porque, a fin de cuentas, es un tipo muy inteligente y aplicado.
Pero entre algo que se le daba bien como la economía y el business y algo que se le daba bien y además le gustaba como la lengua y la literatura, había una gran diferencia.
—Y nunca lo has usado en mi contra.
—¿Y qué te iba a decir? —Bufo y me giro para mirarlo. Me encantaba la frescura que le daban las pecas en la cara—. Créeme que, si hubiera tenido alguna forma de hacerte daño, lo hubiera hecho.
No era una santa, si hubiera tenido la clave para hacerle un cuarto del daño que él me había hecho, se la hubiera devuelto para que supiera hasta qué punto se podía sentir el dolor.
—Y me lo hubiera merecido.
—No vayas ahora de mártir porque no lo eres.
—Lo sé.
Odiaba cuando me daba la razón como a los tontos, como si su único objetivo fuera que me callara de una puta vez.
Ya habíamos follado, ya podía volver a alejarse de mí como si nada y ser el gilipollas que siempre era.
—Pues no, no lo sabes —contesto llena de rabia—. No sé de qué cojones vas, Müller, ¿te consideras un chico malo o sólo un capullo sin corazón?
—Ambas —Suelto una carcajada ante su respuesta—. Pero por desgracia tú solo has conocido la segunda.
Lo último que necesitaba ahora mismo es que se regodeara en todo lo que me había hecho y se convirtiera en la víctima cuando había sido el verdugo.
—Saber disparar una escopeta porque vas a un club de campo o jugar con tus amigos ricos al Paintball no te hace un chico malo.
Se queda pensativo como si estuviera guardando un secreto que no tiene intención de desvelar, pero como si quisiera que fuera consciente de que estaba escondiendo algo.
Él era así.
Apariencias por todos lados.
—Deberías dejar de fijarte en los llamados chicos malos.
No iba a decirle lo mucho que me gustaba su cara porque no era necesario y porque no se lo merecía. Hugo ya lo sabía y eso reforzaba su frágil masculinidad.
—Te estás equivocando, Müller —Soy incapaz de seguir mirándolo, había superado mi cupo anual—. No me fijo en los chicos malos, esos guilty pleasure me los guardo para la literatura.
—¿Me vas a decir que ese macarra portugués es lo mejor que puedes encontrar? —Parece incluso indignado—. Vamos, Dani, eres mejor que todo eso, tú vales más que todo eso.
Tenía que parar.
«¡Qué no eres nada y yo tampoco!» Había dicho Tristão, «Eres la misma mierda que yo», había recalcado. Y lo había rematado con un «Le importas una putísima mierda».
Pero el que se había ofrecido a llevarme a casa e importado una mierda lo que sus colegas más adinerados pudieran pensar era Hugo y acababa de decir «Vamos, Dani, eres mejor que todo eso, tú vales más que todo eso».
Y el que me había dejado para darme una supuesta lección había sido Tristão.
Y por eso necesitaba que parara porque seguía sintiendo demasiado por él y eso me tenía realmente afectada.
—Dani, sé que no soy la mejor persona del mundo —Continúa hablando—, pero vales demasiado como para seguir fijándote en tíos como nosotros.
—Esa es la clave —Interrumpo en medio de un arrebato—, no me fijo en chicos malos, ¿no te das cuenta? ¡Me fijo en chicos que me recuerdan a ti!
Siento que el corazón se me para por un instante, acababa de confesarme algo a mí misma por primera vez en años y lo había tenido que hacer delante de él.
Porque así era yo: torpe e inoportuna.
Se ríe consiguiendo que la piel se me erice y haciéndome sentir tonta. Estaba reforzando su orgullo confirmando que seguía pensando en él, pero su ego de riquillo acababa de ser machacado por completo.
No soportaba escuchar que alguien con menos nivel económico o con menos caché que el suyo pudiera ser siquiera una competencia.
—No me hagas reír, Nie —Vuelvo a mirarle con el labio temblando al escuchar por primera vez en mucho tiempo el apodo con el que me había bautizado cuando estábamos juntos—. Soy mejor que cualquier capullo con el que te cruces..., nunca seré digno para ti, pero soy mejor que cualquier otro.
—No, simplemente tienes dinero y por eso te crees que puedes comprar a todo el mundo y que, si no son como tú, entonces son peores.
—¿Quién te ha dejado tirada en medio de un bar sabiendo que estaba nevando, con un montón de borrachos alrededor y siendo consciente de que tu alternativa sería volver a casa caminando cuando tu mayor miedo es ir sola de noche? —Espera mi respuesta y cuando ve que no va a llegar sigue hablando—, porque ese no he sido yo. Por si se te ha olvidado estás en mi coche —Bloquea las puertas para evitar que pueda salir en un impulso de furia— y el que te está llevando a casa porque no quería que te fueras sola, soy yo.
—Müller...
—Me preocupo por ti, Nie, siempre me he preocupado por ti.
—¿Te has obligado a creer tu propia mentira hasta convertirla en verdad? —Frunce el ceño al escuchar mi pregunta retórica—. Porque los dos sabemos que todo este paripé lo montas porque tienes tanto orgullo que no soportarías que alguien que no seas tú me hiciera daño, porque esa es tu forma de querer.
Niega y se muerde el labio inferior mientras mantiene el silencio. Hasta él mismo sabía que era tan bocazas que prefería callarse antes de seguir cagándola.
Aprieta con fuerza el volante y yo aprovecho para escribirle un mensaje a Avery que rápidamente borro.
¿Qué iba a decirle?
«Hola, bestie, Tristão me ha dejado tirada y como Hugo estaba por allí pues me lo he follado y ahora me siento una mierda, ¿puedo ir a verte?»
No podía hacer eso.
Amaba a Avery Hedbrandh con todo mi corazón y siempre sería mi mejor amiga, pero era una destructora y siempre estaba con el «te lo dije» en la boca en vez de consolar.
Felix no era una opción, no quería meterlo en problemas y sería capaz de aliarse con Hugo sólo para buscar a Tristão e intentar pegarle un par de puñetazos.
—¿Te dejo en tu casa entonces? —Intenta mirar a quién le escribo y bloqueo rápidamente el móvil—. ¿Dani?
Nela vivía a una manzana de la oficina donde trabajaba mi madre limpiando.
—¿Eh? —Pestañeo un par de veces y suspiro—, déjame en el trabajo de mi madre.
—¿Segura? —cuestiona extrañado.
—Sí, ¿algún problema?
—Ponte el cinturón.
Dani: Perdona que te moleste, estoy en la puerta de tu casa si no me equivoco jajaja y no me encuentro bien...
Suspiro.
No iba a leerlo.
Sorbo por la nariz al sentirme patética y desesperada.
Los remordimientos por haberme acostado con Hugo estaban empezando a hacer mella y no soportaba la idea de disfrutar el tiempo que pasaba con él a solas.
Era la hora de cenar, hacía demasiado frío y me daba miedo volver a casa sola en una noche tan cerrada y tan oscura.
Dani: Nela, te necesito...
Cierro los ojos y dejo mi mano posada en el timbre, no iba a llamar a la puerta...
El viento me congela por un momento y mi cabeza empieza a pensar que es un sitio ideal para cometer un asesinato: un barrio acomodado con jardín en el que nadie se esperaría que alguien como yo esté rondando cerca.
Solo imaginarme esa escena me llena de valor y marco el número de Nela.
Contesta al tercer pitido y me apresuro a hablar.
—Estoy en la puerta de tu casa... —Suelto un sollozo, moqueo un poco y rompo a llorar—. ¿Puedo pasar?, te necesito...
—Dani, tranquila, te abro ya... si..., espera un momento que Jhon me está echando la bronca por tener el móvil en la mesa y como me habla en español pues me lío con el cambio de idioma... ¿sigues ahí? Ahora te abro, eh, no me olvido de ti, un momentito.
Hablaba por los codos, era demasiado española y me encantaba la familiaridad que me traía eso. Al fin y al cabo, nuestros países formaban parte de la misma península.
Cuando abre la puerta la abrazo sin dudarlo y empiezo a llorar desconsoladamente una vez más. Me devuelve el gesto y por fin recibo un poco de calor humano del que necesitaba, del que te hace sentir que no te van a juzgar.
—No tenía adónde ir, Avery no lo hubiera entendido y mi hermano hubiera ido directo a matar a... —Veo a Thomas asomándose con curiosidad mientras se lleva el tenedor a la boca— Hugo.
No iba a mencionar a Tristão ahora mismo porque era una historia algo larga de contar y estaba demasiado nerviosa.
—Tranquila, Dani —Vuelve a abrazarme y deja que pase—. Ven, vamos a mi cuarto y hablamos, tú no te preocupes.
Me limpio las lágrimas con los dedos y paso dentro de su casa. Es acogedora, moderna y seguramente llena de objetos caros, pero es calentita y parece un hogar.
—¿Jawer? —Thomas nunca me llamaba por mi nombre, no era algo que me molestara, me era indiferente—. ¿Qué haces tú aquí?
—Yo... yo... —Me peino bien el flequillo y caigo en la cuenta de que estaba en la misma casa donde vivía uno de los mejores amigos de Hugo y el que había sido su abogado—. Nela..., ¿podemos hablar a solas?
Me estaba empezando a dar ansiedad.
—¿Quieres una tila? —Esa era la madre de Thomas.
Era preciosa y no se parecía en nada a su hijo. ¿De dónde había sacado Thomas Koch los genes asiáticos? Pensaba que la madre sería de Asia y que tenían el mismo padre.
Eran hermanastros, ¿no?
—No, gracias. —Me apresuro a responder con educación.
—Si quieres quedarte a dormir puedes hacerlo, buscaré alguna camiseta de Thomas o Nela puede dejarte un pijama suyo, ¿vale? —Asiento y le agradezco su amabilidad, qué mujer más dulce y qué poco se parecía su hijo a ella—. ¿Has avisado a tus padres?
Mis padres...
Le hago saber que sí, aunque era una mentira.
Sigo a Nela y me ofrece un paquete de pañuelos cuando llegamos a su habitación.
—Me he follado a Hugo Müller.
Otra vez.
Omito añadir eso.
—¿Qué?
—¡Oh, Nela! —Me pongo a llorar de nuevo y me sueno los mocos—. ¡¿Por qué he hecho eso?!
—Pero... ¿cómo?
—No sé —respondo con sinceridad—, discutí con Tristão porque estamos en un mal momento y...
—¿Quién es Tristão?
—El portugués con el que estaba liándome y de exclusividad...
Otra mentira. Más o menos. Porque yo con el único que follaba era con él... y con Hugo. No era algo que me molestara, no había sentimientos de por medio, pero sí demasiado machaque psicológico por su parte.
—Pero..., ¿estabais juntos?
—Algo así... —Una mentira piadosa nunca hacía daño a nadie, ¿no? Eran detalles sin importancia—. Nela, a mí los chicos malos con complejo de ser la última Coca-Cola del desierto me gustan mucho..., sean alemanes, portugueses o de cualquier otra nacionalidad...
Y si me recuerdan en algo a Hugo, aún más.
—Bueno, son tus gustos..., ¿dónde entra Hugo en esta ecuación?
—Tristão y yo llevábamos unas semanas un poco mal y normalmente eso lo resolvíamos con... sexo..., y a mí es algo que me encanta, joder..., pero no siempre se puede resolver así —Me paso las manos por el pelo otra vez—. Y yo voy y me follo al bully de mi ex... ¡Para matarme, Nela!
—¿Cómo surgió?
Agradezco muchísimo que no me juzgue y no me diga nada por muy en contra que pudiera estar de mis decisiones. Llevaba tanto tiempo hablando y siendo juzgada que me hace sentir incluso especial que alguien no estuviera sentenciándome.
—Tristão se cabreó —Me quedo callada un segundo, ¿qué pasó? Que me gritó, me hizo sentir de menos y me trató como si yo no tuviera ni puta idea de la vida incluso con todo lo que he vivido—, vio que no íbamos a solucionar nada y se fue a despejarse, era lo mejor...
Despejarse.
Me había dejado plantada y yo estaba respaldando y dando una versión falseada de la realidad.
—¿Y qué hiciste?
—Pensé en llamar a Felix para que viniera a recogerme, decidí no hacerlo con la esperanza de que Tristão volviera... —Una mentira más—, así que me quedé para terminar mi refresco —Suspiro—. Hugo estaba ahí con unos amigos suyos y por desgracia, me conoce demasiado bien y cuando vino a molestar se dio cuenta de que algo malo pasaba..., tengo la teoría de que se cree el único con derecho a hacerme daño.
—Qué horror.
—Ya..., no había ni una gota de alcohol en mi cuerpo, ojalá lo hubiera habido —Sollozo y me vuelve a abrazar—. Algo es evidente y es que Hugo y yo tenemos compenetración y química.
—¿Puedo preguntar por qué llorabas?
—Porque la química sexual que tengo con Tristão nunca la he tenido con nadie, ni siquiera con Hugo; el problema es que la conexión y lo bien que me siento cuando estoy con Hugo sé que no la tendré con nadie más. Seguir engañándome porque me gusta cómo folla Tristão no es justo ni para él ni para mí.
—¿Te sientes bien con Hugo?
—Cuando olvido todo lo que me hizo y él no va mirándome por encima del hombro, sí.
—¿Crees que sigues enamorada de él?
No lo creo, lo sé.
—No —Mi voz suena contundente porque había repetido tantas veces esa mentira que ya sabía cómo camuflarla para que sonara a verdad—. Pero Hugo es mi debilidad y mientras él siga detrás de mí..., puedo resistirme porque yo no quiero nada con él —Esa era una verdad—, pero la conexión que tenemos a veces gana.
—¿Y qué tienes con Tristão?
Dios santo, qué bien se sentía desahogarse sin miedo a juicios.
—El mejor sexo del mundo —Sonrío porque era cierto—. Es que es tan bueno haciéndolo y es un chico malo y...
Alguien llama a la puerta y la mata de pelo rubio se asoma: la madre de Thomas.
—He dejado té preparado... —Repiquetea con sus uñas el material de la puerta—. No hay problema si quieres quedarte a pasar la noche; Jhon y yo nos vamos a dormir, pero en cualquier momento no dudes en pedirle a Thomas o a cualquiera de nosotros que te lleve a casa, ¿vale? —Se lo agradezco y sigue hablando—. De todas formas, han venido algunos amigos de Thomas, con ellos también puedes contar, son buenos chicos, estoy segura de que no les molestará.
Le sonrío e ignoro el pinchazo que noto en el pecho.
—Odio a tu hermanastro —confieso cuando volvemos a estar solas—, Me da igual que Erlin tenga algo con él, cualquier día aparece muerto y ya te digo que la responsable soy yo.
—Le odio hasta yo.
—Voy a avisar a mis padres... —Les escribo un mensaje y omito el primer apellido de Nela—, por cierto, nunca me has contado porqué te mudaste a Alemania.
Respira hondo antes de contestar.
—Mi madre falleció hace unos meses.
Hostia.
—Lo siento mucho.
—Fue en un accidente de coche y yo iba en él —Levanta la tela del pantalón de pijama y muestra la cicatriz de su operación, luego su nuca y después el brazo—. Esa es mi historia.
Qué equivocada estaba y que pequeñita se la veía, parecía una muñeca guerrera.
—Creo que tu historia es más que un accidente de tráfico, no te definas como algo tan terrible.
Esta vez decido abrazarla yo.
—Por cierto —Me avisa—, si de casualidad está Hugo aquí, ignóralo.
Bajamos las escaleras dirección a la cocina y los escuchamos reírse y también distinguimos las voces de algún programa de deportes que están comentando.
Me guía hacia la cocina y nos paramos al escuchar un carraspeo: Hermann Rabensteiner estaba abriendo sus brazos para que Nela le abrazara en un saludo.
—¡Españolita!, ¡gracias! Gané la apuesta. —Celebra con alegría.
—¿Qué apuesta? —La voz pertenecía a Narciso Vögel.
La persona que más miedo me causaba porque nadie se atrevía a mirarle a los ojos sin recibir un escrutinio por su parte. Ni siquiera yo.
Todos sabíamos su verdadero nombre, pero ninguno nos atrevíamos a usarlo, sólo su gente más cercana y de su confianza lo hacía.
No era un chico con el que quisieras tener problemas.
Nadie entraba en su vida, nadie nuevo, quiero decir y todas habían estado coladitas por él en cuanto había llegado con esa aura misteriosa y esa inteligencia tan envidiable.
Excepto Nela.
Diría que era digno de admirar el cómo había conseguido la atención de un tipo como Narciso, pero estaba mintiendo...
¿Quién no se fijaría en una persona tan tierna, que no se callaba ni debajo del agua y que se notaba físicamente que era muy española como Nela?
Una muñeca guerrera, no me cansaría de pensar que eso es lo que era.
—Cuánto tardarías en liarte con la españolita.
Dice algo más que ignoro porque mi atención viaja a Hugo.
Parecía enfadado y no sabía si consigo mismo o conmigo.
—¡Pero qué agradables vistas son estas!
Iba a empezar otra vez con su puto show y yo no me sentía con fuerzas para enfrentarlo.
No se había cambiado de ropa, había venido directamente aquí. ¿Por qué no había pasado por casa antes?
—Déjala, Hugo. —Nela decide defenderme.
—Cállate, españolita —Tanto Hermann como Müller se tomaban las confianzas de llamarla así y me parecía hasta bonito—, esto no va contigo.
—Hugo, vete a tomar por culo.
—Yo creo que eso es lo que te gusta a ti —Se acerca a mí y toma un mechón rojo de mi cabello—. ¿O tengo que recordarte lo de esta tarde? —Le doy un manotazo.
—¿A qué viene esto? —pregunto.
—El trabajo de tu madre, ¿no? Y si te hubiera pasado alg...
No le había respondido los mensajes cuando me había preguntado si estaba bien y si ya estaba en casa. No podía, nunca le respondía los mensajes.
Pero tampoco le bloqueaba porque, en realidad, me gustaba recibirlos.
—Vale ya, Hugo —Narciso le pone la mano en el hombro—. Deja de comportarte como un cabrón, ella no merece esa mierda.
Se tensa y hace lo que mejor se le daba hacer: soltar mierda por la boca.
—Preocúpate por la tuya, Friedrich —Se me hacía muy raro oír el nombre de Narciso—, que en vez de comerte la boca le ha faltado escupirte cuando te ha visto.
—No digas que no te avisé —Se encoge de hombros—. Luego no llores cuando la veas con el portugués.
Golpe bajo.
Hugo hace una mueca de disgusto o tal vez de dolor que pasaría inadvertido para casi cualquier persona. Para mí, no.
Le tenía demasiado visto como para obviar su lenguaje no verbal.
—Es mi relación...
—¿Tu relación? —ironizo en bajito ganándome una mirada de empatía por parte de Hermann.
La mayoría sabíamos de la torpeza verbal que caracterizaba a mi exnovio.
—Amigo, deja de comportarte como un capullo —Narciso se gira hacia él—. Sabes tan bien como yo que ella no merece tu mierda.
Le pide un cigarro al que estaba completamente tatuado y yo agacho la cabeza cuando lo veo pasar de largo.
—¿Vienes, pelirroja? —Ofrece Hermann—. Soy un buen mensajero, pero también buena compañía —Pasa el brazo por encima de mis hombros y le hace un gesto pidiéndole calma a Hugo—. ¿Sabes, Daniella? La españolita tiene un mensaje que recibir de Friedrich y yo voy a estar atento para saber si lo capta bien.
—¿Vamos a cotillear? —pregunto curiosa.
—Como perras en celo.
Giro la cabeza mientras me lleva hacia arriba en búsqueda de Nela y Narciso y me sorprende ver a la cara de aflicción que tenía Hugo.
Estaba descompuesto y consigue hacerme sentir un rechazo tan fuerte hacia mí misma que si no fuera porque acababa de ver cómo Nela intentaba apartar —sin éxito alguno— de un empujón al chico de Frankfurt, habría empezado a llorar de nuevo.
¡Hola! ¿Qué os ha parecido?
Tenía intención de añadir algunas escenas más, pero había quedado tan largo que he decidido que tal vez en otro momento, si os gusta la idea claro.
¡No os olvidéis de votar y comentar si os gusta la historia para que siga creciendo y llegando a más gente!
Y recordad: esto es sólo un extra, Billete de vuelta empieza el 24 de febrero. ¿Estáis emocionadas o sólo soy yo? jeje
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