Elf: Una conversación pendiente.

Capítulo dedicado a ANSOVA. Muchísimas gracias por leer, votar y dejar siempre tu muestra de apoyo en cada actualización y casi siempre nada más subir un nuevo capítulo. Me hace muy feliz que estés disfrutando esta historia💕.

Elf: Una conversación pendiente.

Friedrich Vögel me observaba con esos ojos claros que tanto me gustaban por el contraste de su oscura mirada.

Verle tan tranquilo frente a mí me permitía observar algunos detalles de su rostro en los que no había caído.

Por ejemplo, que tenía un lunar en la punta de la nariz o algunos granitos cerca de la barbilla junto a un par de heridas de cuchilla de cuando se afeitaba.

En lo que sí me había fijado una y otra vez era en que tenía el perfil más bonito del mundo, con sus facciones marcadas, su forma de la cara era bastante masculina y tenía una sonrisa traviesa que podía modular para hacerla ver tierna e infantil o sugerente hasta provocarte unas ganas insaciables de él.

Era guapo, lo sabía y se aprovechaba de ese encanto suyo.

Trato de ocultar una sonrisa al recordar una de las primeras veces en las que habíamos hablado; cuando su confianza en sí mismo era tan grande que me hacía sentir pequeñita, mi voz titubeaba y no soportaba escucharme decir su nombre real.

No es que ahora fuera inseguro o le mostrara al mundo sus debilidades, es que a mí me había permitido conocerlo un poco más, me había dejado cruzar las murallas con las que se protegía y eso me hacía sentir especial.

—¿Qué está pasando por tu cabecita, preciosa?

—Nada en concreto, Narciso.

Frunce el ceño al escucharme decir su apodo y no llamarle por su nombre.

Era como un niño con una rabieta cuando eso ocurría.

Sí, definitivamente las cosas habían cambiado.

Antes se enfadaba si trataba de llamarle Friedrich.

Se ponía un poco belicoso, se comportaba como un imbécil y no entendía por qué le molestaba tanto.

Seguía pareciéndome bastante idiota, pero con otros matices de por medio.

Quizás lo era en un buen sentido, si es que eso era posible.

Tenía esa mirada que solía poner cuando le llamaba por su mote, una mirada que indicaba una reprimenda implícita que quería decir algo así como Nela-cuántas-veces-te-he-dicho-que-me-llames-por-mi-nombre-que-para-una-persona-que-puede-hacerlo-y-no-lo-aprovechas.

Ahora le conocía mejor, muchísimo más de lo que cualquiera podría plantearse a simple vista.

Me atrevía a afirmar que le conocía incluso más de lo que ninguno de los dos imaginaba.

Comprendía que sus silencios no eran dictatoriales, sino que los engranajes de su cabeza estaban maquinando contra su voluntad y debía luchar con sus propios demonios.

Porque sí, Friedrich Vögel no exteriorizaba sus temores, se obligaba a pelear callado, sin hacer ruido, rumiando únicamente con él y sin pedir ayuda.

Antes hubiera temblado al ver sus ojos tan arrogantes y sentenciosos, ahora le daba su espacio para prepararse y que diera el paso, ya fuera con mi ayuda o sin ella.

Había comprendido que si se callaba no era porque quisiera amedrentar, sino porque buscaba qué hacer o valoraba si su aportación lingüística tenía un sentido o era una pérdida de tiempo.

—Se te va a enfriar —Decido tomar la palabra ante su postura silenciosa y señalo el café que está frente a él.

No había hecho ningún amago de querer tomárselo. Lo único que había emitido era un «vielen dank» en bajito y en forma de agradecimiento hacia el camarero.

Frunce el ceño cuando me escucha hablar y sigue sin decir nada.

Esa era otra forma de comunicarse, muy al estilo Friedrich Vögel y es que el silencio hablaba más por él que las palabras que callaba.

—Bueno —Estiro la mano hacia el platillo con la taza y lo pongo frente a mí—. Pues me lo bebo yo.

Sigue sin reaccionar, aunque esta vez alza una ceja, mostrándome esa capacidad que tanto él, mi padre y Hugo Müller tenían y que yo tanto envidiaba.

Se había convertido en una obsesión y me frustraba no formar parte del club de los que controlaban el movimiento de las cejas.

—¿Te pasa algo? —pregunto interesada mientras le doy un sorbo al café y le miro con ojos traviesos.

Parecía que Narciso estaba más conmocionado por lo ocurrido que yo, cuando la que había vivido un hecho traumático, en este caso, no había sido él precisamente.

Por supuesto que entendía sus nervios y respetaba su manera de gestionar las emociones, la angustia de no saber qué ocurría conmigo o si yo estaba bien, pero es que parecía que el intento de secuestro lo había vivido él.

Formaba parte de su faceta egoísta y pretenciosa del que me había hecho eco desde el primer instante en el que nos habíamos cruzado.

Da la vuelta a su móvil y carraspea, preparándose por fin, para dar el paso y expresarse.

—Han pasado 5 minutos.

Junta sus manos, se endereza un poco y estira las piernas buscando sentarse más cómodo y saciar su necesidad de estar en contacto con alguna parte de mi cuerpo.

No lo consigue.

—¿No te molesta ser tan alto? —Su mandíbula se desencaja por completo mientras que decido ignorarlo—. Quiero decir, te chocas continuamente contra algunos techos o marquesinas de las puertas, te agachas para poder besarme y ni siquiera puedes ponerte cómodo en algunos sitios porque no están hechos para personas de casi 2 metros.

Resopla y juraría que está controlando su malgenio.

—¿Te estás riendo de mí en mi puta cara?

Niego con la cabeza porque soy incapaz de decirlo en voz alta. Si lo hacía, entonces acabaría sonriendo y sé que no le haría mucha gracia.

Tampoco era yo la culpable de que su seriedad estuviera a punto de jugarme una mala pasada.

Pero no porque él fuera un chiste o algo parecido, sino porque me estaba entrando esa risa tan inoportuna que mete a la gente en tantos problemas.

Esa risa que llega cuando menos debe y que es más bien un tipo de nervio exteriorizado a modo de carcajada.

La definía más bien como ese tipo de falsa alegría que te hacía descargar todo el dolor, malestar y preocupación que estaba guardado desde hace rato y que, por desgracia, podía interpretarse como una burla hacia la persona de en frente.

Tomo aire y cuando me siento preparada para no mostrar una contradicción entre mis gestos y mis palabras, respondo.

—No.

Apoyo la cabeza en mis manos y los codos en la mesada.

—Vale —Se percata de que lleva la sudadera del revés y de mala gana se la coloca bien, aprovechando para ponerse la capucha y tapar parte de su cabeza—. ¿Qué coño ha pasado? —Su voz sonaba más exigente de lo habitual y era un claro anticipo de que necesitaba saber mi versión de los hechos.

—Friedrich, estoy bien —Me echo hacia atrás y le pido con un gesto que se quite la capucha. De mala gana decide consentirme—. Estoy... viva y contigo, eso significa que estoy... ¿bien?

Los nervios a la hora de hablar me traicionan y que vuelva a mostrarme más cercana le tranquiliza durante un par de segundos.

Para él la adrenalina de su día a día le hacía estar continuamente en alerta; era uno de sus mecanismos de defensa, mirar con ojos indiscretos a su alrededor, observando más allá de los simples detalles en los que las personas recaíamos.

—Me alegra saber que no te ha pasado nada y que no te han hecho nada, Nela —dice suavizando sus palabras—, pero eso no responde a mi pregunta.

—No me presiones tanto —le pido—, sé un poco comprensivo, por Dios.

—Te juro que lo estoy intentando —resopla con cierta inquietud—. Nela, necesito saber qué ha ocurrido.

—Y yo necesito asimilar que han estado a punto de secuestrarme, joder —admito con la voz casi inaudible y con la presión del pecho avanzando con fuerza—. He pasado muchísimo miedo, Friedrich; actué sin pensar y salí corriendo y ahora entiendo que fue un movimiento bastante estúpido por mi parte y...

—Nela —Me calla con solo llamarme y me siento incapaz de mirarle a los ojos—, no te estoy echando la bronca ni te estoy culpando de cómo has actuado. Jamás te responsabilizaría de algo así, incluso si te hubieras quedado paralizada sin saber qué hacer, recuerda mis palabras: tú no tendrías la culpa.

—Pero...

—Escúchame —interrumpe una vez más—, tú no eres responsable: si reaccionas echando a correr, si te paralizas o te enfrentas a los que te atacan, sigues sin ser culpable.

Trato de asimilar sus palabras y me repito una y otra vez que Narciso tiene razón.

Yo no tengo la culpa.

—¿Y por qué me siento como si fuera la causante de todo?

—Porque tenemos una sociedad que culpabiliza a la víctima y excusa al agresor, pero métetelo en la cabeza, preciosa: tú no eres la responsable.

—¿Entonces qué te ocurre?

—Que no puedo parar de pensar que, si hubiera sido más inteligente, podría haber imaginado que algo así podía suceder, que Sanders no se quedaría quieto, que movería ficha asegurándose de tenernos a todos ocupados y lejos de su próximo objetivo y esta vez, te ha tocado a ti.

Se pasa la mano por la cara y mira por todos lados en busca de algo. Estaba nervioso y no podía dejar de moverse.

—No te des esa responsabilidad, Friedrich, no tienes que controlar todo lo que está a tu alrededor —Acaricio con mis dedos la palma de su mano libre sin dejar de observar el movimiento arrítmico de su pierna—. Date un respiro a ti mismo.

Se levanta de inmediato al localizar algo y se acerca a mí, poniendo su mano en mi hombro.

—¿Y perderte a ti también? —Alza la ceja y me acaricia la mejilla con cariño—, perdí a mi hermana por ser confiado, no sucederá una segunda vez.

—Friedrich —Agarro su muñeca, impidiendo que se mueva—, yo no soy Jutta, no me cargues con la responsabilidad y traumas de tu pasado.

—Pero eres mi novia y necesito mantenerte a salvo —Deja un beso en mi frente—. Voy a comprar tabaco —Señala la máquina expendedora y comprendo que con las prisas no sólo había venido con la ropa mal puesta, es que también se había olvidado hasta su mayor vicio—. ¿Me acompañas o prefieres quedarte aquí?

Había usado la palabra novia en el momento más inoportuno y menos romántico que podía ocurrírsele.

Muy al estilo Friedrich Vögel.

—No quiero quedarme sola. —confieso.

Me tiende la mano y me abraza por la cintura, ignorando si a alguien le molestaban las muestras de afecto en público o no.

A Narciso le daban exactamente igual los comentarios y las miraditas que pudieran echarle, porque en realidad, pocas personas se atrevían a retarle.

Tira la colilla al suelo y revisa sus mensajes.

—Tu padre acaba de salir del juzgado —me informa—. Viene hacia aquí.

—Estoy asustada —reconozco en voz alta.

Me abraza, como si pudiera protegerme de todo, como si con ese gesto intentara ponerse en el punto de la diana y fuera su manera de salvarme.

—Vamos a poner medidas, preciosa, voy a ser tu escudo si hace falta.

—No hablo de eso, o sea... también tengo un poco de miedo, pero no estaba hablando de Sanders.

Temía a ese hombre con todo mi corazón, sólo pensar en él me aterraba y paralizaba. Sólo decir su nombre era una angustia y una lucha interna hacia mí misma.

Pero esta vez no se trataba de Callum Sanders.

—Te escucho. —Está totalmente desconcertado.

—Tengo pánico a perder una vez más a mi padre —Pocas veces le había hablado sobre mi relación él—, siempre hemos sido mi madre y yo, hasta los 12 años Jhon no tuvo culpa ninguna... supongo que es la consecuencia de tener padres divorciados que viven en países distintos..., pero cuando Sanders apareció en nuestras vidas sin siquiera saber yo de su existencia... —Me pongo en situación y me cuesta seguir hablando—. Tengo miedo de perderlo de manera definitiva. Ya perdí a mi madre y ahora que estoy recuperando a mi padre, no quiero que se vaya.

—Jhon no se va a ir a ningún lado, Nela, no le ocurrirá nada.

—Eso tú no lo sabes —Por una vez no me podía considerar optimista—. Jamás tuve la intención de recuperarlo porque si soy sincera, nunca le he tenido—reconozco alzando un poco la voz—, pero ahora que lo tengo a mi lado y que mi madre nos ve desde el cielo..., tengo tanto miedo de perderlo mentalmente...

—¿Mentalmente?

—¡Sí! —Estaba controlándome para no romper a llorar—. Está aguantando tanta presión y tantos golpes para evitar que sea su familia los que suframos, está sosteniendo todo cuanto puede y más, es que estoy segura de que algún día le va a ocurrir algo, va a acabar perdiendo el norte —Sin darme cuenta empiezo a morderme el pellejo de una uña—. No es un superhéroe, él no puede con todo, necesita un descanso.

—Todos necesitamos un descanso, pero no podemos permitírnoslo.

Excusa tras excusa.

Su necesidad de mantener la mente ocupada no le permitía pararse un momento a analizar la situación. Quizás si se tomaba un descanso se hundía o tal vez la vida había sido tan cruel con él que no conocía lo que era el día a día sin adrenalina, sin constantes cambios y sin la seguridad de saber que todo iría bien.

—Friedrich, ha perdido a 2 hermanos, su prometida tuvo un aborto, ha tenido que luchar para que su sobrina Louise no fuera regresada al sistema, tuvo que sostener mi mano cuando estaba en coma y ponerse en situación. No seré yo quien defienda sus decisiones y mucho menos su forma de actuar, pero está sosteniendo el mundo a sus espaldas y algún día se le acabará cayendo encima.

—Has citado el mito de Atlas sin darte cuenta —A Friedrich le gustaban las matemáticas, la filosofía y la mitología griega y cuando necesitaba una tregua o expresarse de algún modo, adoptaba el discurso más explicativo posible; sobre todo tenía tendencia a filosofar y relacionar situaciones—, era el responsable de sujetar el peso del cielo sobre sus hombros a causa de un castigo divino.

Nos quedamos en silencio y cuando me siento preparada y volvemos a nuestra mesa, acabo relatándole todo lo sucedido.

Punto por punto y sintiéndome amparada por su manera de tratar la situación.

—Quiero hablar con el portugués —Señala hacia la zona de la cocina y yo me tenso automáticamente—, antes de que llegue tu padre a poder ser, sino ya lo haré cuando me vaya.

—¿Por qué quieres hablar con él?

Había omitido algunos detalles de mi conversación con Tristão, sobre todo algunas frases que se podían malinterpretar por su connotación algo machista.

—No seas malpensada, pesadita —Niega con cierta diversión—. Te ha salvado, no creerás que voy a pegarle una paliza y menos cuando Jhon está de camino.

—No pensaba que fueras a pegarle, pero me sorprende que quieras..., no sé, estrecharle la mano.

—Es un hijo de puta que no sabe tratar a las personas, pero te ha salvado y eso le honra.

—¿Y qué pasa con Hugo?

—¿Qué va a pasar? —No comprende mi pregunta y suelto un suspiro frustrado.

—No debería pasar nada —aclaro rápidamente—, pero son dos machitos con el ego delicado —Alza una ceja al escucharme y niega intentando ocultar una tímida sonrisa—, ¿no se supone que los hombres tenéis un código de amigos?

—Y lo tenemos, ¿adónde quieres llegar?

—¿No le molestará saber que has hecho una tregua con Tristão?

Preciosa, no es una tregua es un agradecimiento —dice con cierto retintín en la voz—. Además, Hugo es uno de mis mejores amigos, sé que no termina de caerte bien, pero no te haces a la idea de lo bueno que es.

—A ver, Friedrich, lo que se dice bueno... tampoco —discuto medio en broma medio en serio—. No se trata de mentir por convivir.

—¿Y cómo lo definirías? —Se prepara para darme un discurso en defensa de su amigo—. Porque te recuerdo que recibió un disparo en las costillas para salvarte en su día, que no dudó en ir a las cocinas para sacar con vida a Daniella y que cuando Jutta y yo estábamos viviendo en la puta calle no dudó en dejarme las llaves de una de sus casas para que pudiéramos dormir bajo un techo —Me mira impasible y continúa—. Es un cabrón que cada vez que abre la boca suelta mierda y en eso estamos todos de acuerdo, pero es lo suficientemente inteligente como para saber diferenciar entre lo que está bien y lo que está mal.

—Es tu amigo —Acabo cediendo porque lo último que me apetecía después de todo era enzarzarme en un disentimiento con él—, tú sabrás.

—No te pido que confíes en él ni mucho menos que te caiga bien, pero créeme cuando te digo que Hugo sabe diferenciar a la perfección que sus discrepancias con Tristão quedan a un segundo plano si alguien de los nuestros corre peligro, en especial sí tú corres peligro significando lo que significas para mí.

—¿Por qué siempre tienes que darle la vuelta a todo para que parezca que eres el dueño de la verdad absoluta? —Envidiaba esa capacidad de Narciso para persuadir a casi todo el mundo—. Es que hasta yo estoy comprando lo que dices y no me parece justo.

—¿Por qué no?

—Porque seguro que luego se me ocurre alguna respuesta que rompa tu discurso y ponga en jaque tus argumentos, pero es que ahora mismo me has convencido y no me parece bien.

Me cruzo de brazos y le hago un poco de burla cuando me guiña un ojo.

—Son años de práctica, preciosa, también podríamos decir que es una de mis tantísimas virtudes.

Pongo los ojos en blanco, aunque termino riendo.

—El día que repartieron el ego te lo guardaste todo para ti.

Nunca imaginé estar sentada frente a dos hombres como Friedrich Vögel y Jhon Schrödez.

Uno tenía el título de novio —dicho y aceptado por él— y el otro de padre.

Desde lejos, dábamos una sensación de ser familia, como en las series estadounidenses en las que la hija va a presentar a su novio y se reúnen en una cafetería.

Jhon y Narciso se conocían demasiado bien.

No sólo porque Jhon ostentaba el título de ser el padre del mejor amigo de Friedrich, sino porque también era su abogado.

Y ahora, podíamos añadirle la licencia de ser su suegro.

Había esperado un abrazo de Jhon, pero se me había olvidado lo muy alemán que era y lo mucho que se obligaba a mantener las formas.

—¿Por qué saliste corriendo? —Jhon junta sus manos y las apoya en la mesa—. ¿Por qué hiciste esa tontería, Manuela?

—Jhon —Narciso responde por mí—, ella no tiene la culpa, no te enfoques en lo que hizo o dejó de hacer.

Se masajea las sienes y se frota los ojos con los dedos.

—No me dejaban interrumpir el juicio, ni siquiera una prórroga.

—¿Eso qué significa? —pregunto.

—Tenía una justificación por causa mayor y no me permitían salir del juzgado, normalmente no ponen problema, esta vez parecía diferente.

—¿En qué sentido? —Friedrich habla cuando se miran, como si supieran algo que yo no—. Nos comentaste a Thomas y a mí que habían cambiado el juez del caso, ¿por qué?

—No creo que tenga nada que ver, es un juicio, esas cosas pasan. —Intento averiguar qué es lo que hablaban y no consigo comprender nada.

—Estaba todo orquestado —Deduce mi padre, ignorando mis palabras—. Te voy a poner un guardaespaldas fijo, Nela, a donde tú vayas, él va y no quiero que me pidas excepciones porque no te las voy a dar.

—¿Voy a tener un segurata siguiéndome hasta cuando vaya a cagar? —Ni siquiera sé si lo digo en español o en alemán, pero la furia me recorre el cuerpo por completo—. ¿A Thomas también le vas a poner un maldito guardaespaldas?

—Thomas no necesita uno.

Narciso miraba de un lado al otro, como si estuviera disfrutando de una partida de tenis y tuviera que seguir el recorrido de la pelota.

Jhon había lanzado la bola a mi campo.

—¿Acaso no es tu hijo como lo soy yo?, ¿por qué él no necesita uno y yo sí?

Se la devuelvo intentando ser comprensiva y razonable, pero manteniéndome firme.

—Thomas sabe cómo disparar una pistola —Masculla entre dientes y fijándose en que nadie nos pueda escuchar.

—¡Por el amor de Dios, Jhon! —exclamo llevando las manos hacia el cielo—. ¡Yo sé sostener una!

—¿Y adónde nos ha llevado eso?

—¿Acaso Thomas tiene licencia de armas?

—Por supuesto —responde Jhon sintiéndose orgulloso de que Thomas mantenga la legalidad—. Mis muchachos tienen sus licencias al día —Palmea la espalda de Friedrich y comprendo que está incluyendo también a sus amigos—. Yo mismo puse el dinero para que Hermann y Thomas cumplieran con la última exigencia para recibir sus licencias y les pagué un seguro de responsabilidad por daños personales.

—Y Hugo pagó por mí y por él mismo. —asevera Friedrich.

Mi quijada se desencaja.

—Nela —Jhon se calma un poco y se desabrocha la chaqueta del traje—, no tienes 18 años, no puedo ayudarte a conseguir una patente, así que no hay más que hablar: te acompañará siempre un agente de mí confianza.

—¿Entonces voy a tener un segurata detrás de mí a todas horas?

—No, obviamente no —Se adelanta a decir Narciso, como si esta fuera una conversación que ya habían mantenido y que ahora iba a empezar a ponerse en funcionamiento—. Excepto cuando estés fuera de casa, ahí siempre tendrás a uno cerca de ti o a tu lado.

—Nuestra casa ya está rodeada de seguridad las 24 horas del día —Jhon emplea su voz de abogado, tratando de persuadirme y conseguir su objetivo—, tú nunca te desplazas sola, siempre tienes a alguien acompañándote.

—¿Por qué yo?

—Caroline también tiene su seguridad, Donny y Wolfgang también lo tienen, incluso Konrad en Leipzig tiene a su escolta.

—¿Y si quiero ir a la casa de los Baltßun o me quedo a dormir con Friedrich? —Señalo.

—Te dejarán en la puerta de casa y cuando te vayas llamarás para que vengan a recogerte. Si estás con tu psicóloga, en clase o algún sitio concreto, no se moverán de ahí. Sólo queremos evitar que vuelva a ocurrir lo de hoy.

—Papá, yo ya no voy a clase.

—Pero volverás.

Suelto un suspiro.

Supongo que en algún momento tendría que acabar el año que me quedaba y lo comprendía.

—¿Quién será su guardaespaldas? —Vuelve a encauzar la conversación el gde Frankfurt.

—Tendrás 2 que se irán turnando: Massimo Tagliaferri y Hans Maaßmann.

La risa irónica de Narciso me hace darle una pequeña patada en la espinilla. No era momento de hacer comentarios.

Jhon se da cuenta.

—Tagliaferri es de los hombres más leales con los que cuento, si tenéis algún problema, lo resolvéis entre vosotros sin interferir en la seguridad de mi hija.

—Lo que tú digas va a misa, suegro —Narciso muestra su sonrisa más pícara—. Si me lo pides lo asigno como el padrino de nuestra boda.

—A partir de ahora voy a ignorarte, muchacho.

—A ver, es que Massimo es un poco... bocazas.

No sabía cómo decirlo esa palabra en alemán así que opto por decirla en mi lengua materna.

—Esa palabra la decía mucho tu madre —recuerda mi padre en un perfecto español. Siempre que decía algo de Carmen era recordándola en nuestro idioma—. Y respecto a lo del agente Tagliaferri, pues es lo que hay, es italiano. —Simplifica volviendo al alemán.

—Coincido, suegro, es muy italiano.

—Friedrich —ignora la broma de Narciso y le habla con cuidado—. Te agradezco muchísimo que hayas venido sin dudar a por mi hija,

—Es mi forma de impresionarte, suegro —Trata de sonar más alegre, excusándose en el sentido del humor para no recordar lo que había pasado—, espero estar consiguiéndolo.

—Si te ponen una multa por exceso de velocidad o conducción temeraria, me haré cargo yo —Es la forma que Jhon tiene de cortar las provocaciones de Friedrich.

—Tengo que hacer un par de llamadas y ver a una persona —Mueve la cabeza en dirección a Tristão.

Se levanta comprendiendo la situación y me guiña un ojo sin que Jhon se dé cuenta.

—Gracias —responde escuetamente mi padre—. Quiero hablar con ella.

Friedrich se posiciona detrás de mí, apoyando sus manos en mis hombros e impidiendo que pueda girar la cabeza para ver qué está vocalizando o señalando.

Odiaba que ellos dos hablaran y decidieran por mí hasta el punto de ser un secreto todo lo que estuviera relacionado conmigo.

Un secreto tan bien guardado que ni yo misma sabía sobre qué iba.

—Nos vemos en otro momento, Nela. —Me da un apretón en el hombro en forma de cariño y lamento internamente que Jhon esté delante.

Yo quería que me llamara «preciosa» con su marcado acento de Frankfurt cuando lo decía en español.

Y un beso.

Ahora que no sentía tanta adrenalina me había dado cuenta de que quería un beso suyo.

Espero con paciencia a que Jhon empiece a hablar.

Las arrugas en su piel cada vez eran más notorias y cada vez tenía menos cabello.

Me ponía muy triste ver así a mi padre porque no era una cuestión de la edad, sino de estrés.

—Varias cosas. —Parecía su frase favorita en español.

—Siempre dices eso cuando nos sentamos a hablar, ¿te has dado cuenta?

Al principio odiaba que me hablara en castellano porque pensaba que se avergonzaba de mi alemán, ahora entendía que era una manera de mantenerse en contacto con lo que un día tanto quiso.

—El domingo es el cumpleaños de Steffen, por si quieres apuntártelo y felicitarle.

Ignora mi pulla.

—¿Tú no lo vas a hacer? —pregunto con curiosidad.

—No.

—Jhon..., dale una tregua, inténtalo.

—Yo ya estoy mayor para llevarme más decepciones y golpes en la vida, tengo suficiente con las que me persiguen del pasado, las que me surgen del presente y las que sé que vendrán en el futuro.

—Pero quieres que le felicite, por algo me lo has dicho... ¿no te da pena Steffen?

—Esa condescendencia es muy de tu madre.

—Y muy tuya, tengo lo mejor de ambos mundos —ironizo consiguiendo que se ría—. ¿Por qué me recuerdas el cumpleaños del abuelo?

Se me hacía raro llamarlo así porque siempre había sido el-vecino-alemán-que-me-cuidaba-cuando-mi-madre-trabajaba-y-me-enseñaba-su-idioma-mientras-cocinaba-un-tipo-de-puchero-muy-rico, pero la lástima que me producía me hacía imposible no considerarlo parte de mi vida.

Aunque fuera una parte ínfima de ella.

—Porque sé que para ti es importante y sé que Carmen querría que lo hicieras.

Desbloqueo mi móvil y lo apunto rápidamente en el calendario antes de volver a guardarlo.

—¿Segundo punto?

—Marzo es un mes de cumpleaños en esta familia —Parece cansado y sé que le hubiera gustado tener esta conversación en su despacho—. El fin de semana del 20 vienen Konrad, Meyer y Louise.

—¡Qué ilusión!

Por fin una buena noticia.

Jhon no lo veía así, al menos eso daba a entender por su cara.

—El 21 Konrad cumple 36 años.

Trago saliva y entiendo el mensaje implícito que guarda para sí mismo.

Konrad se hacía un año más viejo, pero Günther se mantendría siempre con sus 35.

—¿Cómo están ellos? —Me atrevo a preguntar.

—Mal —dice sin dudar—. Meyer me ha dicho que tiene los espejos tapados porque cada vez que Konrad se ve en uno, se acuerda de Günther.

—Es que es muy duro...

—Pero también le gusta hablar de Günther, a veces se pone a llorar —Sorbe por su nariz y se obliga a sí mismo a no hacerlo— y a veces se ríe como un desquiciado —Se limpia una lágrima del ojo, impidiendo que avancen—. Le echo muchísimo de menos.

—Jhon, es lógico. Duele hasta romperte.

—La cosa es que iremos al cementerio, los 4 estamos de acuerdo en visitar a los 2 que ya no están.

—Es bonito que sigáis manteniéndoos unidos, papá.

—¿Quieres venir? Caroline y Thomas se apuntan.

Me quedo pensativa y asiento casi sin dudarlo.

—Antes de ir al tercer punto —Me aclaro la garganta y siento cómo la piel se me eriza—. Me gustaría hablar contigo de una cosa.

—Claro, dime.

Me da la palabra y sé que le sorprende que sea yo la quiere comunicarle algo. Normalmente nuestras reuniones se basaban en que Jhon hablaba y me aclaraba diferentes cuestiones y yo escuchaba. Si estaba en desacuerdo con él, entonces discutíamos un poco. A veces cedía yo y otras ambos.

Si me parecía correcto lo que tenía que decir, entonces se acababa la conversación.

—Yo... —Empiezo a titubear y me río cuando veo su ceja alzada—. Deja que me prepare... jo.

—Encauza tu discurso, hija —Me recuerda—. Analiza los puntos y prepara mentalmente qué quieres decir.

—Espera... a ver... que yo... —Cierro los ojos y organizo la información—. Quiero... me gustaría visitar la tumba... de mi madre.

—Es lógico.

Me muerdo el labio inferior tratando de calmar mi nerviosismo ante su tono de letrado. Era una respuesta demasiado prototípica para lo que le estaba diciendo. Dudaba que le hubiera dado tiempo siquiera a analizar mis palabras.

—Jhon, quiero visitar la tumba de mi madre.

Ahora sí parecía haber entendido mi petición.

—Te llevaré —promete—, sólo dame un poco de tiempo para que sea seguro.

—¿Me llevarás?

—Tienes derecho a visitarla, Nela, pero te pido tiempo de asegurarme que estaremos a salvo cuando la visitemos en el cementerio.

—¿Estaremos?, ¿vas a venir a España conmigo?

Hace una mueca.

—Se nos quedó una conversación pendiente y yo me quedé con varias cosas por decir —declara con evidente dolor en la voz—. Y como lo primero no puede darse, al menos quiero cumplir lo segundo.

Mis ojos se humedecen al escuchar lo rota que suena la voz de mi padre.

—Aún te duele. —No lo estaba preguntando, era una afirmación que me acababa de romper por completo.

—Es soportable —Trata de minimizar cómo se siente—. Con el paso de los años he aprendido a dejar de culparme por todos mis errores, aunque a veces recaigo en ello y entro en un bucle bastante destructivo.

—¿Y por qué no trataste de solucionarlos?

—Porque soy un cobarde y un conformista al que le faltaron cojones.

Me quedo callada, jamás creí escuchar a mi padre siendo tan sincero y usando un vocabulario tan soez al hablar español.

Siempre intentaba ser correcto y ante todo dar esa apariencia de buena educación y grandes modales de los que iba alardeando.

—¿Te puedo hacer una pregunta?

Jhon necesitaba hablar, llevaba demasiados años callado y algún día explotaría y yo necesitaba respuestas.

—Probablemente no te la responda, pero inténtalo.

Forma una línea con sus labios y alza su ceja con cierto recelo.

—¿Cómo te diste cuenta de que ya no estabas enamorado de... mi madre? —Se queda mirándome, valorando si contestar o no—. Quiero decir, estás a punto de casarte con una mujer a la que amas y que te hace sonreír de una forma tan bonita que siento envidia de no haberte visto en esas situaciones con mamá, ¿cómo te diste cuenta de que Caroline no era un remplazo y sí una persona a la que amas con la que quieres compartir el resto de tu vida?

—Cómo se nota que eres hija de tu madre —Suelta un resoplido—. Solo a Carmen se le ocurría hacer tales preguntas...

—No tienes que responder si no quieres, papá.

—Eso es chantaje emocional, estás llamándome así para que confiese —Cambia su expresión a una más alegre—. Amo a Caroline y sé que lo hago porque cada día que me despierto a su lado me invade una felicidad que hacía años que no sentía, cuando discuto con ella se me encoge el corazón por el temor a perderla y cuando la hago sonreír, me siento un hombre completamente satisfecho.

—Sé que la amas, no ponía en duda eso...

—Nunca dejé de estar enamorado de tu madre, Nela, un amor como el nuestro es imposible de olvidar, pero aprender a despertarte sin sus abrazos, aprendes a vivir con el corazón encogido y aprendes a que hay personas que por mucho que se quieran no han nacido para estar juntas. El amor no todo lo vale y por desgracia Carmen y yo lo descubrimos demasiado pronto, cuando aún nos queríamos y no nos había dado tiempo a asimilarlo.

—¿Y cómo te diste cuenta de que podías vivir sin mi madre?

—Cuando la ausencia de esa persona deja de ser un suplicio, cuando ya no la buscas al despertar y cuando su recuerdo se asemeja más a un recuerdo amargo que a la necesidad de estar a su lado, es cuando te das cuenta de que puedes vivir sin ella.

Analizo sus palabras, qué bonitas y qué tristes eran.

—Entonces tenemos un viaje pendiente a Alicante —Ambos sonreímos ante mi cambio de tema—. ¿Qué pasó entre Donny e Isabel?

—No es algo que vaya a hablar contigo, si quieres cuando veas a tu tío le preguntas.

—Sé un padre guay, Jhon —Hago un mohín con los labios y junto las manos en forma de rezo—. Sabes que mi tía nunca me lo contará y a mí me da vergüenza preguntarle a Donny...

—Sé valiente y no seas como tu padre.

Se encoge de hombros y se pone bien la chaqueta del traje.

—Así no te ganas mi confianza, Jhon.

—Pero tampoco pierdo la de mi hermano, Manuela.

—Te estás poniendo al nivel de una niña de 17 años.

—¡Qué culpable me siento! —Suelta con sarcasmo—. Por cierto, que no se me olvide que nos falta un punto por hablar.

—¿Adónde vamos? —Me levanto y le sigo.

—A pagar y a casa —Pasa su brazo por mi hombro y me revuelve el pelo—. Ya va siendo hora de desconectar un poco.

—¿Por qué pareces tan contento?

—Porque estoy pasando tiempo con mi hija y eso me hace tremendamente feliz.

Si hacía un año me decían que Jhon Schrödez me quería, me hubiera ofendido; en la actualidad, mi pensamiento había cambiado.

Tenía un padre y no era tan malo como creía.

¡Hola! ¿Qué os ha parecido? No os olvidéis de votar si os ha gustado❤️

¡Le dijo noviaaaaaaaa! Yo quiero saber vuestra reacción a ese momento. ¿Qué emoji se parece más a lo que habéis sentido? JAJAAJAJA

Poquito a poco se van solucionando algunas cositas, como la relación de Nela y Jhon.🥺

¿Qué os ha parecido la confesión de Jhon sobre Carmen?, ¿pensáis como él o creéis que el olvido es distinto?

Por cierto, muchas personitas me preguntáis sobre el tema actualizaciones: son todos los JUEVES.

Y en caso de que no haya o se modifique el horario, siempre os aviso por instagram y por aquí (en mi perfil de anuncios). ¡Así que no os olvidéis de seguirme para estar siempre atentas! Soy eridemartin en todas las redes sociales.

¡Os leo!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top