Drei: Preciosa.
Capítulo dedicado a todas vosotras, las que estáis leyendo esto. Las que empezasteis a mi lado, las que os unisteis después, las que descubristeis esta historia por Tiktok, por Instagram o por Facebook. Las que comentáis todos y cada uno de los capítulos, las que sólo votáis, las que os olvidáis de hacer ambas y las que sentís un poquito de vergüenza de decir algo y aun así estáis todas las semanas acompañando a estos personajes.❤️
Os quiero.
Un millón de gracias.
Drei: Preciosa.
19 de febrero, 2020.
Carol había decidido seguir con la boda adelante, bueno, más bien empezar a organizarla, dando una fecha para el día especial: 23 de mayo de 2020.
Este mismo año.
Si todo iba bien.
O, mejor dicho, si nada iba a peor.
Jhon no había estado muy por la labor, pero tampoco se había sentido legitimado a decirle que no porque todos habíamos visto lo ilusionada y motivada que se sentía Caroline respecto al tema.
Seguía de baja y seguía sufriendo en silencio por todo lo que había ocurrido y los preparativos de su boda se habían convertido en la razón por la que se animaba a levantarse de la cama todos los días.
Había decidido que sería en primavera porque según ella era el tiempo ideal: ni mucho frío ni mucho calor.
Según los teutones, en Alemania también hacía calor.
La cosa era que sólo un mes o dos como mucho al año.
No quise contradecir su palabra y busqué si era cierto o no y, no había mentiras de por medio: llegaban a más de treinta grados en verano.
En el corto verano que tenían, claro.
Y ella quería que su boda se diera al aire libre y siguiendo una línea en un estilo floral. Se negaba a casarse en un espacio cerrado porque se alejaba de la libertad que ansiaba.
—Gracias por acompañarme en esta locura —Sonríe subiéndose en el asiento de conductora e imito su gesto sentándome detrás—. Sé que ni Jhon ni mi hijo entienden esto..., aunque están ilusionados, pero entre que Jhon piensa que algo puede salir mal y que Thomas no quiere que haga ni un poco de calor...
Yo tampoco lo entendía, no con todo lo que se estaba dando, pero no era quien para juzgar y unirme al club de los que ponían algún tipo de pega. Era, como diría Narciso, lo suficientemente moralista y como lo diría Dani, demasiado soñadora como para interponerme entre una persona y su ilusión.
—¿Y eso por qué? —pregunto refiriéndome a lo de su hijo.
—Porque dice que suda mucho y se le marca en la parte de la axila y eso le haría quedar mal y por supuesto él quiere ir bien guapo y formalito. ¡Ay, mi chiquitín!
Ambas reímos y me imagino a Thomas en el baño intentando secar la camisa de algún modo y con desesperación.
—Ay, pobre, tal vez si no se pone chaqueta...
—Es una opción... —concuerda.
Tamborilea con sus dedos el volante antes de aclararse la garganta y volver a hablar.
—Nela —Me llama con algo de nerviosismo, aunque no puedo asegurarlo con sólo oír mi nombre—. Me gustaría que fueras mi dama de honor junto a Ayelén y una amiga mía de la infancia. Aunque lo de Ayelén está por ver...
—¿Volverá a Alemania?
—Es una decisión que le ha costado tomar y no está segura, lo comprendo, pero sus hijos ahora sienten más apego que nunca por Wolfgang y...
—¿Wolfgang no se ha planteado mudarse a Argentina?
—Sí —reconoce con cierta tristeza—. Probablemente después de la boda se vaya con ellos. No hay nada seguro, pero es una posibilidad.
Los Schrödez estaban más separados que nunca.
Se hace un corto silencio y decido ser yo quien lo rompa antes de volver este momento algo incómodo.
Y ella estaba esperando una respuesta.
—Sería un honor para mí, Caroline.
Y no lo decía por compromiso, me hacía especial ilusión que contara conmigo para eso.
—Quiero que os vistáis las tres iguales y quiero que seas tú la que elija los vestidos...
—¿Estás segura? —Me remuevo un poco incómoda en el asiento. Mis complejos con las cicatrices podrían impedir que eligiera un vestido acorde a lo que ella tenía pensado—. No sé si es muy buena idea, tal vez deberías contar con el visto bueno de las tres...
—Quiero que te sientas cómoda, Nela, me voy a casar con tu padre, quiero que te sientas hermosa y quiero que no estés pendiente de tus inseguridades —Asevera incorporándose al tráfico seguida de dos coches de seguridad—. Será mi día especial y para que sea un día perfecto necesito que las personas a las que quiero estén a gusto.
Sonrío porque es lo que me nace y porque sentir ese cariño tan genuino y sin esperar nada a cambio me hace sentir algo parecido a la felicidad.
—¿Tenías algo pensado?
Además de querer contar con su opinión, era evidente su amor por la moda y que a mí se me daban bien otras cosas, ese mundillo, no era el mío.
—Rocco me recomendó una tienda con la que ha colaborado en varias ocasiones y que se dedica exclusivamente a preparar ropa de novias y de damas de honor, pero si no te convence nada, podemos seguir mirando y visitando tiendas de ropa o incluso pedir que hagan algo a medida...
—Seguro que es genial —Trato de hablar con determinación—. Es un gran diseñador y dudo que recomiende a compañeros por debajo de su nivel.
Pensaba totalmente lo que acababa de decir, no estaba muy puesta en el mundo de la moda y para mí no era un pasatiempo el ver pasarelas con nuevos diseños estrafalarios y cuanto menos curioso, pero sabía apreciar el talento o eso quería creer al haberme visto en diseños del costurero de moda y sentirme espectacular.
—¡Oh, Nela! —exclama sin poder ocultar su entusiasmo—, estoy tan emocionada..., amo tanto a tu padre y necesito que todo salga bien..., necesito que algo me salga bien en la vida y Jhon..., Jhon me hace todo más fácil y me complementa, nunca camina delante de mí.
—Lo mereces, Caroline —contesto con sinceridad—, mereces todo y más.
—Siempre he tenido tanto miedo... —confiesa más para sí misma que para que yo la escuche—, siempre he estado a la sombra de un hombre, ya fuera mi padre, Sanders o incluso de Thomas por protegerle, pero con tu padre, a pesar de sus comentarios tan estúpidos y su torpeza tan enmascarada, siempre me he sentido como a una igual.
—Es que eres su igual, Caroline.
Ambas sabíamos que Jhon podía llegar a ser extremadamente clasista y que miraba por encima del hombro en algunos aspectos al resto. No era algo que ninguna de las dos toleráramos, pero sí que es cierto que era un defecto suyo al que nos habíamos ido acostumbrando, tanto para bien como para mal.
—Lo sé —Mira por el espejo retrovisor y muestra su sonrisa antes de devolver toda su atención a la carretera—. Somos fuertes, Nela —dice con convicción—, tanto tú como yo —Frunzo el ceño al escuchar sus palabras y no comprender a qué se refiere—. Ambas llevamos cicatrices que nos hacen sentir inseguras y frágiles, pero permíteme decirte que las personas débiles, en realidad, somos las más fuertes porque siempre hemos acabado saliendo a flote y nosotras dos, somos imparables.
Cicatrices.
Ambas teníamos varias en el cuerpo por diferentes razones, pero ocasionadas por la misma persona y la misma maldad: Callum Sanders.
—Ojalá algún día ver las cosas tan claras como tú... —Me acaricio la nuca inconscientemente y noto el relieve de una de las heridas—. Ojalá no odiar las cicatrices en mi piel y ojalá superar las inseguridades que tengo conmigo misma...
—Yo odio las mías, me siento incapaz de mostrar el vientre porque me acomplejan las miradas. No todas tenemos que aceptar nuestras heridas para querernos a nosotras mismas, podemos aprender a vivir con ellas y decidir con quién queremos compartirlas.
Un pequeño escalofrío me recorre el cuerpo y me eriza la piel.
Sus palabras me habían sorprendido, no pensaba que una mujer tan espectacular como ella pudiera sentir vergüenza o miedo de su propio cuerpo porque siempre como sociedad habíamos impuesto que las mujeres que entran dentro de un canon de belleza aceptado no tenían derecho a sentir complejos.
Y, por otro lado, siempre había escuchado ese discurso que tanto odiaba: que había que amarse a una misma tal y como era, sin importar qué dijeran o cómo te miraran, porque si no te querías, nadie podría quererte.
Y esa creencia, era falsa y dañina.
Y ahora empezaba a comprender que eso no tenía por qué ser así, que el no quererse a una misma podía ser una dificultad, pero que eso no era un problema ni un inconveniente para que otra persona se enamorara de ti. Y el mundo estaba lleno de ejemplos que refutan esa falacia sobre el amor propio y el amor que los demás profesaban.
Y también estaba Caroline Koch para decir totalmente lo contrario o al menos disuadir de esa opinión tan trillada: que no hacía faltar amar las cicatrices de una misma si no se estaba preparada, que servía si aprendías a vivir con ellas.
—Carol —Baja el volumen de la radio, estaba sonando alguna canción en alemán que desconocía y a la que no le estaba prestando realmente atención—. ¿Crees que mi padre se recuperará?
Se mantiene en silencio durante un corto período de tiempo que a mí se me hace eterno.
—Sí —Su voz suena determinante y segura—. Le va a costar, son muchos golpes en muy poco tiempo..., pero es un hombre consciente de sus debilidades y sus fortalezas y estoy segura de que eso le va a ayudar. Él puede con todo y con lo que no puede, le ayudaremos al igual que él lo hará con nosotras, como un equipo.
—Pruébate este —La dependienta estaba siendo muy paciente y educada, sin poner ningún tipo de problema a todos los rechazos que le estaba dando acerca de los vestidos—. Y si te gusta el estilo, pero no este modelo, seguiremos buscando.
—Gracias —Trato de ocultar las lágrimas de mis ojos—, ¿te llamo para que me lo abroches? —pregunto al darme cuenta de que era un vestido con cremallera.
—Por supuesto —Sonríe con cautela y profesionalidad—. Estaré esperando al otro lado de la puerta, llámame cuando esté lista, señorita.
Primero habíamos probado un largo vestido de color rosa perla con escote en v tanto por delante como por detrás, tirantes espagueti y con volantes de apertura frontal.
Todas mis cicatrices al descubierto.
Me había enamorado de ese vestido a primera vista y me había faltado poco para pegarle un puñetazo al espejo al ver todo lo que me estaba perdiendo visualmente hablando por mis inseguridades.
Todo por mi culpa y el capricho de intentar dejar de lado mis miedos.
Había odiado con toda mi alma lo mucho que me había gustado la figura que me hacía y lo cómodo que se sentía el tejido porque no había ni una sola herida cubierta. Era como dar la bienvenida a que todo el mundo descubriera mi mayor fuente de inseguridad y yo misma había decidido ignorar esa vocecita en mi cabeza que me indicaba que no era buena idea por mucho que me gustara.
Después de varios intentos, me había probado otro vestido que había sido peor aún: un vestido rosa caramelo con una longitud hasta la tibia que cubría la cicatriz del muslo derecho en su totalidad y que era de gasa y encaje, dulce, atrevido y floral. Pero tenía un gran problema y es que los tirantes caían por debajo del hombro y el escote más pronunciado estaba en la parte de la espalda.
Y sólo pensar en cómo algunas personas fijarían su mirada en la cicatriz de mi nuca cuando caminara delante de Caroline en su camino hacia el altar, me producía un miedo tan atroz que me habían entrado hasta ganas de vomitar.
El que me había hecho estallar por dentro —algo que me había hecho agradecer no ser de esas personas que saltaban a la primera de cambio de forma agresiva— era un vestido que había detestado con todo mi corazón y curiosamente, era el único que cumplía con todas mis necesidades: tapar la cicatriz de la nuca y la de la pierna, donde estaba la parte de la herida que más me acomplejaba.
Pero era horroroso y me quedaba como-el-culo-por-no-decir-otra-cosa-y-ser-aún-más-maleducada-o-al-menos-no-mucho y sólo me sentía como una devota de Dios a quien se le había caído un bote de pintura fucsia encima.
Esos habían sido los tres que más destacaba y si mis cálculos no fallaban —por muy mal que se me dieran las matemáticas estaba convencida de que había hecho bien la suma— estábamos probando el número doce ahora mismo.
Era jodidamente bonito.
Y estaba segura de que me encontraría con una nueva decepción.
El vestido era tan largo que casi llegaba al suelo, era de un color rosa claro y tenía ese toque picante y dulce tan llamativo que estaba tentada en llamar al hada madrina de Cenicienta para que me concediera el lujo de cubrir todas mis necesidades. Tenía un encaje en el corpiño sin mangas, adornado con apliques de encaje y que completaba un elegante y clásico look.
Abro la puerta y le pido a la dependienta que me lo abroche. Echo mi cabello hacia un lado y la tensión que estaba dentro de mi cuerpo desaparece por completo, la presión en el pecho da paso a una respiración fluida y cuando se agacha para mostrarme las ventajas de la falda siento que he vuelto a la vida.
—Tiene una abertura en la falda... —Estaba tan embelesada con lo bonito que era, lo cómodo y lo bien que me hacía sentir que había olvidado las malditas rajas tan habituales en estas prendas de ropa—. No sirve.
—¿Me dejas mostrarte? —Su afectuosa sonrisa me indica que ella sabía algo que yo no y que por algo ella era la experta en su trabajo y yo una simple clienta más al borde de un ataque de nervios—. Antes de nada, mírate al espejo y dime cómo te sientes.
Tengo la tentación de abrir la parte de la falda y gritarme frente al espejo que fatal porque mi pierna me hacía sentirme tan acomplejada y tan horrible que me desvalorizaba a mí misma incluso cuando el físico nunca sería lo más importante.
Pero no podía.
La puerta estaba abierta y desde el espejo veo cómo una joven un poco más mayor que yo y bastante alta toca con sus nudillos en la nívea puerta y nos sonríe sin mostrar los dientes.
—Toc, toc, servicio de emergencia a su disposición —bromea sin dejar de sonreír y me pregunto si es natural aguantar tanto tiempo así o si es que algún tipo de cirugía modificaba las facciones de su cara—. ¿Puedo ayudaros?
Seguía siendo bonita con su rubio cabello recogido en un moño que permitía apreciar unas mechas californianas rosas, sus ojos eran marrones, bastante grandes y con un brillo especial. Parecía una barbie y lo único raro que se veía en su cara era el tabique de su nariz puesto que parecía algo irritada y desviada.
Iba con la espalda completamente enderezada y se podía ver que era extremadamente delgada por el tipo de constitución física que parecía tener.
—Franziska, traigo los alfileres que me habías pedido y también vengo a salvaros —Su voz es bastante grave en comparación con su apariencia física y su acento era una mezcla curiosa—. Te queda fabuloso ese vestido, pareces una princesa empoderada.
Juraría que tenía un toque berlinés al mismo tiempo que un pequeño deje final muy parecido a la forma en la que Narciso pronunciaba algunas palabras.
—Gracias —Susurro agradecida y con un asentimiento de cabeza miro a través del espejo lo que hacen.
Se quedan hablando ellas dos y terminando de confeccionar como si yo fuera un maniquí.
—¿Qué tal por las pasarelas de moda de Barcelona y Ámsterdam, rusa? —cotillea su adjunta—. Tiene que ser un honor para ti trabajar con Rocco Pfeiffer.
La ilusión en su voz era casi contagiosa excepto porque me acababa de tensar tanto que cuando intentan mover mi pierna izquierda me quedo tan estática que acaban clavándome un alfiler en mi piel.
—¡Perdón! —exclama con cierta vergüenza la rubia—, ¿estás bien? —Se levanta rápidamente y me mira con ojos preocupados.
—Sí, sí... —Me muerdo el labio inferior—. Es que..., admiro mucho el trabajo de Rocco Pfeiffer y el escuchar su nombre ha sido como... no sé, es increíble. ¿Este sitio es de él?
Esperaba que al no conocerme no pudiera determinar si estaba mintiendo o no porque yo realmente era una pésima mentirosa; más bien no era ni buena ni mala porque no sentía la necesidad de engañar por norma general.
Digamos que era: sin más.
Se echa a reír con alivio y se lleva la mano al pecho.
—Qué susto me has dado y sí, es un honor formar parte de una de sus nuevas colecciones, es... un sueño —Le faltaba ponerse a brincar como si aún estuviera asimilando la oportunidad que le habían dado en la vida y, en contraste, yo tenía el corazón a mil—. Y no, este sitio es una cadena de diseñadores, ¿has visto alguna vez «Sí, quiero ese vestido»? —Le indico que sí con la cabeza, no lo había visto pero conocía el programa—, pues hay muchísimos modistas y van llamando, dependiendo de la temporada, con quién se esté asociado o lo que la clienta tenga en mente.
—Pero ahora hemos vuelto a la realidad y te necesito aquí abajo, rusa.
Franziska sonaba entre envidiosa y orgullosa de los logros de su compañera y entendía que, llegar a colaborar con la eminencia del diseño, era algo que sólo ocurría una vez cada mil años.
Vuelve a bajar y sigue hablando.
—La de Barcelona fue genial, nos hicimos con todas las portadas de las revistas y los vestidos de gala que yo había ayudado a crear..., la de Ámsterdam de hace dos días fue un poco complicada... —relata sin ningún pudor—, Rocco estaba algo nervioso, creo que le ha cogido miedo a las aglomeraciones..., de hecho, no me quedé en Ámsterdam porque él mismo me ha pedido que haga cobertura en la pasarela de Berlín..., tiene miedo a que vuelva a ocurrir algo...
—Lógico... —concuerda Franziska—, estuvo en el atentado terrorista en el que mataron al alcalde de Kleinmachnow [1]..., yo también estaría cagadita.
Un nudo nace en mi estómago y un malestar general se instala en mi pecho.
Günther...
—Oye... —Me muerdo el labio inferior cuando consigo la atención de las dos—. ¿Podéis hablar de otra cosa? El alcalde... —Titubeo un poco antes de seguir hablando, ya no podía echarme atrás— se llamaba Günther —Ambas me miran y fruncen el ceño sin comprender por qué aclaro ese punto—, y era... mi tío.
Mi cabeza no procesa lo que están diciendo y me doy cuenta de que la culpabilidad se hace latente en ambas cuando me miran entre avergonzadas y con tristeza.
—Perdón, siento mucho tu pérdida —dice la rubia apodada como rusa—. Y disculpa si hemos hablado con cierta insensibilidad, no era nuestra intención.
—Lo siento muchísimo, señorita —Se une de inmediato—, no deberíamos hablar con tanta crudeza y perdón por las formas.
—G-gracias...
Afortunadamente, la rubia se levanta y toma las riendas de la situación aliviando el ambiente algo tenso en el que nos habíamos visto envueltas y anima a su compañera a que se coloque en mi izquierda mientras que ella se coloca en el lado derecho.
—¿Mejor? —Sonríe con una satisfacción desmedida—, si te gusta así, podemos coser la falda para que no tenga aberturas, te queda igual de fabuloso.
—Peeeeero, si no te molesta, podemos simplemente cerrarla al nivel de la rodilla y dejar que la gracia del vestido se mantenga.
Se complementaban a la perfección como compañeras de trabajo.
—Es tu elección, cariño. No tienes que elegir ahora, tu madre me ha dicho que no hay problema en que...
—No es mi madre —corrijo rápidamente—. Es la futura mujer de mi padre y un encanto de persona.
—Joder —Suelta la ayudante de Rocco—. No paramos de cagarla, perdón.
Acabo riéndome porque me parecía hasta anecdótica esta situación.
—¿Y bien? —Insiste Franziska.
Trago saliva y me separo de ambas para acercarme al espejo y verme de cerca. No sabía si estaba empoderada, pero una princesa me sentía y, además: me encantaba.
—Es... —Me doy la vuelta y giro el cuello para fijarme cómo me quedaba por detrás—. Perfecto.
Ahora sólo faltaba el visto bueno de Caroline y que sus otras damas de honor dieran su aprobado.
—Te queda como anillo al dedo. —asegura totalmente convencida la joven que me había atendido desde un principio.
—Es que esta chica es preciosa —La forma en la que lo dice en alemán era la forma en la que odiaba que Narciso lo dijera porque no lo pronunciaba en español— y está preciosa.
Preciosa.
Otra vez la misma palabra.
No tenía ni idea de dialectología y mucho menos de fonética y fonología, pero me declaraba fan acérrima de los acentos y la forma de hablar de esa chica era exactamente la misma a la de Friedrich y Enia.
Había trabajado en la última colección de Rocco Pfeiffer, era imposible que no fuera ella. Pero ¿y si no lo era?
Tenía una intuición y no sabía si prefería estar equivocada o acertada: algo dentro de mí decía que ella era Sonja Vögel.
Kleinmachnow: municipio alemán dentro del distrito de Potsdam-Mittelmark en Branderburgo, cerca de Berlín y pueblo en el que Günther era alcalde.
¡Hola! ¿Qué tal?
¡Joder, 1M de lecturas!
QUÉ ESTÁ PASANDO AQUÍ. NO ME LO PUEDO CREER.
ES QUE, DIOS SANTO. GRACIAS POR TANTÍSIMO, OS QUIERO MUCHÍSIMO💞
Mil gracias _ross000 por el edit de 1MILLÓN😍
¿Qué os ha parecido?
¿Cómo os habéis sentido respecto a Caroline hablando de sus miedos?, ¿y pensáis que las sospechas de Nela son correctas?, ¿creéis que ha conocido a su "cuñada"? JAJJAJJAJAJAJ
¡Contadme!
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