Achtzehn: Una marioneta.

Capítulo dedicado a mery_vnc, espero que disfrutes mucho este capítulo y que te haga sentir una explosión de emociones. ¡Gracias por tu apoyo!

━━━━━━━━※━━━━━━━━

Achtzehn: Una marioneta.

Espera a que yo lleve la iniciativa o que al menos tenga la capacidad de aceptar o negarme. Friedrich necesita utilizar mi cuerpo para descargar toda la adrenalina que mantiene aún en el cuerpo. Necesita utilizar el sexo para olvidar y sé que está mal, que no es correcto afrontar los problemas con orgasmos, pero soy incapaz de decirle que no cuando mi cuerpo está deseando ver hasta dónde está dispuesto a llegar, a qué se refiere con que le ceda el poder y que me demuestre una vez más con sus palabras, actos y su mirada lo mucho que me venera, lo mucho que le gusta estar dentro de mí y la necesidad que tiene de tocar cada milímetro de piel que tengo mientras admira con amor mis heridas.

Sus grandes manos me agarran por los muslos, siempre con cuidado de no dañar la cicatriz que tanto complejo me había creado y que tanto odiaba.

Me subo la falda del vestido y le muestro el problema que nos atañe para hacer algo así.

—Llevo medias.

—Recuérdame que te compre unas nuevas —Es su respuesta—. Joder, preciosa, qué ganas tengo de ser duro contigo.

Sin apartar sus ojos de los míos rompe mis medias para darse acceso. Traga saliva y cuando baja la mirada suelta un suspiro que me hace sentir un escalofrío por toda la espina dorsal.

Echa el asiento hacia atrás y tira un poco el respaldo de forma que sus largas piernas tengan posibilidad de movimiento.

Su dedo índice mueve la tela de mi ropa interior y es mi turno de tragar con dureza cuando el pulgar hace contacto con el monte de venus.

Me quedo con la boca seca cuando levanta las caderas y con su mirada comprendo que está ordenándome que le desabroche el pantalón y la cremallera.

—Friedrich...

Su erección está luchando por liberarse y la imagen tan poderosa que tengo debajo de mí hace que empiece a mojarme sin que me haya tocado apenas.

—Cambio de planes, preciosa —El respaldo cae hacia atrás y suelto un pequeño grito de sorpresa—. Siéntate en mi cara.

—¡¿Qué?! —titubeo un poco ante su petición.

—Ya me has oído, quiero tu coño en mi boca y lo quiero ahora mismo. —Su agarre en mis caderas me impulsa a que me recueste encima de él—. Y quiero verte entera, Nela, quiero que me folles después de que te corras en mi cara y quiero que tus tetas boten encima de mí.

Noto el calor subiendo por mis mejillas y estoy segura de que estoy completamente sonrojada incluso antes de que termine de hablar.

Ni siquiera lo pienso dos veces, realmente quiero esto, me apetece saber qué límites tengo y me encantaría conocer todo lo que Friedrich desea hacerme.

Está enfadado, herido, dolido y con las hormonas revolucionadas.

Nunca me hará daño y sé que nunca me llevará más allá de los límites que pueda superar.

Me aparto el tanga dejando mi parte íntima al descubierto y me arrastro con cuidado de no hacerle daño hacia su pecho.

—¿Estás seguro? —balbuceo—. ¿Crees que puedes?

Sonríe de medio lado, mostrándome esa sonrisa llena de suficiencia que tanta rabia y tanto me llega a gustar según el momento.

—Засунь свою киску мне в рот

«Pon tu coño en mi boca».

—Si me hablas en ruso, no sé qué es exactamente lo que quieres, Friedrich. —Me agacho para juntar mi nariz con la suya y gimo en su boca cuando toma mi cabello en un puño y me come la boca como sólo él sabe hacerlo: con maestría, agresividad, reclamándome y haciendo suspirar porque nunca se acabe.

—Te lo he dicho dos veces en alemán, ¿tengo que repetírtelo? —Dulcifica su mirada y pasa su pulgar por mi labio inferior—. Nela, si no quieres, no tienes que hacerlo.

—Estoy deseándolo —confieso con un tembleque en la voz—, pero tengo miedo de no saber hacerlo, de hacerte daño...

—Sujétate al cabezal de los asientos y haz fuerza con tus rodillas para no dejar caer tu peso por completo en mi cara.

Puedo hacer eso.

No necesito nada más, con eso es suficiente para mí.

Y así lo hago.

Empieza dándome besos y suaves mordiscos en la parte interna de mis muslos, mi piel se eriza y cuando su lengua hace contacto con la sensibilidad de mi cuerpo, sufro un espasmo y tiro el culo hacia atrás para evitar apoyarme en su cara.

Lame de arriba hacia abajo, sin darme ningún tipo de tregua, como si estuviera saboreando mientras roza con delicadeza mis labios internos y externos.

—Friedrich... —No sé si consigo pronunciar su nombre con firmeza, pero me da exactamente igual.

Está despertando zonas erógenas de mi cuerpo que ni siquiera sabía que existían.

Sus manos no se quedan quietas y de forma codiciosa va acariciando con cariño la piel de mis costados, sus dedos rozan mis caderas y se dirigen hacia mi parte íntima para unirse a la atención que estoy recibiendo por todos lados.

Noto cómo aumenta la velocidad, adecuándose a la intensidad según le pido entre gemidos y me sobresalto a punto de llegar al orgasmo al recibir una sonora nalgada que me deja casi boqueando.

Decide que es momento de llevarme al límite y de saborear todo lo que puedo ofrecerle, así que vuelve a bajar el ritmo y con la punta de su lengua rodea mi clítoris, haciendo movimientos circulares y produciendo que mis uñas se claven en la tela del asiento cuando mi cuerpo empieza a temblar y sin vergüenza alguna me corro en su boca y en un gemido bastante sonoro.

Me retiro rápidamente para que se incorpore y cuando pienso que ya está lo suficiente cansado, atrapa mi mandíbula en una de sus manos y roza sus labios con los míos tras recomponerse.

—Bésame y descubre mi nuevo sabor favorito, preciosa.

No dudo, no siento repulsión ante su orden. Lo único que quiero es complacerle porque de alguna forma retorcida y jodidamente excitante me atrae todo lo que a él le gusta.

Nuestras bocas empiezan a batallar, sus dientes muerden y succionan mi labio inferior mientras que me sorprendo a mí misma llevando el mismo ritmo y con ganas de más mientras mete dos dedos en mi interior.

Estoy empapada.

El glande de su pene está golpeando en mi ombligo y yo sólo puedo pensar en lo mucho que me apetece tenerlo dentro de mí.

Tomo la iniciativa y me giro en busca del condón, lo abro con cuidado y lo pongo delante de él.

—Qué bonita eres cuando te sientes lo suficiente segura como para pedirme que satisfaga tus necesidades.

Cada vez que Friedrich Vögel decía algo así, mis hormonas se disparaban y quería gritar para que me diera más, para que nunca dejara de complacerme.

—¿Me ayudas? —Desenrollo el condón y me muerdo el labio inferior al sentirme un poco insegura por no saber ponerlo.

Sus manos cubren las mías y juntos lo ponemos por toda su longitud, se asegura de que está bien puesto y se introduce.

Aprieto los ojos cuando la sensación de estiramiento me aborda y tengo que recordarme a mí misma que en un par de segundos este pequeño dolor se convertirá en lo más placentero del mundo.

—Sube las manos —dictamina mientras me ayuda a retirar el vestido del todo y desabrocha mi sujetador—. Si vestida me gustas..., no eres consciente de lo mucho que me fascinas desnuda.

Sus palabras me hacen sentir como una diosa, como su diosa, como él mismo había dicho, como un ángel y si eso era cierto, entonces Friedrich era mi diablo en la Tierra y me sentía responsable de devolverle a la vida mientras él me envolvía en el pecado original, en la lujuria.

Y le obedezco porque si algo me gustaba hacer es que Narciso conociera lo que me complacía sin siquiera yo saberlo y la confianza que tenía en él era un indicio evidente de que lo que tenía planeado era lo que ambos necesitábamos, no él ni tampoco yo como personas ajenas, sino ambos.

Me sujeta por las caderas, impulsándome hacia arriba y hacia abajo y me insta a que me mueva en pequeños círculos que logran que la fricción sea lo más exquisito que he probado nunca.

No hablamos, no necesitamos decir nada mientras estamos conectados de esta forma tan sucia y bonita.

Aprieta los dientes y cierra los ojos y noto cómo su cuerpo empieza a tensarse por la necesidad que siente de correrse. Pero no lo hace, no se lo permite a sí mismo.

Narciso es un amante generoso y siempre lo ha demostrado, incluso ahora que él me necesita más cerca que nunca, mantiene esa faceta tan contradictoria con su personalidad tan egoísta.

Entierra su cara en mis tetas mientras que las besa con cariño y por una vez en mi vida, el complejo sobre el tamaño de mis pechos no está en el ambiente porque él demuestra que le gustan tal y como son.

Suelto un quejido cuando sus dientes aprisionan uno de mis pezones con cuidado y tras el ardor inicial llega su lengua para mantener el límite entre el placer y el dolor. Un límite que me gusta y que me está volviendo loca.

Me da una nalgada sonora antes de echar mi cabeza hacia atrás, sujetándome por el cabello y dejar mi cuello a la vista para él y todo lo que quiera hacerme.

La brusquedad y el placer del momento me empieza a producir ciertos calambres y no puedo evitar gemir en voz alta.

Joder, joder, Friedrich... —Cierro los ojos por inercia y sigo esforzándome mientras estoy encima—. No pares, por favor...

Gruñe cuando siente que he alcanzado el clímax y me clava contra él mientras da unas cuantas estocadas que me vuelven la cabeza loca y me llevan a un tercer orgasmo que esta vez compartimos, corriéndonos casi al mismo tiempo y quedándonos extasiados, agotados y casi sin aire en los pulmones.

—No sé qué has dicho —Me alza la barbilla, volviendo a ser dulce con su toque y sonriendo como el falso galán que es—, pero no te puedes ni imaginar lo preciosa que estás cuando estás a punto de correrte y me hablas en español.

Acababa de tener unos cuantos orgasmos, uno en su boca y los otros dos con él dentro de mí y, aun así, su gutural voz mezclada con su dulce acento de Frankfurt consigue que me sonroje.

Es el efecto que él causaba en mí.

La voz de Friedrich debería ser considerada como reliquia nacional, el estado alemán debería pagarle por hacer que un idioma tan bruto sonara tan atractivo.

—Para ti siempre estoy preciosa... —Me muerdo el labio inferior, sin moverme de su regazo—. Nunca dejes de verme con esa adoración —Le acaricio la barbilla y me fijo en la incipiente barba que empezaba a salirle—, me gusta cuando me dices cosas sucias y luego te vuelves en un... chico dulce.

—Ibas a decir romántico. —Pellizca mi nalga izquierda.

—Perdón...

—¿Y ahora por qué te disculpas? —Me intenta desenredar el pelo con una mano y yo niego alejándome de su toque cuando noto el primer tirón.

—No sé, me sale solo... —Me justifico y le doy un beso corto antes de abrazarlo.

Pasa su mano por mi espalda, dibujando algo que no consigo descifrar y me relajo escuchando lo acelerado que va su pulso.

—Me siento como una marioneta —dice aún dentro de mí y siento los últimos espasmos de su orgasmo sacudiéndome por completo—. Como una marioneta a la que solo le han dejado una cuerda.

—¿A qué te refieres? —Me acomodo teniendo su longitud aún un poco erecta y ambos gemimos ante el roce de mi movimiento.

—Las marionetas tienen cuerdas y son manejadas por alguien, siento que ese alguien ha dejado un único hilo para controlarme, para que no pueda huir de este mundo, pero haciéndome siempre partícipe de sus intenciones, jugando conmigo y llevándome hasta el límite.

Está poniéndole palabras a lo que siente. A cómo se siente.

—Friedrich, tú controlas tu propio destino —Le obligo a mirarme y le doy un beso de esquimal, rozando nuestras narices y aprovechando para darle un pico—. No eres dueño de tu vida porque las circunstancias impiden que cualquiera lo seamos, pero tienes el poder de cambiarlo, nunca pienses lo contrario...

—Antes me has preguntado cómo me siento —Se encoge de hombros y suelta un largo suspiro mientras se aparta los ricitos de la frente—. Y me siento manejable, aturdido, una broma para alguien o simplemente un peón que está esperando órdenes y no me gusta sentirme así, odio esa falta de libertad, preciosa. Necesito ser dueño de mi destino y si no puedo serlo, decidir quién lo será, pero jamás que lo sean sin mi consentimiento. No puedo con ello y me frustra demasiado.

—¿Y cómo puedes recuperar ese poder?

Me aúpa para retirarse por completo y me sienta sobre sus muslos mientras se deshace del condón y lo anuda antes de meterlo dentro del envoltorio que habíamos rasgado.

—Matando a Callum Sanders.

Por fin lo ha confesado en voz alta y con una testigo. Un pensamiento que le rondaba por la cabeza desde hacía mucho tiempo y que ahora ha sido capaz de reconocerlo.

Por primera vez escucho su nombre sin temblar y me asusta la reacción de mis pensamientos: yo misma quería que eso sucediera porque no sólo le daría libertad al hombre del que me había enamorado, también se lo daría a mi padre, le daría descanso a los que ya no estaban como Jutta, mi madre o Günther.

Sobre todo, me acojona pensar que la solución a mis problemas sería que Sanders dejara de respirar porque yo volvería a sentir que estoy viviendo y que no soy una superviviente.

Y me da pavor porque yo no soy de las que creen en la venganza o de las que se toman la justicia por su mano y ahora mismo, me aterraba que una pequeña parte de mí estuviera perdiendo la cordura y batallando con mi moralismo.

Una parte de mí quería entregar a Sanders a la justicia; la otra, lo quería muerto.

Era una dualidad que me estaba volviendo loca.

—No quiero que te manches más las manos, Friedrich. —Es de las pocas cosas que tengo muy claras—. No quiero que te pases veinte años en prisión por no darle tiempo a la justicia.

—Tengo las manos llenas de sangre, Nela —Cierro los ojos al sentir su caricia en mi mejilla— y lo peor es que no es mía.

Un escalofrío me recorre y la atmósfera que habíamos construido se desvanece cuando una duda se instaura en mi cabeza.

—Si tú... si lo tuvieras delante, ¿qué harías?

Suelta un suspiro y me pone su chaqueta sobre los hombros cuando ve mi piel erizada.

—¿Qué quieres saber exactamente, Nela? —Mantiene sus manos unidas alrededor de mi cintura—. ¿Si lo mataría o lo llevaría ante la justicia?

Asiento sin saber qué más decir.

—No lo sé —reconoce—. Me he puesto en situación miles de veces y siempre llego a la misma conclusión: no lo tengo claro.

—¿Por qué? —presiono un poco más.

A Narciso es complicado sacarle las palabras y a veces no sé hasta qué punto puedo empujar su paciencia, sus pensamientos y sus traumas.

—Porque se necesita mantenerlo con vida para acabar con sus mafias; si el líder cae, los demás pueden tomar medidas desesperadas, es necesario tenerlo con vida para que todas esas niñas puedan tener alguna oportunidad de salir vivas.

—¿Y dónde está el «pero»?

—Que cuando se trata de Sanders no puedo ser racional, preciosa. Lo quiero muerto y tengo demasiadas razones para ello: mató a mi hermana después de violarla pensando que yo me había fijado en una de sus mercancías, como a él le gusta llamarlas; torturó a la madre de mi mejor amigo y jugó con él a la ruleta rusa; intentó matar a la que ahora es mi nova y por el camino se llevó tu felicidad, a tu madre. Podría seguir dándote ejemplos en los que se encuentran Günther, Ancel, Nils, las torturas a Izima, el intento de secuestro a Martina y muchísimos argumentos más.

—Friedrich —Tomo su rostro en mis manos y le miro con seriedad—. Prométeme que, si algún día acabas con su vida, será en defensa propia o porque no tenías opción, no te manches las manos por tu necesidad de vengarte mientras lo enmascaras en que quieres hacer justicia, por favor.

Forma una línea recta con sus labios y me sonríe con tristeza.

No le estoy pidiendo que no lo haga, porque sería pedirle una locura que no podría cumplir. Tampoco me atrevía a hacerlo porque hasta yo tengo razones para querer apretar el gatillo y meterle una bala entre las cejas y debo ser realista: yo no lo haría, él sí.

—Friedrich, si tienes que hacerlo, sé que lo harás, pero no dispares más veces en contra de alguien si es una decisión que puedes evitar. No quiero tener que visitarte en la cárcel, ¿puedes entenderlo?

Había investigado la ley alemana y preguntado a mi padre cuando tuve la oportunidad porque necesitaba saber cómo podían estar tantos fuera de la cárcel en un país del primer mundo.

Y la respuesta había sido simple: los delitos que habían cometido se ajustaban al Derecho Penal Juvenil Alemán, el cual distingue tres categorías: impúberes, quienes son los menores de catorce años y son considerados en este país como incapaces de culpa; de los catorce a los diecisiete pueden ser responsables penalmente, pero siempre y cuando se estipule que son lo suficientemente maduros para tener conocimiento del carácter ilícito del hecho. Y por último los semiadultos, de 17 a 20 y que son considerados y tratados como menores cuando, en el momento del delito, su desarrollo mental corresponde al de un joven.

No había entendido mucho, pero sí que tenían todo orquestado y bien hilado para evitar que alguno fuera a prisión.

El problema es que en un año dejarían de tener 20 y empezarían a ser juzgados por lo que hicieran después.

—Lo entiendo —Me aparta el pelo de la cara—, y puedo prometerte que voy a intentarlo.

—No quiero salir con un asesino...

—Entonces deberías dejarme, porque es lo que soy —Se encoge de hombros, mostrando ese indicio que tanto odiaba de que ya iba a volverse hermético—. No quieres verlo, Nela, pero lo soy y créeme que me destroza saber que eso te decepciona.

—El día que todo acabe, ¿podrás dejar atrás ese lado de violencia y destrucción? Porque sé que odias incluso más que yo toda la agresividad en la que estás envuelto.

—Soy violento, preciosa, la cuestión es que tú me vuelves más humano, más pacífico, más persona y menos diablo.

—Nunca has dejado de serlo, es tu mecanismo de defensa el que te ha hecho actuar así para evitar ser dañado.

Cuando pienso que va a responder, me sorprende inclinándose hacia delante mientras lleva su boca a mi oído y tararea:

When my time comes forget the wrong that I've done. Help me leave behind some reasons to be missed, and don't resent me. When you're feeling empty keep me in your memory, leave out all the rest...

«Cuando llegue mi momento, olvida el mal que he hecho. Ayúdame a dejar algunas razones para ser extrañado y no me guardes rencor. Cuando te sientas vacía, mantenme en tu memoria, deja fuera todo el resto».

Disfruto escucharle cantar porque sin tener una voz prodigiosa, me resulta bonita y sé que es su manera de confesarme algo que no sabe cómo expresar con sus propias palabras.

La música era su manera de hablar, de abrirse al mundo y de ser un poquito más libre.

—¿Qué canción es?

Leave out all the rest de Linkin Park, ¿la has entendido? —Alza una ceja y pellizca el puente de mi nariz.

—No —reconozco—, pero la buscaré en algún momento.

—Dime alguna en español —pide y me sorprende gratamente—, alguna que te gustaría que yo descubriera su significado, algo que te identifique de alguna forma y que me acerque a ti.

Sonrío ante su confesión y no puedo evitar sentirme afortunada ante lo que estoy viviendo: a Friedrich le interesan mis gustos, mis pensamientos y lo que es más importante, le intereso yo de la forma más bonita del mundo.

—Hay una que me recuerda a cómo me voy sintiendo, que me hace sentir identificada en gran parte de la canción y... —Me callo porque es una tontería tener que justificarme—. Un millón de cicatrices de El Canto del Loco...

—Creo que vas a tener que mandármela por WhatsApp porque no hay forma de que descifre qué cojones acabas de decir.

Suelto una pequeña carcajada que se le contagia.

—¿Estás mejor? —Me muerdo el labio inferior.

—No, pero no estoy peor y eso te lo debo a ti; gracias por evitar que haga alguna locura o me encierre más en mí mismo.

—Si necesitas encerrarte, hazlo, pero déjame la llave para que pueda liberarte.

—¿Y tú? —Baja la mirada y sé que está rumiando algo en su cabeza—. ¿Quién te ayuda a ti si siempre eres nuestro salvavidas?

—Creo que no eres consciente de que cada vez soy menos insegura, me aprecio un poquito más y me siento más fuerte y querida, hacéis mucho, aunque me saquéis de quicio cuando decidís por mí sin pedir mi opinión.

Se queda mirándome y juraría que estoy leyéndole la mente, es algo así como un te-quiero-y-quiero-decírtelo-pero-aún-no-estoy-preparado-para-soltar-esa-faceta-mía-a-la-ligera.

—Venga, vamos, que estoy seguro de que a Tagliaferri le ha quedado claro que tú eres para mí y que yo soy tuyo.

Pongo los ojos en blanco.

—Está casado.

—Bueno, pues por una vez aprende de su ejemplo y cásate conmigo.

Ya no me sorprende su petición y empiezo a pensar que lo dice en serio, que lo que empezó como una broma es casi una declaración de amor diaria.

Pero como Narciso niega ser un romántico por mucho que yo opine lo contrario, no estoy segura de si lo dice en serio o si me está vacilando.

—En diez años.

Me sorprende buscando su móvil a tientas y antes de que pueda quejarme, busca en su calendario el año 2030, específicamente el 7 de abril y pone un recordatorio: Pedir matrimonio a Nela.

Sin emoticonos y siendo demasiado formal, pero apuntándose incluso la fecha exacta.

¡Hola! ¿Qué os ha parecido y por qué tan calladas señoritas?

¡No te olvides de votar y comentar si te ha gustado!

¿Esperabáis que os lo subiera con o sin detalles? JAJAJAJA ¿Cuál ha sido vuestra parte favorita del capítulo?

¿Tenéis alguna teoría sobre quién creéis que podría llegar a apretar ese gatillo contra Sanders? (Y por curiosidad: quién os gustaría que lo hiciera si eso pasara👀).

➡️Tu primer emoji es cómo reaccionarías si Narciso te pide que te sientes en su cara🌚

¿Estáis ya de vacaciones? Aquí en España estamos en pleno verano y con una ola de calor terrible socorro.

➡️No te olvides de seguirme en instagram y twitter para saber todas las novedades y adelantos exclusivos, soy ErideMartin.

¡Os quiero!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top