Achtunddreißig: El veneno se llama pánico.
Capítulo dedicado a cada una de las personas que están leyendo esto. Han sido meses duros y aun así me habéis dado apoyo continuo, os quiero muchísimo y perdonad por haber desaparecido. Han sido muchos meses de sanación, de encontrar trabajo, de tomar decisiones y de sufrir el síndrome del impostor, pero vosotras me habéis hecho sentir válida y quiero transmitiros que, gracias a vosotras, esta historia tendrá su final porque si creéis en mis personajes y mis historias, yo creo en vosotras y me hacéis sentir que vale la pena.
Os amo.
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Achtunddreißig: El veneno se llama pánico.
25 de junio, 2020.
Me sorprendió cuando mi padre permitió que Friedrich se quedase a dormir en casa, bueno, en la habitación de Thomas. Una habitación que me trae muy buenos recuerdos, pero que soy incapaz de entrar ahí sin sonrojarme.
Sin embargo, lo que más llamó mi atención fue cuando Jhon empezó a dar órdenes sin descanso, como si fuéramos a irnos a algún lugar que aún no podía especificar.
Ya estoy acostumbrada a esos mandatos por su parte. Dicta sentencia y por mucho que trates de descubrir qué es lo que ocurre, no es capaz de conversar sin tomar el control. Por mucho que se intente desafiar a Jhon, es casi imposible o al menos hay que pensárselo dos veces.
Todo lo que habíamos hecho por la noche había sido empacar lo necesario, Friedrich se había ido y, cuando había vuelto con las manos vacías, poco después llegó Hans junto a ese tal Emmanuel (otro de los guardaespaldas que conocía más por haber cuidado de Carol que por haber intercambiado palabras con él) con dos bolsas de deporte. No es que Narciso no pudiera cargar con sus bártulos, es que era necesario levantar mínimas sospechas porque sabíamos que lo más seguro es que estuviéramos vigilados.
Comprendí sin palabras que no se trataba de evitar a los malos y sobrevivir escondiéndonos; era más complejo que todo eso, había que distraerlos y marearlos hasta el punto de que pensaran que estábamos en mil sitios al mismo tiempo.
Y la forma de hacerlo es bien sencilla, pero peligrosa, terriblemente peligroso. Incluso yo debo moverme por diferentes lugares y, aunque agradezco poder respirar aire puro y mostrarme en lugares fuera de las cuatro paredes de lo que se había convertido en mi hogar, mi corazón no había parado de latir con fuerza en todo momento.
—¿A qué estamos esperando? —pregunto a Hugo que es el único que está conmigo en el salón de estar—. Que yo sepa, la reunión no va con nosotros.
—La de ahora no —Se sacude el pelo con la mano mientras sus ojos siguen enfocados en la pantalla de su móvil, de vez en cuando teclea y en otras ocasiones suelta una bocanada de aire llena de frustración antes de respirar hondo y cambiar el peso del cuerpo en el otro pie—. Pero en un rato nos darán indicaciones que deberemos seguir.
—¿Deberemos? —Frunzo el ceño y me levanto. Me sorprende la rapidez con la que bloquea el iPhone y lo guarda en uno de los bolsillos delanteros de su pantalón-que-habrá-costado-más-de-lo-que-me-atrevo-a-imaginar—. ¿Dónde están Friedrich, Hermann y Thomas?
—¿No deberías saberlo tú?
Pongo los ojos en blanco, algo ha tenido que frustrarlo para que vuelva a responderme con condescendencia. Hugo no es una persona capaz de ocultar su rabia, si bien es experto en poner una póker fase cuando está bien, es inepto para disfrazar su mal humor.
—Tienes razón —concedo porque lo último que necesitamos es crear una crisis interna cuando ya estamos todos con una crispación demasiado latente—, y tú también, ¿no?
—¿Yo? —Se sorprende y tengo que hacer mi mayor esfuerzo en no llamarle básico—, ¿por qué iba a saberlo?
—Porque son tus amigos, ¿quizás? —Me cruzo de brazos mientras Müller sonríe de medio lado, como si mi argumento tuviera un sentido real, pero que desaparece cuando se trata de él.
—Hermann está llevando a su padre y a su hermano al aeropuerto.
—¿Qué pasa con Gaaliyah? —La cara de sorpresa que Hugo pone consigue que me sienta orgullosa de haber sabido pronunciar bien el nombre de la madre del tatuado.
—Es una madre... poco convencional, si su hijo mayor quiere pelear, ella estará delante para recibir los golpes.
—Supongo que somos vivencias y la de ella es la de ser una mujer de la resistencia kurda... —Me quedo a mitad de frase cuando mi móvil suena y Hugo lo toma como la excusa perfecta para volver a centrarse en el suyo.
Desisto en intentar mantener una conversación y, a pesar de que un guardaespaldas y Friedrich vienen, yéndose el primero al lugar de reunión, me quedo paralizada leyendo una y otra vez el mensaje que Erlin me acaba de enviar.
Erlin: Joder.
Erlin: JODER.
Erlin: Me ha dejado.
Nela: QUÉ¿?
Erlin: NO ME HAGAS DECIRLO OTRA VEZ, POR FAVOR.
Mis dedos tiemblan al comprender con rapidez sus palabras y no puedo evitar dudar de si ha escrito lo que acabo de leer; conozco a mi amiga y conozco a mi hermano y, sé la adoración que sienten el uno por el otro.
No en vano he tenido que soportar cómo Thomas se tomaba su venganza personal cuando mi periodo bajaba de madrugada y él, al día siguiente, me contaba sus inquietudes, problemas y alegrías con la pelirroja, no es que a mí me molestase, es que él se encargaba de decirme algo así como un «te jodes por desvelarme con tus sangrados», cuando la única realidad es que Thomas estaba deseando ser escuchado por una amiga —o hermana— y su masculinidad no le permitía decirlo en voz alta.
Por eso me cuesta creer lo que acaba de decirme mi amiga y por eso mismo le resto credibilidad por mucho que sea injusto.
Las manos de Friedrich se posan en mis caderas y me atrae hacia él, permitiéndome inhalar su desodorante habitual.
—Thomas ha roto con ella —Alcanzo a decir en voz alta, lamentándome por no conseguir modular mi tono de voz—, ¿por qué ha roto con ella? —Soy incapaz de obligar a mis dedos escribir algo más, pero es que tampoco sé qué poner: "lo siento", "¿qué te ha dicho?", "¿te llamo?", no sé cómo actuar porque lo último que me esperaba es que Thomas hiciera eso, no dada la adoración que siente por Erlin; ¿soy horrible si no termino de creerme sus palabras?, sí, no necesito ni preguntármelo a mí misma y eso es lo peor—. ¿Por qué ha roto con ella?
Suspiro, sería fácil negar la realidad, pero Erlin es de las que nunca usan palabrotas si no es estrictamente necesario y sin decir nombres lo ha dicho todo.
Narciso me rodea con un brazo y me lleva hasta una esquina del salón, buscando algo de privacidad y al mismo tiempo permitiéndole a Hugo tener la suya.
Me toma de las manos y se agacha para estar más cerca de mí; me resulta entre tierno y doloroso puesto que sé que su espalda sufre cada vez que lo hace y no son pocas veces que tiene que hacerlo.
—Preciosa...
—Es estúpido si te pregunto si ya lo sabías, ¿no?
—Ya no sé si eres guapa siempre o si cada una de tus cualidades te hace ser más bonita.
Siento mis mejillas empezar a sonrojarse y trato de mirar por encima de la torre de músculos que tengo tapándome la visión sin éxito alguno.
—¿Algún día dejarás de tener esa capacidad...?
—¿Cuál de todas? —Alza una de sus cejas y noto cómo el cabello le ha crecido y los ricitos le caen por la frente cuando se agacha para darme un beso que no puedo evitar responder.
La sensación de sus suaves labios siempre me transmite una paz inexplicable, una electricidad que me revive el alma y que me vuelve loca en el buen sentido de la palabra.
Olvidándome un minuto de todo, me permito saludar a mi novio como dios manda, fundiéndonos en un vaivén de felicidad y una danza de amor y excitación que desearía que durase toda la vida.
Cuando nos separamos por aire tomo su camiseta con las manos y trato de ponerme seria, no enfadada, sino volviendo a una realidad de la que me alejo cada vez que estoy con él.
—Friedrich...
—Lo ha hecho por su bien. —No intenta distraerme ni ocultarme nada, demostrándome que lo que necesitaba era saludarme como Dios manda antes de hablar—. Créeme cuando te digo que si fuera por Thomas no hubiera dado un punto y final.
Thomas nunca toma decisiones rápidas, es de los que rumian cada paso que da o cada uno de los que retrocede y, se apoya en su gente de confianza, especialmente en su mejor amigo: Friedrich Vögel.
—Friedrich..., no es así, ¿por qué vas a dejar a alguien que quieres por tu bien?
—Porque te recuerdo que Erlin no sabe nada, no es idiota, preciosa, pero Thomas se niega a meterle en este mundo.
—Hasta Dani sabe cosas...
El carraspeo de Hugo nos hace girarnos a los dos y Narciso no me permite ver la lucha de miradas que mantienen pues ambos se quedan en la misma posición durante varios segundos.
—Si no sabes asumir responsabilidades, no pidas que te entiendan, hermano. —replica mi novio antes de volver a prestarme atención.
—¿Qué ha sido eso?
—Un toque de atención a uno de mis mejores amigos, ellos me los dan cuando los necesito y yo hago lo mismo con cada uno de ellos —Se encoge de hombros tras susurrarme al oído—. Erlin ni siquiera sabe quién es Sanders, no en el sentido biológico que conocemos, Dani más o menos con las pistas que le ha dejado Hugo se hace a una idea.
—No me jodas... —Se me escapa decir en español y cuando Friedrich se muerde el labio inferior recuerdo lo mucho que le pone escucharme en castellano.
—¿Qué? —Corrige su sonrisa socarrona casi al instante, volviéndome una vez más envidiosa de su capacidad para controlarse cuando ya está en puro descontrol—. Preciosa, si yo te hubiera conocido sin ser consciente de que ya habías nacido en este mundo y tuviera la mínima posibilidad de haber evitado que te inmiscuyeras, ahora mismo estarías fuera de mi vida, pero no puedo renunciar a ti, no cuando eres parte de este mundo y completas el mío.
—No es un buen momento para recordarte que eres un romántico por mucho que lo niegues, ¿no?
—Usaría a mi favor que nunca es un buen momento, pero como a ti sólo puedo ocultarte la verdad; que no es lo mismo que mentirte, porque yo no te miento, te diré que es el momento ideal ya que estamos rodeados de gente que tu padre ha contratado para mantenerte a salvo.
Me quedo sin respiración ante su declaración y los huesos se me enfrían, si es que hay alguna forma de poder sentir eso. Debería sentirme halagada ante una redención de Friedrich, pero entonces no estaríamos hablando de un Vögel, estaríamos hablando de una persona común y corriente, cosa que él, nunca ha logrado ni ha hecho el esfuerzo.
—Estás despidiéndote. —Suelto de la forma más cruda que Alemania me ha enseñado: sin intención de dañar, pero teniendo el filo del cuchillo siempre afilado, siempre.
—Sí, de alguna forma sí.
Ojalá fueras capaz de mentirme, Friedrich Vögel.
—¿Por qué?
—Porque sería inútil seguir fingiendo que contigo no soy todo lo que siempre critiqué de los hombres; pensando que, estaban siendo dominados cuando la puta realidad es que cuando un tipo como yo se enamora de una mujer como tú, sólo quiere hacerla feliz, conseguir su sonrisa y secar sus lágrimas mientras la sostiene como si el mundo se le cae encima.
—Mi corazón te pertenece, Friedrich, pero no me vengas con cuentos románticos ahora mismo, necesito que seas fuerte, necesito que seas tú.
—¿Quién eres tú y por qué pareces yo cuando hablas? —Sonríe de medio lado, adoptando esa postura de superioridad que le caracteriza y noto que está tentado a cruzar los brazos, pero se contiene, para Narciso es más importante poder mantener su cuerpo pegado al mío—. ¿No será que te tengo demasiado consentida, preciosa?
—Me gusta aprender del mejor y del peor... —Mi voz no titubea y continúo; él tiene miedo y yo estoy asustada a más no poder, pero me decido a encoger los dedos de los pies y ser la valiente por una vez, quizás por segunda o tercera vez—, quizás es que tu ángel decidió optar por pecar como si fuera un diablo; quizás me tocó humanizarte y a tú te viste obligado a espabilarme.
—Tal vez es que mi ángel es incapaz de comprender que su diablo la protege hasta el punto de hacerle confundirse.
—O por una vez es que tú eres el que no...
—Pasad —indica Hans en una de sus posturas autoritarias, de esas que muestran su profesionalismo ante todo y que no dan pie a imaginar que más de una vez le he visto sonreír—. Todos.
Trago saliva y me adelanto a apretujar la mano de mi novio, me aterra que esta pueda ser la última vez que lo note piel con piel.
Me devuelve el gesto y, su mano con mi mano, es lo único que necesito para recobrar un poquito de esperanza, muy poca, sí, porque el nudo de la garganta se mantiene, pero al menos las mariposas sustituyen un poquito al veneno llamado pánico que, se había instaurado en mi estómago.
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Lamento muchísimo no haber actualizado durante tanto tiempo, estaba sanando, acostumbrándome a trabajar (CELEBRAMOS QUE YA SOY FIJAAAAAAAAAA) y pues eso.
Que os quiero muchísimo, más de lo que Friedrich a Nela, ¡imaginaos cuánto!
¿Entendéis la razón de Thomas?, ¿qué pensáis que deparará en los próximos capítulos?
Denle gracias al restaurante vecino (trabajo en uno y cuando salgo de currar, paseo a mis perros y me voy al de al lado) que son venezolanos y me ponen tequeños clásicos y de plátano para que pueda escribir bien jeje.
¿Dónde están mis venezolanas? ¡Necesito recomendaciones culinarias para pedirles a mis vecis!
¡Os amo a todas!
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