Maratón ≈ Especial 1K leídos «2/4» {Dolor#★★}
Dolor#★★
01:56 a.m.
Esa era la hora que marcaba su reloj de pared, el cuidador miró una vez más a la puerta con cansancio. No podía creer lo que le hacía pasar, su pareja aún seguía en la calle y sabía que no estaba en el trabajo. El cuidador estaba sentado en el sofá, llamaba a su celular pero caía como si estuviese apagado, ya lo había intentado todo para ponerse en contacto con él... Pero mientras más lo hacía más le daba la impresión que su pareja no quería nada con él.
Intentó llamarlo una última vez y al escuchar el tono de apagado, lanzó su aparato a un costado y sus ojos se dejaron llevar por las emociones. Comenzó a llorar mientras abrazaba sus piernas y enterraba su rostro en sus rodillas. En ese momento, el estruendo de la puerta abriéndose fue lo que invadió el armónico silencio del salón. Su pareja entró tambaleante y cerró la puerta con fuerza, al escuchar el llanto fue hasta él y lo abrazó antes de preguntar.
- ¿Qué te pasa, amor?.
- ¡A-A-Apestas a alcohol!. - lloriqueó el otro intantando salir de su agarre. - ¡¿Por qué demonios n-no me contestas... te?!.
- Mi teléfono se quedó sin batería.
- S-Sí, claro. No te creo nada.
Su pareja prefirió no responder y solo lo atrapó entre sus brazos mientras lloraba. El cuidador estaba seguro de que nada de lo que decía era verdad, había apagado el teléfono a propósito para escaparse a tomar unas copas con los amigos, probablemente viéndose con otra y ... No quería pensar en que más podría haber estado haciendo. ¿Por qué últimamente salía tanto? ¿Acaso le gustaba? ¿Le gustaba hacerlo sufrir dejándolo solo en la casa?. El adulto más alto no permitió que saliera de sus brazos tan fácilmente, mientras el cuidador le reclamaba molesto y triste, su pareja solo lo miraba neutro esperando que terminara de regañarlo. En cuanto sintió que dejó de moverse y sus sollozos desaparecían cada vez más, le dió un beso en la frente para tomar sus manos con mucha delicadeza.
- Escucha, amor, - intentó ser dulce y suave con él. - lamento tardar tanto, no sabes por todo lo que tuve que pasar hoy.
- O-Otra vez con eso... - gimoteó el cuidador secándose las lágrimas. - Te llamé desde hace más de dos horas, trabajo en el mismo sitio que tú, sé a que hora sales de allí. Maldita sea, ¿Por qué demonios pretendes mentirme cuando ya sé que está pasando contigo?.
- Si tanto sabes, - su pareja perdió la dulzura de hacía un momento y soltó sus manos bruscamente. - ¿Qué pasa conmigo?.
- Eres un maltido celoso pero, no conforme, me eres infiel. ¡Hipócrita!.- en algún momento, se había prometido que no insultaría a su pareja por muy enojado que estuviese, pero este caso se había repetido ya 4 veces en el mes. - ¡Vas por ahí tomando y haciendo lo que se te venga en gana!, ¿¡Y yo qué!? ¡Todas las noches te espero como un imbécil!. ¡¿Acaso te gusta?!.
- ¡Si tú no metieras a la casa a tus amantes, a lo mejor estuviese más tranquilo!. ¡Soy el único que sale a trabajar en esta casa y así me tratas!.
- ¡No tengo ningún amante! ¡Tú eres el que va y me abandona aquí para irse de "aventura"!.
- ¡¿Por qué sigues convencido de esa idiotez?!.
- ¡Es la realidad, te gusta verme sufrir! ¡Ya no me valoras!.
- ¡Yo...!
Un llanto infantil y frágil provino de la planta de arriba, el bebé había despertado con la discusión y ahora estaba asustado. Aquello bastó para que ambos detuviesen la pelea y miraran el lugar de donde provenía aquel estruendoso ruido. El cuidador suspiró, levantándose con cuidado y dirigiéndose escaleras arriba hasta la habitación del niño, lo arrulló entre sus brazos, juntándolo a su pecho mientras le cantaba suavemente. El bebé se empezaba a calmar, hasta quedarse tranquilo del todo. El cuidador sintió que un tacto frío le rodeaba la cintura mientras oía una respiración casi en su oído.
- No quería gritarte. - se disculpó su pareja dándole besos calmados en el cuello. - Lo siento.
- Quiero... Estar solo un rato.
- Pero, amor, no es lo que piensas. No me gusta verte sufrir, lo único que quiero es pasar tiempo a tu lado.
- Déjame solo.- le pidió en un murmurllo sollozante.
Aunque le replicara mil veces, el adulto le negaba su compañía. Dejó al niño dormido en la cuna y se soltó del agarre para ir a su habitación, tomó la manta y su almohada. Acto seguido, bajó hasta el sofá y se acomodó para dormir; No le creía nada, ni las horas extra de trabajo y su moto dañada, nada. Eran mentiras y estaba completamente seguro de ello.
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