Capítulo 6: Nervios a flor de piel


Sí señores, Nanami, la grandiosa y absolutamente increíblemente segura de sí misma Nanami, está cagada y en proceso de vomitar lo último que comió y, por supuesto, no tengo ropa que ponerme para la fiesta.

Empecé a despotricar enfrente de mi espejo mientras mi madre seguía diciendo en voz alta "hay que ver con lo monísima que eres, no tienes ropa, esto no puede ser tienes que lucirte...blablá"

- Gracias por tu querido apoyo, madre, me encanta ver cómo me animas en mis peores días...

Entonces ella entra como un rayo a mi habitación con un plumero en la mano. Mierda esta armada...

- Señorita Nanami Johnson, ¿Cuántas veces te dije que fueras con tu hermana a mirarte ropa?, pero la señorita no me hace caso, ¿y ahora ves?, vas a ir a casa de unos chicos muy guapos y no vas a ir en condiciones.

Vale, mi madre cada vez se mete más en la boca del lobo...

- Mamá, yo no voy a ir a ligar, voy por Mirabelle, ella me insistió para que fuera.

Mi madre puso una sonrisilla cómplice y me dio un codazo.

- Lo sé tontorrona, ella me lo dijo que te invitaría, por eso fui previsora y te compré un precioso conjunto para que te luzcas en la fiesta.

- Pero mamá, yo visto muy rara y no sé si... (entonces lo vi oh madre mía de dios que preciosidad), ¡AHHH ME ENCANTA!

Entonces mi madre con una sonrisa triunfante me dijo:

- Lo sé querida mía, te conozco bien y conozco tus gustos- me dijo sonriéndome y ondeando aquella maravilla de la costura- te dejo sola entonces, arréglate deprisa, que no quiero que los hagas esperar.


Entonces se marchó de mi habitación, dejándome con la boca abierta. Era increíble, me quedaba perfecto, y lo mejor, hacía juego con mis ojos dispares.

Me senté en frente de mi tocador y me dispuse a cepillarme mi largo pelo. Lo cierto es que hacía tiempo que no tenía un aspecto tan bueno y, por así decirlo, me daba una cierta confianza, pero cuando pensaba en ir a casa de Mirabelle, se me hacía un nudo mayor en el estómago.

Además, cuando Steve está cerca de mí, me quedo como en blanco y no séqué hacer, es como si me quitaran las pilas. Odio quedar como una idiota, pero no puedo evitarlo.

Decidí no maquillarme, (maravillas de la piel japonesa, no se necesita maquillaje). Decidí optar por al menos un poco de eyeliner, que hacía parecer mis ojos más grandes y llamativos.

Si os soy sincera, jamás fui a una fiesta, la verdad es que nunca me atrajeron, pero decidí que ya era hora de hacer algo nuevo, diferente a lo que acostumbro a hacer (para alegría de mi madre).

Bajé las escaleras y me encontré a mi hermana, roncando en el sofá (como no hermanita, tu a tu ritmo).

- Déjala descansar, vino muy cansada de la universidad, dentro de poco serán los exámenes y necesita energía.

Ya ya...exámenes...yo conozco mejor a Yukiko que mamá y sé que ella no es precisamente una "santa".

- Bueno, pues que descanse. Nos vemos luego mamá- le dije con voz monótona y sin ganas.

Entonces mi madre se puso seria y me cogió del brazo:

- Hija, diviértete, sé feliz, no te recluyas de aquellas cosas que puedan hacerte feliz. Tienes que disfrutar porque la vida enseguida se apaga y nos quedamos con lo que vivimos. No tengas miedo a ser como eres, porque eres muy especial y valiosa y ya es hora de que el mundo lo vea.

- Vale mamá, lo intentaré- dije con una sonrisa, para variar, sincera.

Sujeté con más fuerza el bolso y crucé la calle. Justo cuando iba a tocar la puerta, empecé a escuchar música y risas, espero que no haya más gente...

https://youtu.be/tWK5opxv1zo

Entonces justo ÉL me abrió la puerta. Mis colores subieron rápido por mi cara, y la forma en que me miraba no ayudaba.

- Hola Steve, ¿Qué tal? - Le dije con una sonrisa tímida.

- Vaya, esta vez te animaste a decir algo más que ayer-dijo giñándome un ojo.

Madre mía, tierra trágame, que vergüenza, por dios que deje de mirarme así, si no para me empezaré a enterrar bajo tierra y no saldré jamás.

Como si él leyera mi incomodidad, me volvió a sonreír y me dijo.

- Vamos Nanami, pasa y tómate algo, estamos todos en el comedor, ven conmigo-dijo sujetándome el brazo y guiándome por la casa.

Cuando Steve y yo entramos al salón, Erik y Mirabelle se nos quedaron mirando como platos.

Yo sabía que ella me pediría explicaciones ante tal acontecimiento.

- ¡Oh! pero que monos os veis...-Dijo juntando sus manos con una expresión soñadora.

- Oh vamos Mirabelle, relájate un poco, y si quieres buscarle novio a alguien, búscaselo a tu hermano...

Un Erik aludido se puso más serio y empezó a reírse de pronto.

- No Steve, las mujeres no son para mí...soy demasiado complicado.

Entonces, la carabina Mirabelle le dio un golpecito con suficiente fuerza que casi hace que se le caiga el vaso, y empezó a gruñir.

- Hermano mío, no te des por vencido, hay alguien para ti en este mundo, y yo pienso encontrártelo, ya verás.

Ante esa proposición lo único que nos queda a todos es reírnos.

Yo sabía que Mirabelle intentaría por todos los medios hacer de carabina de todos nosotros, excepto de sí misma, es la típica persona que le importa más la felicidad de otros que la suya propia. Eso la hace ser leal y de buen corazón, lo que suele traducirse en sufrimiento.

Miraba a mis nuevos vecinos de nuevo y no pude evitar suspirar, por fin los nervios iban desapareciendo, pero entonces Steve se sentó a mi lado.

- ¿Quieres que te enseñe la casa? -me dijo al oído.

- Bueno, yo no quiero molestar, si eso otro día puedo verla.

- No, no, vamos, no me molesta, además así dejamos discutir a estos dos- dice poniendo su mirada divertida sobre Erik y Mirabelle.

Empezamos a caminar por toda la casa, lo cierto es que era preciosa, con una terraza genial, llena de césped y de flores. Las estancias estaban decoradas con gran cariño y, en cada rincón de la casa, había fotos de ellos tres. En ellas se notaba el increíble cariño que se profesaban.

No me pasó desapercibido el hecho de que durante el recorrido no me enseñó una de las habitaciones del piso de arriba. Aun así, no me atreví a preguntar el motivo, quizás no le gustaba que los desconocidos entren en su dormitorio.

Eran las siete de la tarde, por lo que Steve me propuso ir a la terraza a tomarnos una limonada.

El sol empezaba a ocultarse y la brisa empezó a soplar. Evité pensar en aquel sueño que tuve en mi bañera, y lo del incidente de la ventana. Cuanto más miraba a Steve más extraño me parecía. Era una gran incógnita, un enigma que quería descubrir.

La tarde pasó apaciblemente, hablando de cosas banales, sin importancia. Lo cierto es que la fiesta fue estupenda, me lo pasé realmente bien, pero ya era hora de ir a casa.

Mirabelle me fue a despedir a la puerta y con un abrazo y un beso me deseó buenas noches.

Erik, al ser un caballero cortés, solo me dirigió unas buenas noches con la mano en el corazón y una pequeña reverencia. Y Steve, él se limitaba a mirarme con mucha intensidad.

Me despedí de todos ellos y me marché a casa.

Mi familia tiende a acostarse temprano, y como yo estaba en frente de casa, mi madre no me esperó. Eso era perfecto, porque quería evitar las preguntas... al menos esta noche.

Un torbellino de emociones me recorría la piel, por primera vez me sentía viva, era tan extraño y... gratificante.

Cuando me puse el pijama, decidí ir a mi ventana para respirar aire fresco y así templar mis pellizcos emocionales.

La brisa me acarició la cara suavemente y me hizo sentir bien. Miré las estrellas con una cara risueña y con paz interior. Cerré mis ojos ante la sensación maravillosa de la tranquilidad de la noche, y entonces vi como en la habitación de enfrente, había alguien observándome, en la misma posición que yo.

Por las sensaciones que sentía, aunque no le veía, sabía que era Steve, entonces le saludé con la mano y cerré mi ventana.

La noche fue deliciosa.

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