Capítulo 13
He aquí el resumen de la situación hasta el momento: tenía algo así como 40 horas para reunir a la hermana de Bel Ami con él y luego llevarle el anillo a Giorgio. Y lamentablemente, en este punto, estaba estancada, ya que debía esperar. Y no había nada peor como tener que esperar y no tener nada que hacer para darle a mi cerebro el permiso absoluto de torturarme con sus pensamientos. Así que hice lo único que podía hacer estando en esta situación para ignorar mis pensamientos y desquitarme por todo lo que estaba sucediendo. No vería a Bel Ami hasta la cena pero no era aquello lo que me mantenía distraída y me atormentaba sino que el hecho de preguntarme si Jack había sabido del cambio de planes de Giorgio.
Vendé prolijamente mis manos y miré por un instante el saco que colgaba delante de mí antes de atacarlo. Era sábado, y luego de horas de lección sobre interrogatorio John me había dejado libre. El problema era que no quería estar libre, porque si salía de nuevo a la calle entonces tendría tiempo para pensar y eso era lo peor que me podía suceder ahora mismo. Ni siquiera la soledad y el aire fresco podrían ayudarme ahora a aclarar mi mente. Así que me había dirigido al gimnasio que había dentro de las instalaciones. No estaba exactamente vacío, pero mientras el tiempo avanzaba y mi energía seguía sin disminuir, el poco personal terminó partiendo para la hora del té.
Sinceramente, poco me importaba la hora del té en este momento. Ni siquiera había logrado dormir bien durante la noche. Golpee con fuerza el saco mientras lo maldecía por haberme quitado el sueño. Giré sobre un pie y luego le di una patada consiguiendo que se sacudiera completamente. Suspiré y ajusté el nudo que mantenía atado mi cabello de un modo tirante antes de volver a ponerme en posición de ataque y seguir golpeando. Actuar era una cosa, pero en este momento necesitaba golpear algo hasta que simplemente no pudiera más para despejarme y estar en paz.
¿Por qué había tenido que aparecer y solucionar mi problema? No quería estarle agradecida, no quería deberle ningún favor ni nada. No quería pensar en él y en lo que le había hecho porque entonces me sentía terriblemente culpable por todo lo que le había dicho al momento de pedirle que nunca más volviera a aparecer en mi vida. Había sido una maldita perra con él. Lo había atacado con mis palabras donde más le dolía para asegurarme que no deseara volverme a ver nunca más. Me había burlado de él y de sus inseguridades. Había sido exactamente el tipo de persona que más odiaba con él. No me sorprendía entonces si ahora me devolvía el golpe de este modo.
Me tenía merecido eso y mucho más. Maldita sea, me había burlado del hecho que no pudiera mirarse al espejo sabiendo que toda su vida su familia se había burlado de él y lo había tratado de fenómeno por tener heterocromía. Había traicionado su confianza siendo consciente que él no confiaba nunca en nadie. Byte tenía razón, había sido cruel con él, una basura como chica. Y posiblemente jamás me perdonaría por eso. Pero había sido necesario, por su bien, para que nunca más me utilizaran en su contra. Y posiblemente jamás pudiera confesarle aquello. De todos modos, ya no importaba, porque no había vuelta atrás de lo que había hecho y tampoco podría solucionarlo. No si su padre había hecho lo que yo creía que había hecho.
Quise gritar y me arranqué con furia los auriculares cuando empezó a sonar McFly. Maldije el aleatorio del Ipod y lancé el aparato lejos, sobre unas colchonetas que había en el suelo para evitar que mi furia le costara la vida. Volví a atacar la bolsa como si realmente pudiera olvidarme de todo así. La golpee con toda mi fuerza, ignorando el dolor, ignorando el agotamiento que lentamente comenzaba a deslizarse sobre mi piel. No me importaba nada. Y sabía que estaba mal castigar a mi cuerpo de ese modo por lo que había hecho pero necesitaba hacerlo, necesitaba desquitarme con algo o terminaría por odiarme a mí misma más de lo que ya lo hacía.
Me dejé caer en el suelo cuando ya no pude más, cuando finalmente llegué al borde y temí romperme. Crucé mis piernas y apoyé mi cabeza sobre mis manos negándome a creer que el escozor en mis ojos eran lágrimas. Presioné las palmas de mis manos contra mis ojos. No lloraría, yo no lloraba, no por esto. Había sabido al momento de conocer a Jack, de lentamente enamorarme de él, que nada bueno podría salir de aquello y que no debía cruzar esa línea. Había leído suficientes libros de espías y visto demasiadas películas como para saber lo que aquello implicaría. Y aún así no le había dado importancia, había dejado de lado todo junto con las advertencias de mi hermano y lo había intentado. Y ya casi había pasado medio año desde entonces. Debería olvidarlo. Había sido tan solo algo de un verano. Nada más. Y no podía ser nada más tampoco.
¿Por qué tenía que ser él? ¿Por qué Lionel tenía que haber hecho lo que yo creía? Y era horrible, porque una parte de mí sabía la verdad y deseaba encontrar al responsable del mal de mi padre más que nada pero otra parte también deseaba que Lionel no fuera aquel hombre. ¿Porque entonces cómo vería a Jack de ser así? Y tal vez, solo tal vez, ya no quería saber la respuesta de esa pregunta. Tal vez, si tan solo hubiera hecho como mamá y aceptado que existían algunas cosas que realmente no queríamos saber, no hubiera terminado metida en esto. Hubiera seguido tranquilamente con mi vida, pretendiendo que no me importaba mi soledad, aceptando simplemente los días buenos y los días malos de Ethan, saliendo todas las noches, Cam seguiría siendo mi mejor amiga. No tendría que preocuparme sobre estar siempre alerta o asuntos secretos.
—Parece como si alguien creyera que puede deshacerse de lo que la perturba con golpes. Ya he estado allí y no siempre funciona.
Me sorprendí al escuchar aquella voz y reconocerla. Bajé las manos y me puse de pie de un salto. Ethan me sonrió y abrió sus brazos luego de soltar y dejar caer su bolso a un lado. Lo abracé sin pensarlo, hundiendo mi rostro en su suave abrigo de pana. Él me rodeó con cuidado con sus brazos sabiendo que el contacto seguía siendo un asunto delicado para mí. Aspiré con placer el CK que solo usaba mi hermano y años atrás había aprendido a reconocer como suyo. Y a juzgar por lo que había visto había vuelto entero y en buen estado. Ninguna herida grave o algo de lo cual preocuparme.
—¿Me extrañaste? —pregunté.
—Siempre, Em —dijo Ethan—. Nunca dudes de eso. ¿Y tú? ¿Me extrañaste?
—No había nadie que me diera dulces.
—Siempre pensando en el azúcar antes que en mí —dijo él y nos sonreímos mutuamente cuando finalmente nos separamos.
—¿Por qué apareces recién ahora? Te necesitaba ayer a la noche, no ahora mismo —dije y respiré profundamente para calmarme—. No importa. Otro ya solucionó ese asunto.
—¿En qué andas metida, Em? —preguntó Ethan.
—Esa clase de problemas en los que solo yo me meto —respondí y enseguida él me miró incrédulo y con preocupación como si siempre fuera lo mismo—. Tranquilo. Tengo todo bajo control. Estoy bien.
—Tus puños no dicen lo mismo —dijo él tomando mis manos y entonces notó los pequeños lugares donde las vendas se habían manchado con sangre de tanto golpear y tan fuerte—. ¡Emma!
—Estoy bien —repetí y recuperé mis manos—. ¿Puedes simplemente confiar en mí? Esto no tiene nada que ver con lo que crees, soy solo yo y mis pensamientos. Y no ando metida en nada peligroso, sabes que los hombres de traje no me dan misiones de riesgo. Siempre me tocan las cosas aburridas.
—Todavía no estás preparada como para tomar el tipo de misiones que yo tomo, ni siquiera yo estoy preparado para tomar cualquier tipo de misión. Esto es como un juego, avanzas de nivel con el tiempo.
—Lo que sea —dije y recogí mis cosas—. ¿Cómo estuvo Sudáfrica?
—Creí que el calor me mataría. ¿Por qué los criminales dicen siempre las mismas cosas? No te saldrás con la tuya. No te haces una idea del negocio que tenían armado allí unos traficantes. ¿Y tú? ¿Cómo estuvo Londres?
—Agitado —dije y suspiré—. No te haces una idea de en lo que terminé metida.
—No quiero saber. ¿Verdad? —dijo él y le indiqué que me siguiera a las duchas.
—No, realmente no.
—Adelante Em, acaba con mi paz interior y mi buen ánimo.
—No, realmente no quieres saber. Hablo en serio, Ethan.
Dejé mi bolso sobre un banco y Ethan se sentó a su lado. Me metí en una ducha y me deshice de mi ropa de entrenamiento. Abrí el agua y disfruté de lo cálida y refrescante que se sintió. Me quité las vendas e hice una mueca al ver que la piel de mis puños estaba roja e irritada y los nudillos lastimados y sangrando un poco. Había sido una buena idea quitarme las vendas lejos de la vista de Ethan. Y tal vez le había dado demasiado duro a la bolsa. Pero había sido necesario, realmente lo había necesitado, y era mejor desquitarme de esta forma a no hacerlo y contenerme. Suspiré, apoyando mi cabeza contra los azulejos y sintiendo el agua golpear mi nuca.
—¿Ethan, puedo hacerte una pregunta y me responderás como hombre? —dije.
—Te recuerdo que soy tu hermano así que ten cuidado con lo que preguntas —dijo él y sonreí apenas al comprender su advertencia.
—Tranquilo, no va por ese lado. Piensa en tu mayor inseguridad, aquella que te guardas solo para ti mismo y difícilmente le confiarías a alguien. ¿Qué sentirías si la chica por la que estás loco se burlara de eso aún sabiendo lo que significa como para que lo calles de todos?
—Emma —dijo Ethan y supe por el tono de lástima y reproche lo que seguía—. Por favor dime que no le has hecho eso a un hombre.
—No me respondiste.
—Me sentiría terrible. ¿Ok? Sería desgarrador. Porque si le confié a ella aquello, admitiéndole también lo que significaba para mí y por qué callaba, lo peor que podría pasarme es que entonces ella se burlara a consciencia de eso. Sería como una puñalada en la espalda. Imagínalo, ponte en ese lugar.
—Sería horrible —susurré.
—Exacto —dijo él—. Ahora dime que no lo has hecho.
—¿Cómo crees que me deshice de él y me aseguré que no volviera a acercarse? —pregunté y Ethan guardó silencio—. Temo que he herido mucho a un buen chico.
—Sí —Dijo Ethan.
—Fui mala —susurré—. Pero era lo mejor. Y aun así él sigue cuidando de mí, creo.
—Emma, esta vida requiere sacrificios. Y muchas veces eso implica dolor. Yo no sé que pasó, y realmente no soy nadie para decirte qué hacer o darte consejos en este caso. Tan solo te puedo decir que es parte de lo que implica ser un espía. Tomamos la decisión de tener esta vida, y tenemos que aceptarla tal como es.
—Nunca me advertiste que yo misma podría herirme de este modo por un chico.
—No creí que lo harías.
—Tal vez debí haberte escuchado con más atención.
—Sí, bueno, el asunto terminó siendo más complicado de lo que había supuesto. Lo siento.
—No sientas nada, yo sola me metí en esto. Es solo la culpa. Un pequeño momento de debilidad. Ya pasará. Tan solo necesitaba hablar contigo y que me escucharas. Gracias por eso.
—No es nada, sabes que siempre lo haré.
—¿Qué crees que debería hacer?
—¿Sinceramente? No lo sé. Intenta pasar la página, Em. Deja el libro y toma otro. Cambia el foco de tu vida si es necesario, concéntrate en otra cosa y no pienses en ello.
—Será algo difícil, hermano, mientras tenga que hacer de Antígona.
—Entonces limítalo al teatro, sufre lo que sientes solo en escena —dijo Ethan—. Aprovecha que eres Antígona para llorar todo lo que quieras por dejar a Hemón sin desearlo, sin que nadie sepa la verdad detrás.
—Gracias. Tienes razón.
Cerré el agua y cogí la toalla. Me ocupé de secarme y vestirme rápidamente antes de salir de la ducha. Ethan me echó una mirada a cómo estaba vestida y luego al pequeño bolso junto a él. Sí, no volvería a casa esta noche. Metí las zapatillas dentro, estaba segura que las necesitaría luego. En realidad, tendría que aprovechar todo el tiempo que tuviera para descansar porque luego no me detendría hasta el lunes al amanecer. Cuarenta horas para recuperar a una chica, reunirla con su hermano, entregarle el anillo a un mafioso extremadamente peligroso que salía con mi prima y entregarle un cuadro a un chico con el cual no sabía como tratar.
—¿Tienes una misión? —preguntó Ethan.
—Ya casi termino. Tendré el código que los hombres de traje quieren para el lunes.
—¿Código para?
—Mandar un infiltrado a una reunión de mafias. Tan solo hay un par de cosas que necesito hacer antes.
—¿Cómo estuvo la noche de estrellas? Lamento no haber llegado a tiempo.
—Tan solo recuérdame no volver a bromear con Taylor Swift durante un largo tiempo —dije y él apenas si contuvo su sonrisa.
—¿Fuiste Taylor Swift? ¿En serio? —Dijo Ethan y lo miré seriamente mientras me peinaba.
—Ríete y eres hombre muerto. Al parecer alguien consideró divertido devolverme la broma y vengarse de ese modo de mí.
—Pues ese alguien tiene todo mi respeto.
—Además de cantar Lies de McFly.
—Mi absoluto respeto.
—Suerte que eres mi hermano.
—Y te amo por eso, Em.
—Te extrañé —susurré sonriendo y él me devolvió la sonrisa.
—Lo sé. Yo también —dijo Ethan—. No me perdí de mucho estando afuera. ¿No?
—John me estuvo haciendo compañía mientras no estabas. ¿Lo has visto?
—Todavía no me he puesto al día con él.
—Me está enseñando para que sea interrogadora. Ya sabes, luego de que al parecer tú fracasaras terriblemente en aquel rubro.
—Por favor dime que no te contó sobre eso —dijo mi hermano tirando su cabello hacia atrás y sonreí.
—No, pero ahora me has dado curiosidad. Le preguntaré la próxima vez. Cuando no estabas John me llevó a un interrogatorio para que viera cómo es. Quise intentarlo. En cinco minutos conseguí más del hombre de lo que ellos habían conseguido en horas. Dice que tengo potencial.
—No lo dudo. Solo yo sé lo difícil que es ocultarte información o tener secretos contigo —dijo Ethan—. ¿Entonces interrogadora?
—No lo hagas.
—¿Qué no haga qué?
—No me mires como John hace, no tú Ethan —dije—. Sé lo que estás pensando, que me parezco a él.
—Papá era interrogador.
—Lo sé.
—Tan solo... es escalofriante el modo en que cada día te pareces más a él, en que me recuerdas a papá —dijo Ethan—. No quiero que termines igual, Em. Porque temo que estés siguiendo su mismo camino. Y no quiero que la historia se vuelva a repetir porque no sé si él hubiera querido que tú siguieras sus pasos.
—¿Y qué hay de ti? —pregunté y Ethan sonrió tristemente.
—¿Recuerdas nuestros juegos? Yo no fui quien los inventó. Me divertía tanto con papá y sus juegos. Él también me hablaba en otros idiomas, jugábamos con el tiempo del microondas, jugábamos al escondite y a descifrar códigos, pretendíamos que nuestras armas de juguete eran reales. Él me prometió que cuando tuviera la suficiente edad me contaría todo, y que entonces me dejaría decidir qué tipo de vida deseaba.
—Entonces no tienes modo de saber si no deseaba lo mismo para mí también.
—Lo asesinaron, frente a mí. Vi con mis propios ojos desde donde estaba escondido cómo lo mataban. Y no pude hacer nada. Tan solo pude pensar en huir y correr tan lejos como fuera posible, ir a donde me sintiera seguro. Y eso era contigo porque, de algún modo, tú siempre fuiste más fuerte que yo en ese sentido. Sabías aceptar las cosas y guardar la calma —dijo Ethan—. Lo del trauma no es tanto una cubierta, esa fue la peor noche de mi vida.
—No te preocupes por mí. ¿Ok? —dije y me acerqué para tomar sus dos manos—. Solo porque te recuerde a papá no significa que la historia se repetirá conmigo. Además te tengo a ti para cuidarme.
—John no pudo salvar a sus hermanos. Y se suponía que ese era su deber, era el mayor.
—¿No sabes nada de la vida? Para eso estamos nosotros, para no cometer los mismos errores que la generación anterior —dije apretando mi agarre y sonriéndole—. Y no lo haremos.
—Sin secretos —dijo Ethan.
—Somos espías, no puedes pretender que no haya secretos. ¿Cuál sería el sabor de la vida sin ellos? —dije y lo solté—. Ahora, debo irme.
—¿A dónde? —preguntó Ethan y me detuve para sonreírle luego de coger el bolso.
—Tengo una cita, o algo así.
—¿Una cita? ¿Con quién?
—Nadie que quieras saber o conocer, créeme.
—¡Emma!
Reí antes de correr lejos y dejarlo atrás. Ethan eventualmente sabría con quién andaba a través de Diana. Mi hermano era muchas cosas, pero no era hipócrita, y él realmente no era nadie para decirme con quién salir y quién no. Y a pesar que él no diría nada era mejor que no supiera con la clase de chicos con los que me juntaba, solo para no torturarlo. Jack era una cosa. ¿Pero Bel Ami? Era mejor no imaginar lo que mi hermano diría de solo escuchar el alias. Mejor ahorrarse la posible situación y no alterarlo en vano. Además, tenía la situación perfectamente bajo control. De hecho, mejor de lo que se podía esperar. Este juego era mío.
Bel Ami se estaba quedando en un pequeño departamento cerca del Madame Tussauds que prefería no imaginar cómo había conseguido ni a qué mujer había tenido que seducir para tomar prestadas sus llaves. Llamé a la puerta una vez que estuve allí y él me abrió a los pocos segundos. Comprobé la hora y dejé el bolso a un lado al entrar. Lo miré de soslayo al pasar a su lado, siendo consciente que era tan peligroso como me habían advertido antes de conocerlo. Apenas pude contener mi sonrisa, se había equivocado mucho al creer que podía conmigo.
—No creí que vendrías —dijo Enzo.
—No es correcto negar una invitación —respondí—. Lamentablemente no tengo mucho tiempo, mi vuelo sale a medianoche.
—¿Te vas? —preguntó él.
—Sí, pero estaré de vuelta para el lunes por la mañana. ¿Tienes el cuadro?
—Por supuesto. ¿Crees que eso es mucho para mí? Extraño gusto en arte tiene él.
—Posiblemente otro cliente se lo haya pedido. Es un administrador, intercambia favores por otros, no un criminal.
—Fui a Cambridge. No sé cuántas veces me fijé en esa casa antes de aceptar que era la misma dirección. Encontré a una familia de origen galés que acaba de volver de visitar a un pariente enfermo. Ya no está más. Se evaporó, como si simplemente nunca hubiera estado allí.
—Es el mejor en lo que hace.
—No dudo de ti —dijo Enzo.
Lo miré, y él me sonrió con una oscura diversión antes de ofrecerme algo de tomar. No, nada de alcohol esta noche. Tenía trabajo que hacer, y ahora mismo era la agente Emma Bright. Además, ya conocía ese truco de darle alcohol a la chica. Me senté en el canapé que había en la sala y él sirvió la cena. Lo admito, él cocinaba ricos ravioli. Aunque, por otra parte, vivía solo, por supuesto que había aprendido a valerse por sí mismo y desde muy temprana edad. Y al mirarlo por un momento pensé en el chico que había comenzado vendiendo sus dibujos en la calle, posiblemente nadie en aquel momento hubiera creído que terminaría siendo un ladrón y falsificador.
—Tus manos, están lastimadas —dijo él.
—Lo sé, tuve un duro entrenamiento hoy.
—Eres una chica ruda. ¿No? Metiéndote en departamentos de ladrones, haciendo tratos con mafiosos, divirtiéndote con el enemigo —dijo Enzo sonriendo—. Eres realmente bastante excepcional.
—Y no te haces una idea de cómo terminé metida en este mundo.
—Adelante. Conoces mi historia. Merezco la tuya.
—Mi hermano había desaparecido en acción y yo terminé en medio de los cuarteles del Servicio Secreto descubriendo toda la verdad sobre él. Los hombres de traje no me dejaron opción. Me metieron en un tren, con destino a París, con la misión de concluir lo que mi hermano no había podido, y acompañada de un agente que aseguraba que terminaría muerto por tratar con una Bright. Ahora, cómo terminé aceptando el puesto que tengo ahora, esa es otra historia.
—¿Por qué aceptaste el trato conmigo?
—Porque eres una buena causa, y sabía que no me darías el anillo de otro modo. ¿Cómo hiciste para robarlo?
—Un ladrón jamás revela sus trucos —dijo Enzo sonriendo—. ¿Cómo hiciste tú para encontrarme y saber que era yo si ni el mismo Giorgio con toda su gente pudo?
—Un espía jamás revela sus secretos.
—Touché —dijo él y suspiró—. Nunca tuve la oportunidad de agradecerte por decidir ayudarme en esto. ¿Hay algo que pueda hacer para recompensarte?
—Podrías darme el anillo ahora —dije y él sonrió.
—No Emma, nuestro trato es bastante claro en ese sentido —dijo Enzo—. Devolveré todo lo que robé cuando tenga a mi hermana de regreso.
—Sinceramente no me importa el resto, tan solo quiero el anillo. Pero te conozco, y no me lo darás por nada ahora. No hasta que no tengas a tu hermana. Y aún así no tengo modo de saber que lo harás.
—Cumplo con mi palabra. Intenta tú hacerlo con la tuya.
—Siempre lo hago.
—¿Y Janus?
—Cumple con sus negocios.
—Eso espero.
—¿Por qué? ¿Temes que no lo haga? —pregunté y sonreí apenas al mirarlo—. Para eso estoy yo, para asegurarme que cumpla con su palabra.
—Sí, es cierto. ¿Lo conoces hace mucho?
—Eso no importa. Es extraño, dices que simplemente me olvide de él y me preguntas al respecto.
—Que te olvides no significa que simplemente no puedes responder unas inocentes preguntas sobre él —dijo Enzo y reí.
—Vamos, seamos sinceros, nuestras preguntas poco tienen de inocentes —dije y él sonrió—. Haz lo mismo que yo, simplemente olvídate de él.
—¿Eso hiciste tú?
—No, porque olvidar no sirve de nada. Creo que debemos recordar el pasado pero sin dejar que este nos afecte.
—¿Y entonces por qué no lo dejas ir?
—Aún te falta mucho si crees poder leerme, estamos los dos jugando este juego.
—Entonces podemos hacerlo a la antigua, como lo hacen todos —dijo él levantándose y me ofreció una mano, también me puse en pie—. Podría preguntarte sobre tus gustos, las cosas que te interesan. Podríamos hablar hasta que simplemente te tuvieras que ir. Ya sabes, podríamos simplemente pretender que en realidad no vemos más allá de lo que todos muestran, que cuando nos conocimos no leímos al otro como un libro familiar.
—¿Haces eso con todas las chicas? Ya sabes, las lees como un libro y luego te comportas como sabes que debes hacer para conseguirlas según lo que leíste —dije y Enzo sonrió—. Debe ser fácil conseguir entonces cualquier cosa que desees de ellas.
—Sí. Por alguna razón soy Bel Ami —dijo él—. El problema es si una chica realmente me interesa.
—¿Por qué? —pregunté.
—Porque entonces no quiero ser un Bel Ami con ella —respondió él—. Y es difícil, sobre todo si ella conoce mi fama. Y aún más si ella está del otro lado y trabaja para el Servicio Secreto.
—Sí, suena bastante complicado.
—¿Todavía tengo tiempo antes que te vayas? —preguntó y asentí—. ¿Podemos pretender que no somos quienes somos sino simples adolescentes?
—¿Por qué querrías hacer algo así?
—Porque entonces no se sentiría tan extraño desear a una espía. Y quiero tanto besarte.
—Ya lo has hecho.
—No como es debido.
—¿Y qué te detiene?
—El hecho de que no respondiste a mi pregunta el otro día, y temo conocer la respuesta.
—No tienes modo de saberlo —dije y él acarició suavemente mi mejilla.
—He dejado que me utilicen muchas veces, Emma. Por despecho, por venganza, para dar celos, para pretender que era otro o simplemente para estar con alguien —dijo él—. Pero esta vez no quiero ser nada de eso. ¿Cómo sé que no me estás utilizando?
—Tú podrías estar haciéndolo conmigo.
—Jamás.
Bel Ami se acercó más a mí y me besó. Al principio fue suave y lento, con el sabor del poco vino que había tomado. Y le devolví el beso, con sencillez, siendo perfectamente consciente de sus manos. Me paralicé al sentirlas deslizarse por mis brazos. Maldición, odiaba que me tocaran, realmente odiaba que me tocaran. Me traía malos recuerdos y había muy pocas personas con las que me sentía segura como para permitir que me tocaran un mínimo. Bel Ami alejó sus manos al sentirlo y enseguida las cogí para asegurarme que no volvieran a estar sobre mí. Quizás realmente debí haber aceptado ver a un psicólogo luego del caso Pandora.
No siempre había sido así, no siempre me había incomodado que otros me tocaran. Y tan solo el tiempo había revelado poco a poco qué tanto lo sucedido aquella vez en París me afectó. Había pensado que se iría, que eventualmente lo olvidaría o lo superaría como el temor a las armas, pero no había sido así. Podía soportarlo sobre el escenario cuando estaba actuando porque en ese entonces era mi personaje pero fuera de allí era casi imposible. La primera vez que me registraron al entrar a los cuarteles del Servicio Secreto casi había entrado en pánico cuando me habían puesto las manos encima.
Solté las manos de Bel Ami una vez que él comprendió que era mejor así y que la otra vez no había hecho exactamente lo mismo a causa del alcohol. Dejó de besarme y simplemente me miró. Sonrió cuando me acerqué aún más a él, como si fuera a besarlo otra vez o pensara que obtendría más. Deslicé una mano dentro del bolsillo de su chaqueta y entonces saqué un fino brazalete de brillantes, sencillo y sin mucho valor en realidad, y su expresión cambió totalmente. Cualquier felicidad se eliminó de su rostro y entonces fue mi turno de sonreír.
—Increíble. Realmente creíste que podrías conmigo —dije—. Pensaste que caería tan fácil como cualquier otra chica y podrías robarme. ¿En serio creíste que no lo sabría? No tienes idea de con quien tratas.
—No es posible, no tienes modo —dijo él y lo miré mientras volvía a ponerme mi brazalete—. Nunca antes alguien me ha...
—¿Qué? ¿Atrapado? ¿Descubierto? Tan solo estabas pretendiendo para conseguir la garantía que quieres. Yo cumplo con mi palabra, y Janus también, así que no tienes que robarme aquello que tiene valor para mí ni utilizarme como garantía con él. Y solo para que lo sepas, por eso lo eché de mi vida, para que sujetos como tú no pudieran hacer esto o peor.
—¿Cómo...?
—¿Lo supe? Fácil. Sé en quién confiar y en quién no. Fue la primera cosa que él me dijo cuando nos conocimos, nunca confíes en nadie. Y tú estabas siendo demasiado gentil y oportuno como para ser real considerando tu fama. Un consejo, ten más cuidado con tus palabras. No sospeché de ti hasta que volvimos de Cambridge. En realidad tan solo querías saber qué robarme para tener tu garantía, y ni siquiera acertaste del todo.
—Es la cinta roja. ¿Verdad? —dijo él con seriedad y levanté mi mano, haciendo que todos los brazaletes retrocedieran y dejando al descubierto la cinta atada en mi muñeca.
—¿Esto? Es para la buena suerte. Pero ese es tu problema contigo, no me conoces, no del todo, y jamás hubieras adivinado lo que más valor tiene para mí. Buen intento —dije y pasé a su lado para irme—. Intenta escoger mejor a tu víctima la próxima vez.
—Bien jugado, Bright —dijo Bel Ami a mi espalda y me detuve.
—No te servirá de nada jugar a ser él —respondí—. Y solo para que lo sepas, es: brillante Bright.
—Solo por curiosidad. ¿Estabas pensando en él cuando te besé?
—Sabes que no responderé aquello.
—¡Supéralo de una vez, Emma! Janus ya se olvidó completamente de ti. Ya no le importas —Dijo él y sonreí apenas.
—Te equivocas tanto si crees que puedes romperme con eso para quitarme información.
—Tan solo es la verdad. Siguió adelante, está con otra.
—No, no es cierto.
—¿Y qué me dices de Rose?
—Excepto que ahora le guste el incesto, lo cual dudo seriamente, estás equivocado —dije—. ¿Crees que sería tan tonta como para dejar que mis sentimientos me cegaran? ¿Que sentiría celos y creería lo que no era? Es estúpido como la gente siempre comete ese error. Sus labios no estaban hinchados, sus pupilas tampoco estaban dilatadas y tenía el cabello perfectamente peinado. Sus manos, por otra parte, estaban demasiado limpias e impecables pero con un fino e imperceptible polvillo que es residuo de los guantes de goma. Él tenía una herida recientemente cosida, ella fue a atenderlo. Lo conozco.
—Ya veo —dijo Bel Ami.
—Ahora, creo que quedó bastante en claro que no me gustó tu pequeño juego. Quiero el cuadro y el anillo a primera hora del lunes en el puente Westminster.
—No te daré nada de eso si no tengo primero a mi hermana.
—Haz lo que te pido y tendrás a tu hermana en ese preciso instante. Un simple intercambio, no te debería ser muy difícil. Si no cumples o intentas jugarme algún truco entonces no solo te entregaré a Giorgio sino que dejaré a tu hermana a disposición de los hombres de traje, seguro ellos podrán encontrarle un buen hogar a ella. Te estoy dando la oportunidad de cogerla y rehacer tu vida fuera del mundo criminal con ella tal como deseas, tómala o déjala.
Cogí mi bolso y partí sin darle oportunidad de nada más.
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