Epílogo.

Caballo de Copas despierta con el galope de un caballo. No entiende muy bien dónde está ni qué es lo que ha pasado para acabar allí. Cuando abre los ojos cae en la cuenta de que el caballo en el que está sentado no es el suyo. Se encuentra recostado sobre lo que parece el tonificado pecho de otro ser humano y, al mirar su alrededor más inmediato, encuentra que está rodeado por unos brazos fuertes cubiertos hasta el codo por las mangas rojas de una camisa. Con sus manos toma las riendas del caballo en el que ambos van montados, siguiendo algún camino que él no conoce, hacia alguna parte que tampoco conoce.

Al levantar la vista se encuentra a sus acompañantes de viaje prosiguiendo el mismo camino. Caballo de Oros habla con Sota de Oros mientras van dando un paseo.

Sota de Oros: Estuviste genial, ya sabes, o sea, antes, en lo del Joker.

Caballo de Oros: No es para tanto, simplemente estaba harto...

Sota de Oros: ¡Qué va! Si no fuera por ti a saber cómo estábamos ahora. Actuaste en el momento exacto.

Caballo de Oros se sonroja.

Caballo de Oros: Jejeje, no era mi intención... Simplemente estaba harto de que todo el mundo me llamase feo. Que ya sé que lo soy, o sea, pero que me lo llame ese... Pues, mira, por ahí no paso.

Sota de Oros: Yo no creo que seas feo.

Caballo de Oros se sonroja. Nunca había oído esas palabras de la boca de Sota de Oros, o si las había oído no le había dado suficiente importancia.

Caballo de Oros: Jeje, muchas gracias, Sota de Oros, tú tampoco estás nada mal.

Sota de Oros se sonroja.

Sota de Oros: P...pero...

Caballo de Oros: Debe ser que hoy es viernes. Creo.

Pasos más adelante van Caballo de Espadas y Sota de Copas, cabalgando. Le sorprende a Caballo de Copas que Sota de Copas vaya en su caballo y sepa manejarlo como si tal cosa, porque no tenía ni idea de que supiera montar a caballo. Pero no le da más vueltas, al fin y al cabo no hay nada que Sota de Copas no sepa.

Caballo de Espadas: He pensado en que voy a seguir adelante.

Sota de Copas: Anda, si me hablas. Haces bien, lo del incesto era un pozo sin fondo.

Caballo de Espadas: Tanto para mí como para Sota de Espadas, lo mejor es que trate de superar todo lo que ha pasado. Quizás sea difícil dejar de pensar en ella del modo en el que lo he hecho todo este tiempo, pero valdrá la pena esforzarse.

Sota de Copas: Quién te ha visto y quién te ve.

Caballo de Espadas: En el fondo es algo que siempre he tenido en mente. O al menos, he querido tenerlo en mente. La mejor manera de acabar con mis pensamientos no es alejarme de Sota de Espadas hiriendo sus sentimientos como intenté hacer, sino afrontando mis problemas directamente. Quién sabe, quizás me apunte a un goukon cuando vuelva a mi país.

Sota de Copas: Puedes apuntarte cuando lleguemos al Reino de Bastos, dicen que hay buenos goukons, aunque, claro, probablemente vayáis con prisas.

Caballo de Espadas: Sí, probablemente vayamos con prisas, pero quién sabe, en cualquier parte puede estar el amor esperándome. Fuera de mi familia, claro.

Sota de Copas: Me alegro mucho por ti, Caballo de Espadas. Voy de buenas.

Caballo de Espadas: Lo sé.

Más adelante va Sota de Espadas con un mapa, en soledad, sin apartarse del camino ni del pergamino en cuestión. Caballo de Espadas se baja de su caballo para acercarse a ella.

Caballo de Espadas: ¡Sota de Espadas!

Sota de Espadas: Ah, hola, Caballo de Espadas.

Caballo de Espadas: ¿Cómo vas?

Sota de Espadas: Aquí, con el mapa. Parece ser que después de Indura, a pocas millas, se encuentra la Capital del Reino de Oros. Según el mapa tenemos que pasar por allí antes de desviarnos hacia la entrada del Reino de Bastos.

Caballo de Espadas no dice nada y simplemente sonríe, feliz de estar donde está y con quien está.

Sota de Espadas: ¿Qué te pasa?

Caballo de Espadas: Nada, que hace mucho tiempo que no estamos así.

Sota de Espadas: Sí, supongo.

Si se para a pensarlo, la espadachina cae en la cuenta de que probablemente desde sus tiempos en la Corte Real del Reino de Espadas no habían hablado en tanta confianza y en tono de cordialidad. Desde que entró en los Caballeros del Reino de Espadas, con tal de mostrar firmeza y talento por el mundo, adquirió una imagen de frialdad ante todas las personas que la rodeaban, incluido su primo, para el que tampoco quería que se descubriera su secreto. A pesar del aprecio que sentía hacia él, se había creado una coraza y siempre acababa tratándolo con brusquedad. Llegó a aislarse tanto que, en muchas ocasiones, le molestaba que su primo hablase tanto o incluso su simple presencia.

Caballo de Espadas: Si te cansas de ir tú con el mapa, puedes dármelo a mí.

Sota de Espadas: Pero, es que...

Caballo de Espadas: Yo ya no estoy perdido, he encontrado mi camino...

Sota de Espadas sonríe y le da el mapa.

"Le ha dado el mapa a Caballo de Espadas", piensa Caballo de Copas, que lo observa todo desde la lejanía y se siente como en una especie de sueño febril. Con la gente que hay a su alrededor, puede figurarse quién es el caballero misterioso que lo lleva en su caballo, pero, por si acaso, gira ligeramente la cabecita para observarlo con sus propios ojos. En efecto, se encuentra con ni más ni menos que Caballo de Bastos, sin su armadura y con la camisa rota.

Caballo de Bastos: Anda, por fin te has despertado.

Caballo de Copas: Eso parece.

Caballo de Bastos: ¿Estás bien?

Caballo de Copas: Eso debería preguntártelo a ti.

Caballo de Bastos: Ah, sí, jeje. Muchas gracias por salvarme, por cierto.

Caballo de Copas: ¿Salvarte? No hice nada, soy un inutil.

Caballo de Bastos: Qué va, qué va, por lo visto tuviste que curarme tú.

Caballo de Copas: Pero... ¿No fue Sota de Copas?

Caballo de Bastos: No. Me encontré con Sota de Copas después de salir de esa sala. Después me dijo que habías tenido que gastar mucho poder mágico, probablemente por haber conseguido hacer una curación. Tuviste que canalizar mucho poder o algo así.

Caballo de Copas: ¿Ah, sí? Pues no sé por qué. Bueno, sin más. ¿Y tú qué haces aquí? No se supone que te ibas a ir por ahí a cazar trolls por la vida.

Caballo de Bastos: Bueno, eso... Lo hemos dejado atrás. Al final hay otras circunstancias por las que tengo que ir al Reino de Bastos.

Caballo de Copas: ¿Y Sota de Bastos?

Caballo de Bastos: Ah, ahí, por detrás. ¡Sota de Bastos!

Sota de Bastos va en un caballo, cosa que le sorprende a Caballo de Copas, que nunca le había visto mostrar sus dotes de jinete, ni siquiera con el caballo de su compañero. Y, de hecho, parece que no tenía muchas de esas dotes, porque va algo atrasado con respecto al resto y no se ve como que domine mucho la situación.

Sota de Bastos: ¿Qué c*ño pasa, c*brón? ¿Te vas a reír de mí?

Caballo de Bastos: No, es que se ha despertado Caballo de Copas.

Sota de Bastos: Ah, hola, Caballo de Copas, ¿estás bien?

Caballo de Copas: Eeeem, claro, ¿por qué no iba a estarlo?

Sota de Bastos: Porque estabas inconsciente.

Caballo de Copas: A ya.

Sota de Bastos: Muchas gracias por salvar a Caballo de Bastos. Creo que me equivoqué contigo. Eres el p*to amo.

Caballo de Copas se sonroja.

Caballo de Copas: G...gracias...

Sota de Bastos sigue a lo suyo, que bastante tiene. Caballo de Copas vuelve a girarse hacia Caballo de Bastos.

Caballo de Copas: ¿Por qué tiene ahora un caballo?

Caballo de Bastos: Lo compramos antes de venir a Indura, para tardar menos.

Caballo de Copas mira hacia atrás, observando a Sota de Bastos. Caballo de Bastos mira a Caballo de Copas.

Caballo de Bastos: Si quieres ir con él, puedes, no se va a molestar.

Caballo de Copas: No. Estoy bien aquí.



NAIPES: UNA HISTORIA DE FANTASÍA (O UNA FANTASÍA DE HISTORIA). FIN.



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