Capítulo 45: Sir Robert.

La noche pasó sin pena ni gloria en medio del bosque. Cenaron unos peces que pescaron por allí. Durante la pesca, Caballo de Espadas y Sota de Espadas no cruzaron palabras. Esta seguía pensando en que, por una cosa o por otra, su primo la odiaba o, por lo menos, ya no la quería. Lo que no sabía seguro era si su repentino desagrado era porque había descubierto su lado pervertido o porque se había cansado de su indiferencia. Sea como fuere, por primera vez, Caballo de Espadas empezaba a ocupar su mente.

Al día siguiente, despertaron bien pronto, con la intención de emprender su viaje hacia el Reino de Bastos para llegar cuanto antes. O al menos eso creían. No pensaron en que, al despertarse tan pronto, sus cuerpos y mentes se cansarían antes de tiempo.

Sota de Oros: Ufff... Llevamos un trote...

Caballo de Oros: Pues sí, necesitamos un descansito...

Caballo de Copas: No soy de darles la razón a los cayetanos, pero sí, esto es agotador. Solo quiero sentarme, tomarme un copazo y reposar la cena de anoche, que, por cierto, estaba asquerosa.

Caballo de Espadas: La próxima vez pescas tú.

Caballo de Copas: No me da la gana, aportad algo el resto, que buena falta os hace.

Caballo de Espadas: ¿Estás insinuando que no aportamos?

Sota de Bastos: Creo que sí.

Caballo de Espadas: Pues, para tu importación, todos aportamos algo a este grupo. De hecho, yo creo que yo mismo aporto más que tú, que lo único que haces es quejarte.

Caballo de Copas: ¿¿¿¿Perdona???? Yo aporto mucho, que sepáis que la noche esa en la cueva fui YO quien os sacó las castañas del fuego. Qué poco os acordáis de las cosas cuando no os conviene.

Caballo de Espadas: La cueva, siempre la cueva. Un día aportas algo y tienes que recordárnoslo toda la vida.

Caballo de Oros: Dilo. A mí lo único que me aporta es chuling.

Caballo de Copas: Tú te callas por feo.

Caballo de Espadas: Como siempre, atacando el físico de los demás, como si él tuviera mucho que decir.

Caballo de Copas: Más que tú y que todos los que hay aquí excepto Sota de Bastos y, por mucho que me duela, tu amiguito el cayetano guapo.

Sota de Copas: No seas malo...

Caballo de Copas: ¡¡Se están metiendo conmigo!! ¡¡Se están metiendo conmigo!! Y tú, rubito, ¿no vas a decir nada?

Caballo de Bastos sigue caminando sin decir ni pío. No parece ni que esté escuchando la conversación, como si no fuera con él.

Caballo de Copas: ¡¡Pero bueno!! ¿Osas ignorarme? Después de que te ayudara con lo de ayer...

Sota de Bastos: Normal que te ignore, con lo pesado que eres.

Caballo de Espadas: Ja.

Caballo de Copas: Grrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr.

Y golpea el brazo de Caballo de Bastos.

Caballo de Bastos: ¡Ouch! ¿Pero se puede saber qué haces?

Caballo de Copas: ¿No les vas a decir nada? Se están metiendo conmigo.

Caballo de Bastos: Ah, perdón, no estaba escuchando, estoy un poco cansado, tengo sueño... De todos modos, ¿por qué tendría que salir a defenderte? Al fin y al cabo tú siempre te metes conmigo.

Caballo de Copas rabia más. "Lo sabía, estaba teniendo sentimientos con la persona equivocada", piensa, mientras sigue rabiando. "¡Solo me quiere para fornicar! ¡Solo me quiere para fornicar! Y eso que no hemos fornicado, pero ya lo sé, solo hay que verlo... Esa actitud... Me pone de los nervios. En la cama si me quieres, pero ahora...", rabia.

"¿Por qué estás sacando conclusiones extrañas? Tú mismo has dicho que no os habéis acostado". Sota de Copas entra en la mente de Caballo de Copas sin que este lo pida.

"¡C*ÑO PERO ESTO QUÉ ES!", grita Caballo de Copas en su mente. "Ya no puede uno ni pensar en sus cosas tranquilo".

"No podía no enterarme de tus pensamientos en un momento como este", comenta Sota de Copas mentalmente. "¿Cuánto tiempo llevas escuchando mis pensamientos?", responde Caballo de Copas. "Desde hace nada, justo cuando has dicho lo de rubito. Quería saber qué estabas pensando de Caballo de Bastos. Has reconocido que estabas teniendo sentimientos con él. Pero lo de que solo te quiere en la cama no tiene sentido, ni siquiera lo sabes", le replica.

"¡Pero vamos a ver! ¡Déjame tener mi intimidad! Y no tengo sentimientos por él... Solo era una forma de hablar o de pensar o lo que sea...", dice mentalmente Caballo de Copas.

Caballo de Oros: Qué calladito se ha quedado jejeje.

Caballo de Copas vuelve al mundo real.

Caballo de Copas: Me aburrís. De todos modos os estaba dando la razón a vosotros dos, ¿por qué de repente os pusisteis en mi contra? ¿Es que todos me odian?

Caballo de Bastos: Con razón.

Caballo de Copas: ¡¡Pero bueno!!

Caballo de Bastos: Era broma, era broma...

Caballo de Copas: Grrrrr. ¡Además tú mismo dices que estás cansado! ¿No lo habéis oído? El propio Caballo de Bastos está cansado. Esto es agotador.

Sota de Espadas: Caballo de Copas tiene razón. No vendría mal descansar.

Caballo de Espadas se sonroja. "Pero... Sota de Espadas...", eso es lo que quería decir y lo que hubiera dicho en esta situación, pero antes de articular palabra recuerda que estaba intentando alejarse de ella. Y se lo estaba tomando muy en serio, porque no decía ni palabra.

Las palabras de Sota de Espadas sentaron cátedra, así que decidieron darse un descansito en la primera aldea con la que se toparan.

Caballo de Copas: Ahhh, qué linda aldea y qué linda taberna. Mirad, mirad, vamos a tomarnos unas cervecitas.

Sota de Bastos: Cervecitas...

Caballo de Bastos: Unas cervecitas de p*ta madre.

Sota de Bastos: Con el estómago vacío saben mejor...

Sota de Oros: Puaj.

Caballo de Copas: Vosotros bebed el Don Perignon ese o como se diga. Dejad disfrutar a los demás. Me voy a beber 20 cervezas.

Sota de Copas: No puedes pasarte con el alcohol, Caballo de Copas.

Caballo de Copas: Pero si tú eres la que más te pasas con el alcohol.

Sota de Copas: Yo bebo con moderación cuando hay que beber con moderación.

Caballo de Oros: Venga, vamos a entrar ya, anda.

Entran a la taberna y se sientan en el sitio más grande que hay. Una mesa redonda con nueve asientos. Ellos son ocho y sobra una silla. Caballo de Copas decide usarla para reposar sus pies, pero antes de que pudiera asentarlos, un tío había plantado sus posaderas en la silla.

Caballo de Copas: ¿¿Pero??

El señor llama al cantinero, como si nada. Nadie parece extrañarse.

Señor: ¡¡Una pinta!!

Caballo de Copas: ¿Nadie va a decir nada de este señor que se ha sentado aquí?

Sota de Bastos: ¡¡H*stia!! ¿Pero cuándo ha aparecido?

Caballo de Bastos: J*der, ¿pero esto es normal que pase?

Caballo de Oros: Que yo sepa no...

Caballo de Espadas: ¿Qué problema tenéis? El hombre no tenía donde sentarse y se ha puesto en la única silla que había libre en la taberna. Simplemente, sed más educados con la gente que os rodea.

Caballo de Copas: La taberna está literalmente vacía.

Caballo de Espadas mira a su alrededor.

Caballo de Espadas: Pues es verdad...

El cantinero le trae su pinta al misterioso hombre. Va vestido con ropas algo elegantes, con los colores del Reino de Oros. Los allí presentes le escudriñan para ver qué pueden sacar de todo esto. Tiene toda la pinta de ser un Caballero, por los colores de su indumentaria. "Tiene buen porte", piensa Caballo de Espadas. "Seguro que es un Caballero". Pero nadie se inmuta a decirle nada. Tal vez porque todos esperan a que otro sea el primero en intervenir.

Caballo de Copas: Eeeeem... Oiga, señor...

El hombre no se inmuta. Pasa olímpicamente de Caballo de Copas mientras coge la jarra de cerveza y se la acerca a la nariz para hacer una cata como si de un vino Gran Reserva se tratase. Caballo de Copas rabia para sus adentros, ¿qué le pasa hoy a todo el mundo que les ha dado por ignorarle? Está ya un poquito cansadito. Entonces, el hombre se acerca la jarra a los labios y se la bebe entera de un trago. El resto de los allí presente tiene los huevos por corbata. No se atrevían a decir palabra. ¡Qué porte que tenía el señor! Entonces, deja de un golpe la jarra en la mesa, haciendo que todos se estremezcan del susto o lo que fuera la sensación desagradable que les provocaba toda aquella situación.

Señor: Bueno.

Caballo de Copas: Ay madre.

Nadie dice nada. Les da miedo.

Señor: Me llamo Robert. Sir Robert Lujia.

Caballo de Copas: ¿Y?

Caballo de Oros: Eso digo yo, ni que sea famoso o algo como para presentarse como dándose importancia, o sea...

Sota de Copas: ¿Y qué quiere decir eso?

Sir Robert: Sir Robert Lujia, de la casa Lujia de Grandragón.

Sota de Oros: ¿Y qué casa es esa?

Caballo de Oros: No sé, no lo he oído nunca.

Sota de Oros: En fin, cada día hay más casas nobles que no conoce ni su padre a la hora de comer.

Sir Robert: Soy Sir Robert Lujia, de la casa Lujia de Grandragón. Caballero del Reino de Oros y miembro del Escuadrón de Guardianes de las Tierras Sur del Reino de Oros.

Sota de Bastos: J*der, qué nombres más largos tienen los escuadrones de por aquí.

Caballo de Oros: Me dice eso y me quedo como estoy. Es que no tengo ni idea, o sea, ni idea.

Caballo de Espadas: ¿Y qué le hace sentarse con nosotros, Señor Lujia?

Sir Robert: He venido a capturarle a usted, Señor Caballo de Espadas Varyia. Y, lo que es más importante, a Doña Sota de Espadas Varyia.

Sota de Espadas se levanta y desenvaina su espada.

Caballo de Espadas: ¡¡Qué manía tiene todo el mundo con que soy menos importante!!

Y se levanta de mala gana, desenvainando su espada.

Sir Robert: Vaya vaya, yo que pensaba en que se iban a entregar directamente... Se están oponiendo a la autoridad del Reino de Oros.

Sota de Espadas: No tengo pensado entregar mi cabeza al Rey de Oros, la verdad. Aparta, Caballo de Espadas, déjame acabar con él.

Caballo de Espadas pone mala cara. Tenía que contestar a Sota de Espadas, por mucho que le doliera.

Caballo de Espadas: No. Él mismo ha dicho que viene también a capturarme. Esto me afecta personalmente. ¿En qué lugar me deja como caballero el no librar mis propias batallas?

Sota de Espadas: Pero no entiendo por qué viene a capturarte, si no se le pone precio a tu cabeza.

Una punzada de dolor atraviesa el corazón de Caballo de Espadas. Había ido a donde dolía. Sí, nadie pagaba nada por su cabeza, a pesar de ser uno de los más válidos espadachines de su Reino, el Reino de los espadachines, pero aquello era demasiado hiriente. Porque es su prima y se lo perdona todo, que si no la dejaba de hablar de verdad.

Sir Robert: Pues porque dos cabezas valen más que una.

Sota de Copas: También son más difíciles de conseguir que una.

Sir Robert: Riesgos que hay que asumir...

Caballo de Copas: Lo que no entiendo es que digas que dos cabezas valen más que una. O sea, si eres Caballero y tienes que entregar criminales a tu reino, ¿por qué ibas a entregar a personas que no están buscadas como criminales? No tiene ningún sentido, disculpa que te diga.

Todos se quedan mirando a Caballo de Copas. Ha dicho algo con sentido. Algo en lo que nadie había caído. Si Sir Robert venía como Caballero del Reino de Oros, ¿para qué quería la cabeza de alguien que ni siquiera era buscado? ¿Para qué querría trabajar más? Sir Robert rabia.

Caballo de Copas: Y, otra cosita, ¿por qué dices que dos cabezas valen más que una? ¿No se supone que deberían valer lo mismo? Los Caballeros, por lo menos en mi país, son funcionarios que cobran un sueldo fijo. No te pagan más por llevar más cabezas o menos.

Sir Robert rabia. Un chavalín acababa de desmontarle frente a todos los allí presentes y no sabía dónde meterse.

Caballo de Espadas: Tiene razón. Conteste, ¿por qué dice que dos cabezas valen más que una?

Sir Robert: Es una forma de hablar...

No sabe dónde meterse. Como no le queda otra y si habla más le van a tirar más de la lengua, decide levantarse y desenvainar su espada y que sea lo que sea.

Caballo de Copas: ¿Por qué se levanta y desenvaina su espada? ¿He dicho algo que le ha desmontado? Uuuupsss.

Sir Robert: Soy un Caballero del Reino de Oros. Me da igual que un adolescente en la edad del pavo insinúe lo contrario.

Caballo de Copas: No estoy insinuando lo contrario. Y no soy un adolescente, tengo 19 años. Lo que pasa es que no soy un viejo cochambroso como tú.

Sir Robert: No soy un viejo cochambroso, tengo 27 años. Y, entonces, ¿qué se supone que estás insinuando?

Caballo de Bastos: Claramente que no estás cumpliendo tus obligaciones como Caballero.

Caballo de Copas: Pues qué mal se conserva... Jijiji...

Sir Robert: ¿Que no estoy cumpliendo mis obligaciones como Caballero? Voy a entregar a una de las criminales más buscadas, y además a su primo, que se rumorea que comete el delito de incesto.

Caballo de Copas: Upppssss, pillado...

Caballo de Espadas: No consiento que vierta difamaciones sobre mi persona, o tendré que vertir yo difamaciones sobre la suya.

Sir Robert: Son habladurías, pero eso tendrá que ser juzgado...

Caballo de Espadas: ¿Juzgado? Aunque así fuera este país no tiene jurisdicción sobre mi persona.

Sota de Espadas: No le hagas caso, solo intenta provocar.

Caballo de Copas: Sí, sí, provocar.

Caballo de Bastos: Lo que quiere decir nuestro compañero es que usted, a pesar de ser Caballero, en estos momentos no está obrando como Caballero. Habla como si buscara una recompensa. Deje de poner excusas, quiere la recompensa por la cabeza de Sota de Espadas y lo que sea que le de quien sea por la de Caballo de Espadas (hay mucho fetichista de cabezas en el mundo).

Sir Robert: ¿Ah, sí? ¿Y como me explica que quiera entregar una cabeza a mi Reino para conseguir la recompensa si siendo Caballero, al estar cumpliendo mi deber, no se me debería ninguna recompensa? Esto ya se me está pagando con mi sueldo.

Caballo de Copas: Por favor, tú solito te desmontas, es lo que estoy diciendo.

Caballo de Bastos: Porque formas parte de la Sociedad de Cazarrecompensas.

Todos, menos Caballo de Copas y Sota de Copas, se quedan alucinados, nadie se esperaba este plot twist o este posible plot twist, porque quizás fuese solo una conjetura de Caballo de Bastos.

Caballo de Copas: Lo dicho...

Caballo de Bastos: Usted no puede entregar directamente a Sota de Espadas al Rey de Oros, porque no obtendría ninguna recompensa, porque ya gana su sueldo fijo de Caballero, que no va a dejar de ganar por no llevar ninguna cabeza. Así que, para ganar algo, aunque sea menos que su valor real, decide entregarla a la Sociedad de Cazarrecompensas, que está detrás de ella. Lo mismo con Caballo de Espadas, porque siempre puede haber alguien que quiera su cabeza, aunque no sea el Rey de Oros.

Sir Robert rabia. "Y parecía tonto el tío", piensa mientras no puede disimular el chirriar de sus dientes.

Sir Robert: ¿Y para qué quería esas recompensas? Si ya tengo la recompensa.

Caballo de Bastos: Por avaricia. No lo critico por ello, yo también opino que cuanto más dinero, mejor.

Caballo de Espadas rabia. Está muy enfadado. Empuña su espada con fuerza. Hay algo en todo esto que no le ha gustado nada pero nada.

Caballo de Espadas: No puedo perdonarlo... No puedo perdonar esto...

Caballo de Copas: ¿Y a este qué le pasa? ¿Está sediento de atención otra vez?

Caballo de Bastos: Tampoco es para tanto. Yo también dejé eso de ser Caballero por ser un cazarrecompensas. La pela es la pela.

Caballo de Oros: Bueno, pero es que este técnicamente no ha dejado de ser Caballero. Y sigue ahí cobrando su sueldo, mientras está ganando pasta por otra parte, intentando valerse de su condición de Caballero. Es un poco fraudulento, o sea.

Caballo de Espadas: ¡YO NO LO PUEDO PERDONAR!

Y se abalanza sobre Sir Robert, espada en mano, buscando pelea en medio de la taberna. La poca gente que hay por allí se queda pistacho. No era una aldea muy grande y no solía haber forasteros. Esta vez había demasiado forastero y encima están montando el espectáculo. Un señor borracho empieza a jalear.

Señor: Vamos, ¡vamos! ¡Dale!

Sir Robert bloquea la espada de Caballo de Espadas, que ya se lo esperaba. Confiaba en la habilidad de un Caballero del Reino de Oros, aunque también sabía que en este país no son tan lúcidos con la espada como en el suyo. Él podía vencerle sin problema. Enzarzándose en un cruce de espadas, tirando alguna de las sillas y mesas de su alrededor, se hacen ajenos a la taberna y a sus acompañantes. "¡Yo voy con el que tiene pinta de pringao!", dice un hombre. Otro empezó a hacer una porra sobre quién ganaría la batalla. De momento las apuestas daban como favorito a Sir Robert por 4 a 1.

Caballo de Espadas: ¡Estás manchando el nombre de Caballero! No puedo permitir una conducta así.

Sir Robert: Y tú te has lanzado a atacarme sin avisar. Eso no es muy caballeroso por tu parte.

Caballo de Espadas se queda pensativo. Sir Robert tiene razón en lo que ha dicho, lo que ha hecho no había sido muy caballeroso por su parte, ¿pero acaso se podía actuar con caballerosidad ante un caso así? Su rabia le había consumido y se había lanzado pasionalmente a atacar a su contrincante porque el sentido de la justicia controlaba sus movimientos. Así que sí, había sido algo muy caballeroso por su parte. O al menos ese fue su razonamiento después de darle muchas vueltas y piruetas en su cabeza.

Caballo de Espadas: Sí, soy un caballero.

Sir Robert: ¿Y ahora qué dices?

Caballo de Espadas: Perdón, estaba respondiendo a mis propios pensamientos.

La pelea sigue. Sota de Espadas rabia un poco. ¿Por qué tenía que luchar Caballo de Espadas si el tipo venía (también) a por ella? ¿Es que tenía que quitarle el protagonismo? ¡No podía más con los desplantes de su primo! Ni siquiera puede disimular el malestar que le provoca toda esa situación.

Sota de Espadas: Grrrrrrr...

Caballo de Copas: ¿Y a esta qué le pasa?

Sota de Oros: Jopetas, Caballo de Copas, estás a todo...

Caballo de Copas: Es que soy muy cotilla.

Sota de Espadas: ¡Es que no entiendo por qué tiene que luchar él! ¡Esta (también) es mi batalla! ¿Se piensa que yo no puedo desenvolverme sola en un duelo? ¡No puedo más con estos desplantes! ¿Quién se cree que es?

Caballo de Copas: Uy, tranquila, Dios me salve de defender a tu primo, pero creo que simplemente le ha dado un berrinche y se ha lanzado contra él. Porque sí, porque es así, un intensito. No te quiere quitar "tu momento". No le busques tres pies al gato, por mucho que sean pies.

Aun así, Sota de Espadas no está muy convencida. Su primo, al que quería y respetaba mucho y todas esas cosas, estaba chupando cámara más de la cuenta. Y que chupe cámara de vez en cuando está bien, pero ella también tenía ganas de descargar tensiones con un espadachín mediocre del Reino de Oros. Porque no hay espadachines más mediocres que los del Reino de Oros. Además, este no tenía pies bonitos. O eso creía.

De un momento para otro, levanta la cabeza y se encuentra con que su primo le había dado una buena tunda y Sir Robert estaba en las últimas. Tenía cortes y moratones por todas partes, pero aún parece que no se rinde. "Ya era hora", piensa Sota de Espadas, que estaba un poco cansada de la batalla, de la taberna y de la aldea en cuestión. Solo habían ido allí a darse un descansito porque llevaban un buen trote y ahora estaban a un paso de empadronarse en la mesa de nueve personas de aquella cantina solitaria.

Caballo de Espadas: Ríndete.

Caballo de Copas: ¡¡MÁTALO!! ¡¡MÁTALO!! ¡¡MÁTALO!!

Sota de Copas: ¿¿¿Pero este crío??? ¿En qué momento te has vuelto tan sádico?

Caballo de Copas: El aburrimiento de estar ya como dos horas en este bar me está consumiendo. Solo quiero sangre. ¡Quiero sangre! ¡Mátalo, Caballo de Espadas, mátalo!

Sota de Oros: ¡¡No lo mates, Caballo de Espadas, no lo mates!!

Caballo de Copas: ¿Pero este? ¡No me quites el espectáculo! ¿No creéis que se merece un poco que le maten? No me dejó apoyar los pies en la silla.

Sota de Copas: A ver, igual es un poco fuerte que le mate...

Caballo de Bastos: Yo es que no veo mal lo de ser cazarrecompensas de forma paralela...

Sota de Espadas: Yo apoyo que lo mate, ya que me ha quitado mi momento...

Todos: ¿¿¿???

Caballo de Oros: ¡No puede matarlo! Estamos en el Reino de Oros, ¿qué pasaría si mata a uno de los Caballeros de este país? Como mucho pedirán su cabeza y con razón.

Caballo de Copas: Hmmm, tiene sentido, pero, ¿a quién le importa que encarcelen a Caballo de Espadas? O incluso que lo cuelguen de la soga.

Sota de Espadas: A mí me importa.

Sota de Copas: Qué bestia, Caballo de Copas. A mí no me importaría que lo encarcelaran, pero ya lo de la soga...

Caballo de Copas: Bueno, es una forma de hablar. Quien dice soga dice hoguera, dice garrote vil, dice hacha...

Sota de Copas: Pero...

Caballo de Copas: Era eronía y sarcasmo, chica, se os tiene que explicar todo. Claro que me daría un poco de pena si mataran a ese. Por mucha grima que de, en el fondo no es mala persona.

Al final, Caballo de Espadas opta por no matar a Sir Robert, aunque ya estaba decidido. No veía lógico acabar de ese modo un duelo que no había estado si quiera igualado. "¿Este es el nivel de la Sociedad de Cazarrecompensas?", piensa. Sir Robert está tendido sobre sus rodillas, su espada ha caído al suelo y Caballo de Espadas lo apunta con la suya. No le queda otra que suplicar clemencia.

Sir Robert: Por favor, tengo esposa, dos hijos y un perro...

"No es verdad, pero si cuela...", piensa.

Caballo de Espadas, que ya tenía pensado dejarle vivir, aparta la espada. Sir Robert llora, su vida había sido perdonada y podía volver a su aldea esa noche a tomarse unos carajillos con los colegas en el bar. Igual dejaba lo de cazarrecompensas. Y también lo de Caballero. Había descubierto una cosa muy importante durante la pelea con Caballo de Espadas: que la vida son dos días y hay que disfrutarlos #conunasonrisa.

Caballo de Espadas: Pero para que te perdone la vida es necesario que te de el pin.

Sir Robert: ¿Qué pin?

Se intenta escaquear.

Caballo de Espadas: El de la Sociedad de Cazarrecompensas.

Sir Robert: No sé de qué pin me hablas...

Caballo de Copas: Un pin.

Caballo de Espadas acerca el filo de su espada a Sir Robert. Un temblor recorre el cuerpo de este último. No quería deshacerse del pin por si las moscas, que nunca se sabe cuándo lo iba a poder necesitar y no quería cerrarse puertas en esta vida, a pesar de que la vida de cazarrecompensas le había quedado grande. Al ver tan cerca la espada recapacita y se mete la mano por los pantalones.

Caballo de Copas: ¿Pero qué hace este?

Sota de Bastos: ¿Se va a sacar la ch*rra?

Caballo de Copas: ¿¿¿Por qué motivo???

Sota de Copas: Qué horror... ¿Le echo ignición? Más vale prevenir...

Pero lo que se saca es el pin de cazarrecompensas, que lo tenía guardado en su lugar más preciado, para que no se perdiera y, sobre todo, para que nadie se lo viera. Se lo ofrece a Caballo de Espadas. Caballo de Espadas se queda mirando y se piensa si cogerlo, con una mueca de asco.

Sota de Oros: Es que qué asquito...

Caballo de Copas: A saber las ladillas que tiene eso.

Sir Robert: ¿No lo va a coger?

Caballo de Espadas mira a Caballo de Bastos. Caballo de Bastos mira para otro lado.

Caballo de Espadas: ¿No lo quieres tú, Caballo de Bastos?

Caballo de Bastos: ¿Yo? ¿Por qué?

Caballo de Copas: Uy, ¿no te interesaban tanto los pines estos?

Caballo de Bastos: Pero es que... Ya tengo suficientes...

Caballo de Copas: ¿Qué tiene de malo que haya salido del bubujiji de este respetable señor? Por una ETS más...

Caballo de Bastos: Ya tengo suficientes...

Caballo de Copas: PERO.

Caballo de Bastos: Digo los pines.

Caballo de Copas: Ya. Los pines.

Sir Robert: ¿Pero vais a coger el pin?

Caballo de Espadas: ¿Nadie va a coger el pin?

Todos se miran. Hay unos segundos de tensión. Nadie quiere hacerse cargo del pin hasta que Sota de Espadas, harta de estar en esa taberna, se levanta de su silla y arrebata el pin de la mano de Sir Robert de mala gana. "Qué brusquedad", piensa Sir Robert. La joven tira (también con brusquedad) el pin al suelo y, después de pisarlo sin conseguir machacarlo, saca la espada y lo destruye de un pinchazo.

Sota de Espadas: Ya está.

Sir Robert: ¿Te puedes marchar?

Caballo de Espadas: Sí, por favor.

Sir Robert se marcha de allí con el rabo entre las piernas. No pensaba volver a esa aldea ni a esa taberna en la vida. Lo primero que haría al llegar a su casa sería coger sus cosas y huir lejos, muy lejos, de allí. Tal vez al Reino de Copas, o al Reino de Bastos. No quería saber nada de la Sociedad de Cazarrecompensas, del Reino de Oros ni de los Varyia. "Una nueva vida comienza ahora".


----


En otro lugar del Reino de Oros, una vela se apaga. "Sir Robert ha sido derrotado", dice una de las personas presentes en el lugar. El hombre de identidad desconocida que está sentado en el trono más alto (y sombrío) del lugar niega con la cabeza. La cosa no iba bien.

J: Esto sí que no me lo esperaba. Sir Robert era un cazarrecompensas excelente. O, bueno, igual sí que me lo esperaba un poco...

Una de las personas allí presentes: ¿Y qué hacemos ahora?

J: Hay que pasar al plan agresivo. Es el turno de la Señora Angustias...


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top