Capítulo 40: Una confesión inesperada.
Era un día soleado en el Feudo de Varyia. No solía haber días soleados en el Feudo de Varya, que se encontraba en una zona humeda del Reino de Espadas, que ya de por sí era un país con mucha humedad. En el Norte de Espadas solía llover día sí día también, así que Caballo de Espadas estaba acostumbrado a salir de casa aún menos de lo que le gustaría, que ya en sí era poco. Al hacer sol, se le ocurrió, por un día, llamar a Sota de Espadas para ir de picnic a las afueras del castillo.
Cosa rara, todo el mundo parecía estar de acuerdo. Ni los Señores ni las Institutrices ni nadie del castillo se opuso a lo que era un planazo en cabeza de Caballo de Espadas. Una mañana solo junto a su prima en el campo. Era el momento perfecto para sincerar su corazón y por fin confesar sus sentimientos a Sota de Espadas.
Una vez en el campo, Caballo de Espadas abrió su cesta con fresas. Empezaron a comer. Entre fresa y fresa, de forma totalmente inesperada, surgió la pasión.
Sota de Espadas: ¿Quieres que te de una fresa?
Caballo de Espadas: P...pero... S...Sota de Espadas...
Sin más miramientos, Sota de Espadas se pone una fresa en la boca y mira a su primo.
Caballo de Espadas: ¿?
Sota de Espadas, que es muy habilidosa y única en el mundo y puede hablar mientras tiene una fresa en la boca, responde a Caballo de Espadas.
Sota de Espadas: Come.
Caballo de Espadas se sonroja. ¿Qué estaba pasando? Sota de Espadas le acababa de ofrecer una fresa. Le acababa de ofrecer una fresa de su boca. No es capaz de pensar en frío. ¿Debería aceptar la petición de su adorada prima? Es cierto que aquello era indecente, lo mirases como lo mirases, pero ¿no sería descortés y poco caballeroso rechazar su petición? "¡Soy un verdadero caballero!", piensa. Acto seguido se aproxima a su prima y muerde la fresa de su boca. Antes de que pueda comerse la fresa entera, Sota de Espadas lo besa apasionadamente y se recuestan sobre el suelo del verde prado de girasoles en que se encontraban. Porque, de repente, había girasoles.
Caballo de Espadas: Sota de Espadas...
Sota de Espadas: No digas más...
Y se rinden a la pasión desenfrenada en el campo de girasoles. Las espigas (también había espigas, de repente, porque sí) y los tallos de las plantas rozan en sus pieles desnudas, pero no les importa. Caballo de Espadas solo tenía ojos para Sota de Espadas y el bello momento que le estaba tocando vivir.
Caballo de Espadas: Nsgh...
Sota de Espadas: Caballo de Espadas... Solo te quiero a ti... Aunque seas mi cousin, eso me importa un fuck...
Caballo de Espadas: Que sea tu primo no me impide amarte, Sota de Espadas, tú y yo estamos hechos el uno para el otro desde el momento en que nacimos...
Sota de Espadas: Nsgh... Caballo de Espadas... Nsgh...
Caballo de Espadas: Nsgh...
Nsgh...
Nsgh...
Nsgh...
Caballo de Espadas despierta en la cueva donde se quedó dormido la fatídica noche en la que varios de sus compañeros de viaje enfermaron drásticamente. Al despertarse sobresaltado no había recordado que tenía a Sota de Copas a su lado.
Sota de Copas: Vaya, te has despertado contento...
Caballo de Espadas se percata de la situación. Se pone completamente rojo. La hechicera está mirando su entrepierna sin ningún disimulo. Rápidamente, Caballo de Espadas se incorpora como puede y se tapa con la mantita para no pasar más vergüenza de la que ya estaba pasando. No tiene ni palabras.
Sota de Copas: No te preocupes, casualmente, Sota de Espadas ha salido un rato de la cueva...
Caballo de Espadas se levanta, tapándose la entrepierna con la manta y tratando de llevarse su vergüenza a otra parte donde no le viesen, pero la verdad es que era difícil. Estaba rodeado, en zona hostil. Por allí andaban Sota de Copas, Sota de Bastos, Caballo de Copas y Caballo de Oros. La suerte que tuvo es que parecía que nadie le estaba haciendo caso más que Sota de Copas, pero justo le tenía que hacer caso la persona que menos le agradaba. Sin decir nada, Caballo de Espadas sale de la cueva por patas, tratando de no llamar mucho la atención.
Sota de Copas: ¡Luego tenemos que hablar de una cosa, eh!
Pero no estaba como para hablar de cosas. Al salir de la cueva, tiene la suerte de no encontrarse a Sota de Espadas por allí. Decide quedarse en un rincón un poco alejado entre los árboles para enfriar su mente. "No puede ser... Esto es... No puedo seguir así..." Las lágrimas brotan por los ojos de Caballo de Espadas. Una reacción algo exagerada, aunque es lo lógico en él. El espadachín se encontraba abrumado por demasiadas cosas. Primero, había tenido un sueño MUY impuro con Sota de Espadas, que, para colmo, es su prima. Segundo, se había despertado contento por pensar en cosas impuras, involuntariamente, eso sí, con su prima. Tercero, le había visto Sota de Copas.
"No puedo seguir así. Esto es demasiado. ¿Cómo voy a poder mirar a Sota de Espadas a la cara? He tenido pensamientos impuros y obscenos, pensamientos que no son propios de un buen caballero", prosigue su monólogo interior. "He llegado a un punto en que necesito confesarme cuanto antes". Parece que Caballo de Espadas tenía clara una cosa. Lo único que podía aliviar ligeramente la vergüenza y el dolor de su alma era confesarse. "En cuanto encuentre una iglesia... En cuanto encuentre una iglesia tengo que confesarme de una vez".
Pero aquella no es la única conclusión a la que llega Caballo de Espadas. Que se confesara ante un sacerdote no iba a hacer que dejara de ser indigno para su prima. "Lo mejor que le puede pasar a Sota de Espadas es no tener nada que ver conmigo", llora. "No puedo soportarlo, pero es mi única opción... Si de verdad quiero a Sota de Espadas me tengo que alejar de ella". Caballo de Espadas había tomado la decisión más dura y dolorosa de su vida. Si tenía pensamientos como los de aquella noche, aunque no quisiera tenerlos, no era digno de acercarse siquiera a Sota de Espadas. Y, por otra parte, solo alejándose de Sota de Espadas podría dejar de tener pensamientos tan deplorables. Su decisión era irreversible y estaba convencido de cumplirla.
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En otro lugar, poco tiempo atrás, en la cueva, Caballo de Bastos despierta sin rastro de los síntomas de la enfermedad que hizo que pasara una noche curiosa. Lo primero que ve al despertar es a Caballo de Copas durmiendo plácidamente, a su lado. Al principio se sintió sorprendido. No se acordaba mucho de lo que había pasado por la noche, aunque terminó por recordar a grandes rasgos que Caballo de Copas se había acercado a él para ayudarle e intentar bajarle la temperatura. Después, parece que se quedó allí a hacer noche. Caballo de Bastos se enternece y le tapa bien con la mantita para que durmiera más a gusto. Después, se levanta y sale fuera de la cueva.
Más tarde, incluso después de que Caballo de Espadas abandonara la cueva, Caballo de Copas despierta. Está solo, pero sabe que durmió al lado de aquella persona a la que tanto detestaba. "Por lo menos no he tenido que verle nada más despertarme", piensa. Pero, entonces, su gozo cae en un pozo. Caballo de Bastos aparece por la cueva con el pelo mojado y, cosa rara, completamente vestido.
Caballo de Bastos: Ah, ya estás despierto. Había ido un rato a ducharme al río. Olía a sudor y vómitos... Muchas gr...
Caballo de Copas se incorpora y empieza a contestar de mala manera antes de que a Caballo de Bastos le de tiempo a terminar su frase.
Caballo de Copas: Que sepas que porque me haya quedado contigo esta noche, porque estabas mal y porque me lo pediste tan insistentemente, no quiere decir que me caigas bien ni que sea tu amiguito.
Caballo de Bastos: Vale. Muchas gracias por ayudarme esta noche. Siento haber hecho que te quedaras aquí, no fue del todo considerado por mi parte.
Caballo de Copas: Ok.
Y se levanta y se va junto a sus cosas. Sota de Copas, desde su rincón, se queda mirando el espectáculo. Había mucha gente con la que tenía que hablar. Había sido, sin duda, una noche intensa y ella, por la enfermedad, se lo había perdido todo.
Cuando la cosa se calma un poco, Sota de Copas se acerca a Caballo de Copas, que está guardando sus cosas en su bolso.
Caballo de Copas: Puaj, dúchate o algo. Hueles a vómitos...
Sota de Copas: Ah, bueno, normal, ¿puedes echarme Neutrex? Por favor.
Caballo de Copas: En fin... Neutrex.
La suciedad y el olor a vómito del cuerpo de Sota de Copas desaparece.
Caballo de Copas: ¿Y qué querías?
Sota de Copas: Nada, saludarte.
Caballo de Copas: Ya...
Sota de Copas: Y preguntarte qué tal lo has pasado esta noche. Ya he visto que te has despertado junto a Caballo de Bastos... Mmm... Esto no me lo esperaba. O igual sí que me lo esperaba un poco. Veo feeling entre ambos. Mis poderes astrales me dicen que hay una gran compatibilidad entre vosotros dos. El hilo rojo del destino, lo llaman.
Caballo de Copas: ¿Pero se puede saber qué estás diciendo? No sigas, no sigas, porque me pongo de mala leche. Para tu información, el tal Caballo de Bastos me dio la noche. Y yo, que soy tan buena persona y me preocupo tanto por los demás, no pude negarle mi auxilio. No hice más que tomarle la temperatura e intentar bajarle la fiebre.
Sota de Copas: Ya veo, ya veo, algo que harías por cualquier persona...
Caballo de Copas: Pues sí, algo que haría por cualquier persona. Así soy yo. ¿Qué pasa?
Sota de Copas: Siempre te has desvivido por cuidarme cuando he estado mal, la verdad...
Caballo de Copas: Noto cierto rintintín en tus palabras.
Sota de Copas: Qué va, me alegro mucho por ti. Yo he pasado una muy buena noche, he estado cuidada por los dos maravillosos primos Varyia. Y, por cierto, tengo que hablar con uno de ellos más pronto que tarde...
Caballo de Copas: Pues vale, no me cuentes tu vida.
Parece que los enfermos se habían puesto mejor después de la noche. No había rastro de síntomas en ninguno de ellos. Es más, todos estaban como una rosa. Incluso Caballo de Oros decía que estaba animado y tenía mucha energía. Ni siquiera dijo que necesitaba un descansito porque llevaba un buen trote. Se habían quedado como nuevos. ¿Serían las hierbas medicinales de Caballo de Copas o el descanso reparador?
El que no se sentía nada reparado era Caballo de Espadas, que no podía parar de darle vueltas a la cabeza. Su sueño nocturno le había dejado tocado. Cuando emprendieron todos juntos su camino hacia mejores lugares (donde les llevara el mapa), Caballo de Espadas se quedó un poco atrasado, con la esperanza de no tener que cruzar ninguna palabra con Sota de Espadas. No soportaba el hecho de estar lejos de ella, aunque fuera solo un par de metros. Para él esos metros eran como varios kilómetros. Pero era lo mejor. Y se intenta autoconvencer de ello.
Entonces, una voz familiar acecha por su espalda.
Sota de Copas: Hola, hola.
Caballo de Espadas se asusta. Hace un momento no había nadie detrás de él. Y ahora tiene que estar la persona que menos le apetecía tener cerca.
Caballo de Espadas: ¿Qué haces tú aquí?
Sota de Copas: Aprovechando que estás ahí marginadillo y no te juntas con el resto, he venido a hablarte de una cosa que me sorprendió ayer... Has conseguido canalizar poder mágico, ¿verdad?
Caballo de Espadas se sorprende por la pregunta, aunque era evidente que la gran hechicera Sota de Copas le iba a pillar. No era capaz de hacer magia de verdad, como para serlo de ocultar su poder mágico. No valía la pena negar nada.
Caballo de Espadas: Sí.
Sota de Copas: Vaya vaya, ya veo que no pierdes el tiempo. ¿Y podrías canalizar algo de poder mágico ahora? Ya veo que estás acumulando mucha energía negativa, no sé por qué...
Sin mediar palabra, Caballo de Espadas se concentra en su energía, en su interior, se abstrae del mundo que le rodea y su poder mágico empieza a fluír.
Sota de Copas: ¡Vaya vaya! ¡Es maravilloso!
Parece que el resto está muy absorto en sus conversaciones y nadie cae en la cuenta de la que están teniendo Sota de Copas y Caballo de Espadas.
Sota de Copas: Has canalizado un nivel 40 de poder. Eso está genial, para estar aprendiendo.
Caballo de Espadas: No hables tan alto. Los demás se pueden enterar.
Sota de Copas: ¿No quieres que se enteren? Vaya. Igualmente, míralos, están muy felices a sus cosas. Parece que están comentando las rutinas de ejercicio de Sota de Bastos y Caballo de Bastos. Una conversación interesante donde las haya, ¿no te parece? En fin, ahora que estamos en buena compañía, he pensado en enseñarte a hacer una cosa.
La mano de Sota de Copas empieza a echar humo.
Sota de Copas: ¿Ves esto?
Caballo de Espadas: Sí, es lo que hizo Caballo de Copas en la cueva.
Sota de Copas: ¿Sí? No me acuerdo bien, entre la maría y la fiebre no me enteré de mucho. En fin, estoy emanando mi poder mágico por una parte del cuerpo. Es una noción esencial en la magia y además es lo primero que se debe aprender, porque si no vas a poder hacer hechizos más adelante. Vamos, que esto son como los cimientos de la práctica de la magia. Emanar poder mágico en forma de frío o calor. Primero aprenderás a hacerlo por tu mano. Después puedes aprender a hacerlo, por ti mismo, con otras partes del cuerpo. Y cuando ya tengas mucha práctica, podrás hacerlo por todo tu cuerpo. Y después, ya, los hechizos.
Caballo de Espadas: Ajá.
Sota de Espadas: A ver, sientes tu poder mágico, ¿no?
Caballo de Espadas: Sí.
Sota de Espadas: Si sientes tu poder mágico, puedes hacerlo. Ahora, tienes que concentrarte en tu mano, como si no hubiera nada más en el mundo. En tu mano y tu poder mágico. Visualiza el poder mágico en tu mano. Y piensa con calidez, no tengas sentimientos fríos. Si te es más fácil, cierra los ojos...
Caballo de Espadas cierra los ojos y vuelve a abstraerse, como hizo cuando canalizó su energía negativa. Esta vez tenía que tener sentimientos de calidez en su interior.
Sota de Copas: Si sabes canalizar energías, esto te será más fácil...
Caballo de Espadas ignora las palabras de Sota de Copas, ya tenía la mente en otra parte. Tenía la mente en su mano y en su poder mágico. Su poder mágico envolvía la palma de su mano. Los sentimientos de calidez invadían su mente. El Reino de Espadas, Varyia, su hogar, su familia, Sota de Espadas... Todo aquello le hacía sentirse en paz interior después de haberse desprendido de tanta energía negativa para convertirla en poder, el poder que ahora estaba concentrando para emanarlo al exterior por su mano. La mano de Caballo de Espadas empieza a echar humo.
Sota de Copas: ¡Vaya! Ya lo has conseguido. Estoy muy sorprendida contigo. Aprendes muy rápido. Enhorabuena.
Caballo de Espadas abre los ojos.
Caballo de Espadas: Wow...
Cuando deja de concentrarse, deja de emanar calor.
Sota de Copas: Si no estás concentrado, el efecto se pasa, pero no te preocupes, es normal. Es que tienes que estar concentrado, pero ya lo conseguirás con la práctica. Y después no te costará nada mantener la concentración, será como el respirar, ya verás. Mira a Caballo de Copas qué bien lo hace. En fin, practica por tú mismo y con otras partes del cuerpo. En la próxima lección express te enseñaré a emanar frío, así que prepárate.
Caballo de Espadas: Vale.
Sota de Copas se va con los demás, que estaban teniendo una conversación muy interesante. Caballo de Espadas sigue solitario atrás del todo, sin tener ninguna intención de relacionarse con el resto y mucho menos con su prima.
Cuando pasa el tiempo, allá por el mediodía, se encuentran una aldea en medio de su camino, como quien no quiere la cosa.
Sota de Espadas: Una aldea. En fin, pasamos.
Sota de Oros: ¡Wow! ¡Una aldea! ¡Y tiene iglesia!
Caballo de Oros: ¡Y eso es domingo! Eso quiere decir...
Sota de Oros: ¡¡Que hay misa y de la buena!! ¡¡Toma ya!! ¡¡Chachi piruli!!
Caballo de Oros: Me encantan todas las misas, pero es que las de los domingos son espectaculares.
Caballo de Espadas sigue en el rincón. Ahora tiene un nuevo pensamiento en su cabeza. Si habían llegado a una aldea con iglesia y sus compañeros querían quedarse para la misa no quedaba otra que confesarse. Sí, llevaba queriendo confesarse desde hace años, y queriendo confesarse en serio desde esa misma mañana, pero siempre que la situación se le ponía por delante, se echaba atrás. "No me puedo escaquear, si no me confieso ahora, no me confieso nunca, y necesito urgentemente expiar mis pecados ante el Señor", piensa.
Sota de Espadas: Creo que tendríamos que ir directamente hasta donde podamos caminar hasta la noche, así no vamos a llegar al Dragón Rojo nunca...
Caballo de Oros: ¿Podemos ir a misa? ¿Podemos ir a misa?
Sota de Oros: Anda, por favor, ¿podemos ir a misa? Porfaaaa, porfaaa, porfaaaa.
Sota de Copas: No creo que pase nada porque vayan a misa un rato. Y después nos vamos.
Caballo de Copas: Está bien, así compro unas cosas que tenía que comprar.
Sota de Oros: ¡¡Tomaaa!! ¡¡Muchas graciaas!!
Caballo de Oros: ¡¡Nos vamos a misaaa!! ¡Olee olee!
Empiezan a sonar las campanas de la casa del Señor. La misa les estaba llamando. Los de Oros van felizmente a la misa, sin acordarse de nada de lo que les rodea. Caballo de Espadas se debate entre seguirles o no, hasta que a los pocos minutos (no tenía mucho tiempo para pensar) toma una decisión.
Caballo de Espadas: Yo también voy.
Sin decir más, deja al resto y se va con Sota de Oros y Caballo de Oros a la misa. Los que se quedan por allí fuera deciden pasar el rato lo mejor que pueden.
Caballo de Copas: Me voy a la tienda de magia a comprarme unas cuantas hierbas medicinales, que me quedé sin provisiones anoche. Ejem, ejem.
El resto le acompaña porque no tienen otra cosa mejor que hacer. Caballo de Copas se siente algo molesto.
Caballo de Copas: ¿Es que acaso tenéis que seguirme? Vaya tela.
Las tiendas de magia son tiendas en las que tienen toda clase de artilugios dirigidos a magos, brujos y hechiceros, tales como calderos, libros de magia, ingredientes para pociones, frascos para guardar sus mezclas y sus ingredientes... No son lo mismo que las boticas, porque en las boticas había productos mágicos dirigidos a la población general, como, por ejemplo, pociones de salud ya preparadas, pociones revigorizantes ya preparadas, capas de invisibilidad y otros instrumentos mágicos que podría utilizar cualquier persona sin necesidad de poder mágico ni gran conocimiento sobre la magia. En la tienda, Caballo de Copas consiguió lo que quería en un abrir y cerrar de ojos. No era una demanda muy exclusiva, se trataba de hierbas medicinales básicas que se había gastado en hacer infusiones para sus compañeros.
Sota de Copas: Estuviste genial ayer, por cierto, Caballo de Copas. La verdad es que no me enteré de mucho, pero tengo que felicitarte por tu gran labor. Estuviste muy atento de todos.
Caballo de Copas: Era lo que tenía que hacer y ya. Aunque, la verdad, ahí se mostró que de inmaduro tengo poco. Hay que ver, con todo lo que se me juzgó antes del suceso que sucedió... Pero en fin, las cosas están para olvidarlas, ¿no? Pues eso, que se vio que en realidad sin mí no vais a ninguna parte y que soy una persona de gran utilidad.
Sota de Copas: Sí, bueno, lo que tú digas, lo cierto es que anoche estuviste muy bien.
Caballo de Bastos asiente.
Caballo de Bastos: Muchas gracias por todo, Caballo de Copas.
Caballo de Copas: Ugh, que se calle este señor. Lleva haciéndome la pelota desde que se ha levantado, ¿alguien sabe qué le pasa?
Caballo de Bastos: A mí no me pasa nada. Simplemente te quería dar las gracias. Sin más. Te portaste muy bien a noche.
Caballo de Copas: Pues no me las des, nadie te las ha pedido. Pesado.
Sota de Bastos: Hmmm... Ahora me da miedo darle las gracias yo... Bueno, en fin, gracias, lo que sea.
Los ojos de Caballo de Copas empiezan a brillar. Sota de Bastos le había dado las gracias y estaba que no se lo creía.
Caballo de Copas: AAAAA. Gracias a ti, guapetón, por existir y por regalarnos tu grata y agradable presencia. Si crees que estás lo suficiente agradecido, puedes plantearte el acogerme como tu sumiso.
Sota de Bastos no dice nada y se limita a mirar el maravilloso día que hace en aquella aldea de lo que aún se suponía que era el Señorío de Zofla, aunque bien podía ser ya el de Pulcra. No es como si los límites estuvieran bien marcados por aquellas tierras del Sur de Oros.
En otra parte del pueblo, la misa del domingo acaba con grandes sensaciones.
Cura: Y ahora, se pueden dar la paz.
Sota de Oros aplaude, Caballo de Oros hasta llora. Estaban muy necesitados de ir a misa, a pesar de que ya habían estado en una hace poco. El tiempo pasaba muy lento desde que habían emprendido su viaje hacia el Dragón Rojo. Hay quien dice que en los viajes en busca de dragones todo se magnifica. Los de Oros lo tenían muy claro. Por otra parte, Caballo de Espadas, con el final de la misa, también tiene clara otra cosa. "Uffff, ya es el momento, ya es el momento de confesarme y ahora sí que no me puedo escapar", piensa. "Ha llegado la hora". Ante la estampida de gente que sale de la iglesia o lo que sea, Caballo de Espadas se levanta para meterse en el confesionario. De esta no pasaba. "Tengo que llegar pronto, antes de que me quiten el sitio, porque esto está lleno de gente".
Así que, como una exhalación consigue entrar en el confesionario en cuestión, sin que nadie se le adelantase. Caballo de Espadas suspira. Es el momento de contar la verdad. De contar toda la verdad. Había tenido pensamientos impuros con su prima, su alma estaba corrompida y era el momento de acatar su penitencia ante los ojos de Dios. Esa penitencia que llevaba tantos años aplazando. Entonces, el confesionario, por la parte opuesta a la suya. Parece que alguien ha entrado. "Debe ser el cura", piensa. Pero entonces cae en la cuenta de algo. "No, no es el cura... Ahora que me doy cuenta...", Caballo de Espadas mira a su alrededor y se lleva las manos a la cabeza. "No puede ser, con la emoción y por eso de no haberme confesado en mucho tiempo, me he metido donde no era". En efecto, Caballo de Espadas había entrado en el confesionario, sí, pero concretamente lo había hecho en la parte del cura. Y acababa de entrar una persona dispuesta a confesarse. Los sudores fríos empiezan a brotar por su fina piel.
¿Qué debía hacer? ¿Debía escuchar la confesión? Eso estaba mal. Claramente estaba muy mal. Él no era cura ni tenía la intención de serlo, no podía quedarse a escuchar las confesiones de los demás. ¿Pero qué más podía hacer? Estaba en una encrucijada. Si salía de allí, todos se le quedarían mirando. Y sospecharían. Y hablarían sobre qué estaba haciendo ahí. A los ojos de todo el mundo sería un cotilla que se había metido al confesionario a escuchar confesiones ajenas. Pero, mirándolo de otro modo, también lo pensarían si salía más tarde. No tenía escapatoria. Entonces, antes de que pudiera tomar una decisión, el hombre al otro lado de la madera comenzó a hablar.
Caballo de Oros: Padre, me quiero confesar.
En efecto, era la voz de Caballo de Oros. Caballo de Espadas se queda helado. No solo iba a escuchar una confesión que no tenía por qué escuchar, sino que era la confesión de una persona con la que estaba viajando y con la que iba a seguir haciéndolo. "No puedo entrometerme en su intimidad así", piensa. ¿Pero qué otra cosa podía hacer? Caballo de Oros empieza a contar su verdad.
Caballo de Oros: Verás, padre, no lo puedo soportar más. Este sentimiento lo llevo guardando en mi interior durante muchos años. Es un sentimiento que oculto a toda persona que me rodea y que no puedo expresar si no quiero echar a perder una amistad de años y años... Estoy perdidamente enamorado de mi mejor amigo.
"¿Qué?", piensa Caballo de Espadas, que no sabe muy bien cómo reaccionar. Se acaba de enterar de que Caballo de Oros tiene sentimientos hacia Sota de Oros. Sentimientos que, al igual que él mismo, no expresa por el miedo de no ser correspondido por la persona que ama y perder su amistad. Obviamente, Caballo de Espadas tenía que respetar el secreto de confesión por la posición en la que se encontraba. Y porque, además, respetaba mucho los amores secretos y el childhood friends to lovers o lo que sea. Y estaba claro que la situación de Caballo de Oros era similar a la suya, aunque sin incesto de por medio, para qué engañar a nadie.
Caballo de Oros: Desde los más tiernos años de mi adolescencia he tenido este deseo ardiente a mi mejor amigo. No sé qué más hacer, es un fuerte deseo que no me deja pensar con claridad. Todos los días sueño con él, y no puedo dejar de verlo, porque estamos juntos en una misión. Estos pensamientos impuros y lascivos se hacen conmigo cada día y dominan todo mi ser. No tengo un espacio de mi mente en que no piense en mi mejor amigo y en cómo hacemos *******, ******** y ********.
"Pero...", Caballo de Espadas no sabía que hacer en ese instante. "Te entiendo muy bien... Aunque no puedo decir nada, este no es mi lugar, y se supone que no soy yo quien debería estar aquí", piensa. ¿Qué podía hacer? ¿Debía hacer algo? ¿Debía aconsejarle? Aunque no era el más indicado para dar consejos.
Caballo de Oros: Padre... ¿Cuál es mi penitencia?
Caballo de Espadas se queda callado antes de ordenar su mente. Tenía que decir algo, no podía simplemente callarse, porque entonces le descubriría y se podía liar una buena. Lo único que podía hacer era impostar su voz y afrontar la situación.
Caballo de Espadas: No tienes que hacer nada, puedes ir en paz.
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