Capítulo 4: El oro siempre es oro.
Caballo de Copas: ¿Como que "qué? Ahora no te hagas el tonto. Sabes muy bien a lo que me refiero. ¿O es que cuando me estabas pegando lo hacías sin querer?
Sota de Bastos: No me hago el tonto. Todavía estoy tratando de asimilar lo que has dicho. ¿El sadomasoquismo? ¿Qué sadomasoquismo?
Caballo de Copas: Ah, que no lo llamáis sadomasoquismo. Bueno, sadomasoquismo, BDSM, dominación, como quieras llamarlo...
Sota de Bastos: No sé de qué me estás hablando. Pero yo estoy cansado y tengo sueño. Quiero dormir. Adiós.
Caballo de Copas: ¿Cómo que adios? Ahora no te hagas el tonto, te lo vuelvo a decir.
Parece que Caballo de Copas se estaba poniendo nervioso. ¿Le estaban negando todo aquello que acababa de vivir y que había cambiado completamente su manera de ver el mundo? Todo indicaba a que sí. La otra posibilidad era que en el Reino de Bastos no se llamara sadomasoquismo al sadomasoquismo, ni BDSM, ni de ninguna otra forma. Lo que no se esperaba es que cada uno de ellos había interpretado los hechos de una manera completamente distinta. Se puede decir que en esta sociedad hay dos maneras de ver las cosas: la primera y la segunda. Lo que para unos es de una forma, para otros es de otra. No existen verdades absolutas, no existe ninguna realidad. Lo que aquí tenemos es un caso de claro sadomasoquismo por una parte, y por otra, un duelo clásico medieval a pecho descubierto.
Sota de Bastos: No sé de qué me estás hablando. De verdad. Lo digo completamente en serio. No te entiendo nada y me estás enfadando. Me están entrando ganas de pegarte de verdad.
Caballo de Copas: ¡Sí, claro! Ahora me quieres pegar otra vez, ¿no? Para luego negarlo todo. Muy bonito por tu parte.
Sota de Bastos: Te quiero pegar porque ya me estás tocando los c*jones. Lo que antes era un duelo limpio entre caballeros se va a convertir en una paliza de la mala h*stia que me estás poniendo.
Caballo de Copas: ¿Duelo limpio entre caballeros? ¿Pero tú en que siglo vives? Pensaba que eso en nuestro siglo no se hacía.
Sota de Bastos: Vivimos literalmente en la Edad Media, así que sí, es la última moda ahora mismo, j*der. Qué tío pesado.
Caballo de Copas: Lo que yo veo es que no quieres asumir las responsabilidades por tus actos. Eso es lo que veo.
Sota de Bastos: ¿Pero qué responsabilidades? ¿Qué actos? No me toques más los c*jones.
Caballo de Copas: Mira, sólo te pido que reconozcas lo que ha pasado aquí. No hace falta ni que te cases conmigo.
Sota de Bastos: Sí, reconozco lo que ha pasado aquí, un duelo a pecho descubierto. Y si hacer un duelo a pecho descubierto es un delito, entonces me declaro culpable.
Caballo de Copas: Vamos, que no lo reconoces. Pues no me esperaba esto de ti, la verdad. Pero bueno, me quedaré con lo bueno, me quedaré con el polvazo, eso que me llevo.
Sota de Bastos: Piensa lo que quieras, j*der, p*to pesado de los c*jones. Yo me voy a dormir, paso de esta p*ta m*erda. No te j*de cómo inventa el tío.
Y se tumba. Y se tapa con una manta. Y se da la vuelta para no tener que verle la cara a su acompañante.
Caballo de Copas: Pues yo también me voy a dormir, eh, listillo.
Y se tumba. Y se tapa con una manta. Y se da la vuelta para no tener que verle la espalda a su acompañante.
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En otro lugar de la cueva, tras una noche de pasión y descanso, Sota de Copas amanece al lado de Sota de Espadas, que aún permanece dormida. La mira con ternura y sonríe. Al cabo del poco rato se despierta Sota de Espadas. Lo primero que ve es a Sota de Copas. Intenta una especie de sonrisa.
Sota de Espadas: Ya estás despierta...
Sota de Copas: Sí... U uwu...
Y se sonroja.
Sota de Espadas también se sonroja.
Sota de Copas: E... em... T...tenemos que levantarnos... Hay que ir a buscar al resto...
Sota de Espadas: S... sí... No hay tiempo que perder...
Entre sonrisas, miradas y signos de timidez, emprenden su camino sin muchas palabras. Hasta que alguien rompe el hielo después de un rato andando.
Sota de Espadas: ...Sobre lo de anoche...
Sota de Copas: S... ¿sí?
Sota de Espadas: ...Lo siento... Debió ser muy vergonzoso para ti... No sé en qué estaba pensando...
Sota de Copas: N...no te preocupes... M...me gustó mucho...
Sota de Espadas: ¿De verdad? La gente siempre sale espantada...
Sota de Copas: P...pues yo no... De verdad... Me gustaría repetirlo...
Sota de Espadas se sonroja.
Sota de Espadas: M...muchas gracias... Por tu amabilidad...
Siguen andando un rato en busca de señales de vida por la cueva. Tampoco se dicen muchas palabras. Siguen mirándose de vez en cuándo y sonrojándose. Hasta que al rato sacan conversación.
Sota de Espadas: Así que eres del Reino de Copas. Es el único reino donde no he estado...
Sota de Copas: Ah... No te pierdes mucho, la verdad. Lo mejor es el alcohol, pero el resto no es la gran cosa. Yo no tengo pensado volver, la verdad, aunque si tú me lo pides podría hacerlo por ti...
Y se sonroja.
Sota de Espadas también se sonroja.
Entonces...
Sota de Copas: Un momento, se oyen voces por ahí, ¡por esa dirección!
Sota de Espadas: Oh, no, ¡son gritos! ¡Vamos! No hay tiempo que perder.
Y corren a toda velocidad por el camino de donde vienen los gritos...
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Caballo de Espadas: Uaaaahhh... ¡Qué bien he dormido hoy!
Sota de Oros le mira mal.
Sota de Oros: Pues habrás sido tú, porque yo... Me has dejado la cabeza como un bombo y no he pegado ojo.
Caballo de Espadas: ¿Sí? ¿He hablado mucho? Tampoco ha sido para tanto, ¿no?
Sota de Oros: Demasiada información para procesar... Sota de Espadas, el Rey de Espadas, la Corte Real, los Caballeros del Reino de Espadas...
Caballo de Espadas: Si quieres te lo cuento otra vez.
Sota de Oros: No hace falta, o sea...
Caballo de Espadas: Bueno, vale.
Sota de Oros: En fin, o sea, habrá que ir a buscar vida inteligente por la cueva.
Caballo de Espadas: Habrá que.
Tras desperezarse un rato, despiertan definitivamente y se ponen manos a la obra con su búsqueda, con esperanzas de que les vaya mejor que con anterioridad. Es cierto que se encontraron varias veces con el grabado de las iniciales de Caballo de Espadas y Sota de Espadas, pero, finalmente, algo cambió. Empezaron a oírse voces al final de uno de los caminos.
Caballo de Espadas: SE OYE ALGO.
Sota de Oros: Venga, o sea, vamos, antes de que se deje de oír...
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Después de una noche de no mucho dormir, Sota de Bastos se levanta de mal humor. No había pegado ojo debido a la conversación que había tenido con Caballo de Copas. Le había dejado pensativo a la par que enfadado.
"Lo que más me molesta es que invente tergiversando todo y me pida responsabilidades, no sé con qué propósito, pero a mí no me van a tocar los c*jones".
De mala gana empieza a recoger su manta y sus cosas. Caballo de Copas se despierta.
Caballo de Copas: Así que has madrugado.
Sota de Bastos: Sí .
Caballo de Copas: Qué borde estás, hay que ver, qué mal les sienta a algunos que se digan las verdades.
Sota de Bastos: Si al menos fueran verdades.
Caballo de Copas: No te pongas así. Ya te he dicho que, por mi parte, me gustó mucho, así que no tiene por qué darte vergüenza...
Sota de Bastos: No me daría vergüenza si hubiera pasado. Pero no es el caso.
Caballo de Copas: Así que te da vergüenza ahora.
Sota de Bastos: No te confundas. No me da vergüenza ahora porque no ha pasado. Pero si hubiera pasado tampoco me la daría.
Caballo de Copas: Si quieres lo comprobamos...
Sota de Bastos empieza a andar sin hacerle caso. Caballo de Copas no tiene otra que ir detrás. Así, emprenden su camino por los caminos ocultos de la cueva del dragón en busca de señales de vida. No se dirigen la palabra en todo el tiempo y se palpa la tensión entre ambos. Entonces, empieza a oírse algo allá por la lejanía.
Caballo de Copas: Se oye algo.
Sota de Bastos: Parece que es por allí. Vamos.
Y corren siguiendo las voces y ruidos hasta el final de un camino que no habían recorrido hasta entonces. Un camino que les lleva a un cruce de caminos, donde se encuentran algo que no esperaban ver...
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Después de seguir las voces que les guiaron el camino, Sota de Espadas y Sota de Copas llegan a un lugar donde no habían estado antes. Un cruce de caminos que no les suena de nada. Lo que sí les suena más es lo que se encuentran allí.
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Después de recorrer todo el camino al que les habían llevado las voces que oyeron, Caballo de Espadas y Sota de Oros se quedan de piedra al ver lo que ven.
Caballo de Oros: OH SÍ OH SÍ PAPI MÁS FUERTE SÍ SÍ SÍ.
Caballo de Bastos: Mmmmmm...
Todos acababan de encontrarse en un cruce de caminos que da justo, por casualidades de la vida, a las rocas donde Caballo de Bastos y Caballo de Oros están fornicando.
Sota de Bastos: J*der, tú no pierdes el tiempo.
Caballo de Bastos se gira al oír la voz de su compañero. Acto seguido, se dirige a su compañero de forniqueteo.
Caballo de Bastos: ¿Ves? Te dije que mi compañero iba a venir a buscarme.
Caballo de Oros mira a su alrededor.
Caballo de Oros: Y no sólo tu compañero... Están todos... Qué vergüenza.
Se ponen más o menos como pueden las ropas de mala manera, ante la atenta mirada de los demás.
Caballo de Oros: Qué vergüenza, qué vergüenza, soy muy pudoroso, o sea.
A Caballo de Bastos no parece importarle tanto.
Caballo de Bastos: Jajaja, buenos días. Porque debe ser de día... No sé, he perdido la noción del tiempo, debemos llevar toda la noche aquí...
Caballo de Oros se sonroja...
Caballo de Copas: Tengo que decir que no habéis sido los únicos, eeeeh...
Sota de Bastos mira mal.
Caballo de Copas: Porque aquí el amigo Sota de Bastos tiene unas dotes amatorias muy desarrolladas. He experimentado cosas que no había experimentado nunca.
Sota de Bastos: Eso es mentira.
Sota de Espadas y Sota de Copas se miran de manera cómplice, sonrojadas y entre sonrisas.
Sota de Oros: ¿Qué pasa? ¿Que aquí todos pillan menos yo?
Caballo de Espadas: No...
Y mira a Sota de Espadas, esperando que tampoco haya tenido su noche de pasión en la cueva de las tentaciones.
Sota de Espadas: ¿Qué miras?
Caballo de Espadas: Que tú no... ¿No?
Sota de Espadas: ¿Y qué si yo también lo he hecho? No es de tu incumbencia. Yo puedo hacer lo que me da la gana y no tengo que darte explicaciones.
Sota de Copas la sonríe con una mirada de complicidad, que le devuelve Sota de Espadas.
Caballo de Espadas: No... No me digas que...
Caballo de Espadas sale corriendo y llorando dramáticamente por uno de los múltiples caminos que se juntan en el lugar en el que se han encontrado.
Mientras va corriendo, un mar de lágrimas brota de los ojos. El caballero del Reino de Espadas corre y corre sin rumbo, sin ni siquiera mirar hacia dónde va. Las lágrimas empañan sus ojos, mientras intenta tapárselos con la manga.
"Soy estúpido. Estúpido. ¿Por qué me pongo así? Soy idiota. Al fin y al cabo ella no es nada mío. No tengo por qué enfadarme y ponerme así porque se lo pase bien. Soy lo peor. Soy estúpido. Soy estúpido y mala persona"
Mientras tanto, en el cruce de caminos...
Sota de Espadas: ¡No! ¡Se va a perder! ¡Hay que seguirlo!
Sota de Oros: Sí, hay que seguirlo. Vamos.
Sota de Copas: Pues entonces yo también.
Caballo de Bastos: J*der.
Y al final van todos corriendo detrás de Caballo de Espadas, que corre que se las pela. Menos mal que con sus llantos es difícil perderle el rastro.
Entonces, hay un momento en el que se deja de oír el llanto. Y los pasos. El resto acelera al preocuparse tras esta repentina falta de noticias de Caballo de Espadas. Hasta que llegan a una gran majestuosa puerta que se encuentra incrustada en la roca. A su frente está Caballo de Espadas, que parece que ha dejado de llorar de la sorpresa al encontrarse la puerta.
Sota de Espadas: Estás aquí. Menos mal. No vuelvas a hacer eso. ¿Vale?
Caballo de Espadas: ...Lo siento...
Caballo de Copas: Oye, pero ¿y esta puerta?
Sota de Copas: Pues estamos en la cueva del Dragón Rojo, llevamos horas buscando al Dragón Rojo. No sé. Tiene toda la pinta de que aquí se encuentra el Dragón Rojo. Llámame loca.
Sota de Espadas: Entonces, entremos, que sea lo que sea.
Saca la espada.
Sota de Oros: Uy, que se piensa que va a entrar antes. Aquí el que no corre, vuela. Vamos, Caballo de Oros, saca el dinero, muestra aquí quién tiene el verdadero poder.
Caballo de Oros saca su bolsa del dinero, donde guarda todas las monedas de oro que les ha entregado el Rey de Oros para el soborno del Dragón. Para sorpresa suya, no encuentra lo que esperaba. Desesperado, empieza a mirar, remirar y volver a remirar en la bolsa. Sin éxito.
Caballo de Oros: ¡¡¡No está!!! ¡¡No está!!
Sota de Oros: A ver, que yo mire, o sea.
Mira.
Sota de Oros: Aquí no hay nada. ¿Qué has hecho con el dinero, a ver?
Sota de Oros y Caballo de Oros se miran. Se miran y atan cabos.
Sota de Oros: Espero que no sea lo que yo pienso.
Miran a su alrededor. Caballo de Bastos y Sota de Bastos no están.
Caballo de Oros: ¡¡¡ESE DESGRACIADO ME HA ENGAÑADO!!! ¡¡ME HA ROBADO TODO EL DINERO!! ¡¡¡ME HA ENGAÑADO Y ME HA ROBADO MIENTRAS FORNICÁBAMOS!!! ¡¡¡SE VA A ENTERAR!!!
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Ya lejos del resto, Caballo de Bastos y Sota de Bastos corren que se las pelan. En cuanto han tenido la oportunidad, han salido corriendo con todo el dinero de los caballeros del Reino de Oros. Corriendo sin mirar atrás.
Sota de Bastos: J*der... ¡¡¡El p*to amo!!! ¡¡¡El puto amo!!! ¡¡Esto sí que no me lo esperaba para nada!! Jajajajjajaja.
Caballo de Bastos: Jajajjaa, ya ves, vámonos de aquí echando h*stias antes de que nos pillen esos pringaos, que todavía no celebramos esta noche.
Sota de Bastos: J*der, te lo juro, qué p*to subidón. Qué p*to subidón. De locos, tío, de locos. Vas y se lo quitas todo mientras estáis f*llando, j*der, el p*to amo. Esta noche cenamos cochinillo.
Caballo de Bastos: J*der, ni yo me lo creo que haya salido bien, eh. ¡El p*to amo!
Sota de Bastos: Cuando me enseñas tu p*ta bolsa llena ahí disimuladamente cuando empezaron a correr detrás del otro pringao, j*der, menudo subidón, te lo juro. H*stia p*ta. Esto es mejor que el p*to dragón de los h*evos.
Y siguen corriendo en busca de una salida por la cueva.
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Caballo de Oros: Vamos tras ellos, ¡se han llevado nuestro dinero!
Sota de Oros: En fin...
Y ambos salen corriendo a ninguna parte. O por lo menos hacen el amago de correr. En menos de un minuto vuelven a donde estaban, con el resto. Exhaustos.
Sota de Oros: Nada, los hemos perdido.
Caballo de Oros: Deben correr muy rápido...
Sota de Oros: O nosotros muy lento.
Caballo de Oros: ¿Y ahora qué hacemos?
Sota de Oros: En fin, conseguiremos el Dragón por nuestros propios medios, o sea, con la palabra.
Caballo de Oros: Mucho tenemos que confiar, pero algo se hará.
Sota de Espadas: Será si no lo consigo yo antes. Quedáis avisados. Ahora que no están esos dos, el Dragón es para nosotros.
Sota de Oros: Perdona, guapi, pero nosotros llegamos primero, así que SHHHH.
Sota de Copas: Bueno, si nos ponemos así, nosotros llegamos primero, así que los que estamos primeros en la cola somos nosotros.
Caballo de Copas: Deja que se maten entre ellos, a nosotros esto ni nos va ni nos viene jsjsjsjjssjsj.
Caballo de Espadas: Si tengo que empuñar mi espada, la empuñaré, aunque no quisiera llegar a esto, después de la gran amistad que forjamos tú y yo esta noche, Sota de Oros.
Sota de Oros: ¿Pero qué dices tú de amistad?
Sota de Espadas: Tengáis o no amistad, no me voy a contener...
Sota de Copas: Nadie ha pensado en que habrá que buscar la manera de abrir esta puerta.
Se quedan mirando la puerta.
Todos: Pues no.
Lo que no se esperaba nadie es que, automáticamente, la puerta se iba a abrir de la nada, emitiendo una cortina de humo que le daba un aura de sorpresa, misterio y tensión a la situación muy propicia al momento en el que toca, por fin, verse las caras con el Dragón que llevan tanto tiempo buscando.
Caballo de Espadas: COF COF COF. ME AHOGO. COF COF COF.
Sota de Copas: Este humo no es venenoso.
Caballo de Espadas: A ya.
Entran en la sala, envueltos en la humareda que no les deja ver nada. Una penetrante voz retumba con una fuerza admirable.
Voz: Por fin me habéis encontrado. Ha costado, pero al final nos vemos las caras...
Se disipa la cortina de humo. Se encuentran en una habitación roja decorada con adornos en rojo en la que hay un señor vestido con una malla roja muy apretada. A su alrededor hay restos de comida. Se le quedan mirando.
El hombre les mira.
Le miran.
El hombre les mira.
Le miran.
El hombre les mira.
Sota de Espadas: ¿Y tú quién eres?
El hombre: Soy el propietario de esta cueva. Aquel por quien venís a este recóndito lugar.
Sota de Oros: Por fin.
Sota de Copas: Me lo esperaba de otra forma.
Caballo de Espadas: Tú eres...
El hombre: ...El Tragón Rojo.
Se quedan de piedra. Tardan en reaccionar.
Todos: ¿¿¿¿¿QUÉ?????
Tragón Rojo: Sí, ¿qué os esperabais? ¿No era por mí que habíais venido?
Sota de Espadas: Pues no.
Tragón Rojo: Vaya... Qué faena... Me suele pasar mucho.
Sota de Copas: Normal.
Tragón Rojo: Me confunden mucho con el Dragón Rojo... No sé por qué será...
Sota de Oros: Sí, por qué será...
Tragón Rojo: El caso es que, ya que estamos aquí, os voy a contar mi historia...
Sota de Oros: Lo que faltaba, otra historieta.
Tragón Rojo: Hace treinta años, yo era un intrépido aventurero y hechicero del Reino de Copas. Un buen día partí en busca de aventuras al Reino de Espadas. Allí tenía un claro objetivo: encontrar al Dragón Rojo. Era joven y tenía mucha vitalidad, así que cogí mis cosas y al día siguiente ya estaba al sur de este Reino, donde se supone que la cueva del Dragón Rojo me estaba esperando. Después de mucho caminar, de días y noches de hambre y penurias, de un viaje sin descanso... Por fin encontré la cueva del Dragón Rojo. No me costó mucho adentrarme en ella. Cuando llegué, pasé un día y una noche buscando al Dragón Rojo. Cuando le encontré, me explicó que estaba harto de este sitio, que quería vivir la vida, que quería conocer mundo, así que me dijo que por qué no me quedaba yo a vivir en esta cueva y él se marchaba a cumplir su sueño de ser consejero del amor al Reino de Bastos. Yo estaba dudoso, pero me dijo que me dejaba esta cueva en propiedad, que podría hacer lo que quisiera con ella. Yo acepté. Y ahora soy el señor de esta mazmorra.
Sota de Copas: Pues vaya rollo. Nosotros queríamos ver al Dragón Rojo.
Tragón Rojo: Ya. Pasa mucho. Por eso tengo mapas que llevan a la nueva guarida del Dragón Rojo para los turistas despistados que vienen.
Sota de Espadas: Ah, qué menos que darnos...
Tragón Rojo: Os lo daré... Pero uno para todos, que ando mal de papel.
Caballo de Espadas: Pero...
Tragón Rojo: Es lo que hay.
Sota de Oros: Ni hablar, nosotros somos nosotros y ellos son ellos. Un vaso es un vaso y un plato es un plato.
Tragón Rojo: O lo tomáis o lo dejáis.
Se miran.
Sota de Espadas: Pero bueno, este tío quiere estafarnos. O nos da un mapa individual por las buenas, o nos la da por las malas...
Caballo de Espadas: Creo que es mejor esto que nada, deberíamos aceptarlo.
Sota de Oros: Pero eso quiere decir que voy a tener que ir con vosotros todo el camino al Reino de Bastos, que está prácticamente en la otra punta de Naipes...
Caballo de Espadas: Creo que os conviene ir con nosotros. Nos orientamos bien.
Sota de Copas: Si tú lo dices...
Caballo de Oros: Pero, a ver, no nos olvidemos de una cosa. Nosotros, por lo menos, necesitamos encontrar a los ladrones de Bastos. No nos podemos ir con las manos vacías. Nos han quitado nuestro dinero.
Caballo de Espadas: No haber fornicad...
Sota de Espadas: Como caballeros del Reino de Espadas, tenemos la obligación de hacer cumplir la ley de nuestro Reino. Y aquí se ha cometido un delito. Un delito de robo. Nosotros también estamos en la obligación de buscarlos.
Caballo de Espadas: ¿Sí?
Sota de Espadas: Sí, lo pone en la Ley Penal del Reino de Espadas, artículo 69.
Caballo de Espadas: Bueno, pero a eso no se le hace caso...
Sota de Espadas: No le harás caso tú. Yo me veo en la obligación de preservar la paz en este nuestro glorioso Reino. Por el Reino. Por la paz. Por nuestro honor. ¿Qué clase de caballeros somos si no hacemos cumplir las leyes?
Caballo de Espadas: Dicho así... Parece que tienes razón... U uwu...
Caballo de Oros: Entonces... ¿Venís con nosotros?
Sota de Espadas: Estamos, por desgracia, en la obligación moral.
Caballo de Copas: Y yo también quiero encontrarlos. Quiero que ese tal Sota de Bastos responda, que responda de sus actos y reconozca que tuvimos una noche de pasión en la cueva de las tentaciones.
Sota de Copas: Bueno, pues yo también voy con vosotros. Qué le voy a hacer...
Y mira a Sota de Espadas.
Entonces...
Tragón Rojo: Bueno, ¿qué? ¿Queréis el mapa?
Se le quedan mirando.
Sota de Espadas: Nos habíamos olvidado de él...
Caballo de Oros: Pues sí...
Tragón Rojo: Grrrr...
Caballo de Espadas: Bueno, sí, queremos el mapa.
Tragón Rojo: Vale, pues tomad.
Les da el mapa.
Tragón Rojo: De nada.
Sota de Oros: Gracias, o sea, por decir algo.
Tragón Rojo: Ah, por cierto, los que estáis buscando salieron hace rato de la cueva.
Se le quedan mirando.
Caballo de Copas: ¿Y tú cómo sabes eso?
Tragón Rojo: Ya lo he dicho, soy hechicero, con nivel de magia 90, por cierto, y con mi magia puedo hacer cosas. Una de ellas es ver todo lo que pasa en mi cueva...
Sota de Espadas: Entonces...
Se sonroja.
El Tragón Rojo asiente.
Caballo de Oros: NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO. No tenía suficiente con que me hubiera visto todo el mundo en mis momentos de intimidad como para que también me haya visto el tal Tragón Rojo este.
Tragón Rojo: He visto de todo a lo largo de mi vida, probablemente se me olvide mañana cuando vengan otros turistas. Por algún motivo, siempre acaban todos fornicando...
Sota de Oros: Pues yo no...
Tragón Rojo: Y dicho esto, ya podéis marcharos de mi cueva y no volver nunca.
Sota de Espadas: Tranquilo, no volveremos.
Caballo de Espadas: Eso espero.
Sota de Oros: Hasta nunki.
Tragón Rojo, entre lágrimas, se despide con la mano de sus visitantes mientras dejan su habitación.
Tragón Rojo: ¡Adiós, honorables viajeros! ¡Suerte en vuestro viaje! Ayshhh, siempre les cojo cariño... Y se me olvidan al día siguiente.
Con las emotivas palabras del Tragón Rojo, los caballeros de la tierra de Naipes salen de la sala roja y, curiosamente, al poco rato, consiguen también salir de la cueva que tantos dolores de cabeza les ha dado. De ahora en adelante, tendrán un largo camino que recorrer. Parecía que su historia acababa aquí, pero no había hecho nada más que empezar.
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