Cuento de hadas
Había una vez, durante la gran celebración de la boda del Rey Shinigami del reino de Koro y la princesa Aguri del reino de Yukimura, un joven príncipe de un reino vecino. Delgado, pequeño, de azulada cabellera y ojos como zafiros, amado por su reino y temido por sus enemigos.
En ese baile el príncipe conoció a una princesa, la hermana menor de la novia. Delgada, pequeña, de negra cabellera como azabache y ojos tan bellos como el ámbar, amada por su hermana pero encerrada del mundo.
El príncipe, intrigado por el constante rechazo de la princesa a los caballeros, se acercó a ella para conversar. La princesa, a punto de evitarlo como a los demás, no pudo evitar notar los peculiares y hermosos ojos del joven, brillantes, cristalinos, profundos y peligrosos como el mar. Sin saber porque aceptó su invitación y salieron al balcón, lejos de las miradas curiosas de los invitados.
—Una hermosa velada, ¿no lo cree así, Princesa? —preguntó el príncipe tratando de iniciar una conversación.
—¿Lo es? —respondió ella como si no quisiera, o más bien, como si no supiera que responder. Intentando esconder la turbación que el joven le causaba.
—Para mí lo es. Esta noche celebramos la unión de dos reinos, pero no sólo eso, el Rey Shinigami, mi querido mentor, se casa con la mujer que ama. ¿No es hermoso el simple hecho de que un par de amantes unan sus vidas para siempre?
La princesa enmudeció durante un momento ante sus palabras.
—Puede ser—reconoció—, pero no cuando quien se casa es la única familia que tienes y, cuando se vaya, lo más probable es que quedes completamente sola en el mundo, ¿entonces dónde queda todo el amor que juró a su hermanita? —susurró con pesar, al tiempo que los ojos se le aguaban.
Sin darse cuenta, una lágrima solitaria rodó por su mejilla. Una mano enguantada detuvo su recorrido y se encargó de secarla, para luego posarse en su mejilla y obligarla a alzar la mirada.
Esos ojos azules que tanto podían asustar a un guerrero, ahora eran tan pacíficos y misteriosos como el mar en calma.
—El amor seguirá ahí, porque si algo podemos hacer los seres humanos es amar a varias personas y de varias maneras. Usted Princesa, no debería preocuparse por ello, su querida hermana no la dejará. Puede confiar en mí. Y algún día llegará a quien usted ame igual que su hermana a nuestro Rey y su propia felicidad quedará sellada con una velada tan magnífica como esta. Puede estar segura.
El silencio fue lo que siguió a las bellas y conmovedoras palabras del Príncipe. Ninguno quería romper el mágico momento que los envolvía, pero, como si súbitamente recordara algo, la Princesa se separó del Príncipe y corrió dentro del castillo, esquivando invitados y yendo directo a su habitación en la fortaleza.
El Príncipe se quedó ahí en el balcón, observando el camino por donde ella desapareció, aún sintiendo la calidez que la Princesa desprendía.
Después de aquella noche el Príncipe, al enterarse de que las hermanas Yukimura ocuparían su lugar dentro del castillo del Rey Shinigami, acudía muy frecuentemente a visitar a su mentor con la esperanza de encontrar a la extraña Princesa que logró robar su corazón.
Ella huía al verlo, pero con el tiempo dejó de hacerlo. Las tardes se les iban en pláticas interminables, debatiendo tonterías o sólo disfrutando la compañía del otro.
Hasta que un día la Princesa dejo de acudir. Sin explicaciones o excusas siquiera.
El Príncipe intentó por todos los medios encontrarse con ella, sin éxito alguno.
Acudió entonces a la Reina, quien conocía mejor que nadie a la desaparecida Princesa.
—Príncipe —dijo ella—, mi pequeña hermana es alguien que esconde muchos secretos. Ella nunca querría dañarte y es por eso que ha preferido alejarse de ti, más, sin embargo, yo no creo que eso sea lo mejor. Así pues, te contaré la historia que se esconde tras su soledad.
>>Hace mucho tiempo, cuando no era más que una cría, mi hermana acompaño a nuestro padre a una excursión al bosque, se suponía que no debía llevarles más de un par de horas, pero la noche cayó y ellos seguían sin regresar. Un puñado de guardias salieron en su búsqueda y, al poco tiempo, un par de ellos regresaron corriendo despavoridos. Decían que, posiblemente, un hechicero había atacado y convertido a la pequeña Princesa en un monstruo; que ella estaba fuera de control y que atacaba a todo el que veía.
>>Mi madre, angustiada, pidió ayuda a una bruja amiga suya para que revirtiera el hechizo. Juntas fuimos a buscarla y lo que encontramos nos dejó sin palabras: decenas de caballeros caídos, heridos algunos muertos la mayoría. No había rastró del Rey, pero mi pequeña estaba en medio del caos, con la mirada vacía y perdida, el vestido rasgado y la cara manchada de tierra. Pero lo más impactante era, sin lugar a dudas, ver ese par de tentáculos salir de su nuca y retorcerse en el aire.
>>La bruja se enfrento a ella y logró debilitarla, estaba realizando el conjuro que revertiría la maldición del hechicero, pero antes de que pudiera terminarlo cayó muerta frente a nosotras. El hechicero había regresado y parecía querer asegurarse de que nadie pudiese hacer algo contra ella. Yo no sabía quién era, pero mi madre lo reconoció en el acto. Shiro, un brujo oscuro que escapó de la cárcel y odiaba a nuestros padres por encerrarlo. Quería asegurarse de que sufrieran y estaba dispuesto a utilizarnos para lograrlo.
>>Lanzó otro hechizo, esta vez dirigido a mí, pero mi madre se interpuso. Cayó en medio de furiosas sacudidas, sus ojos estaban inyectados en sangre y no respondía cuando le hablaba. Antes de que ese sujeto lograra hacer algo más, mi padre le dio alcance y acabó con su vida en movimiento de su espada.
>>Ya sin fuerzas, mi padre se derrumbó al lado del cuerpo ya inmóvil de mi madre. Mi hermanita cayó inconsciente segundos después. No sé cuánto tiempo estuve ahí, lo último que recuerdo es a los caballeros llevándonos en brazos y recogiendo con ceremonia los cuerpos en el claro.
>>A partir de ese suceso mi Princesita se aisló de todos. Era consciente de lo que pasó y, con tal de "mantenernos a salvo", se encerró un una burbuja de mutismo y soledad.
>>Así fue hasta que te conoció. Ella sabía a lo que se exponía, pues el hechizo nunca fue removido del todo, pero quiso arriesgarse un poco para conocer algo más que la soledad. Ahora está pasando por lo mismo, no dejará entrar a nadie por temor al desprecio y al peligro que representa, pero no será así por mucho tiempo, ¿no?, por eso has venido a verme. Puedo ver en tus ojos que estás dispuesto a hacer cualquier cosa por ella, ¿me equivoco? Hazlo, por favor. Demuéstrale que no está sola, que no es un peligro. Que hay personas que la aman y que ella tiene derecho a ser feliz.
Con las palabras de la reina resonando en sus oídos y su corazón, el Príncipe reunió a sus más fieles caballeros para el viaje que emprendería; el capitán Karasuma era el segundo al mando de la expedición; Karma, el Diablo Rojo, con su brillante armadura negra y sus dorados ojos felinos; Isogai, el pobre campesino con maravillosas habilidades con la espada; Maehara, reconocido por su habilidad con las mujeres; Sugino, el mejor con la lanza; y, por último, Chiba, el mejor arquero del reino.
Juntos emprendieron el viaje en busca de una bruja capaz de desaparecer del todo el hechizo residual en la Princesa.
Viajaron por el bosque, encontrándose con hadas juguetonas de cabello corto y nombres similares, donde casi pierden a Maehara. Cruzaron el rio, habitado por despampanantes sirenas rubias, acompañas por otra más recatada de cabellos cenizos, Karasuma e Isogai casi caen en sus redes. Atravesaron una montaña con riesgo de encontrarse a los delincuentes quizás menos peligrosos del reino y, finalmente, llegaron a una cueva custodiada por hermosas ninfas, una de las cuales impresiono a Chiba con sus dotes con el arco y otra a Sugino con sus palabras.
Las ninfas los dejaron pasar a cambio de dejar todas sus armas atrás.
Siguieron su travesía por dentro de la cueva. Anduvieron un trecho no muy largo hasta que se toparon con un enorme caldero burbujeante.
—¿Hay alguien ahí? —preguntó el Príncipe en voz alta.
De un poco más allá salió una muy linda (desde la prospectiva de Karma) chica de melena morada peinada en dos trenzas, grandes gafas cubriendo sus ojos y un enorme sombrero en punta de ala ancha en la cabeza.
—¿Q-quiénes son? —repuso con voz queda y atemorizada.
—Soy el príncipe del reino de Shiota y vengo a pedirte un favor.
—¿F-favor dices?, ¿qué podría querer un p-príncipe de una bruja como yo?
—Eres la única en este y otros reinos que puede revertir el hechizo que Shiro puso en la princesa Yukimura.
—He oído la historia, pero un hechizo como ese normalmente no puede revertirse. Aunque... aunque q-quizás haya algo que pueda hacer —afirmo la brujita sin atreverse a mirarlo.
Con al alguien que por fin podría ayudarle, el príncipe emprendió el camino de regreso, sin complicaciones ni atrasos.
Al llegar al castillo corrieron a buscar a la Princesa.
La encontraron en su habitación con la puerta cerrada. La llamaron multitud de veces, pero ella no contestó. Tocaron cada vez más fuerte, hasta el punto de casi tirar la puerta. Sin ver resultado, dejaron que la bruja Manami se encargara de hacerles una entrada. Con una gran explosión un hueco se abrió en la pared, permitiéndoles el acceso.
Cuando el polvo se disipó lo que vieron los dejó sin aliento: el cuarto era un desastre. Ni un solo mueble quedaba en pie, las paredes tenían rasguños profundos y había retazos de tela esparcidos por doquier.
La Princesa vestía únicamente un camisón negro y una bufanda rojiza. El cabello suelto le caía a ambos lados de la cara, impidiéndoles ver su expresión.
Sin advertencia atacó. Golpeó a Maehara, lanzándolo al otro lado de la habitación. Los demás, a petición de Manami, intentaban contener a la joven. Tras muchos intentos fallidos, Karasuma logró reterla mientras Chiba, Karma, Sugino, Isogai y Maehara detenían como podían los tentáculos.
Manami entonces le pasó al Príncipe una daga blanda y sin filo sobre la que vertió un humeante liquido verde.
—Primero debes conseguir toda su atención —le infirmó—, y luego utilizar el cuchillo para remover los tentáculos desde su base en la nuca, ¿entendido?
El Príncipe asintió. Caminó a paso lento hacía la Princesa y, en un gesto rápido, unió sus labios. Un estremecimiento recorrió a la Princesa, quien no pudo evitar caer rendida en los brazos del Príncipe. Éste aprovecho la oportunidad para cortar los tentáculos.
Con la Princesa semi-consciente en los brazos, el príncipe se dirigió a los restos de la cama y la depositó ahí con toda la delicadeza del mundo.
Removiéndose entre sabanas destrozadas la Princesa abrió los ojos, para encontrarse con los azules del Príncipe. Una sonrisa sincera afloró en sus labios. No supo cuanto tiempo permanecieron así, pero en ese lapso de tiempo supo que tenía alguien que daría lo que fuera por verla bien. Tenía a alguien que la amaba. Y no era tan hermoso como el Príncipe le prometió aquella vez. Lo era aún más, tanto que ni todas las palabras del mundo podrían expresar jamás lo que en esos ojos se reflejaba.
Y colorín colorado, esta historia ha acabado.
—¿Y el príncipe y la princesa vivieron juntos para siempre? —preguntó el niño de ojos ámbar.
—¡Es obvio que sí! ¡Eran el uno para el otro!, ¿verdad mamá? —cuestionó la niña de ojos azules.
—Ellos están juntos, mi cielo, tienes razón —contestó la mujer mientras acomodaba las frazadas de sus niños.
—Pero me pregunto porque los caballeros se llaman como tío Karma, tío Maehara, Isogai, Chiba, Sugino y Karasuma... ¡y son parecidos a ellos!
—Dah, eso es porque mamá y papá son el Príncipe y la Princesa, ¡entonces sus amigos tienen que ser los caballeros!
—Y es un poco cierto que tía Manami tiene pinta de bruja a veces...
—¡Yo quiero escuchar la historia de Manami la bruja y Karma el Caballero!
—Vamos, niños es hora de dormir, mañana les contaremos las aventuras de la bruja Manami y el caballero Karma, pero ahora es hora de descansar —les dijo el hombre antes de darles el beso de las buenas noches al igual que su esposa, y salir del cuarto de sus hijos.
—Tía Manami y tío Karma deben tener una hermosa historia también —fue lo último que la pareja escucho antes de cerrar la puerta.
—No sabía que Hazama-san escribiera cuentos para niños —comentó Akari al entrar a su habitación.
—Es lo último que escribió. Debes de admitirlo, es muy de ella —repuso Nagisa acostándose junto a su esposa.
—Tienes razón —contestó ella apagando la luz—. Buenas noches, Príncipe.
—Buenas noches, Princesa.
La pareja soltó una risita y apagaron las luces.Ambos soñaron con brillantes armadura, pociones extrañas y un amor que todo lovence.
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Hola(?
Sólo para decir que mañana hay un anuncio <3 (y posiblemte otro One shot...)
InfiniteTrigger_uw
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