Capítulo 70
Sus pies se chocaban entre si, sus piernas no paraban de moverse. Le dolía el pecho y su respiración era más que acelerada, sentía que sus pulmones no recibían el oxígeno suficiente.
El sol de la mañana apenas comenzaba a salir el cielo estaba entre naranja y rosa, como un helado de doble sabor. La brisa era cálida, era un viento que daba placer sentir en la piel. Un viento que transportaba con él, el aroma de las flores, el aroma que arrastraba de las hojas de los arboles de limones y que lo mezclaba con el aroma del pan siendo horneado.
El aroma tan característico del pan de Yugos.
Le ardían los hombros por el roce de las asas de su mochila contra su piel ligeramente sudada. Su cabello estaba atado en un moño desarreglado y suelto, que a medida que avanzaba se le iba deshaciendo. Llevaba puesta una camiseta azul larga, perteneciente a cierto rubio, y unos shorts holgados debajo. Esos shorts eran un fastidio, le quedaban grandes y se le caían todo el tiempo por la ausencia de un cinturón.
Se había quedado dormida, estaba llegando tarde al encuentro con Smoker. Salió tan apurada que no se tomo siquiera el tiempo de ponerse calcetines, y se estaba encabronando por la sensación rara de sus pies sudorosos en contacto con el interior acolchonado de sus botas.
Se detuvo dos instantes para atarse las agujetas. En el momento en que se agachó, sus shorts también bajaron, dejando su trasero al descubierto.
Agradeció que era demasiado temprano para que hubiera gente en la calle.
Después de unos interminables quince minutos corriendo, llegó a la entrada del pueblo. Miró desde arriba hacia la costa en busca del hombre, no lo puedo ubicar.
Tanto Smoker como el G-5 habían desaparecido.
La frustración la golpeó con fuerza y debido a la rabia apretó fuerte la mandíbula.
Tuvo ganas de gritar pero pensó en todos los aldeanos que se despertarían sorprendidos, asustados, y prefirió no darse el lujo.
Mas bien, se tomó el momento para ver el mar, el azulado cuerpo infinito de agua que se extendia más allá de la tierra. Vio los destellos brillantes del sol reflejándose sobre él y sintió su corazón vibrar de la emoción.
El aire entró extasiado hacia sus pulmones e hizo temblar su pecho, sus ojos estaban brillantes, estupefactos, asombrados, con la belleza natural del planeta.
Se sentía completa, sentía que esto era lo que siempre deshabía deseado.
Aventurarse en el mundo y disfrutar de cada momento en difernetes lugares.
Y es que si, habia visto millones de puestas de sol y millones de amaneceres en Dressrosa, pero ya se había memorizado por completo aquel paisaje.
Recordaba perfectamente el brillo de las veletas sobre los tejados de las casas. La brisa tropical chocando contra sus mejillas sonrojadas. El mar cantando en cada ola, en cada choque de su majestuosidad contra las rocas, en cada sonido de la arena escurriendose en la orilla.
Esa paisaje era hermoso, realmente lo era, pero verlo todos los días, cada amenecer y cada anoche, ¿Iba a ver lo mismo toda su vida?, ¿Era diferente el sol en otros lados?. No iba a permiterse morir sin haber visto al sol salir y esconderse de manera diferente, no iba tolerar el hecho de no conocer experiencias nuevas.
No iba a morir en el mismo lugar en el que nació.
Vio algo en la orilla que llamo su atención, una silueta.
Se asomó un poco más al banquillo de arena, forzó un poco la vista para intentar descifrar la forma de aquello que reposaba entre el mar y la arena.
Se inclinó hacia adelante intentando ver mejor.
-¿Eso es un...?.
El equilibrio le fallo y debido al peso de todo lo que cargaba en la espalda, se fue hacia adelante, rodando arena abajo como una planta rodamundos.
Intento patalear y clavar sus manos en la arena para detener la caída. Pero no lo consiguió. Su cabeza impactó contra una superficie de madera.
-¡Ay, ay, ay!.-Se sobó con una mano la coronilla.-¡Cómo duele!.
Levantó su cara del suelo e intento quitar los granos de arena de su rostro. Sus manos sudadas y llenas de ella no ayudaron mucho, la arena se le pegaba a todo el cuerpo.
A regañadientes se acercó aún mas a la orilla, enjuagó sus manos sintiendo como sus brazos le pesaban y se llevo algo de agua al rostro.
-Ahhh.-Gruño con pesadez.-¡Que sueño!.
Se sentía extremadamente fatigada, no podía siquiera despegar sus párpados.
La marea subió y el agua llego a tocar sus rodillas.
-Tengo que salir antes de que me muera.-Susurró con los ojos apenas abiertos.
Comenzó a caminar de regreso a la arena, ahí pudo comprobar con que se había golpeado.
Un bote de rescate.
Un bote de madera gruesa y rígida. A simple vista, muy resistente, equipado con varias bolsas de diferentes tamaños. Divisó un cajón de manzanas cubierto por una lona gris.
-¡Comida!.
A paso apresurado, salió del agua como si nada y camino directo hacia su salvación.
El símbolo de la marina estaba dibujado a uno de los costados del bote. Cerca de él había un cartel de "se busca" con la foto de (Tn).
Ella lo despegó y lo examinó, encontró detrás de él una nota:
"Lo pensé y puede que de el informe sobre la presunta muerte de esta buena para nada en el cuartel general. Yo que tu, buscaría la manera de pasar de percibida, te recomiendo un cambio de apariencia empezando por esa ridiculez que tienes tatuada en la cara, ¿¡como se te ocurre tatuarte mocosa!?, ¡Y encima en la cara!. Como sea, supuse que no llegarías a tiempo, así que no me tomé la molestia de esperarte. Aquí tienes lo necesario para una semana, y con suerte, para uno o dos dias en Khoja.
Te estaré vigilando. No hagas nada estúpido y sigue mis consejos. Ya he sido demasiado bueno contigo y creeme que no dudare en capturarte si es necesario. Tampoco voy a interferir si alguna otra división te captura, a partir de ahora todo va por tu cuenta.
Pórtate bien."
(Tn) dio un alarido de felicidad y comenzó a saltar en el lugar como un desquiciada.
-¡Gracias Smoker-Sama!.-Elevó su puño al aire con la nota en su mano.-¡gracias, gracias, gracias!.
Besó repetidas veces el trozo de papel y lo apretó contra su pecho.
Tiró su mochila hacia el interior del barco y se metió de un salto. Comenzó a revisar el equipamiento.
Le había dejado dos barriles de agua, un cajón de manzanas y otro de tomates. Le habia dejado un saco de arroz y otro de harina. Un poco de sal, un poco de azúcar, aceite y una bolsita misteriosa con especias. Le había dejado un botiquín de primeros auxilios, una pequeña barrita metalica para hacer cafe y granos de café. Le habia dejado una katana de la Marina, de empuñadura blanca y funda gris. Con doble filo y bastante ligera. Sin duda, una arma bastante buena.
No era una de las mejores katanas, pero le seria de muchs utilidad e incluso podría llegar a salvarle la vida dependiendo de las circunstancias.
Debajo de uno de los banquitos vio un pequeño cofre. Lo tomó entre sus manos y lo dejó sobre su regazo. Lo abrío.
"No lo gastes en estupideces"
-Lo intentaré.-Dijo guardando la notita en su bolsillo. Vacío el interior del cofre sobre sus piernas y comenzó a contar moneda por moneda.-¿Diez mil berries?.-Sus ojos se iluminaron.-¡Nunca había tenido tanto dinero en mi vida!.-Tomó el cofre y lo guardó sin pensarlo en su mochila.-Compraré muchos recuerditos.
Acomodó todo en el bote de manera que le quedara cómodo para remar y le dio un último vistazo a la entrada de Yugos.
-Podria dibujarlo...
Empujó un poco el bote de modo que la marea pudiera comenzar a arrastrarlo al mar y se subió a él, es espaldas al azul extenso.
Tomó su diario y un lápiz, se cruzó de piernas sobre el asiento y comenzó a dibujar lo último que vería de aquella hermosa isla.
-Aquí comienza la aventura.-Susurró para si misma, y una amplia sonrisa se dibujo en sus labios.
El bote poco a poco se fue dejando llevar por el agua, poco a poco el mar la fue arrastrando hacia su próximo destino.
Terminó el dibujo y lo miró satisfecha, vio la hoja siguiente de aquel cuaderno y se le ocurrió que allí podria escribir como fue su experiencia en aquel lugar. Y comenzar a narrar y dibujar de la misma manera en cada lugar al que fuera.
Cerca del medio día, comió un par de manzanas y durmió una siesta sobre una cama improvisada con su propia ropa, que se parecía más a un nido, en medio del bote.
Se durmió feliz. Sintiendo el sol y la brisa salada del mar chocando contra su cuerpo, como intentando fundirla con el bote. Ya se había alejado bastante de la isla, casi no podía verla dentro de su campo de visión.
-¡Ahh!.-Soltó en un suspiro.-¡De lo que se pierde Law por andar todo el tiempo bajo el agua en esa lata de sardinas!.-Se colocó las googles de su casco para suavizar el impacto de los rayos del sol sobre sus ojos y poder dormir plácidamente.-¿Que estará haciendo ese malhumorado ahora?.
Mientras la chica se dejaba seducir por sueños un tanto traviesos con su guapo doctor como protagonista, cerca de la entrada Sur de Yugos, en la costa, emergía el Polar Tang.
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