25
— Entonces...
Roger asintió.
— ¿Y el pan?
— Pasé después de ir —explicó.
Brian no podía creerlo, el día que habían hablado en el bus Roger, este pasaba de ir al cementerio a ver a sus padres.
— ¿Y por qué no me habías dicho? —le preguntó acariciando algunas rubias hebras.
— Yo... no lo sé... —respondió.
Brian se acercó y besó sus labios con dulzura.
Roger correspondió.
— No te preocupes —le dijo sin apartar la vista de aquellos grandes e hipnotizantes, al menos para él, orbes azules— Te diría que te comprendo, pero... supongo que ningún dolor es comparable...
Roger sonrió de forma leve.
— Eres muy bueno, Bri... —le dijo.
— Tú sacas lo mejor de mí —me respondió este.
Roger se sonrojó y abrazó a su novio con fuerza.
— Te amo tanto... —le dijo.
— Yo te amo más —le sonrió Brian para luego besar su cabeza— Y si necesitas llorar...
— Estoy bien, descuida —le sonrió— gracias.
Estaba acostumbrado a aquellas amargas y gruesas gotas de lluvia que caían de sus dos cielos hacia aquel suave valle que eran sus mejillas, y cuando le decían que llorara le era imposible hacerlo.
Más si era Brian quien se lo decía.
(...)
— Jagger, Richards, Philips y Keller...
Allí estaban aquellos cuatro agresores. Recién habían sido descubiertos y los tenían en la oficina del campamento.
— Si lo que quiere es castigarnos debe saber lo siguiente —dijo Mick— Los tres son unos...
— No se excuse —le dijo el director— en el mejor de los casos tendrán una suspensión de dos semanas, pero creo que lo adecuado sería la expulsión.
Los cuatro permanecían en silencio.
— Además deberán pedirle disculpas públicas a los alumnos Taylor, Barrett y Harrison —dijo.
— ¿Nos expulsarán por esta estupidez y además tendremos que pedirle disculpas a los tres? —preguntó Keith.
— Lo mismo que has dicho —espetó el director— sus padres ya están enterados, vienen en camino y no están para nada contentos.
— Como sí me importara —musitó Mick.
— Bueno, debería importarles —dijo el director.
Mick hizo un gesto con la mano.
Ya estaba todo hablado, ya estaba todo decidido.
Ellos serían expulsados y no quedaba nada más que hacer.
(...)
— ¡Por fin es hoy! —exclamó John contento— ¿Saben dónde está ingeniería?
— Hm... creo que cerca del escenario, cielo —le sonrió Freddie. John corrió a donde el persa le había indicado mientras exclamaba numerosos "¡Gracias!" y sonreía ampliamente.
Parecía un niño en una dulcería.
— Por lo visto aquí Astronomía y Astrofísica están relativamente cerca... —dijo Syd.
— Entonces iré contigo —le dijo Brian— Roggie ¿Vienes con nosotros? Después puedo llevarte a odontología.
— No, yo iré —le sonrió Roger— nos vemos.
— Nos vemos, bebé —le dijo Brian para posteriormente depositar un suave beso en sus labios e irse.
Roger caminó hacia la sección de odontología, al llegar le preguntó algunas cosas a los encargados, quienes le respondieron las dudas y le entregaron unos papeles para firmarlos.
Habían dos escuelas más en la feria, por lo que lograba divisar a muchas personas que jamás había visto en su vida.
Aquello lo ponía un poco nervioso, pero trataba de ser fuerte y mantener bien su temperamento.
Al volver con papeles, datos y algunas mercancías de la carrera y la universidad comenzó a buscar a los demás.
Estaba todo bastante colapsado y no estaba seguro a dónde iba, ni en dónde estaban las carreras de sus amigos.
En un momento vio algo que le causó pavor.
— ¡Taylor! —exclamó Mick yendo hacia él.
¿Cómo podía temerle tanto a alguien?
— Hola —saludó y se dispuso a seguir caminando.
— ¡Espera no te vayas así como así! —le dijo Mick— ¡Hey, Keith! ¡Mira a quién encontré!
Keith se acercó.
— ¡Taylor! —saludó.
— Aún no te crece el cabello —le dijo Mick.
— Eh... no —respondió Roger— bueno, un gusto verlos, nos vemos.
— Hey, aún no te vayas —le dijo Keith.
— Mira, te mostraremos algo —sonrió Mick.
— De hecho...
— ¡No te preocupes! Lamentamos mucho lo sucedido y queremos compensarlo —dijo Keith llevándolo fuera del gimnasio.
— ¿A dónde vamos? —preguntó asustado.
No obtuvo respuesta.
(...)
— ¡Seré astrónomo, así es! —exclamó Syd levantando los papeles hacia el aire.
— Y yo astrofísico —dijo Brian.
— ¿Viste a Roger? —le preguntó Syd.
— Honestamente no veo a nadie, hay demasiada gente... ¿tú? —preguntó.
— Si tú con lo alto que eres no ves a nadie imagina lo que queda para mi... —respondió Syd.
— Allá están Freddie y John... creo que al lado está George, vamos con ellos —propuso Brian, Syd asintió y fueron.
— ¡Hola, darlings! —saludó Freddie— ¿Y Roggie?
— No estoy seguro —respondió Brian— no puedo encontrarlo...
— ¿No lo han visto? —preguntó Syd.
— Hm... honestamente creo que no —contestó John— ¿ustedes?
— Eh... no... —dijo George.
— No hubiera preguntado —respondió Freddie.
— Hay que hacer como en Scooby-Doo, separarnos y buscar pistas —dijo Syd— yo iré por aquí, Freddie y John por las salas, Brian afuera del gimnasio y George... por el otro lado de aquí mismo.
Los demás asintieron y se separaron en busca del rubio.
Brian se encontraba algo nervioso a medida que buscaba, acababa de salir del gimnasio y se encontraba camino a donde tenían los basureros: una especie de callejón entre la escuela y este.
Lo último que había sabido de sus amigos era que en el gimnasio no estaba y que Freddie y John seguían buscando entre las variadas salas de clase que se encontraban en la escuela.
¿Dónde estaba Roger?
A medida que buscaba sin dar resultado su presión cardiaca aumentaba proporcionalmente.
Estaba desesperado.
Había marcado unas cuatro o cinco veces a Roger y le había mandado unos diez mensajes vía Instagram y WhatsApp.
Nada.
No había ninguna respuesta.
Comenzó a sentir sollozos y se acercó corriendo.
Conocía aquellos sollozos.
Al llegar vio a los cuatros anteriores agresores pateando a Roger mientras éste estaba en el suelo.
Brian supo inmediatamente lo que debía hacer.
Corrió hacia Mick y lo empujó, luego le dio un golpe en la cara a Keith.
Los otros dos huyeron, Mick había caído al suelo y se levantó.
— Agh llegó el noviecito —dijo.
Brian ayudó a Roger a levantarse.
— ¿Tan aburrida es su vida que no tienen otra cosa que hacer? —les preguntó abrazando a Roger e intentando consolarlo, puesto que lloraba.
— Sí, pero esto es más divertido —respondió Keith.
Brian gruñó.
— B-Bri... no... no es necesario... s-solo vámonos... ¿sí? —pidió Roger.
Brian no hizo caso.
— Quiero que dejen a Roger en paz, ya ni siquiera son de la escuela —ordenó.
Mick rió.
— Tú no eres nadie para darnos órdenes —le dijo cruzándose de brazos.
— No, pero sí puedo defenderlo —respondió Brian.
— Como sea, vámonos —dijo Keith.
— No vuelvan a tocarle un pelo ¿entendieron? —dijo.
— Cállate, May —respondió Mick.
Los dos se fueron.
— ¿Estás bien? —le preguntó Brian tomándolo de las manos.
Roger asintió.
— Perdón, no volveré a dejarte solo ¿sí? —le dijo.
— B-Brian, tranquilo... no es tu culpa —le sonrió acariciando su mejilla— todo está bien.
— Pero es que... ¡Agh! No soporto que te traten así...
— No pasa nada, en serio —dijo.
— Está bien... —suspiró— pero al menos te llevaré a enfermería y le avisaré a los chicos.
Roger asintió y Brian lo llevó a la enfermería.
(...)
Brian entró a su casa esperando lo mismo que siempre: un saludo de su madre y una falta de atención de su padre.
— Hola —entró.
— Hola —lo saludó su madre.
Y ocurrió lo inesperado:
— Hola, hijo —saludó su padre.
Brian se sorprendió y su padre volvió a hablar.
— Hijo... lamento mucho cómo me comporté. Si Roger te hace feliz... en ese caso yo también lo estoy.
Brian sintió que iba a llorar producto de la alegría, como un reflejo fue a abrazar a su padre.
Y este le correspondió.
— Te prometo que mejoraré —le dijo— te prometo que seré el padre que mereces.
Brian asintió sin soltarse del abrazo de su padre. No necesitaría vender tareas para irse de la casa. No necesitaría distanciarse de sus padres o de Roger.
Por fin podía estar en paz.
— Te amo muchísimo, hijo —le dijo.
— Yo también, papá —sollozó Brian.
Al poco su madre se unió al abrazo y permanecieron así un rato.
Sentía que le hubiesen quitado una roca de una mochila.
Se sentía aliviado.
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