parte única
A simple vista, muy pocas personas podrían asumir que Atsumu Miya era un omega.
Ese pensamiento común no era debido específicamente al largo de estatura o la musculatura total que abarcaba su cuerpo, si no a su actitud, que desbordaba confianza en sí mismo, y por su completa pasión y entrega al volleyball, dejando todo de sí en la cancha.
Su hermano, Osamu, acababa de presentarse como un alfa hace un par de semanas en aquel entonces. Y a pesar de que Atsumu ya sabía que era un omega, debido a los exámenes de segundo género y aquel ligero aroma dulzón que cada vez se hacía más presente, algunos de sus compañeros de escuela e incluso el equipo parecían no notarlo todavía. Esto no molestaba a Atsumu, era algo normal debido a su manera de actuar y, como aún no se había presentado, poco perceptible olor.
Sabía que no actuaba como tal, pero en el fondo, lo único que quería era ser reconocido como el omega que era. No podía esperar para que por fin tenga su primer celo y la gente finalmente lo supiera.
Los omegas varones no eran algo común, mucho menos en Japón, pero él no se sentía apenado al respecto. Le habían enseñado a sentirse orgulloso por quién era y algo tan absurdo como su especie no haría que cambie eso. Él seguiría siendo Atsumu Miya, con su enorme talento.
A pesar de que la mayoría de personas a su alrededor todavía no pensaban que Atsumu fuese un omega, su gemelo, Osamu, era muy protector con él. Como alfa, esto venía como parte de sus instintos fraternos que distinguían a Atsumu como el menor omega de su manada, siendo su madre la mayor.
A diferencia de muchos años atrás, ser un omega varón ya no estaba mal visto y, para la buena suerte de Atsumu, sus padres recibieron muy bien la noticia de sus segundos géneros, sin hacer diferencias con ellos ni tratarlos de distinta forma por eso.
Atsumu se presentó en un brillante día de primavera a mediados de abril.
Su aroma era muy fresco, a flores y miel, dulce pero sin llegar a hostigar. Para Osamu, su aroma fue un poco abrumador y durante los días de su celo tuvieron que ser separados por la pequeña fatiga que tenía su hermano. Seguramente esto era debido a que su olfato había sido recientemente aumentado por parte de su segundo género, supuso.
Pese a todo, su madre siempre iba a visitarlo y ver cómo se encontraba, a veces con comida, agua o medicinas, u otras solo para arrullarlo y acariciarlo como cuando era un cachorro, en cambio, su padre prefería darle su espacio y no pasar delante de la puerta, temiendo incomodar al omega, pero a pesar de eso, seguía preguntándole si necesitaba algo o si los dolores eran muy fuertes.
Pasó su primer celo tranquilo, no fue tan malo como creía a pesar de todo. Pero su aroma era algo fuerte, y gracias a eso se enteró que algunos alfas y betas trataron de meterse, llamados por el perfume natural de omega en celo, aunque esto fue solucionado por su padre y hermano, quienes tuvieron que "marcar" el territorio con su aroma alfa, intentando cubrir el suyo y demostrar que estaba protegido. Se sintió seguro y querido. No tenía nada que temer. Fue lo que pensó mientras se dirigía nuevamente a su escuela junto a Osamu. Estaba nervioso pero a la vez emocionado.
A diferencia de lo que creía, sus compañeros se lo tomaron bastante bien, algunos lo felicitaban por finalmente haberse presentado y otros lo recibían con una sonrisa amable. Seguía con los entrenamientos del equipo y con las clases, como si nada hubiese cambiado.
Todo iba bien hasta el torneo en el que le tocó a su equipo enfrentarse contra Itachiyama.
Tan pronto Atsumu sintió aquel desconocido y fuerte aroma a sándalo, cayó en sus rodillas, antes de siquiera poder inclinarse y tomarse de manos para empezar el partido. Osamu y su equipo supieron a qué se debía esto e inmediatamente trataron de tomar cuidado de Atsumu e intentar llevarlo a la enfermería, para después dejarlo junto a su hermano. Esto era de algo poco común pero que sucedía cuando un omega conoce a su alfa destinado. Entraban en celo inmediatamente, justo como lo que le acababa de suceder al rubio.
— Creo... Creo que es mi destinado. — Le susurró Sakusa a Komori, siendo finalmente capaz de reaccionar. Llegando a tal conclusión debido a que era el único alfa de su equipo.
— Lo es. — Respondió el castaño con una pequeña sonrisa en su rostro. — ¿No deberías ayudarlo?
Sakusa, a diferencia de la mayoría de alfas, era muy bueno con sus instintos. No necesitaba supresores ni inyecciones porque él era capaz de contenerse por sí mismo. Así que, después de presentarse adecuadamente frente al equipo contrario y demostrar sus habilidades, se dirigió directamente a la enfermería en busca de Atsumu, encontrándolo descansado en una camilla siendo acompañado por su gemelo, sentado en una silla. La conversación entre ambos fue corta, pues Osamu lo había asumido también, y mientras no hicieran nada en contra de lo que quería el rubio, todo estaría bien.
— Si no cuidas bien de él o si soy un tío tan temprano no te lo perdonaré. — Fueron las últimas palabras del gemelo menor, para después dirigirle una mirada y retirarse de la enfermería.
Sakusa trató lo mejor que pudo para seguir manteniendo su estoica postura a pesar de lo nervioso que estaba. Tomó asiento en la silla y soltó un suspiro.
— No me gusta esto. — Dijo Atsumu, quien a pesar del rubor en su rostro seguía manteniendo su orgulloso tono. Sakusa no respondió nada al respecto, pues mentiría si diría que no le daba curiosidad conocer a un omega tan único como el que tenía al frente. Había escuchado mucho de él y sus habilidades.
Atsumu, por otro lado, trataba de distraerse del dolor lo más que podía, respirando pesadamente hasta que el alfa empezó a soltar sus feromonas. Los celos inducidos por los destinados no necesitaban sexo de por medio, pues con el aroma del contrario era algo suficiente para calmar las molestias que este causaba, cosa que ambos agradecían debido a que literalmente acababan de conocerse.
Pasaron el resto del celo del omega en la casa del rubio, después de haber sido recogidos por los padres de este al enterarse de la noticia. Sakusa fue recibido con los brazos abiertos por parte de la familia Miya al demostrar el respeto que le tenía a Atsumu y sus buenos modales, excepto por Osamu, quien aún se mantenía desconfiado respecto a él.
Intercambiaron números y se continuaron hablando y viendo en sus tiempos libres. Al principio esto había sido complicado y no se llevaban del todo bien, pues ambos tenían personalidades y puntos de vista muy distintos. Pero con el tiempo habían llegado a comprenderse mutuamente y entender lo que no les gustaba al uno y al otro.
Hasta que un día, Sakusa finalmente pudo sacar toda la valentía que podía y le pidió a Atsumu ir a una cita con él de manera formal. Atsumu no sabía qué hacer y trataba de pensar dando vueltas en su habitación, soltando inconscientemente su angustiado aroma.
— ¿Puedes parar? Estás apestando toda la habitación, 'Sumu. — Fue lo que le dijo su hermano, y a pesar de que sabía que lo decía solo para molestarlo, Atsumu no respondió nada al respecto, por lo que Osamu volteó a verlo algo preocupado. — ¿Te sientes bien?
Atsumu volteó y tras un suspiro le respondió.
— Omi me invitó a una cita y no sé qué usar. — El gemelo de cabello gris se quedó callado durante diez segundos para después comenzar a reírse como si el rubio hubiera contado el mejor chiste de su vida. — ¡Deja de reírte, 'Samu!
— Pensé que era algo serio.
— ¡Esto lo es! ¡Necesito verme bien! — Exclamó, dejándole saber a su hermano lo importante que aquello era para él.
Osamu decidió ayudarlo a armar un atuendo bonito que pudiera usar, sin embargo, la mayoría de prendas que ambos poseían eran demasiado informales o aburridas según Atsumu, por lo que decidieron ir al centro comercial.
— ¿Quieres ir ahí? — Preguntó el menor, al ver el aparente interés de Atsumu hacia la tienda de omegas.
— No.
— Estoy seguro de haberte visto mirar en esa dirección tres veces desde que llegamos. — Comentó Osamu, y al no recibir una respuesta por parte del rubio decidió dirigirse en esa dirección.
Atsumu estaba impresionado. Nunca antes había entrado a una tienda de omegas a pesar de ser uno porque simplemente no se atrevía a preguntarle a sus padres al respecto y le resultaba conveniente ya que podría compartir ropa con su gemelo, pero esta vez era diferente, él quería verse lindo para Omi-kun y usar aquellas delicadas prendas que siempre veía en los omegas por la calle. El rubio no sabía a dónde dirigirse, la tienda era enorme y él ni siquiera tenía idea de lo que quería, pero afortunadamente tenía a su hermano de compañía, quien le ayudó a elegir algunas piezas.
Después de probarse todo lo que había llevado consigo al probador, terminó escogiendo un pantalón celeste a la cintura junto a una delicada camisa blanca con ligeros detalles de encaje. Ambos llegaron a casa y Atsumu comenzó a arreglar su cabello y poner un poco de maquillaje en su rostro, tratando de no pasarse. Atsumu llegó al parque acordado justo a la hora adecuada, para encontrar a Sakusa usando pantalones verdes y una desabotonada camisa negra.
Tan guapo como siempre. Pensó mientras se le acercaba con una sonrisa en el rostro.
— ¡Omi-kun! — Lo saludó alegremente.
— Traje esto para ti. — Dijo el contrario, mientras le entregaba una rosa rosada*, con un ligero sonrojo cubriendo su rostro.
— Es hermosa, muchas gracias, Omi Omi. — Agradeció mientras sentía sus mejillas calentarse y su corazón latir más rápido ante el tierno gesto del alfa.
Sin mucha más plática, ambos se dirigieron a un restaurante, siendo guiados por Sakusa. Era un lugar precioso, blanco y decorado con flores. Atsumu observaba atentamente el local mientras eran llevados a la mesa reservada. La cena pasó extrañamente rápido para Atsumu, probablemente debido a Kiyoomi, sus conversaciones y risas. Definitivamente algo más que una conexión banal entre un alfa y un omega.
— Déjame acompañarte a casa. — Dijo el más alto, una vez se retiraron del restaurante.
— No te preocupes, Omi-kun, no es tan tarde. Puedo ir por mí mismo. — Trató de poner excusas, no queriendo molestar al alfa o quitarle su tiempo.
— Atsu, en serio. — Insistió Sakusa, para después recibir un pequeño suspiro y un asentimiento por parte del rubio.
El camino a su casa no era largo, pero era un poco oscuro e ir con él hizo a Sakusa aliviado, así sabía que nada le podía suceder a su omega, el cual conversaba en todo momento y hacía que sus instintos de protección salieran a la luz cada vez que se encontraban.
— Gracias por todo, Omi. Me la pasé muy bien junto a ti. — Agradeció Atsumu, con aquella tierna sonrisa y sus mejillas rosadas, dejando a Sakusa pensando en lo hermoso que se veía hoy.
— No es nada, Atsu, yo también lo hice. — Finalizó soltando una pequeña sonrisa también, aquella que solo podía hacer estando a su lado.
Se despidieron con un pequeño y algo torpe movimiento de manos, e inmediatamente Atsumu trató de abrir la puerta de su casa lo más rápidamente que podía, para evitar que Sakusa notara lo nervioso que estaba. Después de haber anunciado su llegada y saludar a sus padres, corrió a su habitación y cerró la puerta, acostando su espalda en ella.
— ¿Qué tal te fue 'Sumu? — Preguntó su hermano, mas al bajar su cabeza notó que este llevaba una rosa rosada y que su rostro se encontraba ruborizado mientras se sentaba recostándose contra la puerta. No necesitó una respuesta para completar. — Me alegro de que te haya ido bien. — Sonrió Osamu al ver lo feliz que se encontraba.
Sakusa y Atsumu continuaron yendo a citas juntos, a veces, también invitaban a algunos amigos suyos como Oikawa e Iwaizumi ya que ellos también eran pareja. Formalizaron su relación y empezaron a salir pocos meses antes de terminar su tercer año de escuela superior.
Su primer beso sucedió después de la última derrota de Inarizaki, cuando Atsumu se encontraba desbordando en lágrimas y Sakusa no pudo pensar en una mejor manera para calmarlo.
Fue incómodo en un principio pero luego dulce y hasta... podría decirse que tierno. Eran los únicos en el gimnasio y después de ese beso las cosas empezaron a ir más en serio.
Ambos entraron en la misma universidad pero en diferentes carreras. Sakusa estudiaba medicina y Atsumu, química.
Esto definitivamente no cambió su relación tampoco, pues ambos continuaban yendo a citas y juntándose para estudiar. Mas fue en su segundo año cuando decidieron que sería necesario empezar a vivir juntos debido a la distancia entre sus casas con la universidad. A pesar de las lujosas sugerencias de Sakusa, terminaron eligiendo un moderno y céntrico apartamento, con el tamaño perfecto para ambos.
Poco después de acabar sus parciales a finales del tercer año, ambos fueron invitados a la casa de verano de Suna y su familia como era costumbre de los gemelos desde escuela media, como unas vacaciones a un lugar no tan lejano, obviamente ahora estos planes incluían a Sakusa también.
Pero este año sería diferente. Diferente porque Osamu finalmente había tomado las agallas para confesar sus sentimientos por Suna, quien lo correspondía. Ahora eran dos parejas.
No tenían un plan en específico, se levantaron tarde, aunque sus compañeros de casa por esas vacaciones parecía que lo harían aún más tarde, decidieron dejarlos descansar e ir por su cuenta ambos a la piscina a pasar el rato después de un desayuno ligero.
Era un día que se sentía perezoso, pero endulzaba sus corazones, daba un aire a doméstico que no sabían en qué momento comenzó a hacerse presente.
Se quedaron dormidos después de pasar la tarde jugando en la piscina, hasta que Atsumu abrió los ojos poco antes del atardecer, levantando a su novio abruptamente porque quería pasar por la feria antes de que el sol se escondiera.
Lograron vestirse en tiempo récord y salir justo a tiempo para ver empezar el atardecer en el centro de la feria, vestían yukatas blancas con decoración de flores rojas a juego y se tomaron un montón fotos mientras degustaban los distintos platillos que ofrecía cada colorido puesto. Tomándose de la mano en todo momento.
A las diez de la noche sus pies empezaron a doler de tanto caminar, su regreso a casa fue un mar de risas y bromas, comodidad. Poco faltaba para llegar cuando el rubio notó a su hermano caminando junto a Suna mientras reían.
— ¡'Samu! ¡Sunarin! — Los saludó acercándose con una pequeña sonrisa. — ¿Recién se levantan?
— Sí. — Respondió Suna, soltando una ligera risa. Se habían pasado todo el día durmiendo.
Los cuatro se quedaron hablando un poco y después de que el rubio les recomendara los mejores puestos de comida, se despidieron y cada uno continuó por su camino.
Atsumu tenía un poco de sed, así que ambos se dirigieron a la cocina, el más alto sacó una botella de la alacena y se la entregó, bebía el agua a largos sorbos con la mirada contraria encima.
- Para, me incomodas. - dijo el rubio, apartando su rostro con cariño, aguantando la risa.
Su novio de cabello negro regresó a su posición anterior, con el rostro inclinado para estar justo al frente del suyo. No pudo resistir el impulso y juntó sus labios en un pequeño beso.
O eso suponía ser.
Sin embargo, no pudo mantenerse de esa forma, porque escaló a un apasionado momento. Los brazos de Atsumu rodearon el cuello de Sakusa con fuerza, mientras la intesidad de sus besos subía aún más.
De alguna forma, las manos de Sakusa apretaron los muslos del rubio y lo elevó sujetándolo de ellos por sobre la encimera. Los cinturones de las yukatas cayeron al suelo pocos minutos después.
— ¿Estás seguro de que quieres esto, Atsu? — Le preguntó Kiyoomi, mirándolo a los ojos mientras posicionaba sus grandes manos en sus ya temblorosas rodillas. Él asintió, convencido, mientras observaba aquellos tan profundos ojos.
Aquellos tan profundos ojos que lo miraban con infinito amor, haciéndolo sentir el omega más afortunado del mundo.
Cuando sus pieles finalmente se encontraron fue algo mágico, podía sentir todo aún más potenciado debido a su condición de destinados, la encimera comenzó a sentirse resbalosa y se sintió incluso fría contra la sudorosa piel de su espalda, cuando finalmente cayó rendida después de recibir el nudo de su alfa.
Sakusa lo limpió con cariño usando las toallas de papel cercanas mientras el nudo se desinflaba, ambos soltaban risitas ante la extraña posición en la que quedaron. Cuando todo regresó a la normalidad, Kiyoomi dirigió a Atsumu al baño para tomar una ducha. Después de eso, el omega no parecía tener mucha fuerza por lo que fue cargado de regreso a su habitación por su alfa.
Al levantarse, el rubio se quedó mirando el rostro de Sakusa, quien dormía tranquilamente.
Definitivamente, Atsumu sabía que ese hombre frente a él era el alfa con el que quería pasar el resto de su vida.
Bonus:
Por la mañana, Osamu se dispuso a preparar el desayuno para los cuatro, feliz de poder finalmente cocinar, tras sus complicados exámenes.
No entendió, sin embargo, los rostros de diversión por parte de su hermano y cuñado mientras cortaba los vegetales que iba a saltear en la encimera más amplia.
— ¡OSAMU! ¡NO! — Gritó Suna, quien corría en su dirección, tratando de detenerlo, pero suspiró agotado al saber que se había tomado demasiado tiempo. — Olvídalo, es muy tarde. — Susurró derrotado el beta mientras miraba con los ojos entrecerrados a la otra pareja, quienes estaban sonrojados y mirando a otro lado.
Bonus 2:
— 'Sumu, ¿todo bien? — Preguntó Osamu al ver a su hermano permanecer en su asiento cuando todos habían acordado ir a la piscina.
— Me torcí el tobillo, no puedo caminar, estoy esperando que Omi me ayude a ir.
Osamu juntó sus ojos, dejando pasar el detalle.
Suna, en cambio, soltó una carcajada.
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A/N: *Una rosa rosada: En el lenguaje de las flores, una rosa en ese tono simboliza amor verdadero y dulce. Significa: "te quiero de verdad". Me parecía una flor muy bonita para regalar:).
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