Capítulo extra #4: ''¿Manuel ama a Maggie?'' parte #2

20 de marzo del 2023. Ciudad de Buenos Aires, Argentina.

El equivalente al día 17 de 365 del año de Margot.

La misión es clara: recuperar a Margot.

Pros: tengo ganas y estoy dispuesto a intentarlo

Contras: ella no quiere saber nada de mí.

Esta noche no me ha dirigido la palabra ni una sola vez. Ni siquiera cuando me acerqué a saludarla. Vi ese destello de sorpresa en su mirada, pero lo disimuló tan rápido como apareció.

Se dio la media vuelta y se puso a hablar con su amiga.

Luego Patricia nos puso a trabajar en sectores opuestos del restaurante. Estoy seguro de que no fue una coincidencia.

No es sino hasta que termina el turno que, después de verla salir corriendo del baño, la sigo hasta la salida. La encuentro hablando con Patricia.

Todo mi cuerpo tiembla y, de repente, me siento como un niño pequeño.

¿Desde cuándo me pongo tan nervioso para hablar con alguien? ¡Y encima es solo Mags!

Pero así me siento, mi corazón late con fuerza mientras camino en su dirección.

Porque Mags nunca ha sido solo Mags. Simplemente quise que lo fuera.

—Mags —no sé de dónde salió ese tono de voz—, ¿podemos hablar un segundo?

Se voltea en mi dirección y, por un segundo, contemplo la esperanza de que finalmente vaya a hablarme. Pero luego, cuando comienza a mover la cabeza en diferentes direcciones y fuerza la vista como si tratase de ver de dónde había provenido el sonido, descarto la idea: —La verdad Pat, me parece que en el restaurante realmente espantan, estoy empezando a escuchar voces.

Patricia suelta una carcajada.

—Tal vez deberíamos llamar a un sacerdote para un exorcismo —responde aún entre risas.

Frunzo el ceño. Sé lo que está haciendo, quiere provocarme, pero no lo va a lograr. Respiro hondo y suspiro, tratando de encontrar las palabras adecuadas: —Por favor, solo será un segundo.

Sus facciones se suavizan por milésimas de segundos, todavía está ahí, esa debilidad. Ese quererme como sé que me quiere.

Así como yo la quiero a ella.

Intenta ignorarlo. Conozco ese sentimiento, el no querer sentir debilidad.

La puta madre, y de no ser por ella sería algo que ya habría dominado por completo.

Se dirige nuevamente a su amiga:

—No estaría mal lo del exorcismo, porque las voces no me dejan en paz, aunque sabes... —sonríe, con picardía—, mejor dejamos eso para otro día, me voy a mi cita.

Y me siento como borracho de nuevo. Confundido, casi como si fuese a vomitar.

¿Qué? ¿Cita? ¿Mags en una cita...? ¿Con quién? ¿Por qué?

La con... reponte Manuel, ni que hubiese dicho que se va a casar con el drogadicto de la esquina.

¿Cómo es que es su nombre? ¡Ah sí, Marcos!

Para... ¿Qué estoy pensando?

— ¿Cita? —me sorprendo preguntando en voz alta.

Y sí, sé que la curiosidad mató al gato. Suerte, que me considero más una especie de tigre.

¿Qué mierda estoy diciendo?

¿Qué carajo....?

¿Por qué no dejo de hacerme tantas preguntas?

—Dale Maggie, no dejes esperando a tu chico Brisko. Anda y recuerda compartirme ubicación, corré antes de que se vaya.—se despide Patricia.

Mags le sonríe y besa su mejilla. Esta se da la media vuelta y empieza a caminar hasta la parada del colectivo; cuando ya está a unos cuantos metros, se vuelve hacia Mags y grita: —¡Después quiero detalles!

La aludida asiente y se dispone a caminar.

Entonces lo hago sin pensar. Porque, cuando me doy cuenta, estoy tomándola del brazo, evitando que se aleje.

—Es peligroso, Mags, ir a encontrarte con un tipo que no conocés a estas horas de la noche y sola.

Hay preocupación en mi voz.

Realmente me preocupo por ella.

Pero no es solo eso.

Me descubro pensando que hay algo más en el fondo: simplemente no quiero que se vaya, no quiero que se aleje de mí.

Y es cuando me recorre. Entero. Como una especie de latigazo, un golpe en la cara como en las películas de acción: una corriente eléctrica. En el momento en que su mirada se clava en la mía, y, por primera vez en toda la noche, reconoce mi presencia:

—Qué bueno que realmente ese no es tu problema ¿verdad? Así que no tenés que preocuparte por eso.

Auch.

Supongo que esto se siente, el tener una prueba de mi propia medicina.

Como la mierda.

—Mags —mi voz ruega.

¿Por qué mierda estoy rogando?

Se suelta de mi agarre y empieza a caminar en dirección contraria: —Me están esperando, nos vemos por ahí, Manuel.

Mi corazón se paraliza mientras la veo alejarse. Es una especie de sensación irreal, porque por más que lo intento (y juro que le pongo todas mis fuerzas) no puedo dejar de mirarla, es más, no dejo de mirar en esa dirección sino hasta que pierdo de vista el colectivo.

21 de marzo del 2023. Ciudad de Buenos Aires, Argentina.

El equivalente al día 18 de 365 del año de Margot.

Si tengo que pensar en cosas que preferiría no haber oído, puedo añadir la vez que escuché a mis padres... ya saben, cuando tenía dieciséis y volvía del colegio. O, la vez que (y si alguien pregunta negaré por completo haberlo admitido) escuché a mi mamá admitir que estaba decepcionada de mi comportamiento.

Ahora, tener que añadir, escuchar a Mags hablar con tanta fascinación... y, detalles tan íntimos (que, para mí, debió haber guardado para ella) de su aventura de la noche anterior.

Estoy parado en la puerta de la cocina, incapaz de moverme. Mis dedos presionan con fuerza las bandejas que llevo en la mano hasta el punto en que empieza a dolerme.

—Estoy re contenta por vos, Maggie, en verdad —vuelvo a la realidad, Patricia y Mags se separan, se habían abrazado —. Te lo dije, hay más en esta vida que solo quedarse sentada y esperar por Manuel González.

La puta madre.

Estuve muy preocupado toda la noche. Fui a comprar una línea de teléfono nueva para poder llamarla y decirle que no cometiera ninguna estupidez. Pero no contestó a ninguna de mis llamadas.

Y, yo... solo quería cuidarla. Quiero cuidarla.

«A buena hora decidís hacerlo, cuando ya a lo mejor ella no necesita nada de vos.»

Mi voz interior me recrimina y me sorprendo dándome cuenta de que tiene razón.

¿Vamos al cliché de que no sabés cuánto te importa algo o alguien hasta que estás a punto de perderlo?

—Tienes razón. —responde Margot.

Es entonces cuando ya no puedo soportarlo más. Carraspeo un poco para hacer notar mi presencia.

—Veo que estás bien —mi tono sale un poco más duro de lo que pretendo.

Se miran entre ellas, pero tarda un poco en voltear en mi dirección. Lleva su uniforme y creo que ese, además de un pijama de unicornio, es uno de mis atuendos favoritos en ella. Con los cachetes sonrojados, parece querer esconderse y no saber en dónde.

Sabe que he escuchado todo. Y, conociéndola como la conozco, está intentando convencerse de lo contrario.

No dice nada, tan solo se limita a mirarme.

Y es ahí cuando Patricia sale en su rescate:

— ¿Necesitás algo, Manuel?

Entonces, lo recuerdo. El que, además de traer las bandejas, me había traído a la cocina en un primer lugar.

Mi amigo, del otro lado de la sala, prácticamente a gritos con un cliente.

—Venía a dejar esto —digo señalando las bandejas en mi mano —, y a decirte que Francisco te necesita. Está en el salón de adelante; aparentemente, hay un problema con algún cliente.

— ¿Sabés qué pasó?

Me encojo de hombros justo en el momento en que se escuchan gritos provenientes del salón.

—Voy a tener que pedirle que se retire —es la voz ofuscada de Francisco.

—Y no me iré hasta que me den las aceitunas que vienen con mi pizza.

—Mire, señor, yo le diré en donde puede meterse...

El rostro de Patricia palidece.

—Tengo que ir a atender esto...—pasa rápidamente a mi lado, que le he dado lugar para que pasara, dejándonos a Mags y a mí, solos en la cocina.

Paso a su lado sin decir nada y deposito la bandeja sobre el mostrador, al lado de otras, que se ve que ellas acaban de colocar.

— ¿La pasaste bien? —la pregunta sale de golpe, sin que pueda detenerla.

Estoy nervioso, muy nervioso.

Limpio mis manos con el delantal, intentando disimularlo.

No dice nada por un par de segundos. Cuando finalmente pienso que me enviará a la mierda, responde:

—Estuvo bien.

Volteo a verla. Un par de mechones escapan de su improvisada coleta alta, y, sigo sin creer que hasta ahora nunca se haya dado cuenta de lo hermosa que es.

Que yo jamás me haya tomado el tiempo de decirle lo hermosa que es.

Que idiota he sido.

Le dedico una media sonrisa.

—Lo consideraré como un avance.

Sus ojos se cruzan con los míos, visiblemente confundida.

— ¿A qué te refieres?

—Por los menos ahora me dirigís la palabra.

—Pues no te acostumbres —responde —no es que me dé mucho placer hacerlo.

¿Y va a seguir? ¿Dónde mierda se fue mi Mags?

«Se cansó de esperar al idiota que nunca supo verla de verdad.»

Hay veces que siento que mi voz interior es ella hablándome. Y si lo pienso, tendría sentido, ya que ella siempre ha sido mi voz de la razón.

Me siento como una mierda. Un egoísta. Ella no está haciendo otra cosa más que ser Mags, la que siempre ha sido. Porque a pesar de que he sido una mierda con ella y no he hecho más que merecer que me haya apartado antes de su vida, acá está, todavía cuidando sus palabras, pensando en qué decir para no lastimarme. Queriéndome aun cuando no lo merezco, cuando, probablemente...jamás lo que he merecido.

—Entiendo —respondo, intentando ocultar cuánto me hirieron sus palabras —Bueno, no te molesto más...volveré a trabajar.

Me doy la vuelta y comienzo a caminar hasta la puerta, justo antes de salir y dándole todavía la espalda me sorprendo admitiendo: —Te extraño, Mags.

No dice nada.

—¿Qué hacés acá todavía, Manuel? —levanto la cabeza, mis ojos se cruzan con los de Patricia, que me observa con el ceño fruncido.

He pasado la última media hora sentado en la vereda frente al restaurante, pensando, aunque no estoy muy seguro de exactamente en qué. Todos se fueron hace rato, se ve, Patricia se ha quedado hasta tarde, probablemente con el cierre de caja.

Y tengo en mi mano el nuevo chip de teléfono que compré la noche anterior, cuando, en un intento desesperado, pensé que podría llegar a Mags de alguna manera.

Porque haberla visto darme la espalda e irse a encontrar con un total desconocido me había lastimado.

Porque haber escuchado (sin querer) su conversación con Patricia cuando le decía que había pasado la mejor noche de su vida me hizo querer vomitar.

Porque yo no quería que ella fuese.

Porque quería que se quedara conmigo.

Porque Margot nunca había mostrado ningún interés en algún chico en años, hasta donde sé, por años fui yo, y solo yo.

Y me gustaba ser solo yo. Por más egoísta de mierda que eso suene.

Me gusta ser el causante de sus sonrisas. Con quien quiera pasar el tiempo.

Tengo una especie de presión en el pecho. No estoy familiarizado con este sentimiento.

En verdad... ¿Qué carajo pasa conmigo?

Le sonrío, mi expresión es cansada. Y sé, mis ojos tristes también.

—No tenía muchas ganas de ir a casa todavía —respondo, mientras me encojo de hombros.

Asiente. Pienso que se dará la media vuelta y se irá. Lo considera, porque puedo ver cómo su mirada se dirige hacia el final de la calle, en donde está la parada de su colectivo. Tal es mi sorpresa cuando suspira, y después de pasarle llave a la puerta, se sienta a mi lado.

Nos quedamos en silencio un par de minutos. Tan solo el sonido de un par de autos al pasar lo rompen, pero, mucho no se puede esperar a las... ¿Qué? ¿Dos de la madrugada?

Patricia coloca una mano en mi hombro, es una especie de señal de ¿apoyo?

—Maggie merece más —dice de repente, haciéndose salir de manera abrupta de mis pensamientos, volteo a verla, su semblante es serio.

Tal vez, entonces, debería preguntarle por qué me dice eso. Debería volver a decir en voz alta que todo esto es una exageración. Que Margot está exagerando.

Pero, de mi boca no sale nada de eso.

—Lo sé —mi respuesta es automática, puesto que, me sorprendo sabiendo, que no puedo estar más de acuerdo.

—Y vos también —ahora soy yo quien la miro confundido, no me esperaba eso.

—¿Qué querés decir?

—Solo vos y solamente vos, puedes salir de la mierda en la que estás metido y trabajar para ser alguien que merezca estar en la vida de las personas que te aman.

El nudo en mi panza se hace más grande, mientras intento comprender el significado de sus palabras.

—He intentado disculparme —respondo, frustrado—, pero no me escucha.

Niega con la cabeza mientras suelta una risa sarcástica:

—Porque no son promesas vacías lo que ella necesita, y eso, mi amigo, lamentablemente, es lo único que siempre le has ofrecido.

Auch. Eso dolió.

—Auch.

—El primer paso para recuperarse, es aceptar la cruda verdad.

—¿Y qué verdad sería esa?

—Que por más enamorado que estés de ella, no eres lo que ella en este momento necesita.

A mi corazón se le escapa un latido.

¿Qué?

—¿Qué?

—Que por más....

—Eso lo escuché —la detengo —Mags y yo somos amigos, Pat, no estoy enamorado de ella.

Se ríe.

—Seguro, así como ella no está enamorada de ti —responde con ironía.

—Patric...

—Déjame hacerte una pregunta, Manuel —me mira fijamente — ¿Qué sentiste hoy cuando escuchaste nuestra conversación?

—Yo...

—¿Qué sentiste?

—Molestia.

—¿Molestia?

—Sí, porque ella no me habla y va y hace esas cosas...

—¿Molestia o celos?

¿Celos? ¿Estoy celoso?

Puta madre.

Estoy celoso.

Pero eso no significa que estoy enamorado. No puedo estarlo ¿verdad? Es Mags, solo mi amiga Mags.

También la chica de las mejores caricias.

También la chica de las sonrisas más hermosas.

También la chica con la que más disfruto pasar el tiempo.

También, mi persona favorita en el mundo.

También...también...

Mierda.

Como sacar a un loco de su locura, veo las cosas con verdadera claridad por primera vez en mi vida. Las piezas de un rompecabezas finalmente encajan. De repente, todas esas emociones confusas tienen sentido.

Amor.

Amor romántico, qué concepto tan loco ¿cierto?

La mier...necesito vodka.

Suelto una risa nerviosa y coloco una mano en mi panza.

«Dios mío, parezco un loco.»

Patricia me ve, visiblemente preocupada.

—¿De qué te reís? —pregunta.

—La verdad, finalmente entenderlo.

—¿Entender...?

La miro, va a hacerme decirlo en voz alta. Quiere hacerlo más real de lo que es. Porque decirlo en voz alta es aceptarlo, afirmarlo, creerlo:

—Estoy enamorado de Mags —digo entre risas nerviosas—. La amo.

—¡Bien hecho, campeón! —Patricia golpea mi espalda con afecto, como si estuviera felicitando a alguien que finalmente resolvió un problema de matemáticas —. Estás de suerte, porque ella siente lo mismo por vos.

Mi corazón se acelera. Pelea con querer salir disparado de mi pecho. Se asoma una verdad a la superficie: el que siempre lo he sabido.

He sido consciente siempre de cómo se siente por mí. Pero decidí ignorarlo.

«Pero que pelotudo»

Y, lo que es todavía más sorprendente, es la revelación otra verdad irrefutable:  no solo Mags siempre me ha querido, no solo estoy enamorado de ella, sino que lo he estado por mucho más tiempo del que estoy dispuesto a admitir.

Muchísimo tiempo.

—Quiero ser alguien digno de estar en su vida. —Mi voz tiembla mientras Patricia me rodea con sus brazos, abrazándome con fuerza.

Me dejo abrazar.

—Entonces da el primer paso, Manuel.

El primer paso. Redimirme.

Cuando vives en la oscuridad por tanto tiempo, no podés pretender que por que viste la luz, la gente de un momento para otro milagrosamente va a creer que dejaste de vivir en las sombras. Tienes que hacer cosas para probarlo, a ellos y a vos mismo que es real, especialmente, cuando ya has recaído antes.

Y eso, es precisamente lo que haré. Ser alguien de quien mis padres, que Mags, y, especialmente yo, pueda sentirme orgullo.

Voy a hacer las cosas bien, sin importar cuánto me cueste.

Me separo de ella y sacando mi teléfono del bolsillo del pantalón y con la adrenalina recorriendo cada pequeña parte de mi cuerpo, marco un número en particular.

Timbra tres veces antes de escuchar una voz.

—Hola mamá, necesito tu ayuda.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top