Capítulo Extra #1: ''El día en que Manuel es un boludo''
3 de marzo de 2023. Ciudad de Buenos Aires, Argentina.
El equivalente al día 1 de 365 del año de Margot.
Abro los ojos. No tengo ni idea de dónde me encuentro. Una superficie blanda debajo de mí, probablemente una cama. Mientras mis sentidos despiertan de a poco, me doy cuenta de que estoy en una habitación. Las paredes parecen ser floreadas y la ventana tiene una cortina... ¿rosa? desde donde se deja entrar la luz.
Me pesa la cabeza y la habitación da vueltas. Intento enfocar, pero la luz es muy brillante.
Mi garganta está seca, mis labios se sienten deshidratados. Me incorporo como puedo, pero al hacerlo, siento que puedo vomitar en cualquier momento.
Busco en mi mente recuerdos de la noche anterior, pero todo es muy borroso y confuso.
¿Qué mierda tomé ayer?
«Vodka, de seguro mucho vodka.»
Un par de minutos pasan hasta que finalmente me doy cuenta de que estoy completamente desnudo. Miro alrededor, pero no ubico mi ropa por ningún lado.
Me empujo fuera de la cama, pero caigo de golpe hacia atrás cuando un mareo me llega.
«La puta madre. Yo mismo me busco las cosas.»
Vuelvo a intentarlo un par de veces hasta que finalmente lo consigo.
«Mierda, cómo me duele la panza.»
En eso, la puerta de la habitación se abre, y tras ella, una chica se adentra. Supongo yo, la dueña de la habitación.
Digo "supongo", porque vuelvo y repito, podría estar en Canadá en este punto para lo que a mí respecta.
—Veo que despertaste —comenta mientras entra en la habitación—. ¿Dormiste bien, Manuel?
Bueno, por lo menos uno de los dos sabe el nombre del otro. Rebusco en mi memoria, pero no recuerdo haberla visto jamás, a pesar de que sé que la desnudez de ambos se debe solo a una cosa.
—Eh... claro... este, este...
—Fabiola —responde ella, adivinando lo obvio: que no recuerdo su nombre.
—Fabiola, claro.
La piba me mira de manera descarada de arriba abajo. Está desnuda al igual que yo. Su cabellera es larga y rubia, sumamente delgada. Podría pasar fácilmente por una modelo de revista, como las que hacen estas campañas de publicidad para perfumes (y ahora que lo pienso, podría serlo). Camina con una excesiva confianza alrededor de la habitación mientras busca un par de prendas de ropa y se las coloca.
Pienso de repente en mi teléfono, que me importa un poco más que mi ropa en este momento, por lo que pregunto:
—¿Sabes dónde está mi teléfono? —pregunto, sin dejar de observar sus movimientos.
La chica lo nota, por lo que sonríe con picardía. No responde, pero se acerca hacia el otro lado de la cama, donde, abriendo un cajón de su mesita de luz, saca el aparato y lo tira sobre la cama.
—Lo dejaste caer al piso cuando llegamos anoche —responde con tranquilidad mientras se sienta en la cama—. Lo encontré esta mañana y lo guardé.
Me limito a asentir mientras vuelvo a sentarme en la cama y tomo el teléfono.
Lo reviso. Son las tres de la tarde. Tengo varios mensajes y también una banda de llamadas perdidas, principalmente de mi madre y de... Mags.
La realidad me golpea como una especie de rayo.
«Mags, es el cumpleaños de Mags.»
Me vuelvo a levantar de un golpe de la cama y el intento de Barbie a mi lado se sobresalta, sin comprender. Busco nuevamente por la habitación, hasta que mis ojos dan con mis interiores en un costado de la habitación. Me los pongo como puedo.
—¿Qué pasa contigo? —pregunta, confundida.
—Tengo que irme —respondo de manera abrupta mientras que, sin éxito, sigo buscando el resto de mi ropa—. Tenía que estar hace tres horas en un lugar, y ahora ya no llegué y...
La chica se acerca a mí y me calla con un beso. Confundido, me separo.
—¿Y qué diferencia hace que te vayas ahora? —inquiere, levantando una ceja—. Es decir, ya no llegaste a donde tenías que ir... ¿Qué diferencia hace en que lo hagas ahora o dentro de tres horas?
Sopeso lo que dice. En realidad, tiene cierto sentido.
«Pero Margot...»
La piba comienza a dejar caricias a lo largo de mi cuerpo, haciéndome suspirar.
—Una maratón como la de anoche estaría de lo mejor... —susurra en mi oído.
Respiro hondo y agarro el teléfono.
«No es la gran cosa, ¿cierto? Siempre puedo llamarla y arreglar para salir mañana.»
«Total, solo íbamos a almorzar.»
Con dificultad escribo un mensaje, mientras que... ¿Fabiana? deja besos en mi cuello.
''Lo siento, Mags, se presentó algo, te lo compensaré. Feliz cumple.''
Luego se lo compensaré.
Uno mis labios con los de la rubia, mientras el calor empieza a crecer dentro de mi ropa interior.
Dejo las llaves en la mesa de entrada y me dirijo directamente a la habitación. Me quito las zapatillas y las lanzo hacia algún rincón, dejándome caer sobre la cama, el colchón hundiéndose bajo mi peso. La sensación de alivio al estar en casa, no tiene ninguna otra comparación.
Más si como yo, no has estado ahí en los últimos dos días.
Son alrededor de las diez de la noche; mi encuentro con la chica se... digamos ''extendió'' más de lo que pretendía.
Maldigo por lo bajo al sentir la resequedad quemar las paredes de mi garganta. Debí ... traer un vaso de agua de la cocina. Dejo salir un suspiro, mientras intento no pensar mucho en la sed y dirijo mi mirada hacia mi mesita de luz, en donde una foto enmarcada llama mi atención; una que siempre está ahí, pero que rara vez le presto atención.
Mags y yo, unos años atrás en su cumpleaños. Le había dado como sorpresa unas entradas para ir a la Feria del Libro, cosa que a ella le encanta, y la habíamos pasado increíble. Sonriendo, y con los ojos aguados, sostenía un libro en su mano mientras yo la abrazaba.
''Gracias por esto, Manu. Ha sido el mejor cumpleaños en años. Te quiero ¿lo sabes, ¿no?''
Entonces lo siento, una puntada en la panza.
Maldito vodka.
«Pero... ¿y si no tiene que ver con el vodka?»
¿Y si es culpa?
''Yo también te quiero, Mags. Feliz cumpleaños''
Por un segundo, una voz en mi cabeza me dice que la cagué. Soy un estúpido.
«Además de boludo... ¿añadimos también pelotudo?»
Sacar el teléfono del bolsillo del pantalón supone un desafío, ya que por alguna razó parece pesar cual plomo. Abro mi chat con ella, y lo primero que llama mi atención es la falta de respuesta a mi mensaje de temprano. Porque lo ha leído.
Entonces le escribo. Y mi ceño de frunce al ver que el mensaje, aunque enviado, no le llega.
Así como tampoco me aparece su foto de perfil.
¿Pero qué...?
Le llamo, pero la llamada no conecta.
Y lo entiendo, me ha bloqueado.
Entonces siento otra puntada fuerte en la panza, como si fuese un retorcijón.
Porque lo entiendo: Margot me bloqueó. Nunca antes lo hizo, por más enojada que pudiese estar conmigo.
Me siento en la cama.
¿Por qué siempre hago todo mal con Mags?
«¿Y si voy a verla? Tal vez podría disculparme...»
Me detengo. Es ella la que está exagerando, ¿no es cierto? No es como si hubiese roto la promesa del año, o ella hubiese estado en peligro y no la ayudé.
Suspiro, recordando que puede llegar a ser dramática por naturaleza. Me dejo caer nuevamente en la cama y apoyo el teléfono en la mesa de luz.
Le daré un par de días. Al final, no puede estar enojada para siempre.
Y menos conmigo.
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