La Persona Que Da Amor

Una gota resbalo por su mejilla, abrió con pereza los ojos encontrándose con un cielo gris, se había quedado dormida en la arena. Se levantó notando que se encontraba completamente sola, no había señal de alguna persona en los alrededores mucho menos la existencia de aquel albino que había visto la noche anterior. ¿Quien era esa persona?  Se quito todo aquel rastro de arena en su cuerpo, tomo sus tenis y comenzó a caminar de regreso a su hogar. Mientras caminaba involuntariamente había empezado a tararear una canción que era de Isabella, pero que muchas aveces Ray se la cantaba cuando no podía dormir por las pesadillas de su infancia que la atormentaban.

Había llegado a la pensión encontrándose con una nota en la puerta.

No teníamos idea en donde estabas pero tampoco es que nos interese mucho. La puerta esta abierta, ahí ves que te preparas todos nos fuimos a la capital. Regresamos para el inició de clases.

Con cariño Isabella.

Hizo bolita el pedazo de papel rodando los ojos. Entró a la enorme casa en donde vivían al rededor de 15 personas, todos estudiantes de las afueras. Subió a su habitación con planes de encerrarse, jugar uno que otro videojuego en línea, leer unos libros y dormir hasta la madrugada. Paro en seco al notar que su habitación estaba vacía. No había rastro alguno de sus cosas mucho menos de los muebles, entró al baño encontrándose con lo mismo.... Vacío.

El timbre de la casa sonando hizo que Emma reaccionará, bajo las escaleras apresurada, abrió la puerta y se encontró con el mismo hombre de anoche.

—Buenos dias Emma— saludo el albino con una sonrisa apacible, pero esta vez no venia solo. Detrás de el acompañándolo estaba una mujer alta, cabellos negros atados a una coleta y un cuerpo de infarto. Toda una belleza.

Emma examino con una  mirada rápida a la desconocida, esta hizo lo mismo pero con descaro, sólo la observaba con una mueca de asco a la adolescente de 17 años. Ignoro aquellas miradas.

—¿Qué haces aquí?— se atrevió a preguntar por la repentina aparición del albino.

—olvide decírtelo— se golpeo mentalmente por haber olvidado algo tan importante— vine por ti para llevarte a mi casa—respondió con toda naturalidad y más fresco que una lechuga. Emma sólo lo miro apareciendo un repentino tic en su ojo izquierdo. —Mande a que se llevaran tus cosas a mi hogar en cuanto la señora Isabella se fue con los demas chicos. Quien diría que a esa mujer y Anna junto con Oliver y Hayato te guardaran tanto rencor por la-

—¿cómo es que los conoces?— interrumpió con otra de sus tantas preguntas que lo mas seguro es que no obtendría respuestas.

—Responder a tus incógnitas a su tiempo. Por ahora por que no mejor nos vamos— aventuraba tomando la mano de Emma la cual por inercia la retiro con temor— Lo siento.

—No es nada.

Un silencio incomodo se había formado.

—Jefe es hora de irnos. Su tío Peter solicita su presencia— hablo la azabache rompiendo la tensión.

—Esta bien. Vamos, Emma.

La pelirroja miraba con extrañes a los presentes, no los conocía, no sabia nada de ellos pero ellos parece que si la conocen y saben mucho de ella. Su mente estaba hecho un lío, no sabia que hacer, jamas había tenido que enfrentar cosas como esa en su vida, estaba lista para burlas, tratos malos e incluso cuando la quisieran matar pero esto era nuevo, era la primera vez que alguien se había portado bien con ella después de haber perdido a Ray. Era demasiado bueno para ser verdad. Aun que la idea de abandonar el lugar no era tan mala.

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—Esta es tu habitación— hablo el albino abriendo la puerta en color crema permitiendo que Emma entrase.

2 horas de viaje fue lo que tardaron para llegar a la casa de albino que se encontraba ubicado a las afueras de una pequeña ciudad. Todas sus cosas estaba ahí e incluso había cosas nuevas, como una tablet, un nuevo escritorio y que ahora su cama era mucho mas grande superando a una matrimonial.

—Todas tus cosas están aquí, le pedí a Barbara y Violet que arreglaran todo. Por cierto tenías demasiada basura en tu habitación— sonrió burlón ante ese detalle.

Emma solo lo miro preguntándose ¿Quienes eran Barabara y Violet? Este pareció entender por que en seguida le respondió.

—Barabara es la mujer que me acompañaba. A Violet te la presentare después junto con el resto del personal.

No sabía como o el por que había accedido a ir con Norman simplemente lo hizo, tal vez por que de verdad si se quería ir del lugar en donde estaba. Pero algo aún la atormentaba.

—¿Que necesitas de mi?— pregunto sin hacer expresión alguna ni dirigirle la mirada a su acompañante. Era obvio que toda la situación era muy rara.—Digo, debes querer algo a cambió como para tanto lujo.

—No quiero nada. Solo estoy cumpliendo una promesa que hice.

Promesas, alguien lo mando a ir por ella, conoce a las personas que mas la detestan, sabe su nombre e incluso sabe sobre eso. ¿Quien carajos era esta persona?

—Norman ¿verdad?—pregunto.

—Si.

—¿Como es que sabes tanto sobre mi? ¿Tienes alguna relación conmigo o algo? No entiendo nada.

Y eso era cierto, había aparecido de la nada en su vida hablando cosas de su pasado y mencionando aquel sucio alias que la reflejaba como era. Un silencio sepulcral se volvió a formar.

Miraba atenta a la persona que ahora tenía enfrente, este no hacia mas que sonreír con compasión y lástima. Esa fue la gota que derramó el vaso.

—¡Deja de verme así!— exclamo con una crisis nerviosa apunto de explotar.

Sentía que su estomago le daba un vuelco, todo en su entorno giraba, quería correr pero las piernas no le respondía dejándose caer de rodillas al suelo, se cubrió el rostro tratando de tranquilizarse, ya sentía aquel liquido amargo recorriendo su garganta con intención de devolver lo poco que había comido pero se contuvo.

—Fue Ray- se atrevió a decir dejando en un estado de shock a Emma.—Ray me pidió que te trajera conmigo— se recargo en la pared cubriendo sus ojos. Jamas había sentido tanto estrés como el que sentía en ese momento.

Los orbes de Emma solo miraba atenta al suelo, se tocaba el pecho intentando regular su respiración. Sentía que algo dentro de ella volvía a romperse.

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Desde ese día ella no había vuelto a sonreír, mucho  menos era capas de mostrar sus sentimientos, a tal grado que todos decían que ella no sentía nada. Claro que sentía y le dolía, pero ya no sabia como mostrarlo. Lágrimas, llorar, eso no sirve de nada, no traerán de regreso lo que ya esta perdido. Ella había olvidado como sonreír, había olvidado todo.

No hizo mas que salir del lugar, no le agradaba tener que estar escuchando los murmullos de las personas lanzándole maldiciones y diciendo que ella era una asesina, más aún así ella no lloraría. 

Se encerró en su habitación esperando alrededor de cuatro horas hasta que ya no escucho nada, todos estaban durmiendo. Bajo las escaleras hasta llegar a la entrada y salir corriendo rumbo al cementerio, quería despedirse de la persona a la que alguna vez quiso mas que a un amigo o Hermano. Llego y buscó con la mirada la tumba de su mejor amigo y la encontró, se arrodillo en esta sin hacer un sólo ruido, solo estaba ahí de rodillas sin emitir sonido alguno.

-Aun no me quiero despedir- dijo a la nada.

Paso sus manos en donde se encontraba tallado en la lapida el nombre de la persona que en algún momento quiso demasiado.

Estuvo ahí de rodillas alrededor de una hora hasta que se puso de pie y comenzó a caminar a la salida del cementerio, se detuvo a medio camino observando el cielo, al que solo dejaba ver a la luna en su punto mas alto. Escuchó pasos que provenían de una dirección distinta a la de ella pero iba al mismo lugar al que ella había estado. Observo a lo lejos, era albino y traía en manos una rosa blanca, se puso de rodillas enfrente de la lápida de Ray y se quedo en silencio al igual como lo había hecho ella. Era muy tarde para que alguien más estuviese en ese lugar, no se le hacia conocido, cuando se dio cuenta aquella persona ya no estaba, por obvia deducción supuso que ya se había ido, ella tenia que hacer lo mismo y así lo hizo.

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—Tu, eras el de esa noche— hablo cuando por fin su respiración ya era normal. Mas que una pregunta era una afirmación.

Tardo un momento en procesar las palabras de Emma hasta que callo en cuenta de lo que le decían— si.

—¿Cómo conociste a Ray?

—... El era mi mejor amigo— respondió con una sonrisa de nostalgia— Lo conocí cuando el fue a pedir asesoría en la Universidad en la que estudió, yo era su asesor— comenzó a relatar con evidente tristeza en su voz— El me hablaba de ti... Cuando me entere que había fallecido no quise aparecer por ahí así que decidí ir por la noche, tal vez fui demasiado noche. — soltó una risa nerviosa y se sentó en la enorme cama— Te vi pero pensé que lo mejor era no hablarte hasta después. Ray me obligo a hacerle una promesa... Y se la voy a cumplir. Por esa razón estoy aquí y fui por ti— concluyó haciendo una expresión seria, decidido a cumplir aquella promesa que aun era un misterio.

—Pero solo me conoces por los relatos de Ray. ¿Por que empeñarse a cumplir las promesas a un muerto?— preguntó abrazándose a si misma sin entender el motivo de las acciones del albino.

—Por que yo aun no me he despedido.

Esa frase fue suficiente para que otra parte de su alma se fuera rompiendo, ella tampoco se había despedido aun no se podía despedir de el. Estaba confundida, aun sentía un vacío y eso seguirá para siempre.

—¿Cuál fue la promesa que le hiciste?

El albino guardo silencio tratando de buscar las palabras para responder aquella pregunta, respiro hondo y la miro.

—Fue que te daría amor.

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