*.✧ 27. Season Desilusión
Todavía era temprano. Los corredores estaban vacíos. Hao se hallaba en la esquina de un corredor. Echó un vistazo. Nadie venía. Regresó al escondite. Respiró agitado. Quería encontrar un modo diferente de llegar al salón de clases sin ser molestado. Contuvo el aliento y miró otra vez. Nada. Una vez más se cubrió. Sabía que pronto él llegaría. Debía evitarlo a toda costa. No quería cargar pilas de papeles ese día.
—¿De quién nos estamos escondiendo? —susurró una voz a su oído.
Hao dio la vuelta en un sobresaltó, se espantó al ver a Hanbin. Su espalda golpeó contra un casillero.
—¡Hanbin! —gritó el nombre por impulso.
Él sonrió ligeramente, tenía las manos metidas a los bolsillos del pantalón de manera despreocupada. Hanbin tendía a llevar pantalón de mezclilla junto con la camiseta deportiva. Siempre era regañado por no llevar bien el uniforme escolar.
—¿De mí?
—¡No, no, no! —Hao movió las manos nerviosamente—. No es eso.
—Espero que no estes intentando esconderte de mí —hablaba tranquilo, pero su mirada era amenazante.
—No, para nada —intentó fingir. Parecía no llevar nada consigo ese día. No debía cantar victoria. Hanbin podría imponerle alguna otra tarea difícil.
—Te creeré por esta vez. Oye, fue raro susurrar a unas orejas tan puntiagudas —picó con un dedo. Hao se cubrió la oreja.
—Solo dime ¿Qué quieres que haga hoy?
—¿Hum? Ah, no te preocupes, hoy no te haré cargar papeles.
—¿No? ¿Entonces?
—Quedé de reunirme con Gyuvin y Yujin cerca de la barda —señaló detrás—. De todas maneras, más tarde te dejaré las tareas —le avisó. Se dio la vuelta simplemente y se fue.
Hao todavía tenía la mano en su oreja, tardó unos segundos en quitarla. Tímido, se dirigió a su casillero, lo abrió. Algo se cayó cuando intentaba guardar algunos libros. Miró de bajo y ahí estaba la carta. Realizó una expresión de sorpresa al verla. Se inclinó para tomarla del piso. Era la carta que había escrito para Hanbin antes del primer encuentro, por un momento Hao la había olvidado. La sostuvo en sus manos con cariño. Él había depositado todos sus sentimientos de amor en esa carta. La miró con tristeza, luego la volvió a guardar en el interior.
Con unos libros en la mano fue a terminar una tarea a la biblioteca y regresó antes de que iniciara la clase. Para ese momento ya había más estudiantes en los corredores. Abrió el casillero, guardó unos libros y al cerrarlo, una vez más se sorprendió al ver a Hanbin a su costado, recargado en el casillero de a lado.
—¿Q-qué haces aquí? —preguntó con cuidado.
—Ya regresé, la clase pronto va a iniciar.
Hao notó que no llevaba nada en las manos.
—¿Viniste hasta aquí para decirme algo?
—¿Crees que vengo a dejarte las tareas? No pensé que te gustará tanto hacerlas —soltó una risita—. No. No vine aquí por eso —se enderezó.
—¿E-entonces? —vaciló. A este punto Hao había aprendido a no confiar fácilmente en Hanbin. En cualquier momento le impondría alguna tarea difícil o castigo.
La alarma del inició de clases sonó. Los dos voltearon a ver hacia arriba. Hao regresó la mirada a Hanbin esperando que respondiera. Preparándose mentalmente para lo que sea que le ordenara. Hanbin entonces elevó una mano y señaló el casillero de su costado.
—Este es mi casillero —procedió a abrirlo para sacar unos cuadernos.
—¿Qué?
—Te dije que si hubieras pedido el cambio junto a mi casillero sería más fácil recoger mis cosas. Como no lo pediste, decidí ser yo quien pidiera el cambio —azotó la puertecilla—. Esto es bueno, nuestros casilleros están juntos, ahora no tendrás excusa para llegar a tiempo para recoger mis cosas —. Hao quedó estático, sin saber como reaccionar. Hanbin hizo el ademán de girarse para irse, pero regresó—. Hey, tus agujetas —señaló hacia abajo. Hao, alterado, bajó la mirada hacia sus zapatos, miró de uno a otro con temor, pero sus cordones estaban perfectamente atados. Como Hanbin siempre pisaba sus agujetas para hacerlo caer, Hao procuraba comprobar el atado antes de ir a la escuela; verificaba de manera constante. Estaba totalmente obsesionado con amarrarse bien las agujetas—. Era broma —. Hanbin se río—Apresurate, cuatro ojos —le dio la espalda para irse al salón sin dejar de reírse.
Hao lo miró marcharse, se sentía muy incómodo y temeroso con la idea de tener a Hanbin como vecino de casillero. No quería eso. En otro momento le hubiese dado mucha felicidad y la verdad es que le daba mucho miedo.
Así continúo ese día y los próximos dos días de la semana. Hao la pasaba mal en todo momento debido a las acciones de Hanbin que él tenía que soportar. A veces cerraba los ojos y simplemente aguantaba las burlas, las humillaciones y la imposición de las tareas. Aguantaba, aguantaba y seguía aguantando. Los apodos crueles, el picoteo a sus orejas, los jaloneos, el robo de su comida, los balonazos en el gimnasio, los papelitos con sorbete que le lanzaban desde la última fila, las mentiras, las risas, la imposición de tareas, carga de cosas y otra tantas ordenes que Hanbin lo obligaba a seguir.
Era miércoles cuando Hao estaba apurado en su habitación en la casa del árbol, buscando apuntes y moviendo libros.
Escuchó que tocaban la puerta. Sobresaltó. Nadie había ido a visitarlo desde que se había convertido en humano. Se preguntó quien podría ser. Se incorporó, sentía una ligera punzada en la cabeza debido al estrés. Caminó de manera apresurada hacia la puerta. Abrió rápidamente.
—¿Papá? —su expresión cambió.
—Hola, hijo, ¿cómo has estado? —preguntó el rey con gentileza.
—Eh, b-bien, papá, he estado bien —vaciló apartando la mirada de forma distraída. Se alejó de la entrada para invitarlo a pasar.
—No has visitado el reino desde que te convertiste en humano. Nadie te ha visto y al parecer no has visto a nadie más según me enteré. Me pregunté que estaría pasando y por eso quise venir a verte. ¿Cómo te ha ido en este tiempo? —el rey echó un vistazo, notando la acumulación de libros y hojas con apuntes. El escritorio estaba hecho un desastre también. Hao se había dado la vuelta para fingir revisar hojas—. Qué impresión, hay muchas cosas por aquí.
—Me ha ido bien papá. Hay mucho desorden porque estoy ayudando a Hanbin con una tarea.
—Precisamente de él quería preguntarte —dijo muy alegre el rey, tomando asiento en la orilla de la cama de hojas—. Cuéntame, ¿cómo vas con Hanbin? ¿Es un buen novio mi futuro yerno? —Hao no respondió, fingió seguir revisando—. Hijo, te veías tan emocionado por conocerlo, debió haber sido un gran encuentro entre ustedes —Hao miró a su padre, quien estaba feliz tratando de saber, después evitó su mirada y respiró hondo antes de responder.
—Lo fue, fue muy impactante.
La sonrisa se borró del rostro del rey. La respuesta que le había dado su hijo era muy fría y seca. No esperaba eso. Se puso de pie y se acercó a él.
—Hao, ¿qué te pasa, hijo? —posó las manos sobre sus hombros. El rey estaba preocupado. Su hijo no era así, él tendía a sonreír de manera brillante apesar de todo. Era su aura natural.
—No es nada.
El rey lo evaluó bien. Lucía desarreglado, más delgado de lo normal y con ojeras.
—Te ves cansado, hijo, no te ves bien, ¿has comido bien?, ¿dormido bien? Te ves muy decaído.
—Es por el estrés de la escuela. Descuida —Hao forzó una sonrisa—. Estaré bien. No falta mucho para que me convierta en hada y vaya a ver a Hanbin. Mi apariencia se verá mucho mejor cuando me transforme en hada.
El rey seguía mirándolo con preocupación. Hao evadió la mirada otra vez. Se giró hacia los libros, inclinándose para tomar uno. Dándole la espalda. No se atrevía a seguir hablando sobre su situación con su padre.
—Hijo, si algo no va bien, sabes que puedes contarme, confía en mí.
Sin que el rey pudiera ver la expresión de dolor en el rostro de su hijo, Hao contuvo las lágrimas que se acumulaban.
—Estoy bien, papá, en este momento solo... quiero estar solo.
Un silencio se profirió en el ambiente por unos segundos. El rey lo miraba preocupado, pero lo entendía. Hao ni siquiera había querido hablarle de frente.
—No preguntaré más —sintiéndose preocupado y aun así queriendo respetar su espacio, el rey se dio la vuelta con la intención de marcharse. Tomó la manija de rama de la puerta y se giró—. Te quiero, hijo —le dijo simplemente, antes de marcharse.
Hao se quedó de pie frente a toda la montaña de desastre.
El rey se quedó unos segundos frente a la puerta que acababa de cerrar. Recuerdos llegaron a su mente. En esos recuerdos, su difunta esposa, lo miraba con la misma expresión adolorida que Hao le había mostrado. Los dos eran muy jóvenes y no tenían mucho de conocerse. En ese recuerdo, él la señalaba con un dedo y decía con furia:
—¡Por tu culpa! ¡Por tu culpa fui convertido en un Hada! ¡Todo esto es por tu maldita culpa!
Xioling había tenido ganas de llorar en ese entonces. Ella le había dado la espalda para cubrirse y se había ido corriendo. Después había tomado la difícil decisión de distanciarse de él. El rey siempre se había arrepentido de la manera en que la trató. Temía que algo así le estuviese ocurriendo a su propio hijo.
Durante esos días, por las noches Hao había continuado cumpliendo su misión, aunque seguía siendo dulce y amable al hablarle a Hanbin, poco a poco la emoción por verlo y estar con él iba disminuyendo.
La puerta de la ventana se deslizó hacia arriba. Hao ingresó sintiéndose cansado. Él único árbol frente a la habitación de Hanbin por el que solía subir con dificultad, se empezaba a desgastar.
—Hola, Hanbin —saludó con amabilidad. Hao parecía olvidar como lo trataba durante el día cuando iba a visitarlo durante las noches para esparcir el polvillo y proteger sus sueños—. Tengo algo que contarte —. Atravesó la habitación. Se sorprendió un poco al ver el diario en su escritorio. El separador de corazón seguía en el cuaderno. Hanbin debía haber escrito en su diario y olvidar colocarlo en su lugar. Hao miró el diario por un momento, en especial al separador rosado de corazón, luego se dio la vuelta para acercarse a la cama en donde Hanbin dormía. La puerta del armario se desprendió, y como siempre, Hao la sostuvo con una mano y la colocó en su lugar de un solo movimiento. Se sentó en la silla a su lado—. Mi padre vino a verme a mi casa en el árbol —comenzó diciendo—. Él se dio cuenta de que las cosas no van bien entre tu y yo —aguardó un momento, suspiró—. En serio, quisiera que fueras más amable. Debes estar cansado de que te lo repita, pero yo, no sé, cuánto tiempo más podré aguantar. No sé como hacer que me ames. Yo, no lo sé —se lleva las manos al rostro.
La habitación oscura parece terrorífica.
Esa misma noche al regresar estaba tan cansado y agotado mentalmente después de la visita de su padre, que Hao cayó rendido. Se quedó dormido. Tuvo un sueño en donde corría por una clase de túnel. Un túnel oscuro y frío que le aterraba. Él huía de una criatura monstruosa que lo perseguía con unas las garras afiladas sobresaliendo hacia enfrente. No quería ser atacado más. Quería huir. Al final del túnel, sus ojos brillaban al ver una luz solar.
A la mañana siguiente. Hanbin azotó su casillero. Estaba molesto porque Hao no había terminado su tarea, ya que se había quedado dormido.
—¡¿Cómo que no la hiciste?! ¡¿Eres idiota?! ¡Era un proyecto final!
—Lo siento, Hanbin, me quedé dormido.
—Sabes lo que esto significa, ¿verdad? —él no estaba dispuesto a aceptar sus disculpas, no por ese día—. Te lo advertí —Hanbin lo jaló del brazo. Dio un vistazo a Gyuvin y Yujin que estaban cerca. Hao lo miró con miedo. Hanbin les dio la indicación a los dos y Hao fue tomado entre los dos y puesto de cabeza.
—¡No! ¡¿Qué hacen?! ¿Qué van a hacerme? —preguntó con miedo.
—Permíteme —Hanbin le quitó las gafas. Después señaló al contenedor de basura, y de esta manera, Hanbin cumplió su promesa de torturarlo, poniéndolo de cabeza para meterlo al contenedor de basura.
La cosa no acabó ahí. Debido al descuido por esa tarea que olvidó. Los tres le hicieron pasar el peor día de su vida. Mientras Hao se limpiaba en el baño toda la suciedad. Los tres entraron para lanzarle agua con cubetas. Él se cubrió sin poder evitar el ataque. Resbaló y cayó al piso. Los tres se rieron y salieron del baño soltando grandes carcajadas. Mientras Hao intentaba reponerse. Alguien ingresó al baño, él solo escuchó las pisadas que se acercaban. Miró hacia arriba para ver de quien se trataba. Se sorprendió al ver que uno de ellos había regresado.
Gyuvin, extendió una toalla y se inclinó ante Hao. Lo rodeó con la toalla. Sus miradas se encontraron. Hao no entendía lo que había pasado.
—No quise hacerlo —Gyuvin lo miraba con tristeza—. Perdóname.
Se puso de pie, le dio la espalda y caminó hacia la salida. Así Hao se dio cuenta de que Gyuvin no era del todo malo y solo seguía las órdenes de Hanbin por algún motivo. Tal vez con Yujin podría ser lo mismo.
De todas formas, se cambió de ropa en los vestidores a la única que le quedaba, la deportiva y volvió a sus clases solo para recibir los regaños de los profesores y una vez más, soportar los malos tratos de Hanbin.
En el comedor de la escuela. Hanbin comenzó una pelea de comida atacandolo solamente a él. Yujin le siguió el juego y Gyuvin en ese rato se había desaparecido. Hao regresaba a los recuerdos de su infancia cada vez que Hanbin estrellaba algo contra su cuerpo. Los recuerdos de esos años dolorosos volvían para atormentarlo. Las burlas, los desplantes e infinidad de humillaciones que tuvo que aguantar. Él aguantaba. Aguantaba todo. Lo aguantaba siempre.
Al final de las clases. Hanbin se había acercado a su casillero para devolverle los lentes. Hao estaba con la cabeza inclinada, sin reaccionar.
—Que no se vuelva a repetir —le dijo Hanbin con rudeza—, ¿entendido? —. Hao solo asintió y recibió las gafas. Él pasó por su costado empujándolo con su hombro. Hao se sostuvo de su casillero para mantener el equilibrio.
Al regresar a la casa del árbol. Hao dejó caer su cuerpo sobre el escritorio. Estaba cansado y solo quería dormir.
—Uno más, solo falta un día más —murmuró. Ya que el siguiente día era viernes. Lo que significaba que no vería a Hanbin en la escuela el fin de semana. Se quedó pensando en la cuestión del tiempo, recordando que todavía faltaban seis meses. Recién se cumpliría la segunda semana, ¿estaría dispuesto a soportar durante meses? La idea le aterrorizaba.
Esa noche Hao visitó a Hanbin para esparcir el polvillo y que no fuera a tener pesadillas. Se aseguró de que su almohada estuviera bien acomodada y que nada alrededor lo molestará. Hanbin se acomodó de lado y Hao se alejó por impulso. Asustado. Necesito unos segundos para reponerse.
—Voy a esparcir el polvillo sobre ti para que puedas dormir bien, ¿está bien, Hanbin? —dijo mientras jalaba la colcha y la acomodaba para que no pasara frío.
Al regresar a la casa en el árbol. Hao acomodó unos libros. Limpió parte del escritorio y guardó la tarea sin hacer de Hanbin. Una vez más no la haría, esta vez tomaba la decisión de no hacerla. Soportaría cualquier cosa que Hanbin le hiciera en el último día, por lo pronto él descansaría y después pensaría en qué hacer y que decisión tomar sobre Hanbin.
Ya era viernes cuando Hao despertó como si no hubiera podido descansar en toda la noche. Miró a su alrededor.
Matthew
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