¡ T R A C K : CUATRO !

MINCHAN¡!
ƃunʎɥ ʎɹɹos. ────── en donde
minho se convierte en el servidor de chan pero nada es lo que parece


Chan tiene la mirada pegada al suelo mientras ignora la escena que se reproduce enfrente de él; su mejor amigo está moliendo a golpes al nuevo de la clase por llevar pintadas las uñas de color rosa y blanco.

Chan quiere gritar y maldecir, quiere empujar a Hangyeol lejos de ese bonito chico, pero no tenía la valentía de hacerlo.

―Hang... ―murmura Chan pasados unos cuantos minutos―, ¡ya no ensucies tus manos con esa sangre tan asquerosa! ―exclama, tomándole del hombro―. Salgamos a beber, yo invito.

Hangyeol ríe despacio después de darle una patada en el estómago al chico en el suelo.

―Bienvenido a la universidad, Lee Minho.

El chico nuevo les regala una tímida sonrisa, completamente agradecido de que hayan decidido dejarle en paz. Los puñetazos en su rostro y las patadas en su estómago dolerán aún más al día siguiente y eso lo sabe con antelación, no es la primera vez que los bravucones se aprovechan de los chicos afeminados.

Minho sabe que ese chico detrás de Hangyeol es igual de patán que él, así que recuerda su rostro, guarda en su memoria la imagen de ambos. No puede hacer mucho siendo nuevo y débil.

La estancia en los departamentos de la facultad de ciencias había sido extremadamente buena después de un mes, exceptuando a aquel dúo de patanes. Hangyeol y Chan se acercaban a él para robar su dinero, usarlo de mula de carga, arrebatarle la comida cuando les daba hambre, y pegarle ante cualquier sonido o queja.

Siempre que podía, Minho trataba de escapar de ellos, mientras estos no le vieran cerca, no le buscarían. Durante una semana intentó ocultarse en su habitación, y había estado a salvo allí, pero apenas salió (por obligación) el trato que recibió fue multiplicado por trescientos mil.

O quizás estaba exagerando, pero Jung Hangyeol era la peor persona con la que se había topado en toda su vida; Bang Chan le seguía por detrás como si fuera un fiel perro, bajando la cabeza ante el mal trato que Minho recibía, y en ocasiones (la mayoría de las veces) interrumpía la sesión de extracción de frustración de Hangyeol.

Minho estaba un poco agradeciendo por eso, pero aun así lo odiaba con todo lo que podía.

Lee caminó pesadamente, cargando los bolsos de la dupla hasta la clase de educación física, en el trayecto de encontró con Bang Chan, quien bebía agua sentado en el suelo.

―Oh, tú tenías mi mochila ―exclama Bang, levantándose rápidamente―. ¿Podrías dármela?

La pregunta tímida y la expresión sumisa que Chan le regaló a Minho, hizo que este se sintiera totalmente confundido; no obstante, por miedo, él no dijo nada.

Minho le extendió la mochila a Chan, en el fondo esperó que este dijera algo estúpido, pero sabía que no lo haría porque Chan siempre estaba en silencio. Mirando, siendo el testigo de aquel daño.

Minho lo odiaba tanto.

―Muchas gracias ―susurró antes de marcharse, con la cabeza gacha.

Minho ignoró el sonido parecido a una queja que este soltó al correr.

―Ah, Hyung, detente. ―Chan trató de alejarse de Hangyeol, este estaba encima suyo, abriendo las piernas de Chan tanto como podía alrededor de sus caderas.

―Esta porquería ya está dentro tuyo ―gruñó Hangyeol, moviendo el juguete con brusquedad―. Si no puedes aceptar mi pene aún, entonces tengo que practicar más rudo.

Un sonido nasal acompañado por un quejido chillón, fue suficiente para Hangyeol, quien con una sonrisa tenebrosa en su rostro, metió su dura polla dentro del menor mientras las paredes anales de Chan aún abrazaban al juguete.

Chan comenzó a llorar con fuerza mientras su mejor amigo se movía sobre él, la brusquedad con la que lo follaba no era para nada nueva, pero la presión en ese pequeño cuarto del conserje, más la oscuridad, y sumándole su miedo a ser descubierto, hacían al menor temblar con fuerza.

Ninguno de los dos sabía que Lee Minho estaba allí, parado justo detrás de la puerta, apretando sus puños con fuerza. El odio en su piel, expresado en sudor.


Minho ingresó a la habitación de Chan luego de usar la contraseña que ya antes les había visto colocar; la navaja fría en su bota, a cada paso que daba, le hacía pensar en sus decisiones.

La oscuridad de la noche camuflaba su cuerpo sudoroso, el sonido de la lluvia torrencial opacaba su respiración agitada, los suaves ronquidos de Chan, avivaban sus ganas por quitarle el aliento.

Minho no era estúpido, había notado lo débil que era Chan en comparación a Hangyeol. Si como un tonto, Lee se lanzaba contra Jung, sabía que no saldría victorioso. Las probabilidades de éxito eran mínimas. Por el contrario, el sumiso y apacible Bang Chan, era otra historia.

Mientras más se acercaba a la cama, menos pasión tenía por acabar con aquel chico: era una completa lástima, un joven tan lindo con una sonrisa tan tímida y ojos tan preciosos, era una vergüenza para la humanidad.

La primera vez que los ojos brillosos de Minho se posaron en Chan, sintió que las mariposas muertas en su estómago renacían desde sus cenizas. No obstante, un obstáculo como Jung Hangyeol apareció. La verdadera personalidad del chico de luz, también.

La gente patán, no era lo suyo. Minho los destruiría a todos.

Un pequeño sonido nasal interrumpió los movimientos de Minho, agachándose para que este no le viera si llegara a voltear.

Una vez que el sonido de sus ronquidos volvieron a oírse, Minho se incorporó lentamente. En la mesa de trabajo que estaba a un lado de la cama, Minho descubrió decenas de libros, algo de comida, una lámpara titilante y un cuaderno rojo que llamó su atención.

“Christopher Bang” era la leyenda impresa en blanco sobre la dura tapa del cuaderno.

Minho no esperó mucho para abrirlo, entonces, allí, con letra temblorosa, hojas arrugadas y tinta corrida, leyó. El pasado de Chan contado por el protagonista, su presente y algunos deseos del futuro. Completamente confuso, Minho siguió pasando hojas, leyendo por encima en las últimas.

Hasta que llegó al día de ayer.

Allí habló de él.

“Luego de que Hangyeol me dejase en la habitación, me acerqué a la ventana un momento para pensar, y con suerte, lanzarme si tenía la valentía. Pero lo vi. Él estaba fuera, en el campus. No estaba haciendo nada, sólo estaba ahí. Ese chico carente de reacción.

Pensé durante mucho tiempo, mientras le veía jugar.

Traté de persuadir nuevamente a Hangyeol, lo llamé cuando Minho dejó el campus... Obtuve una paliza y una advertencia, no puedo meterme en sus asuntos.

Odio a este sujeto.

Desearía que me dejara en paz, porque lo odio, y deseo que... Esto quizás puede ser nuestro secreto, pero deseo que este sujeto desaparezca para siempre..."

Minho dejó el cuaderno a un lado. Ahora tal vez lo comprendía todo, y se sentía algo inquieto.

¿En serio vine a lastimar a alguien? ¿Quería cortar a Chan hasta morir? Minho se alejó de la cama de Chan. Necesito salir de aquí.

Él no iba a lastimar a otra víctima.

Minho abrió la puerta con sigilo, pero algo lo detuvo, era la voz somnolienta de Bang Chan.

―¿Hangyeol, eres tú? ―pregunta el rubio, incorporándose en la cama―. E... Estoy muy cansado, ¿podrías volver en otro momento, por... favor?

La voz temblorosa de Chan agita el pecho de Minho, quiere vomitar. Minho quiere enterrar esa navaja en el cuello de Jung Hangyeol con fuerza y verle desangrar hasta el último aliento.

―Soy yo, Minho ―responde a cambio―. Enciende la luz, Chan ―pidió sin moverse del umbral.

Chan, tembloroso, encendió la luz del escritorio.

Chan tenía los ojos cerrados, cuando se animó a abrirlos, tenía a Minho frente a él.

―¿Conoces el amor, Chan? ―pregunta el menor, apoyando la mano en el cuello pálido.

―¿Qué amor? No hay algo como eso ―responde con miedo.

―¿El único amor que conoces es el de Jung Hangyeol? ―interroga, acercándose más; aun si sabe una respuesta, él quiere oír algo―. Eso no es amor, ¿lo sabes?

Los ojos rojos de Chan se llenaron de lágrimas con rapidez, el miedo recorría todo su cuerpo, pero por alguna razón, no era Minho quien le causaba tal emoción.

―Lo odio... Lo odio. No es amor.

Los puños del menor están tan apretados, que sus venas se hinchan.

―Minho te ayudará ―consuela el menor en susurros, comenzado a acariciar el cuello ajeno―. Aguantaste mucho, déjaselo a Minho ahora... ―comenta, acercándose a los labios rosados.

La respiración de Minho estaba sobre él, llenándole repentinamente de algún tipo de frescura. La fractura del pasado sintiéndose como unos esponjosos labios húmedos, acariciando debajo de la piel.

La promesa como un regalo, el aliento caliente y el roce del deleite.

Vie., 5 de julio 2019
Edit: mié., 16 de septiembre 2020

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