Capítulo 5: Una mala cita

─Hola, Liss ─saludó sonriente con una mano, causando el característico tono rojo en mis mejillas. En la otra mano traía algo parecido a un casco de astronauta.

"¿Estabas en la luna acaso?"

George no estaba... nada mal. Traía puesta una camisa blanca junto con una bonita chaqueta negra de lo que parece ser cuero, unos pantalones y unos zapatos del mismo color. Su cabello rebosaba de gel fijador y todo él desprendía un olor fuerte al perfume que uso ayer cuando... Me abrazó. O mejor dicho, cuando yo lo abracé a él en un impulso raro.

Como era de esperarse, me volví a tornar de color rojo.

─ ¿Y ese casco? ─Pregunté sin despegar la vista del objeto. Mi cuerpo seguía siendo víctima de un terremoto de ocho grados y mi corazón corría a la velocidad de un auto de carreras. Pero, extrañamente, tenía una sensación de tranquilidad recorriéndome todo el cuerpo.

─Yo estoy muy bien, gracias por preguntar. También te ves muy bella hoy ─ironizó analizándome y levantó una ceja, divertido. Me ruboricé de nuevo y sentí una punzada en el estómago.

Cada que él levanta su... bella ceja y dice sus... bellas mentiras, siento a Tesla y a Edison en plena discusión por la corriente alterna y directa en todo el esplendor de mi estómago. Es algo totalmente nuevo e interesante.

─ ¿Dónde dejé mis modales? ─me regañé a mí misma y reí por lo bajo─. Gracias, creo. Tú...también te... ves muy... bien ─no sé de dónde diablos saqué el valor para decir semejante barbarie, pero me costó una buena punzada en el estómago y un rostro lleno de vergüenza. Agaché la cabeza con más pena aún. No quiero que me vea sonrojada a cada rato, debe de serle incómodo.

─ ¿Nos vamos?

─Sí, vamos ─sonreí levemente y miré hacia atrás.

Mi hermano estaba en la ventana principal observando todo. Levantó los pulgares y nos dirigió una mirada aprobatoria, dándome la confianza que me hacía falta. Le sonreí en respuesta y di un paso, que fue interrumpido por George.

─Esta va a ser la mejor cita de tu vida ─canturreó en mi oído con una voz dulce y besó mi mejilla con delicadeza.

Si antes en mi estómago sentía a Tesla y a Edison discutiendo, ahora se estaba desatando la tercera guerra mundial y cinco aquelarres de la edad media. Si antes mis piernas eran un terremoto de ocho grados, ahora sufrían párkinson. Si antes mi corazón corría a la velocidad de un auto de carreras, ahora está corriendo a la velocidad de la luz. Si antes mis mejillas estaban coloradas, ahora parecen dos tomates. Si antes George era un conocido... Ahora parece ser algo más.

¿Era una cita? ¡Creí que sólo era una simple invitación a tomar un helado!

<<No sé si eres inocente o tonta, Lisa. ¡Es lo mismo! ─me regañó mi consciencia de nuevo.

Sonreí con amplitud y me torné colorada mientras caminábamos hasta el porche de mi casa. En la calle estaba estacionada una motocicleta de color negro y marrón junto con un casco. Nunca había visto una de cerca o en buen estado, sólo las había visto en el periódico o las noticias siempre que había algún accidente. Una sensación de miedo me invadió hasta el último nervio. No iba a montarme en esa cosa generadora de muertes, ni aunque me pagasen.

─Estás mal de la cabeza si crees que voy a montarme ahí ─dije con desagrado.

─Entonces estoy muy mal de la cabeza ─sonrió con descaro. Le lancé una mirada asesina─. Ni que manejara tan mal. Por favor, prometo ser cuidadoso ─suplicó.

─No ─me negué y me crucé de brazos. Nunca me había montado en una de esas cosas, y no quería hacerlo nunca. No quería morir tan joven.

─Por favor Liss, por favor ─juntó sus manos en señal de súplica e hizo un puchero irresistible. Y como yo soy tonta, caigo como mosca en la red. Fue más duro ceder de lo que creía.

(...)

─ ¿Sabías que no renové mi seguridad social, George? ─Le dije mientras hacía mis "mejores" esfuerzos para subir al... aparato ese.

─Que no nos vamos a matar, Lisa ─rió y me ofreció la mano─. Déjame ayudarte con eso.

Con algo de temor, acepté su mano y subí a su lado. Al tocarnos, sentí como otra tercera guerra mundial se despertaba en mi estómago y otra vez el rojo hizo su aparición en mis mejillas (Menos mal no se veía porque traía el casco puesto).

¿Hasta cuándo dejará de pasarme eso?

─Gracias ─murmuré y me acomodé en el asiento. Que buena combinación; moto y falda.

Ja.

Ja.

Ja.

Nótese el sarcasmo.

─Te prometo que ninguno va a morir, ¿Está bien? ─dijo mientras encendía la moto. Más te vale, Harrison, porque sino te espera una horrible eternidad en el cielo.

─Está bien ─suspiré con resignación.

─Sostente firme ─fue lo último que dijo antes de que el motor rugiera y la moto comenzara a desplazarse con algo de velocidad por las carreteras de Liverpool.

¿Sostenerme? ¿Sostenerme de dónde, por Dios? ¿Del aire?

En la televisión había visto que el acompañante se agarraba del torso del conductor, o de esa cosa metálica que adornaba la moto.

Pero yo ni loca voy a abrazar a George. No de nuevo.

Así que opté por agarrarme esa cosa metálica que estaba friísima.

***

Todo en Motolandia iba relativamente bien, hasta que una cosa dañó nuestra paz; carreta llena de hoyos. Puse una expresión de horror mientras otra sensación de miedo mucho peor que la anterior me causó una presión horrible en el pecho.

"Oh por Mozart".

Si mis seis meses de estudio de los Principia de Newton no me fallan, si no estoy agarrada a algo firme en los próximos tres segundos, lo más probable es que termine en el suelo con una terrible fractura. Por lo que, al sentir la llanta delantera chocar con el primer hueco, mi primer instinto a seguir fue aferrarme al pecho de George como si mi vida dependiese de ello (Aunque, en realidad si lo hacía). Él corazón me latía rapidísimo, mis mejillas estaban ardientes y otra punzada atacó mi estómago, y no era por el susto de la carretera exactamente...

(...)

─Nunca más en mi vida me vuelvo a montar en una motocicleta ─respondí mientras me bajaba del "vehículo" (No sé cómo demonios pueden llamarle vehículo a eso). Sentía náuseas y dolor en la cabeza. Aparte, no se me pasaba el susto y la vergüenza de lo sucedido anteriormente...

─Pues como no, si no te agarraste a mí desde el principio ─dijo con su tonito de voz irónico mientras apagaba la moto. Mis mejillas ardían de la vergüenza─. Por un momento creí que te ibas a caer en la carretera con hoyos si no me abrazabas. Se iba a arruinar el día ─befó. En ese instante tenía ganas de que la tierra me tragara y que no me escupiera nunca─. Vamos, entremos ─soltó una... adorable carcajada y entró a la heladería "Lamo's". No tuve más opción que seguirlo.

La heladería era pequeña pero era agradable. Tenía las paredes pintadas de naranja mandarina y verde limón y cuadros de sus productos por doquier. Nos sentamos en una mesa que traía cuatro sillas (Porque no habían más) mientras ojeábamos el menú.

Si algo no iba a suceder hoy, era pedir algo costoso y que George lo pagara. No es justo. Así que mi elección fue rápida: un vaso con dos bolitas de helado.

"Vamos, Lisa. No dejes morir la conversación".

─ ¿Vienes muy seguido aquí? ─Pregunté y dejé la carta con cuidado en la mesa.

─Sí, mi estómago pide venir aquí varias veces a la semana ─rió. Fue inevitable ponerme a reír con él.

─Yo a duras penas salgo de casa ─mascullé mientras jugaba con el servilletero. Demonios, creo que fue un comentario inapropiado.

─ ¿En serio? ─inquirió con interés y con el entrecejo levemente fruncido. Se veía muy... adorable así.

"¿Te repito nuestra conversación de ayer o qué?"

¿Qué demonios dices, Lisa?

─El talento no es suficiente para ganarse una beca en una de las universidades más prestigiosas del país ─refuté.

─Pero también es sano salir a divertirte con amigos, a una discoteca o al cine... ¿No crees? ─No, no creo. Asocial soy, asocial seré.

─Te diría que me divierto saliendo a la calle, pero te estaría mintiendo. No suelo decir mentiras.

─Eres una chica extraña ─replicó con una mirada intimidante─. Pero me agradas. No eres como las demás chicas ─sonrió y yo me ruboricé.

─Gracias ─dije con un hilito de voz y agaché la cabeza con vergüenza.

¡Deja de estar avergonzándome, hombre!

─Disculpen, ¿Puedo tomar su orden? ─Una mesera de cabello marrón apareció con una libreta en su mano y una sonrisa ancha. George me miró, como si estuviera diciéndome: "¿Estamos listos?". Asentí y me ruboricé.

─Quiero una banana Split especial extra grande con helado de vainilla con pasas y ron con pasas. Chispas de chocolate en la bola de vainilla con pasas y Jelly Beans en la de ron con pasas ─dijo con naturalidad. Lo miré con la boca levemente abierta por la sorpresa. ¿Cómo una cosa esas cabía en un estómago tan pequeño?

─Yo quiero un vaso con helado de limón y mandarina ─dije mientras me hacía chiquita en mi silla. Era comparar un avión de papel con un avión de verdad.

─Deja la modestia para después, Liss. Pide en serio ─me reprendió George.

─Estoy pidiendo en serio, George. No suelo comer tanto ─arqueé las cejas.

─Lisa ─George me lanzó una mirada asesina.

─George.

─Lisa.

─George.

─Lisa.

─George ─esta situación se estaba tornando incómoda para mí. Y la camarera lo notaba porque su sonrisa se hacía cada vez más forzada.

─Te salvas por esta vez ─murmuró con un tono amenazante─. Y un helado de limón con mandarina, por favor.

─ ¿Algo más? ─Preguntó la camarera dudosa de tener que volver a nuestras incómodas discusiones.

─Así está bien, gracias ─dijimos los dos al mismo tiempo y la camarera se retiró. Lo miré confundida y solté una carcajada. No todo estaba tan mal como yo creía.

─A ver, señorita... ─se quedó con un semblante pensativo intentando acordarse de mi apellido.

─Epstein ─completé con los ojos en blanco.

─Epstein, ¿Por qué te tomas la molestia de escoger algo pequeño sabiendo que yo te invité a un helado, no heladucho? ─Levantó la ceja y me miró. Otra tercera guerra, otro párkinson, otra velocidad años luz, otros dos tomates...

─Por eso mismo, George ─dije con voz suave─. Me invitaste, no puedo ser descarada en la primera vez que alguien me invita a salir ─iba a insistir para pagar mi helado yo, pero sabía que era inútil discutir con la terquedad hecha persona entonces descarté la idea─. Mejor respóndeme algo.

─Dispara.

─ ¿Por qué te gustan tanto las pasas? ─Pregunté con un tono de voz inocente y reprimí una risita.

─ ¿A ti no? ─Preguntó incrédulo─. ¡Son deliciosas!

─A mí me dan alergia. Se me hincha la garganta hasta el punto de no poder respirar.

─Wow... Yo las amo ─rió. Su risa también es adorable─. Algo nuevo que sé de ti.

─Eso creo ─sonreí y me ruboricé. Cosquilleo...─. Sabes mucho de mí.

─Sí sólo sé que te causan alergia las pasas, que tu planeta favorito es Júpiter, tu edad y tu nombre. Hasta ni eso ─soltó una risotada.

─Por eso ─repuse con seriedad. Él dejó de reírse casi de inmediato y me miró consternado.

─ ¿Cómo es eso?

─ ¿Cuál sería tu reacción si te dijera que esta es en verdad mi primera cita? ─le pregunté despacio, intentando no perturbarlo mucho.

─Pues... Como te dije ayer, no creo que nadie te haya invitado a salir antes. Eres muy guapa, inteligente y amigable, ¿Cómo alguien no quisiera salir contigo? Claro que también me sentiría muy halagado de ser la primera persona que haya tenido el honor de salir contigo en una cita ─dijo como para sí mismo, intentando reprimir una boba sonrisa. Yo no lo consideraría extraño, George...

Esperen...

¿Dijo guapa?

¿Inteligente?

¿Amigable?

¿YO?

¡Esas palabras no pueden adjetivos míos ni en un millón de años! ¿Por qué se me desboca el pulso por puras mentiras?

Ay George, si supieras...

─Pues créelo, esta es mi primera cita ─admití con la cara colorada. El rostro se fue del color de George y me miró con seriedad. No pude con la tensión de su mirada y agaché la cabeza.

─ ¿Bromeas, cierto?

─Cómo crees que yo...

─Disculpa ─mi reclamo fue interrumpido por otra voz grave. Alcé la mirada y me encontré con los ojos más azules y el cabello más rubio que haya visto jamás. El chico (que no era feo) se quedó levemente sorprendido, sacudió la cabeza y se sonrojó─. ¿Está ocupada esa silla? ─señaló una silla que había a mi lado.

─Oh no, adelante, llévatela ─sonreí levemente y le pasé la silla.

─Gracias ─sonrió, tomó la silla y se fue.

─De nada ─dije en voz alta y volví a fijar mi vista en George─. ¿Cómo crees que bromearía con eso?

─Pues... Como te dije, es muy raro que nadie te haya invitado salir antes ─frunció el entrecejo. ¿Ya dije que se veía muy tierno así?

¿Qué me está pasando?

─En realidad, como te dije ayer, lo han hecho un par de veces ─bajé la mirada─. Pero nunca acepté ninguna invitación.

─ ¿Y eso? ¿Por qué?

─No lo sé. Tal vez porque ya tenía unas citas eternas diarias con mi violín o porque no me nacía aceptar ninguna ─me encogí de hombros.

─ ¿Y por qué aceptaste la mía entonces? ─cuestionó con interés. Colocó los codos en la mesa y se inclinó levemente hacia mí. Sentí otra punzada en estómago y me ruboricé. Punto para Harrison.

Corchada.

─Ahí no sé qué contestarte ─dije con un hilito de voz. Mi corazón comenzó a acelerarse─. No tengo respuesta para eso.

─Ya veo...

─No soy una persona muy sociable que digamos.

─Pareces lo contrario.

─Contigo porque me caes bien y me inspiras confianza. No todo el mundo tiene esas dos cualidades.

─ ¿Te caigo bien? ─Preguntó con incredulidad. Me sonrojé y me arrepentí amargamente por haberme adelantado a decir eso, por lo que mi cara se convirtió en una mueca. George pareció notarlo y se apresuró a hablar─. No, no. No te preocupes, no fue nada malo. Tú a mí también me caes muy bien. Fue buena idea el invitarte a salir ─sonrió inspirando confianza.

─ ¿De verdad piensas eso? ─Pregunté con un pequeño brillo en los ojos. Nunca nadie me había dicho nada parecido y escucharlo de su parte... Se sentía bonito.

─Claro que sí. ¿Por qué habría de mentirte? Ni siquiera entiendo como no tienes vida social según tú. Eres en serio una chica muy agradable ─ ¿Ven lo que digo? ¡Ese chico tiene el carisma de cinco personas! Sonreí y bajé la mirada.

─Pues muchas gra...

─Con permiso ─una voz me interrumpió nuevamente, pero esta vez fue por la mesera que traía los helados. Le dimos las gracias (Yo se las di a regañadientes) y seguimos conversando mientras comíamos nuestro helado.

Qué raro, ¿Por qué esto me sabe a vainilla?

"Seguramente tanta vergüenza junta hace que confunda la mandarina con la vainilla.".

─Otra pregunta más ─dijo con la boca llena de helado. No más preguntas vergonzosas, ¡Por favor!─. ¿Por qué te sonrojas tanto?

Eso cuenta como pregunta vergonzosa.

─No lo sé ─me ruboricé y solté una risita─. Seguramente es porque no estoy acostumbrada a hablar con gente diferente a la que estoy acostumbrada. Con gente que dice locuras y que hacen ruborizar hasta una servilleta ─dije con ironía y solté una carcajada. Me miró con el entrecejo fruncido, pero luego brotó una sonrisa cómplice.

─Oye, nena ─tomó una servilleta de la mesa y la contempló como si fuese una chica─. Pasaba por aquí y nunca antes había visto a alguien tan guapa como tú. Quisieras... no sé. ¿Llamarme algún día? Espera anoto tu número en tu plano y sexy estómago ─no pude evitar echarme a reír con semejante estupidez. George sacó una pluma de su chaqueta y garabateó unos números en el "sexy estómago" de la servilleta, que luego me pasó a mí.

─ ¿Qué es esto? ─Pregunté mientras me metía una gran cuchara de helado a la boca con el entrecejo fruncido.

─Tanto Servilleta y tú pueden llamarme cuando quieran ─guiñó un ojo coqueto, me ruboricé y solté una carcajada.

Que se apagó de inmediato al sentir el sabor de una pasa en mi garganta, acompañada de una sensación horrible de inflamación.

"Perfecto, lo que faltaba. Ya sabía que algo malo iba a pasar".

¡¿Cómo se puede ser tan tonto como para no darse cuenta de que nos estábamos comendo los helados del otro?!

─Liss, ¿Qué te pasó? ¿Estás bien? ─George se levantó de su silla claramente preocupado al verme con la garganta inflamada. Y como no, me sonrojé de la vergüenza. ¿Por qué en la primera cita, Dios? ¿No pudiste esperar y joderme la segunda cita (Si es que hay)? ¡No me digas, linda impresión va a tener George después de esto! Esta situación es bochornosa, incómoda y muy, muy injusta.

Tierra tragadme y escupidme en Suramérica, por favor.

─George... las pasas ─alcancé a decir antes de que mi garganta sufriera algo parecido a una faringitis, pero mil veces peor, causándome un dolor en toda mi garganta. Él colocó una cara de susto y trató de tranquilizarme, siendo inútil.

Esta alergia a las pasas era un total sufrimiento. Siempre era muy cuidadosa con ello y nunca comía pasas bajo ninguna circunstancia, pues eso significaba ataques seguidos y posteriormente... La muerte. Ni en helados, ni comidas, ni aderezos. Esta tortura constaba de tres partes: Primero se me inflamaba la garganta como si fuera una amigdalitis (que ciertamente es algo muy doloroso y fatigoso en la garganta) pero mil veces peor, luego se me dificultaba hablar correctamente por que se obstruían las vías respiratorias, y por último, pues, al no poder respirar sabemos que ocurre.

Por eso yo evitaba a toda costa esas... cosas del diablo.

─Yo si decía que era raro ese sabor a limón en mi helado ─dijo desesperado. Surcó con sus dedos su cabello, como buscando una solución.

─Fexofenadina... Controla... irritación... ─articulé con dificultad. Ya iba por la parte dos; me estaba dando mucha dificultad y dolor hablar. Demonios.

Y sumándole que éramos el centro de atención y que todo el mundo nos miraba, me hacía sonrojar de una manera nunca antes vista. Parecía un maldito tomate de la vergüenza y de la alergia.

─ ¿Fexofenadina? ─Preguntó confundido y yo me palmeé la frente mentalmente. ¡El medicamento, Harrison, el méndigo medicamento para la inflamación!─. ¡Ah! De seguro debe ser el medicamento para la irritación. Espera aquí, no te muevas. Pagaré la cuenta y nos iremos rápidamente a una farmacia. No te muevas ─balbuceó y se fue corriendo al mostrador.

¿Eres tonto o qué? ¡¿Cómo demonios me voy a mover de aquí?!

─ ¿Está todo bien? ─El pelirrubio que preguntó por la silla hace unos minutos vino rápidamente hacia mí con un gesto de preocupación.

Esto no podía ser más vergonzoso.

─S... sí ─murmuré. Me dolía mucho la garganta, respirar era cada vez más dificultoso para mí. Aparte debo de estar roja hasta el cansancio. Hasta tenía ganas de llorar de la vergüenza.

¿En qué estaba pensando cuando acepté salir con él? ¡Debí de haber sabido que algo así pasaría!

Pero claro, es imposible resistirse a esos ojos negros...

─Ni puta idea de quién eres, pero dime dónde queda la farmacia más cercana ─dijo George agitado a mi amiguito rubio cuando llegó a la mesa. No lo conozco muy bien, pero puedo apostar a que le entregó veinte libras a la camarera, sabiendo que en total sólo habían sido tres. Acelerado.

─Queda más o menos a una manzana de aquí ─respondió aquel chico. Esto es mucha vergüenza para que una sola persona lo aguante.

"Como se me desinflame la maldita garganta, me suicido".

En un momento de desesperación, miré al cielo, como si este tuviese la respuesta a todos mis males. Y por arte de magia (O del infierno), un relámpago centelleó en el cielo grisáceo y cayó en alguna parte de Inglaterra, dando pie a una tormenta.

A una maldita, miserable e infeliz tormenta.

Tengo diecisiete años, soy virgen, no he dado mi primer beso, no he salido de fiesta nunca en la vida, soy educada, e inteligente. Y tengo dos amigos nada más.

¿Qué le hice al universo, al destino, ¡A Dios! Para que me haga sufrir de esta manera?

Tal vez quiere que me suicide para que vaya al cielo con los grandes genios brillantes de la ciencia. Sí, eso debe ser. Y para que deje de pasar estas vergüenzas.

─Mierda ─maldijo George. Esa palabra no se debe decir, querido George─. Resiste Liss, nos tocará arriesgarnos. Ya que el clima no está de nuestro lado... ─dichas estas palabras, al estúpido, (tarado, idiota, poco inteligente, bruto, animal, bestia, bobo, necio) de George, le dio por tomarme en brazos y a salir corriendo de la heladería a la súper farmacia. Empapándonos de pies a cabeza, empeorando mi alergia.

Un punto menos para ti, Harrison.

En ese momento me volví millonaria al inventar un nuevo tono de rojo. Tenía ganas de morirme ahí en sus brazos, en serio.

Esto rompe las leyes de la física y la probabilidad. Una persona no puede tener tanta "mala suerte" junta. Sin yo creer en la suerte, es imposible. Ese momento desafió todas las posibilidades, cualquier tipo de superstición vana se quebró al verme en ese momento, con la garganta inflamada, roja, en los brazos de un tipo del que apenas sé su nombre, corriendo por Fexofenadina a una farmacia que queda a una manzana de distancia de donde se encuentran.

Puede sonar raro, pero como pude me eché a reír y a llorar. Esto era tan horrible y tan vergonzoso, que no tuve otra opción que reírme y llorar para que George y Rubito me miren con sus entrecejos fruncidos. ¿Qué más podía hacer? Lamentarme no tenía sentido, sería un total tiempo desperdiciado. Sentir más vergüenza era algo imposible (Pongámoslo en que, si sentía más vergüenza, se abría un agujero negro y acabaría con la tierra). Así que no tenía muchas opciones en las cuales sopesar. Burlarme de mí misma era lo menos doloroso en estos momentos. Total, creo que ya nada peor puede pasarme en este momento. Salvo...

─ ¿Cerrado? ─Preguntamos los tres al mismo tiempo al ver la puerta de la establecimiento abajo, decorada con el logo de una cadena de farmacias en todo el centro.

En ese momento sentí que mis pulmones se negaban a seguir respirando, como si estuviesen en huelga o algo así. El aire que pasaba por mi nariz se estancaba en la garganta, pues la maldita infección se negaba a dejar pasar el aire. Intenté respirar de una manera desesperada, como si el aire fuese a pasar a pesar de mis intentos.

─ ¡Por Dios! ¿Liss, estás bien? ─George.

─Llamaré a una ambulancia ─Rubito.

Sentía que me debilitaba. Nunca me había tenido un ataque tan fuerte.

─No hay tiempo, tengo que llevarla a mi casa ─era Brian. ¿En qué momento apareció Brian ahí?

─Rápido, no quiero que le pase nada ─Jane. ¿De dónde salieron este par?

"Recuerdo cuando me compraron mi primer violín...

Era tan bellas sus cuerdas desafinadas".

George corría por todo Liverpool hacía quién sabe dónde conmigo en brazos, llamando la atención de todo el mundo. Rubito estaba detrás de él. Jane y Brian volvieron a desaparecer.

No me siento nada bien.

Siento como si me apagase.

Mi organismo colapsa.

Mi vista falla y dejo de ver nítido.

Desenfoco.

Desfallezco.

Las voces se hacen más lejanas.

Ahora solo hay silencio.

Y oscuridad.

Paz...

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