Capítulo 2: Unos chicos... ¿Agradables?
Al otro lado de la puerta habían cuatro chicos vestidos totalmente de negro y adornados con chaquetas de cuero. Con un aire a pura rebeldía y a esos mentados "Teddy Boys", lograron hacerme chiquita en los brazos de mi hermano.
Casi siempre suelo ser la persona más tímida y escrupulosa del mundo cada que Brian trae a algunos de sus amigos a nuestra residencia, sus parejas, o cualquier persona que ponga un pie en esta casa (Que, la mayoría de veces, lo hace con el fin de hacerme socializar). Y esta vez no era la excepción.
—Lissie, hay gente que quiero que conozcas —sonrió y deslizó un brazo por mis hombros. ¡Gente que yo no quiero conocer! Me mordí el labio mentalmente y mis mejillas explotaron en rojo—. Ellos son...
Y la rutina se repite.
—Brian, me voy a mi habitación —murmuré y me liberé de su agarre. Iba a comenzar a correr a mi habitación, de no ser porque algo me retuvo de la muñeca.
—Lisa —me susurró al oído con una sonrisa forzada—. Vas a saludar a estos chicos, quieras o no. Por lo menos por educación, linda.
—Está bien —acepté a regañadientes.
—Chicos —dijo en voz alta, tomándome de nuevo por el hombro. Todas las miradas se posaron en mí y en mis mejillas coloradas—. Bienvenidos a mi hogar. Les presento a mi hermana, Lisa Erin Epstein —suspiré al escuchar mi nombre y esbocé una sonrisa como mi timidez me lo permitió—. Lissie, él es John Lennon —señaló a un chico alto, con ojos oscuros y el cabello corto. No era feo—. Él es Paul McCartney —señaló a un chico con unos cachetes enormes, con unos hermosos ojos color avellana y una simpática sonrisa. Le devolví una sonrisa tímida—. Él es Pete Best —señaló a un chico con unos rasgos similares a John Lennon, sólo que con los ojos azules y un corte de cabello diferente—. Y él es George Harrison —señaló a un chico con la mandíbula cuadrada, unos hermosos colmillos y unos ojos negros fascinantes. A mí opinión, el más guapo de los cuatro.
—Un placer —murmuré y me puse en frente de ellos—. Lisa Erin Epstein —sonreí de una manera forzada y le extendí mi mano a cada uno.
—John Lennon, el placer es mío —estrechó mi mano y me guiñó el ojo. Coloqué los ojos en blanco en mi mente y seguí dando mi mano.
¿Quiénes son ellos y qué hacen con mi hermano? ¿Por qué me toca saludarlos y aguantarme sus guiños de ojo a mí? ¡Yo odio que coqueteen conmigo! Yo no tengo tiempo para esas cosas...
—Paul McCartney —sonrió y estrechó mi mano, exhalando amabilidad por todos los poros. Ese chico me caía bien.
—Pete Best —estrechó mi mano, indiferente. Qué carácter.
—Ge... George Harrison —estrechó mi mano, que por cierto estaba sudorosa. Tenía los ojos brillosos y una sonrisa enorme en el rostro. No culpo. Yo también pasaba por lo mismo de vez en cuando en el colegio. Le di una sonrisa para intentar calmar sus nervios y transmitirle confianza.
— ¿Pu... puedes soltarme? —Pregunté algo asustada por la duración de su contacto. Tenía la mano sudorosa yo también de dársela.
—Sí, perdona —se sonrojó y de inmediato me soltó.
Mis mejillas se volvieron a colorear de rojo y los miré a todos con el pulso agitado. ¿Por qué demonios todos me miran? ¿Tengo monos en la cara o qué? Esto es más de lo que puedo aguantar. ¡No soporto tanta gente en mi metro cuadrado!
— ¿Brian, me puedo ir ya? —murmuré, y sin esperar respuesta, salí casi volando a mi habitación.
No me gusta estar rodeada de gente. Toda mi vida he estado rodeada de soledad y me agrada. La gente me pone nerviosa. Me miran como si quisieran leer mi mente o algo así. Demonios, me tocará esperar a que estos cuatro se vayan para decirle la noticia a mi hermano. No me gustaría hacer un escándalo por mi beca en Cambridge.
— ¡LISA ERIN EPSTEIN! —Escuché un grito de asombro proveniente de mi hermano desde la sala. ¿Qué demonios le pasaba? ¿Por qué grita así?
Un momento...
¿Y la carta? ¿Dónde estaba la carta?
La busqué en mi cama, en los cajones y en mi escritorio. Nada.
¡Maldición! ¡Había olvidado la carta en el sofá de la sala! ¡De seguro la había leído! Cerré los ojos con fuerza, deseando desaparecer.
— ¡LISA! ¡VEN AQUÍ!
Morí la uña de mi meñique izquierdo con cara de preocupación. ¿Ahora qué voy a hacer? ¡Se supone que sólo Brian iba a saber de mi admisión! Pero con el escándalo que hizo, creo que ya toda Inglaterra sabe.
<<A ver Lisa, tú eres tímida, más no cobarde. Ve y enfréntate a Brian, a sus amigos y a esos hermosos ojos negros de George. ¡Deja de ser tonta, mujer! ¡Esto algo de lo que debes de sentirte orgullosa! ¡Pasaste a una de las mejores universidades de Inglaterra! —me gritó mi consciencia.
Suspiré. A ver un episodio más de la euforia de Brian Epstein.
— ¿Qué ocurre, hermanito? —sonreí con timidez. Avalancha de abrazos en tres... dos... uno...
— ¡FELICITACIONES, HERMOSA! —Gritó y me alzó en sus brazos con euforia. Me fue imposible soltar un grito de la sorpresa. Los chicos nos miraban divertidos, sin entender mucho lo que pasaba. Esto no puede ser más vergonzoso—. ¡ERES EL ORGULLO DE LA FAMILIA! ¡SIEMPRE CONFIÉ EN TI!
—Ay, por favor Brian, no es para tanto —solté una risita nerviosa, deseando acomodar mis pies en el suelo de nuevo.
— ¿NO ES PARA TANTO? ¡¿NO ES PARA TANTO?! —Gritó asombradísimo, como si hubiera dicho una barbarie. Me bajó al suelo y se dirigió a los chicos. Gracias por bajarme, maldito—. Esta niña —me señaló y me ruboricé. Los cuatro me miraban atentos y John tenía ganas de reírse—. Se ganó una beca a Cambridge para estudiar Música. ¡Y dice que no es para tanto! ¿Pueden creerlo? ¡Cuánta gente queriendo una beca y esta muchachita dice que no es para tanto!
Tierra trágame y no me escupas nunca, por favor...
Las ganas de reírse de John se esfumaron en cuanto Brian mencionó la palabra "beca". Todos se quedaron con las caras de sorpresa en el rosto, haciendo que mi vergüenza se incrementara.
—Y es que... No lo es, ¿Verdad? —Sonreí de manera nerviosa, en un intento de arreglar las cosas.
— ¡Claro que lo es, Lisa! —Paul fue el que tomó la iniciativa de hablar, inundando la sala con su emoción-. ¡No cualquiera pasa a estudiar a Cambridge! ¡Debes de ser muy buena tocando el...
¿De verdad estos chicos se alegran de que haya pasado a la universidad? ¡Pero si apenas los conozco! ¡Apenas me conocen! Aunque si me enterara de que alguien pasa becado a Cambridge para estudiar Violín yo también haría un escándalo enorme...
—Violín —completé con una risita.
—El violín, eso —sonrió como pidiéndome una disculpa—. ¡Felicitaciones! —Se colocó de pie fugazmente y se dirigió a mí con paso firme. Mientras más se aproximaba, más se incrementaba mi terror. ¿Y si trataba de besarme?
<<No seas tonta, Lisa. Llevan cinco minutos y una noticia de conocerse. ¡Cómo puedes pretender qué te va a besar!
Por suerte, sólo me estrujó con fuerza entre sus brazos. Un cosquilleo se hizo presente en mi estómago. Pero no era de ese cosquilleo que sientes al ver a esa persona especial... Sino un cosquilleo de sorpresa. Nadie excepto Jane, Brian, o alguna que otra persona del colegio, me había abrazado. Paul era una persona nueva en mi vida. Y... algo me dice que yo debería permitir que haga parte de ella.
—Gracias, Paul—correspondí con una leve sonrisa.
—Felicidades, nena —John se levantó del sofá y me abrazó igual y bajó sus manos a mi cintura, un gesto algo perturbador y muy incómodo para mí. Me separé de él, abochornada. Brian también lo notó, provocando que le dirigiera una mirada asesina.
—No me llames nena, por favor—murmuré—. Gracias, John.
—De nada, nena—guiñó el ojo. Coloqué los ojos en blanco y él soltó una carcajada cínica. Este tipo es muy impertinente.
—Fe... felicitaciones, Lisa. Debes de ser... muy talentosa —George también se acercó a mí, ruborizado. Se veía muy tierno y... guapo así.
Si no estoy mal... Pareciera que tuviera ganas de abrazarme. ¿Es raro qué tenga ganas de abrazarlo yo también? Digo, yo no he abrazado a más de cinco personas en mi vida y me parece inusual que ya quiera dar abrazos como loca a chicos que conozco hace menos de treinta minutos.
¡Toma la iniciativa, George! ¡Quiero abrazarle, pero el miedo me gana!
—Gra... Gracias, George —respondí.
En un acto en dónde no reinaba mi cordura, me acerqué un poco a él y con brazos trémulos lo envolví en un abrazo. Sentí sus brazos en mi espalda, y él sintió mi cabeza en su cuello. También percibí su respiración aliviada junto con el palpitar aligerado de su corazón, que unos pocos segundos después se puso a la par con el mío.
Sus brazos eran cálidos y seguros. Olían a perfume de hombre, uno más delicioso que el que solía ponerse Brian por las mañanas antes de salir. Esto debe de ser un sueño...
Un sueño del que nunca quiero despertar...
Esperen, ¿Qué acabo de pensar? ¿Yo, Lisa Epstein, abrazando a un chico que recién conozco, diciendo que es un sueño abrazarlo? ¡Eso es imposible! ¡No puedo sentir algo semejante por alguien que acabo de conocer! ¿Cómo mi cerebro perdió las riendas de mi cuerpo? ¡Tengo que soltarlo!
—Toca algo para mí, Lisa —susurró George con una voz dulce en mi oído, provocando un cosquilleo por todo mi cuerpo. Por más que quisiera liberarme de esos maravillosos brazos, no podía, me tenían plenamente cautivada, maravillada. El cosquilleo hizo metástasis y se hizo presente en mi pecho.
Me liberé de ese abrazo y mi primer instinto fue tornarme de color rojo. Había bajado de esa nube, volviendo a la realidad. A la realidad en dónde sólo existe mi violín, mis astros y yo. A la realidad en donde yo no iba a permitir que unos ojos oscuros, deslumbrantes y misteriosos se interpusieran en mi camino.
Todos los chicos me miraron, esperando una respuesta a la petición de George. Mi hermano me dirigía una sonrisa cálida, diciéndome: "Adelante, Lisa, muéstrales de qué estás hecha". ¿Y si no les gusta cómo toco? ¿Si se burlan de mí?
—No... No, George. No quiero—susurré. El miedo me ganó.
—Por favor, hermana. ¡Ellos quieren verte tocando! Estamos dejando de lado temas importantes por ti. ¡Por favor!—Imploró mi hermano.
—Chicos, puchero en uno, dos, ¡Tres! —Paul, George, John y Brian hicieron un puchero adorable en intento de convencerme. Fue inevitable ponerme a reír.
—Está bien, me convencieron —reí—. Ya vuelvo, voy por Mozart.
— ¿Mozart? —Inquirió Paul confuso.
—Mi violín —aclaré. Él se echó a reír y yo fruncí el entrecejo. No soy la única loca que le pone nombre a sus instrumentos, ¿Verdad?
—Deberíamos tratar el asunto de la banda, no éstas cosas —dijo Pete con una voz quejumbrosa. Un sentimiento se culpa se hizo presente al yo abrir el estuche. Tiene razón, no debería de estar interrumpiéndolos, debería de estar durmiendo o haciendo otra cosa.
Claro, yo siempre soy un estorbo.
—Cállate, Best. Estamos aquí para conocer a Brian y para hablar de la banda. ¿Por qué no podemos conocer a su hermana también? —Saltó Paul en mi defensa. Suspiré y tomé a Mozart. Ese chico es todo un caballero.
Afiné mi violín antes de salir de mi cuarto. Por alguna razón, quiero quedar como una buena violinista ante estos chicos.
<<Ante George...
—Erízame, nena —dijo John con un tono de voz afeminado que hizo reír a todo el mundo, incluyéndome a mí.
"Haré algo más que eso".
Soy buena con el violín, y ellos lo van a saber.
Van a saber qué fue lo que se ganó la beca.
Comencé a tocar un fragmento de un tema que había aprendido recientemente: "Concierto para Invierno" de "Las Cuatro Estaciones", de Vivaldi. Realmente me fascina ese tema, ¡Es sublime, magnífico, fastuoso! Es como si Vivaldi al momento de componerlo, hubiera atrapado el frío y lo hubiera esparcido en un pentagrama.
—Esta chica es magnífica—masculló Paul a George mientras yo desacomodaba mi violín del cuello. Es imposible no ruborizarse y sonreír ante su comentario.
Toda la sala estalló en aplausos y en silbidos hacia mí. ¡Hacia mí! Me fue inevitable unirme a sus aplausos y, como no, avergonzarme. ¡En verdad les gusta! ¡Les gusta cómo toco!
— ¿Segura de qué es tu hermana, Epstein? —Soltó John y todos menos mi hermano nos echamos a reír. Es un insolente, sin embargo me agrada su sentido del humor—. ¿Me puedo casar con ella? —Se postró de rodillas ante mí, me tomó la mano y miró a mi hermano, esperando una respuesta. Me torné escarlata y, boquiabierta, dirigí mis ojos brillosos a mi hermano. Sentí un cosquilleo en el estómago. Otra vez.
Para seguirle el juego, le imploré a mi hermano con la mirada que sí, junté mis manos e hice un puchero. Todos se echaron a reír, incluyendo a mi hermano.
Esto de ser social no es tan malo como pensaba.
— ¿Acepto?—Solté una risita.
— ¡Tendré una esposa violinista! ¡Yupi! —Chilló y me cargó en sus brazos. No pude evitar soltar un grito de la sorpresa, me había tomado desprevenida.
— ¡Soy menor de edad, te demandaré si no me bajas!—Amenacé riéndome.
Silencio.
— ¡¿Qué?!—Preguntaron los cuatro chicos boquiabiertos.
Oh no. Lo que me faltaba...
¿Por qué cuando me atrevo a hablar con gente nueva algo malo me tiene que ocurrir?
—Sí... Soy menor de edad—respondí con un hilo de voz. Toda la confianza que habían obtenido, desapareció en tan sólo dos frases.
Tierra trágame y escúpeme en Cambridge, por favor.
— ¿Cuántos años tienes? —Inquirió George con una ceja alzada y con un tono de voz se tornó serio.
Quise responderle "diecisiete", pero mi timidez tomó control de mis cuerdas vocales. John me soltó con cuidado y yo me quedé muda.
¿Por qué no me salían las palabras? ¡Salgan, maldita sea!
—Nena, todo está bien—John acarició mi mejilla y sonrió de una manera paternal. Me ruboricé-. ¿Cuántos años tienes? Dile a tu futuro esposo con toda confianza —guiñó un ojo y me fue imposible no soltar una risita tímida.
—Die... Diecisiete —murmuré. Pasé saliva por mi garganta y dispuse del poco valor que tenía-. Tengo diecisiete —suspiré con fuerza.
Un silencio incómodo reinó en la habitación, provocándome unas ganas enormes de llorar.
—Ha sido un verdadero placer conocerlos y pasar este rato con su compañía, pero les resto tiempo de algo importante. ¡Miren la hora, está demasiado tarde! Me iré a descansar. Buenas noches a todos —y en ese "todos" mi voz logró quebrajarse un poco. Lo suficiente para que notaran que yo no estaba bien.
—Lisa, espera... -la oración de Brian fue interrumpida por el choque de la perilla de mi puerta.
Se situé en mi cama, recogí mis rodillas y apoyé mi cabeza en ellas. Una lágrima se deslizó por mi mejilla, acompañada de un silencioso sollozo.
Ya me acordé por qué no me gustaba socializar...
<< ¿Cómo se pueden asustar tanto de que tengas dos o tres años menos que ellos? ¡Eso es ilógico! Su reacción no tiene ningún sentido. Pareciera que les hubieras dicho que habías matado a su madre o algo así. ¡Exagerados! —Gritó mi consciencia, colérica.
Comencé a llorar con desesperación. Tal parece que, si muere Jane y Brian, estaré destinada a quedar sola aquí. Miré al cielo, suplicando una respuesta a este dilema mientras secaba mis mejillas con mi pulgar derecho. Una luz que no había detallado antes estaba resplandeciendo en el negro de la noche, justo por la órbita de... Júpiter.
— ¿Ese es...
Me levanté con agilidad, corrí las cortinas, abrí la ventana y acomodé mi ojo en el buscador del telescopio color índigo. Una minúscula bola de color café claro se veía en el panorama cósmico. Mis ganas de llorar desaparecieron y esbocé una gran sonrisa. Sin duda, damas y caballeros, se trataba del gigante gaseoso, de mi planeta favorito. De Júpiter.
¡Tengo a Júpiter ante mis propios ojos!
—¿Y mi cámara? ¡¿Dónde está mi cámara?! —Susurré para mí misma con desesperación, tratando de no llamar la atención. Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no gritar ante mi descubrimiento.
Busqué con urgencia por todo mi cuarto mi aparato para capturar una imagen del cielo y otra a través del telescopio. Cuando la encontré, me dispuse a tomar la evidencia de mi hallazgo.
- ¿Cuánto dinero crees que me darán por fotografiar a Júpiter, querida cámara? –Pregunté con malicia mientras acomodaba la lente en el telescopio.
—Si tienes suerte, tu bonito rostro saldrá en primera plana —una voz grave proveniente del otro lado de la ventana hizo que casi tirara mi cámara al suelo del sobresalto y la sorpresa. Me sonrojé y sentí un cosquilleo en el estómago. No, mejor dicho, ese cosquilleo en estómago—. Perdona mi comportamiento de ahorita, fui un total dramático. Tan sólo eres un año menor que yo —sonrió, dejando a la vista sus hermosos colmillos.
¡Deja de producir ese cosquilleo, maldito cerebro!
—Descuida, todo el mundo reacciona igual —le respondí—. Pero retírate de mi lente por favor, George. Necesito hacer algo importante—fruncí el entrecejo, avergonzada—. No me gusta que me espíen, y menos cuando estoy fotografiando a la cosa más perfecta creada por el universo.
—Sé que soy guapo, pero no sabía que llegaba a ser la cosa más perfecta creada por el universo —levantó una ceja, divertido.
Ese movimiento... Esa información que el cerebro envió a través de señales nerviosas a una parte tan pequeña de su cuerpo... Algo tan simple pero a la vez tan compuesto, logró que mi pulso se desbocara de una manera increíble.
Suficiente, Lisa. Tú cerebro no tiene espacio para esa clase de pensamientos tan nimios.
Ni mirar Júpiter hizo que mis latidos alcanzaran esa velocidad...
Solté una carcajada ante su comentario (Que también fue un impulso para reaccionar). ¿Vas a caer tan bajo como John?
—No te compares con Júpiter, engreído —Me crucé de brazos, intentando parecer seria. Total fracaso-. ¿Me vas a dejar la lente libre o no?
—Si me respondes una pregunta... sí —sonrió perversamente. ¿Qué pensamientos pasarán por esa mente? ¡Déjame entrar a tu mente!
—De acuerdo —bufé—. Que sea corta, por favor. Uno no se encuentra con su astro favorito todos los días –coloqué los ojos en blanco. Ojalá no piense preguntarme la teoría de la evolución o algo por el estilo.
—Este... ¿Tienes que hacer algo mañana? —Rascó su cuello, nervioso. La pregunta ciertamente me tomó por sorpresa. Y adivinen como reaccioné: exacto, me ruboricé de nuevo.
Estaba esperando que me preguntara otra cosa, algo cómo: "¿Hace cuánto tocas el violín?" o "¿Cuántas horas ensayas diarias?". Me esperé que preguntara cualquier cosa, pero no esto. ¡Nadie nunca he había preguntado eso antes! ¿Ahora qué haré? ¿Me está preguntando de manera indirecta que quiere salir conmigo? Nunca he estado en una cita, a duras penas sé que significa esa palabra, tampoco he salido con un chico, salvo Brian. ¿Qué se supone que debo de hacer? ¿Decirle qué sí? ¿Decirle que no? ¿Decirle que tengo que estudiar estas fotos? ¿Decirle que debo de ensayar? ¡Caramba Lisa, haz algo! ¡Reacciona!
"Lo siento, George. Mi ideal de vida y mi lado antisocial no permite relacionarme con nadie que no sea mi hermano o Jane. Así que olvídate de invitarme a salir".
Esa hubiera sido exactamente la respuesta de la Lisa de hace una hora.
La Lisa que no sabía que existía este hombre tan... encantador.
La Lisa que no sentía el cosquilleo en el estómago como reacción a que él levantara la ceja.
Creo que a partir de hoy... esa Lisa dejará de gobernar un poco mi cerebro.
Comenzar a pulir mi lado social no suena tan terrible...
¿Y... qué mejor manera de empezar a hacerlo que aceptando su invitación indirecta?
"Es increíblemente extraña esta actitud que estoy tomando... Sé que no suena muy posible el hecho de cambiar tu mentalidad de diecisiete años en unos méndigos sesenta minutos, ¡Pero lo juro! De la nada me han entrado deseos de tener amigos... de salir de vez en cuando con ellos a tomar malteada de caramelo... Sin descuidar mis estudios, claro está."
"Esos ojos en tan sólo 3600 segundos han despertado una sensación totalmente desconocida y totalmente nueva en mi interior. Y yo, inexperta, caigo ante ese cautivo de lo prontamente descubierto e inexplorado para mí. ¡Líbrenme Newton y Tesla de semejante sensación! Esa sensación de miedo tan primitiva que sientes en todo tu cuerpo al no poder reaccionar cuando tu instinto te dice a gritos que hay peligro. ¡Líbrenme de esos ojos llenos de misterio e intriga! ¡Se los imploro! ¡Sálvenme de la maldición de los ojos de este hombre que apenas conozco hace una hora! ¡Sálvenme de los ojos de George Harrison!".
—Eh... Mañana no tengo que ir a estudiar, pero tengo que revelar estas fotos, estudiarlas, estudiar también unas canciones que me adjuntaron en mi carta de admisión y comprar unos girasoles —respondí con nerviosismo y con la voz rápida. Su sonrisa se desvaneció de inmediato. ¿Ven lo qué digo? ¡Soy pésima para estas cosas!
—Oh, veo que estás muy ocupada, no importa, otro día será —sonrió con tristeza, se dio media vuelta para marcharse y mi primer impulso fue tomarlo de la muñeca.
Sí, ahora dejaré que mis impulsos actúen primero. Mi razón pasará a mi segundo plano... Algunas veces.
—Todo menos las fotos pueden esperar —me apresuré a decir, él se giró. Sus preciosos ojos tenían un destello único de alegría—. ¿Por qué? —Lo solté y me ruboricé. (Como era de esperarse).
— ¿Quieres...—suspiró con pesadez. Silencio—. No, olvídalo, nos vemos otro día.
—George—esta vez tomé su mano. Él me miró a los ojos, claramente sorprendido, pero no molesto por mi acción. ¡Ahora es él el que cae ante mis ojos!—. Está bien. Acepto salir a tomar algo contigo mañana para conocernos mejor —guiñé el ojo, intentando sonar convencida e intentando no ponerme colorada.
¿Si tomo la "iniciativa" significa que estoy teniendo un pequeño progreso en todo esto de ser sociable? ¡Debería de hacer un diario con todas estas cosas nuevas!
— ¿Quién dijo que iba preguntarte eso?—Me preguntó claramente confundido. Mi rostro perdió el color por unos momentos, para después ruborizarme de la vergüenza.
¡Eres una maldita genio, Erin! ¡Por tu confianza excesiva lo asustaste! ¡Bravo!
Me estoy arrepintiendo de lo que dije hace unos instantes...
¡Nunca tomen la iniciativa de las cosas si no quieren terminar como yo en estos momentos!
Roja, abochornada e incómoda.
—Este... perdona, es que... yo... no sé... soy nueva en todo esto y...—solté su mano. Estaba intentando no empeorar mi situación, ¡Y mis nervios hacían todo lo contrario! Mi yo interior tiraba de sus cabellos rubios con desesperación. ¡Esta situación es muy embarazosa!
—Relájate —dijo despreocupado y soltó una carcajada. Fruncí el entrecejo y mi cara ardió de la vergüenza—. Sí, era eso. Sólo quería hacerte una pequeña broma —guiñó un ojo que hizo que mi cara se colocara de nuevo roja.
Pero de la rabia.
¡Cómo se atreve a jugar así con mi timidez y mis gestos de confianzas absurdos! ¡A duras penas me desenvuelvo en estos asuntos y este tipo hace que mi desenvolvimiento sea un fiasco!Debería de decirle que no y empujarlo.
—Pensándolo bien, recordé que tengo que seguir estudiando la teoría de la música, perfeccionar la técnica de violín, releer los Principia de Newton en inglés, griego, latín y español, sacar la basura... —comencé a mencionar actividades al azar mientras me acercaba a él. Cuando me aproximaba, él se alejaba, asustado de que le hiciera algo
—Pero Lisa...
—Estudiar para mis exámenes finales, visitar a mis padres, jugar en el clasificado de ajedrez, trabajar en la tienda —situé mis manos en la parte superior de la ventana.
—Lisa, yo...
—Adiós —cerré la ventana, sin dejarlo terminar.
Estaba tomando un comportamiento digno de un infante, lo sé.
—Lo siento... —dijo al yo cerrar la ventana. Sentí el cosquilleo en el estómago y me recosté en la ventana.
No puedo dejarlo con la invitación en mano, eso sería demasiado descortés de mi parte...
Y yo puedo ser tímida pero no descortés.
Debería de decirle la verdad de una vez por todas... Decirle que no sé qué es una cita y pedirle que me invite a salir para saber que se siente que te "cortejen". Si quiero empezar una amistad con George, debería de empezar con la verdad.
—Mira, George —abrí la ventana con cuidado y suspiré. Seré abierta con George, ¡Wow! ¡Un avance! —. Te voy a decir la verdad.
—Te escucho —murmuró con voz seria y posó sus ojos oscuros sobre los míos. Me ruboricé de nuevo.
¿Quién sería capaz de mentirle a esos imponentes ojos lóbregos? Esos ojos tan perfectos... tan llenos de confianza y calidez que tratan de ver en mi interior... ¿Será que todo el mundo queda así de extasiado al mirarlo a los ojos?¿O sólo soy yo la única desafortunada que cae ante sus encantos con tanta facilidad y tan rápido?
¿Alguna vez has visto un crepúsculo? Pues imagínate que mirarlo a los ojos, es como mirar un crepúsculo al lado de la persona que más amas en este mundo...
¡Qué cosas pasan por mi cabeza! ¡Si apenas lo conozco!
—Mira... —pasé saliva por mi garganta. Por primera vez en la historia, me atreveré a decirle la verdad a alguien, en vez de evitarlo con mentiras. Sólo porque... creo que confío en George—. Soy la chica más tímida del mundo, por... por todo me sonrojo... No... no tengo idea de... de lo que es una cita y... y... la única persona que me ha regalado flores soy yo misma, me da miedo darle mi confianza a... a los demás, y... y casi toda mi vida me la he pasado entre estas cuatro paredes y las de la biblioteca... y... yo... —le dije con la voz estremecida. Él me miraba, atento a todas mis palabras. Pasó un pie por mi ventana, inseguro, y después pasó el otro.
—Lisa, por favor, no... no llores —me ciñó con fuerza en sus brazos. Me ruboricé y sentí el cosquilleo en mi estómago de nuevo.
¿Ahora estaba llorando? ¡Genial! ¡Le estoy llorando a alguien que no conozco mis problemas sociales!
Esto es lo que NO se debe hacer al hablar con alguien que recién conoces y te interesa. Tomen nota.
— ¿Ves a lo que me refiero? —Correspondí a su abrazo con timidez—. Y ahora estoy llorándote mis problemas, que seguramente no te importan en lo absoluto —sollocé.
—No te creo —musitó y comenzó a acariciar mi cabello con suavidad—. No creo que nadie te haya invitado a salir nunca en tu vida... Eres una chica preciosa...
Quise sonreír, pero mi llanto me impidió hacerlo. En vez de eso, me torné de rojo y sentí el cosquilleo en el estómago ante sus bellas palabras.
—Tal vez sí lo han hecho, pero sinceramente no recuerdo porque me la pasaba entre líneas de letras o de pentagramas —sorbí por la nariz.
—Es bueno estudiar mucho y prepararse, Liss, pero también debes pasar tiempo con tus amigos...No es sano pasársela encerrado leyendo y tocando el violín toda tu vida sin hacer nada más —murmuró con voz dulce.
—¿Qué amigos, George?—Gemí con un hilo de voz. Lo abracé con más fuerza y volví a llorar.
Se quedó callado. Seguramente no esperó esa respuesta de mi parte. Tal vez pensó que soy una chica tremendamente popular y con mil amigos, pero no es así.
Lamento decepcionarte...
Él sólo se limitó a acariciar mi cabello, sin dejar de abrazarme.
— ¿Quieres ir mañana a comer un helado conmigo?—Susurró en mi oído, provocándome un cosquilleo.
—Yo... No lo sé, George. Todo esto es muy doloroso y confuso para mí y...
—Por favor no me rechaces —suplicó. ¿Cómo puedo negarme a su petición? —. Será una buena oportunidad para que tengas un amigo —se separó de mí y me dio una sonrisa cálida.
¿Qué debería de decirle? ¿Debería aceptar o declinar?
<<Haz lo que te dice el momento...
—Es... está bien —sonreí levemente—. Me gusta mucho el helado —solté una risita.
—Ya está, pasaré por ti a las cuatro, ¿Está bien? —colocó un mechón de cabello detrás de mi oreja. Asentí con la cabeza y sorbí por la nariz—. Buenas noches, Liss. Por favor no llores —sonrió, pasó su pulgar mi mejilla y besó mi frente, temeroso.
Ese gesto... Ese simple gesto... hizo que mil mariposas revolotearan por todo mi sistema digestivo. Ese beso fue tan... se sintió tan... ¡Magnífico! Como si me estuviera transmitiendo toda la confianza que necesito a través de sus labios. Es un gesto que nadie había tenido conmigo antes... Y se siente... Tan bien...
¿Cómo era posible que mis nervios se alborotaran tanto con un leve contacto?
Me torné de rojo y le sonreí.
—George—lo llamé cuando ya estaba afuera de mi cuarto. Tenía que hacer algo antes de que se vaya...
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