Capítulo 1: Una visita inesperada

9 de Noviembre de 1961. Liverpool, Inglaterra.

                                               

— ¡Hermano, hermano! —Aullé llena de júbilo con la carta en mi mano mientras cerraba la puerta de nuestro hogar con el cabello revuelto sobre mis hombros y los pómulos sonrojados, en busca del susodicho—. ¡Tengo buenas noticias! Que digo buenas, ¡Excelentes noticias! —Miré a varias direcciones, atenta a si aparecía.

¿Dónde se había metido Brian? ¡Y más cuando tenía una de las mejores noticias de mi vida! Miré el reloj plateado que adornaba mi muñeca. Las diez menos treinta de la noche. Es realmente insólito que Brian no estuviera en casa a esta hora. Seguramente salió a recorrer la ciudad o algo así. Fruncí el entrecejo y me recosté en el sofá largo amarillo de la sala.

—¿Dónde estás cuando te necesito, Epstein? —murmuré y cerré mis párpados. Una sonrisa se apoderó de mi cara. Fue inevitable releer cada una de las letras de las que estaba compuesta la carta.

"Srta. Lisa Erin Epstein.

Por medio de la presente se le informa su admisión en la universidad de Cambridge en la sección de Música después de haber logrado suficiencia en el examen de admisión que presento el día 18 de Octubre de 1961".

—Estamos cada vez más cerca, Mozart—posé mis labios en la carta y volví a curvar una sonrisa.

Desde que tengo ocho años, soñé cada noche de mi vida con que este día llegara. A los ocho años, cuando papá me compró a Mozart, mi primer violín, me juré a mí misma que iba a continuar al lado de ese instrumento tan maravilloso el resto de mi vida.

Y había dado el primer paso, el paso necesario para comenzar una eternidad acompañada de esas hermosas cuatro cuerdas.

—¿Qué mejor que una buena obra de Vivaldi para celebrar? —Me cuestioné a mí yo interior sonriendo y puse los pies en el suelo.

Rumbo a mi habitación, mi mente se llenó de una lista infinita de sonatas para interpretar en la soledad de mi habitación. Preferí tocar "Czardas" de Vittorio Monti en vez de un tema de Vivaldi, pero igual me encantaba deslizar el arco y escuchar la melodía proveniente de las cuerdas metálicas, sin importar que canción fuera la interpretada.

Al abrir la puerta de mi habitación, se desprendió mi olor favorito en el mundo; libros, apuntes del cosmos, perfume de lilas y cera para arcos de violín. Una combinación muy Lisa Epstein.

Toda la vida había amado esa mezcla: ciencia, música y soledad. Nunca he comprendido el por qué los seres humanos necesitan a otros humanos para sentirse complementados o felices. Por lo menos, yo puedo complementarme solamente con Brian y con Jane, mi mejor amiga que residía en Londres. Aunque ambos hacen intentos sobrenaturales para despegarme de mi estudio constante (Jane trataba de que fuera a verla más seguido y Brian intentaba llevarme a los toques de Rock N' Roll a los que él asistía), dimiten con facilidad, pues saben que no van a lograr que fije mi atención en algo distinto a mi violín o a la ciencia.

Jane dice que yo debería socializar y salir más seguido, al igual que Brian. Ambos son los únicos amigos que tengo en el mundo. Y aunque siento que debería de atenderlos... Mi violín no da espera y esas tonterías solo tienen como fin perder el tiempo.

Es un gran sacrificio si quieres dedicar tu vida al violín. Tienes que entregarte a él en cuerpo y alma.

Fui al estante de mi cuarto en dónde estaba el estuche de Mozart, abrí el instrumento de siete años de edad con precaución y aspiré su aroma. Me fue inevitable trazar una sonrisa al respirar la madera de Abeto y la cera. Dos fragancias tan características que conformaban gran parte de mi alegría diaria. Mimosa, enceré el arco y lo tensé. Acomodé mi violín en el cuello y comencé a tocar la bella, pero melancólica melodía.

Pasé de tocar a Monti, a tocar a Mozart, de Mozart, a Mendelssohn, después a Albeniz, pasando por Pablo Sarasate y por Paganini. Perdí la noción del paso de los fantásticos segundos que me permitían disfrutar de mi violín, embelesada y arrebatada por su embelesador y arrebatador sonido, que apenas me di cuenta de que la perilla de la entrada de la casa se abrió. Miré la hora, ¡Las once y veinte de la noche!

—¡Lissie, tengo noticias!—Vociferó mi hermano con un tinte de felicidad desde la entrada. Mis ojos se iluminaron, guarde el instrumento de manera fugaz y me apuré a encontrarme con él.

— ¡Hermano, igual yo!—Sonreí a más no poder y lo envolví con mucha fuerza en mis brazos—. ¡Pasé a... —mi voz radiante y contentase acalló de una manera repentina al ver que Brian no venía sólo.


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Hola! Acá está el primer capítulo de la novela :3. Espero sea de su agrado.

P.D: Denle gracias a AndreaMcCartney por convencerme a subir esto xD. Si no hubiera sido por ella, tal vez esto no estaría acá.

Coco.

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