Día 7: Fluff [SubScorp]
La mañana en Arctika era tan malditamente helada como era de esperarse; ya debería haberse acostumbrado a que el clima era el extremo opuesto a la calidez de los jardines de los Shirai Ryu.
En sí lo que había despertado a Hanzo Hasashi no fue el frío, no cuando las manos de Kuai Liang podían alcanzar temperaturas más bajas aún, tampoco le molestaba en lo absoluto el fuerte viento que silbaba entre las ramas, convirtiéndose casi en una especie de rugido violento.
Todo eso le daba exactamente igual; incluso había aprendido a lidiar con Kuai Liang metiendo las manos debajo de su camisa de dormir buscando calor. Aún podía recordar que la primera vez un gesto como ese le había arrancado un pequeño grito por el brusco cambio de temperatura, y es que el Gran Maestro no regulaba su temperatura cuando dormía, poniéndose aún más frío de lo que ordinariamente sería su cuerpo.
No, su razón de estar despierto un domingo a casi las cinco de la mañana eran esas pequeñas lagartijas aladas que Kuai Liang había decidido llevarse del nido cuando aún eran unos huevos.
Incluso el criomante bromeaba de vez en cuando diciendo que eran los "bebés" de ambos, y aunque esos lagartos con alas seguían fielmente a Kuai, no era lo mismo con Hanzo; aparentemente no les parecía grato en lo absoluto que su otro "papá" fuera capaz de sacar llamas.
Satoshi había tenido un gato, parecía que aquello había sido hacía una vida atrás (y en parte así era) y el felino se comportaba igual que aquellos reptiles, y de hecho, toda la situación había sido muy parecida a aquellos días.
Aunque Kuai Liang ya era un hombre adulto, e incluso el Gran Maestro de su propio clan, había puesto unos adorables ojos de cachorro mientras convencía a Hanzo de que podrían entrenar y domar a esas... cosas.
Había acompañado a Kuai cada día (siempre que no fuera requerido en los jardines de Fuego) a ver los huevos, los habían visto eclosionar y la emoción reflejada en los ojos de su compañero hacían que valiera la pena lidiar con esas criaturas.
Pero no terminaban de agradarle; en especial en días así, cuando apenas había tenido tiempo de descansar por estar más centrado durante la noche en adorar cada rincón del cuerpo de Sub-Zero que durmiendo.
El desagradable aliento de Copito (el último de los dragones en salir del huevo) cerca de su cara, mientras sus patitas subían al pecho de Hanzo.
Ah, sí, el maestro Hasashi no era de su particular agrado, pero preferían despertar a ese humano antes que a Kuai para pedir el desayuno.
Sus piernas sintieron un peso extra cuando Escarcha subió a ellas, e igual que el gato de Satoshi, comenzó a hacer algo parecido al movimiento de amasar, solo que esas garras comenzaron a estropear las sábanas de satin que él mismo le había regalado a su amante.
Un líquido comenzó a gotear sobre su cara, al alzar la vista Brisa estaba encima, revoloteando sobre Scorpion, su baba goteando.
¿Cómo diablos habían entrado esas ratas aladas? ¿No había Kuai Liang adaptado un espacio para esas cosas? Sí, muy adorables ahora que eran pequeñas, pero los dragones tendían a crecer bastante ¿su amado criomante no había dimensionado eso?
O simplemente Kuai Liang tenía cierta debilidad por las cosas que podían herirlo...
—Aprendieron a abrir la ventana. —La voz del Lin Kuei sonaba un poco adormilada mientras se daba la vuelta y reía al ver a sus tres pequeños sobre Hanzo; incluso estirando una mano para acariciar la cabeza de Copito. —Fue la semana pasada cuando volviste a los Jardines de Fuego...
Comenzó a explicar el más joven, acercándose a besar la mejilla de Hanzo donde Brisa aún no lo llenaba de baba.
—¿Será así todos los días? —Hasashi murmuró con irritación, el ceño levemente fruncido.
—Oh no, cuando crezcan no cabrán por la ventana. —A veces, sólo a veces, Hanzo deseaba tener ese mismo optimismo de Kuai Liang, a lo que sólo negó con la cabeza con esa respuesta y le sonrió de lado a su amante, acercándose a besar sus labios.
—Siempre puedes abrir el muro y hacer un ventanal...
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