Obviamente era muy hipócrita de su parte engañarse diciéndose a sí mismo que entendía cómo se sintió Taehyung —porque no era así—; pero él quería hacer un esfuerzo, si sus intenciones eran recuperar al castaño, debía ponerse en su lugar y intentar poner el peso de la balanza de su lado. Por primera vez, Jungkook estaba pensando en alguien más que no fuera él mismo, lo cual era un avance significativo en el proceso de compartir su vida con Kim, pero ¿Podría llegar hasta el final? ¿Debería esa ser la constante que dirigiera su vida de ahora en más? No. Porque lo importante era hacer feliz a su Tae, hacerlo sentir querido, amado y seguro, y para cumplirlo, tendría que empezar por deshacerse del problema principal, debía borrar de su entorno a sus ligues de una noche, y sacar esa espinita que lo hizo enfurecer por arruinar sus momentos especiales con el menor:
Debía terminar su relación con Kim Seokjin.
Seokjin, en realidad había sido un buen amigo para él, más que un ligue cualquiera y el espacio "innecesario" que ocupaba algunas noches en su cama, Seokjin se había preocupado por su bienestar, y ocupaba el papel del novio ejemplar que se ofrecía a hacer todo por él, y que incluso, era el novio gay digno de presentar a sus padres —presentación que ocurrió por error—; Los padres de Jungkook, habían recibido muy bien la noticia de que su hijo menor estaba en una relación estable, y aquella vez se tomaron las molestias de insinuarles a los novios la palabra "matrimonio" —Jungkook se ahogó con el kimchi casi al final de la cena gracias a ello, y jura que pudo ver un poco saliéndole por la nariz— razón por la cual nunca más permitió que Jin y sus padres se cruzaran de nuevo, pero el mayor siempre se le adelantaba a aceptar propuestas de las cuáles él no tenía la menor idea, y así, terminaron jugando al golf con el señor Jeon, yendo de compras con su madre y asintiendo al babyshower de la cuñada del menor. Por estas razones, Jungkook sabía que sus padres no aceptarían que terminara con Seokjin, pero él era el dueño de su vida y nadie le iba a decir que hacer.
Se sentó en su cama y envolvió sus piernas y brazos alrededor de su oso de peluche, y sonrió poquito cuando se visualizó haciendo lo correcto. Ya era hora. El tiempo de darle un sentido a su vida sentimental había llegado.
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