Capítulo 12.

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Good For You.
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(Advertencia ⚠️ Escenas 18+)


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Narrador Pov.

Lo primero que hizo el hijo de Hades fue subir a su auto y buscarla por las calles que rodean la enorme mansión de Piper y las misiones aledañas.

Lazarus iba en tacones y tenía un bebé en brazos, así que no había ido muy lejos. Al menos eso esperaba.

Claro que pudo haber tomado un Uber o un autobús para volver a San Francisco, pero es el día de Navidad y todos estaban con sus familias, así que dudaba mucho que hubiera vehículos disponibles. Eso lo preocupaba.

Se le hacía un nudo en la garganta y su piel se erizaba al pensar en la gran cantidad de gente borracha en la calle y lo peligroso que sería para una chica joven con un bebe. Es decir, claro que lazarus era capaz de defenderse, pero aun así… Le preocupaba. Él trabajaba como detective de homicidios, y sabía que en estas fechas en especial los casos violentos incrementan.

Tanto en el entorno familiar como por desconocidos en la calle.

— No me has llamado, Niccolo.— El pelinegro golpea el volante y sacude la cabeza al escuchar la voz de su padre en lo más profundo de su cerebro.

— Hades, estoy ocupado ahora mismo.— Gruñe el joven adulto.

— ¿En serio?— Tante el Rey del inframundo.—Pensé que esto te interesaría.— Murmura Hades.

— ¿Que cosa?— Nico detiene el auto con una expresión de sospecha.

— Mmmh.— Su padre divino hace un sonido de duda, como si barajará la idea de contarle la información que guardaba.— No lo sé, Nico.— Dice.

El pelinegro aprieta sus manos alrededor del volante y pone los ojos en blanco antes de suspirar.

“Maldito manipulador…” pensó Nico.

— Por favor, papá.— Casi suplicó y ahogó un gruñido en su pecho.

Escucha un sonido similar al regocijo de parte de su padre divino.

— Hay una jovencita durmiendo en tu cama, más bien, enfurruñada.— Dice Hades de forma burlona y el pelinegro se desmorona sobre el volante.— Y hay una bebé mordiendo mi toga.— Agrega de forma despreocupada.

— Oh, dioses.— Nico cierra los ojos y respira profundo.—Que alivio.

— Puedes venir o no.— Alarga Hades.

Nico levanta la cabeza del volante y vuelve a encender el auto.

— Voy para allá.— Afirma.

— Me llevaré a tu hija a los campos elíseos para presumir.— Agrega de forma despreocupada, felizmente.

El pelinegro giró en redondo en la calle de una sola disección y se dirigió al cartel de los ángeles, la entrada más cercana del inframundo y por la que seguramente Lazarus había entrado.

— Sí, sí, está bien.— Balbuceó Nico con nerviosismo y frunció el ceño al entender lo que dijo—¿Espera qué? ¿Hades? ¿Sigues en mi cerebro?

No hubo respuesta, así que supuso que la llama telepática termino.

El viaje fue rápido o quizás solo se saltó todos los semáforos y señales. Siendo parte de la fuerza policiaca, ese tipo de comportamiento no era bien recibido, pero al diablo con eso.

El pelinegro tomo todos los caminos cortos y atajos que encontró. Escucho el eco de sus pasos apresurados en el fino suelo del castillo de Hades. Los largos pasillos estaban vacíos y nunca le había molestado antes, pero ahora se sentían como un largo laberinto.

Se detuvo frente a la puerta de su vieja habitación, con la respiración agitada y el corazón acelerado. Hades se la había concedido años atrás por si el “Moria casualmente” durante toda la locura de la guerra contra Gaia.

Había muchas posibilidades de que no lo logrará y fue de cierta forma reconfortante el regalo de Hades.

Alzó el brazo y tocó con los nudillos la madera oscura de la puerta.

— Lazarus.

Nico sentía el estómago revuelto, y el pecho apretado. No sabía qué decir.

Él estaba tratando de ponerse en el lugar de lazarus, lo estigmatizante, humillante y vergonzoso que debió haber sido para ella que dudarán de la paternidad de su bebé en una cena con montón de extraños amigos de dicho padre biológico en cuestión.

¿Qué expresión puso?

¿Se sintió mal? ¿Avergonzada? ¿Acaso la hice llorar? ¿Está bien? ¿Triste?

— Lazarus.— La llamó de nuevo.

No recibí respuesta.

El pelinegro se mordió el borde del dedo índice mientras daba vueltas en círculos frente a la puerta sopesando los posibles escenarios antes de tomar la decisión de entrar. Había una gran posibilidad de que Lazarus le lanzará un objeto punzo cortante a la cabeza y otra en la que simplemente dormía en su cama. No estaba seguro de cuál de la dos prefería. Solo quería hablar … Aunque sus pensamientos estaban tan desordenados que no sabía qué decir.

Nico abre la puerta y la luz tenue de las velas entra en la habitación. Logra distinguir una silueta en la cama, pero no está seguro si está o no dormida. Se acerca lentamente y se sienta en el filo de la cama, está demasiado oscuro y lazarus le está dando la espalda.

— Lo siento.— Dice al aire con la voz ronca y apretada por la preocupación.

Durante unos minutos Nico no recibe respuesta y lo hizo pensar que quizás Lazarus estaba dormida. Pero no.

— ¿Por qué?— Pregunta y al escuchar su voz Nico respira hondo.

— Por todo.— Admite el pelinegro.

— Tú no hiciste nada.— Murmura.

— Exacto.— Agrega.— En cuanto lo vi borracho como marinero debí sacarte de allí. Debí hacerlo cuando supe que estaba en la misma casa que nosotros.

— No hay un nosotros.— Ella se cubre aún más con las sábanas.

Nico trata de buscar su rostro, buscar sus ojos y saber lo que pensaba. Si es que pensaban en él o en ellos juntos.

— No digas eso.— Susurra el pelinegro con la voz apretada y ronca.

— Yo sé que no soy lo que quieres, y que te fuerces a quererme solo por Blair no está bien.— Afirma Lazarus con la voz baja y llena de convicción.

— Estás haciendo eso de nuevo. — Nico trata de no sonar desesperado y no lo logra.—¿Por qué siempre me rechazas? Creí que teníamos algo.

Quizás estaba siendo demasiado arriesgado al mencionar eso, pero era esto o morir de mortificación.

Quería algo. Cualquier cosa a la que aferrarse para no volverse loco.

Lazarus no respondió y el hijo de Hades sintió que la habitación giraba a su alrededor, su pecho apretado y el sudor frío corriendo por su nuca.

Nico estaba básicamente perdiendo la razón en ese instante al no recibir una respuesta positiva. Iba a morir.

En realidad.

No recibió una respuesta y ya.

— ¿Estás enamorada de alguien más?— Pregunto sonando mareado.

Lazarus se sentó sobre la cama, se giró para mirarme alzando una ceja y una expresión totalmente confusa.

— ¿Qué?— Preguntó.

Y en este punto Nico tenía la cara roja y los ojos inyectados en sangre.

— ¿Te gusta Jason? ¿Es eso?— Pregunta Nico entre balbuceos.

Lazarus sacude la cabeza, confusa.

— ¿Qué? ¿De qué hablas?— Chilla.

Nico mira a la lazarus directamente a los ojos casi suplicante. La morena no entendía de dónde venía todo esto.

— ¿Ustedes dos?

— ¡Qué carajos!— Le dio un manotazo en el hombro—¡Que! — Gruñó y le dio otro golpe—¡Cómo! — Otro golpe y lo aparta para salir de la cama—¡¿Cómo te atreves a decir eso?!— Le grita.

Lazarus toma sus tacones del suelo y se aproxima a la puerta abierta. Nico básicamente se lanza para bloquear su camino y cerrar la puerta antes de que ella pudiera alcanzarla e irse.

Las luces de la habitación se encendieron y todo se iluminó.

— Hablemos.— Pidió.

— ¡No quiero hablar! — Chillo y trato de rodearlo para salir de la puerta.

Durante el forcejeo algo se deslizó del bolsillo de Nico y cayó al suelo.

Lazarus se detuvo de golpe confusa por el sonido plástico y como si ambos semidioses estuvieran sincronizados bajaron la cabeza al mismo tiempo y el alma de Nico casi se sale le escapa.

La morena sube el rostro, roja de la furia y lo mira con ojos en llamas.

— ¿En serio…?— Pregunta lazarus con la voz apretada por la furia.

Nico niega con la cabeza incapaz de pronunciar palabras coherentes.

— No, no, no es lo que crees.— Balbucea apenas, tembloroso.

— ¡Me acusas de ser la amante de alguien! ¡Mientras tú!— Lazarus lo empuja— ¡Tú te acuestas con algún criminal o exconvicto de tu trabajo! ¡Hipócrita!— Le grita furiosa.

— ¡Espera, espera…!— Nico se agacha rápidamente y recoge el preservativo antes de tomarla por la cintura y cargarla sobre su hombro.

— ¡Déjame salir! ¡¿No hay nada de que hablar?! ¡Iré al castillo de mi tío! — Le grita mientras golpea su espalda.

— Míralo bien, lee lo que dice.—Le pide y le extiende el círculo cubierto de plástico azul oscuro— No me estoy revolcando con nadie.— Asegura.

Lazarus tomo el condón y achico los ojos para leer lo que decía.

Estaba hecho de poliuretano, no de látex. Es decir, que debió haberlo comprado específicamente para…

Toda la vergüenza y humillación que sentía se desvaneció y un sentimiento de calidez se instala en su vientre bajo junto con una punzante sensación de hormigueo por todo el cuerpo.

El calor pronto llegó a sus mejillas y cerró por completo su garganta.

— ¿Por qué tienes esto?— Pregunta la morena de ojos ámbar, entrecortada.

— Bueno, yo…— Su voz es apenas un susurro vergonzoso. Sus manos frías sé aferraron aún más a la cintura de lazarus. Aun en su hombro como un saco de papas.—Pensé que nosotros, que teníamos química.— Admite con las mejillas ardiendo y voz apretada.—Y no, no, no es qué piense que algo iba a pasar, bueno sí, pero no ahora.

Lazarus se tambalea y sube los ojos al techo tratando de recomponerse.

—¿Compraste esto para usarlo conmigo?— Pregunta de nuevo.

Nico la baja de su hombro y finalmente se miran a los ojos.

— No lo hagas sonar como si estuviera enfermo.— Le suplica susurrante.

Lazarus apretó los labios y miro el rostro sonrojado de Nico, tenía los ojos ónix brillosos entrecerrados y se notaba que estaba agitado. Y pensó que era adorable que lo pusiera tan nervioso el ser descubierto. Ellos no eran adolescentes, los son dos adultos y le sorprendía mucho que aún pueda ponerse así de nervioso con ella.

Verlo evitar su mirada y tartamudear hacía que el corazón de lazarus se acelera dentro de su pecho.

— ¿Hace cuánto?— Pregunto Lazarus y su tono de voz cambio por completo, sonando mucho más suave y fino.

— Un par de semanas.— Admite con la voz ronca, casi suplicante.

Lazarus se mantuvo en silencio tratando de procesar todo.

Nico finalmente se atrevió a mirarla para encontrar una respuesta en sus ojos dorados. Lazarus se veía perfecta con su cabello rizado cayendo sobre sus hombros, mordiendo sus uñas mientras sopesaba la situación.

— Esto no va a terminar bien, te vas a aburrir de la vida en la Nueva Roma y volverás con tu novio rubio.— Afirma —Tendrás a Blair durante los veranos y yo la tendré durante el año escolar… Y eso estará bien.— Le asegura con la voz apretada y entrecortada. Lazarus asintiendo varias veces con la cabeza para convencerse a sí misma.

— No quiero ver a Blair solo los veranos.— Nico dio un paso adelante y Lazarus no retrocedió—Quiero que la creímos juntos.—Le aseguró.

Lazarus rodeo los ojos y negó con la cabeza mientras se sobaba la cien.

— Ay, dioses.— Balbucea Lazarus sonando agonizante.

Él estaba diciendo todas las cosas correctas y le estaba costando seguir negándose. Nico la atrajo de la cintura y la pego a su pecho, a pesar de que su cerebro seguía negándose su cuerpo se estaba derritiendo en sus brazos.

— ¿Te molesta tanto la idea? ¿No te gusto? ¿Ni siquiera un poco?— Nico le cuestiona con insistencia.— Lazarus.

La morena desvió la mirada y no pudo evitar aferrarse a los hombros de Nico para mantenerse de pie.

— No se trata de eso y lo sabes, tengo que pensar primero en Blair. Lo que desee está en segundo plano.— Trata de excusarse cuando Nico se inclina y respira su aroma directamente de su cuello, arrastrando sus labios hasta su mandíbula con la mirada fija en los orbes dorados brillosos de lazarus.

— ¿Me deseas?— Ronronea contra su piel y una sonrisita se instala en sus labios. Estaba adquirieron confianza y lazarus estaba perdiendo el control.

— No dije eso.— Susurra con voz aguda, tratando de evitar su mirada.

— Por favor, Lazarus.— Besa muy suavemente la mejilla de morena y esta se estremece.— Lazarus…— La llama para atraer su mirada hacia él.—Me estoy muriendo por tocarte.

— Es muy poco probable que funcione, Niccolo.— Lazarus fija la mirada en un punto distante de la habitación y cuenta del 1 al 100.

— Nunca me miras a los ojos.— Le susurra el pelinegro y roza sus labios contra su piel—¿No me extrañas? Sé que sientes lo mismos que yo.— Besa la comisura de sus labios y está suelta un jadeo.— Tiemblas cuando te toco y tu respiración se acelera.— Afirma.

— No es cierto.— Balbucea lazarus con la respiración entrecortada.

— Mentirosa.

Lazarus supo que iba a besarla cuando el destello púrpura de sus ojos se intensificó hasta derretirse.

Nico estiró el cuello para buscar sus labios, y ella se los regaló besándolo con una dulzura conmovedora.

La morena apoyó las palmas en su pecho para mantener el equilibrio y dejó que él se abriera paso en su boca con persuasivas caricias. Sus lenguas pronto coincidieron y se enredaron en una coreografía torpe sin nada planificado salvo la necesidad.

La hija de Thanatos desplazó sus manos hasta sus hombros, que abarcó siendo muy consciente de la dureza y firmeza de sus músculos, y lo abrazó por el cuello para profundizar el beso.

El ritmo caliente de sus besos pronto se intensificó hasta convertirse en un contacto abrasador que desplazó el fuego a sus terminaciones. Lazarus reconoció la dolorosa sensación de ardor en su núcleo, un nudo en su vientre se aprieta cada vez más.

Nico la guío suavemente hasta llegar a la cama. Se sentó en el filo de la cama y la agarró de los muslos para sentarla a horcajadas, ahora con una pierna a cada lado de las suyas. El pelinegro se despegó de sus labios y mordisqueo la mandíbula de Lazarus, luego siguió su cuello y clavículas evitando el bonito y elegante collar hecho de diamantes.

Estaba decidido a marcarla en la medida de lo posible, inundado por un afán de dominio que jamás había experimentado antes. Quería que lazarus solo fuera suya, solo de él.

Saberlo encendía todas las alarmas de su mente racional, no debía tener esos sentimientos por lazarus ¿Verdad?

Nico mordió y tiró de su labio inferior hasta arrancarle un gemido. Después llegó a su cuello, y allí dejó otro rastro de besos hechos de fuego que hicieron a la de ojos dorados cálidos retorcerse sobre su miembro ardiente. Ambos se estremecieron y gimiendo anhelantes.

—¿Por qué eres tan dulce?—Preguntó con voz ronca contra su garganta.

Escuchar su pulso acelerado barrió las reservas que le quedaban. Empujó las caderas de lazarus hacia su erección y lamió con deseo la línea del cuello que concluía en la unión con el lóbulo de la oreja, y después se ensañó con ella, dándole diminutos mordiscos.

Nico tanteó su espalda y bajo el cierre del vestido negro de lazarus.

—¿Qué te hace desearme…? —Preguntó, sin abrir los ojos. Solo despegó un tanto los párpados para asegurarse de que había llegado a la cúspide de uno de sus pechos.

— Realmente no quieres saber lo que pienso.—Metió la cima endurecida en la boca y la rodeó con la lengua.

Lazarus lanzó un gritito de sorpresa y placer. La temperatura de su cuerpo ascendió varios grados. Cada caricia distraída o perversa de aquella boca tenía su efecto directo en el centro de su vientre, donde se concentraban todos los elementos necesarios para hacerla entrar en combustión.

La morena se retorció bruscamente sobre el regazo de Nico, hasta que un roce en su zona más íntima la noqueó.

Lazarus quiso bajar la mirada para comprobar que, en efecto, el pulgar de Nico estimulaba su clítoris, pero todo lo que vio fue su cabeza de húmedo pelo negro ensañándose con se duró pezón. Hundió la mano en la melena oscura y alzó las caderas, queriendo huir de aquella mano indecente.

— ¡No…! ¡Espera, espera!— Jadeo Lazarus con la voz entrecortada y trato de alejarlo de su pecho.—¡Aún estoy amamantando! ¡Podría! ¡Podría salir leche…!— Balbuceó la morena.

Nico despegó su boca del seno de la morena haciendo un sonido ruidoso y pasa la lengua por el contorno.

—No seas tímida, le preparo los biberones a Blair. Sé cómo sabes.— Escuchó que Nico decía, con la voz atravesada por la lujuria.

El frío le sopló en el pecho torturado un instante: después, su boca ardiente volvió a cubrirla, empezando por un mordisco que la hizo gimotear.

Nico no se rindió y froto sus dedos contra la tela de sus bragas. Lazarus se dio cuenta de que aquella zona le escocía de necesidad, y que el roce tentador de las yemas de sus dedos constituía un alivio instantáneo… Pero tampoco era suficiente.

Los dedos masculinos recorrieron la húmeda hendidura antes de apartar sus bragas y probar a introducir un dedo hasta la segunda falange.

Lazarus se mordió el labio para contener un aullido de placer.

—Es demasiado… Niccolo, es—Se aferró con más fuerza a sus hombros. Parpadeó varias veces para mirarle y pedirle que parase, pero lo veía todo borroso—. Esto… Oh, dioses.

Cuando se acostumbró a la invasión, todo su cuerpo se relajó lo suficiente para que Nico se atreviera a jugar con los pliegues que le abrazaban el dedo corazón. Arañó superficialmente el punto donde se concentraba toda la sangre y lo frotó hasta que Lazarus no pudo sostenerse sobre las rodillas y acabó completamente abierta.

—¿Eso? ¿No te gusta?

—S-sí —Musitó, colorada.

—Me gusta, p-pero no…

—¿No es suficiente…? —Pregunto con cierta burla y altanería. Nico retorció su dedo antes de colar un segundo— Dioses, estás tan húmeda que podría hacer contigo lo que quisiera ¿Eh?—masculló, desencajando la mandíbula al verla tan rendida a las sensaciones—. ¿Y ahora? ¿Es suficiente?

—Sigue haciéndolo, p-por favor… No pares.— Gimoteo Lazarus aferrándose a las sabanas blancas de la cama.

El pelinegro apretó los labios y giró los dedos en su interior. Quizás estaba yendo demasiado lejos, pero ya no le importaba nada. Tenía a una mujer a la que deseaba más de lo que había deseado a alguien. Estaba desnuda y receptiva, completamente abierta de piernas para él. No había nada malo en ello, no había nada malo en ello…

—Necesito… más —jadeó Lazarus.

La urgencia de una liberación que desconocía se arrugó en su estómago.

El corazón le palpitaba tan deprisa que creyó que sufriría un infarto

Quería que sus dedos profundizaran hasta confundirse con la savia de su estómago. Quería algo más, algo que pudiera llegar ese misterioso punto que casi lograba alcanzar, pero que nunca rozaba. Aquí va su dignidad.

—No puedo darte más, Lazarus —La beso repetidas beses, callando sus pequeñas súplicas de más.

—Oh… Por favor.

—No me supliques —Sonó entre desesperado y amenazador.—O no respondo de mí. — Le advierte con diversión. Lazarus retorció sobre la mano masculina y siente como sus paredes se contrajeron, como si ella deseara que sus dedos permanecieran allí para siempre. Nico Exhaló.

—Por favor, Niccolo. Hazlo.

Nico la miro desde arriba, lazarus estaba a medio vestir. La mayor parte de su vestido se acumulaba en la zona de su abdomen dejando descubierto su pecho y piernas. Su cabello rizado estaba desparramado por las sabanas y su piel brillaba bajo la luz eterna del fuego griego. Empezaba a sentir que la corbata le apretaba el cuello y su saco se sentía cada vez más pequeño.

Estaba caliente, pero triste por qué solo trajo un preservativo y no la caja completa, pero ¿Quién anda por la vida con una caja de condones en su bolsillo? Eso sería inmoral ¿No?

Tomo el vestido y lo arrastró fuera de sus piernas, dejándolo caer en el piso. Nico se aflojó la corbata y se quitó el saco que lo hacía sentir asfixiado.

La morena de ojos dorados se sentó sobre la cama solo para ser la cosa más adorable del mundo al menos para los ojos de Nico y desabotonar los botones de su camisa, sus manos temblaban y se tardó mucho más de lo esperado por los besos que Nico estaba dejando por su rostro.

— Eres preciosa.— Susurra acariciando su cadera.

A Nico le gustaría pensar que todo lo que estuvo en su mano para decirlo, para ponerle freno, pero intercambiar una mirada con ella provocó que todo saltara por los aires. Saltaron chispas.

Nico dejó de existir como un ser pensante y se convirtió en una bestia necesitada de la calidez de ese cuerpo, deseoso de empaparse con su esencia. De un solo gesto la tuvo tumbada boca arriba en la cama, ella completamente expuesto a lo que quisiera hacer.

Retiró los dedos de su interior y procedió a bajarse el pantalón bajo la atenta mirada de Lazarus.

Ella estaba sumida en el desvarío pasional del borde del orgasmo, pero era consciente de lo que ocurría y eso la excitaba tanto que podría llegar al clímax solamente con mirarla.

Tomo el condón y se lo puso.

Colocó la punta de su miembro venoso en su entrada y la frotó verticalmente. La oyó suspirar de satisfacción, arrastrándolo con ella.

Entre súplicas y sollozos, Nico introdujo su miembro hasta casi la mitad. Y luego, nada. Se detuvo.

— Relájate, angelito.— Prácticamente le suplicó, agitado y sudoroso.— … Mi lazarus, ¿Realmente tuviste un bebé?

— Fue por cesárea.— Dijo entre dientes. Ella intentó estirarse para golpear su frente, pero estaba temblando y gimoteando.

La verdad es que Lazarus no había tenido acción en más o menos dos años. Después de lo que pasó en esa fiesta de Halloween estaba abrumada y poco deprimida por su ruptura. Ya luego se enteró de que estaba en cinta y tener citas estando embarazada era un gran “No” y después de que nacio Blair solo se centro en su bebé.

Así que llevaba tiempo sin acción.

Para Nico era casi igual, pero el solo estaba deprimido y arisco.

Así que básicamente ambos han estado en un perpetuo celibato desde que aquella noche de halloween.

Nico temblaba tanto por la sensación de estar dentro de su cuerpo. Se retiró un poco y volvió a penetrarla, esta vez más profundamente. La mandíbula se le desencajó cuando ella lo apretó presionándolo entre sus paredes.

Estuvieron así unos minutos hasta que Lazarus se relajará. Nico besó su rostro y susurro palabras dulces hasta que su cuerpo se estiró para recibirlo y se hundió hasta la empuñadura.

— Niccolo…— Lazarus sollozo y enterró sus uñas en su espalda.— ¿Siempre será así?— Pregunto.

Nico gruñó contra su piel y se retiró lentamente antes de volver a hundirse en su interior húmedo y caliente. La morena gimoteó contra su hombro y su vientre se contrajo. Lo mordió y resistió cada una de sus embestidas.

La cama rechinaba y golpeaba la pared con cada movimiento.

Cada golpe de sus cuerpos llevaba un descarga eléctrica de placer por cada fibra, célula y átomos de sus cuerpos.

Lazarus estaba sorprendida de que fuera tan bueno como recordaba, y no solo un de recuerdo idealizado. Nico definitivamente era tan “vigoroso y animado" como lo recordaba.

Podía sentir como la química entre ellos básicamente brotaba de sus cuerpos como energía caótica.

— Eres mía.— Dijo entre jadeos con la voz entrecortada.— Dilo, lazarus.

Y sorprendente Lazarus era más dócil en la cama y solo gimoteo un:

— Soy tuya.

Nico sonrió complacido.

Suspiros, gemidos y pequeños gritos de placer llenaron la habitación.

Nico intentó alargar el acto lo máximo posible, pero cuando Lazarus llegó al clímax le fue imposible no seguirla.

Se quitó el condón, le hizo un nudo y lo lanzo a la basura.

El pelinegro se sentó y miro a lazarus tendida en su cama de la infancia, con la piel morena brillante por el sudor y los ojos dorados densos por él resiente orgasmo y una sonrisa de satisfacción en sus labios llenos y afelpados.

Sentía ganas de morderla.

Sentía tantos sentimientos de amor, ternura, cariño y deseo que sentía la necesitaba descargar las emociones que había en su interior mordiendo, apretando y tirando de Lazarus.

Una media sonrisa malvada se instaló en sus labios finos de Nico resaltando el encantador lunar situado debajo de la comisura de su labio. Adorable.

—Hagámoslo de nuevo.— Suplicó besando las mejillas de Lazarus.

La morena seguía un poco aturdida y sentir el cuerpo fuerte de Nico contra el suyo la “emocionaba” mucho.

— No hay más condones…— Balbuceó entre besos.— No podemos.

El pelinegro se acostó a su lado y la atrajo hacia él para seguir besándola mientras acariciaba su espalda.

— ¿Qué importa?— Exclamó Nico — Tengamos otro bebé, ¿Sí? Te cuidaré, los cuidaré para siempre.— Suplico.

Lazarus palmeo su mejilla.

— ¡Reacciona hombre…!— Chillo Lazarus, sentándose de golpe.— Estás diciendo cosas sin sentido.

Nico soltó una carcajada de gozo ya miro con burla, sacando su lengua.

— Entonces te follaré con la lengua.— Exclamó con burla, malicioso.

Lazarus apretó los labios y lo miro con escandalizada, avergonzada.

— No, bueno, sí, pero…— Balbuceó con nerviosismo. — ¿Qué pasa con Blair?— Le cuestionó la menor.

— Hades la está cuidando.— Nico se sienta relajado, sopla en el rostro de Lazarus para apartar los mechones que se colaban en su cara.— Él hizo un montón de niños, creo que sabe cómo cuidar de un bebé.— Dice.

— Resiste Blair, te recuperaré en la próxima ronda.— Promete Hades.

La bebé regordeta agita sus bracitos y trata de meter las fichas en su boca.

Poseidón le saca la ficha de la boca y hace un gesto «No, no, no» y Blair solo balbucea un par de palabras al azar.

— No lo creo.— Aseguro el dios del mar.—Está damita será la esposa de mi nieto.— Afirma con emoción.

Blair estaba en el centro de la mesa junto con un montón de fichas, tres cofres llenos de dracmas y un par de objetos malditos de gran valor.

Hades frunce el ceño, ignora a su hermano y se inclina para susurrar a su nieta palabras de aliento.

— Tranquila, eso no pasará.— Dice.

— ¿Y por qué la esposa de tu nieto? ¿Por qué no del mío?— Le cuestiona Zeus con los ojos chispeantes.

Hades y Poseídon lo miran con pena.

— Tú no tienes nietos semidioses.— Dicen ambos dioses al unísono.

— ¡Pero los tendré!—Exclama Zeus y truenos se escuchan en la lejanía.—¡Sé que se unieron para ver mi caída, par de tramposos!— Chillo el dios.

El Rey del inframundo puso los ojos en blanco y soltó un gruñido.

— No sé porque insistes en jugar póquer cuando no sabes jugarlo— Le indica el mayor de los hermanos.

Zeus era odioso. Odioso y demasiado cabeza dura como para admitir que no era bueno jugando póquer.

— ¡¿Quién dijo esa calumnia?!— Les cuestionó amenazándolo con su rayo, cosa que no alarmó a sus hermanos—Malditas cartas, ¿No saben quién su rey?— Lanza un rayo que fulmina sus cartas y sus hermanos bufan hartos.

Tuvieron que conseguir otro mazo y reiniciar el juego por cuarta vez.

Holaaa chicas y chicos.

Hice este capítulo hoy mismo. Estoy colapsada de trabajo, por eso hoy no hay memes. Mañana tengo guardia y solo quería publicar algo por qué de verdad sus comentarios me dan mi dosis diaria de dopamina.

Son las 1 de la mañana y apenas termino de corregir los errores ortografícos más evidentes.

Se acabó el celibato de mis niños. Ya les llegó la hora.

Hades perdió a Blair tres veces en el juego de cartas y la recuperó solo dos veces.

En el próximo capítulo Nico dejara de ser un ojete amargado.

Bye bye.

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