Umbrella Beach: En Busca de la Metrópolis de los Sueños
-¡Voy a hacer las compras, Will! ¿Quieres que te traiga algo?
Era su madre que le anunciaba a su hijo que estaría solo en su casa.
- No, má. Gracias igual.
Apenas había escuchado la puerta cerrarse, el niño fue directo a su garaje donde tenía guardado secretamente un avión de madera. Will estaba maravillado, logró conseguir todos los elementos necesarios para armarlo sin necesidad de comprarlos. El por qué estaba claro: lo que era basura para algunas personas, era un tesoro para él. El hecho de que estuviera construyendo ese avión tan especial era debido a que, desde la ventana de su habitación, vislumbraba una ciudad iluminada por los rayos del sol, hacia el horizonte. Su curiosidad se incrementaba cada día tras la muerte, por causas naturales, de su padre, Charles. Creía que esa ciudad ubicada <<¿en una isla?>> sería el paraíso mismo, el lugar donde estaría Charles.
Los días fueron pasando y su transporte de juguete iba tomando forma. Por otro lado su madre, Ángela, desconocía el secreto de su hijo. Por eso pensaba que, cuando él no compartía la mesa con ella, se encontraba haciendo su tarea del colegio, pues, desde que quedaron solos en la casa, apenas se hablaban.
Will le dedicaba muchas horas a su proyecto secreto y lo realizaba oculto en el garaje. El único lugar donde Ángela no iría a inspeccionar por recordarle a su difunto marido.
-¡Al fin! -susurró para sus adentros, cuando contempló su obra terminada, en plena madrugada.
Al día siguiente, en el recreo de la escuela.
-¡Chicos, necesito de su ayuda!
-¿Qué te pasa Will?
-¿Se acuerdan del avión que les estuve contando hace días? ¡Anoche lo terminé! Y necesito que hoy me esperen en la colina mas alta que se encuentra cerca de mi casa, apenas salgamos de acá para propulsarlo.
Sus amigos le afirmaron en silencio. Ellos conocían el trasfondo familiar de Will y nunca se pusieron a discutir sobre sus decisiones (excepto si era por tareas escolares) ya que la mayoría de sus padres o estaban divorciados, separados o uno de ellos los había abandonado.
El timbre había sonado y Will estaba mas ansioso que otros días. Las clases no parecían importarles, no veía la hora de llegar a casa para poner en funcionamiento su avión. A medida que pensaba mas en eso, el tiempo pasaba rápido y así fue. El último timbre se hizo oír: él era libre de la escuela.
Apenas llegó a su casa, su madre no estaba y fue directo a su garaje a sacar el avión. Lo paseó durante un largo trecho hasta encontrar la colina alta. Lo que no sabía era que Angela, contemplando esa ciudad sacada de un sueño, estaba en su lugar de trabajo recordando a Charles, sin presenciar que su hijo iría hacía allí.
Él, estaba a punto de llorar, sabiendo que una vez que lo empujaran, no habría marcha atrás. Minutos mas tarde, sus amigos incondicionales llegaron y se saludaron.
-Bueno, acá estamos.
-Si. Lo único que tienen que hacer es empujarlo cuando yo les diga.
Una tarea sencilla que parecía eterna hasta una vez ejecutada. Para eso, tenían que esperar que su amigo les diera la orden. Will lucía como un aviador con su casco y sus gafas de protección, si no fuera por el uniforme escolar.
-¡Iniciando propulsores! El St. Louis está preparado para despegar.
El chico, finalmente, les hizo un gesto con la mano para que ellos empujen. Al hacerlo, ellos lo vieron alejarse hacia su destino: La Metrópolis de los Sueños.
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