𝟏𝟏| 𝐂𝐨𝐦𝐩𝐚ñ𝐞𝐫𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐜𝐫𝐢𝐦𝐞𝐧
—¿Eres consciente que esto es una mala idea? —preguntó mi primo tomando mi mano en la oscuridad de la noche.
—Si algo sale mal me aseguraré de sacarte de cualquier problema, Theo —respondí tratando de calmarlo.
Era cierto, me hundiría yo sola antes de hacer que Theodore cayera conmigo.
¿Dónde íbamos?
Fácil, íbamos a la casa de una mujer de familia un tanto renombrada. Ella era hermosa, pero vivía infeliz junto a su infame marido. Como me era de costumbre, llegué a salvar la vida de aquellos desdichados, esa rubia mujer se convirtió en una de las personas que olvidó a la sociedad y comenzó a hablarme en busca de algo más que una amistad.
—Cordelia Finigan, me debe una muy grande —exclamó mi primo mientras me ayudaba a subir por la ventana trasera de la casa de la rubia.
—No hagas mucho ruido —le susurré mientras me apoyaba en el barandal en busca de tener la fuerza suficiente para impulsar mi cuerpo.
Antes de entrar la voz de un hombre furioso hizo que detuviera mis intentos y mirar asustada a mi primo. Theo inmediatamente se puso blanco como el papel y, tirando de mis piernas sin descanso, me bajó en cuestión de segundos de la ventana. Ambos nos miramos alarmados al romper una gran rama con nuestra caída en el intento de escapar de la mirada del infame esposo.
—¡Vamos a morir! —casi gritó en voz baja el castaño.
A lo lejos la mirada un poco perdida de Nigel Berbrooke nos hizo pararnos rápidamente.
—Nos han visto —habló Theo.
—Mira sus piernas, está ebrio, tenemos oportunidad de escapar —le dije.
Los pasos en la parte interior de la casa se acercaban más.
Sin pensarlo dos veces corrimos lo más rápido que pudimos. En momentos mi primo tomaba mis manos intentando que no me quedara atrás y yo hacía lo mismo por él en ocasiones. No paramos hasta llegar a la casa Bridgerton donde yo pasaría la noche con Daphne en una pijama en busca de fortalecer lazos o algo así dijo mi mejor amiga, sinceramente cuando se ponía modo organizadora hablaba mucho que apenas y podía entenderla o siquiera recordar la mitad de las cosas que despotricaba.
—No puedo respirar —dijo mi primo tomando aire fuera de casa.
—No siento mis piernas —exclamé antes de caer al piso, pero en un intento de no caer tomé a mi primo de su pantalón y ahora estábamos en el piso.
Nos miramos y sin importarnos la hora comenzamos a reírnos como locos.
—Casi nos atrapan —habló el chico.
—Sí, eso estuvo a nada de irse a la mierda.
Con una estabilidad dudosa nos pusimos de pie.
—¿Te quedarás con los chicos? —cuestioné.
—Sí.
Tocamos la puerta y una empleada nos abrió.
—Buenas noches, Dalia —saludamos.
—Buenas noches, Barón y señorita Featherington. Los señores Bridgerton los están esperándolos en la sala.
Asentimos y fuimos a la sala de estar. En ella nos recibieron los mayores de los Bridgerton únicamente.
—¿Su madre está dormida? —pregunté.
—Sí —respondieron los tres presentes.
—Mamá estaba muy cansada, ha estado ideando planes para que tú y mi hermano estén juntos, aunque le he dicho que solo es cuestión de tiempo para eso —habló Daph.
Tomé un cojín y lo lancé hacia la rubia.
Colin y Benedict rieron fuertemente por la cara de su hermana menor al ser golpeada.
—¿Su hermano el tonto y yo? Déjenme reírme abiertamente.
—Ustedes tienen un hijo juntos —me recordó Benedict —. El no ha dejado de hablar de Newton desde lo de hoy en la tarde. Creo que ese perro será mejor tratado que nosotros.
Reí.
—Newton es un amor, cualquiera lo amaría.
—Ciertamente, el can tiene mejores modales que ustedes —les dijo Daphne a sus hermanos.
—Arruinó el cortejo de ese hombre —exclamó Colin.
—Me salvó, mi lindo sobrino salvó a su tía de ese aburrido hombre —respondió —. Pensé que Anthony arrancaría la cabeza de ese hombre al hablarte de esa manera y referirse a Newton de forma tan despectiva, mi hermano parecía un animal salvaje listo para cazar a su presa.
—Newton es su hijo —habló Theo —, no esperaba menos de él. Anthony puede fingir odiar a Addy y ella hacer lo mismo, pero todos sabemos que esos dos despellejaría a cualquiera que lastimara al otro, porque ambos defienden a quienes aman y aunque lo nieguen, ambos ven al otro como una persona amada.
Mis mejillas se sonrojaron un poco al tener a todos observándome.
Me fue inevitable pensar en las veces que el vizconde y yo hemos peleado entre nosotros, pero destrozado a cualquiera que se atreviera a tratar mal al otro y sobre todo recodé Ese día. Ese día en que demostré que él me importaba a pesar de decirle un millón de cosas malas.
—Olvidemos ese asunto tonto y vayamos a disfrutar —hablé —. Vi de donde su hermano saca el licor, les aseguro que podré abrir la cerradura con facilidad.
Casi todos tomamos, Daphne se negó a ingerir una misera gota de alcohol. Todos contábamos chistes tontos y sin sentido, pero que nos hacían reír sin parar. Mi primo y yo contábamos experiencias tontas que vivimos y no podíamos parar de reír, sin duda alguna Theo era mi compañero de crimen, ambos éramos compañeros de crimen, podía notar las veces que nos hemos salvado el pellejo e incluso que hemos caído juntos en el momento de la tempestad, pero aun así seguimos juntos en cada paso que damos y nos nos importa fallar, porque tenemos la certeza de que el otro estará ahí para ayudarnos a levantarnos y superar todo.
—Recuerdo que Addy rompió la nariz de una chica al decir que era un feo sin gracia. Ese día habíamos salido con unos amigos y ella estaba más que feliz de divertirse, pero esa dama no dejaba de hacerme ojos, al no darle la atención que quería se enfureció y estalló contra mí. Nuestra dulce Addy se puso de pie y no dudó en estrellar su puño contra la nariz de la chica —contó Theodore a los demás —. Eso fue un baño de sangre, la chica parecía una fuente y Addy no dejaba de gritarle cosas sin sentido.
Reímos hasta tarde hasta que Daph y yo nos marchamos.
—Addy.
—Dime.
—¿Recuerdas lo que dijo Simon la otra vez?
Espero que no sea lo que creo que es.
—Tú parecías saber sobre el tema, yo quería saber...
Las mejillas de la rubia se enrojecieron.
—¿Me ayudarías con eso? ¿Me ayudarías a hacerme disfrutar en la oscuridad de la noche?
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