His beautiful look [Michael x Jeremy]
Culpa de una usuaria de Tumblr terminé amando este Head Canon y y y quería hacer un oneshot con eso.
No tengo la más mínima idea de si esto es gay o heterosexual, lo dejo a la interpretación de ustedes. A mí no me puede importar menos(?)
Estaba escuchando "Beautiful to me" de Olly Murs cuando escribí esto, por si les interesa~
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Jessica nunca se sintió cómoda consigo misma. Era algo que Michael Mell había notado muchas veces.
Ni la mismísima Jessica estaba segura del por qué hasta se lo empezó a cuestionar. Era algo totalmente alejado de lo que muchos creían. No era ese inconformismo y odio a su persona por ser una nerd fracasada de la cual todos logran reírse en la secundaria, era un tipo de insatisfacción que sentía desde muy pequeña cuando se miraba al espejo y veía su cuerpo.
¿Por qué? No estaba alejada del estereotipo de belleza femenina que todos aclamaban. Era alta, esbelta, de linda figura, cabello entre rubio y castaño largo y alborotado hasta debajo de la espalda, ojos azules como los que todos querrían tener, labios delgados de un rosa natural y pecas rociadas como spray en su rostro y distintas partes de su cuerpo.
Michael siempre respondía de la misma manera cuando ella a los once años entraba en dudas al respecto "¿Te parezco bonita?" decía la niña de cabello acomodado con una peineta al señalarse "Jessica, tú eres hermosa ¿Por qué preguntas eso?" cuestionaba él, esperando que con la mirada perdida hacia abajo ella alzara por fin los hombros con un suspiro agotado y murmurara "Nada, solo era una duda".
Era imposible para alguien como él no notarlo. Prácticamente había crecido desde los cuatro años junto a esa niña tan dulce que se volvería su inseparable mejor amiga. Sabía cuándo algo andaba mal con ella y no tenía nada que ver con los cólicos y cambios de humor que la atormentarían a partir de los doce años.
Fue cuando al entrar a la secundaria ella se veía cada vez más confundida y triste, agobiada por el rol de perdedores que les tocaba tomar en esa nueva etapa y darse cuenta de que las demás chicas no se parecían a ella tanto como había esperado.
Jessica adoptaba una mirada frustrada al ver por los pasillos y en el almuerzo a las chicas de su edad usar faldas, shorts, blusas coloridas en tonos pasteles y femeninos, hablando de maquillaje, chicos y el nuevo capítulo de aquella serie que todas veían en la noche a las diez, horario en el que ella prefería jugar videojuegos violentos con Michael.
¿Había algo malo en ella? Eso quiso preguntarle a su mejor amigo una noche en la que estaban en su actividad habitual nocturna de matar zombies, gritarle a la pantalla del televisor cada que morían o un vivo muerto los atacaba de sorpresa, y comer pizza que ordenaron. Una piyamada cualquiera, básicamente.
–Michael ¿Tú crees que pasa algo malo conmigo?
–¿Uh? ¿Malo? ¿A qué te refieres con eso? –Preguntó sin entender del todo, viendo como la chica echaba todo su cuerpo sobre el puf con una mirada perdida en el techo.
Michael se mantuvo en silencio observando a la jovencita de catorce años. Acostumbraba a atar su cabello en una coleta baja para ir a la escuela o salir de casa, pero ahora estaba suelto y descontrolado cayendo como hojas frondosas sobre su frente, los costados de su rostro, sus hombros y su pecho. Traía el camisón de Pac-man, que le había regalado en su cumpleaños, cubriéndola hasta debajo de las rodillas. Nunca usaba maquillaje, ella tenía un rostro angelical y delicado sin necesidad de embardunarse colores.
Simple y llanamente hermosa como las ninfas que describen en los libros de mitología griega.
A veces era difícil creer que era su amiga a la cual vio crecer usando overoles y cubierta de lodo entre sus peleas infantiles.
–Es solo que... ¿Debería parecerme a las demás chicas de la escuela? Todas ellas son tan... Diferentes.
El joven Mell alzó una ceja creyendo entender a qué se refería, y no podía culpar a Jessica por tener esas dudas. Ella no creció teniendo a una figura femenina a su lado a la cual imitar o ver ejemplos, no. Creció junto a Paul y su compañía, entre peleas de lodo, juegos violentos y osados que le habían sacado sus primeros dientes de leche, películas de superhéroes, competencias inmaduras para ver quién comía más rápido un pastel y cuál de los dos hacía el eructo más largo y sonoro, videojuegos sangrientos y poco interés a las muñecas, vestidos o fiestas de té.
Jessica se acercaba más a lo que se supone que un hombre debería ser según muchos adultos conservadores decían. Pero él no veía el problema, había sido criado por dos mujeres después de todo. No creía que Jessica merecía sentirse un bicho raro solo porque no le gustaba usar tacones, labial o los chicos–aunque eso último le desilusionaría un poco–, porque no creía que existieran cosas para chicos y cosas para chicas en realidad.
–Claro que no. No eres menos mujer solo por eso, Jess. Si no te gusta lo que a ellas sí, está bien. –Se sintió mejor cuando ella le sonrió. –Me preocupa que me preguntes eso ¿Quieres caerles mejor para dejarme solo? ¡Mi mejor amiga me quiere cambiar por las chicas!
Soltó una risa entretenida segundos después de que su compañera le propinara un buen golpe en el hombro, se veía tierna cuando arrugaba la nariz en ese gesto molesto que siempre volvía a ser el mismo semblante burlón y calmado.
–Viejo, no seas tonto. Jamás podría abandonar a mi jugador número uno. Somos un equipo de dos ¿Lo recuerdas? Solo tú y yo contra las fuerzas malignas de la secundaria... Y los zombies.
–Jamás podría dudar de la palabra de mi jugadora número dos, Jess.
Esperó que esa conversación con ella lo hubiese arreglado todo, pero los siguientes dos años seguía viendo esa tristeza e inconformidad en sus ojos, salvo que esta vez no era hacia las mujeres, sino hacia los chicos de su edad. Era... ¿Envidia? No estaba muy seguro, Jess por el momento había demostrado tener atracción hacia hombres y mujeres por igual, empezando con Christine Canigula y siguiendo con Jake Dillinger.
Siempre creyó que su deseo por ser mejor tocaba la superficialidad, ya que la mayoría del tiempo si se quejaba de la escuela era para lamentarse por ser una perdedora y recibir jugarretas y burlas de todos. Jessica era un poco complicada, a veces no podía descifrar que estaba pasando por su cabeza o qué es lo que quería, incluso siendo mejores amigos ella tenía sus secretos e inseguridades guardadas con llave. Era fácil saberlo cuando tenía que llevársela a lugares vacíos para alejarla de las risas ajenas y consolarla.
Michael sentía la necesidad de proteger a Jessica, no porque fuese una chica, sino porque era su única y más preciada mejor amiga. La chica de la que estaba enamorado, aquella con quien compartió su infancia, más de la mitad de su vida. No toleraba cuando otros la hacían sentir menos, pero tampoco podía simplemente ir a agarrarse a los golpes con Jake o Rich porque sería suicidio. Lo máximo que podía hacer por ella era ser su confiable amigo, animarla y estar para ella siempre.
Esperaba que ella también lo siguiese haciendo y sobrevivieran a la secundaria. Serían mejores en la universidad ¿No?
La llegada del pronunciado Squip cambió el rumbo de las cosas. En un momento estaban saliendo nerviosos a conseguir la dichosa pastilla que esperaban no fuese una estafa de Rich, y al otro Jessica lo había dejado solo en el centro comercial y no supo el por qué, hasta que al día siguiente quedó completamente pasmado cuando la vio entrar a la escuela.
Casi no la reconoció. No se encorvaba para caminar, su cabello antes alborotado y desordenado estaba lacio y caía grácilmente en sus hombros, llevaba un maquillaje delicado de tonos ligeros, una blusa color azul pastel, aretes plateados, tacones negros y una falda azul oscuro que se movía junto a ella y su contoneo de caderas al caminar ¿Esa era realmente Jessica? Procesarlo le costó frotarse los ojos y sospechar que había estado viendo videos de escuelas de señoritas toda la noche. Se veía tan diferente... Pero había algo que no cambió, y eso era el brillo infeliz de sus ojos azules.
Quiso acercarse para preguntarle a qué se debía ese cambio radical de look, pero ella ni siquiera se molestó en mirarlo y pasó de largo como si fuese invisible. Y lo que comenzó por algo tan simple como rechazar su invitación a drogarse en su casa, cuando descubrió que se trataba del buen trabajo del Squip, solo empeoró. La veía en varias ocasiones juntándose con Christine, Chloe, Brooke y Jenna, salía con Rich como si fueran pareja–cosa que llegó a hacerlo hervir de celos– y hablaba con Jake en el taller de teatro donde se había inscrito.
Estaba demasiado cambiada, no solo por su apariencia, sino por la forma en la que se comportaba. Ya no ocultaba sus manos en sus pantalones, ahora hacía gestos muy femeninos y jugueteaba con su cabello cuando hablaba con los chicos. Ya no se reía descontroladamente, lo hacía de forma delicada. Ya no era la Jessica que conoció, nada en ella... Nada salvo su mirada.
Eso le preocupó ¿Era realmente seguro para Jessica seguir las órdenes de una computadora japonesa? Le daba demasiada desconfianza. No supo si fue el deseo de cuidarla de cualquier riesgo o la necesidad de tenerla de regreso, pero de todos modos se metió a internet a investigar hasta que se le cayeran los párpados, encontrando por suerte a un chico en Warcraft que le comentó que su hermano había pasado de ser un perdedor a un universitario de Hardvard y finalmente un demente en el hospital mental, totalmente loco por haber intentado deshacerse del squip.
Michael sudó en frío apenas leyó el mensaje en su computador, echándose hacia atrás en su silla y pasándose la mano por el cabello. Sintió una punzada de angustia ¿A qué peligros había dejado que Jessica se expusiera? ¿Y si ella se hartaba del squip? ¿Y si decidía tratar de quitárselo y acababa como ese chico? ¿Y si no lo soportaba y se suicidaba? Miles de finales horrorosos se le pasaban por la cabeza, guiados por la preocupación que sentía por ella.
Intentó explicárselo cuando la vio en la fiesta de Halloween, aunque al principio le sorprendió desagradablemente verla llorando en el baño por motivos que ella no comentó ¿Por qué ella no lo entendía? ¿Por qué necesitaría tanto el squip? Discutir con ella solo le hizo ver que siempre tuvo razón, ella detestaba ser como era antes.
Se sintió herido y con el corazón hecho pedazos, y para eso solo bastaron las palabras "Piérdete, loser" en un tono frívolo y molesto ¿Era así como perdería a la persona que más amaba? ¿Así es como lo abandonaría? ¿Por qué tuvo que dejarla hacer esto? ¿Por qué él no tenía el valor de intentar ser popular como ella? Debía admitirlo, tenía celos porque ella sí lo intentó, pero eso no se comparaba en nada al dolor desgarrador que fue perderla.
O creer que la perdió.
Paul había despertado su determinación en cuanto apareció en su casa–sin pantalones como de costumbre– y se hizo replantearse las cosas ¿Puede que realmente él fuese lo que Jessica necesitaba? No estaba tan seguro de eso, pero si su amiga estaba en problemas movería cielo, tierra y mar para ayudarla. Así fue y así se sintió cuando ambos lucharon contra la horda de adolescentes posesionados por el squip y estuvieron al borde de una inevitable derrota.
Jessica se lo dijo tras haber triunfado, que él había sido el héroe del día.
Las cosas habían mejorado desde ese incidente macabro. Jessica no había conseguido nada con Jake Dillinger porque según ella él estaba destinado a alguien como Chloe, y seguramente terminaría botada como Christine en la noche de Halloween, pero aun así el grupo de ambos aumentó de número de forma gratificante. La escuela no se volvió solo supervivencia, se transformó en lo que siempre debió ser.
Sin embargo, había algo que no había cambiado.
Ella seguía teniendo esa mirada. La misma mirada que había visto en sus ojos desde siempre.
¿Por qué? Odiaba tener que seguir viéndola con el pasar de los días y no entender a qué se debía. Michael haría lo que fuera por cambiarla y ver que se volviese un brillo verdaderamente feliz. Rogaba a la de pecas por una explicación, pero a veces parecía que ni siquiera ella sabía la razón, hasta ese día.
–Jessica... ¿Estás mejor ahora? –La llamó con un tono amable, acariciando su cabello mientras ella apoyaba su cabeza en su regazo y respiraba más regularmente que hace un rato.
Había tenido un ataque de nervios porque el Squip en estado medio averiado le había proporcionado unas descargas eléctricas y no dejaba de decirle cosas. Solo la pudo calmar trayéndole un vaso de Montain dew roja y hablándole hasta que dejara de portarse como una poseída por el demonio.
Se veía rota, pero incluso en ese estado no dejaba de ser hermosa. Su hermosa novia desde hace seis meses atrás.
–S-Sí... Él... Ya se calló. –Murmuró sin dejar de ver un punto desconocido del cuarto. Estaba agotada y la cabeza le dolía a horrores, por no mencionar que el peso emocional que le provocaron las crueles palabras de aquella computadora del diablo la había dejado seca de lágrimas.
–¿Quieres que ya vayamos a dormir? –Propuso dulcemente, a lo cual ella asintió y se dejó acomodar en un abrazo mientras se cubrían con las frazadas.
Ella no dejaba de pensar.
"No puedes huir de la verdad por siempre..."
Sus ojos volvieron a aguarse y ahogó un sollozo, aferrándose a su novio, cual no tardó en apretar el abrazo cariñosamente, esperando reconfortarla.
–Tranquila, Jess. Estoy aquí.
–M-Michael... Él... Él tiene razón... Él tenía razón...
–¿Jess, de qué hablas?
–Michael y-yo... C-Creo que me sentiría mucho mejor si empiezas a llamarme "Jeremy" de ahora en más.
La verdad fue dura, concisa y como un balde de agua fría cayéndole encima con cubeta y todo. Una verdad tan compleja pero aun así oculta en una palabra, un nombre que no era de su amiga, una letra en los pronombres, una identidad.
"Jeremy".
Su novia se había dormido para cuando él pudo entenderlo y dar sentido a todo lo que había vivido a su lado por años. Michael no pudo evitar romper a llorar en silencio, deseando no soltar a Jessica nunca más, imaginando cuán desalentador y doloroso debió ser para ella el vivir con ese peso en el pecho que no aceptaba descubrir.
Pensó en ello sin pegar ojo en toda la noche. Pensó en toda esa locura con el squip, pensó en Jessica, pensó en su mirada desganada y vacía.
Pensó en lo mucho que la... No... Pensó en lo mucho que lo amaba.
Y fue entonces que puso manos a la obra y planeó ir al centro comercial pronto. Sin importar qué debía hacer, cambiaría esa mirada.
–¡Y entonces las leyes de la física dicen "¿Sí sabes quién soy?" y los dobles saltos en los videojuegos dicen "Eres mi puta"!
–Rich, eso fue terrible.
–¡Fue muy bueno, tú no tienes sentido del humor!
Michael rodó los ojos soltando una risa baja. Su grupo de amigos no dejaba de sacar temas al azar y chistes pésimos de parte de Rich solo para pasar el rato antes de iniciar su salida como habían planeado. Supuestamente querían guardar lo interesante para después, y tenían que esperar a que el último integrante llegase para eso.
Esperaba que no fuese su culpa si no se presentaba. Tal vez había sido muy atrevido y osado de su parte dejarle ese regalo y esa nota en su cama la otra noche. No le respondía los mensajes ni tampoco daba señales de vida ¿Acaso había provocado el efecto contrario? Esperaba que no.
Chloe bufó revisando su celular por enésima vez. –Ugh, si Jessica se tarda otro segundo más en venir...
Pero no pudo completar la frase, ya que antes de eso una voz muy familiar la interrumpió.
–¿C-Chicos? Ya estoy aquí. Perdón por la tardanza, tuve problemas arreglándome.
Michael contuvo un suspiro de sorpresa y emocionada alegría cuando sus ojos se toparon con él. El resto no se quedó atrás y dirigieron una mirada hacia su dirección, anonadados ante lo que veían.
¿Y qué podía ser? Nada más que un chico alto de cabello castaño claro ondulado y corto, ojos azules como el cielo, pecas, contextura delgada, pantalones azules holgados, una camiseta rayada y un Cárdigan azul. Era el chico que Michael estaba esperando ver, tan hermoso como lo había imaginado.
–¡Jeremy! ¡De verdad llegaste! –El chico de lentes se apresuró a abrazar al pecoso, avergonzándose un poco por ser tan efusivo y reaccionar como si nada mientras el resto no entendía qué pasaba. Se separó del abrazo bruscamente y sonrió nervioso. –Lo siento... Es que... W-Wow, no pensé que vendrías y... No creí que... -Iba a seguir hablando, pero el tacto cariñoso de Jeremy en su mejilla y esa sonrisa dulce en sus labios lo enmudeció.
–Hey, está bien. No podía faltar, quería agradecerte por el regalo. Solo me tardé porque no soy bueno con las tijeras y... U-uh... N-No me queda tan mal ¿Verdad? –Comentó notablemente nervioso llevando una de sus manos a sus mechones castaños.
–¿No te queda nada mal? ¡Jeremy, te ves genial, viejo! –Halagó con tanta honestidad y alegría que el joven Heere se sonrojó de pena que le provocaba el elogio y la situación.
Michael lo notaba, estaba muy nervioso y cuando sujetó su mano sintió que temblaba. Pero no la soltaría, no lo dejaría solo.
–E-Eh, chicos. Creo que podemos hablar de esto en el camino ¿Les parece?
Jeremy se tomó su tiempo para contestar las preguntas de todos mientras empezaban su recorrido hacia Pinkberry, claro que con Michael interviniendo cuando lo creyera necesario. De cualquier manera no hizo tanta falta y todos parecían bastante felices por Jeremy y su cambio para ser quien era.
Pero ninguno podría estar más feliz que el mismo Jeremy, y por supuesto Michael. Pues por fin, después de tantos años... Esa mirada... Esa hermosa mirada mostraba plena felicidad.
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DEBO ADMITIR QUE LLORÉ UN POCO ESCRIBIENDO ESTO Y NO SÉ POR QUÉ, AYUDA
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