Prólogo

Phoebe

Amanecer junto a la persona que amas siempre es una de las mejores cosas en la vida. Una fina sábana cubre mi cuerpo y una mano masculina descansa sobre mi vientre. Este era mi lugar feliz, amanecer en sus brazos, tener al ser que amas respirando a sintonía contigo. Apenas mis ojos se abren, conecto con los de Edward y sonrío de lado.

— Buenos días, preciosa.

Llevo una de mis manos a su mejilla y sonríe, pronto se acerca a besar mis labios y sonrío también.

—Tengo algo que decirte, preciosa. Es algo importante.

—Claro que sí, dime. ¿Qué ocurre?

—Debo de mudarme. Es al otro lado del mundo, no puedo continuar con esto que tenemos. Yo, disculpa.

—A ver. Justo ahora, que estoy disfrutando de los estragos que me has dejado después de la noche que pasamos ¿estás diciéndome que debes irte?

Tiro de la sábana que está cubriéndome para caminar por la habitación antes de negar un par de veces, incrédula de lo que me está ocurriendo.

—Ahora entiendo porque todas las sorpresas de ayer. Una manera tan estúpida de calmar tu conciencia. ¡Carajo Edward!

Grito y doy un golpe en el suelo con mi pie descalzo. Estoy furiosa por la forma en la que me ha arruinado mi día.

—Me enteré de este viaje hace dos meses, pero no era nada seguro. Me notificaron de esto el día de ayer.

No me gustaba que me viesen débil pero justo ahora la situación me rebasa. Un par de lágrimas resbalan por mis mejillas.

—Sabes que detesto que llores, no, no lo hagas. Por favor.

Rápidamente limpio las lágrimas en mi rostro con el dorso de mi mano negando un poco, una sonrisa ladina se instala en mi rostro, vaya ironía. Él ya estaba frente a mí y apenas trata de agarrar mi rostro lo empujo un poco negando. Segundos después mi mano se estampa en su mejilla negando. Señalo la puerta con un par más de lágrimas en los ojos.

—Vete. ¡No quiero verte más!

Semanas después

Me sentía tan poco importante en estos instantes que ni me he tomado el tiempo de arreglarme. Mi hermana no ha podido venir a consolarme, ya que no le he dado la oportunidad, sería bastante injusto que ella tuviera que soportar lo que Edward dejó al marcharse. He tenido que ser fuerte mucho tiempo para muchas personas, su partida y la forma en la que lo hizo fue bastante dolorosa.

Aunque su presencia ya no está, cada rincón de mi habitación conserva su aroma, los recuerdos que creamos continúan encerrados en estas cuatro paredes; me resulta inevitable que al cerrar los ojos sienta sus labios sobre los míos, sentir sus manos rodear mi cuerpo y sobre todo, escuchar sus tiernas palabras contra mi oído. Nunca me había percatado del tamaño de la cama hasta que he dormido sola muchas noches seguidas.

Dormía pocas horas, mis sueños se habían acabado en el momento en que él se había marchado. El tiempo pasaba más lento de lo que me daba cuenta y cada momento era de tortura. Me sentía sola, deshecha y con las ilusiones perdidas.

—Sé que no debería de meterme, pero... Has estado ya bastante tiempo aquí, es momento de que salgas de aquí y la forma en la que vas a poder hacerlo es si hablas conmigo.

—No hay mucho que decir, sabes que era la persona que había prometido o lastimarme, y terminó haciéndolo. Y no es el hecho de que haya terminado nuestra relación, simplemente se fue, me dejó de la peor manera.

—Creo que deberías de salir, iniciar, aunque sea con ir a hacerme de comer.

Una sonrisa ladina se instala en mi rostro y asiento, no puedo continuar en este sitio, creo que tiene razón. Me pongo de pie, pero tengo que apoyarme nuevamente en el colchón al sentir que el suelo se mueve.

—La falta de alimentación creo que te ha hecho mal, así que vayamos al doctor.

No me dio oportunidad de responder cuando me ayudo a ponerme de pie y pronto salir de aquel departamento. Nos subimos al primer taxi que pasa por la avenida y cerca de 10 minutos después nos bajamos en el hospital.

No demoraron en atendernos y me ingresaron a un cubículo en donde me sacaron un poco de sangre y la doctora me deja un rato sola en lo que regresa con los resultados. El tiempo a solas allí me hace darme cuenta que apenas me he arreglado al salir. Uso un pantalón deportivo y una blusa holgada negra.

—Traigo sus resultados.

La doctora sacude un sobre blanco y me remuevo en mi sitio; ella saca un par de hojas y comienza a leer el contenido de estos. Una fracción de segundos después me observa y sonríe ampliamente. Mis manos descansan en mis muslos y comienzo a mover mis manos sobre estos inevitablemente.

— ¿Y bien?

Los nervios se hicieron presentes al titubear. Aquellos segundos que ella guarda silencio se hacen eternos, siento que un hueco se forma en mi estómago y trago en seco.

—Bueno, un bebé no es algo que deba alarmarnos, debería más bien, felicitarte.

Después del abandono de Edward había olvidado comprar la pastilla anticonceptiva y suspendí el tratamiento, todo tenía sentido. Creía que podría haber escuchado algo erróneo, pero debo de corroborar.

—Ese resultado es confiable, ¿verdad?

—Completamente, Phoebe, felicidades nuevamente. Es importante que asistas con tu ginecólogo para que te realice un ultrasonido y comenzar con los cuidados necesarios.

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