Capítulo 7:
Desperté con un horrible dolor de cuello. Estaba atada a una silla con el cuerpo echado hacia delante y la cabeza agachada. El pelo me caía como oscuras cascadas por los hombros y el rostro. Me incorporé lentamente y miré a mi alrededor. Parecía un almacén viejo.
- Jefe, la princesita ha despertado - dijo un hombre.
Miré en su dirección y vi a varios hombres con bastante pinta de pandilleros que estaban jugando a las cartas. Arthur estaba sentado un poco mas apartado mientras jugaba con un cuchillo.
- Vaya, vaya. Buenos días.
Miré algo confusa y mareada a mi alrededor. Esto tenía bastante mala pinta.
- Me alegro que estés despierta. Así puedo enviarle una foto a Ash demostrándole que estás viva.
- No sé que piensas que te dará a cambio de mí pero le conocí ayer. No creo que acepte ningún trato. Los que me buscarán son Golzine y la policía.
- Creo que no lo entiendes, pequeña. He oído que Ash dejo no solo que cogieras su arma sino también dispararla. Te infravaloras.
Sacó un móvil y supuse que me estaba haciendo alguna foto.
- No pongas cara de estar cabreada. Pon mejor de estar asustada.
- ¿Y por qué iba a hacerte caso?
- Me parece que no has tratado con gente como nosotros muy a menudo. Deja que te explique.
Se acercó a mí y pude notar el olor a tabaco y alcohol.
- Podemos hacerte mucho daño. De formas que jamás has imaginado. Podemos romperte de formas devastadoras. No me malinterpretes, me gusta que te resistas y no te haces una idea de cuanto.
Me agarró por la nuca y las últimas palabras me las dijo al oído. Toda la seguridad que podía haber aparentado hasta ese momento se esfumó. Arthur sonrió satisfecho y sacó de nuevo el móvil. Traté de agachar la mirada y apartarla pero eso no le gustó.
- Jack, sujétale la cara - ordenó.
Uno de los tipos con mala pinta se levantó y me agarró por la nuca y la mandíbula para obligarme a mirar a cámara.
- Preciosa.
El tal Jack me soltó y yo traté de tragarme las lágrimas.
- No vayas a romperte ya. Aún nos queda tiempo para jugar.
- Vete a la mierda - espeté.
Entonces mi móvil empezó a vibrar. Me habían quitado la chaqueta y la habían dejado en el suelo a mi lado. Miraron el movil pero no contestaron. Cuando la llamada terminó, se pudo ver mi fondo de pantalla que había cambiado recientemente. La foto de Ash que le había hecho en el jardín.
- Pero bueno, ¿qué tenemos aquí? ¡Menuda sorpresa! Si te ha dejado hacerle una foto y todo. ¡Chicos! Hemos tenido suerte con esta.
Todos contestaron con gritos de alegría, silbidos y aplausos. De nuevo el móvil sonó y esta vez salía el nombre de James.
- ¿Quién es? - me preguntó Arthur.
- Cómo si te fuese a responder.
Arthur contestó.
- Lo siento, la señorita está ocupada ahora - contestó.
- Maldito bastardo hijo de puta. Cuando te pille voy a hacer que te arrepientas de haber nacido - oí la voz de Ash por el altavoz.
- Tranquilo, Ash. Si la chica se lo está pasando en grande. ¿No te han llegado las fotos?
- Por qué te crees que te llamo pedazo de cabrón. Suéltala o te juro que te mato.
- Eso son palabras mayores - se rió Arthur.
- Déjame hablar con ella - pidió Ash.
- No te preocupes te está escuchando.
- Katrina, voy a sacarte de ahí y voy a cargarme a esos hijos de puta. Estaré contigo otra vez antes de que puedas darte cuenta.
- ¿Y cómo piensas encontrarnos? - se mofó Arthur.
- Se te olvida que soy yo quien gobierna esta ciudad. Más te vale no tocarla o esta vez no podrán arreglarte los dedos cuando acabe contigo.
Colgó inmediatamente después.
- ¿Ves lo que tengo que aguantar? Esa arrogancia salida de la nada. Se lo tiene muy creído el niñato.
- ¿Qué hacemos Jefe? - preguntó uno.
- Nos largamos. Si nos movemos no podrá encontrarnos.
Me obligó a ponerme en pie y moverme de nuevo a la furgoneta pero al llegar frenó en seco.
- Han rajado las ruedas, Jefe.
- Puedo verlo, imbécil.
Me colocó frente a él y me usó de escudo humano.
- Investigad hasta que déis con él. Vosotros tres cubridme.
Regresamos a donde estábamos antes y entramos a una pequeña habitación.
- Cerrad la puerta. Si quiere venir por ella esta es la única dirección.
Arthur no me solto sino que se aferró aún más a mí.
- Y tú decías que no conseguiríamos lo que queríamos. Es tu día de suerte, antes de morir podrás confirmar que tu vida tiene valor para Ash Lynx. No creo que muchos puedan decir lo mismo - me dijo al oído.
La puerta se abrió lentamente y dejó ver la figura de Ash revólver en mano. Arthur me colocó un cuchillo en el cuello y se aseguró de cubrirse conmigo.
- Suelta la pistola, ¿quieres? Si me disparas darás a la señorita y si disparas a uno de mis hombres no solo te dispararán de vuelta sino que además le rajaré el cuello.
Ash levantó las manos en señal de rendición.
- Deja el arma en el suelo.
Obedeció sin decir nada.
- ¿Qué quieres? - preguntó Ash cabreado.
- Siempre igual. Quiero matarte y quedarme con tu puesto. ¿Qué iba a querer sino?
- Bueno, pues ya me tienes. Suéltala.
- Lo cierto es que eso no sería divertido. Verás, has conseguido cabrearme. No solo quiero matarte. Quiero destruirte. Y parece que he encontrado algo con lo que empezar - dijo apretando aún más el cuchillo en mi garganta.
- Suéltala - ordenó Ash.
- No estas en posición de mandar a nadie. Eso quiere decir que si hago esto... no puedes impedirlo.
La mano de Arthur que estaba libre se posó en mi abdomen y buscó el borde de la camiseta. Deslizó los dedos por debajo y fue subiendo por mi piel. Traté de moverme y evitar ese contacto pero el cuchillo me rasgó ligeramente la piel y noté como un pequeño hilo de sangre se deslizaba por mi cuello. Ash trató de acercarse pero los matones de Arthur le apuntaban con sus armas. Arthur soltó una carcajada.
- Esto solo mejora por momentos. Contigo, pequeña, tengo más poder del que imaginaba.
Me acercó a uno de los laterales de la habitación y me obligó a inclinarme apoyando todo mi cuerpo sobre una mesa. Varios mechones de pelo cayeron sobre mi rostro.
- Arthur. No la toques - gritó Ash amenazante.
- ¿O sino qué? Solo puedes mirar mientras hago lo que quiera con ella. Mírala bien, Ash - dijo mientras me apartaba el pelo y me obligaba a mirarle.
Pude ver la rabia en su mirada. Parecía un animal a punto de atacar. Fue entonces cuando me fijé en una sombra a su espalda. Primero pensé que era uno de los hombres de Arthur pero luego me di cuenta de que no y tuve una idea.
- Puedo ayudarte - le dije a Arthur.
Quería ganar tiempo y distraerle. Si lo que suponía era cierto, sería de gran ayuda.
- ¿Y por qué harías tal cosa?
- A cambio de mi vida - musité fingiendo estar asustada.
Ash frunció el ceño y no supe si me seguía el juego o simplemente no lo entendía.
- Te escucho - respondió Arthur.
Me incorporé y me giré hacia él. Tenía aún las manos atadas a la espalda y eso me limitaba bastante. Me senté sobre la mesa y abrí las piernas invitándole a acercarse.
- Puedes tener algo que Ash no ha conseguido. A mí - dije con un tono seductor.
Noté que a Arthur le gustaban mis palabras pero también noté cierto recelo y desconfianza. Miró a Ash y vio la ira arder en sus ojos. Aquella manera de mirar me dio más miedo que cualquier cosa que me había hecho Arthur hasta ahora. Esa mirada animó a Arthur a seguirme el juego. Sus ansias por ganar a Ash le pudieron. Se inclinó sobre mí y con el cuchillo me desató las manos.
- Pórtate bien. Siempre puedo volver a atarte.
Asentí y le agarré por la camisa para acercarle a mí. Miré de reojo hacia la puerta. No faltaba mucho. Pegué mi cuerpo contra el suyo y acerqué mis labios a su oído.
- ¿Seguro que quieres que me porte bien? - susurré con un tono provocador.
Arthur me aferró a él y me agarró del pelo para tirar de él y obligarme a mirarle.
- Sabía que solo eras una putilla barata - se mofó mientras se inclinaba sobre mí.
- Pues esta putilla barata sabe algo que tú no.
Mire de nuevo en dirección a Ash y vi como daba una señal con la mano. Me deshice del agarre de Arthur y aproveché la altura que me daba la mesa para apoyar mis pies en su pecho y empujarle apartándole de mí. Varios policías entraron y tumbaron a los matones, y un par se acercaron a Arthur sin dejar de apuntarle. Ash recogió su arma y salió de allí. Ningún policía me detuvo cuando salí de allí para seguirle. Decidí hacer caso a mi amiga Leo. Había estado secuestrada y mi situación no iba a mejorar los próximos días. Podía preocuparme a todas horas y comerme la cabeza o podía actuar y aprovechar mientras pudiera. Entonces recordé algo de lo que me dijo cuando me pilló al salir de la ducha: "Si vuelves a decir mi nombre así... no me responsabilizo de mis actos."
- Ash - le llamé en un grito desesperado.
Frenó en seco y me acerqué a él. Seguía dándome la espalda así que pasé mis brazos alrededor de su cintura y le abracé. No tenía por qué venir a por mí pero lo había hecho. Me había salvado. Si no fuera por él a saber que habría sido de mí.
- Dame un segundo.
Se apartó y sacó su revólver. Disparó todas las balas contra una columna cercana y varios policías salieron a ver que sucedía. Tenía la mirada aún cargada de ira clavada en la columna que había disparado. Me acerqué lentamente y puse una de mis manos sobre las suyas que aún sostenían el arma en alto. Empujé suavemente para que las bajara y le quité el revólver de las manos. Se lo guardé en la parte trasera del cinturón donde solía llevarlo y me acerqué a él.
- Gracias. Si no fuera por ti... - susurre mientras notaba como se me llenaban los ojos de lágrimas.
- La próxima vez que te diga que salgas del bar, sales del bar - contestó cabreado.
Asentí. Levantó sus manos hacia mi rostro. Tenía unas manos delgadas con largos dedos, dignas de un pianista. Me obligó a sostenerle la mirada, aunque no era necesario, me era imposible apartar mis ojos de los suyos.
- Ash... - susurré.
Esa fue mi petición, mi forma sutil de darle permiso. Él lo entendió y sus labios se abalanzaron sobre los míos sin esperar un solo segundo. Sabía que no le conocía de hace nada pero era como si hubiese buscado ese contacto durante años, como si hubiese vagado por un desierto durante una eternidad y por fin encontraba una fuente de agua. Recibí su beso y lo correspondí, entrelazando una de mis manos en su pelo. Esa melena rubia que adornaba un rostro demasiado angelical para las miradas que había lanzado. Ambos nos aferramos al otro como si en cualquier momento nos fueran a separar y esos fueran nuestros últimos segundos juntos. Necesité tomar aire y jadeé contra su cuello sin poder apartarme de él. Su respiración también estaba agitada. Noté que mis manos temblaban, una mezcla entre el miedo pasado y la emoción del beso. Ash lo notó y cogió mis manos entre las suyas.
- Katrina - me llamó James.
Estaba de pie junto a varios policías y no sabía cuanto llevaban allí de pie pero supuse que bastante. Me acerqué a abrazarle.
- ¿Estás bien? - me preguntó preocupado.
- Sí. No me han hecho nada - le tranquilicé.
- Me alegro de que todo haya ido bien - contestó.
- Lo mejor será que salgas de aquí. La policía querrá que declares pero puedo pedirles que sea en el piso si así estás más tranquila.
Asentí.
- Gracias - murmuré.
Ash sonrió y se giró para hablar con uno que parecía ser el que estaba al mando.
- Katrina. Sé que eres una persona madura y puedes tomar tus propias decisiones pero ten cuidado. Me parece que se te olvida quien es Ash Lynx.
No sabía que responder. No era un reprimenda pero claramente no estaba contento.
- Señorita Blue, permítame que la lleve a casa - dijo el policía con el que había hablado Ash.
Me guiaron hasta un coche y Ash no se separó de mí ni un segundo pero también notaba la mirada preocupada de James a cada segundo que pasaba.
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