IV
Y los días transcurren, James está contento de tener a su nieta viviendo con el, aún que casi no esté con ella siempre se la pasa con Norman, haciendo cualquier cosa y viendo como ella sonrie todos los días a un lado de su hijo.
Su sonrisa no se borra, al ver que desde la ventana como Norman le está enseñando a Emma arquería, y se le hace muy gracioso porque el albino era pésimo en eso. Norman señala, acomoda de manera correcta los brazos de su sobrina y le ordena soltar la flecha, quedando clavada justo en el centro de su objetivo. La niña celebra, por aquella victoria que ha conseguido y corre a los brazos del albino, dejando que este la llene de besos por toda la cara y está ría por todo aquello.
Al adulto se le hace curioso, ya que solo con Norman, Emma es capaz de mostrar aquellas expresiones tan naturales y reales, pero cuando se trata de el, solo parecen ser sonrisas forzadas y abrazos obligados.
Tan falso
El alarma del celular le alerta que tiene que irse, descartando la alarma y salir de la oficina en casa, ya hacía rato que se había despedido. Ese día era el cumpleaños de su nieta, pero le había llegado un imprevisto por lo cual tenía que irse, prometiendo que cuando regresará le entregará a Emma su regalo de cumpleaños, dejando con confianza que su nieta estaría en buenas manos con su hijo. Así que se va de la casa, sabiendo que la niña estaría más que bien.
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No pierde el tiempo, le gusta escuchar como ella suelta varios suspiros, como aprieta el agarré en sus hombros mientras se encoge ligeramente de hombros, dejandose besar por el adulto que la tiene sentada en el escritorio, con las piernas abiertas en dónde el está rodeando la pequeña cintura de la femenina, devorando con tanta necesidad esos pequeños y finos labios que se tornan de rojo ante cada beso que el no deja de dar y que a ella gusta recibir.
Aprieta sus ojitos, dejando escapar lágrimas mientras siente como el albino ha abandonado sus labios para ir a su cuello, en dónde como ya es costumbre, comienza a dejar besos y mordidas que en un futuro no muy lejano los tendría marcados en rojo, marcas que son testigos de aquellos encuentros furtivos que tienen cuando están solos.
De un momento a otro se detiene, la menor confundida lo mira de reojo, sintiendo un cosquilleo cuando Norman solo empieza a dejar tiernos y suabes besos por su clavícula.
—¿Quieres esto? ¿O prefieres algo más en tu cumpleaños?
En lo material no sabe que es lo que quiere, siempre se conformaba con lo que regalaban y no le tomaba importancia a lo que le dieran, pero de algo si está segura, y es que en ese momento quiere que Norman le siga repartiendo besos por todo su cuerpo de trece años años recién cumplidos, quiere que siga, tal vez ese es su único deseo, porque igual no es tonta y puede notar como el no quiere parecer un bestia ante sus ojos, reprimiendose el infame deseo de poseer a su sobrina en cuerpo y alma.
Y ella misma sabe que es algo repugnante y que Norman igual piensa eso, pero quiere sentir y el quiere hacer cosas con su cuerpo, marcarlo y corromperlo.
—Quiero esto.—Responde en voz baja.
Norman satisfecho con esa respuesta hace caso a la petición, y sigue con su trabajo de besar a la menor, haciendo que el cuerpo de ambos comienze a sentir ese cosquilleo del placer, y que ella a su tan temprana edad había descubierto, pero ya lo dijo, no está molesta porque aún no siente eso, aún desconoce más sentimientos que Norman le está enseñando con cada encuentro poco a poco.
Arquea su espalda, cuando siente el frío de la madera del escritorio y como las estocadas han empezado, dedicandose a gemir el nombre de la persona que tiene encima y aceptando cada casto beso que la da, haciendo que por unos segundos los sonidos lascivos de su boca cesarán.
Antes de que tan solo alcanzarán el orgasmo, la puerta es tocado tres veces, haciendo que la menor suelte un jadeo asustada, pero el mayor la tranquiliza besando su frente.
Miedo, miedo a ser descubiertos, la adrenalina de ser descubiertos haciendo tal tabú
—¡Hey Norman! ¡Vístete y abre la jodida puerta que tengo que hablar contigo!
Incluso Norman parece haberse asustado, ya que suelta un suspiro aliviado al darse cuenta de que solo se trataba de Ray, pero no tarda mucho en cambiar esa expresión por una de desagrado, al ser interrumpido teniendo un momento intimo con su adorada chica.
Sale de ella, gime al sentirse vacía pero no dice nada más, dejandose cambiar por Norman quien ha terminado de arreglarse de igual forma. La sienta, haciendo que con sus piernas rodee la cintura del albino, dejando su cabeza descansar en el pecho de mayor y siendo tapada por una cobija delgada y fresca, se relaja con tan solo escuchar el latir del corazón de su tío.
Tan cálido.
—Esta abierto.
Ray abre la puerta, mirando a su mejor amigo como tiene abrazado a la niña de manera sobreprotectora, pasa su vista por el escritorio que está desordenado.
Definitivamente no iba a tocar el escritorio.
Ignora la mirada fuiminante del albino y se sienta, dejando en la mesa un folder colo crema, Norman se extiende y abre el folder aún teniendo a Emma pegada a su pecho.
—Ocultar tu asesinato no ha sido facil. Tienes que hacer algo con esa mujer que se está metiendo en dónde no la están llamando.—Menciona con enojo el azabache.
—¿Su nombre?
—Barbara Will, es la nueva detective y está intentando abrir de nuevo el caso.
—Me encargaré de ella, la muerte de mi hermana tiene que seguir siendo un misterio.
Pasa su mirada hacia Emma, quien lo está viendo de manera atenta, pero no con odio, solo está sonriendo, acercándose y besar los labios del albino, para después volverse acurrucar y cerrar sus ojitos.
Ray tan solo ve y no dice nada. No tiene derecho a decir nada.
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